Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

28 jun 2014

Koons pulveriza récords en Nueva York................................................ Irene Crespo


'Mujer en la bañera', una de las esculturas incluidas en 'Jeff Koons: a retrospective'. / timothy a. clary (afp)

En octubre próximo, el Museo Whitney de Nueva York se despedirá de la que ha sido su sede durante 48 años.
 El edificio de hormigón diseñado por Marcel Breuer en el Upper East Side pasará a ser una extensión del Metropolitan y el Whitney se mudará, en la primavera de 2015, a un espacio nuevo, más amplio y adecuado para las grandes dimensiones (y ambiciones) del arte contemporáneo.
 Como un centro de exposiciones dedicadas al arte estadounidense, guarda cierta lógica que el canto del cisne del viejo Whitney sea una muestra de Jeff Koons, quintaesencia del creador americano de éxito, poseedor del récord en una subasta para un artista vivo, que logró el pasado noviembre cuando su escultura Balloon dog (Orange) se adjudicó en Christie’s por más de 58 millones de dólares (42,5 millones de euros). La muestra, titulada sencillamente Jeff Koons: a retrospective, se podrá ver hasta el 19 de octubre y viajará después al Pompidou y al Guggenheim de Bilbao.
Para que no decaigan los superlativos, la exposición quedará en los anales como la mayor retrospectiva dedicada a un único artista por el Whitney.
Y es la primera consagrada a su legado en la ciudad en que vive.
 “No queríamos dejar el edificio mirando atrás con nostalgia. Queríamos hacer algo audaz que fuera nuevo para el Whitney, para Jeff y para Nueva York”, dice Scott Rothkopf, comisario de la antológica.
Jeff Koons, en la presentación a la prensa de la exposición. / timothy a. clary (afp)
Cuatro años le ha costado organizar esta gran retrospectiva que recorre toda la carrera del artista, “desde su serie de 1978 hasta obras terminadas literalmente la semana pasada”, explica.
Han hecho falta tres semanas, con equipos trabajando los siete días en turnos de 11 horas, para meter y colocar las más de 150 piezas que se exhiben, cuyo coste, “millones de dólares”, el museo prefiere no revelar. Espera, además, que marque un récord de asistencia.
La faraónica tarea de encapsular la trayectoria de Koons ya la emprendió el Guggenheim de Nueva York a finales de los noventa, pero fracasó por el excesivo coste y las elevadas exigencias de Koons. El artista, que ha tardado 20 años en acabar su última obra, Play-Doh, porque no daba con el material correcto que imitara la famosa plastilina, tiene unos altos estándares de calidad. Y siempre quiere más.
Como dice Adam D. Weinberg, director del Whitney: “Jeff Koons es el Andy Warhol de su tiempo”. Y no solo porque también eleve el objeto cotidiano y los motivos populares —una aspiradora, una colchoneta, un Popeye— a piezas (carísimas) de museo, sino porque, además, ha sido un adelantado a su tiempo, al influir, por ejemplo, en Damien Hirst.
 Y, como Warhol o Dalí, Koons ha hecho de él mismo su mejor obra.
“Esto es lo que quería en este momento de mi vida”, explicó el autor con su perenne sonrisa durante la presentación a la prensa.
“Tengo 59 años, y [con esta retrospectiva] puedo compartir mi diálogo con el arte con otros artistas jóvenes.
 Creo de verdad en el arte; me ha enseñado a ser mejor persona”, dijo.
Cada serie de la obra de Jeff Koons corresponde a una etapa vital; nunca ha puesto límites entre lo personal y lo profesional. Celebration, por ejemplo, la más famosa, se la dedicó a su hijo, cuando su exesposa, ex actriz porno y expolítica, Cicciolina, se lo llevó a Italia.
 Aprendió la lección de Dalí, su primer ídolo y por quien empezó a pintar:
“Mi experiencia con él me hizo sentir que podía hacer lo que quisiera. Puedes tener una vida y el arte puede ser el centro de tu vida”.
'Play Doh' (1994-2014), una de las obras de Koons en la muestra.
Por eso, la muestra se ha organizado de una manera “tradicional, cronológicamente”, dice Rothkopf. Y de abajo arriba: “Las salas de este edificio son más grandes según subes y la escala del trabajo de Koons también”.
 Y está todo, desde las pequeñas Flores hinchables de 1978, su primera obra, o las aspiradoras en vitrinas de The new hasta Gorilla o la serie Balloon dog, pasando por Celebration o su época más controvertida, cuando creó, precisamente para el Whitney, Made in Heaven. En ella, interpretaba con Cicciolina una película porno.
“Es como juntar a la familia”, afirma al ver toda su obra desplegada cronológicamente por primera vez.
 “Cada uno es como un hijo; cada uno es único, tienen su propio espíritu, pero comparten ADN”. En su obsesión por los materiales y por incluir al espectador en la obra está el código genético de su carrera, a la que no ve final.
 “Esta exposición es una plataforma para el futuro.
Creo en el trabajo que hay aquí y espero que otra gente pueda encontrar un significado, pero para mí es el futuro. Espero tener otras tres décadas, quizá más, para crear arte, y ser capaz de hacer uso de mi libertad como individuo”, señala.
Esas son las esperanzas que los gerentes del museo cifran en el nuevo Whitney. Situado en el moderno barrio de Meatpacking, al sur de Manhattan, ha sido diseñado por Renzo Piano para albergar piezas de gran formato y otros sueños salvajes.

Cinco cosas que recordará de esta temporada

El martes terminó la semana de la moda de Milán y ayer empezó la de París. La segunda le debe mucho a un grupo de modelos.

 

-Ah, el viejo príncipe. No me refiero a ningún miembro de la aristocracia, sino al hotel Principe di Savoia –'principe' para los amigos, pronunciado 'prínchipe'–, tal vez el miembro más perjudicado por el boicot que la industria de la moda está haciendo contra los hoteles de la cadena Dorchester, propiedad del Sultán de Brunei (cuya decisión de aplicar en su país la sharia, una ley particularmente dura con las mujeres y los homosexuales, ha provocado airadas reacciones en los principales jugadores de un negocio particularmente sensible a este tema). Ahora que ni Condé Nast, ni LVMH, ni Kering, quieren saber nada del que fue el hotel oficial de la fashion week, quienes esta temporada sí dormían allí eran observados con una mezcla de suspicacia y envidia. Ellos se defendían con un suspiro, adoptando un tono como el que le dedicarías a un amigo echado a perder, o muerto recientemente, a quien debes fidelidad: "Ah, sí, me quedo en el viejo príncipe".
Lo que presentó Haider Ackermann Men
 -Los italianos lo hacen mejor. Caruso es una firma de sastrería tradicional que tiene la rara virtud de saber ser excéntrica como antiguamente, como si los chistes de tu abuelo te resultaran más divertidos que los de tus amigos. En su presentación, entre chaquetas de inspiración china, prendas que parecían albornoces y camisas con lazada, el eslogan bordado en un jersey de punto resumía su punto de vista: "En la moda masculina, haz como los italianos". Es verdad que existe una manera italiana de entender el hombre, o más bien dos: la de Caruso (artesanía, sastrería, elegancia con la ocasional excentricidad), y la de Roberto Cavalli. Su desfile tenía un Ferrari sobre la pasarela, a Steven Tyler en primera fila y una colección que exprimía hasta los límites del remangado y del descamisado el estampado de pitón. Entre estos dos extremos está Dsquared. Los gemelos Dan y Dean Caten son los primeros que quieren ver a sus modelos pasearse con un escueto Speedo rosa, y también les gusta montar un show (esta vez, un tableau vivant que representaba la Factory de Warhol), pero la locura de sus desfiles esconde una maquinaria que sirve con precisión suiza todos los elementos del armario masculino: camisería, pantalones de vestir, vaqueros, accesorios, sudaderas. Los Caten tienen una cabeza para los negocios y un cuerpo para el pecado, como diría aquel.
La propuesta de Armani
-Nunca te enrolles con un rico que te puede dar trabajo. Esto es sabiduría de la moda 2.0, recogida de su mismísima fuente: las celebridades que Internet ha creado y que ya, oficialmente, se han establecido dentro del sistema. Como el nuevo star system tiene la carga de estar permanentemente bajo sospecha, la frase que encabeza este texto se ha convertido en el leit motiv de todo bloguero/a estrella que no quiera ser acusado/a de trepismo (justificadamente o no).
La moda que se nos viene, según Valentino
-"Tenemos hambre!". Algo aparentemente tan alejado del mundo como los desfiles, en realidad depende de cosas bien prosaicas, como un vuelo Easyjet
. El último avión del martes entre Milán y París iba cargado de modelos, periodistas y fotógrafos de moda, que, por Circunstancias que solo se sabrán cuando se abra la caja negra de ese avión, se vieron confinados durante tres horas dentro del aparato.
 Bastó media hora de imcertidumbre para que empezaran a ocurrir escenas como esta:
Azafata: "es posible que no despeguemos hasta dentro de 90 minutos, pero no sabemos qué pasará, porque hay tormenta".
Periodista de moda a azafata: "el avión tiene que despegar, tengo desfiles mañana!"
Mujer anónima a las dos: "yo tengo cirugía!!"
Todo parecía perdido hasta llegó el gran momento: los chicos, una cuidada selección de caras y físicos posadolescentes, se amotinaron. Exigieron comida.
 Y gracias a ellos, la hubo. Y zumos. Luego el avión despegó y mundo de la moda pudo continuar.
-"¿¿Pero cómo es de mono este sitio?? (sic)". Lo que mejor se nos da en este negocio es normalizar las situaciones más excepcionales.
 Esta frase se oyó en el jardín del palacio Solomon de Rothschild (no vale la pena describirlo)
. Es el lugar habitual de los desfiles de Valentino, que es algo así como la firma de la que todo el mundo mínimamente interesado en la moda querría tener algo.
Esta vez la colección era un ejercicio de cortes pijama en seda brocada o estampada; algo que compartía con la de Haider Ackermann, el brillante diseñador con gusto por las superposiciones, los materiales ricos y los volúmenes románticos. Ackermann representa perfectamente lo que sí es París, pero no Milán: un terreno abonado para quienes desearían que en el mundo no existieran los zapatos de cordones ni los trajes azul marino.

Reconciliación familiar entre abogados en casa de los Thyssen............................................... Ángeles García

Sus diferencias se han convertido en un culebrón que dura siete años. Pero Carmen Cervera y su hijo están dispuestos a sellar la paz. Eso dice la baronesa. Un pacto sin vencedores ni vencidos del que no dan detalles y que negocian sus asesores.

Carmen Cervera, baronesa Thyssen. / GETTY

Después de siete años de distanciamiento, la llamada guerra de los Thyssen parece que está a punto de terminar.
 Los últimos encuentros que se han producido entre Carmen Cervera (Barcelona, 1943) y su hijo Borja (Madrid, 1980) en el Museo Thyssen y en el domicilio familiar de su único hijo biológico están destinados a negociar hasta el último detalle sin que al final haya vencedores ni vencidos.
 Asegura la baronesa que por exigencias legales no puede detallar en qué está consistiendo la negociación, aunque mantiene que tanto ella como su hijo tienen una gran ilusión de que todo acabe de la mejor de las maneras posibles y puedan recuperar la estrecha relación que siempre han tenido.
Aunque ella no quiere desmenuzar los detalles, se sabe que el mayor conflicto se debe a que Borja reclama algunos de los cuadros que en estos momentos forman parte de la colección Carmen Thyssen, más de 800, y otros bienes integrados en la herencia del barón Thyssen.
 El conflicto no tiene relación con los pagos que se acordaron en su momento y que Carmen Thyssen ha cumplido religiosamente: 15 millones de dólares (11 millones de euros) en tres entregas. La primera la recibió Borja en 2005; la segunda, en 2010, y la última será en 2015; además de los 300.000 dólares (220.00 euros) que le entrega anualmente.
En plena batalla familiar, el entorno de Borja Thyssen habló para un reportaje en este periódico en octubre de 2011.
 Entonces especificaron que lo que querían era un acuerdo global testamentario en el que se aclarase que “Borja es propietario de bienes y derechos a los que no tiene acceso en su totalidad. Es un problema de administración. Borja prefiere una solución pacífica antes de llegar a un contencioso. Pero no va a esperar que las causas naturales resuelvan el conflicto”.
Carmen Cervera, con su hijo y Blanca Cuesta, cuando tenían una cordial relación.
El hijo de la baronesa vive con su mujer, Blanca Cuesta, y sus tres hijos —a la espera de la llegada del cuarto— en una casa de lujo alquilada en la exclusiva urbanización La Finca, situada en las proximidades de Madrid, un auténtico gueto para millonarios que quieren proteger su intimidad y vivir aislados.
Desde entonces, la comunicación entre madre e hijo ha sido exclusivamente vía tribunales.
 Hasta que el pasado invierno se encontraron de manera casual en una calle de Madrid y se fraguaron los primeros contactos.
 En los últimos días se ha asegurado que la guerra había terminado.
Pregunta. ¿Se puede dar por hecha la firma de la paz con su hijo Borja?
Respuesta. Estoy muy contenta. Y él también. Es cierto que nos hemos reunido para hablar de nuestras diferencias, pero ninguno de los dos podemos entrar en detalles.
P. ¿Dónde se han producido estos encuentros?
R. En el museo y en casa de mi hijo.
P. ¿Han participado también sus respectivos equipos de abogados?
R. A veces sí, pero en otras ocasiones no.
P. Todo ha sido excesivamente formal.
R. No, porque nos tenemos mucho cariño.
P. Se ha dicho que estos encuentros se producen porque su hijo le ha ganado dos demandas en Bermudas que la forzarían a usted a pactar.
R. Se escriben muchas cosas que no son verdad.
 Yo no he dicho eso y estoy segura de que mi hijo Borja, tampoco.
P. En la reunión en casa de su hijo, en La Finca, ha podido conocer por fin a sus nietos más pequeños.
La baronesa Thyssen con sus hijas Sabina y Carmen.
R. Sí. Son preciosos y me ha hecho mucha ilusión.
P. ¿Estaba también presente Blanca Cuesta, su nuera?
R. No. Ella no estaba.
P. ¿Qué sensación le ha producido estar con sus nietos? ¿Se parecen a usted?
R. Son guapísimos, pero no puedo asegurar a quién se parecen.
P. ¿Está previsto algún encuentro con toda la familia este verano?
R. No sé todavía qué voy a hacer este verano porque tengo muchísimo trabajo, pero algo haré.
 Nada me haría más ilusión que reunirnos todos y que mis nietos conozcan también a sus tías [Carmen y Sabina, adoptadas por la baronesa en Los Ángeles]
. Sería extraordinario.
P. ¿Estuvo en la recepción de los reyes Felipe y Letizia el pasado día 19 en el Palacio Real?
R. No. Tenía compromisos en el extranjero adquiridos desde hace más de seis meses.
Estoy segura de que Felipe VI va a ser un rey magnífico.
 Me hubiera gustado ir, pero fue imposible arreglar mi complicada agenda.
P. En el vestíbulo del Museo Thyssen tiene usted los dos grandes retratos de don Juan Carlos y doña Sofía pintados por Macarrón. ¿Le gustaría incluir un retrato de los actuales Reyes?
R. Los retratos de Juan Carlos y Sofía se los encargamos mi marido y yo a Macarrón, que les pudo pintar en su estudio
. Son fantásticos. Sí que me gustaría incluir una pintura con los nuevos Reyes.
P. ¿A quién le encargaría el retrato?
R. Pues no lo sé. Ahora mismo no se me ocurre, pero es un tema que me parece interesante.
P. El pasado jueves asistió usted a la reunión del patronato del museo. ¿Cómo fue? ¿Alguna tormenta en el horizonte?
R. Todo fue perfecto. Pese a la crisis, estamos manteniendo unas exposiciones temporales de primer nivel.
 Las dos últimas inauguradas, Mitos del pop y Alma-Tadema y la pintura victoriana en la Colección Pérez Simón, son una buena prueba de ese nivel.
P. ¿Qué le parece la competencia que le está surgiendo en Málaga al Museo Carmen Thyssen? ¿Cree que le va a afectar la próxima apertura de la sede del Pompidou y del Museo de San Petersburgo?
R. El Museo de Málaga ha resultado ser un éxito tremendo.
 No sé si habrá público para tantos nuevos centros que hay que sumar a los que ya estamos allí. Va a ser complicado.
P. Parece que crea usted tendencia artística.
R. No sé si creo tendencia, pero el barrio malagueño en el que está situado el Museo Carmen Thyssen era una zona abandonada que últimamente se ha llenado de tiendas y restaurantes preciosos.
 Da gusto pasear por allí. Se ha revalorizado la zona de una manera sorprendente
. Y queremos avanzar. A ver si el próximo año podemos dejar que se visiten los yacimientos arqueológicos que están en los bajos del edificio.
P. ¿Y qué ocurre con las memorias de su marido, el barón Heinrich Thyssen-Bornemisza? Se ha pospuesto su publicación ya varias veces.
R. Puedo asegurar que a mediados de septiembre la editorial Planeta sacará el libro a la venta. Haremos dos grandes presentaciones.
 Una será en octubre, dentro del museo, y quiero que sea una gran fiesta.
P. ¿Ha tenido que pulirlas mucho para evitar querellas?
R. Son sus memorias hechas a partir de cintas grabadas por él y transcritas por el periodista José Antonio Olivar.
 Yo soy la editora. Todo lo que se lea ahí serán cosas dichas por él.
Yo no añado nada.
P. Parece que se va usted de vacaciones con todos los deberes hechos.
R. No tengo vacaciones de esas de estar sin hacer nada, aunque algo descansaré. Ahora me voy a Sant Feliu para inaugurar una exposición. No paro.
P. ¿Cuándo podría ser ese encuentro con toda la familia que tanto le gustaría?
R. No lo sé.
 Pero creo que a todos nos va a hacer una ilusión inmensa.

 

Crimen en familia............................................................................................................. Lola Galán

Tras las aparentes sonrisas existía una tensa relación. El yerno de la multimillonaria monegasca Hélène Pastor, muerta a tiros en mayo, ha reconocido su implicación en el asesinato

Un homicidio encargado a dos delincuentes de poca monta

Los medios franceses especulan con la hipótesis de una venganza por dinero.

 

Wojciech Janowski y su mujer, Sylvia Ratkowski Pastor, yerno e hija de Hélene Pastor, en 2003. / GETTY

La realidad es, a veces, como una mala ficción. Mal hilvanada, poblada de elementos absurdos, poco creíble.
 Y el asesinato de la multimillonaria monegasca Hélène Pastor, perpetrado el 6 de mayo a la entrada de un hospital de Niza, es un buen ejemplo de ello.
 Un crimen de encargo, ejecutado por delincuentes de poca monta y organizado por el hampa de Marsella a petición, según confesión propia ante la policía, de Wojciech Janowski, yerno de la víctima.
 Janowski pasó ayer viernes a disposición de un juez de Marsella, tras confesar su implicación en el crimen de su suegra, cercado por los datos de una investigación exhaustiva desarrollada durante las últimas seis semanas por la policía francesa y la monegasca.
La sombra de la mafia calabresa o del crimen organizado ruso planeó sobre un suceso que convulsionó a los ricos residentes del Principado, pero Hélène Pastor, de 77 años, última superviviente de la tercera generación de los Pastor, herederos de una dinastía estrechamente ligada al desarrollo urbanístico de Mónaco, fue víctima de una venganza familiar.
El crimen se habría gestado, según la reconstrucción policial, entre las cuatro paredes del lujoso apartamento de Mónaco de los Janowski, Wojciech, de 65 años, y Sylvia Ratkowski Pastor, de 53, hija mayor de la víctima.
 La detención de ambos el pasado lunes —aunque Sylvia fue puesta en libertad sin cargos dos días después—, junto a una veintena de supuestos implicados en el caso, entre ellos los dos presuntos autores materiales del tiroteo, fue el último golpe de efecto en un caso repleto de sorpresas.
El fiscal de Marsella, Brice Robin, señaló que las sospechas sobre el yerno de Hélène surgieron a partir de los “flujos de dinero sospechosos registrados en sus cuentas bancarias”, supuestamente ligados a los intermediarios de la operación.
¿Qué pudo llevar a un personaje como Wojciech Janowski, cónsul honorario de Polonia en Mónaco, al frente de una empresa puntera de nanotecnología, filántropo conocido y respetado por el todo Mónaco, a organizar una operación tan desastrosa? ¿Por qué se implicó hasta el punto de transferir cientos de miles de euros desde sus cuentas bancarias hasta las de los organizadores y perpetradores del crimen?
Los contactos con el hampa marsellesa los habría establecido, al parecer, el entrenador personal del cónsul honorario, a cambio de 200.000 euros, pero, a tenor de cómo se desarrolló el trabajo, todo apunta a que hubo más de un fallo en la elección de los especialistas.
 Los presuntos autores materiales son dos delincuentes afincados en Marsella, Samine Saïd Hamed, de 24 años, natural de las islas Comores, y Alhaire Hamadi, de 31 años, marsellés de origen comorés, ambos con antecedentes policiales.
No se sabe quién de los dos se ocupó de la logística de la emboscada y quién disparó los dos tiros con una escopeta de cañones recortados que días después terminaron siendo mortales contra Hélène Pastor, cuando abandonaba a bordo de su coche el hospital L’Archet de Niza.
 Su chófer, alcanzado de lleno por las balas, falleció también pocos días después.
 Para la policía francesa no ha sido difícil destapar la trama a partir de las muchas huellas dejadas en su camino por los dos presuntos asesinos.
 Se hallaron restos de ADN en el gel de ducha de la habitación de hotel donde se alojaron unas horas, en Niza, y fue posible identificarles gracias a las imágenes de las cámaras de seguridad del hospital de la capital de la Costa Azul y de las estaciones de ferrocarril en esta misma ciudad y en Marsella, de donde salieron el mismo 6 de mayo por la mañana con el propósito de acabar con la multimillonaria.
Las sospechas sobre Janowski surgieron por “los flujos de dinero sospechosos en sus cuentas”
¿Cuál era la relación de Hélène con su hija y su yerno?
 A tenor de las declaraciones de amigos y conocidos, no demasiado estrecha. Aunque en público abundaran las sonrisas.
 Pero, como declaraba esta semana Catherine Pastor, cuñada de Hélène, al diario Nice Matin, “bajo las sonrisas se ocultaban almas espantosas”.
La sonrisa de Wojciech Janowski, nacido en Varsovia, educado en Cambridge, presidente de la Cámara de Comercio de Polonia en Mónaco, hombre de negocios con una envidiable reputación, era la de un triunfador.
 Y como tal se muestra en las fotografías de sociedad distribuidas por las agencias.
 Un hombre maduro, trajeado, orgulloso de su estatus, sentado junto a su discreta esposa, Sylvia Ratkowski Pastor. Sylvia y su hermano menor, Gildo, de 47 años, ingresado en el hospital L’Archet de Niza tras sufrir un derrame cerebral a principios de año, y al que visitaba su madre el día de la tragedia, recibían una generosa asignación mensual de Hélène.
 Según la prensa francesa, medio millón de euros cada uno, porque Hélène Pastor, que gestionaba una empresa dedicada a los alquileres de apartamentos y oficinas en el Principado, llevaba las riendas de su negocio personalmente y no quería ceder el control
. Casada dos veces, madre de dos hijos, cada uno de un matrimonio, madame Pastor era de gustos sobrios.
 Paseaba a su perro en solitario, sin guardaespaldas, y apenas salía de Mónaco, donde se sentía segura.
Su chófer, Mohamed Darwich, de 64 años, era su principal asistente.
Hélène creció entre hombres, sus hermanos Víctor y Michel y su padre, Gildo Pastor, el que forjó el imperio inmobiliario de la familia, en los años sesenta del siglo pasado, sobre la base creada por el abuelo, Gian Battista. Ella se había quedado con una parte del negocio —la gestión de los alquileres—; el resto lo gestionaban sus sobrinos tras la muerte de los dos hermanos.
Los medios franceses especulan con la hipótesis de que el crimen pudiera haberse urdido como venganza por la decisión de Hélène de suspender la asignación mensual a su hija.
 El dinero como móvil no parece descartable porque los Pastor, dueños de un tercio del Principado, son algo así como la segunda familia principesca, con una fortuna estimada entre los 15.000 y los 20.000 millones de euros.
Pero la situación del cónsul honorario de Polonia no era tampoco mala.
Ahora, el hombre condecorado por el ex presidente francés Nicolas Sarkozy por su labor filantrópica en 2010, sin antecedentes penales ni policiales, tendrá que enfrentarse a un proceso judicial por asesinato, intento de asesinato por banda organizada y asociación de malhechores.