Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

28 jun 2014

El otro Felipe en la vida de Letizia.................................................. Leticia García

No concede entrevistas. Vive casi todo el tiempo en París, aunque su taller está en Madrid

La discreción es su sello, y por eso, hace diez años, la entonces Princesa de Asturias le confió su guardarropa

Varela y su mejor clienta han sabido crear el título de icono de la moda que le ha dado la prensa internacional.

El diseñador Felipe Varela, tras su desfile de la temporada Otoño-Invierno 2001-2002. / ESTROP-BARCELONA

"Somos una empresa joven que aún se está haciendo.
 Mi clienta es la que me hace evolucionar”, contaba Felipe Varela a la revista Vogue en una de las pocas entrevistas que ha dado a lo largo de su carrera
. Era 2002 y acababa de presentar sus propuestas en la Pasarela Cibeles. Una colección en la que se mezclaban los trajes sastre y los tejidos tecnológicos, el encaje y los colores metalizados.
Ese mismo año dejó la pasarela madrileña por desavenencias con la organización.
 No había logrado entrar en la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), siempre le daban malos horarios para desfilar y solía tener que compartir sus desfiles con otro diseñador
. Así que decidió centrarse en su tienda-taller de la madrileña calle de Ortega y Gasset, en plena Milla de Oro, y hacer de su escaparate el mejor reclamo para su marca.
Quizá fuera aquella vitrina lo que llamó la atención de la infanta Elena.
 En aquel momento vivía con Jaime de Marichalar justo encima del centro de operaciones de Varela. La hija mayor de don Juan Carlos y doña Sofía empezó a vestirse con las creaciones del modisto madrileño, y justo un año después de haber abandonado el circuito de la moda nacional le confeccionó aquel traje de chaqueta gris que marcaría para siempre su futuro.
El 1 de noviembre de 2003, la infanta Elena acudió con él a la pedida de mano de los hoy Reyes de España.
 La reina Sofía le había aconsejado a Letizia buscarse un diseñador de cabecera, alguien capaz de adaptarse a su estilo y ayudarle a construirse una imagen coherente.
 Al ver el traje de su cuñada, Letizia no se lo pensó y quiso contactar con su creador.
Tal vez la discreción de Varela le ayudara a decidirse del todo.
 Apenas aparecía en los medios, su lista de clientas fieles nunca había trascendido y ya ni siquiera presentaba públicamente sus colecciones.
 Se dedicaba enteramente a sacar adelante su empresa familiar (sus ocho hermanos trabajan en ella) diseñando y confeccionando vestidos por encargo.
 Cuentan que se entendieron al instante.
 Y aunque Letizia se decantó por Pertegaz el día de su boda, su madre y sus hermanas, Telma y Erika, vistieron de Varela.
La unión ya estaba empezando a dar frutos.
En su primera aparición como Princesa en los Premios Príncipe de Asturias de 2004 lució un sobrio traje de chaqueta color champán del modisto.
 Desde entonces, ha sido siempre el encargado de vestirla en la ceremonia y también en casi todos los actos oficiales. Incluso Varela viajó a Londres para que al vestido que llevó en la boda de Kate Middleton y Guillermo de Inglaterra no le faltara el más mínimo retoque.
La actual Reina se fijó en el modista por un traje gris que hizo para su cuñada, la infanta Elena
El diseñador suele acudir al palacio de la Zarzuela y ella se deja caer por su taller, como hizo horas antes de la proclamación de su marido.
 Aunque hubo predicciones dispares acerca del estilo que Letizia escogería en su primer acto como Reina (muchos creyeron que luciría un traje largo y rojo), nadie dudó de que iría firmado por Felipe Varela.
 En estos diez años, al diseñador no le han hecho falta campañas de ningún tipo.
 Su página web es austera, no ha realizado ninguna publicidad ni ha necesitado a ninguna otra prescriptora para ampliar su fama. Si antes era discreto, ahora es prácticamente invisible. Sus hermanos Ruth y Jacob son la cara visible de la firma y los responsables de informar a las clientas de las novedades.
 A Felipe es imposible verle en su taller.
Cuando se casó en 2010 con el galerista cubano Joel Norberto López, lo hizo en un pequeño pueblo de Salamanca, vestido con ropa casual y sin la presencia de su familia
. Una fotografía sacada a hurtadillas a la salida del ayuntamiento es el único testimonio que da cuenta del enlace
. Poco después se le vio con Letizia y su entonces marido (la relación se terminó dos años más tarde) cenando en un restaurante cubano de Madrid
 Ha sido una de las pocas apariciones del modisto que se recuerdan y estaba acompañado, precisamente, por su mejor clienta.
Hoy, quizá por salvaguardar su anonimato, pasa largas temporadas en París, la ciudad en la que se formó como diseñador y en la que inició su carrera trabajando para Lanvin, Kenzo y Thierry Mugler. De este último diseñador es, sin duda, del que más aprendió.
 Las féminas imponentes e increíblemente sensuales de Mugler marcaron los primeros años del modisto
. Pero poco queda ya de esas chaquetas armadas y esos materiales artificiales que Varela utilizaba en sus inicios.
Se podría decir que Felipe Varela ha encontrado su identidad como diseñador vistiendo a Letizia. Cuando presentaba aquellas creaciones en Cibeles, su marca solo tenía cinco años de vida; los otros diez los ha pasado discutiendo cuestiones de estilo con la actual Reina, asesorándola y dejándose asesorar por ella.
 Juntos han sabido crear esa imagen que destila tanta sofisticación como sobriedad y que le ha merecido a Letizia el título de icono de la moda en la prensa internacional.
Sus creaciones ya no recuerdan tanto a las glamurosas amazonas que gobernaban el París de los últimos ochenta.
 Ha relajado el corte de las chaquetas, ha cambiado el nailon por la seda y ha dado un giro más clásico a su gama cromática.
Tal vez la ropa de Felipe Varela ya no hable a gritos del poder femenino
. Tampoco le hace falta. Al fin y al cabo, ahora llena el armario de la mujer más poderosa de España.

 

26 jun 2014

Barreras invisibles........................................................................... Jenny Moix Queraltó

¡No puedo! ¡no me veo!... Limitaciones, a veces cómodas, que no son imposibles de franquear.

Ilustración de João Fazenda

Elsa daba vueltas por su habitación con el móvil en la mano como una leona enjaulada.
Y es que estaba atrapada dentro de sus propios barrotes mentales. No sabía si llamarlo e invitarlo a comer o no
. Era un hombre interesante, pero apenas se conocían. ¿Qué iba a pensar de ella? ¿Y si le decía que no? ¡Qué vergüenza! Además, ella jamás daba el primer paso
. Aunque no son usuales, todos tenemos momentos en la vida en que nuestro cerebro cambia su ruta circular habitual por otra nueva, y eso fue lo que le sucedió. “Si me dice que no, ¿qué pasa? Y si piensa que soy una atrevida, ¿qué?”
. Este tipo de ideas no sirven de nada si sólo se piensan; se tienen que sentir.
 Y Elsa, a fuerza de pensarlo, lo acabó integrando en todas sus células y, por fin, lo sintió: “¡No pasaba absolutamente nada!”. Y marcó su número.
¿Cómo acabó la historia? Es lo de menos, porque, aunque sea lo que más nos cuesta aceptar (y es por eso que sufrimos tanto), un “no” también hubiera sido un buen final porque lo más interesante del caso es que ella estaba preparada para aceptarlo.
 Lo esencial del momento es que Elsa derribó sus barreras mentales.
 Un “sí” puede reforzar su ego, pero romper los muros nos da las llaves de nuestra liberación.
El sol brilla en todas partes, pero algunos
no ven más que sus sombras”
Arthur Helps
Las murallas nos las imaginamos sólidas, consistentes, enormes, interponiéndose entre nosotros y la tranquilidad, la calma, la paz, la felicidad (como quiera llamársele).
 Notamos que están allí porque nos aprisionan en un espacio muy pequeño, nos sentimos atrapados, sin libertad.
 Lo que no sabemos es que las verdaderas barreras no son las que vemos, ¡las auténticas son invisibles! Y no son sólidas, son insustanciales.
 Se pueden llegar a deshacer cuando las tocamos.

Acotar los límites

PELÍCULAS
‘127 horas’
Danny Boyle
‘Hacia rutas salvajes’
Sean Penn
‘El aceite de Lorenzo’
George Miller
‘El discurso del rey’
Tom Hooper
LIBROS
‘Despierta’
Anthony de Mello (Gaia Ediciones)
Si llegáramos a integrar a fondo el
mensaje de este libro, nuestras
barreras se fundirían al instante.
“Resistencia” es el nombre que los psicólogos empleamos para definir estos impedimentos cuando se presentan en la consulta.
El paciente acude porque quiere mejorar, pero a la vez se resiste al cambio.
 El psicoanalista Anthony de Mello lo afirma sin tapujos en su libro Despierta: “La mayoría de la gente va al psiquiatra o al psicólogo para obtener alivio.
 No precisamente para salir de la situación”. Las personas quieren sentirse bien dentro de su jaula, pero no salir de ella.
“Beneficios secundarios” es otro término propio de los psicólogos.
 Se refiere a que esa situación que nos amarga la vida y de la cual no podemos o “no queremos” salir reporta algún tipo de ganancia. Son ventajas difícilmente reconocibles por la persona y actúan como auténticas barreras invisibles.
Por ejemplo, la entrega a los demás, el sacrificio para contentar a los que nos rodean, suele esconder provechos secundarios. “No puedo mimarme más, tener más tiempo para mí misma, porque tengo que cuidar a mis padres, a mis hijos, a…”. Replicar a alguien que pronuncia una afirmación de esta índole sugiriéndole que quizá le aporte beneficios secundarios puede herir profundamente. Paradójicamente, detrás de esta entrega puede haber ganancias.
 Una de ellas es el “hago lo que tengo que hacer”.
 La no duda, la de saber que “somos buenos”, que la gente no puede criticarnos.
Además, mientras nos entregamos a otras vidas no vivimos la nuestra. ¡Si eso es un beneficio!
 Nos produce pánico malgastar nuestra vida, igual no la vivimos tal como se merece, y en cambio, si nos dedicamos a los demás, nunca sentiremos que no la hemos aprovechado porque no hemos tenido más remedio que entregarnos.
Esa obligación nos protege de la posible culpa por no encauzar lo más importante que tenemos: nuestra vida.
 La jaula nos protege, de alguna forma nos beneficia.
Existen dos tipos de muros que se reconocen fácilmente: los de los otros y los ya superados.
 Ves a tu vecina trabajando hasta la extenuación, haciendo filigranas para llegar a fin de mes para poder mantener su gran piso, y te preguntas:
 “¿Por qué no lo vende y se instala en otro más pequeño?”. Pues porque seguro que hay una empalizada que se lo impide.
Vender el piso puede significar para ella bajar el nivel social y cree que su felicidad depende de eso. Si se lo comentas, lo más seguro es que lo niegue. Todos tenemos impedimentos parecidos. Ahí está la clave, en atreverse a establecer el paralelismo entre el vecino y nosotros.
Despertar es descubrir que estamos en una ­cárcel. Pero despertar
es descubrir que
esa cárcel no tiene barrotes y que en rigor no es propiamente una cárcel”
Pablo d’Ors
Cuando miramos hacia atrás y recordamos situaciones en que hemos sufrido lo indecible, se nos presenta el gran interrogante: ¿por qué tanto dolor? ¿Por qué pasé tantos nervios en ese proyecto? ¿Por qué tardé tanto en divorciarme? ¿Por qué me importaba tanto la opinión de esa persona? Nosotros, los de ahora, no lo entendemos porque contemplamos el pasado sin la ceguera mental de antes.
Si vemos las defensas de los otros y las que ya hemos superado claramente, podemos utilizarlas para que nos den pistas sobre las actuales.
 ¿Qué es lo que ahora no veo? Esta es una pregunta crucial.
Sólo tenemos que escuchar porque se supone que los demás ven más fácilmente las nuestras.
Una amiga me explicaba cómo saltó una gran barrera poniendo atención a lo que le decían.
 Estaba pasando por un momento muy duro económicamente y no sabía cómo salir de la situación. Sus compañeras le propusieron que alquilara una habitación de su casa.
 “¡Yo no alquilo habitaciones!”. Un pensamiento reflejo de su recelo inicial.
Nunca se había planteado esa salida, parecía que no iba con ella; pero la resistencia fue amortiguándose, poco a poco fue imaginándose la situación hasta que la vio totalmente factible. Alquiló la habitación y pudo respirar
. El muro en realidad era un pensamiento, nada sólido, una idea que acabó desintegrándose.
A los psicólogos siempre nos piden: “Ya sé la teoría, pero dime cómo lo consigo”.
 Si lo supiéramos, lo difundiríamos y todos seríamos felices. Los profesionales podemos dar pistas, consejos, orientaciones, pero no hay ninguna solución mágica.
En el tema de las murallas, si queremos desintegrarlas, hemos de practicar un acto de honestidad colosal. ¿Cómo? No sé.
La honestidad empieza por reconocer que somos más libres de lo que creemos.
 Ahora mismo podemos hacer las maletas y escaparnos de casa.
 Es un ejemplo extremo, pero lo cierto es que las puertas de tu casa no están tapiadas. Por eso, si aceptamos que esta trinchera es nuestra creación, nos será más fácil reconocer que otras más pequeñas también lo son.
 Si entendemos que la prisión la creamos nosotros, ya es más fácil analizar cómo es la cárcel que hemos construido. Puede ser doloroso al principio, pero liberador al final.
Debes ejercitarte en decirle a cualquier cosa ­desagradable: ‘Eres sólo una apariencia y en modo alguno lo que aparentas ser”
Epíteto
Para fundir los impedimentos tenemos que ir más allá del pensamiento positivo porque puede ser una gran trampa.
 Volvamos al ejemplo inicial. Alguien hubiera podido decirle a Elsa: “Llámalo, seguro que te dirá que sí”. Animarla de esta forma implica que lo bueno será que le digan que sí.
 Es una forma de alentarla que no la prepara para el “no”.
Vamos con otro ejemplo. Un amigo nos cuenta preocupado que ha dado una conferencia y que a la mitad un asistente se ha levantado y se ha marchado de repente
. Le consolamos y le sugerimos que no piense en negativo: “Se ha ido porque le aburrías”, sino en positivo: “Se ha ido porque se encontraba mal”. ¡Macabro! Preferimos que alguien se encuentre mal a que nos baje la autoestima.
 Lo que debemos integrar es que hay gente a quien no le va a gustar nuestra charla, que algunas de las personas a las que invitaremos a comer nos dirán que no. Para saltar obstáculos no se trata de pensar en positivo (que va a ocurrir lo que queremos), se trata de aceptar cualquier resultado.
Las barreras limitan nuestros caminos, nos aprietan
. Convertimos nuestra vida en un camino estrecho y nos olvidamos de que el mundo es ancho, muy ancho.

 

Los Grimaldi se van de bautizo............................................................................ Mábel Galaz

Carlota Casiraghi y Gad Elmaleh acristianan a su hijo Raphäel en Mónaco.

Carlota Casiraghi y Gad Elmaleh. / AFP

Los Grimaldi se han ido de bautizo. Carlota Casiraghi y su pareja, el actor francés Gad Elmaleh, han acristianado a su primer hijo, Raphäel el pasado domingo
. Al igual que el embarazo de la hija de Carolina de Mónaco nunca fue anunciado, tampoco lo ha sido la ceremonia que se celebró en la capilla del palacio del Principado y de la que ha informado el diario Monaco Matin.
Según la información del periódico monegasco, en la ceremonia y el almuerzo posterior en los jardines de palacio estuvieron presentes Carolina y sus hijos Andrea –acompañado de su esposa Tatiana Santo Domingo - y Pierre –acompañado de su novia Beatriz Borromeo-.
 El resto de la familia Grimaldi también quisieron acompañar a la pareja.
 Así que entre los invitados también estuvieron Alberto y Charlenne, quien anunció embarazo el pasado 30 de mayo, y la princesa Estefanía y sus tres hijos.
 Una cita que tampoco se quisieron perder la madre del actor Gad Elmaleh y su hijo Noah, de 13 años, nacido de una relación anterior.
Raphäel vino al mundo el pasado 18 de diciembre en el hospital Princesa Gracia, el mismo en el que vieron la luz su madre y sus tíos.
 “Carlota Casiraghi y Gad Elmaleh tienen la alegría de hacerlos partícipes del nacimiento de su hijo, Raphaël, nacido en Mónaco el 17 de diciembre de 2013.
 Las abuelas se encuentran bien”, rezó el escueto escrito con el que el palacio principesco oficializó el acontecimiento
. El niño es el segundo nieto de Carolina a quien su hijo Andrea le dio el título de abuela al nacer Sacha.
Carlota Casiraghi, de 28 años, ha querido delimitar su vida privada y proteger a su hijo de la exposición pública.
Lo mismo hizo cuando en 2011, comenzó la relación con su actual pareja, 15 años mayor que ella. Tanto, que la hija de Carolina presentó una denuncia ante los tribunales de París contra la prensa y comparó su situación con la de la malograda Diana de Gales
 . La acción judicial concluyó con condenas a Paris Match y Closer.
Tres años después del inicio de su relación, Elmaleh y Carlota viven juntos en París, pero no han hablado de boda.
"Es una chica muy inteligente, con mucho sentido del humor", ha dicho el actor sobre su pareja.

 

Letizia, la Reina en el Sur...........................................................Jorge Zepeda Patterson

Probablemente yo era el único periodista del Hemisferio Occidental que desconocía la noticia.
Había estado tres días incomunicado tomando fotos a osos polares en la tundra canadiense y sólo al regresar al pequeño pueblo de Churchill, punto de partida de la expedición, pude percatarme de docenas de correos electrónicos que indagaban mi opinión sobre la futura reina de España.
 La pregunta me parecía casi tan surrealista como la aurora boreal que había contemplado horas antes.
Entre los emails reconocí el nombre de un amigo, directivo de EL PAÍS, quien me ponía al tanto de la noticia: la corona española había anunciado el compromiso del príncipe Felipe de Borbón con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano.
 Entre los escasos datos que aportaba el anuncio se decía que había trabajado en el diario Siglo21 de Guadalajara, México.
Recordé a la joven rubia que había conocido siete años atrás y temí por ella al comenzar a leer el medio centenar de correos febriles y perentorios de mis colegas españoles.
 Estaban desesperados por conocer algo más del pasado de la futura reina. Luego acudieron a mi mente un par de estampas de Letizia durante su paso por México y supuse que, a su manera, podría con todo ello.
La conocí a principios de 1996 cuando cursaba un diplomado en periodismo en la Universidad de Guadalajara en el que di una charla.
 Sobresalía por su estatura, la cabellera rubia y las preguntas inquisitivas.
 Al final del acto me abordó y quiso saber si había posibilidad de ingresar al diario que yo dirigía.
No me extrañó que quisiera trabajar con nosotros. Siglo 21, fundado en 1991, era un periódico absolutamente singular.
 Concebido tras una larga estancia mía en EL PAÍS, en Madrid, en muchos sentidos constituía una versión bonsái del diario español.
Tenía también la influencia de Tomás Eloy Martínez, el escritor y periodista argentino, quien me había ayudado a capacitar al personal.
 Cinco años después, cuando Letizia apareció, Siglo 21 era un diario con una redacción punzante, fruto de la convicción romántica y mesiánica de estar descubriendo el nuevo periodismo en México.
Recibí en mi oficina a la aspirante días después de la charla en la universidad; estaba por terminar su diplomado y tenía una promesa de empleo en Madrid que estaría disponible meses más tarde.
 Un trato similar habíamos realizado ya con una docena de egresados del máster de EL PAÍS con buenos resultados, así que no dudé en ofrecer un puesto provisional a la avispada joven, aunque supuse que mi oferta la frustraría: sólo tenía disponible una plaza de reportera en Tentaciones, el suplemento de ocio.
 Me equivoqué, aceptó encantada.
Letizia fue recibida por el pequeño universo cerrado de nuestra redacción de la misma manera que lo haría la opinión pública española al ingresar al Palacio de la Zarzuela: algún entusiasmo, mucha desconfianza
. Era demasiado guapa para pasar inadvertida entre el elenco masculino y para su desgracia lo mismo podía decirse del femenino.
 Pero la joven de 25 años no se arredró; días más tarde comenzó a inundar de notas periodísticas a su editora.
La falta de contexto de los usos y costumbres tapatíos por parte de Letizia se convirtieron en un activo inesperado.
 Su crónica de platillos típicos para la sección gourmet callejero permitió a los locales ver los tacos de lengua con otros ojos.
 Lo mismo ofrecía miradas nuevas sobre el sobador de huesos del mercado que del artista plástico semijubilado y enfermo de nostalgias de París.
 Su pasión por la música pronto rindió dividendos al periódico gracias a la amistad que supo granjearse entre los grupos de rock.
Semanas después observé que el suplemento se había llenado de notas firmadas por Letizia Ortiz. Llamé a la editora, Cecilia Jarero, para reclamar lo parroquiano que resultaba tal reincidencia.
 “Es que me trae dos notas diarias”, se quejó. Una semana después Letizia misma ofreció la solución: la mitad de sus textos aparecieron firmados por Ada Rocasolano.
Meses más tarde me invitó un café para anunciar su regreso a España donde la esperaba el nuevo empleo en la radio.
“Si no lo hago ahora no lo hago nunca, estoy encantada”. Traté de disuadirla, sin éxito, invitándola a ser editora de la sección internacional.
Para entonces Letizia era apreciada incluso por una buena parte del personal femenino.
Un año más tarde la vi en Madrid; nos citamos en un bar para ponernos al corriente de las novedades. Cuando se enteró que me estaba quedando en casa de un célebre periodista al que ella respetaba me ofrecí a presentárselo
. Lo encontramos enfundado en bata leyendo en un sofá. Letizia relató entusiasmada que hacía entrevistas y exámenes para ser admitida como presentadora en la televisión.
 Mi amigo, quien ha hecho de la provocación un arte, le aseguró que con esa cara podía contestar mal todos los cuestionarios y aún ganar la plaza
. A su manera quería hacer una mofa del periodismo televisivo versus el profesional de la prensa escrita. Picada por el desdén del anfitrión, Letizia insistió en el rigor de las pruebas
. Él, encantado con el jaleo, reiteró la frivolidad de algunos conductores de la pantalla.
De regreso en la calle a donde la acompañé a tomar un taxi, ella seguía molesta.
 Se sabía guapa pero insistía que eso nunca había sustituido la inteligencia ni el trabajo; a veces, me dijo, resulta incluso un estorbo.
 Pensé en su experiencia en Guadalajara y comprendí sus razones. Volví a pensarlo años después cuando leí las críticas superficiales en la prensa española en torno a la boda real.
 También supe que tarde o temprano sabría vencerlas con esa mezcla de temeridad, trabajo y talento con el que se emplea para lograr sus metas, sin renunciar a ser ella misma
. Me parece que otra vez está sucediendo, ahora en su papel de reina de España.
Jorge Zepeda Patterson es periodista y escritor mexicano