Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

26 jun 2014

Barreras invisibles........................................................................... Jenny Moix Queraltó

¡No puedo! ¡no me veo!... Limitaciones, a veces cómodas, que no son imposibles de franquear.

Ilustración de João Fazenda

Elsa daba vueltas por su habitación con el móvil en la mano como una leona enjaulada.
Y es que estaba atrapada dentro de sus propios barrotes mentales. No sabía si llamarlo e invitarlo a comer o no
. Era un hombre interesante, pero apenas se conocían. ¿Qué iba a pensar de ella? ¿Y si le decía que no? ¡Qué vergüenza! Además, ella jamás daba el primer paso
. Aunque no son usuales, todos tenemos momentos en la vida en que nuestro cerebro cambia su ruta circular habitual por otra nueva, y eso fue lo que le sucedió. “Si me dice que no, ¿qué pasa? Y si piensa que soy una atrevida, ¿qué?”
. Este tipo de ideas no sirven de nada si sólo se piensan; se tienen que sentir.
 Y Elsa, a fuerza de pensarlo, lo acabó integrando en todas sus células y, por fin, lo sintió: “¡No pasaba absolutamente nada!”. Y marcó su número.
¿Cómo acabó la historia? Es lo de menos, porque, aunque sea lo que más nos cuesta aceptar (y es por eso que sufrimos tanto), un “no” también hubiera sido un buen final porque lo más interesante del caso es que ella estaba preparada para aceptarlo.
 Lo esencial del momento es que Elsa derribó sus barreras mentales.
 Un “sí” puede reforzar su ego, pero romper los muros nos da las llaves de nuestra liberación.
El sol brilla en todas partes, pero algunos
no ven más que sus sombras”
Arthur Helps
Las murallas nos las imaginamos sólidas, consistentes, enormes, interponiéndose entre nosotros y la tranquilidad, la calma, la paz, la felicidad (como quiera llamársele).
 Notamos que están allí porque nos aprisionan en un espacio muy pequeño, nos sentimos atrapados, sin libertad.
 Lo que no sabemos es que las verdaderas barreras no son las que vemos, ¡las auténticas son invisibles! Y no son sólidas, son insustanciales.
 Se pueden llegar a deshacer cuando las tocamos.

Acotar los límites

PELÍCULAS
‘127 horas’
Danny Boyle
‘Hacia rutas salvajes’
Sean Penn
‘El aceite de Lorenzo’
George Miller
‘El discurso del rey’
Tom Hooper
LIBROS
‘Despierta’
Anthony de Mello (Gaia Ediciones)
Si llegáramos a integrar a fondo el
mensaje de este libro, nuestras
barreras se fundirían al instante.
“Resistencia” es el nombre que los psicólogos empleamos para definir estos impedimentos cuando se presentan en la consulta.
El paciente acude porque quiere mejorar, pero a la vez se resiste al cambio.
 El psicoanalista Anthony de Mello lo afirma sin tapujos en su libro Despierta: “La mayoría de la gente va al psiquiatra o al psicólogo para obtener alivio.
 No precisamente para salir de la situación”. Las personas quieren sentirse bien dentro de su jaula, pero no salir de ella.
“Beneficios secundarios” es otro término propio de los psicólogos.
 Se refiere a que esa situación que nos amarga la vida y de la cual no podemos o “no queremos” salir reporta algún tipo de ganancia. Son ventajas difícilmente reconocibles por la persona y actúan como auténticas barreras invisibles.
Por ejemplo, la entrega a los demás, el sacrificio para contentar a los que nos rodean, suele esconder provechos secundarios. “No puedo mimarme más, tener más tiempo para mí misma, porque tengo que cuidar a mis padres, a mis hijos, a…”. Replicar a alguien que pronuncia una afirmación de esta índole sugiriéndole que quizá le aporte beneficios secundarios puede herir profundamente. Paradójicamente, detrás de esta entrega puede haber ganancias.
 Una de ellas es el “hago lo que tengo que hacer”.
 La no duda, la de saber que “somos buenos”, que la gente no puede criticarnos.
Además, mientras nos entregamos a otras vidas no vivimos la nuestra. ¡Si eso es un beneficio!
 Nos produce pánico malgastar nuestra vida, igual no la vivimos tal como se merece, y en cambio, si nos dedicamos a los demás, nunca sentiremos que no la hemos aprovechado porque no hemos tenido más remedio que entregarnos.
Esa obligación nos protege de la posible culpa por no encauzar lo más importante que tenemos: nuestra vida.
 La jaula nos protege, de alguna forma nos beneficia.
Existen dos tipos de muros que se reconocen fácilmente: los de los otros y los ya superados.
 Ves a tu vecina trabajando hasta la extenuación, haciendo filigranas para llegar a fin de mes para poder mantener su gran piso, y te preguntas:
 “¿Por qué no lo vende y se instala en otro más pequeño?”. Pues porque seguro que hay una empalizada que se lo impide.
Vender el piso puede significar para ella bajar el nivel social y cree que su felicidad depende de eso. Si se lo comentas, lo más seguro es que lo niegue. Todos tenemos impedimentos parecidos. Ahí está la clave, en atreverse a establecer el paralelismo entre el vecino y nosotros.
Despertar es descubrir que estamos en una ­cárcel. Pero despertar
es descubrir que
esa cárcel no tiene barrotes y que en rigor no es propiamente una cárcel”
Pablo d’Ors
Cuando miramos hacia atrás y recordamos situaciones en que hemos sufrido lo indecible, se nos presenta el gran interrogante: ¿por qué tanto dolor? ¿Por qué pasé tantos nervios en ese proyecto? ¿Por qué tardé tanto en divorciarme? ¿Por qué me importaba tanto la opinión de esa persona? Nosotros, los de ahora, no lo entendemos porque contemplamos el pasado sin la ceguera mental de antes.
Si vemos las defensas de los otros y las que ya hemos superado claramente, podemos utilizarlas para que nos den pistas sobre las actuales.
 ¿Qué es lo que ahora no veo? Esta es una pregunta crucial.
Sólo tenemos que escuchar porque se supone que los demás ven más fácilmente las nuestras.
Una amiga me explicaba cómo saltó una gran barrera poniendo atención a lo que le decían.
 Estaba pasando por un momento muy duro económicamente y no sabía cómo salir de la situación. Sus compañeras le propusieron que alquilara una habitación de su casa.
 “¡Yo no alquilo habitaciones!”. Un pensamiento reflejo de su recelo inicial.
Nunca se había planteado esa salida, parecía que no iba con ella; pero la resistencia fue amortiguándose, poco a poco fue imaginándose la situación hasta que la vio totalmente factible. Alquiló la habitación y pudo respirar
. El muro en realidad era un pensamiento, nada sólido, una idea que acabó desintegrándose.
A los psicólogos siempre nos piden: “Ya sé la teoría, pero dime cómo lo consigo”.
 Si lo supiéramos, lo difundiríamos y todos seríamos felices. Los profesionales podemos dar pistas, consejos, orientaciones, pero no hay ninguna solución mágica.
En el tema de las murallas, si queremos desintegrarlas, hemos de practicar un acto de honestidad colosal. ¿Cómo? No sé.
La honestidad empieza por reconocer que somos más libres de lo que creemos.
 Ahora mismo podemos hacer las maletas y escaparnos de casa.
 Es un ejemplo extremo, pero lo cierto es que las puertas de tu casa no están tapiadas. Por eso, si aceptamos que esta trinchera es nuestra creación, nos será más fácil reconocer que otras más pequeñas también lo son.
 Si entendemos que la prisión la creamos nosotros, ya es más fácil analizar cómo es la cárcel que hemos construido. Puede ser doloroso al principio, pero liberador al final.
Debes ejercitarte en decirle a cualquier cosa ­desagradable: ‘Eres sólo una apariencia y en modo alguno lo que aparentas ser”
Epíteto
Para fundir los impedimentos tenemos que ir más allá del pensamiento positivo porque puede ser una gran trampa.
 Volvamos al ejemplo inicial. Alguien hubiera podido decirle a Elsa: “Llámalo, seguro que te dirá que sí”. Animarla de esta forma implica que lo bueno será que le digan que sí.
 Es una forma de alentarla que no la prepara para el “no”.
Vamos con otro ejemplo. Un amigo nos cuenta preocupado que ha dado una conferencia y que a la mitad un asistente se ha levantado y se ha marchado de repente
. Le consolamos y le sugerimos que no piense en negativo: “Se ha ido porque le aburrías”, sino en positivo: “Se ha ido porque se encontraba mal”. ¡Macabro! Preferimos que alguien se encuentre mal a que nos baje la autoestima.
 Lo que debemos integrar es que hay gente a quien no le va a gustar nuestra charla, que algunas de las personas a las que invitaremos a comer nos dirán que no. Para saltar obstáculos no se trata de pensar en positivo (que va a ocurrir lo que queremos), se trata de aceptar cualquier resultado.
Las barreras limitan nuestros caminos, nos aprietan
. Convertimos nuestra vida en un camino estrecho y nos olvidamos de que el mundo es ancho, muy ancho.

 

Los Grimaldi se van de bautizo............................................................................ Mábel Galaz

Carlota Casiraghi y Gad Elmaleh acristianan a su hijo Raphäel en Mónaco.

Carlota Casiraghi y Gad Elmaleh. / AFP

Los Grimaldi se han ido de bautizo. Carlota Casiraghi y su pareja, el actor francés Gad Elmaleh, han acristianado a su primer hijo, Raphäel el pasado domingo
. Al igual que el embarazo de la hija de Carolina de Mónaco nunca fue anunciado, tampoco lo ha sido la ceremonia que se celebró en la capilla del palacio del Principado y de la que ha informado el diario Monaco Matin.
Según la información del periódico monegasco, en la ceremonia y el almuerzo posterior en los jardines de palacio estuvieron presentes Carolina y sus hijos Andrea –acompañado de su esposa Tatiana Santo Domingo - y Pierre –acompañado de su novia Beatriz Borromeo-.
 El resto de la familia Grimaldi también quisieron acompañar a la pareja.
 Así que entre los invitados también estuvieron Alberto y Charlenne, quien anunció embarazo el pasado 30 de mayo, y la princesa Estefanía y sus tres hijos.
 Una cita que tampoco se quisieron perder la madre del actor Gad Elmaleh y su hijo Noah, de 13 años, nacido de una relación anterior.
Raphäel vino al mundo el pasado 18 de diciembre en el hospital Princesa Gracia, el mismo en el que vieron la luz su madre y sus tíos.
 “Carlota Casiraghi y Gad Elmaleh tienen la alegría de hacerlos partícipes del nacimiento de su hijo, Raphaël, nacido en Mónaco el 17 de diciembre de 2013.
 Las abuelas se encuentran bien”, rezó el escueto escrito con el que el palacio principesco oficializó el acontecimiento
. El niño es el segundo nieto de Carolina a quien su hijo Andrea le dio el título de abuela al nacer Sacha.
Carlota Casiraghi, de 28 años, ha querido delimitar su vida privada y proteger a su hijo de la exposición pública.
Lo mismo hizo cuando en 2011, comenzó la relación con su actual pareja, 15 años mayor que ella. Tanto, que la hija de Carolina presentó una denuncia ante los tribunales de París contra la prensa y comparó su situación con la de la malograda Diana de Gales
 . La acción judicial concluyó con condenas a Paris Match y Closer.
Tres años después del inicio de su relación, Elmaleh y Carlota viven juntos en París, pero no han hablado de boda.
"Es una chica muy inteligente, con mucho sentido del humor", ha dicho el actor sobre su pareja.

 

Letizia, la Reina en el Sur...........................................................Jorge Zepeda Patterson

Probablemente yo era el único periodista del Hemisferio Occidental que desconocía la noticia.
Había estado tres días incomunicado tomando fotos a osos polares en la tundra canadiense y sólo al regresar al pequeño pueblo de Churchill, punto de partida de la expedición, pude percatarme de docenas de correos electrónicos que indagaban mi opinión sobre la futura reina de España.
 La pregunta me parecía casi tan surrealista como la aurora boreal que había contemplado horas antes.
Entre los emails reconocí el nombre de un amigo, directivo de EL PAÍS, quien me ponía al tanto de la noticia: la corona española había anunciado el compromiso del príncipe Felipe de Borbón con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano.
 Entre los escasos datos que aportaba el anuncio se decía que había trabajado en el diario Siglo21 de Guadalajara, México.
Recordé a la joven rubia que había conocido siete años atrás y temí por ella al comenzar a leer el medio centenar de correos febriles y perentorios de mis colegas españoles.
 Estaban desesperados por conocer algo más del pasado de la futura reina. Luego acudieron a mi mente un par de estampas de Letizia durante su paso por México y supuse que, a su manera, podría con todo ello.
La conocí a principios de 1996 cuando cursaba un diplomado en periodismo en la Universidad de Guadalajara en el que di una charla.
 Sobresalía por su estatura, la cabellera rubia y las preguntas inquisitivas.
 Al final del acto me abordó y quiso saber si había posibilidad de ingresar al diario que yo dirigía.
No me extrañó que quisiera trabajar con nosotros. Siglo 21, fundado en 1991, era un periódico absolutamente singular.
 Concebido tras una larga estancia mía en EL PAÍS, en Madrid, en muchos sentidos constituía una versión bonsái del diario español.
Tenía también la influencia de Tomás Eloy Martínez, el escritor y periodista argentino, quien me había ayudado a capacitar al personal.
 Cinco años después, cuando Letizia apareció, Siglo 21 era un diario con una redacción punzante, fruto de la convicción romántica y mesiánica de estar descubriendo el nuevo periodismo en México.
Recibí en mi oficina a la aspirante días después de la charla en la universidad; estaba por terminar su diplomado y tenía una promesa de empleo en Madrid que estaría disponible meses más tarde.
 Un trato similar habíamos realizado ya con una docena de egresados del máster de EL PAÍS con buenos resultados, así que no dudé en ofrecer un puesto provisional a la avispada joven, aunque supuse que mi oferta la frustraría: sólo tenía disponible una plaza de reportera en Tentaciones, el suplemento de ocio.
 Me equivoqué, aceptó encantada.
Letizia fue recibida por el pequeño universo cerrado de nuestra redacción de la misma manera que lo haría la opinión pública española al ingresar al Palacio de la Zarzuela: algún entusiasmo, mucha desconfianza
. Era demasiado guapa para pasar inadvertida entre el elenco masculino y para su desgracia lo mismo podía decirse del femenino.
 Pero la joven de 25 años no se arredró; días más tarde comenzó a inundar de notas periodísticas a su editora.
La falta de contexto de los usos y costumbres tapatíos por parte de Letizia se convirtieron en un activo inesperado.
 Su crónica de platillos típicos para la sección gourmet callejero permitió a los locales ver los tacos de lengua con otros ojos.
 Lo mismo ofrecía miradas nuevas sobre el sobador de huesos del mercado que del artista plástico semijubilado y enfermo de nostalgias de París.
 Su pasión por la música pronto rindió dividendos al periódico gracias a la amistad que supo granjearse entre los grupos de rock.
Semanas después observé que el suplemento se había llenado de notas firmadas por Letizia Ortiz. Llamé a la editora, Cecilia Jarero, para reclamar lo parroquiano que resultaba tal reincidencia.
 “Es que me trae dos notas diarias”, se quejó. Una semana después Letizia misma ofreció la solución: la mitad de sus textos aparecieron firmados por Ada Rocasolano.
Meses más tarde me invitó un café para anunciar su regreso a España donde la esperaba el nuevo empleo en la radio.
“Si no lo hago ahora no lo hago nunca, estoy encantada”. Traté de disuadirla, sin éxito, invitándola a ser editora de la sección internacional.
Para entonces Letizia era apreciada incluso por una buena parte del personal femenino.
Un año más tarde la vi en Madrid; nos citamos en un bar para ponernos al corriente de las novedades. Cuando se enteró que me estaba quedando en casa de un célebre periodista al que ella respetaba me ofrecí a presentárselo
. Lo encontramos enfundado en bata leyendo en un sofá. Letizia relató entusiasmada que hacía entrevistas y exámenes para ser admitida como presentadora en la televisión.
 Mi amigo, quien ha hecho de la provocación un arte, le aseguró que con esa cara podía contestar mal todos los cuestionarios y aún ganar la plaza
. A su manera quería hacer una mofa del periodismo televisivo versus el profesional de la prensa escrita. Picada por el desdén del anfitrión, Letizia insistió en el rigor de las pruebas
. Él, encantado con el jaleo, reiteró la frivolidad de algunos conductores de la pantalla.
De regreso en la calle a donde la acompañé a tomar un taxi, ella seguía molesta.
 Se sabía guapa pero insistía que eso nunca había sustituido la inteligencia ni el trabajo; a veces, me dijo, resulta incluso un estorbo.
 Pensé en su experiencia en Guadalajara y comprendí sus razones. Volví a pensarlo años después cuando leí las críticas superficiales en la prensa española en torno a la boda real.
 También supe que tarde o temprano sabría vencerlas con esa mezcla de temeridad, trabajo y talento con el que se emplea para lograr sus metas, sin renunciar a ser ella misma
. Me parece que otra vez está sucediendo, ahora en su papel de reina de España.
Jorge Zepeda Patterson es periodista y escritor mexicano

25 jun 2014

La escritora Ana María Matute muere a los 88 años............................................. Carles Geli

Premio Cervantes en 2010 y académica, fue una de las grandes autoras de la posguerra y ganadora del Nadal y el Planeta.

 

La escritora Ana María Matute, Premio Cervantes 2010, en Barcelona. / JOSEP LAGO (AFP)

La escritora Ana María Matute, premio Cervantes en 2010, académica y una de las grandes autoras de la posguerra, ha fallecido este miércoles en su domicilio de Barcelona a un mes de cumplir 89 años.
 Hace sólo unos meses, fue la encargada de entregar la última edición del premio Nadal en su ciudad, donde había nacido el 26 de julio de 1925.
La literatura realista, fantástica e infantil fueron las tres vertientes que caracterizaron su obra con un estilo de aparente sencillez que escondía la complejidad del ser humano
. Matute acababa de entregar a la editorial Destino su nueva novela: Demonios familiares, prevista para septiembre.
"Su papel fue relevante en la posguerra desde el punto de vista sociológico, por su condición de mujer que jugó un papel importante al abrirse paso en un mundo machista, y literario al reflejar la realidad a través de líneas duras y poéticas con dosis de ironía", asegura Emil Rosales, editor de Destino.

La tercera mujer que ganó el Cervantes fue capaz como pocas, como pocos, de imbricar en su escritura las indispensables dosis de realismo con un irrenunciable hálito de lirismo
. Matute llevó a las librerías novelas de la dimensión de Los Abel (1948), Pequeño teatro (1954, premio Planeta), El río (1973), Olvidado Rey Gudú (1996) y Paraíso inhabitado, su última novela. Con Primera memoria había ganado en 1959 el prestigioso Premio Nadal.
La traviesa niña Ana María Matute se portaba mal exprofeso para que su madre, en vez de llamarla por el apelativo familiar de Totitos, gritara su nombre real a más no poder y la encerrara en el cuarto oscuro de la casa.
Allí, en la falta de luz más absoluta, aguzaba su imaginación, en la que aparecían sobre todo duendes y reyes y niños encantados amigos de hadas con los que forjaría una de las imaginaciones más potentes de la literatura española de postguerra.
Empezó rápida a sacarle rédito a la riqueza de su mundo interior.
 Nacida en Barcelona en 1925, a los cinco años recordaba haber escrito ya un relato.
 Se trataba de un niño que llevaba un vestido muy muy largo y al que un duende ayudaba a ajustar; pero entonces, ya ajustado, el niño crecía y la vestimenta quedaba corta…
Su cabeza estaba a punto de estallar con tanta historia de los Andersen, Grimm y Perrault, los grandes clásicos, y con las de las criadas, alas que oía escondida debajo de las tablas de planchar.
 Por eso a los 17 nacía su primera novela, Pequeño teatro, que tardaría mucho tiempo (algo habitual en su manera de trabajar) en dar por acabada y ver publicada, nada menos que como premio Planeta, en 1954.
Era la confirmación de un aviso que dio ya con Los Abel, que aparecía en 1948 y que quedó finalista del premio Nadal.
Marcada especialmente por los recuerdos de las bombas de la Guerra Civil, episodio que reflejó siempre desde la mirada infantil porque quizá nunca tuvo otra, sus problemas matrimoniales (se casó en 1952 con el escritor Eugenio de Goicoechea) marcaron tanto su vida como su obra literaria
. En este segundo aspecto, la trayectoria fulgurante de una de las mejores voces de las letras españolas de postguerra, que ya llevaba consigo el bagaje del Premio Café Gijón por Fiesta al noroeste (1952), galardón al que siguieron los Premios Nacional de Literatura Miguel de Cervantes y de la Crítica por Los hijos muertos en 1959 (el mismo año en que consiguió el Nadal por Primera memoria, se frenó.
 No poder ver a su hijo sólo los sábados y no obtener su custodia hasta que Juan Pablo no alcanzó los 10 años después, lo marcó todo, en especial un proceso de divorcio, algo inaudito en la machista y retrógrada España de los 60.
 El resultado fue que tomó la decisión de irse a EEUU como lectora.
 Ello explica que en la Universidad de Boston esté hoy buena parte de su legado literario.
Su vida y su obra estuvieron marcadas por  los recuerdos de las bombas de la Guerra Civil, episodio que reflejó siempre desde la mirada infantil porque quizá nunca tuvo otra, y sus problemas matrimoniales (se casó en 1952 con el escritor Eugenio de Goicoechea)
Fue trampeando su situación personal porque, a pesar de todo, fue una mujer dura, a partir de un intenso compromiso personal en lo moral y en lo profesional, Matute nunca ocultó sus preferencias intelectuales e ideológicas.
 En una entrevista con este diario realizada el pasado verano, confesaba: "Yo siempre he sido de izquierdas, pero no comprometida con ningún partido. Lo que aspiro es al deseo de justicia y a que no me engañen. Ingenua, inocente, soy, pero tonta, no".
También se superó en lo literario y con más éxito del que las circunstancias hacían prever.
 Así, en 1962 cosechó el Fastenrath de la Academia de la Lengua con Los soldados lloran de noche y en 1965 se alzó con el Premio Nacional de Literatura Infantil Lazarillo por El polizón de Ulises. En los ochenta fue distinguida con el Premio Nacional de Literatura Infantil por Sólo un pie descalzo (1984), tras la que siguió un angustiante silencio motivado por una fuerte depresión de la que no estaba muy alejado el alcohol.
Una fuerza de superación notabilísima, su riqueza interior sin igual y el apoyo de su círculo más cercano, sobre todo de su hijo y del staff de su agencia, Carmen Balcells, hizo que lentamente remontara.
El año mágico fue 1996, cuando coincidieron la edición de su majestuoso Olvidado Rey Gudú, bello cuento de hadas que se convirtió en una de sus obras de más éxito y, sin duda, la volvió a poner en primera línea en las librerías, y su elección como miembro de la Real Academia Española de la Lengua para ocupar el sillón “K”, institución en la que ingresó dos años después con un discurso muy de su mundo fantástico, En el bosque.
 Se convertía así en la tercera mujer en ocupar una silla en la alta cámara de la lengua.
Fue un renacer. Aranmanoth (2000), otra obra de corte medieval y, sobre todo, la edición dos años después de sus Cuentos de infancia, recopilación de nueve cuentos e ilustraciones que Matute escribió cuando tenía entre cinco y catorce año, parecieron quitarle, como ratificó el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2007.
 Ni su hospitalización, en febrero de 2008 a consecuencia de una fractura de tibia, frenó su ansia escritora, entonces centrada en la hasta ahora su última novela, Paraíso inhabitado. La culminación a todo llegó hace tres años, en 2010, cuando obtuvo el Premio Cervantes. “La Literatura ha sido, y es, el faro salvador de muchas de mis tormentas”, reconoció, como gran verdad de su vida, en el discurso de aceptación.
En 1996 volvió a la primera página
. Fue el año mágico en que coincidieron la edición de su majestuoso Olvidado Rey Gudú, bello cuento de hadas que se convirtió en una de sus obras de más éxito  y su elección como miembro de la Real Academia Española de la Lengua para ocupar el sillón “K"
Desde entonces fue arrastrando, por culpa de los inevitables achaques de la edad que aun así no le impidieron entregar el pasado enero la última edición del premio Nadal, una nueva novela Demonios familiares, que entregó a su editor, Emili Rosales hace poco y que Destino publicará en septiembre. En verdad, con ella se va uno de los últimos escritores esenciales de los años 40 y 50, en especial mujeres, tras la muerte de autoras como Carmen Laforet, Ana María Moix, Esther Tusquets y Carmen Martín Gaite.
La ya novela póstuma transcurre en 1936, inicio de la Guerra Civil, y está protagonizada por una joven en un mundo de amor, traición y sentimientos confusos
. El escenario es una ciudad castellana. Una obra, dice su editor, "en la cual ella trabajó animadamente".
 Aunque dijera que “nunca ha escrito una sola línea autobiográfica”, la mayor parte de sus obras no estrictamente fantasiosas tiene jirones de su piel y de esas historias que le contaba a Gorogó, su muñeco de tez negra que, pacientemente hasta ayer mismo, fue desde los cinco años el primer receptor de su imaginación ya inmortal.