Clara es una actriz portentosa. Somos amigos desde hace tiempo, hemos
trabajado juntos y hemos vivido muchas cosas
. La conozco bien. Lo único negativo de conocer tanto a una actriz es que anticipas sus gestos, reconoces sus resortes y resulta mucho más difícil sorprenderte con sus trabajos.
Pero el talento de Clara es inestable, se expande constantemente, a veces de manera ruidosa y celebrada por todos; y otras, a pequeña escala, casi con disimulo.
De un modo u otro, siempre crece. Y aunque me sorprenda menos intento ver todo lo que hace.
La semana antes de sentarme con ella para esta entrevista fui al estreno de La Venus de las pieles
(hasta el 15 de junio en las Naves del Matadero, en Madrid) dirigida
por David Serrano, en la que interpreta a Wanda Jordan
. Estaba cansado. Cuando bajaron las luces me froté los ojos enérgicamente y me endosé un caramelo de menta antártica, efecto bálsamo, muy fresco, de los que hacen llorar pero te mantienen los ojos abiertos.
Hora y media de asombro después, celebré una nueva expansión. Con el aplauso histérico posterior a un espectáculo redondo reconocí a Clara en los saludos.
Durante la función no era ella. O sí lo era, pero con otra voz, hablando con la gestualidad de otra. Movía su cuerpo pequeño ocupando mucho espacio
. Es lo que ocurre cuando un director muy listo pone un texto excepcional en manos de una bestia como Clara. Que la cosa explota. Y claro, te sorprende.
El texto es maravilloso.
Ya.
¿De dónde sale?
David Serrano y Daniel Sánchez Arévalo la vieron en Nueva York y compraron los derechos.
¿Qué te dijo Daniel, coproductor, de Wanda?
Que es el mejor personaje femenino que ha leído jamás.
¿Sientes la presión de tener algo muy bueno entre manos?
Antes de empezar los ensayos, sí. Te planteas cómo vas a hacer esto, qué puede significar para ti, para tu carrera, qué va a decir la gente.
Pero en cuanto nos pusimos tuve la sensación de que no debía entrar ahí, que era mejor hacer antes que pensar.
Ha habido algo muy intuitivo en todo el proceso. Pero ya desde el día de las pruebas, desde la primera lectura, intuí que no tenía que planteármelo desde lo racional.
El personaje no es nada fácil, tiene muchas caras.
Sí.
El texto es complicado, con muchas lecturas, metateatral. Wanda es como una matrioska: vas encontrando un personaje dentro de otro
. Pero desde el principio, solo leyendo, me daba un tempo Wanda Jordan y otro distinto Wanda von Dunajew.
Me cambiaba la voz de manera natural al pasar de una a otra y en los ensayos decidimos seguir tirando por ahí.
Y como actriz tú tienes que saber quién o qué es realmente ella –dato que no vamos a desvelar por el bien del espectáculo– y aparecen muchas dudas sobre cómo interpretar… eso. Intuí que no tenía que plantearlo desde un nivel mental.
Esa libertad me lo ha hecho muy fácil, me he divertido mucho y ha sido de los aprendizajes más claros que he tenido.
Porque en realidad este solo es tu segundo montaje teatral…
Sí, el primero fue Shopping and Fucking, de Mark Ravenhill, que montamos en Barcelona.
Pero fue una producción muy modesta, un montaje prácticamente entre amigos, familiar, nos tirábamos todo el día en el teatro, salíamos a comer, ensayábamos y luego a cenar; y no cobramos nunca
. Esto, en cambio, es una producción en el Matadero de Madrid, con el Teatro Español y varios productores detrás, un texto complejo con un personaje protagonista, hora cuarenta y cinco sin parar de hablar y sin salir de escena
. A pesar de ello, ha sido un proceso, en muchos sentidos, más fácil que el primero.
Me da la impresión de que el director tiene algo que ver.
¿Algo? Todo. David es amigo mío, nos conocimos rodando su tercera película hace unos años y es un director de actores excepcional.
¿Cómo ha sido el trabajo con él?
Me ha encantado. Su adaptación del original es fantástica.
Pues a ratos suena muy cercano a ti.
Porque luego hemos metido cosas mías, algunas morcillas y acciones para hacer a Wanda Jordan todavía más impulsiva, espontánea, malhablada, y conseguir más contraste con Diego del Pino, el personaje de Diego Martín, y con Wanda von Dunajew.
A mí me ha encantado el proceso con David. Cuando empezamos nos conocíamos muy poco. Al principio no sabía muy bien ni si podía bromear con él o no.
De entrada, parece serio.
Exacto, parece serio
. Pero en cuanto comenzamos a ensayar flipé, porque David tiene un sentido del humor increíble, creó un ambiente relajadísimo en el que éramos un grupo de amigos que quedábamos por las tardes para ensayar un texto cojonudo
. Había hecho un trabajo profundísimo con la historia y sabía muy bien lo que contábamos, pero al mismo tiempo tiene mucha humildad y se ríe de sí mismo constantemente.
Y luego tenía momentos de genio, con visiones clarísimas de cómo había que hacer determinadas acciones, de qué cosas había que cortar o incorporar, y te quedabas pensando que no podía ser más acertado.
¿Y con Diego?
Tambié nos conocíamos muy poco, pero hemos tenido la sensación de ir
en la misma dirección desde el primer momento, de plantearnos el trabajo
para disfrutarlo.
Los tres. En broma propusimos un día: ¿puede llevar alguien la contraria un rato?
Para crear un poco discordia al menos en algo. ¡Que no se puede estar de acuerdo en todo! Ha sido extrañamente fácil, a pesar de ser un texto que ofrece tantas lecturas distintas.
Alguno de los temas que se tratan son poco graciosos a priori… Pero yo me reí mucho.
Lo sé, te oí.
Pero si se reía todo el mundo.
Ya. Pero tu risa no es discreta y te reíste en un par de sitios raros, te reíste solo.
¿Cómo han ido los ensayos con público?
Pues en todos los pases que hemos ido haciendo la gente ha salido muy contenta.
Pero eso es bueno, ¿no?
Sí, ayuda mucho ver que el feedback es siempre tan positivo, aunque…
Por ejemplo: a un pase previo vino Raúl Arévalo, se fue encantado y diciéndole a todo el mundo que lo que iban a ver era increíble; y Diego y yo pensando: ahora va a venir la gente esperando no sé qué y a lo mejor no es para tanto.
No sé, llega el estreno y te mueres de miedo igual.
¿Cómo reacciona la gente a la obra?
Pues se lo pasa muy bien, pero también he visto a gente salir tocada. Hasta nos vino uno con ansiedad…
Y eso está bien, o sea, no lo de la ansiedad de ese señor en concreto.
Para mí, el teatro, y la interpretación en general, es algo con que pasarlo bien, sí, pero también para que la persona que viene a verte salga con algún tipo de modificación interna, que le haya pasado algo, que se plantee cosas.
Si te pones a contar algo es para que pasen cosas, en el escenario y en los espectadores.
Tienes un personaje protagonista espectacular en una producción del Teatro Español y has participado en una película que está haciendo historia en la taquilla. ¿Sientes que has alcanzado el éxito?
La palabra éxito me resulta muy rara, no sé muy bien cómo colocarla.
Con todo el tema de Ocho Apellidos Vascos no siento un éxito personal, sino mucha gratitud a los espectadores, porque yo no creo que hayamos hecho una obra maestra, sino una buena comedia, con mucho cariño y muchas ganas, y que el éxito lo ha hecho la gente.
Y no solo en la taquilla sino todo el fenómeno en su conjunto.
¿Qué fenómeno?
Pues hay un fenómeno de seguimiento muy particular porque, de entrada, esta película no parece dada a generar un efecto fan
. Sin embargo, hay gente que te manda mensajes en redes sociales diciendo que es la tercera vez que la ve y hay autobuses que salen hacia el País Vasco a visitar las localizaciones.
¿En serio?
Sí, existe la ruta de Ocho Apellidos Vascos. Se van a la Ermita de Zumaya, al Puerto de Guetaria, a la plaza en la que transcurre la manifestación…
¿Qué te gustaría hacer ahora?
Después de la Venus, me siento muy atraída por este tipo de personaje femenino complejo, con peso, que aúna drama y comedia.
Me apetece seguir explorando mi parte cómica, el tener la responsabilidad de la comedia.
Hasta ahora siempre había jugado un papel más de servir los chistes al personaje masculino y me gustaría seguir investigando con mujeres que lleven el peso de la comedia, también.
Al final, es una cuestión de guion, de construir buenos personajes y buenas historias como los de esta obra.
Y como de esto no hay tanto, pienso aprovecharlo al máximo mientras dure.
. La conozco bien. Lo único negativo de conocer tanto a una actriz es que anticipas sus gestos, reconoces sus resortes y resulta mucho más difícil sorprenderte con sus trabajos.
Pero el talento de Clara es inestable, se expande constantemente, a veces de manera ruidosa y celebrada por todos; y otras, a pequeña escala, casi con disimulo.
De un modo u otro, siempre crece. Y aunque me sorprenda menos intento ver todo lo que hace.
Hasta ahora yo siempre había jugado el papel de servir los chistes al personaje masculino. Quiero mujeres que lleven el peso de la comedia
. Estaba cansado. Cuando bajaron las luces me froté los ojos enérgicamente y me endosé un caramelo de menta antártica, efecto bálsamo, muy fresco, de los que hacen llorar pero te mantienen los ojos abiertos.
Hora y media de asombro después, celebré una nueva expansión. Con el aplauso histérico posterior a un espectáculo redondo reconocí a Clara en los saludos.
Durante la función no era ella. O sí lo era, pero con otra voz, hablando con la gestualidad de otra. Movía su cuerpo pequeño ocupando mucho espacio
. Es lo que ocurre cuando un director muy listo pone un texto excepcional en manos de una bestia como Clara. Que la cosa explota. Y claro, te sorprende.
El texto es maravilloso.
Ya.
¿De dónde sale?
David Serrano y Daniel Sánchez Arévalo la vieron en Nueva York y compraron los derechos.
¿Qué te dijo Daniel, coproductor, de Wanda?
Que es el mejor personaje femenino que ha leído jamás.
¿Sientes la presión de tener algo muy bueno entre manos?
Antes de empezar los ensayos, sí. Te planteas cómo vas a hacer esto, qué puede significar para ti, para tu carrera, qué va a decir la gente.
Pero en cuanto nos pusimos tuve la sensación de que no debía entrar ahí, que era mejor hacer antes que pensar.
Ha habido algo muy intuitivo en todo el proceso. Pero ya desde el día de las pruebas, desde la primera lectura, intuí que no tenía que planteármelo desde lo racional.
El personaje no es nada fácil, tiene muchas caras.
Sí.
El texto es complicado, con muchas lecturas, metateatral. Wanda es como una matrioska: vas encontrando un personaje dentro de otro
. Pero desde el principio, solo leyendo, me daba un tempo Wanda Jordan y otro distinto Wanda von Dunajew.
Me cambiaba la voz de manera natural al pasar de una a otra y en los ensayos decidimos seguir tirando por ahí.
Y como actriz tú tienes que saber quién o qué es realmente ella –dato que no vamos a desvelar por el bien del espectáculo– y aparecen muchas dudas sobre cómo interpretar… eso. Intuí que no tenía que plantearlo desde un nivel mental.
Esa libertad me lo ha hecho muy fácil, me he divertido mucho y ha sido de los aprendizajes más claros que he tenido.
Porque en realidad este solo es tu segundo montaje teatral…
Sí, el primero fue Shopping and Fucking, de Mark Ravenhill, que montamos en Barcelona.
Pero fue una producción muy modesta, un montaje prácticamente entre amigos, familiar, nos tirábamos todo el día en el teatro, salíamos a comer, ensayábamos y luego a cenar; y no cobramos nunca
. Esto, en cambio, es una producción en el Matadero de Madrid, con el Teatro Español y varios productores detrás, un texto complejo con un personaje protagonista, hora cuarenta y cinco sin parar de hablar y sin salir de escena
. A pesar de ello, ha sido un proceso, en muchos sentidos, más fácil que el primero.
Me da la impresión de que el director tiene algo que ver.
¿Algo? Todo. David es amigo mío, nos conocimos rodando su tercera película hace unos años y es un director de actores excepcional.
¿Cómo ha sido el trabajo con él?
Me ha encantado. Su adaptación del original es fantástica.
Pues a ratos suena muy cercano a ti.
Porque luego hemos metido cosas mías, algunas morcillas y acciones para hacer a Wanda Jordan todavía más impulsiva, espontánea, malhablada, y conseguir más contraste con Diego del Pino, el personaje de Diego Martín, y con Wanda von Dunajew.
A mí me ha encantado el proceso con David. Cuando empezamos nos conocíamos muy poco. Al principio no sabía muy bien ni si podía bromear con él o no.
De entrada, parece serio.
Exacto, parece serio
. Pero en cuanto comenzamos a ensayar flipé, porque David tiene un sentido del humor increíble, creó un ambiente relajadísimo en el que éramos un grupo de amigos que quedábamos por las tardes para ensayar un texto cojonudo
. Había hecho un trabajo profundísimo con la historia y sabía muy bien lo que contábamos, pero al mismo tiempo tiene mucha humildad y se ríe de sí mismo constantemente.
Y luego tenía momentos de genio, con visiones clarísimas de cómo había que hacer determinadas acciones, de qué cosas había que cortar o incorporar, y te quedabas pensando que no podía ser más acertado.
¿Y con Diego?
No creo que 'Ocho apellidos vascos' sea una obra maestra. Es una buena comedia hecha con mucho cariño. El éxito lo ha hecho la gente
Los tres. En broma propusimos un día: ¿puede llevar alguien la contraria un rato?
Para crear un poco discordia al menos en algo. ¡Que no se puede estar de acuerdo en todo! Ha sido extrañamente fácil, a pesar de ser un texto que ofrece tantas lecturas distintas.
Alguno de los temas que se tratan son poco graciosos a priori… Pero yo me reí mucho.
Lo sé, te oí.
Pero si se reía todo el mundo.
Ya. Pero tu risa no es discreta y te reíste en un par de sitios raros, te reíste solo.
¿Cómo han ido los ensayos con público?
Pues en todos los pases que hemos ido haciendo la gente ha salido muy contenta.
Pero eso es bueno, ¿no?
Sí, ayuda mucho ver que el feedback es siempre tan positivo, aunque…
Por ejemplo: a un pase previo vino Raúl Arévalo, se fue encantado y diciéndole a todo el mundo que lo que iban a ver era increíble; y Diego y yo pensando: ahora va a venir la gente esperando no sé qué y a lo mejor no es para tanto.
No sé, llega el estreno y te mueres de miedo igual.
¿Cómo reacciona la gente a la obra?
Pues se lo pasa muy bien, pero también he visto a gente salir tocada. Hasta nos vino uno con ansiedad…
Y eso está bien, o sea, no lo de la ansiedad de ese señor en concreto.
Para mí, el teatro, y la interpretación en general, es algo con que pasarlo bien, sí, pero también para que la persona que viene a verte salga con algún tipo de modificación interna, que le haya pasado algo, que se plantee cosas.
Si te pones a contar algo es para que pasen cosas, en el escenario y en los espectadores.
Tienes un personaje protagonista espectacular en una producción del Teatro Español y has participado en una película que está haciendo historia en la taquilla. ¿Sientes que has alcanzado el éxito?
La palabra éxito me resulta muy rara, no sé muy bien cómo colocarla.
Con todo el tema de Ocho Apellidos Vascos no siento un éxito personal, sino mucha gratitud a los espectadores, porque yo no creo que hayamos hecho una obra maestra, sino una buena comedia, con mucho cariño y muchas ganas, y que el éxito lo ha hecho la gente.
Y no solo en la taquilla sino todo el fenómeno en su conjunto.
¿Qué fenómeno?
Pues hay un fenómeno de seguimiento muy particular porque, de entrada, esta película no parece dada a generar un efecto fan
. Sin embargo, hay gente que te manda mensajes en redes sociales diciendo que es la tercera vez que la ve y hay autobuses que salen hacia el País Vasco a visitar las localizaciones.
¿En serio?
Sí, existe la ruta de Ocho Apellidos Vascos. Se van a la Ermita de Zumaya, al Puerto de Guetaria, a la plaza en la que transcurre la manifestación…
¿Qué te gustaría hacer ahora?
Después de la Venus, me siento muy atraída por este tipo de personaje femenino complejo, con peso, que aúna drama y comedia.
Me apetece seguir explorando mi parte cómica, el tener la responsabilidad de la comedia.
Hasta ahora siempre había jugado un papel más de servir los chistes al personaje masculino y me gustaría seguir investigando con mujeres que lleven el peso de la comedia, también.
Al final, es una cuestión de guion, de construir buenos personajes y buenas historias como los de esta obra.
Y como de esto no hay tanto, pienso aprovecharlo al máximo mientras dure.