Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 may 2014

Melanie Griffith, hace saltar las alarmas en Twitter por unos comentarios sobre el matrimonio

Melanie Griffith hace saltar las alrmas en Twitter por unos comentarios
Foto: GETTY 
MADRID, 4 May. (CHANCE) -
   Melanie Griffith ha desatado la polémica en Twitter a través de unos comentarios que ha publicado en el que se plantea el significado del matrimonio y la credibilidad que tiene.
  Unas preguntas que han hecho que muchos se pregunten sobre la situación de su matrimonio con uno de los actores españoles más internacionales, Antonio Banderas.
   "¿Quién cree en el matrimonio y por qué? ¿Y por qué no?" una sorprendente pregunta que lanzaba Melanie y que ponía en alarma a todos sus seguidores.
Pero este comentario no se quedó aquí, si no que retuiteó a una seguidora que había comentado " dos años felizmente divorciada" creando un hastag muy polémico #happilydivorced.

Audrey Hepburn, 85 años de un mito de la moda y el cine

Audrey Hepburn, 85 años de un mito de la moda y el cine.

Audrey Hepburnn 85 años como un mito de la moda y el cine
Foto: GETTY 
   Hoy además de ser un día muy especial para todas las madres del mundo, se cumplen 85 años del nacimiento de todo un mito en el mundo de la moda y del cine, Audrey Hepburn. 
Para recordarla hoy el buscador más usado, Google ha querido homenajear a la actriz con un nuevo 'doodle'.
 Audrey Kathleen Ruston llegaba al mundo un 4 de mayo del año 1929 en Bruselas (Bélgica) y procedía de una familia de clase alta, ya que su madre era una aristócrata de origen holandés y su padre un banquero británico.
 Vivió sus primeros años en Holanda, pero posteriormente se trasladó a Londres.    Allí estudiará Danza y Arte Dramático en la Marie Rambert School lo que le permitió convertirse en toda una estrella gracias a sus apariciones en películas como 'Desayuno con diamantes' (1961, de Blake Edwards"), 'Charada' (1963, de Stanley Donen), 'Sola en la oscuridad' (1967, de Terence Young), y ya en un registro más dramático 'Historia de una monja' (1959, de Fred Zinneman).
 
   Finalmente Hepburn murió de cáncer apendicular en su casa en Suiza a principios de 1993 a la edad de 63 años, pero dejando atrás una vida repleta de éxitos que le permitió situarse en lo más alto de la gran pantalla
. Hoy 85 años después todo el mundo recuerda sus grandes ojos, su cara angelical y sus largas piernas.

Con un magistral Ralph Fiennes Crítica de El gran hotel Budapest: Una habitación con vistas a la genialidad de Wes Anderson

 El Gran Hotel Budapest,
Foto: FOX
 El Gran Hotel Budapest,  El Gran Hotel Budapest,  El Gran Hotel Budapest,  El Gran Hotel Budapest,
                                MADRID, 21 Mar. (EUROPA PRESS - Israel Arias)
   Llega a los cines El gran hotel Budapest, la última genialidad de Wes Anderson
Una película que cuenta con una legión de estrellas, un ritmo trepidante y una elegancia y poderío visual innegables.
 Una delicia en casi todos los sentidos
   Basada libremente en los textos del autor austriaco Stefan Zweig, la nueva creación del particularísimo Anderson (Moonrise Kingdom, Fantástico Sr. Fox, Life Aquatic, Los Tenenbaums) arranca con una pirueta que nos lleva a profundizar en tres niveles narrativos
. Un arabesco para abrir fuego que nos zambulle en una pomposa y estilizada farsa centroeuropea plagada de personajes extraordinarios que merecerían su propia película.
   Pero el protagonista de El gran hotel Budapest es Gustave H. (Ralph Fiennes), el estricto y soberbio conserje del lujoso hotel
. Un hombre de modales impecables que se rige por dos máximas: el cliente es lo primero y gallina vieja hace buen caldo.
 Y es que, además de estar entregado en cuerpo y alma al hotel y sus clientes, Gustave gusta de disfrutar de dosis de sexo añejo regalando lo segundo, su cuerpo, para el placer de sus inquilinas más ajadas e ilustres.
   Una de ellas, Madame D. (Tilda Swinton) fallece en extrañas circunstancias y le deja en herencia un valioso cuadro renacentista.
 Un testamento que le convertirá en el gran enemigo de la familia de la finada, que le acusa de ser su asesino
. Acompañado por Zero, el nuevo mozo del hotel al que da vida Tony Revolori, Gustave emprenderá una disparatada odisea para limpiar su nombre y hacer cumplir la última voluntad de su concubina.

CUENTO DE ENTREGUERRAS

   Traiciones, crímenes, persecuciones, fugas de prisión, historias de amor e incluso encontronazos con algo parecido a los nazis se van sucediendo en este cuento de entreguerras en el que Anderson maneja con destreza y brillante eficacia todas las herramientas que han hecho de sus formas un estilo inconfundible, una marca.
   Y puede que El gran hotel Budapest carezca de ese encanto infantil que hacía de Moonrise Kingdom una experiencia tan amable y deliciosa, pero la mala baba y malicia que sí tiene su nueva película la convierten en un disfrute perversamente divertido y, muy posiblemente, en el mejor título de su brillante filmografía.
   Anderson alcanza un nuevo nivel gracias al poderío visual y elegancia aristocrática con la que viste su nueva historia, a una notable banda sonora a cuenta del maestro Desplat y, sobre todo, a un ritmo narrativo y una intensidad que hacen imposible que la idea de mirar el reloj cruce siquiera la mente de los inquilinos que, ojipláticos y con una perenne sonrisa en sus labios, ocupan sus las butacas.

UN REPARTO DE LUJO

   Y hablando de inquilinos, además del magistral Fiennes y el joven Revolori, la imponente plantilla del hotel la componen nombres como los de Bill Murray, Jude Law, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Edward Norton, Saoirse Ronan, Jeff Goldblum, Adrien Brody, Owen Wilson, Jason Schwartzman o Tom Wilkinson. Casi nada.
   Perversa, demente, melancólica, divertida, ácida, obsesiva, artesanal, ingeniosa, sofisticada... también son muchos los adjetivos que encuentran acomodo en esta caricatura histórica, mezcla de sueño y recuerdo, en la que todo queda distorsionado y exagerado, como ocurre con esas viejas batallitas que se han contado ya demasiadas veces.
 Ni siquiera los nazis son como eran los nazis en la carta de amor a la vieja Europa de Wes Anderson.
   Comprar una entrada para El gran hotel Budapest es comprar 100 minutos en una habitación con vistas a la genialidad.
  Lo dicho, una delicia.

3 may 2014

'El Gran Hotel Budapest', imperfecto y bello optimismo


Cartel de 'El Gran Hotel Budapest'
El concepto de autor aplicado a un director de cine es algo con lo que siempre he tenido mis más y mis menos —no podría parecerme más ridícula la idea de que la peor cinta de un autor será mejor que aquella de cualquiera que no lo sea—, ya que parece que sólo puede usarse para los realizadores que hacen cierto tipo de películas cuando a la hora de la verdad sería perfectamente aplicable con creadores más conflictivos como Michael Bay.
 Sin embargo, el caso que nos interesa ahora es el de Wes Anderson, un autor indiscutible más allá de la calidad individual de cada una de sus películas.
Me consta que Anderson tiene fervientes defensores y acérrimos detractores de su estilo
. Por mi parte, me sitúo en un punto intermedio que ha hecho que me encanten títulos como ‘Academia Rushmore‘ (‘Rushmore’, 1998) o ‘Moonrise Kingdom‘ (2012), pero también acabé bastante insatisfecho tras el visionado de ‘Life Aquatic‘ (2004) y ‘Viaje a Darjeeling‘ (‘The Darjeeling Limited’, 2007). Con ‘El Gran Hotel Budapest‘ (‘The Grand Hotel Budapest’, 2014) se ha quedado a mitad de camino de ambas realidades, aunque lo positivo sea bastante más abundante que lo negativo.

El encanto de ‘El Gran Hotel Budapest’

Imagen de 'El Gran Hotel Budapest' Una cosa que he ido notando en el cine de Anderson es su creciente optimismo a la hora de contarnos sus particulares historias, algo que alcanza una nueva cima con ‘El Gran Hotel Budapest’ sin renunciar en ningún momento a su muy personal estilo.
Mi compañera Lucía ya nos habló del mismo para mostrar si ligero descontento hacia la película, pero yo sí que he notado, aunque en algunos casos haya sido tiempo después de verla, ciertas diferencias respecto a sus anteriores trabajos que merece la pena destacar.
Lo más llamativo es el uso de unos colores mucho más vivos que transmiten una constante sensación de felicidad que hasta ahora Anderson había ido moderando de forma más o menos pronunciada según el caso.
 Aquí no hay límite alguno y toda ocasión es buena para saturar cualquier plano con un explosión de colores que recalquen ese elogio de lo absurdo que apuntaba Sergio y sobre el que se asientan las raíces de una obra que rehuye lo trascendental en beneficio de un relato ágil en el que el principal objetivo es conseguir la sonrisa del espectador.
Otro rasgo habitual de Anderson es confiar en un grupo de actores que han demostrado su valía dentro de su universo cinematográfico, pero en el caso de ‘El Gran Hotel Budapest’ su eficacia es mucho más moderada, ya que hay ocasiones en las que únicamente sirven para ralentizar y complicar innecesariamente la ligera historia que se nos está contando.
 No faltan varios cameos deliciosos —mi favorito personal es el de Willem Dafoe—, pero hay tal saturación que llegué a desconectar de lo que sucedía en pantalla, un error imperdonable para cualquier película.

Una película mucha más compleja de lo que parece

Ralph Fiennes en 'El Gran Hotel Budapest' Más acertados son las nuevas inclusiones, en especial el dúo protagonista interpretado por un exquisito, carismático y encantador Ralph Fiennes y un solvente Tony Relovori como contrapunto del primero en la que supone su primera aparición en la gran pantalla.
 Impecable resulta también la química entre ambos y la capacidad para hacernos olvidar lo intrascendente de muchas cosas que se nos cuentan por mucho que haya ciertas reflexiones subyacentes interesantes en sí mismas, pero más estimulantes por hacernos pensar a posteriori en ellas que por su acertada integración en el relato, ya que, por ejemplo, creo que todo hubiese funcionado mejor de no haber optado por convertir la trama central en un gigantesco flashback.
Todo ello controlado con una precisión impresionante por parte de Anderson, cuyo trabajo de puesta en escena en ‘El Gran Hotel Budapest’ alcanza tal nivel de perfección obsesiva componiendo cada uno de los planos —sabida es su debilidad por la importancia de lo que hay en el centro de la imagen— y utilizando diversos formatos según el momento histórico que nadie debería tener problemas en admitir que es su obra más lograda en ese apartado.
 Esto también se contagia a otros aspectos técnicos que él mismo supervisó hasta límites casi enfermizos para que nadie pueda osar discutir su reconstrucción histórica.
La cuestión es que por mucho que la forma sea inapelable, el contenido es mucho más débil de lo habitual en él y eso se nota mucho en el momento en el que su capacidad como ejercicio de estilo pierda su capacidad de mantenernos en trance.
 Llamadlo fascinación o necesidad de dejarse llevar, pero Anderson abusa demasiado de ella en este caso y es ahí donde queda claro que su perfeccionismo técnico no encuentra el apoyo necesario en el guión escrito por él mismo inspirándose en la obra de Stefan Zweig.
Tony Revolori en 'El Gran Hotel Budapest' Con todo, ‘El Gran Hotel Budapest’ es una película con suficientes virtudes para que prácticamente cualquier espectador —-y no solamente los hipsters con los que tanto se ha querido vincular, a veces con acierto y otras no tanto, el cine de Anderson— pueda disfrutar de una forma u otra con su visionado, y no me costará entender que haya quien, como sucede en el caso de mi compañero Pablo, celebre su llegada con gran entusiasmo.
 Mucho más modesto es mi parecer, eso sí.