Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 abr 2014

¿Cuál de estos dos ‘caravaggios’ no es auténtico?


¿Cuál de estos dos ‘caravaggios’ no es auténtico?

Por:
Caravaggio
A finales del siglo XVI, en los mismos años en los que Shakespeare escribía Hamlet, Caravaggio pintó un soberbio San Francisco en místico diálogo con una calavera.
 
 La interpretación del tema fue tan revolucionaria que en vida del artista, y también tras su muerte, se crearon infinidad de copias. Más de 450 años después este éxito trae de cabeza a los estudiosos del genio toscano, que se enfrentan a uno de los dilemas pictóricos más apasionantes de los últimos tiempos.
Estos días, dos versiones, casi idénticas, de San Francisco meditando, de Caravaggio, dividen a los estudiosos. 
 Aunque tal vez, por fin, se pueda salir de dudas. De momento, y de forma excepcional, es posible contemplarlas juntas hasta el 6 de abril en el Museo de Arte de Muscarelle en Williamsburg (Virginia, Estados Unidos). A finales de mes viajarán al Museo de Bellas Artes de Boston. Ahora bien, después de todo este tiempo las preguntas continúan ahí. ¿Cuál de estas dos pinturas se creó primero? ¿Por quién? ¿Cuál es la de Caravaggio y cuál la del admirador? ¿O es que quizá las dos proceden de los pinceles del maestro barroco? En caso contrario, ¿cómo distinguir la original de la copia? ¿Serían capaces de escoger una?

Recurramos al presente y a la historia. Las pinturas de San Francisco proceden de la iglesia de Santa María de la Concepción de los Capuchinos (Santa Maria della Concezione dei Cappuccini) en Roma (imagen de la izquierda) y del Museo Civico de la ciudad de Carpineto Romano (fotografía de la derecha). La atribución de la versión de los Capuchinos ha estado en el aire desde que en 1908, el entonces director de la galería Borghese, Giulio Cantalamessa, la señaló como obra original de Caravaggio. Pero la estudiosa Maria Vittoria Brugnoli cambió el paso en 1970. Afirmó que la auténtica era la de Carpineto Romano (que se había descubierto dos años antes) mientras que la de los Capuchinos era una copia posterior.

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'La buenaventura' (1594), de Caravaggio, se puede contemplar estos días, junto a las dos versiones de 'San Francisco meditando', en el Museo de Arte de Muscarelle en Williamsburg (Virginia, Estados Unidos).
Desde entonces, los trabajos han ido en casi todas las direcciones. En 2000, cuenta la publicación The Art Newspaper, los rayos X revelaron que la capucha del San Francisco de Carpineto había sido alterada. Tenía una modificación hecha por el pintor, un pentimento, que suele ser una evidencia de autenticidad. Pero ese cambio se había trazado con la pintura terminada y seca. Algo inusual. ¿Entonces?

Caravaggio niño
'Madonna con el niño y Santa Ana' (1605). Esta tela de Caravaggio pertenece a la colección de la galería Borghese (Roma).

Los expertos siguieron analizando la tela de Carpineto y descubrieron que tras la pintura se oculta el bosquejo de un San Francisco de la mitad del tamaño del que ahora es visible. Un proceder bastante extraño para Caravaggio
, que pocas veces daba marcha atrás en sus intenciones.

La conclusión a la que han llegado los estudiosos es que, por ahora, no hay conclusión posible. Tal vez a los lectores del blog les ayude la comparación entre las dos imágenes digitales. De momento, los visitantes de la exposición en el museo de Muscarelle han votado. El 40% prefiere la versión de Carpineto. ¿Acierta?

Embarcarse

Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día;

Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.

Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas,

Y que, al desvanecerse el espejismo,
desde las glaucas o­ndas del abismo
le tentarán las últimas sirenas.

La huella sonora de un mártir

Se cumplen 20 años del suicidio de Kurt Cobain, líder de Nirvana y figura icónica del ‘grunge’, el último movimiento que intentó dinamitar la industria musical.

 

Kurt Cobain, líder de Nirvana fallecido hace 20 años. / © HERPE Gregory / Dalle / CONTAC

Han pasado ya 20 años de la muerte de Kurt Cobain.
Músico, cantante, compositor y líder de Nirvana, el grunge y la Generación X.
 Y, sorpresa, Universal, su discográfica, lo ha ignorado.
 Ni un lanzamiento conmemorativo. Claro que no queda mucho donde rascar: los tres álbumes de estudio que editaron entre 1989 y 1994 se han multiplicado ya hasta convertirse en unas 20 reediciones oficiales, a las que hay que sumar otros tantos DVD con directos, recopilatorios, lujosos boxset y nuevas versiones de su unplugged póstumo y la recopilación de rarezas Incesticide.
Su cadáver fue encontrado el 8 de abril de 1994 por un electricista que iba a efectuar unas reparaciones en una pequeña habitación sobre el garaje de su mansión a orillas del lago Washington. El hombre llamó a una emisora de radio local antes que a la policía.
 La autopsia reveló que se había disparado en la cabeza tras inyectarse una dosis mortal de heroína. No fue posible precisar la fecha exacta
. A efectos legales se determinó que fue el día 5. Pero realmente fue en algún momento entre el 4 y el 6. Tenía 27 años.
Sus más allegados pasan de puntillas por esta efeméride macabra.
 No hay noticias de Dave Grohl y Chris Novoselic, sus compañeros de grupo.
 Su viuda, Courtney Love, ha concedido una breve entrevista al semanario británico NME en la que asegura que prefiere celebrar el cumpleaños a su muerte y habla de proyectos futuros: un biopic, un documental y, agárrense, un musical en Broadway.
Este último es solo una posibilidad (aterradora, eso sí); la película todavía es un proyecto.
 En cambio, el documental está en marcha.
 “Tenemos la esperanza de que será el The Wall de esta generación: una mezcla de animación e imagen real que permitirá experimentar a Kurt como nunca antes.
 Es ambicioso”, declaraba su más que posible director, Brett Morgen, que ya realizó uno sobre los Rolling Stones.
Cobain durante la Grabación del concierto del que saldría, Unplugged in New York', el disco póstumo de Nirvana. / EL PAÍS
Lo más parecido a una celebración es la inclusión de Nirvana en el Rock’n’roll hall of Fame, el  museo de Cleveland que decide quien tiene derecho a figurar en la realeza del rock.
 Cada año admite a diez nombres
. En la ceremonia anual, que se celebra el 10 de abril, serán admitidos junto a Nirvana: Peter Gabriel, Cat Stevens, Kiss, Hall & Oates, Linda Rondstadt, E Street Band, y dos managers: Andrew Loog Oldham (Rolling Stones) y Brian Epstein (Beatles).
Sí, parece que la memoria de Kurt Cobain ha sido fagocitada por esa industria que pretendía destruir, o al menos cambiar.
 Porque lo importante de Nirvana no fue tanto su éxito como su declaración de guerra a lo que llamaban “música corporativa”. Contraponían valores como honestidad al puro negocio
. Pretendían que el rock fuera tomado por grupos de inadaptados con guitarras y durante un tiempo pareció que lo habían logrado.
 Tenían especial fobia al rock de estadio, personificado en ese momento por Guns n´Roses, cuyo líder Axl Rose, era objeto de sus chanzas.
 Así como Extreme, cuya exitosa balada More than words encarnaba todo lo que pensaban que iba mal en el rock. Impostación, y sensiblería.
El 21 de septiembre de 1991, Nirvana, un semidesconocido trío de Seattle publicaba Nevermind, su segundo disco, primero en una multinacional.
 El vídeo del primer sencillo Smells like teen spirit, se estrenó en 120 minutes, programa de música underground de la cadena MTV que llevaba años emitiéndose de madrugada.
Tiene tanto éxito que pasa a rotación diurna. Allí explotó. Nevermind vende tres millones de copias en tres meses.
 Hoy lleva más de diez.
Nevermind no era en apariencia muy distinto de lo que llevaban años haciendo otras bandas: Husker Du, Pixies, Dinosaur Jr., Black Flag o Melvins.
Pero tenía unas melodías brillantes y una producción mucho más limpia. Aunque no lo bastante como para despojarla de la furia de sus antecesores. Siempre dijeron que sabían que tenían algo gordo entre manos. Un solo día de grabación en el estudio de Los Ángeles donde lo registraron costaba más que toda la grabación de su primer disco, Bleach, de 1989. Pero nadie pensó que fuera a llegar tan alto. Y menos a marcar los gustos de una generación entera.
Kurt Cobain, Jason Everman, Chad Channing y Krist Novoselic, la primera formación de Nirvana, en los camerinos de un concierto en Massachusetts. / JJ Gonson (Redferns)
A la industria discográfica aquello le pilló desprevenida ¿Quién iba a esperar que lo que el público quería eran grupos que mezclaban hard rock y punk, salidos de una ciudad olvidada del noroeste de Estados Unidos? Seattle, el epicentro de la mayoría de las bandas de aquel movimiento, era solo conocida por ser la ciudad más lluviosa de EE UU y por haber sido el lugar de nacimiento de Jimi Hendrix
Una invasión zombie hubiera sido más verosímil.
Porque el mainstream se movía en otras coordenadas, absolutamente opuestas. En 1991 la gran estrella mundial era el canadiense Bryan Adams, que tenía 32 años. Su balada Everything I do (I do it for you) batió en Reino Unido un récord de 1955 al pasar 16 semanas en el Número Uno. Era la banda sonora de Robin Hood, protagonizada por el actor de moda, Kevin Costner, que al año siguiente rodaría El guardaespaldas, con banda sonora de su partenaire en el filme, Whitney Houston. En España reinaban Mecano y Julio Iglesias.
 Y las ondas estaban copadas por Phil Collins, Rod Stewart (que había encadenado cuatro éxitos consecutivos tras su edulcorada versión del Downtown train de Tom Waits), Chris Rea o el I’m too sexy de Right Said Fred.
  En general todo parecía dirigido a menores de 14 o mayores de 40.
Nirvana cambió ese panorama en el que lo alternativo, que existía, ocupaba un nicho diminuto
. Contó con la ayuda de MTV que descubre que ese nicho tiene futuro e inventa un espacio Alternative nation en prime time. Alternativo es todo lo que tiene cabida en ese programa. 
Ese nuevo sonido, en realidad algo que llevaba fraguándose años fuera del radar de la industria, es bautizado como grunge. Una palabra que viene a significar sucio y cuyo origen no está muy claro, aunque parece que llevaba varios años dando vueltas para definir el sonido de bandas como Green River.
Novoselic, Grohl y Cobain, en la sesión de fotos de la que saldría la portada de 'Nevermind'. / EL PAÍS
En España, en 1991 TVE reinaba. Rockopop, el entonces programa musical estrella de la cadena pública, fue el primero en emitir Smells like teen spirit
. “Más tarde fuimos a verlos a Hawai, al último concierto de la gira mundial. Eran las mismas fechas en las que Cobain se casaba con Courtney Love”, dice Beatriz Pécker, la presentadora del programa.
Cobain se casa en febrero de 1992 con Courtney Love, una antigua stripper que lideraba Hole, otra de las bandas del movimiento, y parecía tener toda la seguridad en sí misma que al líder de Nirvana le faltaba.
 Cobain era una figura contradictoria. Hijo de padres divorciados, no tenía miedo de hablar de lo inadaptado que se había sentido desde niño, lo que le convertía en modelo a seguir por los millones de adolescentes de todo el mundo que alguna vez se habían sentido como él.
 Para las chicas era al tiempo una figura a proteger, alguien que pedía ser abrazado y reconfortado, y un apuesto rubio de obvio atractivo sexual. Era una especie de nuevo James Dean, con una higiene mejorable, y una guitarra eléctrica.
Hacía menos de cinco meses que habían publicado Nevermind y en ese periodo habían dado casi 90 conciertos en tres continentes.
 Cada vez eran más grandes. Fue su último tour en salas, llegaban los estadios. “En los próximos meses oirás hablar de muchas nuevas bandas: The Melvins, Mudhoney, Hole o Sonic Youth, que son los padrinos de todo esto. Bandas honestas”, decía Dave Grohl, el joven batería de Nirvana en una entrevista con Pecker.
Nirvana en una foto de promoción
Acertaba. Hasta más o menos 1996, decenas de grupos se colaron por la brecha abierta: Soundgarden, Smashing Pumpkins o Pearl Jam. Y también Pavement, Offspring… Pero en ese éxito estaba la semilla del diablo.
Paradoja: la situación era en apariencia inmejorable y ahí radicaba su fracaso.
La radio pertenecía al grunge, se multiplicaban los fichajes de bandas indies, las ventas de discos se habían disparado.
 Era el triunfo de la Generación X, entelequia creada por el escritor Douglas Coupland en su novela homónima. Un libro que dio cobertura intelectual al movimiento y una identidad a sus seguidores. La Generación X es el precedente de la actual generación perdida: hijos del baby boom de los sesenta incapaces de integrarse en la sociedad creada por su padres. Sufrían de “envidia demográfica”, a saber:
“Envidia de la riqueza y el bienestar de los miembros de la generación de los años cuarenta en virtud de su afortunado nacimiento”.
Mientras, Nirvana editaba en diciembre de 1992 Incesticide, una recopilación de rarezas intencionadamente áspera. En el interior escribieron: “Tengo una petición para nuestros fans: Si cualquiera de vosotros odia a los homosexuales, a las personas que son diferentes o las mujeres, que nos haga un favor: Que os jodan, no vengáis a nuestros conciertos. No compréis nuestros discos”.
Se sentían invadidos e incapaces de reconocerse entre ellos,
 “Era como una vieja película de la segunda guerra mundial en la que estás en una ciudad de estadounidenses normales, pero en realidad, son todos espías nazis
. Eso parecía. Daba un poco de miedo”,dice  Ian Mckaye de Fugazi en el libro Nuestro grupo podría ser tu vida.
 “La impotencia comercial del indie había sido el factor que había unido la escena y había evitado que fuera el nido de víboras mercenarias que eran las majors.
 Como era un mundo tan pequeño, la cooperación y la honestidad eran necesarias
. Gran parte de eso se derrumbó cuando el cielo y no el sótano fue el límite”, escribía el periodista Michael Azerrad, autor de ese libro.
Nirvana ya había reaccionado con rabia al triunfo de Pearl Jam, les acusaban de farsantes y oportunistas. Cobain se sentía responsable de haber pervertido con su éxito el movimiento. de haberlo llenado de advenedizos.
 Su adicción a la heroína no ayudó
. Él aseguraba que la usaba con fines paliativos de los dolores que sufría, una irritación en el estómago que ningún médico fue capaz de diagnosticar y escoriosis.
 Cuando pretendió dejarlo, por ejemplo tras el nacimiento de su hija Frances Bean, no pudo.
Las presiones aumentaban. Odiaba las giras y su tercer disco In utero, de 1993 se consideró demasiado crudo y le hicieron retocarlo
. Cobain era ambicioso, pero no lo suficiente como para cerrar los ojos y dejarse llevar. Estaba desbordado.
 Entre 1993 y 1994 ocupaba más páginas de sucesos que de música. Hubo un intento de suicidio en Roma. A su vuelta a EE UU ingresó en una clínica de desintoxicación de la que escapó el 30 de marzo de 199
4. Se le pierde el rastro hasta el 8 de abril.
Su disco póstumo, el acústico Unplugged in New York, vendería cinco millones de copias
. El grunge se convirtió en una etiqueta, Cobain en un martir y Nirvana en un lucrativo negocio.
“El día que se anunció su muerte yo estaba en una tienda de discos de segunda mano de Londres.
 Yo me di cuenta de que había pasado algo porque el encargado salió del mostrador y se llevó a la trastienda todos los discos de Nirvana que había en las cubetas”, recuerda un disquero español.
  De repente todo lo que llevase la etiqueta de Cobain tenía un nuevo precio, mucho más alto.
Su muerte causó auténtica desolación.
Durante los dos años siguientes a su fallecimiento se asocian con ella sesenta suicidios. Empezando por la de un hombre de 28 años que acudió a la ceremonia pública de despedida en Seattle, llegó a su casa y se pegó un tiro.
Hoy su herencia no resulta clara de trazar
. Los más cínicos dicen que solo en cosas como la vuelta de Pixies, en festivales masivos como Lollapalooza, o en el éxito de Green Day y Foo Fighters, el grupo de su ex bateria
. El autor británico Bob Stanley es quizás el más duro. "Parece que la postura antimachista y anticorporativa de Nirvana no sirvió para mucho. Pocas semanas después de su muerte, una canción grunge de un grupo grunge prefabricado por Levi´s para una campaña -Inside de Stilskin, fue número uno en Reino Unido.
 El grunge pronto desembocó en estilos como el rap metal o el nu metal y llevó indirectamente a que los Red Hot Chili Peppers con su ultramasculina mezcla de funk, hip hop y metal fueran el grupo de rock más vendedor del mundo.
 El amor de Cobain por el punk abrió la puerta a bandas estereotipadas de revivalistas como Blink 182 y Green Day.
Y años más tarde a otro nivel más bajo: el punk para preadolescentes de Busted o McFly", dice en su libro de 2013 Yeah, Yeah, Yeah, the story of modern pop.
Michael Azerrad es más generoso y asegura que el éxito de sellos como Matador con grupos como Yo la tengo, Cat Power, Pavement, Superchunk o Jon Spencer Blues Explosion, también es deudor suyo.
 Y también el de discográficas como Merge, que diez años después publicaron el debut de Arcade Fire.
Pero también hay quien piensa que miles de grupos de rock y sellos independientes que funcionan al margen de la industria han aprendido la lección y son hijos suyos.
Y que la próxima revolución, si llega, también lo será.

 

Woman del Callao......................................................... Luz Sánchez-Mellado

Una mártir del liberalismo, Esperanza. Nuestra Señora de la Igualdad de Oportunidades.

Y vienen ahora unos machistas irredentos y la retienen ilegalmente

Esperanza Aguirre llegando a la Asamblea de Madrid en septiembre de 2012. / Luis Sevillano

Luego me ponéis de vuelta y media en los comentarios, ingratos.
 Que si qué basta, que si qué ordinaria, que si qué petarda.
 Pero es que, por mucho que se empeñe una, la actualidad no le deja elevar el tono. Y no hablo de esta bocaza que me han dejado en Corporación Dermoestética, que cualquier día me la parten por no cerrarla a tiempo.
 Me refiero a mi línea editorial, de la otra mejor no hablamos, del lunes no pasa que empiezo la Operación Fuera Refajo.
 A lo que voy, que pierdo el hilo más que Floriano
 . Tenía ya hilvanado un análisis superdocumentado sobre la vuelta al poder de Ségolene Royal y sus implicaciones en la estabilidad hormonal del presidente galo, cuando va Esperanza Aguirre, hace una pirula en Callao, se pone farruquita porque le cascan una multa, y del propio berrinche, le vuelca la moto a un poli de su íntima Botella.
Ya me dirás tú, teniendo semejante Gran Vía Shore a la puerta de casa, para qué va a molestarse una en sacarles coplas a las ex de Hollande, el Gabacho que Castiga.
Llamadme casposa, perdón, castiza, pero en cuestión de chulos soy más de Pichi el del chotis.
 Y si hablamos de señoras, para chula, y choni, Esperanza.
 Seguro que los agentes de movilidad eran unos rencorosos de clase
. Se cebaron con ella porque es marquesa consorte, porque con los ciudadanos de a pie no se meten nunca.
 La colección íntegra de la macrotienda de Zara en Serrano me probé yo esa tarde aparcada en cuarta fila, y ni les vi el pelo.
 Claro: estaban todos en Callao acosando a la expresidenta.
Porque a mí nadie me quita de la cabeza que los esbirros de Botella fueron a por ella descaradamente.
 Ella, una abuela esclava condenada a circular por pleno centro con un cochazo de alta gama para poder sacar a los nietos de paseo
. Ella, que conducía su propio vehículo cuando podría ir en coche oficial y dos escoltas llevándole las bolsas.
 Ella, que con el lío que tiene cazando talentos a lazo, había hecho un hueco en su agenda y se dirigía a una timba de brisca, perdón, bridge, con fines puramente benéficos
. Ella, en fin, que destapó personalmente la trama Gürtel.
Una mártir del liberalismo, Esperanza.
 Nuestra Señora de la Igualdad de Oportunidades. Ya lo decía Adam Smith: laissez faire, laissez passer —dejad hacer, dejad pasar— en el XIX.
 Y vienen ahora unos machistas irredentos que aún no han digerido que las mujeres conduzcan, y la retienen ilegalmente un cuarto de hora de Rolex con la de cosas que tiene que hacer por el PP y por España.
 Si eso no es abuso de poder, que vengan Castro y Maduro y lo digan
. Así, no me extraña que Aguirre les soltara dos frescas, lo escandaloso es que Femen aún no les haya hecho un destete a los municipales por falócratas. Ahora, con todo, lo peor no ha sido el episodio, sino cómo la han dejado a los pies de las motos sus congéneres de partido.
 Que todos somos iguales ante la ley, le han espetado Botella y Sáenz de Santamaría.
Porque sé que no eres malpensada, ni rencorosa, ni que cortas cabezas como quien se corta las puntas, Espe. Si no, yo que tú me maliciaría que Ana y Soraya te están ninguneando a ver si dejas el campo libre.
 La delegada Cifuentes no sabe, no contesta.