Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 mar 2014

Proliferación de cabestros y mastuerzas.................................................................. Javier Marías

No sé cómo se las gasta la gente en las demás ciudades
. O bueno, sí en alguna que otra, pero como no vivo en ellas ni son la mía, será más prudente y diplomático dejarlas de lado. 
En Madrid prolifera cada vez más una fauna para mi insólita, y eso que, con excepciones, llevo viviendo aquí desde mi nacimiento en los años cincuenta, cuando había mucha más pobreza, analfabetismo y burricie, o eso parecía
. Con la llegada de la democracia hubo un periodo en el que todo mejoró bastante. No sólo en lo político, claro, también en lo cívico.
 Se deseaba equipararse con los otros países europeos, los ciudadanos mantenían el suelo de sus calles un poco menos guarro, los bares empezaron a no estar tan sembrados de colillas, huesos de aceitunas y cáscaras varias, hombres y mujeres hicieron un pequeño esfuerzo por mejorar su aspecto y por tratarse con algo semejante a la cortesía; la policía, que durante décadas había desplegado autoritarismo y malas maneras, cuando no brutalidad a secas, procuró hacerse educada y amable y ponerse al servicio de quienes le pagaban el sueldo, no por encima de ellos; lo mismo los políticos, a diferencia de los actuales.
 Nunca se nos fue, con todo, cierto elemento de zafiedad y grosería que parece consustancial a una buena porción de españoles. Nunca la televisión ha dejado de emitir mil programas soeces, hasta hoy mismo. Nunca ha dejado de haber humoristas que, por muy “inteligentes” que a sí mismos se llamen, son herederos directos de Martínez Soria y de Mariano Ozores y tienen la misma gracia que ellos, más o menos
. Nunca ha dejado de haber mastuerzos y cabestros por nuestras calles, pero durante un tiempo breve se ejerció cierta presión tácita contra ellos.
 A veces basta con que la mayoría mire mal actitudes, para que quienes las observan se cohíban un poco, se abstengan otro poco y, en el peor de los casos, incurran en ellas medio a escondidas y con disimulo.
Hace mucho que esto ha acabado. He aquí un ejemplo ilustrativo: llevo años viendo cómo en el callejón de Felipe III, que desemboca en la Plaza Mayor –en pleno centro, en la zona más turística de la capital–, legiones de individuos, una noche sí y otra también, mean contra sus arcos con desparpajo absoluto
. Disculpen la ingrata imagen, pero, al tener ese callejón leve cuesta, permanentes chorros bajan hasta la calle Mayor, y como los alcaldes nos han puesto granito –que no se limpia– hasta donde había hierba o tierra, los repugnantes churretones, una vez secos, jamás desaparecen sino que van en bochornoso aumento.
 No hace falta decir que los meadores, ahí y en otros sitios, solían ser varones.
 Hasta hace poco, y esto, para mí, pertenece a lo insólito.
 Las mujeres no hacían eso, no sólo porque la operación les resulta más dificultosa, sino porque tradicionalmente han sido más pudorosas y civilizadas.
 Hará un mes vi, sin embargo, por vez primera, a una joven hacer sus necesidades en ese desdichado meadero
. Estaba claramente “cocida”, lo tomé por excepcional. Pero un par de semanas más tarde pillé a otra en la misma postura animalesca.
 Dos veces puede ser coincidencia, me dije, tres ya serían tendencia.
 Pues bien, un reciente jueves a las nueve de la noche, ni siquiera muy tarde ni en fin de semana de borracheras, en la calle del Puñonrostro, casi en la Plaza del Conde de Miranda –es decir, no en hueco discreto sino en espacio abierto–, veo a una mujer, no una jovenzuela, que se ha bajado los pantalones tranquilamente y evacúa su líquido en cuclillas, casi delante de un convento de las Jerónimas en el que se venden dulces.
 Me dieron ganas de hacer honor al nombre de la calle, pero jamás sería violento con una mujer, etc. A continuación las ganas fueron de afearle la conducta (no era yo el único transeúnte y testigo obligado), pero me di cuenta de que eso tampoco es ya posible.
 Se ha llegado a tal grado de consentimiento de los comportamientos inciviles que hoy, si uno chista a quienes arman bulla de madrugada, corre el riesgo de que éstos se indignen y le den una paliza; si mira mal a quien tira algo al suelo con papelera a mano, recibirá una sarta de improperios; si en un cine ruega a alguien que no sorba ni mastique hasta el punto de convertir en inaudible la película, le contestará que hace lo que le sale del puro y lo mandará a la mierda (eso con suerte); si se queja al que ha aparcado en doble fila, es probable que éste salga con una llave inglesa y le parta el cráneo; si llama la atención a quien se ha colado en una cola, éste lo pondrá de vuelta y media …
 Los groseros, los infractores no sólo infringen, sino que sienten que la razón está de su parte. Su reacción habitual es: “Sí, ¿qué pasa? Cállese usted la boca”.
 Así que, a la altura de la meadora de Puñonrostro, apartándome lo más posible de ella y su flamante charco, sólo me atreví a decir “Jóder”, como quien lo dice para sí mismo. 
La brutalidad sólo crece –ha alcanzado a las mujeres– en esta ciudad gobernada por el PP desde hace veintitantos años
. Por supuesto jamás hay un guardia que le haga la menor observación a nadie.
 Ni educado y amable como los de hace dos o tres décadas ni tampoco autoritario
. Bueno, estos últimos abundan cada vez más, pero suelen estar todos ocupados con los manifestantes pacíficos, en preaplicación de la Ley de Seguridad neofranquista que nos va a aprobar el actual Gobierno, el cual también alberga unos cuantos mastuerzos.
elpaissemanal@elpais.es

Una eternidad de infierno que atravesar......................................... Rosa Montero

El 76% de los homosexuales dijeron haber sido discriminados en el centro educativo.

 

De todos es sabido que, cuando un grupo social discriminado intenta reclamar sus derechos, el sistema establecido se defiende siguiendo unas pautas que siempre se repiten.
 Al principio, cuando las voces rebeldes aún son pocas, el arma preferida es la irrisión.
 Sucedió durante mucho tiempo con las mujeres: las damas sabias eran ridículas; las sufragistas eran feas, machorras, unas histéricas; de hecho, la palabra feminista sigue aún cargada con el plomo de la mofa.
 Luego viene una segunda etapa, que es la del enfrentamiento directo; llegados a ese punto, se discute, se pelea y hay forcejeos políticos, porque las reivindicaciones son ya tan mayoritarias y tan serias que el poder no puede despacharlas con el simple recurso de burlarse de ellas. 
Este periodo es crucial: es entonces cuando se acometen los cambios legales esenciales y cuando la sociedad bascula hacia un nuevo consenso.
Pero luego queda aún una tercera etapa de resistencia del sistema ante el cambio, una fase agazapada y subrepticia que consiste en difundir la especie de que ya no hay discriminación, que el problema se ha acabado y ya no es necesario seguir luchando. 
En el caso de las mujeres nos encontramos ahí y, aunque es evidente que el avance ha sido monumental, lo cierto es que la supuesta igualdad es una falacia.
 Déjenme que ponga ejemplos del mundo literario, que es el que me cae más cerca; es verdad que las mujeres escribimos, publicamos y podemos ser superventas; pero, como dice Laura Freixas, los críticos de los principales suplementos literarios españoles son hombres en un 85%, y sus reseñas son también en un 85% de autores varones
. Por no hablar de las antologías, de las enciclopedias…
 Cuanto más ascendemos por la escala de poder, menos mujeres
. De los 36 premios Nacionales de Narrativa que ha habido desde la Transición, sólo dos han ido a parar a escritoras.
 Y entre los 66 premios de la Crítica, sólo hay tres mujeres.
 Son porcentajes ridículos, y esto no sucede sólo en España; en el Nobel sólo hay un 12% de mujeres (en todas las categorías); en el Goncourt, un 6%.
 No se trata, por supuesto, de una conspiración consciente, sino de la pervivencia de un prejuicio, de la inercia ciega del sexismo (en el que también caemos las mujeres). 
Por cierto, y hablando de cifras grotescas, se acaba de publicar que las ministras británicas ocupan despachos más pequeños: miden de media 21 metros cuadrados menos que los de los hombres. No es un dato baladí: en la carrera del poder, la gente suele matar por un buen despacho.
Sucede exactamente lo mismo con la homosexualidad.
 También hubo una primera etapa de burla al mariquita, un segundo periodo de lucha y de conquista y ahora empiezo a escuchar la consabida cantinela del “ya no hay ninguna discriminación, de qué se quejan”. En los tres últimos meses, el Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM) ha presentado dos sólidos estudios sobre la discriminación homofóbica en nuestra sociedad. El primero está hecho con una muestra de 762 personas que se autodefinen lesbianas, gays, transexuales o bisexuales. Pues bien, un 44% dijeron haberse sentido discriminados en alguna ocasión al ir a alquilar un piso (“fui con mi pareja y cuando le dijimos al dueño que éramos dos mujeres casadas nos contestó que no alquilaba a maricones ni lesbianas”), o en un restaurante, en un bar, en una oficina bancaria, en una tienda o cualquier otro lugar público.
 Aún peor, por lo que supone de angustia prolongada, es el siguiente dato: un 31% dijeron haberse sentido discriminados en el puesto de trabajo, muchos de ellos por verse obligados a soportar bromas constantes y pullas ofensivas. Pero lo más inquietante es lo que sucede en los centros de estudio: un 76% dijeron haber sido discriminados en el centro educativo, mayoritariamente por sus compañeros (92%), pero también por los profesores (26%) e incluso por los padres o las madres de otros alumnos (11%). Esta discriminación puede convertirse en acoso y en un auténtico martirio y llevar a las víctimas hasta el suicidio.
Precisamente el otro trabajo que COGAM acaba de publicar estudia la homofobia en los centros de Secundaria
. Tras entrevistar a 5.272 estudiantes de institutos públicos de la Comunidad de Madrid, descubrieron que nueve de cada diez alumnos consideran que hay rechazo hacia las lesbianas, los gays, los bisexuales y los transexuales; además, un abultado 42% piensan que los profesores muestran una clara pasividad ante comportamientos homófobos

. En semejante caldo de cultivo, es comprensible que el 80% de los que se autodefinen como homosexuales oculten su tendencia y finjan ser quienes no son. Estamos hablando de chavales entre los 12 y los 17 años. Una eternidad de infierno que atravesar. 
@BrunaHusky, www.facebook.com/escritorarosamontero, www.rosa-montero.com

29 mar 2014

Funeral y peluquería..................................... Boris Izaguirre

La Infanta arrebató el protagonismo en el entierro de Suárez. Desde que sus padres la han reincorporado a la foto oficial, Elena de Borbón está más... estimulada.

La infanta Elena saluda a su padre, en presencia de Mariano Rajoy, a su llegada al Congreso para rendir homenaje al expresidente del Gobierno Adolfo Suárez en la capilla ardiente. / CHEMA MOYA (EFE)

Sin que nadie lo imaginara, sin que nadie lo calculara, así, repentinamente, en un funeral de Estado, en un panorama de expresidentes de Gobierno con gesto adusto e incomodidad manifiesta, surgió una figura liberadora.
 Una dama orgullosa de su melena al viento. Amazona, libre, a pesar de estar flanqueada por sus padres, una mujer que cabalga de nuevo: Elena de Borbón.
Si en un funeral se puede sisar protagonismo, Elena lo arrebató en el del expresidente Adolfo Suárez. Desde que sus padres han decidido reincorporarla a la foto oficial, Elena está más… estimulada.
 Es ella la que heredó el andar y el perfil borbónicos aparte de ese humor que tanto le han sonreído a su padre.
 Durante la ceremonia, sin haberlo ensayado, se generó un duelo de peluquería cuando Elena enfrentó su bohemio despeinado a la rigidez untada de queratina del cabello de la princesa Letizia.
 Una vez más quedó demostrado que los nacidos reales tienen esa prioridad de peinar las reglas como les da la gana, mientras que los que se incorporan a la realeza por matrimonio no pueden evitar enredarse en convencionalismos y protocolos respetados tan a rajatabla que terminan por devorarles. Elena fue sin peinar, ¡sí!
 Pero en su despeinado había emoción, gesto, autonomía, incluso amor, para marcar la diferencia en un funeral de Estado.
 Su pelo estofado chocaba con el rocoso cardado de su madre y desafiaba la lisura hipercontrolada de la melena de Letizia que, en un momento dado, pareció como si parte de la coronilla se frisara nerviosamente.
“Eso es porque llegaba del País Vasco”, sintetizó una observadora real.
La muchachada se pregunta si esta reincorporación a la actividad institucional de la infanta Elena no sea una maniobra paterna para poner celosa a la otra infanta.
 Mientras Elena salga y cabalgue de nuevo, es inevitable recordar a Cristina y preguntarse lo que piensa.
 La verdad es que nunca lo sabremos, teniendo en cuenta que Cristina es una persona con poca memoria y reducido vocabulario y al final, antes que celos, se alegrará en Ginebra de no tener que aguantar tipo en funerales, misas y pascuas militares.
Mientras la clase política se miraba el ombligo y transformaba un funeral de Estado en un melancólico intento de reafirmación, Gwyneth Paltrow ha convertido la noticia de su divorcio “orgánico” en el menú del momento
. Ni los supuestos golpes de Estado contra Nicolás Maduro en Venezuela, ni Obama delante de una obra maestra de Rembrandt pidiendo que no se vuelva a repetir lo de Crimea han conseguido desviar la atención al divorcio de esos aristócratas del entretenimiento que son Paltrow y el bello Chris Martin.
 En el reciente número dedicado a Hollywood de Vanity Fair, Graydon Carter, su editor, anunciaba que el tan cacareado artículo sobre la actriz (donde al parecer se vislumbraría la separación) no iba a publicarse, tras una conversación in extremis con ella
. En ese artículo, del que todo el mundo habla sin haberlo leído, habría posibles referencias a las supuestas infidelidades de la mamá de Apple: al parecer no ha podido mantener ese equilibrio entre el yin y el yang que proporciona su régimen. Hombre, es comprensible
. Es bella y odiada a partes iguales, pero queda claro que esa dieta macrobiótica desintoxica de tal manera que te deja sin defensas ante cualquier bombón a la vez que te abre el apetito y dispara la libido. Que si de repente eres la más yoguista del mundo, lo eres.
Y que si de repente te da por la infidelidad reincidente, adelante. Siempre se dijo que tanta desintoxicación no podía ser buena y que acarreaba estos efectos secundarios, de los que nunca te advierten.
 De cualquier manera, una parte de nuestro corazón y de nuestro estómago está con Gwyneth porque te devuelve cierta fe en la vida el que una mujer y un hombre que lo tienen todo de pronto no pueden evitar tanto la aparición de terceros como que un vendaval sentimental los disperse
. Aunque algunos estén celebrando el mal momento de la actriz, porque no en balde es una de las personas más “odiadas” de su industria, esta separación le puede venir bien para mostrarse humana, pelín desequilibrada, mareada de tanta desintoxicación.
 Y qué duda cabe que es un riesgo importante quedarse libre, con hijos, con la melena al viento, sin anillo en el dedo, con 41 años y un Oscar en el salón.
Y aunque de primeras no lo reconozca, el mundo siempre premia a una mujer que toma riesgos.
Arriesgándose a su manera, Patricia Conde, una de las más simpáticas presentadoras de televisión, aprovecha una entrevista en SModa para soltarle una pulla a su exmarido, Carlos Seguí:
 “A los 30, o tienes novio o criterio”. La verdad, lo primero es celebrar que se tengan 30 años, una década que se ha convertido en una encrucijada en la cultura de la celebridad.
 Como si fuera el inicio de la debacle por la temida pérdida de la juventud
. A los 30 se está muchísimo mejor que a los 20, o sea, que ya se debería poseer las dos cosas, querida Patricia, novio y criterio.
Porque, en efecto, a partir de ese momento vienen tiempos difíciles que terminan obligándote a escoger siempre entre control o descuido.
Vamos, ¡si quieres pelo de queratina o melena despeinada!

 

Santo súbito..................Luz Sánchez-Mellado

Vayan por delante mis respetos por todos los finados y cada uno de sus deudos. Pero, admitámoslo, paisanos: nos gusta más un duelo que un bautizo, una comunión y una boda juntos.

Los expresidentes del Gobierno, Zapatero, Aznar y González, en el funeral de Adolfo Suárez. / ULY MARTÍN

Menuda papeleta. A ver quién le saca chispa a una semana tan monopolizada por El Óbito que hasta la prensa rosa lleva crespón negro
. Podría tirar por lo fácil y contarte que Shakira ha celebrado la presentación planetaria de su disco con una merendola con el marido y los íntimos, como quien convida a unos panchitos a los vecinos de la urba para enseñarles el nuevo plasma
. Cero glamour, cero morbo y cero misterio exhibió la exloba abducida por el padre de su lobezno. Dice la diva que la maternidad le ha cambiado hasta la voz, que ahora es “más profunda, más redonda, con otro grosor”, y no hace falta que lo jure
. Estás que estallas los microvestidos de maciza, Shak, pero lo de depredadora sexual insaciable ya no cuela
. Tanto restregarte con Rihanna en el vídeo para luego dedicarle el disco a tus suegros le baja la libido hasta a Escassi.
 Así, no me extraña que Piqué se escapara a ver a Beyoncé partir cocos con los muslos en el Palau Sant Jordi. Esa sí que sabe mantener el aura de leona en celo.
 Seguro que Jay-Z está harto de verla en faja y rulos, pero ella no sale ni a tirar la basura sin un ventilador industrial llevado por dos porteadores nubios alborotándole la melenaza.
Pero no. Una tiene una responsabilidad social y un compromiso con la historia.
 Así que hablaré del Deceso. Vayan por delante mis respetos por todos los finados y cada uno de sus deudos. Pero, admitámoslo, paisanos: nos gusta más un duelo que un bautizo, una comunión y una boda juntos
. En una relación inversamente proporcional a la cercanía con el difunto, vale, tampoco somos tan machotes como Wert, que se crece en el castigo
. Que nos mola una defunción, digo. Tú te enteras por la radio del coche de que la ha palmado un notable, ahí tú sola con tus bajas pasiones, y te desciende un repelús del hipotálamo que no sabes si es más de la pena por el desaparecido, o del gusto de no ser tú el finado.
 Y si es una hecatombe, en vez de hundirnos, nos venimos arriba.
 Como que el otro día, con la falsa alarma de la debacle aérea en Canarias, se registraron más, ejem, erecciones en según qué curros que en el concierto de la diosa texana.
 La excitación duró lo que el estímulo, perdón, el infundio, vale. Pues como todas.
 Las excitaciones, digo.
 Y después del gatillazo nos quedamos así como alelados, entre aliviados y melancólicos. Como todos. Los despueses, digo.
Y voy al Santo Entierro, que no remato ni a tiros.
 Sí, yo también fui a presentar mis respetos al interfecto. Por obligación o devoción, eso es cosa mía, como todos los allí congregados
. No he visto más gente de luto por compromiso desde que Tom Ford decidió que el negro es el nuevo negro. Tenías que ver a los expresidentes González, Aznar y Zapatero hacer como que alternaban para que no se notara que no se tragan ni en pintura
. O a los Príncipes, pobres, que últimamente no ganan para velatorios.
 Hasta el cardenal Rouco, recién jubilado de baranda de los obispos, se plantó en la sede de la soberanía popular a echarle un responso al nuevo Santo Súbito, iba a perderse él una foto histórica. Fuera, mezclada con el agua de las lágrimas, fluía carrera de San Jerónimo abajo el reguero de la sangre de todas las puñaladas que tantos le habían asestado al finado en vida.