Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

9 mar 2014

¿A quién imitan las niñas de hoy en día?

¿A quién imitan las niñas de hoy en día?

Los referentes estéticos de las pequeñas y preadolescentes españolas, de entre tres y 13 años, salen de las series de televisión infantiles y de sus propias casas: las madres y las Monster High compiten en grado de influencia e imitación.

Niñas Disney

Foto: Javier Tomás Biosca

Hubo un tiempo en el que las niñas llevaban vestidos de nido de abeja, faldas con tablas y merceditas. En el que se ponían sin rechistar la ropa que sus madres les compraban, ignoraban lo que era un top y se peinaban con dos coletas. El armario de sus hermanas adolescentes era entonces para ellas fruta prohibida, inalcanzable hasta que superaran la pubertad.
 Hoy, esas mismas niñas se han convertido en madres y ven cómo sus hijas de primaria no solo quieren elegir su propia ropa, sino también cómo lo que escogen, mayoritariamente, es aquello que ven en los programas de televisión infantiles.
«Es la respuesta a nuestro tiempo», apunta el sociólogo especializado en Moda Pedro Mansilla. «Antes se vivía en una cultura en la que todo cuanto tuviera que ver con la sexualización era tabú y, por ello, la ropa infantil estaba impregnada por el buen tono, la educación y los modales.
Ahora hay un clima de tolerancia que, unido al mundo tecnológico –que les permite ver las tendencias de Hollywood, París o Tokio– y a que se educan con la pequeña pantalla, propicia que la apariencia de las niñas de ahora no tenga nada que ver con la que tuvieron sus progenitoras, seguramente porque estas contaron con muchos menos espejos en los que mirarse».
Niñas Disney
Las Monster High. Además de por su revolucionaria estética gótica, esta serie ha enganchado a las preadolescentes por animarlas a aceptar sus defectos.
Foto: Javier Tomás Biosca
Los espejos de hoy –dibujos animados, videoclips, revistas, publicidad, muñecas…– están dando forma a las nuevas obsesiones estéticas de las niñas. Pero, apunta el psicólogo infantil Sergi Banús, director de Psicodiagnosis.es, «no debemos olvidar que también hay una base biológica: hay unas tendencias naturales que favorecen que las pequeñas se decanten hacia colores como el rosa y les interese más su imagen que a los chicos
. Después está el aprendizaje, que tiene mucho que ver con el entorno en el que estamos inmersos: si dentro de su contexto ven que los factores femeninos se asocian a determinados colores se produce un reforzamiento».
 Dentro de esta nueva cultura, continúa, «la forma en que visten los personajes de las series es un modelado muy importante; en ellos, las crías están viendo a figuras que se mueven en un ámbito muy atractivo, asociado al éxito. Las ven muy guapas y populares y tienen esa tendencia a querer seguir sus pasos».
Las niñas, por tanto, imitan. Cuando son más pequeñas, sus referentes suelen ser las princesas: «Están mediatizadas por la influencia de los cuentos, en los que todavía los estereotipos están muy marcados», explica Laura García Agustín, psicóloga clínica, escritora y directora de Clavesalud. Pero hay otro tipo de emulación, más sutil, que se da desde la primera infancia y que puede favorecer que, prácticamente desde que comienzan a hablar, ya discriminen lo que les gusta de lo que no
. En este sentido, Sergi Banús apunta que «es muy difícil establecer a qué edad se toman decisiones estéticas; el factor fundamental será el nivel de maduración de la niña. A los cuatro años aún son muy dependientes del entorno: desde lo sensorial, están muy mediatizadas, no por sus gustos propios, sino por lo que ven. Es algo que no elaboran, porque a esa edad no hay capacidad de razonamiento lógico; están recibiendo estímulos que les resultan más o menos agradables y quieren copiarlos».
Niñas Disney

Foto: Javier Tomás Biosca
Superada la primera infancia, el ideal pasa a ser una adolescente triunfadora, sexy y popular. Tras este cambio subyace el fenómeno conocido como KGOY –kids getting older younger–, porque, como señala la psicóloga Silvia Álava, del gabinete Álava-Reyes Consultores, «antes, la entrada en la adolescencia era más tardía; ahora crecen más rápido
. Rechazan los dibujos animados y los cuentos porque les parecen de bebés, y se enganchan a series que les ofrecen modelos de interacción social y estereotipos que ellas quieren imitar».
Detrás de estas producciones televisivas, continúa Álava, hay «una industria de marketing ymerchandising que estudia lo que atrae a las niñas y se lo ofrece
. Las adolescentes protagonistas de esas series son sus nuevos ídolos, de ahí que pequeñas de ocho años quieran ser cool y molar; y para ello tienen que ir vestidas como ellas».
Niñas Disney

Foto: Javier Tomás Biosca
De todos modos, y aunque su influencia es grande, la responsabilidad de las decisiones estéticas en la infancia no es exclusiva de las series de televisión y del marketing.
 Recientemente, la psicóloga Christine Starr de la universidad Knox de Chicago, publicó en la revista Sex Roles un trabajo de investigación para el que había entrevistado a niñas de entre seis y nueve años a las que mostró dos muñecas de papel. Una de ellas iba vestida de modo sugerente y la otra, más recatada.
 Ante la pregunta «Si pudieras parecerte a una de estas muñecas, ¿cuál te gustaría que fuese?», el 68% eligió a la más sexy y el 72% consideró que, vestida así, sería la más popular del colegio.
Starr apunta como una de las causas de esta nueva percepción el hecho de que muchas madres están sufriendo un proceso de adolescentización, mientras que las niñas viven uno de adultización. «Como si estuviéramos en un mundo al revés», señala la experta.
«Hace 20 años era impensable ver a mujeres, adolescentes y niñas vistiendo igual.
 En la actualidad, mucha ropa infantil solo difiere de la adulta en términos de tallaje», apostilla el sociólogo Esteban Mauli.
Niñas Disney
Las princesitas. La obsesión por el rosa entra en acción desde muy temprana edad. Es un recurso que las niñas utilizan para diferenciarse del otro género y reafirmar su identidad femenina.
Foto: Javier Tomás Biosca

Hay algo que hacer para educar las preferencias estéticas? Silvia Álava aconseja «fomentar los gustos propios de la niña. Está bien que elija, pero hasta un límite: si algo no es de su edad, no debemos dárselo. Y no debemos olvidar que las madres también somos modelos de referencia, tenemos mucho poder, y por eso conviene analizar cómo nos están viendo ellas a nosotras».
¿Sirve de algo desaconsejar determinadas series de televisión o jugar con según qué muñecas? En este sentido, Christine Starr señala que, curiosamente, «las niñas que ven poco la tele son más propensas a identificar popularidad con sensualidad; asimismo, si sus madres son extremadamente conservadoras, pueden también tender a idealizar el ser sexy
. Es el efecto rebote de la prohibición».
Y Álava, concluye: «En todas estas series, el éxito se centra en el aspecto físico
. Y es verdad que, desgraciadamente, ese factor influye, pero no conviene dejárselo ver desde tan pequeñas. Es esencial enseñar a las niñas a ser asertivas: a manifestar lo que piensan y sienten, imitar sin anular su personalidad».
Niñas Disney

Foto: Javier Tomás Biosca
Niñas Disney

Foto: Javier Tomás Biosca
Niñas Disney
Las Violettas. El 95% del universo total de niñas de nueve a 13 años de nuestro país ha visto la serie. Su merchandising fue el regalo estrella las pasadas Navidades.
Foto: Javier Tomás Biosca
Niñas Disney

Foto: Javier Tomás Biosca

Leopoldo María Panero, maldito sea.............................. Javier Rodríguez Marcos


Leopoldo María Panero, sentado en una terraza de la Plaza de las Palomas de León en mayo de 2011. / josé ramón vega gonzález

“No tenía a nadie”. Así resumía hace unas horas el editor Antonio Huerga la soledad en la que ha muerto Leopoldo María Panero a los 65 años
. Lo decía para explicar la incertidumbre sobre los restos del poeta: “¿Incinerarlo? ¿Enterrarlo? ¿Quién decide? No tenía a nadie”.
Tras la desaparición de su hermano Juan Luis en septiembre pasado, la muerte de Leopoldo es el último capítulo de una convulsa historia familiar llevada al cine por Jaime Chávarri y Ricardo Franco.
 Él decía que prefería la película del segundo “por los colores”. Lo decía como lo decía todo, con una salvaje ingenuidad llena de citas de poemas ajenos y propios, teorías conspirativas, críticas a España, a la OTAN, a sus editores o a sus compañeros en el psiquiátrico de Las Palmas, donde se había recluido voluntariamente hace más de una década.
 Los elogios quedaban reservados para sus colegas de generación: Gimferrer, Colinas o Ana María Moix, fallecida la semana pasada.
“Vivo dentro de la fantasía paranoica del fin del mundo y no solo no quiero salir de ella sino que pretendo que los demás entren en ella.
 Todas mis palabras son la misma que se inclina hacia muchos lados, la palabra FIN, la palabra que es el silencio, dicha de muchos modos”.
 Así abría Panero su poética para Nueve novísimos, la antología de Josep Maria Castellet que le señaló en 1970 como una de las grandes promesas de la literatura por venir. Era el más joven de la selección y dos años antes se había estrenado con Por el camino de Swan, publicado en Málaga en 1968.

Poema inédito

sciammarella
En cuanto a la tristeza como modo de venerar la libertad no libre del delirio
Diré lo mismo de otra forma porque la repetición es un señuelo casi inteligente
Ciertamente la mano polvorienta de un enano
Enseña a los hombres un pez
Significando la poesía
Que se opone bastardamente a la verdad
Que rumia aforismos en pie sobre las tumbas
Sobre las que llora el ruiseñor
Como una bruja significando el silencio
Con un vaso de placenta enemiga de la verdad
La poesía como un hombre enemigo del hombre
Azuzando a sus perros
Para que persigan la eternidad que venden los relojeros.
Del poemario Rosa enferma, que publicará en otoño Huerga y Fierro.
Repasar su vida durante ese año inaugural permitiría hacerse una idea de quién era Leopoldo María Panero, un poeta crucificado entre su propia desmesura y los tópicos de loco oficial de la poesía española. 1968 fue el año de su primer libro, de su primer intento de suicidio, de su ingreso en el Instituto Frenopático de Barcelona y de su paso por la cárcel de Carabanchel después de que lo detuvieran en Madrid junto a Eduardo Haro Ibars por consumo de marihuana y le aplicaran la Ley de Vagos y Maleantes. También fue el año en que escribió Así se fundó Carnaby Street. Publicado en 1970, ese libro contiene ya hecha (y deshecha) la voz de un autor que escribía todo lo que se le ocurría y publicaba todo lo que escribía.
 Cuando en 2001 Visor reunió su poesía completa hasta ese momento -588 páginas, una veintena de títulos- Panero tenía ya tres libros más en marcha en tres editoriales distintas. Uno de ellos Prueba de vida, una “autobiografía de la muerte” cuyo maltrecho mecanoscrito original paseaba por Las Palmas dentro de una bolsa de tela entre cintas de Los Chichos y antologías de Emily Dickinson.
A su muerte, Leopoldo María Panero ha dejado, al menos, un poemario inédito titulado Rosa enferma. Huerga y Fierro, su editorial de los últimos años, lo publicará el próximo otoño.
 Entre tanto, el sello madrileño ha emprendido la publicación de su obra título a título. De esa serie forman parte poemarios como Teoría, Narciso en el acorde último de las flautas, Last River Together, El último hombre, Poemas del manicomio de Mondragón, Contra España y otros poemas no de amor o Locos. Irracionalismo, expresionismo, culturalismo y hermetismo atraviesan una obra irreductible a una fórmula salida del cerebro de un hombre irreductible, más fácil de tratar para los rockeros que para los catedráticos.
El desencanto, sus intervenciones en público y sus apariciones en la radio (La ventana) o la televisión (Crónicas marcianas) quedarán para la leyenda del penúltimo poeta oficialmente maldito.
 En la memoria de sus lectores -y son muchos- quedarán los versos de “Deseo de ser piel roja”, “El loco mirando desde la puerta del jardín” o “Ma mère”, dedicado “A mi desoladora madre, con esa extraña mezcla de compasión y náusea que puede solo experimentar quien conoce la causa, banal y sórdida, quizá, de tanto, tanto desastre”.
 Era en 1979. Ocho años más tarde subtituló como “reivindicación de una hermosura” otro poema, “A mi madre”, que termina: “y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra / y ahora que el poema expira / te digo como un niño, ven / he construido una diadema / (sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve)”.

Cómo robar a gente sola.......................................... Santiago Roncagliolo

Había claudicado ante unos ladrones para ahorrarme problemas. Era un cómplice. Un esbirro.

 

Pep Montserrat

OK. Confieso. Estaba mirando porno. Trabajo solo todo el día y hay momentos aburridos. Nada grave. Pero si aún le parece mal, alégrese. Recibí mi castigo.
Ocurrió después de la última escena.
 Cerré la ventana de un decente intercambio monógamo Dane Jones –lo más cercano al romanticismo en el género– y, relajadamente, miré la pantalla. Ante mí se erguía el Rey de España.
Su Majestad llevaba un uniforme militar negro y una banda. A ambos lados lucía sendas insignias del Cuerpo de la Policía Telemática Nacional. Y había un texto.
Traté de cerrar la ventana. No se cerraba. Estaba bloqueada. Leí el texto.
Me informaba de que yo era sospechoso de formar parte de una red internacional de pederastas.
 He visto esos operativos policiales por televisión. Detectan por Internet a los consumidores y los arrestan. Según sus indicios, yo había estado en una página de descargas de pornografía infantil.
Pensé: ¿en qué lío me he metido? Yo nunca he visto menores en esa página (tampoco entro mucho, ¿OK?). Pero, claro, no he visto el DNI de ninguna actriz.
La acusación añadía posibles daños a la propiedad intelectual. La página podía atentar contra derechos de autor de directores y guionistas porno registrados.
 Como escritor, pensé que además estaba traicionando a mi gremio. Me sentí como una cucaracha.
El requerimiento, así se llamaba, concluía con una multa, a pagar por Internet.
 Para no exponer mis datos de crédito, debía embolsar cien euros con tarjetas de pago digital disponibles en Correos. De no hacerlo, mi ordenador quedaría bloqueado durante 48 horas, y se procedería a una investigación. Apagar el equipo o borrar partes sensibles de su disco duró sería considerado en adelante “destrucción de pruebas”.
Traté de cerrar la página. Una y otra vez. Aparecía un globo: operación bloqueada.
Estaba desesperado. No temía ser arrestado, pero me imaginaba miles de interminables trámites en comisaría con el disco duro ­bloqueado
. Dos días sin trabajar podían ser caros. ¿Tendría que pagar?
Fui a Correos. Le expliqué al vendedor lo que había pasado. Me explicó que era una estafa. Que la policía no hace eso. Más bien, yo tendría que denunciarlo a la policía y llevar el ordenador a un técnico. O sea, dos días sin trabajar.
 Si no quería, tenía otra opción: pagar.
Compré la tarjeta odiándome a mí mismo. Había claudicado ante unos ladrones para ahorrarme problemas. Era un cómplice. Un esbirro. Hasta que me acordé de mi amigo Óscar, que trabaja con ordenadores, y lo llamé:
–Óscar, no te lo vas a creer. Me han hecho una estafa con el Rey de España…
–Mirando porno, ¿eh?
–Por favor, estoy en un momento sensible…
–Reinicia el ordenador.
–Pero dice que…
–Reinicia. No es un virus. Es solo un cookie.
Cuando la pantalla vuelve en sí, el Rey cookie ha desaparecido. Todo vuelve a ser normal.
Mi amigo me enseña otra estafa, una para gente buena. Es un mail desesperado de una mujer que dice estar atrapada con sus hijos en Ucrania. Iba de vacaciones y no ha podido salir. Los antidisturbios han incendiado su hotel. Debido a la violencia, los consulados están cerrados, y no podrá abandonar el país si no recibe una transferencia inmediata. Hay incautos que se conmueven y le mandan el dinero. Hay otra estafa habitual en los facebooks masculinos: esa chica exótica que quiere saber más de ti.
En las estafas electrónicas, te estafas tú mismo. No hay oficinas inventadas. Nadie te presiona. Ni siquiera te habla. La víctima son tus miedos, tus deseos y tus culpas. Lo que has hecho mal. Lo que te gustaría hacer bien. Tus ganas de que una chica quiera saber más de ti. Los robos del siglo XXI están diseñados para gente sola.
Por suerte, al final no he caído. Aún tengo una tarjeta digital cargada con cien euros. Pero si la uso, no habré perdido el dinero. Pregunto qué se puede comprar con ella. La respuesta es obvia:
–Porno de Internet.
@twitroncagliolo
elpaissemanal@elpais.es

Voracidad y lloriqueo................................................Javier Marías

Si Hacienda recauda sin respiro, hay un momento en que al ciudadano común no le salen las cuentas.

Muchos jóvenes lo ignoran y muchos que no lo son lo recuerdan difusamente: durante el franquismo no había declaración de la renta, y así bastantes creían que no pagaban impuestos.
 Claro está que los había: los indirectos eran legión, numerosas empresas eran estatales (Telefónica, Tabacalera, Renfe, etc), y lo normal era la apropiación directa e indebida. El sistema era corrupto desde su nacimiento, y por él se regían desde la Jefatura del Estado (ya saben cuántas cosas se “regalaban” a Franco y a su mujer, incluidos pazos gallegos y multitud de collares) hasta la última alcaldía (con excepciones).
 Por eso, una vez en democracia, costó gran esfuerzo que la población asumiera que debía pagar una cantidad proporcional de sus ganancias para el mantenimiento de la nación. Hubo que hacer campañas publicitarias (“Hacienda somos todos”, la más famosa) para inculcarle a la gente una idea que la mayoría de los países europeos tenía asimilada e interiorizada desde hacía décadas.
 No fue fácil, y el convencimiento de que era necesario y conveniente contribuir jamás fue completo. Ha habido capas de la sociedad a las que eso ha reventado siempre: individuos insolidarios y predispuestos a la trampa. Pero a medida que se vieron resultados (una sanidad pública ejemplar, una educación universal y digna), el grueso de los ciudadanos se avino, aunque nunca pueda haber entusiasmo a la hora de rascarse el bolsillo.
 Fue frecuente consolarse pensando: “Si me toca apoquinar tanto, también es porque me ha ido bien este año”. Que los españoles se acostumbraran y lo aceptaran (en la medida en que se logró eso), resultó en todo caso tarea ímproba.
Desde que gobierna el actual Gobierno, si no antes, toda esa paciente labor se ha tirado por la borda. Por un lado, se ha dejado de percibir a la Agencia Tributaria como a un organismo justo, equitativo y honrado. En ella se han producido destituciones turbias y escándalos
. Ha aplicado una cómoda amnistía fiscal a los grandes defraudadores, y ha flotado la sensación de que se los premiaba por faltar a sus obligaciones.
Ha llevado a cabo arbitrariedades inadmisibles: por poner un solo ejemplo, muchos artistas y toreros cobraban a través de sociedades, lo cual les traía beneficios fiscales; es posible que esto fuera injusto, pero era legal hasta hace cuatro días.
De pronto, Hacienda decide que ya no y convierte su decisión en retroactiva, e impone monstruosas multas por algo que en su momento estaba enteramente permitido
. Por recurrir a los símiles futbolísticos que tantos entienden, es como si mañana se decidiera que los tiros a los postes son gol, y en función de ese cambio se alteraran los resultados y títulos de las tres últimas temporadas: como el Madrid estrelló cuatro balones en el travesaño en tal y cual encuentro, sumó tres puntos aquí y allá en vez de ninguno, luego fue campeón de Liga en 2013 y no lo fue el Barcelona.
 Para cualquiera salta a la vista que eso no puede hacerse.
Y sin embargo es lo que la Hacienda de Montoro viene haciendo con la chulería y el autoritarismo consustanciales a este sujeto.
Cuando las leyes son abusivas, los ciudadanos empiezan a no sentirse obligados por ellas. Cuando el 62% de la factura de la luz son impuestos; cuando ésta y el agua y el gas están gravados con un IVA del 21%, amén de otras tasas; cuando el Estado cobra si usted coge el metro o un autobús o un taxi; si regala unas flores; si va a hacer la compra; si se toma una cerveza o cena en un restaurante; en suma, cobra de cada transacción que efectuamos, por pequeña que sea.
Si además le estamos adelantando dinero –prestándoselo– continuamente mediante el IRPF y los pagos fraccionados; si en junio podemos llegar a entregarle el 53% de nuestros ingresos (si nos ha ido muy bien, claro); si cuando alguien muere, el dinero y las propiedades que deja –y por los que el difunto tributó ya en vida– se los embolsa en alta proporción el Estado (por qué eso es así es algo que jamás entenderé, por mucho que esté establecido); si Hacienda recauda sin respiro y por doquier y por todo concepto, hay un momento en que al ciudadano común no le salen las cuentas.
 ¿Cómo es que ese mismo Estado devorador lloriquea y se queja de su indigencia? ¿Cómo es que se permite despedir o jubilar a médicos, empobrecer y encarecer la sanidad, subir las tasas universitarias y las judiciales, reducir las becas o su cuantía, abandonar las carreteras al deterioro, reducir las pensiones, fomentar el desempleo, inyectar miles de millones a los bancos que no conceden créditos y ahogan a los comercios, albergar a incontables corruptos y hacer la vista gorda con ellos cuando no protegerlos, gastar sumas demenciales en autopistas que nadie utiliza y aeropuertos sin aviones, en montar “embajadas” superfluas y dejar “palacios” inacabados, de la Justicia o de las Artes, sin que ningún político responda por semejantes despilfarros?
Siempre vi con malos ojos a los defraudadores, incluso a quienes hacían chapuzas sin IVA. Ya no: cada vez los entiendo más, y lo lamento.
 Cada vez entiendo más que, ante unas leyes abusivas e injustas, ante un organismo saqueador y arbitrario, los individuos se defiendan y, a poco que puedan, no cumplan.
Entre las mil cosas graves que ha traído este Gobierno, no será la menor haber conseguido que la gente se sienta justificada al consumar un engaño
. Con lo que costó convencerla de que había que contribuir, y en particular a las arcas de Hacienda.
elpaissemanal@elpais.es