Ellen DeGeneres lo dejó bien claro nada más empezar la
86ª edición de los Oscar.
Había dos posibilidades: la primera que gane
12 años de esclavitud
. La segunda, que todos sean unos racistas
. De ahí que
la victoria le llegara a un filme
que, como en anteriores ceremonias de premios, tan solo recibió otras
dos estatuillas además de la de mejor película.
El teatro Dolby puesto
en pie no dejó duda de la calidad de este trabajo, aunque el nombre más
repetido a lo largo de toda la gala fue el de Alfonso Cuarón, el
director, productor, guionista y montador mexicano que además de
conseguir la primera estatuilla de su carrera como mejor realizador convirtió su filme,
Gravity, en la gran ganadora con un total de 7 premios.
“Hablaba en serio cuando comenté que fue una experiencia que me
transformó, porque fue un proceso y esto marca ahora el final de ese
viaje”, confesó el primer mexicano que gana un Oscar a la mejor
dirección mientras sujetaba sus dos estatuillas recién conseguidas y
anunciaba que celebraría su victoria con “una no, con muchas cervezas”
.
La misma alegría que expresó Steve McQueen como director de
12 años de esclavitud.
No consiguió el premio al mejor realizador pero saltó “a lo Van Halen”
celebrando su victoria a mejor película al convertirse en el primer
negro en conseguirlo.
“Les diría a los chavales que quieren ser
directores que lo hagan, que lo sean, porque los sueños se pueden hacer
realidad”, expresó un director que por fin se creyó su victoria.
Por lo demás, no hubo sorpresas. No las hubo cuando Cate Blanchett
fue llamada al escenario, como clara favorita que se llevó el Oscar como
mejor actriz por su trabajo en
Blue Jasmine.
Ella misma lo
sabía y fue la primera en sentar a una sala puesta en pie porque “somos
demasiado mayores para estar levantados”.
Su sentido de la ironía y del
buen humor se mantuvo al hablar con la prensa donde recordó que llegar
como favorita no es necesariamente una ventaja.
“Es una presión intensa e
insoportable así que sólo me puedo alegrar de que todo se haya
acabado”, dijo sin ningún pesar, contenta de ser la primera australiana
que gana el Oscar a la mejor actriz.
Su sentimiento fue compartido cuando Jennifer Lawrence pronunció el
nombre de Matthew McConaughey como ganador de la estatuilla a mejor
actor.
Ni tan siquiera el intérprete pudo mostrar sorpresa al oír su
nombre.
En su rostro solo se vio la tranquilidad que siente alguien al
final de una larga y dura carrera.
Pero una carrera que vale la pena y a
la que animó a todos en su discurso, palabras muy preparadas pero
emotivas. "No puedo decir que lo esperaba”, aclaró antes de decir una
frase repetida por todos: la estatuilla como “el final del viaje”
Fue una noche de sueños, algunos hecho realidad como los de
Lupita Nyong’o y
Jared Leto,
ambos ganadores también esperados como mejores intérpretes de reparto.
Los dos subrayaron la importancia de “hacer que lo imposible sea
posible” y animaron a su público a seguir soñando.
“No importa de dónde
seas, tus sueños importan”, recordó la actriz nacida en México pero de
sangre keniana llevada por las lágrimas de la emoción y la alegría de
una victoria anunciada gracias a su trabajo en
12 años de esclavitud.
Nyong’o fue la belleza de la noche y también el retrato de la
felicidad. Igual de esperada fue la estatuilla que recibió Leto por su
trabajo en
Dallas buyers club,
aunque su discurso fue mucho más inesperado, sorprendiendo la gala con
un recordatorio a la situación que viven en este momento en Ucrania y en
Venezuela.
“A todos los soñadores de Ucrania y Venezuela, estamos
aquí”, dijo antes de dedicar el Oscar a su madre por enseñarle a soñar
.
Entre bambalinas el actor organizó su propia revolución, dejándole su
estatuilla a todos aquellos que se encontraba en el camino e incitando a
una “orgía” con el Oscar en la sala de prensa. “¿Quién es ahora vuestro
ganador favorito?”, preguntó atrevido dispuesto a celebrar su victoria
hasta el amanecer.
En este mundo de sueños Cuarón fue el perdedor que disfrutó de la mayor victoria
. En total
Gravity
obtuvo siete de las diez estatuillas que defendía y en todas y cada una
de las victorias, a mejor banda sonora, montaje de sonido, mezcla de
sonido, fotografía, edición y efectos especiales (además de dirección)
el nombre que fue repetido una y otra vez fue el de Alfonso Cuarón. No
sólo se quedó sin la estatuilla a la mejor película, como en su día le
pasó a otros grandes títulos del cine como
Cabaret, sino que cuando el director mexicano salió a recibir el primer galardón por el montaje de
Gravity
le quitaron el micrófono a la hora de hablar. “
Lo que quería era
dedicarle la estatuilla a Sandra Bullock y rendirle los honores a su
interpretación porque sin Sandy nada hubiera sido posible.
Eso, además
de darle las gracias a mi familia", bromeó el director que luego se
desquitó al recibir el premio al mejor realizador.
“Alfonso es mi amigo, mi maestro y su curiosidad nos ha llevado hasta
aquí”, recordó el director de fotografía Emmanuel Lubezki con el Oscar
en la mano
. Ambos cumplieron los sueños de México consiguiendo las
primeras estatuillas de su carrera. Pero la tercera mexicana, al menos
de nacimiento, de la velada, la keniana Nyong’o prefirió no entrar en
nacionalismos. “Creo que esta estatuilla me pertenece”, respondió con
una sonrisa a los que le preguntaron cuanto de su victoria le
correspondía a México.
El campo de la animación dio la mayor sorpresa cuando la Academia
pasó del cortometraje favorito, que suponía la vuelta de Mickey Mouse a
la pantalla con “Get a Horse!”, prefiriendo la pequeña producción franco
luxemburguesa
Mr. Hublot.
Pero a la hora de votar por el mejor largometraje fue imposible olvidar el éxito de
Frozen,
película que hoy superó los mil millones de dólares en la taquilla
mundial a la vez que conseguía sus dos galardones, sumando al Oscar a la
mejor película animada el de mejor canción para
Let It Go.
El Gran Gatsby
completó la lista de ganadores de esta velada donde los académicos
también apostaron por lo seguro y votaron por un vestuario y una
dirección de arte de época, una tradición difícil de romper en estos
galardones.
Sin embargo, en el caso de
Dallas Buyers Club la
cinta consiguió finalmente tres estatuillas cuando sumó a las dos de sus
actores la de mejor maquillaje por un trabajo hecho con 250 dólares.
“Matthew y Jared ya habían hecho todo el trabajo cuando llegaron a
nuestras manos”, recordó la ganadora.
En medio del sentimiento de déjà vu que fueron los galardones, que también confirmaron la victoria de
Her como mejor guion original y
12 años de esclavitud
como mejor guion adaptado, DeGeneres proporcionó los mejores momentos
de una noche
. Con 25 millones de seguidores en Twitter, la presentadora y
actriz se empeñó, por ejemplo, en batir un nuevo récord en la carrera
de Meryl Streep, nominada al Oscar 18 veces a lo largo de su carrera. La
nueva meta para la actriz de actrices: estar en la foto más veces
retuiteada.
Teniendo en cuenta que el
selfie que sacó DeGeneres
contaba no solo con Streep sino con Brad Pitt, Angelina Jolie, Jared
Leto, Julia Roberts, Kevin Spacey y Bradley Cooper, entre otros, está
claro que la victoria estaba de su lado cuando la ceremonia todavía
estaba en marcha.
O esas pizzas que repartió sin olvidarse de las
embarazadas -bastantes- que estaban en la audiencia como Kerry
Washington o Elsa Pataky con Brad Pitt dando platos entre la misma
audiencia mientras el productor y millonario Harvey Weinstein se hacía
cargo de la propina obligado, en cámara, por DeGeneres.
La victoria de
Helium en la categoría de mejor cortometraje dejó a España sin la única posibilidad de victoria y a Esteban Crespo, realizador de
Aquel no era yo,
con las manos vacías aunque tampoco fue una sorpresa dentro de la
industria teniendo en cuenta la inversión tanto económica como emocional
de una producción danesa que durante semanas empapeló la prensa local
con anuncios, una campaña inusual (y prohibitiva) para un cortometraje.
Mientras, en las proximidades de la alfombra roja, las diferencias
económicas también se dejaron sentir entre el medio millar de
manifestantes que hicieron el mismo paseíllo que los candidatos pero
vestidos de verde y con un único mensaje: un poco de respeto a los
técnicos de efectos especiales, los que hace posible la magia del cine y
que están viendo cómo sus trabajos desaparecen en California mientras
los grandes estudios buscan mercados más económicos en los que jugar a
hacer cine.