Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

28 feb 2014

‘El padrino’ gana el Oscar de los Oscar.....................

El filme es votado por los lectores como el mejor de los que han obtenido el Oscar a mejor película en las 86 ediciones del premio.

 


Fotograma de 'El padrino' (1972), de Francis Ford Coppola.

Ni el genio de Billy Wilder en El apartamento ni la pionera Alas, de que inauguró la locura de los Oscar. El padrino, de Francis Ford Coppola, ha sido votado por los lectores de EL PAÍS como el Oscar de los Oscar, el mejor filme entre los premiados a mejor película en los 85 años de vida del galardón hollywoodiense.
 Con el 52,98% de los votos, El padrino (1972) se ha impuesto a El apartamento (1960) apoyada por el 24,93% de los votantes, y a Alas (1927) con el 22,09% de los votos.
El padrino ganó el premio a mejor película en 1972, en la 45ª gala de los Oscar. Además, se llevó la palma en las categorías de mejor actor (Marlon Brando) y guion adaptado (Mario Puzo, autor de la novela que dio origen al filme, y Francis Ford Coppola)
. Nada comparable, en realidad, con el éxito de la segunda parte de la saga, El padrino II, que en 1974 se llevó seis estatuillas de las 11 a las que optaba: película, dirección, guion (Puzo y Coppola), actor de reparto (Robert de Niro), banda sonora (Nino Rota y Carmine Coppola) y dirección artística. El cierre de la historia de la familia Corleone, sin embargo, no fue premiado con los favores de la Academia, y se fue de vacío en 1990, pese a que optaba a siete Oscar.

A la película, apertura de la saga de Coppola, no le han faltado distinciones por parte del público.
 En 2008, por ejemplo, fue votada la mejor película de la historia por la revista Empire, tomando en consideración la opinión de 10.000 lectores, 150 profesionales de Hollywood y 50 críticos.
 En 2012, los lectores de este periódico la eligieron como mejor película de la historia del cine.
Este es el artículo que escribió sobre ella el crítico de cine Jordi Costa, hace dos días, junto a las otras dos candidatas.

El padrino: Nunca te pongas en contra de la familia

por Jordi Costa
La cabeza de caballo ensangrentada que descubre el productor cinematográfico Jack Woltz (John Marley) en su lecho, al despertar, se erigió en una de las imágenes icónicas de la película que hizo de Francis Ford Coppola el cineasta más rico de su generación
. Depositada por orden del consejero Tom Hagen (Robert Duvall) para conseguirle un papel en Hollywood a Johnny Fontane (Al Martino), la cabeza cortada era una alusión directa a las injerencias de la mafia en una industria del espectáculo que, entre otras cosas, utilizó al crimen organizado como uno de sus grandes temas desde que Josef von Sternberg rodase su fundacional La ley del hampa (1927). Durante la producción y el rodaje de la película de Coppola, la Asociación de Amistad Italoamericana, a cuyo mando estaba el capo mafioso Joe Colombo, intentó impedir el acceso a algunas localizaciones y amenazó de manera directa tanto al director como al productor Robert Evans. Un foco de tensión más en un proceso creativo que fue largo y tenso y durante el cual nadie parecía apostar por lo que aguardaba al final del camino: una obra maestra que marcaría un radical punto y aparte en el tratamiento de la Mafia en el cine.
Tras años de tradición en los que la figura del gángster cinematográfico permanecía encerrado en las dinámicas narrativas de la ascensión y caída –la saga mafiosa como versión perversa del sueño americano, El Padrino, a partir del best-seller de Mario Puzo, se adentraba en un territorio inédito: la intimidad del clan de poder, con su crepuscular figura patriarcal gestionando sus favores como un Papa criminal, bajo la luz tenebrista de un Gordon Willis que se ganó el apodo de Príncipe de la Oscuridad por su arriesgada dirección de fotografía. Aquí ya no había caída y castigo, sino una mirada obsesiva a los códigos internos de un universo claustrofóbico, puente entre el Viejo y el Nuevo Mundo, con la lealtad como concepto rector y la traición como pecado capital. Coppola dibujó la Mafia como una realeza en la sombra, con sus protocolos internos; articulando, a partir de los conceptos de herencia y línea sucesoria, una narrativa de la corrupción y la degradación del ideal como destino trágico inevitable.
El contraste entre la celebración de la boda y las reuniones de Don Vito Corleone (Marlon Brando) en el interior de su despacho y el montaje paralelo entre el bautizo y la masacre ordenada por el heredero al trono Michael Corleone (Al Pacino) fueron dos de las colosales pruebas de fuerza que orquestó un Francis Ford Coppola que llegó al proyecto sin confianza en el mismo: su supuesta vocación comercial suponía para él una traición a sus principios como cineasta que se contemplaba a sí mismo como autor capaz de formular la respuesta americana a la Nouvelle Vague. Sus credenciales como director hasta el momento tampoco suponían una total garantía para su valedor Rober Evans, que más tarde se atribuiría los méritos de El Padrino por sus sugerencias en la fase de montaje. Tampoco confiaban los productores ni en un Marlon Brando que arrastraba fama de huracán incontrolable, ni en un Al Pacino que no parecía tener carne de estrella. Todos se equivocaron. El Padrino permanece.

Ellas tampoco cuentan Por: Jenn Díaz ...............................Del Blog Mujeres.................


Ellas tampoco cuentan

Por: | 28 de febrero de 2014
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Cristina Morales, por Javier González López
Imagínate que eres una mujer —o mejor, una escritora.
 Y que como escritora eres invitada a una mesa de escritoras para hablar del proceso creativo. Y que como mujer eres invitada a una mesa de mujeres. Para hablar de literatura, imagínate. Imagínate que eres literatura, y que como literatura estás en boca de los hombres, en las manos de las mujeres, entre los libros, entre los dientes
. Imagínate que eres la sociedad y que necesitas justificar una mesa de literatura y que la literatura no basta pero tampoco la mujer, la escritora, basta.
Ahora imagínate que Cristina Morales (Granada, 1985) es escritora y está hablando en una mesa redonda, una Mesa de autoras, con un subtítulo y que ese subtítulo es 'Ellas también cuentan'. ¿Qué quiere decir también?
 Quiere decir que además de los hombres, las mujeres también escriben —son capaces. Cristina Morales es, imagínate, un personaje de ficción de la novela Los combatientes (Caballo de Troya, 2013), y como personaje, pero también como mujer y sobre todo como escritora, está intentando que en una mesa de literatura con un nombre poco literario no se hable ni de cuentos ni de libros ni de escritoras —se hable de mujeres, se hable de ese «también» tan molesto
. Porque aunque es un también a priori inclusivo, a priori positivo, Cristina Morales va más allá.
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En primer lugar su necesidad, en segundo lugar su oportunidad, en tercer lugar y por último su denominación. Uno, ¿hace falta reunir a  tres mujeres para que hablen específicamente como mujeres sobre relato? Dos, ¿es oportuno convocar una mesa formada sólo por mujeres y moderada por un hombre cuando hace dos días esta misma feria acogió otra mesa sobre relato formada sólo por hombres y moderada también por un hombre? Tres, ¿por qué la mesa de hace dos días se llamaba 'Mesa de autores' y la presente se llama 'Mesa de escritoras', subtítulo, 'Ellas también cuentan'? ¿Por qué la denominación de la mesa de mujeres lleva subtítulo y la de hombres no? ¿Esta segregación responde a una elemental clasificación sociológica como es el sexo, igual que se habría podido seguir otro criterio como el económico, estableciendo, en su caso, una 'Mesa de autores con ingresos inferiores a 20.000 euros al añ'o y otra 'Mesa de autores con ingresos superiores a 20.000 euros al año', es decir, que esta mesa tiene aspiraciones estadísticas?

¿O responde esta segregación a una política de discriminación positiva porque en una única mesa formada por hombres y mujeres ellas no serían capaces de hacerse oír al quedar a la sombra del predominio de ellos? ¿O todo lo contrario, y esta mesa lo que pretende es romper una lanza a favor de lo políticamente incorrecto, tan censurado en nuestros días, y demostrar que si la segregación sexual funciona en el Opus Dei también funciona en la literatura?

Mientras estas preguntas no sean respondidas, y a vista de lo mal que le va al género del cuento en España desde que desapareció la prensa periódica, propongo rebautizar esta mesa con el nombre de 'Ellas tampoco cuentan".
Olvida todo lo que has imaginado hasta ahora y vuelve a la realidad: Cristina Morales, cómicamente, plantea todas estas preguntas, una batería, una metralleta cargada de preguntas que se hacen las escritoras que, pobres, se reúnen para hablar de literatura y para dar el pecho a sus hijos y para tomar el café por las tardes y poder charlar tranquilamente de la vida, de sus maridos.
 ¿Es esto una exageración? Imagínate que no.
¿Qué se pretende en las mesas de literatura sin literatura?
 Del mismo modo que en las mesas de escritores jóvenes no se habla como escritores sino como jóvenes, en las mesas de discriminación (femenina) positiva literaria sirve para cualquier cosa menos para discriminar positivamente a la escritora —por otra parte, cuando hay superioridad masculina, en número, nadie utiliza esas dos fantásticas palabras que, unidas, parecen un regalo: discriminación positiva.
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Cristina Morales, por Joaquín Puga
La discriminación positiva es discriminación, sin adjetivos, y sólo hace que darnos una palmadita en la espalda, en el mejor de los casos, o un motivo para seguir estando aparte, sin contar tampoco.
 ¿Qué pasa cuando nos alzan por encima de los hombres?
 Que priorizamos el tema equivocado, que premiamos mayor número de mujeres que de hombres y nos olvidamos de lo verdaderamente importante, el motivo de la reunión —en este caso, la literatura
. ¿Qué ocurre con la discriminación positiva?
 Que está hueca, que quien la propone no hace sino realzar las diferencias, el sometimiento. ¿Por qué
la sociedad considera que la mujer debe ser discriminada positivamente?
 Porque antes ha sido discriminada negativamente. ¿La negativa se soluciona con la positiva? No. Las escritoras no quieren mayor visibilidad que los hombres, pero sí mayor visibilidad.
Las escritoras no quieres nada que no le pertenezca ya al escritor, y no se cansa de buscar ese espacio que, seguro, tiene que haber para ella: no uno que está sobre el hombre ni a mitad, que esté al lado: que cuente también.
Es ahí donde se detiene Cristina Morales, en la infinita importancia de una palabra que desmonta el esfuerzo y el trabajo de tantas escritoras; es ahí donde Cristina agudamente pelea; Cristina Morales, el personaje de Los combatientes, la mujer escritora, la mujer que escribe, que ¡también cuenta! —la mujer con subtítulo.
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Centenares de aficionados dan el último adiós a Paco de Lucía en Madrid

El Príncipe acude a la capilla ardiente, junto a familiares y personalidades del flamenco y la cultura.

El Príncipe de Asturias junto a familiares y allegados de Paco de Lucía en el Auditorio Nacional donde se encuentra instalada la capilla ardiente del guitarrista. / Emilio Naranjo (EFE)

La comitiva fúnebre del músico Paco de Lucía, fallecido el martes en México a los 66 años de edad, ha llegado a las 13.30 al Auditorio Nacional, donde se ha instalado la capilla ardiente en memoria del genial guitarrista flamenco.
 A esa hora, eran ya centenares de personas las que le esperaban, formados en una hilera de luto y respeto que daba la vuelta al edificio.
10 coches negros escoltaban el cuerpo del artista, que viajaba en el interior de un Mercedes azabache, procedente del aeropuerto de Barajas.
 El cadáver ha llegado esta mañana a bordo de un avión comercial que partió de Cancún e hizo escala en Nueva York
. Le acompañaban sus familiares más cercanos, muchos de ellos artistas, como su hermano, el también guitarrista Pepe de Lucía y la cantante Malú, su sobrina.
 El féretro se ha colocado en el escenario de la Sala Sinfónica, entre dos decenas de coronas de flores y cubierto por las banderas andaluza y española.
La intención de la familia era que el acto se hubiera celebrado en el Teatro Real.
 Paco de Lucía fue el primer músico flamenco en tocar en aquel escenario en 1975 y el tributo parecía lógico, pero no pudo ser, por razón de agenda del coliseo madrileño.
 No se ha disimulado en su entorno el malestar tanto por ese hecho, como porque no se haya habilitado un transporte oficial para la repatriación del cadáver que se ha hecho mediante una aerolínea regular.
Media hora después, el Príncipe Felipe, acompañado por la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, ha llegado para presentar sus respetos al instrumentista. Además de centenares de ciudadanos, aficionados, admiradores y curiosos que han hecho cola desde las 9.30 de la mañana, han pasado por la capilla ardiente personalidades como Víctor Manuel, Ana Belén, María Rosa la Bailaora, Pepe Habichuela Josemi Carmona o Masiel.
¿No ha Ido La Princesa Letizia?
Ha resultado notable también la presencia de muchos músicos jóvenes de flamenco.
Pasadas las 14.50 ha llegado el ministro de Cultura José Ignacio Wert
. A su paso se han escuchado pitidos e insultos.
También ha sido tildado de "ministro de anticultura", apelativo que le dedicó Javier Bardem en la gala de los Goya. "Se trata de una personalidad irrepetible", ha explicado el político al centenar de periodistas congregados en el Auditorio.
 "Tras dos días no queda ya mucho por decir, salvo quizá es lo que hemos constatado aquí hoy: era enorme el cariño que le profesaba la gente":

 

27 feb 2014

Picasso, a ojos de Jacqueline

Un libro sobre la última mujer del pintor afirma que donó 61 obras a España en 1986.

 

Pablo y Jacqueline en La Californie, alrededor de 1955.

En junio de 1982 Jacqueline Picasso (1927-1986) dejó boquiabiertos a todos los que acudieron a inaugurar una exposición en el Museo Picasso de Barcelona.
 Cuando el alcalde Narcís Serra tomó la palabra, la última mujer de Picasso lo interrumpió para decir que donaba a la ciudad de Barcelona 52 cerámicas realizadas por el pintor malagueño.
 Fue una prueba de su generosidad que tuvo su momento culminante poco antes de morir en 1986 —tras pegarse un tiro en la sien en su castillo de Notre-Dame-de-Vie—, cuando donó 61 cuadros que se exponían en el Museo de Arte Contemporáneo (MEAC) de Madrid a España.
 Eso es lo que sigue manteniendo Pepita Dupont, amiga íntima de Jacqueline durante los tres últimos años de su vida.
'Jacqueline con flores', pintado por Picasso en 1954.
Lo asegura en La verdad sobre Jacqueline y Pablo Picasso (Elba), un libro que sale hoy a la venta en castellano tras publicarse en francés en 2008, levantando una fuerte polémica entre los herederos del pintor que no dudaron en presentar hasta cuatro querellas.
 Y lo volvió a ratificar ayer en la presentación del libro en Barcelona.
Dupont explicó que: “Como hacía siempre que efectuaba una donación, Jacqueline me llamó y me dijo que había elegido con Aurelio Torrente, director del museo, las 61 obras que se expondrían en Madrid y que ya no volverían a Francia.
 Lo sabía Torrente, que había hablado con el presidente Mitterrand, con su hija, Catherine Hutin, con el abogado de Picasso, Roland Dumas, que también me lo confirmó y con el abogado español José María Armero”
. Dupont no entiende por qué España no peleó más por estas pinturas.
 “Quizá hay intereses políticos que se me escapan”, aseguró tras reconocer que no ha podido hablar con Felipe González sobre las posibles presiones francesas para olvidar el tema.
La inexistencia probada del documento hizo que las obras volvieran a Francia
. Para colmo, el Estado español tuvo que pagar por la venta de las publicaciones editadas para la exposición 30 millones de pesetas en concepto de derechos de autor.
 “Es un milagro que el libro salga en español, porque todas las cosas referidas a Picasso están muy controladas por la familia”
. De hecho, aseguró, el libro no se vende en el Museo Picasso de París. “Lo volvería a escribir igual”, explicó esta periodista que durante 36 años ha trabajado para el semanario Paris Match.
'Jacqueline en cuclillas' (1954), una de las 61 obras exhibidas en la exposición 'Pablo Picasso en Madrid' en el MEAC, que forman parte de la colección privada de su viuda, Jacqueline. / bernardo pérez
Dupont, lejos de los libros escritos por los descendientes de Picasso en los que el pintor no sale bien parado, retrata un “artista tierno y nada cruel”, y asegura que: “Como periodista he verificado lo que he escrito, refutando las obras que lo mostraban como un monstruo o un ególatra”.
“He escrito una historia de amor de 20 años entre Picasso y Jacqueline, en la que queda claro que los cuadros nunca fueron para ellos una fuente de negocios, era algo diferente, una manera de vivir y de compartir con los otros”, explica.
E insiste: “Jacqueline hizo testamento, lo vi y el artista Gastón Orellana, también”. Esta afirmación le ha costado caro, ya que Catherine Hutin (la única hija de Jacqueline) denunció su libro por difamación, por entenderse que ella lo había hecho desaparecer.
 Lo raro, asegura Dupont, es que la ausencia de testamento de Picasso —“Me moriría al día siguiente si lo hago”, le dijo al crítico John Richarson— no impidió que se hiciera efectiva la donación de su colección particular al Louvre.
La autora, que no omite el alcoholismo final de Jacqueline ni su debilidad psicológica, se pone seria cuando recuerda su suicidio:
 “Habíamos hablado del tema. Me prometió que no lo haría, fue la única vez que me mintió”.
La periodista remacha sus críticas a los intereses económicos de los herederos del pintor con una anécdota:
“No han tenido reparos en dar el nombre de Picasso a un coche, cuando él no tuvo ningún interés de saber conducir”.Son Mujeres protectoras las que estuvieron con Picasso, menos Dora Maar, Jacqueline era la que fijaba el trabajo de su marido, la que cedia o no sus compañias, la que vigilaba que no se le molestara para trabajar y una manera de agarrarse a Picasso, tenerlo ella sola. Y esa fragilidad emocional de vivir como un genio, la volvió insegura y frágil. Muerto Picasso la vida ya no tenía sentido, como las mujeres que parecen secretarias, enfermeras, de grandes artistas, la de Borges, la de Arturo Moravia fue un caso a parte, ella se dedicó a vivir su vida con el respeldo de Moravia, y la mujer de Saramago, destinatarias de custodiar la obra de su genio que se habian convertido en auxiliares y cuidadoras. Caso a parte sería Marina Castaño con Cela que hizo todo lo posible por tener ella lo que jamás pudo tener su mujer aterior y su hijo....