Hoy me voy a quitar la careta. Que no me pongo la máscara de salir a
la selva, digo
. Ni la de simpática ni la de enrollada ni la de pestañas efecto alas de cotorra leonada.
Hoy, como escribo desde casa y no me tienen que reconocer la jeta los seguratas del curro para abrirme los tornos, ni me estuco.
Si se me hace un mundo sacar los pies del sobre, ni te cuento la pereza que me da pensar siquiera en acometer semejante movimiento de tierras.
Así que perpetro estas líneas con unas ojeras de Amenofis; el sérum, la hidratante y la antisurcos sobre el pergamino; y los pelos como Sáenz de Santamaría antes de encontrar su vicepresidencial estilo cuando su íntima Fátima Báñez le dijo que el casco de queratina es el peinado ideal para joderle la vida al prójimo sin que se te mueva un folículo del flequillo.
Todo ese testamento para deciros que estoy de luto, amiguitos.
Y que, con todo el dolor de mi corazón, voy a perderme La Convención del Siglo.
Y no me refiero a los Fitures ni a los Madrid Fusiones ni a los eventos antes conocidos como Pasarelas Gaudí y Cibeles que, como todo el mundo sabe, son unos valles de lágrimas ideales para empezar a elaborar el duelo sin cargo de conciencia. No.
Hablo de la kedada de este finde en Valladolid de las huestes del partido en el Gobierno, ese fiestón salvaje.
Se lo dije a mi jefe, por si las gaviotas, cuando vino a darme el pésame al tanatorio
. Que sí, que vale, que hay que recuperar la rutina tras la pérdida, que el trabajo ayuda a poner cada cosa en su sitio, y todo ese blablablá de charlatanes, perdón coaches, de feria de muestras
. Pero que volver a galeras, huérfana y tan niña, a cubrir la rave de los de Génova, 13, el garito con más ambiente de España después de la Audiencia Nacional del juez Ruz en Prim, 12, me parecía un sacrilegio imperdonable, por la gloria de mi madre.
Y eso que, en circunstancias normales, hubiera matado por ver a Floriano el Rapsoda cantar las alabanzas de la era mariana
. A Guindos del Universo rebajándose a compadrear con los catetos del partido
. A Gallardón el Ultraprogre jurando que el aborto libre tiene la culpa del paro, la crisis y las siete plagas de Egipto.
A Fernández Beato Díaz sacando del portafolio el brazo incorrupto de Santa Teresa para ahuyentar a los malos espíritus. Y a toda la parroquia pepera haciendo como que Mayor el Disidente está allí, con ellos, en ídem, mientras el aliento del fantasma de Aznar el Campeador hiela las nucas de los presentes al cruzar los corredores del cuatro estrellas.
Porque, según Cospedal Madre Abadesa, no hay fracturas, ni convulsiones, ni rupturas, ni duelos ni quebrantos en ese convento, y yo soy supercreyente, que, si no, más que un cónclave político, aquello pareciera la UVI de Traumatología de un hospital de Ex Lasquetty.
Y es que, al final, la vida son mil dolores pequeños y uno o dos insoportables ni con morfina.
Nos queríamos perder esta semana tonta de vísperas de la Cuesta Abajo de la infanta Cristina hacia las calderas del juez Castro Botero y van los poderes fácticos y le dan puerta al pobre Pedro Jota, Terelu Campos se retira del mundanal ruido, y Sonia Ferrer lo deja con Álvaro Muñoz Escassi
. No ganamos para disgustos.
. Ni la de simpática ni la de enrollada ni la de pestañas efecto alas de cotorra leonada.
Hoy, como escribo desde casa y no me tienen que reconocer la jeta los seguratas del curro para abrirme los tornos, ni me estuco.
Si se me hace un mundo sacar los pies del sobre, ni te cuento la pereza que me da pensar siquiera en acometer semejante movimiento de tierras.
Así que perpetro estas líneas con unas ojeras de Amenofis; el sérum, la hidratante y la antisurcos sobre el pergamino; y los pelos como Sáenz de Santamaría antes de encontrar su vicepresidencial estilo cuando su íntima Fátima Báñez le dijo que el casco de queratina es el peinado ideal para joderle la vida al prójimo sin que se te mueva un folículo del flequillo.
Todo ese testamento para deciros que estoy de luto, amiguitos.
Y que, con todo el dolor de mi corazón, voy a perderme La Convención del Siglo.
Y no me refiero a los Fitures ni a los Madrid Fusiones ni a los eventos antes conocidos como Pasarelas Gaudí y Cibeles que, como todo el mundo sabe, son unos valles de lágrimas ideales para empezar a elaborar el duelo sin cargo de conciencia. No.
Hablo de la kedada de este finde en Valladolid de las huestes del partido en el Gobierno, ese fiestón salvaje.
Se lo dije a mi jefe, por si las gaviotas, cuando vino a darme el pésame al tanatorio
. Que sí, que vale, que hay que recuperar la rutina tras la pérdida, que el trabajo ayuda a poner cada cosa en su sitio, y todo ese blablablá de charlatanes, perdón coaches, de feria de muestras
. Pero que volver a galeras, huérfana y tan niña, a cubrir la rave de los de Génova, 13, el garito con más ambiente de España después de la Audiencia Nacional del juez Ruz en Prim, 12, me parecía un sacrilegio imperdonable, por la gloria de mi madre.
Y eso que, en circunstancias normales, hubiera matado por ver a Floriano el Rapsoda cantar las alabanzas de la era mariana
. A Guindos del Universo rebajándose a compadrear con los catetos del partido
. A Gallardón el Ultraprogre jurando que el aborto libre tiene la culpa del paro, la crisis y las siete plagas de Egipto.
A Fernández Beato Díaz sacando del portafolio el brazo incorrupto de Santa Teresa para ahuyentar a los malos espíritus. Y a toda la parroquia pepera haciendo como que Mayor el Disidente está allí, con ellos, en ídem, mientras el aliento del fantasma de Aznar el Campeador hiela las nucas de los presentes al cruzar los corredores del cuatro estrellas.
Porque, según Cospedal Madre Abadesa, no hay fracturas, ni convulsiones, ni rupturas, ni duelos ni quebrantos en ese convento, y yo soy supercreyente, que, si no, más que un cónclave político, aquello pareciera la UVI de Traumatología de un hospital de Ex Lasquetty.
Y es que, al final, la vida son mil dolores pequeños y uno o dos insoportables ni con morfina.
Nos queríamos perder esta semana tonta de vísperas de la Cuesta Abajo de la infanta Cristina hacia las calderas del juez Castro Botero y van los poderes fácticos y le dan puerta al pobre Pedro Jota, Terelu Campos se retira del mundanal ruido, y Sonia Ferrer lo deja con Álvaro Muñoz Escassi
. No ganamos para disgustos.