Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 ene 2014

Dos Escritores tan diferentes y tan amigos:Noches armadas de Reyes.................Javier Marías

Pérez-Reverte me está armando. Literalmente.
 Me está llenando la casa de armas, y la cosa, poco a poco, me va trayendo consecuencias.
Para que nadie se escandalice con el puritanismo habitual de esta época, aclararé que se trata de réplicas inofensivas, pero tan bien hechas que parecen de verdad.
Desde hace siete años, adoptó la amable costumbre de regalarme algo cada Navidad, quizá a raíz de la consulta que hube de hacerle sobre el funcionamiento de una vieja pistola Llama, para una de mis novelas. Él, ya saben, anduvo una larga temporada como corresponsal bélico, y entiende de estas herramientas.
 De hecho, por las descripciones que he leído en entrevistas, su casa debe de parecer, a estas alturas, un anexo del Museo de la Guerra.
 Así que, como casi todo coleccionista, me va inculcando su afición a golpe de cuchillos –moneda siempre por medio– y pistolas.
La primera pieza, con todo, fue sólo un complemento: un bonito y favorecedor casco de los que llevaban los ingleses en la India, en Zululandia y en otros lugares, que se unió al salacot que ya tenía, heredado de mi padre. Como imaginarán, es imposible disponer de algo así sin caer en la tentación de ponérselo de vez en cuando
. En una ocasión una periodista extranjera me pilló con el casco en la cabeza, le abrí la puerta sin acordarme de que me lo había encasquetado hacía un rato.
 “De expedición, veo”, no pudo resistirse a decirme. Luego vino una bayoneta de Kalashnikov, y a continuación un puñal Fairbairn-Sykes, inspirado en los de los gangsters chinos de los años 30 y que fue el utilizado por los comandos británicos de la Segunda Guerra Mundial. Y después otro, el de los marines americanos (los dos últimos de hoja pavonada, para que no reluzca en la oscuridad y delate al que los empuña).
 Y ahora llevamos tres Navidades con armas de fuego: primero un Colt, yo diría que el modelo de 1873, pero que Jacinto Antón no me haga caso.
Le siguió una Webley & Scott de 1915, también británica, con su correa y todo, y que no desentona lo más mínimo con el casco colonial (llamémoslo así) que inició esta tradición.
No hace falta decir que le correspondo con alguna antigüedad, si la encuentro: un larguísimo catalejo que perteneció a un ballenero de Hull, un abrecartas forjado por un soldado de la Primera Guerra Mundial, pone “Yser”, así que debió de hacerlo alguien que detuvo a los alemanes en ese río, en octubre de 1914.
Como ven, mis regalos son más civiles. Pero claro, a medida que se ha producido la escalada armamentística en mi piso, noto que Aurora, mujer alegre y encantadora que viene a trabajar tres mañanas por semana, me mira de vez en cuando con una mezcla de preocupación y lástima.
 Como es también muy discreta, nunca me ha dicho nada ni me ha preguntado por la paulatina proliferación, pero, según crece el arsenal aparente, debe de pensar: “¿Pero qué le está pasando a este hombre? Si antes era de lo más apacible”. En cuanto a Mercedes, asimismo encantadora y que trabaja conmigo otras tres mañanas, advierto que a veces lanza miradas aprensivas, primero a mí, luego a las armas expuestas sobre una mesa, luego a mí de nuevo, como si temiera que un día me voy a abalanzar sobre ellas y a organizar un estropicio
. Y cuando viene la risueña Carme unos días, ella sí enterada de la procedencia, cada vez que descubre una nueva le entra un ataque de risa y no puede evitar burlarse: “Pero dónde vas con tanta pistola.
 Sólo te faltan unas cartucheras cruzadas y un sombrero en la nuca para parecer Pancho Villa”
. En suma, me he convertido en motivo de preocupación, temor y befa para quienes me rodean. No quiero ni imaginarme cuál será el veredicto de los periodistas que por aquí aparecen
. Concluirán que soy un fanático.
El Capitán Alatriste ha echado por tierra el poco respeto que pudieran tenerme mis colegas académicos
Este año ha tocado una Luger, la icónica pistola alemana de 1908, y a Arturo no se le ocurrió otra cosa que llevármela hace cuatro jueves a la Real Academia Española.
 Aprovechando el “recreo” –el intervalo entre sesiones, en el que nuestros colegas departen civilizadamente en la Sala de Pastas–, nos fuimos a un pasillo alejado para que me enseñara el funcionamiento.
 Así que allí estábamos los dos, jugando con la réplica de la Luger y probándola como críos (“¿Te imaginas que hubiéramos tenido una tan perfecta de niños?”, me decía Pérez-Reverte, y yo le contestaba: “Habríamos tenido que esconderla, nos la habrían confiscado”), cuando hubo un inesperado desplazamiento de venerables –bueno, la mayoría–, y nos pillaron con las manos en la masa, apuntando a los techos, amartillando y dándole una y otra vez al gatillo.
 Algunos nos miraron con reprobación (los más pacifistas), otros con severidad (filólogos y lingüistas sobre todo, varios no suelen estar para bromas), otros con sobresalto (los más aprensivos, debieron de creer que era de verdad la pistola y que podíamos soltar un tiro en la docta casa, profanándola), y unos pocos se acercaron a participar del juego.
El Profesor Rico, para variar, nos soltó una impertinencia: “¿Leoncitos a mí?”, nos dijo. “Vaya par de macarras estáis hechos, tratando de amedrentar a las lumbreras”.
En fin, no sólo ha fomentado el Capitán Alatriste la desconfianza de mis allegados en casa, no sólo ha conseguido que los periodistas me tengan por un maniaco, sino que ha echado por tierra el poco respeto que pudieran dispensarme mis colegas académicos, que ya me verán para siempre como a un pueril irresponsable, un inconsciente.
 Eso sí, las armas son todas preciosas.
elpaissemanal@elpais.es

La mejor relación sexual de John F. Kennedy

Una indiscreta entrevista del demócrata estadounidense Bobby Baker a la revista 'Politico' desvela los detalles de la relación del expresidente con Ellen Rometsch.

A Los presidentes de EE.UU. parece que su perdición es esa aficción que tenia o tiene Clinton pero antes, claro, no se contaba.


Ellen Rometsch, a quien se le relacionó con John. F. Kennedy. / AP

Ellen Rometsch tiene 77 años, vive retirada en una pequeña y confortable casa con jardín en las cercanías de Bonn y cuando su nombre aparece impreso en letras de molde en la prensa de su país, como ocurrió poco antes de las navidades, pone en marcha una estrategia casi militar para mantener alejados a los periodistas que desean revivir su pasado cuando, entre los años 1961-1963, ella vivía en Washington y era una de las mujeres más deseadas del exclusivo local Quorom Club de Washington
Gracias a una indiscreta entrevista concedida por el ex político demócrata estadounidense Bobby Baker a la revista Politico Magazin, en el mes de noviembre pasado, el nombre de Ellen Rometsch recuperó la actualidad perdida con los años y los lectores de la prensa germana pudieron enterarse de que la mujer había sido la última amante que tuvo John F. Kennedy, una aventura que quedó registrada en los archivos del famoso FBI.
En la entrevista, el ex político de 85 años revela que Ellen Rometsch era más hermosa que Elisabeth Taylor y que amaba, por sobre todas las cosas, el “sexo oral”.
 “Ella visitó varias veces la Casa Blanca”, confiesa el anciano que se atribuye la primicia de haber sido la persona que hizo posible los encuentros amorosos entre la hermosa alemana y el más mujeriego de los presidentes que haya tenido nunca Estados Unidos.
“Después del primer encuentro, el presidente me llamó por teléfono y casi eufórico me dijo: ‘Ha sido la mejor relación sexual que jamás he tenido", contó el expolítico, que dirigía con una rara mezcla de oportunismo, discreción y éxito, el club que era visitado por la flor y nata del mundo político de Washington.
No fue todo. Según Bobby Baker, la belleza alemana cuyas medidas — 88-63-55— hacían suspirar a sus clientes, también tuvo sexo oral con el años después fue presidente Gerald Ford.
 Era la época en que el republicano intentaba llegar a la cumbre del poder político.
 “Tenía problemas con su mujer, que era drogadicta”, cuenta Baker.
Las revelaciones de Bobby Baker, que entre los años 1961-63 ejerció el cargo de secretario de la fracción demócrata del Senado y era conocido como “el senador número 101”, gracias a sus contactos con el poder, revivieron el pasado de la hermosa y misteriosa Ellen Rometsch
. Una mujer que durante su estancia de dos años en Washington, enloqueció a los políticos y despertó la curiosidad del FBI, que la puso bajo vigilancia ante el temor de que fuera una peligrosa espía de la ex RDA.
El expresidente John F. Kennedy. / CORDON
En el verano de 1963, el director del FBI, el poderoso y temido J. Edgard Hoover visitó a Robert Kennedy y le dijo: “Tenemos información de que no solo su hermano, el presidente, sino muchos otros (políticos) tienen relaciones con una mujer que está bajo sospecha de ser una espía de la inteligencia soviética. Alguien que está relacionada con la inteligencia de la RDA”.Bueno, esta mujer no se chupaba el dedo precisamente, era la guardiana del sexo presidencial.Y los hermanos Kennedy, que manía con tirarse siempre a la misma igual una de ellas los mató por celos....¿no es creible?
Verdad o mentira, el resultado del encuentro entre el director de FBI y Robert Kennedy tuvo consecuencias devastadoras para Ellen Rometsch.
 En menos de una semana, la mujer y su esposo, un agregado militar alemán en la embajada, fueron invitados a abandonar el país.
 Cuando Ellen Rometsch regresó a Alemania, la mujer se refugió en la casa de sus padres y rehusó hablar con la prensa, pero su silencio no impidió que los medios germanos crearan una leyenda en torno a su vida.
La biografía oficial de Ellen Rometsch señala que nació el año 1936 en Kleinitz una pequeña localidad que pasó a formar parte, después del fin de la guerra, de la RDA. En 1955 emigró a Alemania Occidental y se casó, en segundas nupcias con Rolf Rometsch un oficial del ejército alemán, que fue enviado a Washington en 1961.
La biografía paralela inventó una imagen más romántica y adecuada a la guerra fría. La hermosa Ellen habría contraído matrimonio con el oficial alemán para poder tener acceso a información privilegiada. En Washington no tardó en convertirse en una deseada invitada en el famoso Quorum Club, una actividad que despertó las sospechas del FBI y acabó con su matrimonio.
El FBI nunca pudo probar que la hermosa alemana hubiera sido agente de la STASI, pero su silencio en torno a los dos años que vivió en la capital de Estados Unidos, convirtieron a Ellen Rometsch en una leyenda cuya fama parecía extinguirse con el tiempo.
 En la única entrevista que concedió a un medio alemán (Stern) en 1964, la supuesta espía confesó que jamás había trabajado para la STASI, una afirmación que fue confirmada por el más famoso jefe de espías de la RDA, el legendario Markus Wolff, quien reveló, después de la caída del muro, que la última amante de Kennedy jamás había trabajado para él.
Puede ser cierto, ya que Ellen Rometsch, la hermosa alemana que enloqueció al presidente y a decenas de senadores estadounidenses, volvió a contraer matrimonio con su segundo esposo, el oficial del ejército alemán, con quien vive en las cercanías de Bonn.
 Fiel a su costumbre de defender la intimidad de su pasado, la mujer rechazó hablar nuevamente con la prensa para confirmar o desmentir su relación sexual con el famoso John F. Kennedy.

 

Cuestión de palabras.....................................Juan Cruz.

No estamos acostumbrados a hablar, a hablarnos, y ese fue nuetro fallo en el siglo XX.

Ningún tiempo pasado fue mejor que este, sobre todo porque este se puede arreglar aún, o enmendar, o enderezar, y el pasado no lo arregla ni Dios, que diría Blas de Otero.
 Pero lo que sí es cierto es que si no conoces el pasado, o por lo menos si no te acercas a él con cierto ánimo de comprenderlo, jamás vas a entender nada.
Ahora estamos, otra vez, en el grado uno, o cero, del entendimiento, y corremos el riesgo de adentrarnos en el año, y en lo que queda de esta parte del siglo que viviremos, dándonos de garrotazos cada vez que el otro alza su voz.
Porque no estamos acostumbrados a hablar, a hablarnos, y ese es el fallo más terrible de nuestra vida en el siglo XX
. En el centro mismo de ese siglo, por razones que están en los libros y, todavía, en la memoria de mucha gente, este país se peleó, en su vecindad, en los campos de batalla, en las escaleras de la casa, entre las familias, y al final se impuso una dialéctica que durante más de 40 años marcó el territorio, se hizo con las escuelas y con los periódicos, controló la palabra hasta extremos de cuyo ridículo hizo crónica, por ejemplo, el No-Do, y barrió, durante un tiempo muy largo, cualquier signo de diálogo, de disensión, de controversia. Fueron tan duros esos tiempos que diálogo se convirtió en una palabra peligrosa.
 Eso tiene que quedarse en la mente de la gente, es evidente que se ha quedado.
Fue un tiempo ominoso, verdaderamente, que aún pesa sobre los hombros de la educación española.
 En otros países, en Reino Unido, por ejemplo, en ese tiempo (y desde mucho antes) estaban enseñando a los chicos en las escuelas a honrar la palabra del otro, asumiendo en los diálogos y las controversias la dialéctica del respeto como una forma de entendimiento, también, de lo que era el pensamiento ajeno o contrario
. Esa era una asignatura obligatoria en las escuelas, en los institutos y en las universidades: discutir, defender también el argumento del adversario.
Mientras tanto, a nosotros nos administraron el ricino del acuerdo total, que se inauguraba cada mañana con la visión inevitable del Caudillo mirándonos desde la altura del mapa en la clase en la que el maestro cumplía la obligación del adiestramiento, cantando.
 Formábamos filas, estábamos como soldados juveniles defendiendo la idea de la patria, que ya para entonces había arrojado a las tinieblas a los enemigos que ya habían sido vencidos (¿y convencidos?) en los campos de batalla.
 Ese fue, digamos, el núcleo de nuestra educación, la interrupción del aprendizaje para armarnos de otra manera: la estrategia del que tiene razón, del que la impone, del que tiene los símbolos de la autoridad metidos en el tuétano de la inteligencia.
Ahora tengo sobre la mesa un libro
, Las misiones pedagógicas 1931-1936, editado en 2006 por la Residencia de Estudiantes y la Sociedad de Conmemoraciones Estatales.
 Es como la arqueología de aquella intención: convertir la palabra en una posibilidad de entendimiento.
 Ya se sabe qué ocurrió después, ya se conoce la naturaleza ominosa de esa herida.
 Pues de ese silencio dictado que siguió a la palabra que se empezaba a enseñar entonces nace este momento en el que vivimos hoy, en el que, otra vez, parece que hablar no sirve para entender, sino para desentender, al otro, para anularlo y para burlarlo.
jcruz@elpais.es

 

4 ene 2014

El París de Karl Lagerfeld

Entre el clasicismo, la tendencia, el delirio, la autoindulgencia y el genio, la capital francesa que nos presenta el director creativo de Chanel se parece mucho a él.

1. E.B. Meyrowitz

En esta tienda de gafas cuidan de mi miopía a la perfeccción. 5 rue de Castiglione.

2. Lydia Courteille

La dueña de esta joyería especializada en piezas antiguas es absolutamente genial. Amo su gusto al 100%. 231 rue Saint-Honoré.

3. Karl Lagerfeld Store

Para mí, el distrito séptimo es el centro del mundo. Digamos que no suelo ir a comprar a ningún otro lado. 194 boulevard Saint-Germain

4. Galerie Kreo

Me encanta el ojo que tienen en esta galería de arte. Y sus descubrimientos. También recomiendo la Galerie Perrotin en 76 rue de Turennes. 31 rue Dauphine.

5. Café de Flore

Sin el Flore, el barrio de Saint-Germain no hubiera sido Saint-Germain. Es la cafetería por excelencia de la Rive Gauche, la margen izquierda del Sena. En la margen derecha yo no voy a tomar café, porque no puedes comparar lo incomparable. La atención y el personal son únicos. Y me encanta su bandeja nórdica. ¡No puedo resistirme! 172 boulevard Saint-Germain

6. Le Bon Marché

Siempre ocurre algo interesante en este centro comerical. El nombre es irónico [bon marché significa barato, ganga en francés] porque los precios son elevados. Pero teniendo en cuenta la calidad de lo que vende, finalmente resulta barato. 24 rue de Sèvre

7. Shu Uemura

Diseño mi maquillaje con Shu Uemura porque los demás fabricantes no ofrecen colores tan bonitos como los suyos. Esta es su tienda. 176 boulevard Saint-Germain

8. Sennelier

Visito esta papelería desde que me mudé a París y no ha cambiado un ápice desde entonces. Es casi vital para mí. Confieso que todos mis folios, colores y pinceles los compro aquí. 3 quai Voltaire.

9. Colette

La elijo por la Sra. Colette, a quien admiro, y por su hija Sarah. Este concept-store eleva las compras a una forma de arte. Atienden a los clientes de forma soberbia y puedes sentir lo que está pasando en la moda, la música y otras disciplinas. 213 rue Saint-Honoré

10. Galignani

En esta librería lo encuentras todo, y si no, lo encuentran por ti. Bertrand es el librero ideal y Nicolas es único para los títulos en inglés. También hay otra librería que me encanta: ¡La mía! [7L, en 7 rue de Lille]. De ella me gustan especialmente los tres libreros: Hervé, Catherine y Vincent. 224 rue de Rivoli.

11. S.T. Dupont

“En Dupont todo es bueno”. Esto es lo que solía decirse del primer restaurante de comida rápida, que abrió en el barrio latino cuando yo aún iba a la escuela. Bueno, pues en esta tienda de bolígrafos y mecheros con el mismo nombre también todo es bueno. Gusto y calidad. 58 avenue Montaigne.

12. La Maison du Caviar

Si le gusta el caviar (a mí me gusta), no busque otro sitio. También el cangrejo y el salmón me parecen extraordinarios. A la gente le encanta el pastel de queso y el strudel, pero yo no puedo comer esas maravillas. Georges y su equipo convierten este sitio en un lugar único, muy Campos Elíseos pero en el buen sentido. Orient Extreme [21 rue Bayard] también es muy recomendable. 21 rue Quentin Bauchart.

13. Lachaume

Desde que, junto a su hermana, la encantadora Caroline está a cargo de esta floristería (antes era de su abuela), las flores son aún más hermosas. También recomiendo otra, Roses Costes by Dani Rose, en 239 rue Saint-Honoré. 103 rue du Faubourg Saint-Honoré

14. Hilditch & Key

Soy un obseso de las camisas. Incluso las que uso para dormir y los kimonos acolchados que visto cuando pinto en casa. Ni recuerdo la cantidad de modelos de camisas y cuellos que ha hecho esta maravillosa camisería para mí. Soy más que leal a ella: esta es mi locura. Son la perfección. 252 rue de Rivoli.