Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 nov 2013

Todo a precio de mercado.........................Juan José Millás

El cuerpo de Ana Botella estaba incómodo en la presentación de la candidatura de Madrid 2020, algo que cientos de miles de euros no arreglan.

Efe

La intervención de Ana Botella ante los miembros del COI ha entrado ya en la historia del humor, como el despido en diferido de Cospedal o los monólogos de Carlos Floriano sobre la vida
. Son esas grabaciones que llevas en el coche y que pones en los viajes largos para solaz de la familia.
 Aquí la ven, en una pantalla gigante que pende, como la espada de Damocles (o de Pericles, que decía el otro), sobre la delegación española, presidida por el Príncipe
. La alcaldesa iba impecable. Venía de la pelu, donde le habían hecho un cardado magistral, además de pintarle con Titanlux el rostro para que combinara con el vestido rojo español con el que salió a escena
. Un sencillo collar de cuentas, a juego con la blancura de los dientes, servía para evocar un género tan nuestro como la copla: Me voy a hacer un rosario con tus dientes de marfil.
(–Otro no –ruega la víctima cubriéndose la boca).
Todo perfecto, excepto que no consiguieron meterle nada dentro de la cabeza.
 Significa que pese a los numerosos ensayos, dirigidos por un perito en artes escénicas que nos cobró 220.000 euros, la alcaldesa no logró hablar con el alma, solo con el cuerpo, y se notó.
 Suele decirse que quien sabe dos idiomas tiene dos almas, pero Botella solo tiene una.
 Al obligarla a hacer el discurso en el idioma del alma que no tiene, colocó todas las energías en el cuerpo e inevitablemente sobreactuó.
 Parecía una mujer con dos cuerpos y una sola alma, cuando lo que funciona en el teatro es lo contrario. Tuvimos la suerte, según los organizadores, de pagarlo todo a precio de mercado

 

Atrapada por su pasado

Con 13 años la vida de Christiane F. ya era un ‘best seller’

Droga y prostitución fueron las constantes de su descarriada adolescencia que hoy se estudia en las escuelas

50 años después regresa para contar que ha vivido presa de su personaje

Christiane F., en la presentación de su nuevo libro en la ciudad de Fráncfort, el pasado mes de octubre. / HANNELORE FOERSTER (GETTY)

¿Qué fue de Christiane F., la adolescente que reveló al mundo el infierno de la heroína en el Berlín Occidental de finales de los setenta?
 Su historia de pequeña, obligada a prostituirse con apenas 13 años para pagarse sus dosis, relatada con la ayuda de los periodistas Kai Hermann y Horst Kier en Yo, Christiane F. Hijos de la droga (1979), conmocionó a toda una generación.
 El libro fue un éxito que vendió más de cinco millones de ejemplares y es ahora referencia en las escuelas alemanas.
 Tres años después, la película basada en su truculenta vida, dirigida por Uli Edel, con banda sonora original firmada por su gran ídolo, David Bowie, acabó de consagrar al personaje.
 Un relato que se detenía en 1978 en casa de la abuela de Christiane en el campo, donde su madre la había mandado para alejarla de una vez para siempre de la droga.
Aquella pequeña que frecuentaba los ambientes de la discoteca de moda Sounds de Berlín, convertida prácticamente en un icono generacional, es ahora una madre de 51 años enferma de hepatitis C y de cirrosis, y que lucha contra la adicción a base de metadona.
 La continuación de su historia finalizadas las páginas de ese libro no ha sido un camino de rosas: recaídas, mala vida, dos abortos —uno voluntario, otro espontáneo— y la pérdida a manos de los servicios sociales del “mayor regalo” de su vida, su hijo Phillip.
Todo relatado en directo por la prensa alemana, donde nunca dejó de ser la estrella yonqui.
Esa segunda parte de su vida la recoge ahora en su nuevo libro biográfico, recién publicado en Francia bajo el título Moi, Christiane F., la vie malgré tout (Yo, Cristiane F., la vida pese a todo; Flammarion).
 “La idea era reconquistar la interpretación de lo ocurrido después del primer libro, para ella se trata de reconquistar la interpretación de su propia vida”, explica en un desayuno de prensa en un café parisiense Daniel Gerlach, su editor alemán, quien viajó a París para presentar el lanzamiento de la versión francesa.
Que los servicios sociales le quitaran a su hijo fue su golpe más duro.
 “Mi vida se detuvo ese día”, relata
A su lado, Christiane, vestida de negro, con una camiseta de encaje y unos pantalones ajustados, una mujer que se intuye coqueta, pero con un aire casi ausente.
 La necesidad de pasar por la traducción no ayuda a establecer contacto, y tampoco estar flanqueada por los editores alemanes, la traductora y la periodista que ha hecho posible que esta segunda entrega tome forma, Sonja Vukovic, coautora del libro
. Cuando se le pregunta cómo se siente ahora, Christiane contesta con un gesto de la mano para dar a entender que regular
. Cuando habla, lo hace flojito, con voz un poco ronca, y abriendo más sus ojos de tonos azules y grises.
Cuando se cumplen 35 años del lanzamiento de su primera autobiografía, dice ahora arrepentirse de haberla publicado.
 Ha vivido desde entonces atrapada por el personaje de Christiane F. —le siguen preguntando por su novio de entonces— y ha sufrido el incesante acoso de la prensa.
“Al principio era genial”, recuerda.
Viajó a Estados Unidos para hacer la promoción de la película, conoció a Bowie, inició una formación de bibliotecaria, probó suerte como cantante y hasta rodó alguna película. “Pero luego se degradó… y vives con la recriminación de que se te ha dado una oportunidad y no la has sabido aprovechar”, cuenta.
Tras el éxito de su primer libro y cumplida ya la mayoría de edad, Christiane llevaba unos cinco años sin tocar la heroína —aunque su nueva autobiografía no es muy exacta en cuanto a fechas, quizá por estar hechas con recuerdos borrosos—.
 Pero volvió a caer: se había mudado a Hamburgo, tenía dinero gracias al libro y compartía piso con cuatro músicos encima de un sex shop.
 Sin dejar nunca de fumar marihuana, empezó a tomar cocaína, la nueva droga de moda.
 Pero no era lo suyo. Entonces, un día se encontró con su vieja conocida en casa de unos amigos.
 Tardó unas semanas en animarse a probar de nuevo la heroína. “Me moría de ganas y trataba de tranquilizarme: una vez después de tantos años, ¿qué podría pasar?”.
Siguió un nuevo engranaje de recaídas, viajes —incluida una permanencia larga en Grecia—, relaciones dolorosas e incluso una estancia de 10 meses en la cárcel tras ser detenida en casa de un camello.
 “Te pasas el tiempo mintiéndote a ti mismo. Es la última vez. Solo una vez”, resume en el libro.
“Sabes perfectamente que hay algo que no funciona contigo y con tu vida.
 Pero la idea de cambiarlo te da demasiado miedo y entonces te embruteces una vez más para olvidar toda esa mierda.
 Algunos aprenden a vivir con ello, otros mueren. No hay más que una pequeña diferencia de grado entre los dos”.
En su caso, el cambio de mentalidad vino con el nacimiento de su hijo Phillip en 1996.
 El padre, también drogadicto, se fue, así que ella lo crio con la ayuda de un consejero social
. Con el pequeño bajo su responsabilidad, logró controlar su adicción y llevar una vida lo más normal posible.
 Hasta que decidió mudarse a Ámsterdam, en 2008, y los servicios sociales optaron por retirarle la custodia del niño por miedo a que hubiese vuelto a hundirse en las miserias de la droga.
 Esa herida es quizá la más desgarradora de todas: “Soy demasiado cobarde para suicidarme, pero mi vida se detuvo ese día”, escribe.
El pequeño ya no es tan pequeño; hoy es un adolescente de 17 años, le encanta la informática y vive con una familia de acogida con la que Christiane se ha puesto de acuerdo para poder mantener el contacto.
 Su mayor preocupación ahora es saber hasta cuándo podrá seguir disfrutando de él, dada su delicada salud. “No sé cuánto tiempo me queda por vivir (…). A menudo tengo prisa de que llegue ese momento y a veces, por supuesto, me da miedo”, confiesa. “Pero realmente, ¿quién hubiera pensado que cumpliría un día 51 años?”.

Una estrella yonqui

- Christiane Felscherinow nació el 20 de mayo de 1962 en Hamburgo.
- Con 12 años ya fumaba marihuana, y no tardó en empezar a experimentar con drogas más fuertes.
 Poco después era adicta a la heroína, y ejercía la prostitución con solo 13 años para pagar sus dosis.
- En 1979, su libro autobiográfico ‘
Yo, Christiane F. Hijos de la droga’, que sería llevado al cine con banda sonora de David Bowie, la convertía en un icono del Berlín de los setenta. Con cinco millones de ejemplares vendidos, el libro sigue siendo una referencia en las escuelas alemanas.
- Hoy padece hepatitis C y cirrosis, combate su adicción con metadona y los servicios sociales la separaron de su hijo.
 Una vida adulta que cuenta en su nueva biografía.

 

Un lugar en la historia...................Boris Izaguirre.

Aunque despues de escribir el Libro de Belén Esteban aunque firme solo el Prológo Boris para mi ha descendido como 70 escalones en la escala Ritcher, ella se llevará el valor de sus libros y algo Boris gratis no lo va hacer pero no me ha gustado nada ese teatrillo de Marionetas dónde esa chica siempre tiene unos seguidores fánáticos como si fuera una estrella lo es, de la vulgaridad. No ha hecho otra cosa en su vida que vivir de ella, un torero, una hija, un Programa, y Droga de la que está saliendo con ayuda millonaria.

El legado de Jackie e Isabel son sus lágrimas por sus difuntos maridos; el de Rajoy, su ley de seguridad, y el de Rouco, sus tres trajes en la boda de los príncipes.

Jackie Kennedy trata de salir del coche tras el disparo fatal que mató a su marido. / AP

Observando esta semana las imágenes del magnicidio de Kennedy en Dallas y ese momento en que Jackie Kennedy se encarama a la parte posterior del Cadillac en marcha para recoger los restos de su marido, se puede concluir que nunca sabemos exactamente lo que la historia hará recordar de tu vida.
Jackie no podía imaginarse que esa sería la imagen que determinaría su historia.
 Al igual que Isabel Pantoja con las imágenes de la muerte de su marido, Paquirri, en Pozoblanco, hubo un año en que la viuda de América presionó para que esa secuencia no se mostrara más.
 Fue en vano en ambos casos. Si Pantoja hubiera conocido a Jackie, seguro que le habría dicho: “Usted y yo tenemos tanto en común”; también se lo sugirió a la infanta Cristina, aunque por diferente motivo.
 De momento hay que celebrar este 50º aniversario de la muerte de Kennedy, porque mantiene vivos tanto su legado como la factoría norteamericana para crear y reproducir iconos que conservan su capacidad de propaganda
. De hecho esta semana, en la presentación de credenciales como embajadora americana en Tokio de Caroline Kennedy, la única persona viva de ese fallido Camelot de los sesenta, fue un despliegue de glamour
. Caroline (que en su adolescencia se hizo hippy y desgreñada para martirizar a ese icono de la feminidad que fue su madre) saludaba desde una carroza ribeteada en oro a los japoneses alineados en las calles. Agitaba la mano como una reina demócrata y republicana
. Por momentos era como si Jackie hubiera encontrado la forma de volver a pasear por Oriente. Y la constatación de que el legado político de Kennedy es un combinado de estilo, poder y juventud.
¿Cuál será el legado de Mariano Rajoy? Incluirá su abrumadora ley de seguridad, un instrumento para delimitar el orden y el desorden público.
 Escalofriantes multas por manifestarse delante del Congreso para mayor tranquilidad de los diputados. También pertenece a ese legado Ana Botella, la alcaldesa esposa del hombre que le designó sucesor. Botella, más tranquila con su finiquito del tema de las basuras, ha decidido empezar una cruzada contra la fiesta del Orgullo Gay.
 Ha multado a la organización con 160.000 euros por superar el nivel de ruido permitido
. Habría que recordarle que al asesor que ensayó y preparó su famoso discurso ante el comité olímpico en Buenos Aires le abonaron 220.000 euros
. Y mira que causó estruendo el discurso, vaya, un bullicio que aún debe retumbarle en las orejas. Demostraría buena gestión que la alcaldesa reclamase también ese dinero tan mal invertido.
En otoño, el mercado editorial se agita
. A las memorias políticas del exministro Solbes se ha unido el libro de Belén Esteban.
 Ambos libros han hecho muchos ruidos. En el de Solbes, todo parece estar centrado en que se sintió desalojado y que sabían de la recesión, pero estaban preocupados en no revelarla.
 Sabían, pero no decían.
 ¿Cómo responderá Zapatero en sus memorias? Por ahora, esas memorias son a las de Solbes lo que las de Jesulín de Ubrique a las de Belén Esteban: bullicio.
 En su libro, Belén explica cómo fue su “desalojo” de Ambiciones, esa casa que durante la burbuja inmobiliaria atraía a turistas nipones y que puso de moda la palabra “balaustrada” en referencia a las pequeñas columnas dóricas que en fila adornan kilómetros de chalet como una cerca elegante.
Belén cuenta que fue el padre del padre de su hija el que la empujó fuera y cerró la puerta, dejándola a ella y a su hija en la calle
. Sin saberlo, estaban escribiendo un Lo que el viento se llevó a lo español. El nacimiento de esa Scarlett O’Hara propia y camaleónica que conocemos como Belén Esteban.
Mientras entre Barcelona y Madrid se encrespa la competencia de qué ciudad acoge la mejor fiesta prenavideña, el papa Francisco nos anuncia que las cuentas del Vaticano, un Estado minúsculo, pero casi infinito, las llevará la célebre auditora internacional Ernst & Young.
 Un paso más del papa Francisco para modernizar ese extraño paraíso de dos kilómetros cuadrados y facilitarle la eternidad.
Supimos por las noticias que Ana Boyer Preysler empezará a trabajar muy pronto en Ernst & Young. Alguien debería advertirle de que dentro del Vaticano no acepte tisanas de ninguna monjita obsequiosa. Quizá necesiten contratar tanto a un experto exorcista financiero como a un estudioso del latín para descifrar esos divinos libros que conservan con tanto celo las cuentas de Dios.
Oyendo que el papa Francisco quiere arrasar entre la juventud, monseñor Rouco Varela ha decidido presentar su jubilación.
  Un disgusto entre los que han defendido su ruidosísima radicalidad creyente y política.
 Pero el público en general ha hecho oídos sordos ante el anuncio de su retiro. Todos estamos ocupados con otras cosas. Yo no creo que lo extrañe, no me había acostumbrado a ese torvo gesto suyo.
 Eso sí, jamás olvidaré su habilidad para cambiarse de modelo durante la boda de los Príncipes de Asturias. ¡Jo!, pero ni Beyoncé en sus mejores conciertos, esa jornada un Rouco en plena forma enseñó tres looks completamente diferentes, de los pies a la cabeza. ¡Cuánta tela!
Como si se hubiera propuesto eclipsar a Carolina de Mónaco o a la propia novia.
 Un auténtico despliegue, tanto de medios como de empeño personal, que forman ahora su olvidable legado.

 

22 nov 2013

Es natural

Es natural

Por: | 22 de noviembre de 2013
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A lo natural le pasa lo mismo que al sentido común, que a pesar de su atractivo exige muchas precauciones. Parecería que es natural aquello en lo que no hemos intervenido. Resulta significativo, sin embargo, que a veces encontramos de lo más natural hacerlo.
 Por tanto, habremos de buscar en otra dirección.
 Tiene prestigio ser natural, si por tal se entiende no ser rebuscado o retorcido y carecer de artificio pero, a pesar de lo esperable, no necesariamente se compadece con la espontaneidad, no pocas veces tan sofisticada.
Quizás en el fondo subyace la convicción de que eso tiene que ver con que se corresponde con el proceder exento de manipulaciones de la llamada naturaleza.
 En última instancia, una cierta constatación o presunción de pureza presidiría lo que cabe ser calificado como natural. Ya entonces se utilizaría el término como garantía de autenticidad y de verdad, incluso como argumento consistente e irrefutable. Y para ello se deja, en efecto, acompañar.
 Si es natural, es de sentido común.
Hegel nos previno al respecto, “contra la genialidad y el sano sentido común”, mostrando hasta qué punto son depósitos de prejuicios y de presupuestos, aunque no necesariamente dejen de ser sensatos y a su modo imprescindibles.
 Sin embargo, reflexionar y pensar exige no quedar anclados en lo que parece natural.
 Tal vez no pasa de ser una representación previa y ante nuestra atenta mirada, como si su existir fuera puro e independiente de nuestra acción.
 En tal caso, habríamos de rendirnos cautivados y limitarnos a acatar su dictado.
Sin embargo, ni la naturaleza es un paisaje, ni lo natural inocuo
. Antes bien, no están exentos de nuestro quehacer elaborador y son asimismo fruto de toda una actividad. Accder a ellolleva mucho trabajo de generación y de elaboración, salvo que lo confundamos con lo más inmediato.
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Aristóteles considera que la physis, que torpemente traducimos como naturaleza, es lo que caracteriza a aquellos seres que son efectivamente por physis, es decir que tienen en sí mismos el principio de su propia movilidad y reposo.
 Ha de entenderse más como esa fuerza y capacidad de emerger, de brotar y de surgir, que sostiene a algo en su ser, que lo mantiene y lo conduce una y otra vez a ser lo que es, a ser quien es.
 Es su verdadera causa y su forma específica.
Ni lo natural ni la naturaleza son un estado dado, ni un estado puro.
 Más inducen a pensar en la vida en su discurrir y devenir, que en algo ya ofrecido como definitivo.
 Pero precisamente por eso no ocurren ni al margen ni independientemente de nuestras intervenciones y decisiones.
 En ese sentido, es razonable que nos ocupemos, mientras no faltan quienes estiman que el debido respeto nos conduce a que nos cuidemos sencillamente de no interferir ciertos procesos
. Ahora bien, lo natural más responde a un espacio de creación y de libertad que de sumisión a postulados plenamente establecidos. Si de eso se trata, lo natural es que nos lo pensemos.
Precisamente por eso, la coartada de lo natural, cuando se esgrime como argumento que paraliza toda reflexión y viene a reclamar una suerte de postración ante lo incontestable de su condición, exige asumir, por el contrario, nuestra propia colaboración.
 Lo natural y la naturaleza son asimismo una relación con el esfuerzo, el trabajo y el lenguaje de los seres humanos.
 Y lo que reclaman es que estos sean atentos y considerados y no depredadores, al estimar que todo es mero material de provisión y de abastecimiento.
De nuevo es cuestión de buscar el equilibrio y la armonía y nada resultaría, si de eso se trata, menos natural que la desmesura. Esta empezaría por no reconocer la importancia de nuestra intervención ante los llamados fenómenos naturales, cuya naturalidad consiste no pocas veces en responder a nuestra estrepitosa, en ocasiones por pasividad u omisión, participación.
 Y aquí ya no valen las ingenuidades.
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Y menos aún cuando se invoca lo que es natural para proponer modos, modelos y formas de vida, como arma arrojadiza contra la innovación, no pocas veces frente a la innovación social o científica.
 Sin duda, es preciso escuchar lo que denominamos enigmáticamente la voz de la naturaleza, pero incluso en tal caso se requiere la mediación de la interpretación y la fuerza creadora de la libertad.
Asomarnos de modo “natural” al espectáculo de “la naturaleza” es ignorar hasta qué punto la propia naturaleza humana, la así llamada, es condición, pero condición de posibilidad y resulta de innumerables intervenciones, fruto de las cuales en ocasiones se produce “lo natural
. Ante la proliferación de productos y de decisiones naturales, la prevención de considerarlas resultado no impide que vengan a ser medios de un proceso que sin duda dependerá en gran parte asimismo de lo que hagamos, de lo que conjuntamente realicemos.
Podría parecer natural, incluso podría serlo, pero eso no nos exime de aprender a decidir y a actuar. Se trata de todo un comportamiento, no de un adiestramiento, de un compromiso para enfrentar y dar respuesta.
 Y tal es la responsabilidad del conocimiento
. En él reside precisamente el principio de lo técnico, de los seres técnicos que, a decir de Aristòteles, radica en el saber del architekton.
 Y entonces se vincula lo natural con todo un proceso de concebir, de pensar, de generar, de crear. Y en tal caso, la espontaneidad no es solo la de la naturaleza.
De ser así, quizá no encontremos tan natural que haya injusticias, o pobres, con el argumento de que siempre ha sido así, lo que ratificaría la condición natural de lo que sucede, al amparo de su duración y persistencia. Entonces, y por la misma razón, se hallaría natural que hubiera abusos.
Y no habrían de faltar quienes se vieran privados de posibilidades.
 Renace entonces la sospecha de la vinculación de este modo natural de ver lo que pasa con otra naturalidad, la de una concepción aristocrática de la existencia, la de una superioridad moral al amparo de formas de poder que preconizan la asunción del actual estado de cosas. Es natural. Es lo natural.
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(Imágenes: Fotografías de Franco Montana)