Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 nov 2013

Cosas que importan................Lo que hemos de explicar a las chicas por Milagros Pérez Oliva


Violencia homenaje
Creíamos que el machismo estaba de retirada, y ahora vemos que no.
 Que la violencia de género retrocedería cuando se aplicaran las medidas previstas en la legislación integral que la combate, y nos encontramos con que no solo no disminuye sino que cada vez afecta a mujeres más jóvenes.
 Creíamos que los estereotipos de género desaparecerían conforme las nuevas generaciones fueran educadas en la igualdad, y ahora vemos que siguen muy vivos, y en expansión, entre una parte de los adolescentes
. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hemos hecho mal? Si las causas son complejas, las soluciones no pueden ser ni sencillas ni unívocas, pero hemos de reconocer una cierta perplejidad por lo que ocurre.
 Seguramente no tiene sentido culpabilizarnos de algo que realmente controlamos muy poco, pero es hora tal vez de preguntarnos qué podemos hacer que no hayamos hechos, qué ha fallado en los enfoques aplicados hasta ahora para que los casos judiciales de violencia machista en adolescentes hayan aumentado un 30% en dos años y para que el maltrato no solo esté presente en las relaciones entre chicos y chicas supuestamente educados en el respeto mutuo y la igualdad, sino que esté aumentando.
Así lo indica un estudio dirigido por Maria José Díaz Aguado, en el que se ha encuestado a 8.000 adolescentes en 2010 y 2013.
 Según este trabajo, el 10,5% de las chicas de 14 a 19 años declaran haber sido objeto de malos tratos por parte de sus novios, cuando en 2010 eran el 9,6%. Un 6,2% declaran además haberse visto obligadas a prácticas sexuales que no deseaban, un 14% han sido amenazadas por su pareja hasta el punto de sentir miedo y un 23% han sido humilladas e insultadas.
Así empiezan muchas relaciones de maltrato.
 Hay que tener en cuenta que la edad de inicio en las relaciones, incluidas las sexuales, es cada vez más temprana, 13 años en este momento.
 Pero no por comenzar antes tienen mayor madurez emocional.
 Al contrario, una cultura sobreprotectora como la nuestra, no solo no ayuda a madurar, sino que tiende a infantilizar las conductas.
 El contraste entre una mayor precocidad en las relaciones y una mayor inmadurez hace que las chicas sean mucho más vulnerables.
 Las primeras relaciones son además muy importantes, porque en ellas se establecen los patrones de conducta de la vida adulta.
 No es casualidad que cuando emprenden nuevas relaciones, muchas mujeres maltratadas tiendan a hacerlo con hombres maltratadores. Los dos buscan inconscientemente relaciones de colusión.
Ellas desarrollan un patrón emocional de dependencia y ellos eligen un perfil de mujer que se acople a su ansia de dominación.
Contrariamente a lo que podiamos esperar, los estereotipos machistas no están en retirada.
Siguen ahí, entre los jóvenes: un 36,3% de los adolescentes piensan que los celos son una expresión de amor y un 11,7% de los chicos creen que está bien que los hombres salgan con muchas chicas, pero no al revés. Violencia mascaras
Porque la próxima víctima de los malos tratos puede ser nuestra hija, nuestra sobrina, nuestra alumna, hemos de enseñarle a identificar los lazos ocultos que pueden derivar en una relación de dominación y maltrato, para que pueda “cortar con los malos rollos” antes de que sea demasiado tarde.
1. Hay que decirle que los celos no son una prueba de amor
. Que no ha de sentirse halagada cuando él quiera controlar con quien habla o qué hace en cada momento del día.
 Que no es normal que quiera separarla de sus amigos, que le pida el teléfono para ver quién la ha llamado o a quien ha llamado ella, y menos aun que le pida que le haga una videollamada cada vez que se va de compras con sus amigas, porque lo que realmente quiere es asegurarse de que está con ellas y no en otra parte
. Que no es verdad que la controla tanto porque la quiere mucho, y desde luego no ha de creerle cuando le dice que no quiere que se relacione con nadie más porque ella es "su tesoro" "la razón de su vivir", porque lo que en realidad le está diciendo es que la quiere sumisa, sin vida propia y solo para él.
Hemos de decirle que cuando la hace callar, no es que la quiera proteger de meter la pata, sino que lo que piensa no le importa y aunque las primeras veces tal vez lo haga entre mimos y arrumacos -“peque, eso no es así”, “nena, estás equivocada”-, pronto pasará a la displicencia y el desprecio.
 Que cuando menosprecia su opinión y la humilla ante los demás, no es porque ella haya dicho o hecho una tontería, sino porque él no soporta que brille más.
Y que por mucho que le diga que ha de reinar entre ellos la máxima confianza, que todo ha de ser transparente, sus claves de internet son personales e instranferibles y él no tiene porqué entrar en sus cuentas
. Hemos de decirle que el amor no debe estar reñido con la libertar y la independencia, y si lo está, no es amor
. Que si la quiere de verdad, ha de quererla libre e independiente.
Y si no es así, es que la quiere como quiere un objeto de su propiedad: suya, entregada, dominada, anulada.
PeticionImagenCAEON1N22- Si por desgracia, ha establecido ya una relación estable con un maltratador, hay que decirle que no va a ser fácil salir de la espiral de la dominación, pero tiene que intentarlo porque le va la felicidad y tal vez la vida en ello.
 Que puede buscar y encontrar ayuda y que es importante que vuelva a relacionarse con gente que la quiera.
 Porque hay vida fuera de esa relación.
Hay que hacerle ver que las fantasías de que podrá conseguir que cambie, una y otra vez desmentidas por la realidad, son solo eso, fantasías.
 Él difícilmente va a cambiar y lo más probable es que, si continúa a su lado, la que acabe cambiando sea ella. Que pronto se va a sentir culpable de todo lo malo que ocurra, y cada vez más atrapada, disminuida y acomplejada, más aislada, más pequeña y más débil.
Y al final, él se va a convertir en el astro de su universo, un astro poderoso y caprichoso, del que va a depender hasta para respirar, siempre pendiente de qué humor llega a casa, cómo la mira y cómo interpretará que se ponga esa falta o aquel vestido.
 El miedo la llevará a esconder cosas por temor a cómo se lo puede tomar él, y eso aumentará sus sospechas y agravará aún más las cosas.
 Hay que decirle, por fin, que cuando vuelve compungido y arrepentido y jura que nunca más volverá a pegarle, no debe creerle, porque igual que la ha agredido esta vez, volverá a hacerlo.
Que el problema no está en ella, sino en él.
3.- Y cuando por fin encuentre fuerzas para intentar alejarse de él, hay que decirle que tiene que ir con mucho cuidado y protegerse, porque ese es el momento más delicado.
Cuando perciba que quiere separarse, que ha tomado una decisión, él va a entrar en una crisis de identidad que puede volverse contra ella.
Toda precaución es poca en ese momento.
 Más que nunca ha de evitar confiarse, por mucho que sus maneras en ocasiones suaves le den la impresión de que no corre ningún peligro y que está intentando comportarse para que no se vaya.
Y sobre todo, sobre todo, hay que decirle que si en el proceso de separación observa que, junto a las amenazas y agresiones, comienza a expresar fantasías de suicidio, del estilo “si te vas, te mato y me mato”, entonces tiene que salir corriendo. Inmediatamente.
Tiene que huir de ese escenario.
Ni un día más a su lado, porque el hecho de que verbalice fantasías de muerte puede significar que ha entrado en un proceso psicológico de pérdida en el que ya le da igual lo que pueda ocurrirle; un proceso autodestructivo en el que ni la condena social ni la amenaza penal ejercen ya un efecto disuasorio.
Todo esto hay que explicarle a esa chica que comienza a tener relaciones, porque este es el camino que muchas mujeres han empezado a recorrer siendo adolescentes en el momento en que su chico le ha dicho "haz el favor de no ponerte esa falda, que no quiero que vayas por ahí provocando".

Era la pasta, no las películas..................................Carlos Boyero

Es mentira lo de que la gente ya no recurra al mejor espectáculo del mundo porque se ha cansado de él en las salas comerciales.

Una de las partes más gratas de mi vida actual, sin horarios fijos de trabajo (es una estupidez convencional para empezar un artículo, me las ingenié para que jamás existieran esos horarios), con el corazón atravesando mínimas turbulencias pero durante una década tranquilo y plácido, supone pasar las mañanas o las tardes recorriendo los departamentos de venta de películas y series en las grandes superficies, a falta trágica de esas pequeñas y entrañables librerías, tiendas de discos o videoclubs (con los que mejor me entiendo es con los empleados de la FNAC, gente joven e informada, en posesión bastantes de ellos de carreras universitarias que no han tenido prolongación por esa barbarie de los que montaron la crisis), constatando el salvaje precio de las novedades en Blu-ray y en DVD (sobre los 24 y 20 euros) y planteándome cuántos cinéfilos jóvenes (o adultos, o viejos, si ganan un sueldo miserable o han perdido su trabajo) pueden o deben soltar esa pasta para poseer el cine que no han visto, o que aman, que desean perpetuar en sus estanterías.
Y entre ese cine que puede perpetuar mi Arcadia durante todas las noches hay películas que son tratadas con enorme respeto, en estuches que contienen el DVD y el Blu-ray, con un cuaderno informativo sobre lo que vas a ver, con el mimo que necesita algo especial por lo que vas a pagar un notable dinero
. Mi amigo Fernando Trueba me regala un estuche primoroso que contiene su excelente El artista y la modelo.
 Hace un tiempo recibí un obsequio similar de la modélica distribuidora Wanda conteniendo Blancanieves. Esa forma primorosa de tratar el cine lleva la firma de Cameo.
Conviene resaltar a los verdaderos profesionales.
 En este mercado tan caro para el consumidor también existe la estafa y la abyección
. Compré al precio habitual y exagerado la película El vuelo
. Colocaban seis interminables e insoportables traíleres de su distribuidora, sin posibilidad de saltárselos, antes de que pudieras acceder a la odisea de ese piloto alcoholizado y cocainómano que salva la vida a la mayoría del pasaje haciendo proezas con su habilidad, pero vaya a usted a saber, tan vez alentadas por la audacia que generan los colocones.
Y ocurren cosas curiosas respecto al concepto o al hecho real de que el gran público ha desertado de las salas de cine para consumirlo frívola y gratuitamente mediante las nuevas tecnologías.
 Yo, que veo las películas anticipadamente en tumultuosos o plácidos pases de prensa en los que haces cola y debes identificar meticulosamente el medio para el que trabajas (bendita democracia, antes no era así, resultaba más cómodo para los idiotas con certificado de estrellato, como el firmante), que poseo tarjetas que te permiten el acceso gratis a los cines, que no pago casi nunca por gozar de uno de los mayores placeres que me otorgaron los dioses, he afirmado en crónicas con el conveniente tono lírico o crepuscular que las salas del cine agonizan, que paseo mi soledad, excepto en los fines de semana, por lugares que durante infinitos años supusieron el opio para todo tipo de espectadores.
Y resulta que es mentira lo de que la gente ya no recurra al mejor espectáculo del mundo porque se ha cansado de él, porque existen formas más atractivas y razonables de disfrutar con tu ocio
. Odio por repetitiva, porque la utiliza tanto necio para explicar todos los males, la frase “Es la economía, estúpido”.
 Pero resulta que es verdad con el cine.
 Ese amor, esa pasión, ese vicio, ese ritual, cuesta entre 7 y 12 euros.
 Por persona. Lo aclaro porque casi siempre es un acto compartido, a veces por familia numerosa.
Y en condiciones frecuentemente infames ya que los dueños de las salas, con excepciones, aman todavía más el negocio que el cine.
 Pero si la entrada cuesta 3 euros o un poco más, la gente retorna a su adicción al cine.
 O sea, que puede salvarse
. A costa de sobrevivir. Como casi todos.
Añorando esplendores económicos que no volverán.

 

 

21 nov 2013

El sueño de una gran caja de música........................Luis Gago

Se cumple un cuarto de siglo de un espacio largamente ansiado por los aficionados madrileños

Un concierto conmemorativo de la Orquesta Nacional de España celebrará la efeméride.

El Auditorio Nacional de Madrid. / EL PAÍS

Musicalmente hablando, Madrid ha sido siempre una ciudad renqueante, cuando no ingrata y desmemoriada.
Valga como símbolo constatar que vive, por ejemplo, a espaldas de sus dos huéspedes más ilustres, Domenico Scarlatti y Luigi Boccherini, que en cualquier otro lugar habrían sido prohijados con orgullo y tesón, pero que aquí apenas se hallan presentes en las programaciones de sus conciertos y que fueron despachados en su día por el Ayuntamiento con una pequeña calle terciaria y una miniglorieta semioculta en la Cuesta de la Vega, respectivamente.
Sus aficionados tampoco han gozado de mejor fortuna: las autoridades religiosas han puesto tradicionalmente mil y una trabas para la celebración de conciertos en sus iglesias, algunas con excelente acústica, y 1988 parece una fecha en exceso tardía para poder hablar por fin de la existencia en la capital de una sala de conciertos estable, con vocación de permanencia y concebida en exclusiva para tal propósito. La gran época de construcción de auditorios, que discurrió en buena medida en paralelo a la fundación o consolidación de las primeras orquestas sinfónicas y que vio nacer, por ejemplo, la Musikverein de Viena (1870), la Neues Gewandhaus de Leipzig (1884), el Concertgebouw de Ámsterdam (1888), el Symphony Hall de Boston (1900), el Orchestra Hall de Chicago (1904), el Palau de la Música Catalana de Barcelona (1908), el Usher Hall de Edimburgo (1914) o la Salle Pléyel de París (1927), como tantas otras cosas, le pasó a Madrid de soslayo.
 El establecimiento de un repertorio consolidado, de un canon musical de obras del pasado ya tamizadas por el presente, de lo que la filósofa Lydia Goehr ha bautizado como el “museo imaginario de obras musicales”, exigía la creación de espacios en los que poder interpretarlo y disfrutarlo en condiciones óptimas y, necesariamente, en silencio.
 “Creo que un profundo Silencio es una Expresión de Aprobación mucho más adecuada para la Música, y de honda Aflicción en la Tragedia, que todos esos ruidosos
 Aplausos tan de Moda”, escribió Richard Wesley ya en 1739. Y, un siglo después, Robert Schumann, por boca de su alter ego Eusebius, confesaba aún, en una carta a Clara, “haber soñado durante años con organizar conciertos para sordomudos, a fin de que pudieran servirte de modelo de cómo comportarse en los conciertos, especialmente cuando son muy hermosos.
 Deberías convertirte en una pagoda de piedra, como Tsing-Sing” [en referencia al mandarín de la ópera Le cheval de bronze, de Daniel Auber].
1988 parece una fecha algo tardía para hablar de la llegada de un sala estable
En Madrid, en las últimas décadas, quienes querían acudir a ese museo sonoro imaginario y admirar el canon han tenido que deambular por sitios de nombres ostentosos como el Palacio de la Música, el Monumental Cinema, el Palacio de Congresos o el Teatro Real hasta poder disfrutar de un edificio idóneo que parecía ponerles finalmente a salvo de futuras peregrinaciones.
 Aquel trasiego no impidió que en estas salas surgieran maravillas firmemente instaladas en la memoria como, en el mismo orden citado, los conciertos de Ataúlfo Argenta al frente de la recién creada Orquesta Nacional, el estreno del Segundo concierto para violín, de Prokófiev (el 1 de diciembre de 1935, a un suspiro del gran drama), los inicios de la andadura de la Orquesta Sinfónica de RTVE de la mano de Ígor Markévich o los 22 años de grandes conciertos en la plaza de Oriente
. Pero, con excepción del Teatro Monumental, recuperado como sala de conciertos en 1988, y aún en activo, si bien urgentemente necesitado de una profunda remodelación, todos estos edificios viven hoy suertes bien distintas.
 La más triste, sin duda, la del Palacio de la Música, que, víctima muda de la crisis, languidece vacío y semirreformado en plena Gran Vía en espera de un comprador, que lo destinará sin duda a un uso muy diferente del que había reservado para él la Fundación Caja Madrid, que quiso recuperarlo para la música en aquellos años de vacas entonces gordas, pero que luego, como sabemos todos, enflaquecieron abrupta y escandalosamente.
La sala de Cámara es ensalzada por cuantos músicos tocan en ella
Cerrado desde 1925, la reapertura del Teatro Real en 1966 como sala de conciertos constituía una clara anomalía histórica. Con el edificio partido en dos (en la otra mitad se instalaron el Conservatorio y la Escuela de Arte Dramático), que su destino revirtiera a su condición original de teatro de ópera era solo cuestión de tiempo. El último concierto se ofreció el 13 de octubre de 1988, tras lo cual empezó un largo periodo de obras, que no concluirían hasta su reapertura en 1997
. Tan solo ocho días después de cerrar sus puertas el Teatro Real, abría las suyas, muy lejos de la plaza de Oriente, el flamante Auditorio Nacional de Música.
La sala, propiedad del Ministerio de Cultura, volvía a tener un inquilino permanente, la Orquesta y Coro Nacionales de España, lo que significaba que el resto de orquestas habían de encontrar acomodo en los huecos que dejaran sus ensayos y conciertos.
 Ello obligó a prorrogar los dos turnos, uno de tarde y uno de noche, para poder satisfacer la demanda de usuarios, pero tanto músicos —especialmente los extranjeros, acostumbrados a otros horarios— como público han vivido siempre el segundo como una suerte de condena.
Había un aspecto, sin embargo, en el que sí se producía una mejora incuestionable con respecto al Teatro Real. El Auditorio Nacional veía la luz con dos salas, una sinfónica y otra de cámara, lo que permitía que dúos, tríos, cuartetos o pequeños grupos encontrasen por fin un hábitat ideal para ofrecer un repertorio intimista que suena irremediablemente desvaído en los grandes espacios y que acrecienta, en cambio, su potencia expresiva en un espacio reducido.
 La Sala de Cámara del Auditorio Nacional es sistemáticamente ensalzada por cuantos músicos tocan en ella, que la sitúan al nivel de las más gratas y de mejor acústica de Europa, como la Konzerthaus de Viena o la sala pequeña del Concertgebouw de Ámsterdam.
El experto en acústica Lothar Cremer aconsejó al arquitecto, García de Paredes tenía la experiencia del Manuel de Falla de Granada
Al igual que en su hermana mayor, el público rodea a los intérpretes, siguiendo la estela de la primera sala que impuso este espíritu anguloso, democrático, cercano e igualitario, la Philharmonie de Berlín, que acaba de conmemorar su cincuentenario. Lothar Cremer, el mismo experto en acústica que asesoró a su arquitecto, Hans Scharoun, fue también quien aconsejó al arquitecto del Auditorio Nacional, José María García de Paredes, que llegaba a Madrid con la experiencia adquirida en la construcción del Auditorio Manuel de Falla de Granada y que firmaría también los de Valencia y Cuenca.
 No incorporó aún novedades posteriores, como las salas móviles y transformables en función del repertorio (como el de la Cité de la Musique de París o el Zankel Hall de Nueva York), pero se apartaba claramente del modelo neoclásico rectangular que había producido ejemplos acústicamente inmejorables, como el Concertgebouw, la Musikverein o la Philharmonia de San Petersburgo. El Auditorio Nacional se alejaba, eso sí, del centro histórico y en sus primeros meses de funcionamiento no era inhabitual escuchar después de los conciertos a los aficionados más jóvenes, criados musicalmente en el Teatro Real, preguntas del tipo de “¿Quién va para Madrid?”.
Hoy el Auditorio es un referente obligado en la geografía urbana de la ciudad
Hoy el Auditorio Nacional es un hecho felizmente consumado y un referente obligado dentro de la geografía urbana para muchos cientos de personas.
 Por desgracia, sigue siendo más un contenedor, un recipiente, que un centro de reunión, un lugar capaz de trascender su condición de mera sala de conciertos
. La arquitectura del edificio —austera y funcional, casi hospitalaria en las zonas comunes— no da para mucho, pero debería trabajarse en pos de lograr un espacio más ágil, menos burocratizado, más amigable. El solar permite quizá plantearse acometer pequeñas ampliaciones a fin de atraer y educar a nuevos públicos, o de lograr que el ya consolidado vea en el Auditorio Nacional, como sucede en el South Bank londinense, por ejemplo, algo más que una sala con buena acústica, una gran caja de música, neutra e impersonal, en la que escuchar conciertos para desaparecer corriendo a renglón seguido.
La ascensión a la cima es un proceso lento y es el público quien marca el ritmo
Ahora que tanto se habla de teatros de ópera de primera, segunda o tercera división, suele olvidarse que los galones, más que con sus gestores o con los artistas por ellos programados, guardan una relación muchísimo más directa con el público que ocupa sus butacas.
Son los oyentes, con su actitud, con su respuesta, con su manera de escuchar y aplaudir, con su capacidad de percepción y discernimiento, con la comunicación silenciosa que establecen con cantantes o instrumentistas, quienes hacen grande a un teatro o a un auditorio.
 El dinero del petróleo, o las macrosubvenciones, vengan de donde vengan, no sitúan a ningún teatro en la cúspide, por más que tenga dinero a espuertas para poder contratar a los supuestamente mejores
. La ascensión a la cima, si es que ese es el objetivo, es un proceso lento y es el público el que marca el ritmo.
 Por eso el futuro del Auditorio Nacional, su evolución y su fisonomía en los próximos años, está también en sus manos.

 

 

Ligero como el canto

Ligero como el canto

LIGERO como el canto que no acaba
Se ondula tu recuerdo en el verbero.
Regresa y es el mismo.
Despierto y no es un sueño,
A tu vuelta inocente encadenado.
La voz no sabe lo que canta.
Tallas mi vida y no lo advierto.
Hablo,
Y siempre ignoro de quién hablo.

De "Muerte sin ahí", 1986

De Jose Carlos Cataño