Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

19 nov 2013

Chandler by night

Hoy celebro un bonito aniversario: hace 40 años que descubrí a Raymond Chandler.
 Compré, por la portada y los lomos negrísimos, aquella edición de El largo adiós en Barral Enlace, y subí a un tren, y el libro me atrapó tanto que me pasé varias paradas y me encontré en un territorio casi tan desconocido como el de Los Ángeles en la posguerra.
 Chandler me pareció incluso mejor que Scott Fitzgerald, que era mi héroe de entonces: igualmente romántico, pero más divertido
. Siguieron, una tras otra, todas sus novelas.
 Para conmemorar aquel encuentro, estos días he estado leyendo A mis mejores amigos no los he visto nunca (Debolsillo), que es la versión ampliada de El simple arte de escribir. Cartas y ensayos escogidos, que Emecé publicó en 2004, probablemente tan inencontrable como la estupenda biografía firmada por Frank MacShane (Bruguera, Libro Amigo, 1977), que también convendría reeditar.
He vuelto a pensar lo que pensé entonces: he aquí a un tipo altivo, aristocrático y callejero, profundamente misantrópico y lúcido hasta el despellejamiento (“Conocerme en persona es la muerte de la ilusión”), hundido en una casi constante desdicha, pero siempre apasionado, sarcástico, y esencialmente cabal. Un poco homófobo también: no se puede tener todo.
 Chandler ha quedado como lo que siempre quiso ser, como lo que es: un gran escritor, un estilista para todos los públicos.
Muchas novelas policiales no se releen.
 A él (y he hecho la prueba) se le puede y se le debe releer.
 El único efecto negativo de su prosa fue promover la afición al gimlet, horrible brebaje.
Escribía por las mañanas, no todas, y casi cada noche, mientras su mujer dormía, él bebía y monologaba en la oscuridad, dictando cartas y más cartas en su grabadora para que su secretaria mexicana, Juanita Messick, las pasara a máquina al día siguiente. ¿Las corregía?
 No lo sé
. A mí me parecen impecables, de prosa tan flexible y elegante como la de sus libros.
Me gusta mucho lo que piensa de muchas cosas: de la literatura, de McCarthy y los Diez de Hollywood, de la maquinaria de los grandes estudios, del arte de escribir guiones, de los gatos, del alcohol.
Para despertarles el apetito por este libro tan sabio y variado he seleccionado algunas de sus frases.
 “La mayoría de los escritores”, dijo, “tienen el egotismo de los actores sin su belleza física ni su encanto”. Sobre la crítica: “Los grandes críticos, de los que lamentablemente hay pocos, construyen una casa para la verdad”. Sobre las adaptaciones:
“Escribir un guion sobre un libro tuyo es como revolcarse sobre huesos secos”.
 Acerca de la guerra dijo: “Los bombardeos de saturación sobre Hamburgo, Berlín y Leipzig no tuvieron apenas consecuencias militares, pero moralmente nos pusieron a la altura del hombre que creó Belsen y Dachau”.
 Sobre el comunismo y el catolicismo:
“Después de Katyn y los juicios por traición en Moscú y los campos de prisioneros en el Ártico, que un hombre decente pueda volverse comunista está más allá de toda comprensión.
 Pienso lo mismo acerca de convertirse a un sistema religioso que hizo amistad con Franco y sigue haciéndola con cualquier bribón que esté dispuesto a proteger y enriquecer a la Iglesia”.
Decir todo esto en 1949 me parece de una lucidez y una valentía fuera de lo común. Miró mucho, pensó mucho, amó mucho y sufrió mucho.
Lo que le escribe a Jamie Hamilton, su editor inglés, sobre la enfermedad y muerte de su esposa Cissy no puede leerse (ni siquiera recordarse) sin un turbión de lágrimas
. Última frase de la carta: “Todo lo que hice fue para alimentar un fuego en el que ella pudiera calentarse las manos”.
Para acabar, este consejo a un joven escritor: “No escriba nada que no le guste, y si le gusta no acepte el consejo de nadie para cambiarlo”.

Y Buenafuente venció al sueño

El presentador reparece en la noche con 'En el aire' tras una ambiciosa renovación de su oferta. Nuevas caras, el mismo humor, un espectáculo más coral e interactivo. La audiencia responde.

El reparto de 'En el aire': Buenafuente y Berto, en primer plano. Detrás: Bob Pop, Belén Cuesta y Jorge Ponce.

Ya estamos todos: ha vuelto Buenafuente.
 A los trasnochadores de este país, que somos demasiados, nos faltaba un motivo por el que seguir enganchados a la televisión a la hora en que deja de ser sensato seguir despierto ante ella
. Los españoles somos distintos todavía, sí: salimos de trabajar horas más tarde que un alemán habiendo producido menos, cenamos de noche cerrada, se juegan partidos de fútbol después de las 10 y en la madrugada de este lunes al martes había 1,2 millones de personas atendiendo el regreso a La Sexta de Buenafuente al frente de su nuevo show diario, En el aire.
El renovado equipo de Buenafuente, con Berto a su lado, se llevó el 14,8% de la audiencia, prácticamente el doble de la media que tenía su programa en la misma cadena hace dos años.
Se demostró que se les echaba de menos
. Y el de Reus volvió con fuerza: con nuevos colaboradores, una idea más coral, un estudio que gira en torno a una gran mesa, un ritmo intenso, más atención a lo que ocurre en las redes sociales.
 Tendrá que afinar todavía para que todo cuadre, pero dejó buen sabor de boca al que luchó contra la caída de sus párpados hasta pasadas la 1.30 de la madrugada.
El late night, ese tramo de la parrilla que acepta la charla relajada y algunas travesuras, se había quedado huérfano con su despedida como programa diario en 2011, tras años de feroz competencia. En EE UU esa franja era de los periodistas hasta que la tomaron los cómicos: Jon Stewart, Bill Maher o Stephen Colbert destripan la actualidad desde el sarcasmo.
 En España, a mediados de los noventa fue Pepe Navarro el que creó ese espacio hasta que le ganó Xavier Sardá; luego Buenafuente se impuso a Sardá, y otros aspirantes (Máximo Pradera, Eva Hache) tropezaron con el apresurado veredicto de la audiencia.
 A diferencia de Sardá o Navarro, que recurrían al corazón cañí o a sucesos truculentos para engordar las audiencias, Buenafuente lo fio todo a su humor inteligente y sosegado, aunque también invitó a desfilar por su programa a una buena galería de freaks.
 Su hueco en las noches entre semana pasó a ser ocupada en la TDT por tertulias futboleras, de esas en las que los invitados gritan mucho.
Los que no quieren oír a esas horas tonos tan altos vuelven a contar con Buenafuente
. Formado en la radio, Andreu es bastante más que un humorista: es uno de los grandes emprendedores de la televisión de este país, capaz por igual de levantar la productora El Terrat, de enviar al patético Chikilicuatre a Eurovisión, de presentar la gala de los Goya o de convertir al antes llamado Follonero Jordi Évoleen periodista de investigación.
 Ahora estaba obligado a renovarse (que no reinventarse, ese palabro de moda) para conjurar el riesgo de ser previsible.
 En su última etapa en Antena 3, donde solo duró siete domingos en 2012, ofrecía lo mismo que antes pero en frecuencia semanal.
 No funcionó. Esta vez su regreso incluye suficientes novedades para que no tengamos la sensación de estar ante algo ya visto. Una novedad es llamativa: el riguroso directo, que pretende demostrar un reloj digital tras los conductores.
Sin recurrir al corazón ni a lo truculento, despegado de las noticias que nos agobian, Buenafuente lo fía todo a su humor inteligente y sosegado
Berto Romero es un valor seguro: su humor surrealista y gamberro contrasta con el más refinado y amable del propio Buenafuente. Sin embargo, se ha caído del equipo Ana Morgades y en su lugar se ha montado un reparto más coral. Se ha incorporado Jorge Ponce, que apunta a revelación: se mantuvo todo el programa en primer plano, al lado de Berto, y nos sacó algunas carcajadas
. De la actriz Belén Cuesta se esperan irrupciones sorprendentes: en la primera entrega la vimos atacada de los nervios y enfrentada a los guionistas y a Berto. Un papel por pulir
. Y Bob Pop (Roberto Enríquez) es el rastreador de las redes sociales, tarea que aborda con ansiedad encerrado en una cabina. Será el community manager, quien conecte a Buenafuente con lo que está diciendo el público.
 El cruce de redes sociales y televisión está haciendo ganar peso a la participación en un medio del que siempre se dijo que nos hace pasivos, aunque existe el peligro de amplificar cualquier tontería que no merecía haber trascendido su rincón en el ciberespacio. Ese riesgo está conjurado, porque los de En el aire se ríen de todo. Pero de nadie con saña.
El regreso de Buenafuente completa una parrilla, la de La Sexta, que ha reunido un buen abanico de figuras con las que puede sentirse afín una audiencia determinada.
 Es emisora de nicho, pero de un nicho nada menor, un entorno mejor para la transgresión (aún moderada) que las grandes cadenas generalistas
. Allí Buenafuente vuelve a encontrarse con El Gran Wyoming, con quien en el pasado simuló una falsa rivalidad pero llegó a intercambiarse la dirección de sus programas en 2009.
 A diferencia del madrileño, que se ha consolidado en El Intermedio con un humor combativo muy pegado a las noticias de cada día, el presentador catalán adopta una perspectiva más lejana hacia esa actualidad que nos agobia. Brillante uno de los primeros sketches sobre la declaración del fin de rescate a España, que Berto y Ponce entendieron como una invitación a volver a vivir por encima de nuestras posibilidades. Divertida la imitación por Buenafuente y Berto del farsante (lo llaman vidente) que ocupa las madrugadas en la misma cadena engañando a incautos, aunque uno hubiera agradecido más mala leche. Ingenioso el fallo del sistema informático que frustró una falsa videoconferencia con Bill Gates.
La renovación implica riesgos, pero el mayor era aburrirnos.
 Los que llevaremos más ojeras por la mañana celebramos el regreso del rey de la noche televisiva.

 

El libro más valioso del mundo sale a la venta

Sobre el autor

Miguel Ángel García Vega
Periodista y modesto coleccionista de arte contemporáneo, Miguel Ángel García Vega lleva más de 15 años escribiendo en EL PAÍS.
A veces de finanzas, a veces de sociedad, a veces de arte, pero siempre conectando la vida y los números. Este blog quiere ser una piedra de Rosetta con el que entender el universo de los bienes tangibles, que en ocasiones parece, como el mundo, ancho y ajeno.
Por: | 19 de noviembre de 2013
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Hay algunos expertos que afirman que es el libro más valioso del planeta. 
Conocido como Bay Psalm Book fue editado, en 1640, con el título original de The Whole Booke of Psalmes Faithfully Translated into English Metre, por los primeros residentes de la colonia de la bahía de Massachusetts. 
Se imprimieron 1.700 ejemplares y solo han sobrevivido 11. Los especialistas hablan de él como el primer libro impreso en las colonias y también el primero impreso en inglés en el Nuevo Mundo, en lo que aquellos días eran tierras británicas.
El libro es un salterio no muy bien traducido por los Puritanos que emigraron de Inglaterra a esos nuevos paisajes en busca de libertad religiosa, y contiene infinidad de erratas. 
 A pesar de esos defectos supone un logro de edición teniendo en cuenta los escasos medios con los que contaban los colonos para su confección en un entorno prácticamente salvaje.
 Tampoco hay que olvidar que se encuadernó solo 20 años después de la llegada de los peregrinos a Plymouth, algo que multiplica la hazaña.

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Una persona contempla una página de The Birds of America, de John James Audubon, el libro más caro rematado en una subasta al adjudicarse en 2010 por 11,54 millones de dólares. (Ben Stansall/AFP/Getty Images).
Pero la historia, una vez más, deja paso al dinero.
 El próximo 26 de noviembre la sala Sotheby’s subasta uno de los dos ejemplares que atesora la colección de libros raros de la Old South Church de Boston (Massachusetts). 
La casa de pujas espera conseguir entre 15 y 30 millones de dólares (de 11,11 a 22,22 millones de euros), y podría convertirse en el libro más caro vendido nunca en subasta superando el récord que tiene el volumen The Birds of America, de John James Audubon, el cual se remató en 2010 por 11,54 millones de dólares (8,5 millones de euros al cambio actual).
9039 Bay Psalm Book, Title White
Conocido como Bay Psalm Book fue editado en 1640 y podría convertirse en libro más caro vendido en subasta. Sotheby's pide por este ejemplar entre 15 y 30 millones de dólares. Sotheby's.
En este caso, la iglesia de Boston se ve obligada a vender uno de sus ejemplares para conseguir los siete millones de dólares que necesita con el fin de mantener vivos diversos proyectos. Eso sí, para sacar a la venta el libro fue necesario que antes votara la congregación.
 El resultado: 271 votos a favor y 34 en contra. Los religiosos esperan conseguir el dinero necesario para evitar enajenar su colección de copas de plata y cálices, que era el plan “b”.
Lo más probable es que el ejemplar a la venta acabe en manos privadas, dadas las cifras que se manejan. Los otros diez volúmenes pertenecen a los anaqueles de museos y bibliotecas públicas.
 De hecho, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos tiene uno y la Universidad de Harvard posee otro.

El Ayuntamiento omitió que hubo riesgo sanitario en la huelga de barrenderos

Medio Ambiente declaró el viernes la "situación de extraordinaria y urgente necesidad" ante "el deterioro de la sanidad ambiental" pero no ha informado de ello hasta hoy.

Aguirre reitera su respaldo a Botella. La líder del PP de Madrid ha asegurado que la alcaldesa "ha gestionado estupendamente bien esta crisis". En la foto, ambas esta mañana en un acto del presidente de Seeliger y Conde, para el que trabaja Aguirre. / Paco Campos (EFE)

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella (PP), no aceptó el pasado miércoles, durante una comparecencia ante los medios, que existiera riesgo para la salud de los ciudadanos debido a la huelga de barrenderos.
 Pero apenas 48 horas después, el área municipal de Medio Ambiente declaró mediante decreto “una situación de extraordinaria y urgente necesidad” debido al “riesgo para la sanidad ambiental” y “riesgo para la salud de las personas que viven y visitan” la ciudad. Sin embargo, el Ayuntamiento silenció esa situación.
 Hasta hoy.
Punto octavo del decreto aprobado el día 15 por Medio Ambiente en el que se declara el "riesgo para la sanidad ambiental".
Entre el viernes y hoy no se la comunicó a los ciudadanos, ni emitió una alerta preventiva para “menores, enfermos, ancianos o personas con discapacidad”, los más afectados según el propio decreto.
 Tampoco alertó de que se había detectado un incremento de insectos y ratas por los desperdicios acumulados en las calles.
El decreto se ha conocido hoy, cuatro días después, al ser publicado en el Boletín Oficial del Ayuntamiento de Madrid (BOAM).
 ¿Para qué sirvió entonces detectar riesgo sanitario si los ciudadanos no se enteraron ni pudieron tomar medidas preventivas?
Porque justificó legalmente la intervención de la empresa Tragsa para realizar el trabajo de los barrenderos.

Otra huelga más

  • Los 251 trabajadores de la unión temporal de empresas Luz Madrid irán a una huelga indefinida el 2 de diciembre por la “incertidumbre” que les causa el nuevo contrato de alumbrado público municipal.
  • El Ayuntamiento aprobó en octubre un contrato de gestión energética de 786 millones para ocho años, que incluye farolas, semáforos y fuentes ornamentales.
  • El edil de Medio Ambiente, Diego Sanjuanbenito, avanzó entonces su esperanza de que la nueva adjudicataria contrate a los empleados que ahora prestan ese servicio porque son los más capacitados.
  • Los trabajadores denuncian que el pliego de condiciones del contrato “no ampara ningún tipo de subrogación de los actuales empleados” y lleva “a una indefensión injusta”.
  • La edil de IU Raquel López augura que habrá “muchas huelgas” más para “parar los pies” al Ayuntamiento con los nuevos contratos integrales.
El Ayuntamiento afirma en el decreto que existe “una acumulación excesiva de residuos y suciedad”, y culpa de ello al incumplimiento de los servicios mínimos.
 La huelga comenzó el día 5 y acabó el pasado domingo, tras un acuerdo de concesionarias (OHL, Ferrovial, Sacyr y FCC) y sindicatos (CC OO, UGT y CGT). Los servicios mínimos exigían que trabajaran cuatro de cada diez barrenderos
. Según el Ayuntamiento, apenas lo hicieron tres de cada diez.
 Además, según el decreto, la llegada de residuos al vertedero de Valdemingómez procedentes de la limpieza viaria cayó un 90%.
Botella dio 48 horas a las concesionarias para respetar los servicios mínimos
. Cuando expiró el plazo, a las cinco de la tarde del pasado viernes, denunció su incumplimiento ante la justicia, y ordenó la intervención de Tragsa.
Para lo primero, el edil de Medio Ambiente, Diego Sanjuanbenito, acudió a las siete de la tarde en persona a los juzgados de plaza de Castilla.
 Horas después, a las cinco de la madrugada, la propia Botella supervisó el despliegue de Tragsa
. Sin embargo, en ningún momento se comunicó a los ciudadanos la “situación de extraordinaria y urgente necesidad”, ni el riesgo que existía para su salud.
 De hecho, el Ayuntamiento negó reiteradamente a EL PAÍS los informes a partir de los cuales se tomó esa decisión, alegando que no había riesgo sanitario ni necesidad de crear alarma social.
Esos informes, elaborados por el organismo municipal Madrid Salud, que es quien tiene las competencias de salud pública en la capital, alertaban de “un deterioro importante de la sanidad ambiental”
. De hecho, la finalidad de la intervención de Tragsa era, según el decreto, “la recuperación de las condiciones de higiene y salubridad con especial urgencia”.
“La acumulación de gran cantidad de suciedad y residuos” en “calzadas, aceras y zonas de juegos infantiles” provocó “el aumento de la proliferación de vectores-plaga” (ratas, insectos, etcétera).
Y añade el decreto:
 “Todo ello está suponiendo un riesgo para la sanidad ambiental de determinada zonas de la ciudad especialmente sensibles por la densidad de población expuesta o por el mayor riesgo de exposición a población especialmente vulnerable, e implicando un riesgo para la salud de las personas que viven o visitan nuestra ciudad y, especialmente, para aquellas en situación de especial protección como son menores, enfermos, ancianos, personas con discapacidad o diversidad funcional”.

¿Por qué no se informó de ello a la ciudadanía?
 El Ayuntamiento alega como prueba de que no lo ocultó es que se publicara hoy en el BOAM (cuatro días después de dictarse el decreto y una vez acabada ya la huelga). Niega, además, que declarara la alerta sanitaria y señala que nunca dijo que no hubiera riesgo para la salud, pese a las declaraciones de Botella en ese sentido.
Esta mañana, en su intervención ante la comisión de Medio Ambiente, Diego Sanjuanbenito reiteró que “existió un intento deliberado para que las calles estuvieran en el peor estado”. “Pretendieron llevaron a Madrid al límite pero no lo consiguieron.
 El Ayuntamiento ha hecho lo que tenía que hacer, defender los derechos de los ciudadanos, y su actuación ha sido decisiva para resolver el conflicto”, añadió el concejal.
El edil de UPyD Jaime de Berenguer le acusó de “liarla parda”, “desviando luego el foco hacia las personas que hicieron huelga”. Denunció la “inacción y falta de liderazgo” de Botella, y consideró que los madrileños son “prisioneros” de la gestión del PP, que “ha quebrado la ciudad” construyendo “edificios innecesarios” y ahora “no tiene dinero para limpiar, un servicio básico”.
Raquel López (IU) recordó que había advertido “23 veces” al Ayuntamiento de que el contrato de limpieza viaria provocaría un conflicto como el que ha atenazado a la ciudad en las últimas dos semanas, debido a la “rebaja temeraria” en el pago a las concesionarias.
 “La culpa es de ustedes, no de los trabajadores. Es una vergüenza que intentaran transgredir el derecho de huelga”, añadió en referencia a la intervención de Tragsa.
El líder municipal socialista, Jaime Lissavetzky, que ya avisó la semana pasada del posible riesgo sanitario, tachó de “gravísima irresponsabilidad” que no se informara a la ciudadanía, algo “injustificable”, en su opinión. Botella “ha jugado con la salud de los madrileños”, añadió.
 “Debería haber informado del riesgo para la salud, como lo hace cuando hay contaminación excesiva.
 La alcaldesa tiene que dimitir”, zanjó Lissavetzky.