Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 nov 2013

Abraham Zapruder, piedra fundacional del periodismo ciudadano


Secuencia del asesinato de Kennedy.

Abraham Zapruder no volvió jamás a mirar a través de la lente de una cámara después del 22 de noviembre de 1963.
“Me despertaba y revivía el momento una y otra vez. Tenía pesadillas”, declaró Zapruder tras admitir llorando que había visto su propia película demasiadas veces. En al menos dos ocasiones, durante su testimonio ante la Comisión Warren y años después durante el juicio en Nueva Orleans a la única persona que jamás ha sido encausada por el asesinato del presidente John F. Kennedy (Clay Shaw), Zapruder fue obligado por ley a testificar sobre la película que le cambiaría la vida.
La existencia de este hombre de 58 años volvió a la normalidad tras el magnicidio, pero “nunca pudo escapar a las consecuencias de haber estado tras la cámara aquel día”, explica a los medios estos días su nieta, Alexandra Zapruder.
JFK sigue muriendo una y otra vez en la película de Zapruder, un emigrante judío que a los 15 años dejó Rusia en busca del sueño americano que le llegó de la mano de la tragedia
. El día que murió Kennedy, el cofundador de una fábrica de ropa para mujeres había olvidado su Bell & Howell 414 de 8 milímetros en casa.
 Un compañero le instó a que fuera a buscarla. Ambos aprovecharon la hora del almuerzo para asistir al paso de la comitiva presidencial que recorrería las calles del centro de Dallas.
Abraham Zapruder estaba en un lugar privilegiado para capturar lo que pasó
Subido en una plataforma de cemento de poco más de un metro, Zapruder estaba en un lugar privilegiado para capturar lo que sucedió aquel día de hace medio siglo
. Con pulso firme, según se acercaba la caravana que transportaba a Kennedy, su esposa Jackie, el Gobernador de Texas, John Connally, y su esposa Nellie, Zapruder comenzó a filmar con película de color Kodachrome II.
 Grabó durante siete segundos y paró porque dejó de ver el coche en el que viajaba Kennedy.
Enseguida volvió a ver el flamante Lincoln Continental tocado por banderines estadounidenses. Zapruder volvió a filmar, de izquierda a derecha, a medida que la limusina se adentraba en Elm Street, sin imaginar que estaba a punto de grabar una auténtica ‘snuff movie’.
 Entonces fue cuando oyó un sonido similar a un petardo, y eso fue lo que pensó que era, un cohete de celebración
. Y siguió filmando.
Pero entonces la tragedia ya se había desencadenado y el coche huía veloz por la carretera camino al hospital, con el presidente herido de muerte.
En una entrevista en 1966, Zapruder explicó cómo estaba grabando, cómo veía a Jacqueline y al presidente saludar a la gente, cuando de repente observó que Kennedy se desplomaba sobre su mujer, sin entender qué estaba pasando.
 Fue entonces cuando oyó una segunda detonación.
 “Vi cómo se le abría la cabeza y empecé a chillar: ¡Le han matado, le han matado!, y seguí filmando hasta que el coche desapareció bajo el puente”.
Aturdido, Zapruder no se movió de su sitio. Harry McCormick, a sueldo del diario The Dallas Morning News, se dio cuenta de que tenía una cámara en la mano y se acercó a él para hacerle unas preguntas. Zapruder le dijo que no iba a hablar con nadie que no fuera una autoridad federal. McCormick le prometió que buscaría al jefe del Servicio Secreto en Dallas y le llevaría a su lugar de trabajo, la compañía de confección de ropa de mujer Jennifer Juniors, muy cerca del Depósito de Libros desde donde Lee Harvey Oswald acabó con la vida del presidente 35 de la nación.
En las horas que siguieron al magnicidio, Zapruder reveló la película y mandó hacer tres copias. Dos fueron entregadas una al Servicio Secreto y la otra al FBI.
  Por la tercera pelearon, chequera en mano, varios medios de comunicación y finalmente fue Richard Stolley, director de la revista Life en la costa oeste, quién logró el histórico documento.
 En una entrevista reciente, Stolley -85 años- aseguraba que ver la película y el tristemente célebre fotograma 313 –en el que se recoge el estallido del craneo del presidente fruto de la tercera bala- fue “el momento más dramático” de su carrera.
 Time pagó un total de 150.000 dólares a Zapruder y le prometió no publicar nunca el fotograma 313, el disparo fatal –el primero impactó en la carretera; el segundo en la garganta del mandatario-.
 En 1999, el Gobierno de EEUU acordó comprar la película a la familia del emigrante ruso por más de 16 millones, película que hoy se guarda en una sección de los Archivos Nacionales radicada en College Park, Maryland, a las afueras de Washington.
La noche de aquel fatídico viernes 22 de noviembre, en uno de los días más sombríos de la historia de EEUU, Zapruder regresó a su casa, preparó su proyector y mostró la cinta original a su mujer y su yerno. Su hija, Myrna, se negó a verla.
Para estar considerada la piedra fundacional del periodismo ciudadano, la cinta Zapruder, en sí, no es gran cosa:
 Metro ochenta de estrecho celuloide que contiene menos de 500 imágenes mudas de grano gordo y que tiene una duración de 26 segundos.
 Y sin embargo, es la prueba más importante en el que es, quizá, el crimen más discutido en la historia de la nación.
Excepto por unas cuantas imágenes fijas que publicó Life, pasaron años hasta que el público pudo ver lo que había filmado Zapruder.
 En 1969, cuando faltaba un año para la muerte por cáncer del hombre que emigró desde una ciudad de Ucrania –entonces perteneciente al imperio ruso- a Brooklyn, el filme se pasó hasta 10 veces ante el jurado en el proceso contra Clay Shaw en Luisiana. Oliver Stone la utilizó de tal manera en su memorable JFK que no dejó otra opción que la de creer que la muerte de Kennedy fue fruto de una inmensa conspiración que englobaba desde Lyndon B. Johnson; hasta la CIA; la Mafia; la industria armamentística e incluso la comunidad gay (Clay Shaw era un acaudalado hombre de negocios de Nueva Orleans que escondía su homosexualidad).
Pero no fue hasta marzo de 1975 cuando los norteamericanos pudieron ver en movimiento el horror contenido en la película Zapruder. Su exhibición provocó que se formara en la Cámara de Representantes un Comité especial para investigar la muerte de JFK –también indagó en la de Martin Luther King-
. Al contrario que la Comisión Warren, el Comité sobre Asesinatos concluyó que la muerte de Kennedy fue el resultado de una conspiración que involucró a mútiples pistoleros.
“La película Zapruder no les aportará paz”, advierte Life Magazine en una obra especial que conmemora el 50 aniversario de la muerte del presidente más famoso de la historia de EE UU.
“No es que sea ambigua, porque no lo es, sólo que la gente la verá y cada cual sacará una conclusión distinta”, asegura la revista.
 Cierto. Basta con ‘googlear’ el término Zapruder para que salten a la pantalla todo tipo de teorías de la conspiración y juegos de poder.
En los años sesenta, de las más de 200.000 personas que asistieron a ver el paso de la comitiva presidencial (un tercio de la entonces población de Dallas), solo un puñado grabó el acontecimiento. De esos, solo Zapruder captó el asesinato
. En la era de los teléfonos inteligentes, en la época en la que la intimidad practicamente ha desaparecido de la vida, el mundo estaría ante miles y miles de potenciales Zapruders.

Chúpate esa, YouPorn

Cuando el ADSL ha rematado al porno blando de papel, el eterno rebelde Fréderic Beigbeder resucita la mítica revista erótica 'Lui' y hace que todos recordemos con añoranza cuando dejábamos las revsiats guarras debajo del colchón.

Frédéric Beigbeder, fotografiado para ICON en la redacción de Lui en septiembre en París, representando el tan en boga papel de editor estrella. / Audoin Desforges

Los hombres la escondían dentro de las páginas de Le Monde, supuestamente más respetables
. En la antesala de la revolución sexual hubo quien la leía con una sola mano, aunque jurase comprarla por sus apasionantes artículos de fondo. Generaciones de adolescentes franceses crecieron idealizando esas páginas prohibidas. El invento se llamaba Lui y marcó una era. Fundada en 1963 por Daniel Filipacchi, algo así como el Ciudadano Kane galo, la revista erótica presentaba a modelos anónimas como Mimi o Germaine con títulos picarones y aliteraciones juguetonas dignas de películas tardofranquistas (“Marie se lo monta en el mar”)
. Pero Lui también consiguió quitarle la ropa a Brigitte Bardot, Sofia Loren, Jane Fonda, Catherine Deneuve y hasta Isabelle Hupper
t. Acabó apostando por un modelo menos softcore, aunque ni siquiera así pudo competir con el incipiente mercado del vídeo. Cerró en 1994, en vísperas del todo gratis que impondría Internet.
Dos décadas después de su desaparición, Lui vuelve de la mano de Frédéric Beigbeder 
. Publicista catapultado por el éxito de la novela 13,99 euros e icono mediático, se ha atrevido con un reto doblemente temerario
. Primero, por lanzar una revista en plena crisis de la prensa.
 Y después, por apostar por algo tan desfasado como el erotismo de papel couché
. Otro experimento similar –resucitar Playboy en Francia, con Juliette Binoche en portada– se saldó con un sonado fracaso en 2007.
 Entonces, ¿por qué a Beigbeder le ha salido bien la jugada?
Apuesto y larguirucho, el interesado aguarda ante el mítico Café de Flore de Saint-Germain-des-Près, a dos pasos de la redacción que alberga la nueva revista.
 Sus días de enfant terrible no han quedado atrás, aunque parezca algo más reformado que la última vez que nos lo cruzamos, recién amanecido a las cinco de la tarde en un día laborable. 
Le acababan de detener por esnifar cocaína
. A los 47, con un premio Renaudot en su haber por Una novela francesa, aparece reconvertido en magnate de prensa con look de modelo de APC. “Me aseguraron que podría hacer lo que me viniera en gana. ¿Cómo iba a decir que no?”.

Vuelta a los orígenes

Beigberder se ha propuesto darle la vuelta a la mítica 'Lui'
Beigbeder pretende resucitar el primer Lui, cuando el director era el intelectual Jacques Lanzmann y François Truffaut llevaba las páginas de cine. “Mi objetivo es que ya no dé vergüenza llevarlo bajo el brazo”, asegura. Beigbeder defiende “un espíritu libertino dieciochesco y puramente francés”, mundano y hedonista pero con fondo.
Una chica quemó un ejemplar y colgó el vídeo en Internet. Me pareció un auto de fe, lo que hacía Hitler con las obras disidentes.

Fréderic Beigbeder

El escritor está radiante, y no es para menos.
 El primer número ha colocado 350.000 copias, lo mismo que vende Le Monde un día cualquiera
. La actriz de la temporada, Léa Seydoux, aparece semidesnuda en la portada, retratada por Mario Sorrenti, que participa en la empresa junto a otros fotógrafos estrella como Terry Richardson o Mikael Jansson.
 En el interior encontramos firmas tan llamativas como la de la ensayista franco-argentina Marcela Iacub, conocida por su tórrido affaire con Strauss-Kahn (y por haber publicado un explícito libro sobre tan apetecible experiencia), o la del propio Beigbeder, excelente entrevistador que, si nos pillan en un buen día, hasta podría parecer un Capote de la rive gauche.
A principios de los setenta, el director de la publicación abandonó el cargo al enterarse de que el propietario apostataría por destapar el triángulo prohibido. Beigbeder es partidario de no caer “en el mal gusto” –un destello del pubis de Léa Seydoux, las nalgas de Clémence Poésy, los pechos de la hija de Mick Jagger–, aunque no descarte regalar imágenes algo más crudas a su cuota de onanistas.
 Las voces contrarias ya germinan en su país.
 “No me preocupa”, responde el director. “Una chica quemó un ejemplar y colgó el vídeo en Internet
. Me pareció un auto de fe, lo que hacía Hitler con las obras disidentes”.
—¿Entiende que esta visión de la mujer pueda molestar?
—A quien no le guste, que se pase un rato estudiando la historia del arte
. La desnudez femenina se ha utilizado desde la antigüedad para representar la belleza, reflejo del orden divino. ¿Por qué un cuadro de Courbet se considera magnífico y lo que hago yo es sexista?
—Su punto de vista es que el equivalente masculino a Lui no existe.
—Pues que se lo inventen.
 Que hagan un homenaje a la virilidad. Esto también va a sonar sexista, pero tal vez el deseo femenino es más intelectual y el nuestro es más físico. Yo me postro de rodillas ante cualquier mujer.
 Son las reinas de esta revista y yo soy su esclavo.
Para esquivar las críticas, Beigbeder ha tenido un reflejo tirando a inteligente: escoger una redacción integrada por mujeres. “Lo he hecho para protegerme
. Pero no de las críticas, sino de mí mismo”, sonríe.
 “Así, cuando tengo una de mis ocurrencias, ellas me recuerdan que soy un auténtico cerdo”. No se olvida de apuntar que el éxito del proyecto se debe a que la mitad de sus lectores son mujeres. En el fondo, para Beigbeder, el erotismo ya no significa transgresión alguna.
 “Aunque tal vez siga despertando algo de culpabilidad cristiana.
 Pero eso está bien. Ese pequeño escalofrío no hace más que intensificar el goce”

 

Lejos de la hierba......................Juan Cruz


Lessing, con el Nobel. / shaun curry (afp)

Ya estaba cansada de ser premio Nobel y todavía no habían terminado de teclear la noticia.
Desde el momento en que le comunicaron la buena nueva, ella decidió, como antes, en Oviedo, cuando le dieron el Príncipe de Asturias, activar su indiferencia ante la gloria.
 Le perturbaba que indagaran en su biografía, qué fue o qué hizo, para eso estaban los libros, que ya eran demasiados.
 Esa esquina en la que quería vivir ajena al oro de las letras era su casa alta y estrecha de Londres, y más precisamente la habitación más lejos de la hierba.
Ahí se recluyó desde que logró zafarse de los editores que la querían juntar con periodistas.
 Desde que consiguió decir no a todo aquello se fue a vivir allá arriba, de modo que cuando llegamos a la casa y tocamos el timbre sentimos que nos respondía el vacío tremendo de una casa sin nadie.
 La puerta estaba abierta pero la entrada se hallaba obturada por cientos de cartas y telegramas, también había restos de flores y otros parabienes que ella fue dejando allí porque le daba pereza desplazarse desde aquel piso hasta la entrada de la calle.
 Finalmente dijo “suban” y fuimos hasta ella portando a cuatro manos aquella correspondencia. Ahora, tocada con el abriguito escaso y gris con que aparece en algunas fotos, ya era ella misma de cuerpo entero, con su boca fruncida, pero con sus ojos inteligentes e irónicos, cansada de parabienes pero dispuesta a cualquier cosa para que los visitantes se sintieran en su casa
. Le dije que nuestro compañero Carlos Yárnoz tenía en su despacho del periódico una foto suya, y que a los que no la conocían le él decía de broma que aquella mujer era su madre
. “La gente siempre me ve como su madre. ¡Os puedo adoptar!”, dijo riendo. Una madre.
 Hasta el punto que dispuso de paracetamol para uno de nosotros y nos ofreció todo tipo de milagros para que allí nos sintiéramos en casa.
¿Y ella cómo está? Ahí fue Doris Lessing en estado puro, con el mandoble que usaba para sus libros: “¿Me lo pregunta en serio? Pues le digo: tengo tos, una ligera diarrea y cistitis.
 Aparte de eso estoy muy bien, gracias”. Todo para ella entonces era estresante: las llamadas, las visitas.
 “Y además el gato está molesto”. De chica, cuenta, le molestaba que le hicieran cosquillas, que los adultos la manejaran y que la risa la dejara indefensa.
 Se revolvía de tal modo que la llamaban Tigger, el tigre que se desplaza a brincos en Winnie the Pooh.
 A ella no le gustaba ese mote; quizá ahora se revolvía contra las cosquillas de la fama, y eso la mantenía allá arriba, recluida, para sentirse dueña de su propia risa.

Muere la escritora Doris Lessing

La ganadora del Premio Nobel en 2007 fallece a los 94 años.

Doris lessing nunca fue totalmente de mi gusto  quizás como otras mujeres americanas femenistas y luchadoras.

Me falta esa "chispa" que enciende el interés.Y no es suorigen precisamente lo que le pudo llevar al premioNobel es como sino quisiera ser una mujer interesante de su procedencia y ganara el Nobel. Su Cuaderno Dorado no lo fue para mi.

La novelista Doris Lessing, en una entrevista. / RAÚL CANCIO

La escritora Doris Lessing ha fallecido a los 94 años
. Recibió el Nobel de Literatura en 2007 por una obra que "supo capturar lo esencial y la épica de la experiencia femenina, que con escepticismo, fuego y poder visionario ha sometido a una civilización dividida al escrutinio”. Una narradora, poeta, ensayista e intelectual comprometida con la vida y la literatura en una búsqueda entrelazada a través de una obra con una estética que bien podría ser clásica o de fragmentación posmoderna.
Autora prolífica con más de medio centenar de libros, Lessing, nacida en 1919 en Kermanshah, Persia (actual Irán), practicó casi todos los géneros literarios, desde los 15 años. Es conocida por El cuaderno dorado (1962), obra cumbre de la literatura feminista y de la narrativa fragmentaria postmoderna.
Lessing fue galardonada con numerosos premios, entre ellos el Nobel de Literatura en 2007 y el Príncipe de Asturias (2001).

África, Inglaterra, la mujer, las dudas existenciales y las contradicciones del ser humano tienen un papel esencial en su escritura. Calificada como una escritora feminista y militante de izquierdas, Lessing trascendió las etiquetas al hacer visible temas y problemáticas que tocan a todos los individuos al margen de géneros, ideologías y lugares.
Nació en Irán en 1919, cuando todavía era Persia y bajo el nombre de Doris May Tayler
. Pasó su infancia y juventud en Rhodesia (ahora Zimbabue).
 Allí empezó a leer libros que su madre le compraba por catálogo. Se independizó a los 15 años y empezó a publicar cuentos en revistas sudafricanas. A los 31 años se fue a Londres, con su tercer hijo dejando atrás  dos matrimonios para empezar su carrera como escritora con Canta la hierba (1950). Fue miembro del Partido Comunista británico hasta 1954 que abandonó llevada por la decepción.

Autora de libros como Instrucciones para un descenso al infierno, Memorias de una superviviente o La buena terrorista, su obras reflejan su pasión y lucha por la libertad, las injusticias generadas por las razas y comprometida con las causas del Tercer Mundo.
 Su vena cuentística se aprecia en el volumen Las abuelas y la autobiografía en títulos como Dentro de mí y El viento se llevara nuestras palabras.