Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 nov 2013

Albert Camus huye de su homenaje................Miguel Mora

Las diferencias políticas y las desavenencias entre los ‘viudos intelectuales’ del escritor dejan en manos de sus lectores la conmemoración del centenario, que se cumple hoy

 

LIDO/SIPA (LIDO/SIPA /Cordon Press)

Las disputas políticas entre el Estado francés y la alcaldía de Aix-en-Provence y las desavenencias entre los herederos intelectuales del escritor, pensador, periodista y dramaturgo Albert Camus (Mondovi, Argelia, 1913- Villeblevin, Francia, 1960) habrían hecho seguramente sonreír al hijo de Catalina Sintes.
 Todavía incómodo e inclasificable, Camus sigue siendo el intelectual pobre y extranjero que llegó de Argelia en 1940.
 Pese a que dio gloria a Francia al cantar las verdades del barquero y ganar el premio Nobel a los 44 años, el autor de La pesteno tendrá por su centenario un gran homenaje nacional.

La macroexposición largamente anunciada en Aix ha acabado reducida a la mínima expresión.
Dada la falta de consenso, y mientras la sociedad francesa rezuma intolerancia, xenofobia y descontento social, el mejor homenaje será el de los lectores, dentro y fuera del país, que cada vez se interesan más por el hombre rebelde
: La peste ha despachado ya cuatro millones de copias, y las ventas de sus otros libros han crecido un 4,5% entre 2008 y 2012, según cuentan en su editorial de siempre, Gallimard, donde subrayan que Camus es hoy “el autor francés del siglo XX más conocido y el más traducido en el extranjero”.
La editorial publica reediciones de sus obras, nuevas colecciones de cartas y ediciones limitadas, y promueve exposiciones, encuentros, reestrenos de obras teatrales y proyecciones.
La novedad principal es la publicación, el día 25, de Le monde en partage. Itinéraires d’ Albert Camus, una edición de lujo del álbum escrito por su hija y albacea, Catherine Camus, que combina la geografía íntima, literaria y política, y repasa los viajes y lugares amados por el escritor, sus amigos, sus influencias literarias y su combate por los oprimidos.
Un acercamiento menor es el catálogo de la exposición de Aix-en-Provence, que se puede visitar en la Cité du Livre hasta el 4 de enero.
 Tras el cese político de Benjamin Stora, el primer comisario nombrado por el ministerio de Cultura, que fue defenestrado por la atrabiliaria alcaldesa de Aix, y la renuncia de su sucesor, Michel Onfray, en circunstancias poco claras, el libro, de firma colectiva, se titula como la muestra, Albert Camus, ciudadano del mundo.
Quizá lo más interesante es la edición de tres correspondencias inéditas —con Francis Ponge, Louis Guilloux y Roger Martin du Gard—, que descubren las afinidades literarias personales del autor de La caída. Además, Gallimard reúne los textos esenciales de Camus en un solo volumen.
Marsella, capital europea de la cultura, y Aix acogerán el regreso escénico del Nobel.
La oferta incluye una puesta en escena de El extranjero en ballet, dirigido por Pieter C. Scholten, y los reestrenos de Los justos y Calígula.
Siempre escurridizo y molesto para la Francia biempensante, el Camus ensayista será festejado por la Universidad Americana de París (AUP) y el Centro Internacional de Filosofía Francesa de la Escuela Normal Superior, que han convocado (3 y 4 de diciembre) a especialistas de medio mundo. Según el director del centro filosófico, Fréderic Worms, Camus es “cada vez más moderno.
 La economía solidaria, los microcréditos, los cuidados paliativos o las revoluciones árabes son muy camusianas porque expresan su filosofía: resistir, poner límites para luchar contra la muerte y la miseria, sin emplear el terror para luchar contra el terror”.

El euro se hunde y las Bolsas entran en pérdidas tras una fuerte subida

Vista del panel de la Bolsa de Madrid. / EFE

Que la noticia no se esperaba es algo que han reflejado claramente los rápidos movimientos de los mercados financieros al conocerse que el Banco Central Europeo (BCE) ha rebajado los tipos de interés oficiales hasta un mínimo del 0,25%, el más bajo en la historia del euro.
 En cuestión de segundos, la cotización del euro se ha desplomado de los 1,35 a los 1,33 dólares, su nivel más bajo en mes y medio.
 Mientras, la Bolsa española ha saltado de los 9.800 a los más 10.000 puntos, aunque luego se ha dado la vuelta y ha acabado cediendo un 0,98%, con lo que este viernes abrirá en 9.740 puntos. El correctivo ha sido mayor en Madrid que en el resto.
Cuando el precio del dinero baja, los inversores huyen de las divisas y refugian su dinero en activos con más rentabilidad, como la Bolsa. Eso ha ocurrido a las 13.45 en Europa.
 Todas las grandes plazas europeas han registrado ganancias puntuales: Madrid del 1,82%, Fráncfort del 1,34%, París del 1,14% y Milán del 1,08%, con datos de las 14.10.
 Por la tarde, sin embargo, han empezado las dudas y los índices de referencia han perdido impulso. Al acabar la sesión, algunos han registrado números rojos, como el Cac francés, que se ha dejado un 0,14%.
La deuda soberana española también ha salido beneficiada de la medida del BCE.
 La prima de riesgo, que es el diferencial de interés que los inversores exigen a los bonos a 10 años respecto a los alemanes, ha caído al instante de los 241 puntos básicos (o 2,41 puntos porcentuales) a los 235.
La fortaleza del euro se ha convertido en un problema para la recuperación especialmente en los países periféricos del euro, como España, ya que encarece los productos y castiga las exportaciones, y esta rebaja del interés del dinero ayudará a reducir la escalada de la divisa frente a otras monedas del mundo.

Albert Camus, filosofía de un espontáneo

Sin su filosofía no se entienden sus ficciones.

Albert Camus en 1947. / Henri Cartier-Bresson (Magnum Photos/Contacto)

¿Camus, filósofo? En todo caso “un filósofo para alumnos de bachillerato”, se burlaron en su día los detractores. Hoy sigue siendo la opinión de no pocos académicos. En efecto, como señaló Sartre desde la primera hora (ni siquiera se conocían personalmente aún) “Camus pone cierta coquetería en citar textos de Jaspers, de Heidegger, de Kierkegaard, que por otra parte no siempre parece entender bien”.
 ¡Tocado! En “El mito de Sísifo”, añado yo, repite el tópico de un Schopenhauer indecente predicando el suicidio ante una mesa bien servida: pues bien, Schopenhauer no recomendó el suicidio, todo lo contrario. Ese tipo de erudición no es lo suyo, lo cual no le descarta como pensador como aclara el propio Sartre de los buenos tiempos: “Sus verdaderos maestros son otros: el contorno de sus razonamientos, la claridad de sus ideas, el corte de su estilo de ensayista y un cierto tipo de siniestro solar, ordenado, ceremonioso y desolado, todo anuncia un clásico, un mediterráneo”.
 Más tarde también Czeslaw Milosz, que le estaba agradecido por ser uno de los poquísimos intelectuales que le acogió bien cuando huyó del comunismo, le defendió contra la acusación común de que carecía de doctorado filosófico: “Pero, en primer lugar, ¿qué se entiende por filosofía? Para algunos, como Camus, la filosofía exige una alimentación casi carnal y se rehúsan a hablar de las cosas que no tocan por sí mismos”.
¿Por qué escribes novelas o dramas teatrales?”, pregunta la filosofía; y Camus responde: “Para vivirte mejor…
Entonces ¿era o no era filósofo? Digamos que fue un espontáneo que saltó al ruedo de la filosofía sin llevar nada más que su hambre vital de voyou argelino y la vergüenza torera de no aceptar una existencia irreflexiva. El capote con que dio sus primeros pases en esa faena improvisada (“El mito de Sísifo”) fue el absurdo, mucho más que una palabra y algo menos que un concepto. El absurdo no es el sinsentido del mundo, sino la falta de sentido en un mundo que nosotros –los inventores y huérfanos del sentido- reclamamos que lo tenga: “El hombre se encuentra ante lo irracional.
Siente en sí mismo su deseo de felicidad y de razón.
 El absurdo nace de esa confrontación entre la llamada humana y el silencio sin razones del mundo”. El absurdo no es un dato elemental sino un divorcio: la demanda de los hombres y la callada por respuesta del universo, un amor imposible. La peculiaridad del absurdo es que deja der serlo si lo aceptamos como tal: es un pensamiento inaceptable y sólo si no lo aceptamos, si nos sublevamos contra él, podemos pensarlo.
 No es una idea, ni mucho menos una doctrina, ni siquiera algo que pueda explicarse en el aula, como las categorías de Aristóteles o la dialéctica trascendental de Kant.
 El absurdo… ¡eso hay que vivirlo! Tal como decimos de otros padecimientos.
 Por eso se presta mejor a la narración que al tratado. Pero se equivocan quienes expulsan a Camus del jardín de la filosofía, porque sin la filosofía no se entienden ni se justifican sus ficciones, que son el modo que utiliza para hacerla comprensible. “¿Por qué escribes novelas o dramas teatrales?”, pregunta la filosofía; y Camus responde: “Para vivirte mejor…”.
Para Camus, la democracia –despreciada por los revolucionarios y por Sartre- tiene el gran mérito de solicitar modestia: nadie puede zanjarlo todo por sí mismo, hace falta el consejo de otros y el acuerdo
Intelectualmente el absurdo es un callejón sin salida aunque la vida consiste precisamente en hacer como si la tuviera.
El muro que nos cierra el paso es infranqueable, pero nosotros pintamos voluntariosamente una puerta en él y la puerta se abre…o al menos nos permite imaginar que se abre y salimos por ella
. De esa puerta pintada en el muro de la realidad, imposible pero irrenunciable, es de lo que habla “El hombre rebelde”, donde por segunda vez el espontáneo Camus se echa al ruedo de la filosofía. La primera faena se la perdonaron como una manifestación de simpática inexperiencia, pero por esta otra ya fue seriamente sancionado por los comisarios de la plaza.
“Me rebelo, luego somos”: ¿habrase visto mayor atrevimiento? Sublevarse entonces no es una consecuencia histórica de la solidaridad, sino que la solidaridad nace a partir de la individualidad que se subleva por impulso metafísic
o. El ser humano se rebela y al hacerlo descubre la humanidad que le vincula a los demás.
 Los dogmáticos de la revolución comprendieron que ésta, violenta y totalitaria, forma parte del muro de la realidad contra el que se insurge el rebelde. “Los hombres mueren y no son felices”, resume Calígula.
 Pero cada hombre puede rebelarse contra lo que impone la muerte y la infelicidad, descubriendo así su camaradería con los demás. Y esa rebelión no es simple grandilocuencia, sino búsqueda de soluciones políticas, es decir, contra el estado de guerra que exige mantenerse en el odio.
Para Camus, la democracia –despreciada por los revolucionarios y por Sartre- tiene el gran mérito de solicitar modestia: nadie puede zanjarlo todo por sí mismo, hace falta el consejo de otros y el acuerdo. Rebelarse contra la infelicidad del terror exige evitar el absolutismo decapitador de los principios y a menudo atenerse a los matices, a las medias tintas: ¡qué bien comprendemos hoy, tras las contradicciones de las primaveras árabes, la actitud tentativa y fluctuante de Camus ante el conflicto de Argelia a finales de los años cincuenta!
En Youtube puede verse una breve filmación de Albert Camus en la que, con una sonrisa y aire de pillo, finge ante la cámara muletazos sin toro ni muleta.
 Es un espontáneo, el maletilla que aspira a la gloria. O que ya la conoce: “Comprendo aquí lo que se llama gloria: el derecho de amar sin medida” (Bodas).