Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

19 oct 2013

Jane y Serge, en familia

Serge Gainsbourg terminaba un romance turbulento con Brigitte Bardot. Jane Birkin escondía un fuerte carácter. El hermano de la modelo retrató de los momentos más íntimos de la pareja.

Esta es la historia del feliz triángulo que a finales de los años sesenta formaron una de las parejas más idolatradas de la historia del pop, Jane Birkin y Serge Gainsbourg, y el hermano de la inglesa, Andrew Birkin, joven testigo con su cámara de los mejores días de aquel mitificado matrimonio.
 Un libro, Jane & Serge. A family album (Taschen), atestigua el idilio conyugal y fraternal y muestra la cara más familiar de una pareja que, más allá de los gemidos del Je t’aime… moi non plus, también fue normal.
Fotografías en su mayoría inéditas, en las que la pareja aparece retratada junto a Kate, hija mayor de Birkin; Nana, el bull terrier de Gainsbourg, y Charlotte, la hija de ambos.
 Postales de viajes, de comidas, de niños y paraísos perdidos de una época joven y luminosa.
 La mayoría de los negativos y fotografías que ahora se publican estaban guardados en cajas, dispersas por el natural desorden de los años: mudanzas, parejas, hijos… Alison Castle, editora de The Stanley Kubrick archives (Taschen), conocía el material de Andrew Birkin, fotógrafo, cineasta, biógrafo de J. M. Barrie y ayudante en su juventud del director de 2001. “Animado por Alison, pensé que quizá era buena idea poner orden a mis viejas cajas. A Jane le hacía ilusión mostrar una cara desconocida de Serge”, explica Birkin.
De los 1.000 negativos originales quedó una primera selección de 150. En la criba final participó toda la familia, hasta llegar a las 40 imágenes definitivas.
 “Aquellos fueron años fundamentales para mi formación, yo tenía 21 años, y Jane [un año menor] y yo siempre andábamos juntos.
 Era 1968, ella se separó de John [Barry, compositor y padre de su hija Kate] y vino a Almería a verme y descansar.
 Almería era entonces un lugar muy divertido, podían coincidir hasta cinco rodajes a la vez. Yo salía con Mónica, una chica que hacía de doble de Brigitte Bardot en otra película que se rodaba allí. Curiosamente, Bardot estaba rompiendo con Gainsbourg”, recuerda.
“no sé por qué era una pareja tan
magnética, pero lo cierto es que lo era”, explica el hermano de jane birkin
Birkin y Gainsbourg se conocieron pocos meses después en el rodaje de Slogan en París
. La actriz volvía cada noche al apartamento que compartía con su hermano quejándose de su nuevo compañero de reparto, ególatra y feo. “Un hombre horrible, me decía.
 Pero siempre hablaba de él.
 Y ya se sabe The lady doth protest too much, methink”, dice echando mano de Hamlet para explicar el popular Excusatio non petita, accusatio manifesta.
Gainsbourg, amante de la provocación, hacía de la incorrección su carta de presentación, y de los tabús, una provechosa fuente de inspiración.
 Un seductor atrapado entre el alcohol y el espejo
. Su casa parisiense de la Rue Verneuil (desde este mismo otoño convertida en casa-museo abierta al público en reducidas vistas guiadas) se había transformado en un mausoleo dedicado a su ex, BB, pero Birkin (una mujer segura y fuerte pese a su juventud y su aspecto ani­ñado) logró que el cantante de La ja­vanaise pasara página, olvidara a la protagonista de algunos de sus grandes temas (The initials BB, Bonnie & Clyde) para abrir un nuevo capítulo.
 Si la Bardot se había negado a grabar con él su fa­mosa canción-orgasmo, ella estaba dispuesta a seguirle el juego hasta el final.
“No sé por qué era una pareja tan magnética, pero lo era
. Es fácil atribuirlo al factor La bella y la bestia, pero sería injusto porque él era un hombre guapo de una manera rara.
Estar junto a Jane enfatizaba sus rasgos y a él le gustaba porque era un exhibicionista de su fealdad. Ante la cámara, ella siempre ha sido muy natural. Mientras que Serge cambiaba.
Supongo que se equilibraban”.
De aquellos años hay una anécdota muy especial que, curiosamente, ocurrió en Madrid
. La pareja, el hermano de Birkin y el actor Gérard Depardieu se hospedaban en un hotel del centro de la ciudad. Salieron a cenar y al volver, tarde y bebidos, repararon en que Nana, el adorado bull terrier de Gainsbourg, había desaparecido
. La mala fama de España en lo que a derechos de animales se refiere volvió loco al cantante, que empezó a aporrear en las puertas de las otras habitaciones.
Se formó una tangana que acabó con Depardieu encima de un turista americano y su esposa gritando. Nana no apareció. El perro era igual que el del matón Bill Sikes en Oliver Twist y a Andrew Birkin le gustaba especialmente retratarlo junto a su amo, la conexión era especial.
“Son mis retratos favoritos de Serge. Él pensaba que Nana y él se parecían. No paró de buscarla, hasta salió en un programa de televisión hablando de su perro. Al cabo de un mes, una española le escribió. Nana estaba viva, la habían encontrado y entregado a una perrera.
 Lo más increíble de la historia es que Serge jamás perdió la fe. Y fue el único. Estaba seguro de que volvería a encontrarla. Jane y él volvieron triunfales a Madrid”.
El libro ‘Jane & Serge. A family album’, de Andrew Birkin (Taschen), se publica este mes.

 

Una pequeña oración de Burt Bacharach

El compositor más elegante de los años sesenta se retrata en su autobiografía como un hombre magnético que flirteó a la vez con el poder y las mujeres.

Burt Babarach en 1973. / columbia / the kobal collection

Con 85 años y todo tipo de honores, Burt Bacharach ya no busca hacer amigos.
 Su autobiografía, Anyone who had a heart (HarperCollins), comienza con una frase que se atragantará a cualquiera que recuerde los sesenta:
“Llevaba unos nueve meses casado con Angie Dickinson cuando empecé a pensar en divorciarme”. Glup. En 1966, la monumental Angie era una de las actrices más queridas de Estados Unidos, muy superior en popularidad a su marido, sumido en el anonimato entonces reservado a los autores de canciones pop.
Sin embargo, el matrimonio duró 15 tormentosos años.
 Les soldó el nacimiento de Nikki, una criatura prematura que enseguida manifestó problemas físicos y mentales
. Mientras Angie optó por desarrollar su carrera en televisión, para estar cerca de Nikki, Burt no descuidó sus giras o sus torneos de tenis amateur, ausencias que le permitían ejercer de picaflor.
En el libro, Angie acusa a Burt de presionarla para internar a Nikki en el centro psiquiátrico donde permaneció 10 años. En 2007, la desdichada se suicidó
. Fue víctima, piensan ahora, de la tardanza en identificar su dolencia, el síndrome de Asperger. Pero, insiste la actriz, no ayudó la obsesión de Burt por romper la “excesiva dependencia” entre madre e hija.
Angie Dickinson en los años 50.
Para Angie, que no perdona, Burt es esencialmente un narcisista:
 “Alguien que piensa que siempre hace lo correcto, que no acepta responsabilidad por lo que no salió como estaba planeado”.
 Y nada generoso con sus compañeros de viaje. En 1970, cuando recogió dos Oscar y dos Grammy, no tuvo una sola palabra para su esposa.
 Su relación más fructífera, con el letrista Hal David, se rompió tras una disputa por el reparto de beneficios del remake de Horizontes perdidos (1973), que a la postre resultó un pinchazo.
Hablamos de un hombre rico en talento y —importante— con extraordinario magnetismo para las mujeres. Elvis Costello, su socio en los noventa, evoca su capacidad para abducir al sexo opuesto: “Vas con él y de repente desapareces, dejas de existir cuando se fijan en Burt
. Ocurría lo mismo con una modelo que trabajaba de azafata en la ceremonia del Grammy, que con la reina de Suecia”.
Los habituales de los hipódromos se enfrentan a las decepciones a lo largo de toda su vida
Aparte, despertaba los impulsos maternales.
 Director musical de Marlene Dietrich durante años, la alemana supervisaba estrechamente sus sucesivas novias.
 Bacharach se hacía disculpar las salidas más impertinentes: prohibió que la madre de Carole Bayer Sager, tercera esposa y colaboradora creativa, acudiera a la boda; era “demasiado judía” para un judío nada devoto.
Bacharach argumenta que su necesidad de controlar deriva de demasiadas experiencias negativas en lo profesional.
 En el texto, explica cómo se grabaron muchas de sus clásicas. Con su perfeccionismo, podía llegar a escuchar hasta mil veces temas para Dionne Warwick tipo Walk on by o I say a little prayer. Desdichadamente, tanta minuciosidad no era recompensada: eran editados por discográficas pequeñas que pagaban tarde, mal o nunca.
Sí, tenía acceso al mundo de los poderosos pero debió apechugar con situaciones embarazosas. En 1985, invitado a actuar en la Casa Blanca, se encontró con un piano que le obligaba a dar la espalda al público y que ¡no sonaba!
 Se arregló, pero el anfitrión, Ronald Reagan, se durmió durante su recital
. En Filipinas, la primera dama, Imelda Marcos, le convirtió en el animador de una cena: se empeñó en que tocara melodías (¡y no las suyas!) para que ella demostrara lo mal que cantaba.
Le salvaba su aplomo y, confiesa, los porros de marihuana que, incluso en el palacio presidencial de Manila, aparecían milagrosamente.
 También le ayudó la capacidad para desconectar de la música.
 Tras el tenis, eligió un hobby muy oneroso: los caballos de carrera.
Después de unos triunfos iniciales, le tocó sufrir: “Los caballos lentos comen tanto como los rápidos, y yo llegué a tener 32 en mi cuadra”.
Llevaba unos nueve meses casado con Angie Dickinson cuando empecé a pensar en divorciarme
Siempre positivista, extrajo enseñanzas
: “Los habituales de los hipódromos se enfrentan a las decepciones a lo largo de toda su vida”.
 En su oficio, lo tradujo como la certeza de que, tras un periodo dorado, todo se enfría: los años baldíos.
 Sin embargo, han venido a su rescate desde los rincones más inesperados.
El disco debut de Oasis, Definitively maybe (1994), tenía en primer plano un retrato de Bacharach: Noel Gallagher era un fan. Llegaron luego las apariciones en las populares películas de Austin Powers, que parodiaban las primeras entregas de la saga de James Bond.
 El emparejamiento artístico con Elvis Costello hizo ver al mundo musical que conservaba su gusto por ritmos atípicos, melodías imaginativas, arreglos satinados
. En los últimos años, con un catálogo de canciones económicamente vivo, Burt se permite hacer discos por capricho. En 2003, sacó Isley meets Bacharach: Here I am, con Ronald Isley acariciando sus éxitos.
 Para el siguiente, At this time (2005), llamó incluso al chico prodigio del momento, Rufus Wainwright. Sí, sí: en la tercera edad es cuando Burt ha apreciado las ventajas de lucir cool.
También ha surgido un Bacharach comprometido, implicado en las elecciones presidenciales por las odiosas políticas de George W. Bush. En 2011, junto a Hal David, le concedieron el Premio Gershwin, que otorga la Biblioteca del Congreso. Barack Obama les piropeó:
“Ellos atraparon las emociones de nuestra vida diaria: los buenos momentos, los malos momentos y todo lo que hay entre medio”.
 Siempre ágil para reconocer una oportunidad, Burt aprovechó para ofrecerle grabar un disco. Obama se sonrió y su invitado le insistió que iba en serio: “Usted lo podría hacer bien”.

 

Heridas que no cierran.....................Boris Izaguirre

Si los daños entre la familia Rivera Ordóñez y Pantoja no han cicatrizado, el de Bárcenas no deja de sangrar y en la Corona sigue abierta la herida del 'caso Nóos'.


En el último pleno del Congreso de los Diputados fue inevitable no reparar en la buena calidad de las telas y diseños de la casi mayoría absoluta de los atuendos de sus señorías.
 Ajenos a los recortes y a las modas que vienen y van, como reyes del glam, nuestros elegidos se lanzaban fraudes y modelos autonómicos a la cabeza con malas caras y gestos disonantes, pero perfectamente cubiertos por paños calientes y buenas pieles. Rajoy escogió un traje de incierto verde, un guiño al musgo gallego que crece feliz jugando con el tiempo
. Duran, un dandi conservador, prefirió el cromatismo mediterráneo, entreviendo destellos amarillos en su corbata y un alarmante azulón en su traje. Rubalcaba, aferrado al navy blue de la misma manera que lo está al timón del Titanic en que se ha convertido su partido.
 La vicepresidenta Soraya, en negro, que durante siglos ha sido el color rural de diario y de campanario. Quedó demostrado que, como clase, nuestros políticos se ven bien y casi como ricos de toda la vida.
En un rico almuerzo macrobiótico en el hotel Ritz de Madrid se habló copiosamente de que si se hicieran elecciones en Francia ahora mismo, ganaría la familia Le Pen.
  Un tema de peor digestión que el refinado bacalao sin sal del menú.
 “Francia puede darnos un susto porque su derecha no deja de ser una de las más ilustradas del mundo”, explicaba un conocido socialdemócrata.
“Estamos en una época donde cualquiera con discurso populista se lo lleva de calle”, reaccionó otra comensal, que de paso también criticó la comida macrobiótica (“Está contra el tomate y la harina, la dieta mediterránea no debería permitirlo”, manifestó).
 Muchos de los presentes coincidieron en que ese nuevo líder, ese hombre que puede cambiar la crisis a base de grueso populismo, no podría ser Aznar, pero sí Kiko Rivera.
El heredero varón de Pantoja ha regresado a la primera plana con eso que tanto nos remueve y hace sudar el traje: la familia y sus conflictos.
 Se presenta como padre fastidiado por la custodia compartida y porque su excompañera quiera trasladarse con su hijo al País Vasco
. Insistimos en que escuchar al nieto de la reina de la copla expresarse en euskera haría muchísimo por la unidad española.
 Rivera tiene otro órdago importante, resolver por fin “el conflicto de los conflictos”: ¿dónde están esos objetos personales de Paquirri que los hijos guapos, léase Cayetano y Francisco, reclaman a su viuda?
 Al parecer, esta colección de bienes “de escaso valor material, pero altísimo poder sentimental”, como un deseo independentista, fue sustraída el mismo día del entierro del diestro, en 1984.
¡Han pasado 30 años y España sigue sin cerrar ese capítulo de su historia! Un caporal de Cantora, ese Camelot soleado y problemático, ha descrito que el hurto pudiera haber sido ejecutado por un miembro de la familia del finado.
 Entre lo robado estaría la capilla portátil del torero, un grial lleno de imágenes y estampitas como brillos hay en un vestido de Miss Venezuela. ¿No sería esto una razón más para canonizar a Paquirri? Qué mejor que la paciencia de un santo torero para lidiar con todo esto.
Si las heridas en la familia Rivera Ordóñez y Pantoja no han cicatrizado, la herida llamada Bárcenas no hace más que sangrar
. Cospedal acudió a su juicio vestida de blanco, su color fetiche.
Con Bárcenas en la pantalla de plasma, lo impoluto de Cospedal nos hizo recordar a Sharon Stone en su escena cumbre de Instinto básico.
 Solo que en Toledo no hubo cruce de piernas, sino solo de acusaciones.
Y hurgar en esa herida nos hizo pensar en otra: la que sigue abierta en la Corona por el caso Nóos.
  Ha enternecido que entre los gastos de Aizoon estuviera la compra de la saga completa de Harry Potter, porque esto ha hecho que el mago y su magia no solo haya unido a padres e hijos, sino a las Administraciones públicas valenciana y balear, con el fomento de la lectura y con una de las familias más señaladas del reino
. Quizá los duques pudieran ver similitudes entre el malísimo Lord Voldemort y algún miembro de su familia real.
 Puede ser que haga falta una varita mágica para localizar por fin el lugar que ocupe el Príncipe de Asturias en su espera
: ¿teniente coronel, heredero, vedette sobradamente preparada esperando salir al escenario?
 En los Premios Planeta se hablaba del incidente en el desfile militar del 12 de octubre, donde un almirante cedió autoridad ante ese príncipe que es militar de menor rango
. ¡Qué lio! Pareciera que la Constitución se redactó sin que a nadie se le ocurriese que el jefe de Estado vitalicio pudiera sufrir percances de salud capaces de alterar más de un protocolo.
El deporte rey, el fútbol, también ve alterados sus protocolos por la protrusión discal del carísimo Gareth Bale.
 Algo pasa con los discos y las caderas, como dirían en Otra vida para vivirla contigo, la implacable novela romántica de Eduardo Mendicutti.
¿Contrataron a un jugador por noventa millones de euros que venía con un pequeño defecto?
 El Real Madrid ha declarado que es una lesión “usual” en los futbolistas.
 Muchos se inquietan. ¿El seguro cubriría el problema? ¿Será Gareth un nuevo Kaká?
Por ahora solo podemos esperar a que se cierren las heridas.

 

“Beatriz, ¿por qué nadie me frenó antes de matar a papá?”

La odisea judicial de unos padres cántabros para internar a su hijo acabó en tragedia.

Recinto de Fontcalent que alberga el psiquiátrico penitenciario de Alicante. / pep garcía

Jesús F. S. perdió diez kilos en 30 días. Se los tragó la impotencia y el sufrimiento de ver que a su hijo, con solo 30 años, se lo había comido la locura (una grave esquizofrenia) y se había convertido en una inconsciente máquina de hacer daño: a sus padres, a sus vecinos y a él mismo...
Desesperado, Jesús, de 62 años (acompañado de su esposa Guillermina), pidió ayuda al juez de tutelas y a los servicios sanitarios del 061 de Santander.
Y no hicieron nada.
Aquella inacción acabaría acarreando terribles consecuencias a toda la familia.
 Aun hoy, cuatro años después de la tragedia, ni el Poder Judicial ni el Gobierno cántabro, como responsable del 061, asumen responsabilidad alguna en lo ocurrido
. Pese a que están denunciados.
 A Guillermina se le enrojecen los ojos cuando evoca aquella noche de locura
. La que le tocó vivir en la casa que la familia posee en un pequeño municipio cercano a Santander el 22 de diciembre de 2009 (se omiten datos concretos identificativos por las patologías mentales de algunos de los protagonistas).
Si el juez o el 061 se hubiesen movido mínimamente, probablemente ni Jesús F. S. estaría hoy muerto ni su hijo, que también se llama Jesús, en el centro psiquiátrico penitenciario de Fontcalent, en Alicante.
 Penado con 15 años de internamiento por el homicidio de su padre.
 Pese al gravísimo delito, fue absuelto. Es inimputable.
No distinguía el bien del mal. Es un enfermo.
El juez envió a la familia al 061 y este al juez, que ha sido “incapacitado”
Sus padres se presentaron el 7 de diciembre de 2009 ante el entonces juez de tutelas de Santander, Antonio F.-D.
 Iban muy nerviosos y portaban un informe del psiquiatra habitual de Jesús
. El doctor prescribía la necesidad de internarle con urgencia en psiquiatría del hospital Marqués de Valdecilla
. No era para menos. Pocos días antes le había dado una paliza a su padre (y fueron varias).
 Y empezaba a acumular denuncias de algunos ancianos de la zona a los que, inopinadamente, había golpeado.
La enfermedad venía de lejos, pero tomaba la medicación y nunca había dado problemas.
 Un chico normal. Hasta que, según la familia, dejó el tratamiento (unos dos meses antes de la tragedia) con autorización del psiquiatra.
 Sin las pastillas se notaba eufórico, conversador, ágil, hacía deporte... Y quería sentir una vida más normal.

“No pararemos hasta hallar justicia”

La familia de Jesús F. S. cree que su muerte estuvo precedida de un grave error judicial y por eso ha llevado este asunto ante el Consejo del Poder Judicial.
 Pero este órgano emitió un informe en el que entiende que el Estado no tiene ninguna responsabilidad a efectos de una indemnización por el dolor y el daño moral causados a esta familia
. Y así lo ha informado al Ministerio de Justicia, que también rechazó reconocer el error.
La política del Consejo del Poder Judicial, en aras de la independencia judicial, es que solo un tribunal superior del órgano judicial implicado puede dictaminar si un juez ha adoptado una decisión incorrecta.
 La familia no se ha arredrado y también ha acudido a los tribunales ordinarios, a la Audiencia Nacional, frente a la decisión del ministerio y del Poder Judicial de no reconocer que la inacción del juez de tutelas contribuyó a la muerte del padre. En julio pasado fue el juicio
. La sentencia está a punto de salir.
 “No vamos a parar hasta que se haga justicia”, apunta Beatriz, que también se pregunta: “¿Quién controla a quienes rigen nuestras vidas y de cuyas decisiones dependemos. Y no hablo sólo de jueces, también de médicos, funcionarios…?”.
Pero empezó a fabricar en su mente enemigos irreales. Y cuanto más próximos, más odio.
 Sin motivo. Tras dejar la medicación, convirtió el chalé en el que convivía con sus padres (enclavado en el monte y rodeado de árboles y prados) en un infierno.
 Pronto vino la paliza a su padre, y golpes a ancianos (“no me gustan los mayores”, decía). Provistos del informe médico, acudieron al juez de guardia, que les remitió a su colega de Primera Instancia número 11, el que en Santander se encarga de tutelar a quienes no se gobiernan a sí mismos.
El juez entendió que la agresión paterna no era un asunto tan grave
. Y envío al matrimonio al 061 para que fueran ellos los que actuaran. Se toparon con la irracionalidad. El coordinador del 061 comunicó a Guillermina (está grabado y consta en el sumario) que, para internar involuntariamente a Jesús, debían conseguir una orden del juez.
“No, no, el juez nada; si estuvimos directamente hablando con él, y nos dijo que no, que ellos no ingresan a nadie (…) que tiene que hacerlo el 061 y luego él ratifica”, replicaba la madre.
 El diálogo es una antología de la impotencia de una madre que acude a un sitio y desde este la mandan a otro y desde este otro al mismo, y así sucesivamente.
 Los padres volvieron a casa desolados. No sabían qué hacer. El juez los había mandado al 061 y el 061 al juez.
Días después, en la madrugada del 20 de diciembre de 2009, la esquizofrenia se apoderó por completo de Jesús
. Eran las dos de la madrugada. Y Jesús se cegó “con quien más había querido en el mundo; eran inseparables: mi padre”, cuenta Beatriz, la hermana mayor.
 Asió un cuchillo, entró en el dormitorio de sus padres y acuchillo a su progenitor.
 Guillermina se interpuso y resultó herida. “Mi madre me llamó sobre las tres y media de la madrugada, y me dijo que estaba en el hospital de Valdecilla.
 Cuando llegué, no sabía que mi padre estaba muerto...”, recuerda Beatriz.
El magistrado que rehusó internarle fue luego ingresado en otro psiquiátrico
Semanas después su hermano sería trasladado al psiquiátrico de Alicante
. El padre fue incinerado en medio de un fuerte dolor vecinal: Guillermina es muy querida y conocida por haber sido durante muchos años la practicante de la zona
. Durante los dos meses siguientes al crimen, Jesús estuvo como “en una nube”. No se acordaba de nada. Su madre y hermanas eran un mar de dudas. ¿Cómo reaccionaría si le visitaban? ¿Le daría una nueva crisis? Cuando le visitaron era una persona normal. Coherente.
 Y era consciente de lo que había hecho. Ahora sí se toma la medicación y está considerado un interno modélico.
 Solo quiere ayudar a los demás internos.
El reencuentro entre rejas con su familia fue muy triste, de nudos en el estómago. “Beatriz, ¿cómo no me paró nadie antes de hacer eso?”, comentó a su hermana en Fontcalent.
 La familia tiene claro que el juez debió actuar.
 ¿Cómo? Enviando urgentemente al forense a reconocer a Jesús.
 Y redactando un auto ordenando al 061 su internamiento. No podía seguir así: los enfrentamientos con su padre eran frecuentes en casa.
Y algunos ancianos (“no me gustan las personas mayores”, decía) de la zona se apartaban a su paso para que no les golpeara.
 Y crecían las denuncias por lesiones. Sin embargo, la única vez que la Guardia Civil se presentó en casa fue, no por la agresión al padre, ni a los ancianos, sino por dejar a deber diez euros en una gasolinera, se lamenta Beatriz.
No hay una estadística judicial específica, pero son frecuentes las denuncias de padres maltratados por hijos (no diagnosticados) que esconden graves trastornos mentales.
 Lo dicen así los fiscales de menores en sus memorias de actividades. ¿Es el juez o son los servicios sanitarios los que debieron ordenar la hospitalización de Jesús?
 El juez decano de Santander, José Arsuaga, señala que desde 2008 para los internamientos involuntarios se estableció un protocolo, según el cual la misión de trasladar (no internar) a un enfermo a un hospital psiquiátrico compete al 061 y no al juez
. Y que solo si el psiquiatra del hospital ratifica el internamiento, en un plazo de 72 horas el juez y el forense han de visitarlo y asumir su tutela
. En cambio, el artículo 763 de la Ley de Enjuiciamiento Civil señala: “El internamiento, por razón de trastorno psíquico, de una persona que no esté en condiciones de decidirlo por sí (...) requerirá autorización judicial (...)
 La autorización será previa a dicho internamiento”. Es decir, la ley encomienda ese cometido al juez (se trata de una medida de privación de libertad).
El juez que eludió internar a Jesús, de unos 50 años, ha sido jubilado anticipadamente por el Consejo del Poder Judicial. Por “incapacidad permanente” para ser juez.
 Y no por su supuesta inacción en el caso de Jesús, sino porque también sufre un grave trastorno mental. En agosto de 2011, se desplazó a Málaga y supuestamente acosó a una colega suya, que le denunció.
 La policía de Málaga se lo llevó primero a comisaría, sin detenerle, aunque opuso gran resistencia.
Un colega suyo de Málaga ordenó ipso facto su internamiento involuntario en un hospital psiquiátrico, sin tener que acudir a ningún 061. “¿Por qué tuvo que morir mi padre? ¿por qué nadie frenó a Jesús?”, se pregunta aún hoy la familia.