Erase uno de esos actos oficiales en los que todo el mundo habla de
oficio al modo en el que, en un entierro, los asistentes van de oscuro
por rutin
a. De ahí, si ustedes se acuerdan, la queja del poeta: “Para enterrar a los muertos como debemos, cualquiera sirve, cualquiera, menos un sepulturero”.
Sucedió entonces que en medio del sepelio y de las oraciones fúnebres al uso apareció este chico con aspecto de Pulgarcito, abrió la boca y dejó cautivados a los deudos.
Resulta que J. A. Bayona, que así se llama, pronunció, en defensa de la educación y la cultura, un discurso que aún no le hemos escuchado al ministro del ramo.
Y ahí nos dimos cuenta de hasta qué punto José Ignacio Wert ha venido ejerciendo de contraministro de la sabiduría lo mismo que su compañera Ana Mato ha tomado las riendas del contraministerio de Sanidad o Ruiz-Gallardón, por hacer una troika, viene actuando de ministro inverso de Justicia.
Seguías las miguitas de pan que el director de cine dejaba en el camino y advertías, sin género de dudas, que habíamos votado para levantar un edificio a un grupo de expertos en demoliciones
. Quizá el propio ministro tomaba nota también del disparate, de otro modo no se entiende su gesto de perplejidad.
Esta encendida defensa del conocimiento, parece decirse, debería haberla hecho yo.
Quizá disfrutara, no podemos saberlo, de un instante de lucidez, lo cierto es que tras meterse en el coche oficial y dormir unas horas volvió donde solía.
Y nosotros aquí, esperando la salida de otro Pulgarcito que nos explique para qué debería servir un ministerio.
a. De ahí, si ustedes se acuerdan, la queja del poeta: “Para enterrar a los muertos como debemos, cualquiera sirve, cualquiera, menos un sepulturero”.
Sucedió entonces que en medio del sepelio y de las oraciones fúnebres al uso apareció este chico con aspecto de Pulgarcito, abrió la boca y dejó cautivados a los deudos.
Resulta que J. A. Bayona, que así se llama, pronunció, en defensa de la educación y la cultura, un discurso que aún no le hemos escuchado al ministro del ramo.
Y ahí nos dimos cuenta de hasta qué punto José Ignacio Wert ha venido ejerciendo de contraministro de la sabiduría lo mismo que su compañera Ana Mato ha tomado las riendas del contraministerio de Sanidad o Ruiz-Gallardón, por hacer una troika, viene actuando de ministro inverso de Justicia.
Seguías las miguitas de pan que el director de cine dejaba en el camino y advertías, sin género de dudas, que habíamos votado para levantar un edificio a un grupo de expertos en demoliciones
. Quizá el propio ministro tomaba nota también del disparate, de otro modo no se entiende su gesto de perplejidad.
Esta encendida defensa del conocimiento, parece decirse, debería haberla hecho yo.
Quizá disfrutara, no podemos saberlo, de un instante de lucidez, lo cierto es que tras meterse en el coche oficial y dormir unas horas volvió donde solía.
Y nosotros aquí, esperando la salida de otro Pulgarcito que nos explique para qué debería servir un ministerio.