A Donald Sutherland (1935, Saint John, Canadá)
no le gustan las entrevista
s. Ha dado muchas en su vida (“todas las que
no he podido evitar”), pero no es la estrella hollywoodiense que acoge
en sus brazos al periodista de turno y contesta las preguntas con una
sonrisa en los labios. Sutherland es más bien lo contrario
. Un veterano
del negocio, el show business, que a los 78 años de edad, con
doscientos títulos a sus espaldas, preferiría estar en cualquier otra
part
e. Aun así, la promoción forma parte de su contrato y por eso se
obliga a recibir a El País Semanal en una desangelada sala de
un hotel de Praga. Sutherland se sienta detrás de una mesa de trazos
estudiantiles que de algún modo no encaja con un look impecable
que combina la camisa de rayas con unos tirantes azul cobalto. “Soy un
clásico”, dice con recochineo al preguntarle por el atuendo: “
Y no, no
tiene nada que ver con mi papel”, añade sin pregunta de por medio.
La primera sorpresa de la
jornada se produce antes de la entrevista, cuando la publicista de
Sutherland llama a consultas al periodista:
“El señor Sutherland
contestará cualquier pregunta que desees hacerle, excepto las que hagan
referencia a la serie”. La serie se llama Crossing lines, es el nuevo invento de Edward Allen Bernero, el tipo que convirtió Mentes criminales en una mina de oro,
y explica la historia de una división especial de la policía formada
por agentes de toda Europa y que trabaja a lo largo y ancho del
continente (de hecho, Bernero asegura que van a incorporar a un policía
español en la segunda temporada).
A primera vista parece extraño que en
una entrevista convocada a cuento del estreno de una serie se advierta
que no se pueden hacer preguntas sobre la serie, pero al fin y al cabo
se trata de Donald Sutherland
. Las quejas son mínimas.
El peor error de mi carrera fue enseñar el culo en ‘Desmadre a la americana’. Ahora no lo enseño bajo ninguna circunstancia”
“¿Por qué no quiero hablar de
la serie?”. El actor canadiense se mesa la barba como si estuviera
estudiando la posibilidad de tomar algún tipo de represalia (física o de
otra índole) contra el plumilla que se sienta delante de él.
“Te lo voy
a contar: hace unos años vinieron unos periodistas a verme en un
rodaje. Estábamos como tú y yo estamos ahora y uno de ellos me preguntó
por mi personaje en la película que estábamos empezando.
Yo se lo conté
todo, de arriba abajo: quién era, qué hacía, mi inspiración, mis
motivaciones, mis referentes. Todo. Luego volví al rodaje y descubrí que
no podía seguir trabajando: el personaje se había ido. Yo lo había
destruido al desnudarlo. Acabé aquella película como pude y me prometí a
mí mismo no volver a hacerlo nunca más. Por eso no puedo contestarte
ninguna pregunta de Crossing lines
. Cuando acabemos de rodarla,
puedes venir y te contestaré lo que desees, pero ahora no
. A cambio,
puedes preguntarme lo que te dé la gana, prometo contestarte”.
Dicho y hecho: ¿Actor durante
cinco décadas, no siente la tentación de dejarlo ya? “¿Dejarlo? No. Lo
hago porque me gusta. También por el dinero y porque a estas alturas de
mi vida puedo permitirme hacer lo que me apetece. El día que no me
llamen más, no trabajaré más. Soy un actor, eso es lo que hago, y no, no
tengo intención de retirarme”.
Sutherland empezó su carrera en 1962,
haciendo un montón de televisión: “La tele no era lo mismo que ahora, la
miraba todo el mundo, había muchos menos canales, pero no era sinónimo
de calidad, sino de entretenimiento (lo cual no quiere decir que fuera
ambas cosas).
Ahora veo a mi hijo con Mad men o Los Soprano y me doy cuenta de que ha pasado medio siglo. ¿Crossing lines? Lo siento, pero si contesto, estoy siendo poco coherente con lo que he dicho: no puedo hablar de la serie”.
La negativa tiene su lado
bueno: Sutherland está dispuesto a hablar de lo que sea, y eso sí es una
novedad. “¿El peor error de mi carrera? ¿A qué nivel? Bueno, lo peor
fue cuando vendí mi primer Ferrari
. Debía de ser a mediados de los
sesenta
. Creo que me costó 80.000 dólares. Lo vi en un concesionario en
Italia y me enamoré. ¿Alguna vez has conducido un Ferrari? Cuanto más
c
orres, más sólida es su conducción. La cuestión es que lo compré, lo
disfruté y luego lo tuve que vender porque mis hijos no cabían allí.
En
aquella época empezaba a ser conocido y tampoco necesitaba demasiado el
dinero, así que lo vendí por una cantidad extremadamente razonable.
Después me enteré que el comprador lo había vendido por diez veces su
precio.
El muy cabrón puso un anuncio que decía: ‘Vendo el Ferrari de
Donald Sutherland’
. El otro error, y creo que ya he hablado algunas
veces de ello, fue enseñar el culo en Desmadre a la americana.
John Landis me aseguró que solo era una prueba de cámara y que no
saldría en pantalla
. Así que allí me tienes, el día del estreno, con mi
mujer, en un teatro con dos mil personas.
Al cabo de un rato va y
aparece mi culo en esa pantalla gigantesca. Mi mujer me miró, volvió a
mirar a la pantalla y estuvo sin dirigirme la palabra varias semanas
.
Ahora no enseño el culo bajo ninguna circunstancia”.
Soy un clásico”,dice el actor conrecochineo al ser preguntado por el atuendo. “Y no,
no tiene nada que ver con mi papel”
Presentar al actor es misión imposible: inolvidable protagonista de La invasión de los ultracuerpos, Casanova, MASH o Gente corriente, furioso militante de cualquier causa (perdida o no), célebre por no morderse la lengua y padre de Kiefer Sutherland
.
Hay pocos actores con sus tablas fuera y dentro de la pantalla, y
ninguno que sepa administrar sus silencios con tanta sabiduría.
“A
algunos periodistas les incomodan mis pausas, piensan que de algún modo
los estoy estudiando (y en parte es cierto), pero, francamente, a veces
me gusta reflexionar lo que voy a decir
. Una cosa es hablarte de una
película que hice hace 30 años y otra si me preguntas por Ocuppy Wall Street
[movimiento sociopolítico al que el actor ha apoyado públicamente en
numerosas ocasiones].
En el segundo de los casos prefiero medir mis
palabras porque algunos medios de comunicación son muy ladinos a la hora
de sacarlas de contexto para colocarme en una determinada posición:
¿Creo en la revolución?
Por supuesto. ¿Pretendo que seas tú el que
transmitas eso? Claro que no.
No creo en los medios de comunicación como
correa de transmisión de una determinada ideología o corriente
política, pero no tengo duda de que eso es lo que son muchos de ellos”.
La entrevista toca a su fin. Sutherland juguetea con sus tirantes y Crossing lines aún no ha salido en la conversación
. “No, no, ya sé por dónde vas y no te va a funcionar. Si te hablo de cómo ha sido mi experiencia trabajando con William Fitchner
o con los otros actores, en realidad te estaré hablando de mi papel en
la serie, y si hago eso, ya sé lo que puede pasar.
Lo siento, te he
pillado, hijo”. Luego alarga la mano, sonríe con esa práctica que da
haber toreado a miles de periodistas en el último medio siglo y dice:
“Mucha suerte la próxima vez”.