8 ago 2013
La confianza del consumidor casi se duplica en julio
La confianza del consumidor casi se duplicó en julio al alcanzar los
63,3 puntos frente a los 37,6 del mismo mes de 2012, cuando alcanzó el
punto más bajo, según el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC),
difundido hoy por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). El
buen dato de julio, que supera en 1,5 puntos al de junio, es
consecuencia de la mejor valoración de la situación actual (47,4 puntos
frente a 45,9 de junio) y al incremento de las expectativas (79,2 frente
a 77,6).
Si se compara con julio de 2012, el incremento de 25,7 puntos se debe al aumento de 23,1 puntos en la valoración de la situación actual y de 28,4 en las expectativas
. El importante incremento de la valoración actual se concentra especialmente en la situación de los hogares y, en menor medida, en las posibilidades del mercado de trabajo. En cambio, la valoración de la situación económica general registra una evolución negativa.
Si se compara con julio de 2012, el incremento de 25,7 puntos se debe al aumento de 23,1 puntos en la valoración de la situación actual y de 28,4 en las expectativas
. El importante incremento de la valoración actual se concentra especialmente en la situación de los hogares y, en menor medida, en las posibilidades del mercado de trabajo. En cambio, la valoración de la situación económica general registra una evolución negativa.
Amable tensión y un milagro
por JESÚS RUIZ MANTILLA
José Antonio Abreu creó su sistema de educación musical en 1975.
Una algo distraída, plácida, templada y amable tensión gobierna estos días la ciudad de Salzburgo. Por un lado, la histórica que ya de por sí da la obligación de celebrar los dos centenarios del nacimiento de Verdi y Wagner juntos. La algo más explícita de los divos, que pueden encarnar lo que representa en su corriente algo demodé Ana Netrebko para unos o en su rigurosa modernidad Cecilia Bartoli para otros
. La del discurso musical de directores como Simon Rattle, Riccardo Muti, Daniele Gatti, Antonio Pappano, Giovanni Antonini o Zubin Mehta frente a la explosiva juventud de Gustavo Dudamel… ¿Y la escénica? Este año anda de capa caída.
Una algo distraída, plácida, templada y amable tensión gobierna estos días la ciudad de Salzburgo. Por un lado, la histórica que ya de por sí da la obligación de celebrar los dos centenarios del nacimiento de Verdi y Wagner juntos. La algo más explícita de los divos, que pueden encarnar lo que representa en su corriente algo demodé Ana Netrebko para unos o en su rigurosa modernidad Cecilia Bartoli para otros
. La del discurso musical de directores como Simon Rattle, Riccardo Muti, Daniele Gatti, Antonio Pappano, Giovanni Antonini o Zubin Mehta frente a la explosiva juventud de Gustavo Dudamel… ¿Y la escénica? Este año anda de capa caída.
El caso es que la presente edición de Salzburgo se
ha rendido al paso del ejército venezolano de José Antonio Abreu, por tierra,
mar y aire con la contagiosa espectacularidad de su discurso y sus resultados.
La Orquesta Simón Bolívar ya arrasó en la primera quincena y ahora, los más
jóvenes, apadrinados por Rattle, se disponen a cerrar su participación como
residentes este fin de semana.
Y es con ellos también donde vino, aparte de la
tensión, el milagro de contemplar ese lunático desafío de Abreu y sus sistema
educativo a todas las convenciones.
Puede que los agentes internacionales no consideren la aparición del Coro de Manos Blancas algo de tirón. Pero les puedo asegurar, desde que presencié por primera vez una actuación suya en Barquisimeto (Venezuela), que hoy en el mundo no se puede contemplar nada parecido.
Un buen día, una niña sordomuda acudió a uno de los centros del sistema de orquestas de Venezuela para que la enseñaran música.
“No se puede”, le dijeron. Pero insistió en quedarse y le permitieron quedar presente en las clases. Pronto, Naybeth García, la responsable, observó que aquella niña respondía a ciertos impulsos musicales por vibración y así fue como se plantearon crear un coro de sordo mudos.
Hoy ese coro, lo dicho, todo un desafío a las leyes de la física y la biología, viste unos guantes blancos con los que siguen a la perfección en ritmo y armonía las voces de un grupo de discapacitados de otro orden –ciegos, paralíticos, chavales con síndrome de down- que emiten un canto absolutamente cuajado y emocionante.
El éxito fue abrumador en el Mozarteum. Algo corroborado por el mismísimo Plácido Domingo, que acompañó a Abreu en el acontecimiento.
Mientras, la ópera sigue su curso. Un Falstaff dirigido por Mehta y cuyas representaciones terminaron ayer da paso hoy a la expectación que ha generado Gawain, de Harrison Birtwistle, con Ingo Metzmacher en el foso y Alvis Hermanis en la dirección escénica al tiempo que la nueva oferta convive con la visión que de Los maestros cantores de Nuremberg nos ofrece Gatti. Wagner compite este año en Salzburgo con ese título y con Rienzi en versión concierto
. Mientras que la batería verdiana gana por goleada, además de con el Falstaff, con un Don Carlo dirigido por Pappano, una Juana de Arco que sirvió de reaparición a Plácido y lucimiento a Netrebko y un Nabucco con el que Muti cerrará la carrera entre verdianos y wagnerianos. 4-2 a favor del italiano
. En terreno centroeuropeo. No está mal.
Pero no solo de grandezas centenarias vive Salzburgo este año. Mozart –siempre fundamental y jugando en casa- aparece con Cosi fan tutte, a cargo de Christoph Eschenbach, Lucio Silla con Marc Minkoski y El rapto del serrallo por Hans Graf.
Aunque uno de los platos fuertes viene con la Norma que ofrece Bartoli.
Visión con instrumentos originales de Antonini, que coloca a la mezzosoprano en un papel tradicionalmente reservado a sopranos pero que Bellini concibió para Giudita Pasta, cuyas cuerdas vocales tiraban más hacia lo grave.
Ya se estrenó el título en mayo durante el festival de Pentecostes, que dirige la cantante romana, pero repite este agosto.
Estos días, la ciudad ve pasear a sus divas por la calle como si nada.
Netrebko se contoneaba el miércoles por la plaza del Festpielhaus estampada en rojo y llamando poderosamente la atención, mientras que Bartoli lo hará a partir del 17, quizás pasando más desapercibida. Cuando la historia te ha bendecido y abierto ya sus puertas como una de sus cantantes más gloriosas no necesitas apelar al foco por las aceras, como es el caso de la italiana.
Pero para ser justos, Netrebko se muestra artísticamente en forma y guerrera.
Puede que los agentes internacionales no consideren la aparición del Coro de Manos Blancas algo de tirón. Pero les puedo asegurar, desde que presencié por primera vez una actuación suya en Barquisimeto (Venezuela), que hoy en el mundo no se puede contemplar nada parecido.
Un buen día, una niña sordomuda acudió a uno de los centros del sistema de orquestas de Venezuela para que la enseñaran música.
“No se puede”, le dijeron. Pero insistió en quedarse y le permitieron quedar presente en las clases. Pronto, Naybeth García, la responsable, observó que aquella niña respondía a ciertos impulsos musicales por vibración y así fue como se plantearon crear un coro de sordo mudos.
Hoy ese coro, lo dicho, todo un desafío a las leyes de la física y la biología, viste unos guantes blancos con los que siguen a la perfección en ritmo y armonía las voces de un grupo de discapacitados de otro orden –ciegos, paralíticos, chavales con síndrome de down- que emiten un canto absolutamente cuajado y emocionante.
El éxito fue abrumador en el Mozarteum. Algo corroborado por el mismísimo Plácido Domingo, que acompañó a Abreu en el acontecimiento.
Mientras, la ópera sigue su curso. Un Falstaff dirigido por Mehta y cuyas representaciones terminaron ayer da paso hoy a la expectación que ha generado Gawain, de Harrison Birtwistle, con Ingo Metzmacher en el foso y Alvis Hermanis en la dirección escénica al tiempo que la nueva oferta convive con la visión que de Los maestros cantores de Nuremberg nos ofrece Gatti. Wagner compite este año en Salzburgo con ese título y con Rienzi en versión concierto
. Mientras que la batería verdiana gana por goleada, además de con el Falstaff, con un Don Carlo dirigido por Pappano, una Juana de Arco que sirvió de reaparición a Plácido y lucimiento a Netrebko y un Nabucco con el que Muti cerrará la carrera entre verdianos y wagnerianos. 4-2 a favor del italiano
. En terreno centroeuropeo. No está mal.
Pero no solo de grandezas centenarias vive Salzburgo este año. Mozart –siempre fundamental y jugando en casa- aparece con Cosi fan tutte, a cargo de Christoph Eschenbach, Lucio Silla con Marc Minkoski y El rapto del serrallo por Hans Graf.
Aunque uno de los platos fuertes viene con la Norma que ofrece Bartoli.
Visión con instrumentos originales de Antonini, que coloca a la mezzosoprano en un papel tradicionalmente reservado a sopranos pero que Bellini concibió para Giudita Pasta, cuyas cuerdas vocales tiraban más hacia lo grave.
Ya se estrenó el título en mayo durante el festival de Pentecostes, que dirige la cantante romana, pero repite este agosto.
Estos días, la ciudad ve pasear a sus divas por la calle como si nada.
Netrebko se contoneaba el miércoles por la plaza del Festpielhaus estampada en rojo y llamando poderosamente la atención, mientras que Bartoli lo hará a partir del 17, quizás pasando más desapercibida. Cuando la historia te ha bendecido y abierto ya sus puertas como una de sus cantantes más gloriosas no necesitas apelar al foco por las aceras, como es el caso de la italiana.
Pero para ser justos, Netrebko se muestra artísticamente en forma y guerrera.
Lo hace adentrándose ahora en el
repertorio verdiano más duro después de hartarse, literalmente y por propia
confesión, de haber cantado La Traviata.
Aquel fue el papel que la catapultó internacionalmente
precisamente en Salzburgo junto a Rolando Villazón. Hoy se decanta por la
oscuridad de Lady McBeth o Juana de Arco
. Pisa muy fuerte la rusa.
“La mafia española es más perfecta que la italiana: no necesita matar”
Kiko Veneno y su bigote, retratados en Sevilla / Gorka lejarcegi (EL PAÍS)
Ha recuperado el bigote que lucía con Veneno.
Y anda cabreado con varios asuntos: la clase política, la falta de convivencia, el trato informativo que este periódico da a la SGAE...
Y de eso empieza la discusión. Pero la sangre no llega al río. Porque Kiko Veneno (Figueres, 1952) es un tipo de muy buena pasta y su sentido del humor se cuela en todas las reflexiones.
La única duda, a veces, es si todo lo dice en serio, o se está descojonando (ojo, la palabra está aceptada por la RAE).
Pregunta. Otro presidente de la SGAE. Esto empieza a sonar a cachondeo, ¿no le parece?
Respuesta. Hombre, no. Es una situación extremadamente transparente dentro de la opacidad de las instituciones españolas. La junta destituye a un tío en el que ya no confía y a la semana lo reemplaza. Si la justicia funcionara con esa celeridad…
P. Pues no parece que sean los autores quienes la controlan.
R. Hay un ataque contra la entidad… La SGAE es única y por eso tiene fuerza. Me jode el editorial que sacasteis diciendo que era demasiado grande, que se fragmentara.
P. Lo que decía el editorial, en todo caso, es que es demasiado grande para el tamaño de sus gestores.
R. 300 millones de euros los recauda cualquier concejal de pueblo. Desde hace 10 o 15 años el Gobierno está en contra de la SGAE. Por persona interpuesta o pantalla de plasma. Donde hay dinero, hay ambición y siempre se meterán los mangantes. Y hay un sistema judicial y político para que se vayan a dormir a su casa todas las noches.
P. ¿Y por qué hay tantos mangantes?
R. Siempre hemos pensado que en Italia son unos mafiosos, que tienen que ir matando a gente. ¡Uy! qué atrasados, qué violentos… Pero la mafia española es mucho más potente que la italiana, no necesita matar. Tiene a los notarios, a los jueces, al Constitucional… Es más perfecta. Aquí, ¿hay un problema de corrupción en un partido? Se echa al juez. En Italia, tienen que llamar a unos sicarios, matar a Falcone, luego hacerle una estatua… En fin, más costoso y complicado.
P. ¿Qué le viene a la cabeza cuando ve a Rajoy comparecer a través de un plasma?
R. Ignominia. Cree que hay que tenernos desinformados, darnos lo que ellos creen que merecemos: una luz, un signo, un sí o un no. ¡Esto no pasa en ningún país!
P. ¿Nos merecemos a estos tipos?
R. Por supuesto. Hemos cambiado la música por una marcha militar, la información por la propaganda, a John Huston por Terminator 4. Al final, nosotros somos los que hemos cambiado.
P. ¿La Transición le pareció un timo?
R. Partió de una perspectiva errónea. En lo político fue un tongo. La derecha nos dijo: vosotros sois más pringados que el resto de Europa porque habéis aguantado más dictadura. Asumidlo porque vamos a seguir con el látigo.
P. Hombre, y llegó Felipe González...
R. Entró al trapo con su sex appeal y se vio en la necesidad de hacer el primer gobierno socialista.
Pero fue porque la derecha le dejó que limpiara el país. “Hazlo tú, Felipito, que tu padre era vaquero y has pisado muchas boñigas”
. Si las letrinas las hubiera limpiado la derecha, hoy no sería tan autoritaria ni tan opaca.
P. No todos serán así…
R. La gente del PP son el baúl de los horrores.
No tienen valía humana ni categoría política. Pons, Pujalte, Aznar… son gente que da miedo.
Y Zapatero pensó que con enemigos así le iría bien. Pero el valor de uno se lo dan sus enemigos. Mira a Guardiola o Mourinho, o a Messi y Cristiano…
P. A usted le han dado un Premio Nacional.
R. Y este año se lo han dado a Muñoz Molina, uno de los tíos que más ha denunciado la mediocridad y la opacidad del conchabeo político.
P. ¿No se reconcilia con ellos?
R. Todo lo contrario. Como Muñoz Molina, tengo la sensación de que nos dan el premio para justificar lo injustificable. No lo recogí porque no quería figurar junto a políticos que no tienen nada que ver con la cultura.
P. ¿Y no le creó un conflicto coger la pasta?
R. No, porque son 30.000 euros que los tengo más que ganados y merecidos. Me creó conflicto cómo defender mi postura. Así que me quité de en medio.
P. Usted es una leyenda del rock atípica: tiene la misma mujer y nunca le dio al caballo.
R. Hombre los setenta sí fue una época de mucha droga. Pero me junté con mi mujer, con la que convivo desde hace muchos años y hemos sido bastante fieles y constantes
. Eso me hace un poco diferente. Aún nos queremos.
P. ¿Y eso cómo se hace?
R. Es como las canciones: no se hacen, hay gente que las sabe hacer. Yo hago canciones, el otro una tortilla de patata exquisita, el otro pesca… En fin, se hace como se puede. Aunque también hay quien dice que ya nada dura.
Yo le doy la razón a todo el mundo.
P. ¿Cómo se come eso?
R. Mire, yo puse un chiringuito en Conil después de hacer el disco Veneno. Ahí venía un dentista sueco con un brillo en los ojos increíble que hablaba idiomas con su mujer exquisita.
Después venía el personaje español andaluz; a su forma también tenía su cultura, su corazón y su derecho y su razón.
La hostelería es un estado de convivencia, un sitio en el que ese cateto medioambiental, con las piernas llenas de pelo, chiquitito y gritón, convive con ese dentista y se toman una tortilla de papas que le hago yo bajo la sombra del chiringuito. Y por ahí debe ir el sentido de la sociedad.
P. En esta sociedad, usted hoy se produce sus discos. Ha dejado a las multinacionales…
R. Eso no lo plantees así. ¡Como si tuviéramos poder! Pero vaya, el fenómeno es universal. Espique li, que para mí es uno de los grandes genios del cine americano…
P. ¿Quién?
R. ¡Spike Lee, hombre! Está haciendo crowdfunding y va a juntar 1,2 millones de dólares. Yo estoy dispuesto a trabajar con cualquiera, siempre sin traicionar mis principios. No hay alternativa.
P. ¿Alguien le llama José María?
R. Mi madre y mi padre. Ya no queda gente mayor que me llame así. Lo de Kiko empezó en la universidad. Primero me llamaban El cuervo, por el pelo blanco y el mechón negro. Luego Kiriki, Kiko… siempre relacionado con pájaros.
P. Es que menudo pelazo.
R. Lo primero que debe tener un rockero es un buen pelo. ¡Pues sí! El rock and roll no deja de ser una expresión de vitalidad. Y el pelo es una contingencia sexual de juventud. Y ha sido fundamental en toda la revolución de la música, desde Elvis Presley a los Beatles, Jimi Hendrix o Bob Dylan… o incluso Mozart.
P. Y al final, ¿qué le gustaría que pusiera en su epitafio?
R. Son mis canciones.
Así que “volando voy, volando vengo”, sería un buen epitafio para mí. Pero los músicos tenemos concedida la vida eterna.
Y anda cabreado con varios asuntos: la clase política, la falta de convivencia, el trato informativo que este periódico da a la SGAE...
Y de eso empieza la discusión. Pero la sangre no llega al río. Porque Kiko Veneno (Figueres, 1952) es un tipo de muy buena pasta y su sentido del humor se cuela en todas las reflexiones.
La única duda, a veces, es si todo lo dice en serio, o se está descojonando (ojo, la palabra está aceptada por la RAE).
Pregunta. Otro presidente de la SGAE. Esto empieza a sonar a cachondeo, ¿no le parece?
Respuesta. Hombre, no. Es una situación extremadamente transparente dentro de la opacidad de las instituciones españolas. La junta destituye a un tío en el que ya no confía y a la semana lo reemplaza. Si la justicia funcionara con esa celeridad…
P. Pues no parece que sean los autores quienes la controlan.
R. Hay un ataque contra la entidad… La SGAE es única y por eso tiene fuerza. Me jode el editorial que sacasteis diciendo que era demasiado grande, que se fragmentara.
P. Lo que decía el editorial, en todo caso, es que es demasiado grande para el tamaño de sus gestores.
R. 300 millones de euros los recauda cualquier concejal de pueblo. Desde hace 10 o 15 años el Gobierno está en contra de la SGAE. Por persona interpuesta o pantalla de plasma. Donde hay dinero, hay ambición y siempre se meterán los mangantes. Y hay un sistema judicial y político para que se vayan a dormir a su casa todas las noches.
P. ¿Y por qué hay tantos mangantes?
R. Siempre hemos pensado que en Italia son unos mafiosos, que tienen que ir matando a gente. ¡Uy! qué atrasados, qué violentos… Pero la mafia española es mucho más potente que la italiana, no necesita matar. Tiene a los notarios, a los jueces, al Constitucional… Es más perfecta. Aquí, ¿hay un problema de corrupción en un partido? Se echa al juez. En Italia, tienen que llamar a unos sicarios, matar a Falcone, luego hacerle una estatua… En fin, más costoso y complicado.
P. ¿Qué le viene a la cabeza cuando ve a Rajoy comparecer a través de un plasma?
R. Ignominia. Cree que hay que tenernos desinformados, darnos lo que ellos creen que merecemos: una luz, un signo, un sí o un no. ¡Esto no pasa en ningún país!
P. ¿Nos merecemos a estos tipos?
R. Por supuesto. Hemos cambiado la música por una marcha militar, la información por la propaganda, a John Huston por Terminator 4. Al final, nosotros somos los que hemos cambiado.
P. ¿La Transición le pareció un timo?
R. Partió de una perspectiva errónea. En lo político fue un tongo. La derecha nos dijo: vosotros sois más pringados que el resto de Europa porque habéis aguantado más dictadura. Asumidlo porque vamos a seguir con el látigo.
P. Hombre, y llegó Felipe González...
R. Entró al trapo con su sex appeal y se vio en la necesidad de hacer el primer gobierno socialista.
Pero fue porque la derecha le dejó que limpiara el país. “Hazlo tú, Felipito, que tu padre era vaquero y has pisado muchas boñigas”
. Si las letrinas las hubiera limpiado la derecha, hoy no sería tan autoritaria ni tan opaca.
P. No todos serán así…
R. La gente del PP son el baúl de los horrores.
No tienen valía humana ni categoría política. Pons, Pujalte, Aznar… son gente que da miedo.
Y Zapatero pensó que con enemigos así le iría bien. Pero el valor de uno se lo dan sus enemigos. Mira a Guardiola o Mourinho, o a Messi y Cristiano…
P. A usted le han dado un Premio Nacional.
R. Y este año se lo han dado a Muñoz Molina, uno de los tíos que más ha denunciado la mediocridad y la opacidad del conchabeo político.
P. ¿No se reconcilia con ellos?
R. Todo lo contrario. Como Muñoz Molina, tengo la sensación de que nos dan el premio para justificar lo injustificable. No lo recogí porque no quería figurar junto a políticos que no tienen nada que ver con la cultura.
P. ¿Y no le creó un conflicto coger la pasta?
R. No, porque son 30.000 euros que los tengo más que ganados y merecidos. Me creó conflicto cómo defender mi postura. Así que me quité de en medio.
P. Usted es una leyenda del rock atípica: tiene la misma mujer y nunca le dio al caballo.
R. Hombre los setenta sí fue una época de mucha droga. Pero me junté con mi mujer, con la que convivo desde hace muchos años y hemos sido bastante fieles y constantes
. Eso me hace un poco diferente. Aún nos queremos.
P. ¿Y eso cómo se hace?
R. Es como las canciones: no se hacen, hay gente que las sabe hacer. Yo hago canciones, el otro una tortilla de patata exquisita, el otro pesca… En fin, se hace como se puede. Aunque también hay quien dice que ya nada dura.
Yo le doy la razón a todo el mundo.
P. ¿Cómo se come eso?
R. Mire, yo puse un chiringuito en Conil después de hacer el disco Veneno. Ahí venía un dentista sueco con un brillo en los ojos increíble que hablaba idiomas con su mujer exquisita.
Después venía el personaje español andaluz; a su forma también tenía su cultura, su corazón y su derecho y su razón.
La hostelería es un estado de convivencia, un sitio en el que ese cateto medioambiental, con las piernas llenas de pelo, chiquitito y gritón, convive con ese dentista y se toman una tortilla de papas que le hago yo bajo la sombra del chiringuito. Y por ahí debe ir el sentido de la sociedad.
P. En esta sociedad, usted hoy se produce sus discos. Ha dejado a las multinacionales…
R. Eso no lo plantees así. ¡Como si tuviéramos poder! Pero vaya, el fenómeno es universal. Espique li, que para mí es uno de los grandes genios del cine americano…
P. ¿Quién?
R. ¡Spike Lee, hombre! Está haciendo crowdfunding y va a juntar 1,2 millones de dólares. Yo estoy dispuesto a trabajar con cualquiera, siempre sin traicionar mis principios. No hay alternativa.
P. ¿Alguien le llama José María?
R. Mi madre y mi padre. Ya no queda gente mayor que me llame así. Lo de Kiko empezó en la universidad. Primero me llamaban El cuervo, por el pelo blanco y el mechón negro. Luego Kiriki, Kiko… siempre relacionado con pájaros.
P. Es que menudo pelazo.
R. Lo primero que debe tener un rockero es un buen pelo. ¡Pues sí! El rock and roll no deja de ser una expresión de vitalidad. Y el pelo es una contingencia sexual de juventud. Y ha sido fundamental en toda la revolución de la música, desde Elvis Presley a los Beatles, Jimi Hendrix o Bob Dylan… o incluso Mozart.
P. Y al final, ¿qué le gustaría que pusiera en su epitafio?
R. Son mis canciones.
Así que “volando voy, volando vengo”, sería un buen epitafio para mí. Pero los músicos tenemos concedida la vida eterna.
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