Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 jul 2013

“¡Esto no me puede estar pasando!”


Familiares de las víctimas, a las puertas del edificio habilitado para atenderles. / CÉSAR MANSO (AFP)

La tarde del 24 de julio la desolación se apoderó de Santiago
. Lo que iba a ser una calurosa noche de celebración y fuegos artificiales en la plaza del Obradoiro se convirtió en una pesadilla para Santiago, Galicia y el resto del mundo en el que ha sido el tercer accidente de tren más grave de la historia de España
. Los familiares y amigos de las más de 78 víctimas mortales y 113 heridos que dejó el descarrilamiento del tren Alvia Madrid-Ferrol el 24 de julio estaban desencajados.
“¡Esto no me puede estar pasando!”, chillaba una madre en el Multiusos Fontes Do Sar, un espacio que la Xunta ha habilitado como tanatorio.
 “¡Me quiero morir!”, gritaba la misma mujer mientras los psicólogos la intentaban atender.
 Su hijo, un joven de unos 20 años, iba en aquel tren pero nadie sabía dónde estaba.
 La mujer, arropada por cinco miembros de su misma familia, ya había recorrido tres sitios diferentes en busca de su hijo.
“¡Solo quiero acabar con esta pesadilla!”, le decía a su sobrino entre sollozos.
En CERSIA, una empresa al servicio del Ayuntamiento de Santiago, se agolpaban los familiares de viajeros que iban en ese tren dirección Ferrol. Edwin, un joven dominicano de 22 años, esperaba tranquilo en un banco del exterior del edificio con su novia y un amigo:
“Mi tía venía en ese tren para darnos una sorpresa”, explicaba mientras fumaba compulsivamente
. En su país aún no sabían nada del accidente y por eso no quería dar “demasiados” detalles.
"Tiene tres hijos", comentaba preocupada su novia. Edwin, como tantas otras personas, se acercó al lugar del descarrilamiento para socorrer a las víctimas y apoyar en lo que pudiera. “Vivo cerca de donde fue el accidente y me ofrecí para dar mantas, sacar gente, ofrecer agua… ¡lo que fuera!”, comentaba. “Me pregunto si vi pasar a mi tía y no me di cuenta”, contaba con tristeza.
Hacía 10 años que no se veían.
Los familiares iban y venían del Hospital de Santiago a CERSIA —donde, según los que se acercaron, comunicaban el estado de las víctimas— y de allí al tanatorio.
 “Es que no nos dicen nada”, se escuchaba por todos lados. “Van llamando a los familiares cada media hora y con cuenta gotas.
 Va para largo”, contaban ya de madrugada Ruth y Ester Morán, dos hermanas que esperaban la llegada de un amigo de la familia que viajaba solo y que “venía huyendo del calor de Zamora”, comentaban resignadas a los medios.
 “Cuando llamamos a su móvil contestó otra persona. Solo nos queda esperar”, lamentaban.
A las 3.00 de la madrugada el escenario comenzó a cambiar.
 Las malas noticias se agolpaban a las puertas de CERSIA y los familiares, resignados, se iban al tanatorio. Muchos gritaban y otros se desesperaban por la mala organización. Reyes Pérez, de Ferrol, se armó de valor ante las cámaras y con la voz entrecortada reclamaba: “¡Que nos dejen identificarlos!”. Una sobrina de Reyes de 26 años iba en ese tren.
 “Podría estar simplemente inconsciente y a nosotros no nos dejan identificarla”, reprochaba con una esperanza que ya comenzaba a flaquear.
Una mujer de mediana edad se encontraba sola, desolada y llorando en un banco fuera del edifico de CERSIA
. De vez en cuando miraba a los medios de comunicación, que la deslumbraban con sus cámaras, y mantenía su mirada perdida en la multitud del equipo de médicos y psicólogos que se encontraban preparados para recibir órdenes. En aquel momento podía pasar de todo por su cabeza. “Lo siento, ahora no soy capaz de hablar”, comentaba con lágrimas en los ojos y moviendo una pierna de un lado a otro en señal de impaciencia.
 Un par de horas más tarde un psicólogo del equipo médico del hospital la atendía en el mismo banco.
Ya había recibido la noticia que tanto temía saber: su hijo había muerto.
Una pareja de ancianos que acompañaban a una amiga también iban de un lado a otro buscando explicaciones
. Se sumaban a la incertidumbre de los demás familiares.
 “Solo venimos a acompañar a nuestra amiga.
 Ella busca a su marido que venía de vacaciones”.

El conductor del accidente de Santiago: “¡Somos humanos, somos humanos!”

El maquinista admitió por radio que el tren superó el doble de la velocidad permitida

También aseguró que tomó la curva a 190 kilómetros por hora.

Uno de los maquinistas del tren Alvia que descarriló ayer en Santiago de Compostela quedó atrapado tras el accidente en la cabina del convoy.
 A través de la radio con la que se comunica con la estación, cuando aún no sabía siquiera si había fallecidos, hizo un relato de lo que acababa de suceder. Expresó que le dolía la espalda y las costillas y que no podía salir. “¡Somos humanos! ¡Somos humanos!”, repetía.
“Espero que no haya muertos porque caerán sobre mi conciencia”.
 El conductor había dicho previamente, antes del siniestro, que iba muy rápido, a 190 kilómetros por hora; después habló de 200.
 Finalmente, al entrar en la curva, volvió a decir: "¡Voy a 190!", según explicaron ayer a EL PAÍS fuentes de la investigación.
Las señales ferroviarias de la zona del siniestro no permiten sobrepasar los 80 kilómetros por hora, pero el conductor no precisó por qué el tren circulaba al doble de esa velocidad
. Si se trató de un fallo técnico o de un fallo humano es algo que tendrá aún que determinarse en la investigación de las causas del siniestro.
Pero, a tenor de lo expuesto por el conductor, el tren, que venía de circular a una gran velocidad —superando los 200 kilómetros por hora—, no frenó lo suficiente y duplicó la velocidad permitida en una curva muy complicada y muy cerrada
. Fue justo en ese lugar y en ese momento cuando el tren acabó descarrilando y provocando decenas de muertos.

Los usuarios de ese convoy, que recorre la distancia entre Madrid y Ferrol, conocen bien esa curva.
 El día de la inauguración de ese trazado —el 10 de diciembre de 2011—, al llegar a la misma, el tren dio un bandazo que provocó el desequilibrio de algunos de los usuarios.
Hubo, ese día, un murmullo general sobre lo dura que era esa curva después de más de 80 kilómetros de línea casi recta de AVE desde Ourense.
Si en esos 80 kilómetros iniciales el tren no parecía moverse, allí se notaba por primera vez la inercia de un cambio de dirección.
 Si hay muertos caerán sobre mi conciencia", dijo el conductor
Se trata de la primera curva que se encuentra el tren que circula entre Madrid y Ferrol al llegar a Santiago de Compostela desde Ourense.
 Es, además, donde ya no hay trazado nuevo completamente independiente para el AVE, sino que el tren usa parte del trazado antiguo, la vía que se construyó durante el franquismo entre ambas ciudades.
A la entrada de Santiago, y aunque la vía antigua se amplió, esa línea pierde parte de las características de la Alta Velocidad. Así se hizo, en parte, para evitar que las expropiaciones, en una zona notablemente urbanizada, fuesen mucho mayores de lo que ya eran.
La alternancia de tramos de AVE y de tramos de vía convencional o de inferiores características se reproduce en otros puntos de la vía.
El Alvia que circula entre Madrid y Ferrol, el tren más rápido que transita por Santiago, viaja por distintos trazados
. Entre Madrid y Olmedo (Valladolid) aprovecha la línea del AVE.
 Después, entre Olmedo y Ourense vuelve a circular por una vía convencional, a la espera de que se terminen las obras del AVE que ya están en marcha.
Finalmente, entre Ourense y Ferrol se incorpora de nuevo a la línea del AVE, que a la entrada de Santiago discurre junto a la vía antigua.
El tramo no cuenta con el sistema que impide rebasar la velocidad máxima
En ese momento, el tren debe frenar y al llegar a la curva cerrada donde tuvo lugar el accidente, dejar la velocidad en solo 80 kilómetros por hora.
 El descenso de velocidad en ese punto es muy pronunciado: se pasa de 200 kilómetros por hora a 80 en un corto lapso de tiempo.
Las causas del exceso de velocidad todavía no se conocen. La línea donde se produjo el accidente no está dentro del ERTMS (European Rail Traffic Management System), un sistema de gestión del tráfico ferroviario que impide que un tren rebase la velocidad máxima establecida o no obedezca las señales que indican parada, muy similar a los sistemas de alarma automáticos ya instalados en muchos países europeos. Este sistema es el implantado, por ejemplo, en la línea de AVE Madrid-Barcelona en octubre de 2011.
En el tramo donde ocurrió la catástrofe sí funcionaba el ASFA (Anuncio de Señales y Frenado Automático), un sistema automático ampliamente implantado en la red ferroviaria española.
 Se trata de un mecanismo que detiene el tren si el conductor no respeta lo que indican las señales.
 El ASFA convencional es un sistema de control puntual: solo recibe información de la vía en determinados puntos (las balizas) y solo si el tren pasa por esos puntos controla que este circule según lo establecido.
 Por eso, hay momentos en los que la supervisión continua es conveniente.

 

24 jul 2013

El sueño Eterno




Piedras Película

Título original
Piedras
Año
2002
Duración
130 min.
País
 España
Director
Ramón Salazar
Guión
Ramón Salazar
Música
Pascal Gaigne
Fotografía
David Carretero
Reparto
Antonia San Juan, Najwa Nimri, Vicky Peña, Mónica Cervera, Ángela Molina, Rodolfo De Souza, Enrique Alcides, Lola Dueñas, Daniele Liotti, María Casal, Nacho Duato, Ramón Salazar, Geli Albaladejo
Productora
Alquimia Cinema / Ensueño Films / Telemadrid
Género
Drama | Discapacidad. Historias cruzadas
Sinopsis
Cinco mujeres, con un zapato en la mano, recorren las calles de Madrid en busca de un príncipe azul; una mujer con pies planos que regenta un club, su hija que usa zapatillas deportivas, una señora rica de pies pequeños enamorada de su podólogo, una ex-diseñadora que siempre lleva zapatos de tacón y una taxista con babuchas. (FILMAFFINITY)
Premios
2002: Festival de Berlín: Sección oficial de largometrajes