Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 jul 2013

Plácido Domingo, ingresado por una embolia pulmonar

El tenor cancela sus cinco funciones de la ópera 'Il postino' este mes en el Real de Madrid.

Plácido Domingo, el 30 de junio en St. Goarshausen (Alemania). / T. FREY (EFE)

El tenor Plácido Domingo fue ingresado ayer lunes, 8 de julio, en un hospital de Madrid donde está siendo exitosamente tratado de una embolia pulmonar derivada de una enfermedad tromboembólica venosa, según el comunicado emitido por sus representantes y difundido por el Teatro Real de Madrid.
El cantante, de 72 años, se encuentra ya fuera de peligro, pero por órdenes médicas se verá obligado a permanecer bajo supervisión y descanso obligado durante tres a cuatro semanas, según el mismo comunicado
. "Está respondiendo muy bien al tratamiento", ha asegurado una portavoz a la agencia Reuters.
 Domingo tendrá que cancelar su participación en las cinco funciones de la ópera Il postino, de Daniel Catán, en el Teatro Real, programadas para este mes, así como su presencia como director de orquesta en el concierto que iba a dirigir a la Orquesta de la Comunidad Valenciana en la Plaza Mayor de Madrid el domingo 21 de Julio en apoyo a la candidatura olímpica de Madrid 2020.
El Teatro Real comunica que el papel de Pablo Neruda que iba a interpretar Domingo será representado por Vicente Ombuena, que ya ha encarnado a este personaje en la misma producción que se ofrecerá en Madrid a su paso por el Teatro Bellas Artes de México y en el Municipal de Santiago de Chile, donde el tenor valenciano alternó el rol con Plácido Domingo. eL Teatro, amparado por ley que regula la venta de entradas y tratándose de "causas ajenas" a su voluntad, no devolverá el dinero de las entradas a los espectadores que hayan podido perder el interés en el espectáculo.
El cantante había sido operado en marzo de 2010 de un cáncer de colon.
 Reapareció en abril en La Scala de Milán un mes después de la intervención. 

 

La gloria literaria gracias a los demonios familiares y a los secretos íntimos

Thomas Mann, su esposa Katia y su hija Erika. / getty / ap

Cada escritor tiene un campo en cuyas tierras ha enterrado sus secretos más oscuros y preciados que no cesan de refulgir en las noches como guacas, como enterramientos indígenas que ellos saquean a su antojo. La gran literatura suele estar enraizada en crímenes artísticos, estar levantada sobre desdichas propias y ajenas.
¡Benditas infelicidades! ¡Benditos guaqueros!
Uno de esos guaqueros es Colm Tóibín, escritor irlandés hoy convertido en explorador de guacas ajenas. Ha rastreado los campos de los demonios tutelares de 20 grandes autores y puesto sus tesoros a los ojos de todos en Nuevas maneras de matar a tu madre (Lumen).
 Cuatrocientas y un páginas con joyas secretas de toda índole: incestos, traiciones, duelos sentimentales y económicos, envidias, amores frustrados o vanidades diversas, cuyos fulgores suelen ser de tres clases: poder, reconocimiento y sexualidad. "Las obras de los genios surgen de fuentes insólitas", afirma el autor de títulos como Crónica de la noche, El faro de Blackwater, El maestro y Brooklyn.
 El escritor desvela cómo conflictos con la madre, el padre u otros miembros de la familia influyen en la decisión de alguien a la hora de convertirse en escritor.
Hoy es un día de guacas. Hoy el recorrido es por los campos sagrados, de sagrados secretos de Jane Austen, Henry James, W. B. Yeats, Thomas Mann, Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Tennessee Williams, John Cheever o V. S Naipaul. El libro es un asomo a la vida y a sus semillas de autores.
 "Ellos son como todos nosotros
. Son una muestra pequeña de cualquier familia", aclara Tóibín, profesor de la Universidad de Columbia. Todo a través de diarios, cartas, autobiografías y biografías que conforman una especie de predio literario de El jardín de las delicias, de El Bosco.
El joven Jorge Luis Borges junto a su madre Leonor, su padre y su hermana. / EL PAÍS
Tóibín arroja luz sobre la humanidad de los autores y ayuda a entender mejor sus obras. Narra vidas, conecta lazos, escarba y encuentra semillas, se asoma al origen del big bang de algunos maestros. Muestra la necesidad que tienen ellos de dar forma a sus verdades sobre el mundo.
¡Benditas infelicidades! ¡Benditos guaqueros!
De las tías a la soledad
Lo primero que surge en el libro es que las madres fueron prácticamente desaparecidas en las novelas de los siglos XVIII y XIX.
 James y Austen son dos de los autores que más desconfían de ellas en la ficción, y en su reemplazo pusieron a las tías, incluso en el papel de malas y/o como guías de los protagonistas-héroes o heroinas que debían enfrentarse al mundo y conquistar libertades.
 Un personaje sustituido, hasta hoy, por la soledad del individuo y su mundo interior, porque, según Tóibín, “estar solo es fundamental, al igual que sentirse solo en un grupo.
La mitad de tu vida eres un solitario, hay una mitad en sombra, no necesitas a nadie que te guíe porque ya eres libre, las novelas contemporáneas hablan de la conquista de sí mismo”.
Madres para olvidar
Si la madre de Borges podría ser el prototipo de mujer controladora, las de J. M. Synge y Samuel Beckett eran conflictivas y su semilla está esparcida en sus obras porque ellos las utilizaron como fuente de material creativo.
 Pero hay una decisiva en lo personal y creativo: May Roe, la madre de Beckett. El Nobel irlandés tenía, según Tóibín, “un problema, simple y nada fácil de resolver: consistía en cómo vivir, qué hacer y quién ser”. Llegó a tener dos psicoanalistas que visitaba hasta tres veces por semana, en busca del origen de todas sus sombras.
 En una carta escribió: “con un dolor específico acudí a Geoffrey, y luego a Bion, para averiguar ‘el temor y el dolor específicos’, los síntomas menos importantes de una enfermedad que se inició en una época que no podía recordar, en mi ‘prehistoria’.
Beckett sabe dónde está el origen de todo y lo plasma en otra carta de 1937, cuando su madre lo dejó solo en la casa familiar: “Y no podría desearle nada mejor que la posibilidad de sentir lo mismo cuando no estoy. (…) soy lo que su amor salvaje ha hecho de mí, y está bien que uno de los dos lo acepte por fin. (…) Sencillamente no quiero verla ni escribirle ni saber de ella.”
Padres para retar
Varios escritores surgen o se hacen fuertes gracias al duelo sostenido con sus padres que un día quisieron ser escritores pero fracasaron.
 Es el caso de lo vivido por Henry James, Borges, Yeats y Naipaul. Un duelo soterrado.
Padres que nunca acababan las cosas que empezaban, y, tal vez, aventura Tóibín, precisamente eso es lo que llevó a que sus hijos fueran perfeccionistas.
Si los hermanos James, Henry y William, cometieron el parricidio literario enmascarado de generosidad permitiendo la publicación del libro de su padre que no valía nada, el protagonizado por los Yeats es de novela:
En una carta John, el padre, le dice a su hijo William Butler:
“Nunca eres más feliz ni son más oportunas tus palabras que cuando en la conversación describes la vida y haces comentarios sobre ella.
Pero cuando escribes poesía es como si te pusieras el frac, por así decirlo, y te obcecaras y olvidaras qué resulta vulgar en un hombre con frac. Estoy seguro que algún día escribirás una obra sobre la vida real donde la poesía será la inspiración”.
 Luego le pedía opinión a su hijo, ya famoso, sobre un libro suyo, a lo que este respondía con silencio e indiferencia.
 Y, poco a poco, se produce el asesinato más humillante: “El anciano es como un niño, todo inocencia con su orgullo y su esperanza, y el hijo se muestra distante, endiosado y todopoderoso, dispuesto a ignorar, criticar y machacar discretamente.
 El hijo es frío y despiadado; el anciano está desesperado por que lo asesinen
. Es como si Edipo, Herodes y alguna tercera fuerza salida del oscuro laboratorio de Freud se hubiesen unido”.
William Butler Yeats y su mujer. / EL PAÍS
Cómo malograr a la familia
Ser insensibles con los tuyos para crear sensibilidad en las obras.
 Esa parece ser la premisa de algunos autores, quienes utilizan la vida de sus familias como fuente y material de inspiración. “A veces”, reconoce Tóibín, “ser escritor es como ser un niño con un lápiz.
 Juegas con fuego, con la vida de otros, pero más importante porque lo haces con los sueños de tu vida
. El proceso es lento, los autores no son malos ni buscan hacer daño adrede, pero si conocen o descubren un secreto familiar que les pueda servir para la obra eso es como el diablo”.
 Lo utilizan en función de crear una obra, de crear belleza.
Eso lo han hecho casi todos. Pero él habla aquí de Tennessee Williams, J. M Synge o de John Cheever, que muestra su vida emocional cotidiana porque “su obra es la sombra de su vida, o con más vida, destilada, y malogra a su familia”.
Aunque el ejemplo por antonomasia es el de la familia Mann.
Un ecosistema único en el cual convergen múltiples tipos de familias: el padre, Thomas, poderoso dentro de la casa y admirado fuera y con un secreto inspirador para su obra: su homosexualidad; la madre, Katia, que quiere rodearlo todo pero bajo la sombra del marido; la hija mayor, Erika, favorita del padre (veló por él sus últimos años), escritora, homosexual; el segundo hijo, Klaus, el favorito de mamá y quien despertó en el padre una atracción sexual, se haría escritor con obras clave como Mephisto, aunque sin llegar a eclipsar al padre, muy unido a su hermana Erika a quienes se acuso de incesto, y que al final se suicidó; luego están Golo (homosexual), Monika y Michael, que también se suicidó.
 Son solo hebras de luz en una familia de miembros muy talentosos, pero como recuerda Tóibín, citando un pasaje de Muerte en Venecia, de Thomas Mann:
 “Es, sin duda, positivo que el mundo solo conozca la obra bella y no sus orígenes”.
Desveladas o no las semillas que forjan a un autor, con sus diversas sombras, demonios y traumas, los escritores, en el fondo, quieren que se sepa todo, de lo contrario, dice el escritor irlandés, no dejarían los diarios o cartas al alcance de sus familiares.
Escondan las guacas lo que sea, con sus enterramientos de los tesoros más oscuros, secretos y preciados de dolores familiares, y escondan sus fulgores los verdaderos motivos de los escritores, para Tóibín, "la imaginación es más grande que la familia y el mundo, porque los genios ven lo que los demás no vemos".

Las virtudes de una vida solitaria

El cuarteto de Perth Tame Impala. Kevin Parker, su líder, compositor y vocalista, es el tercero por la izquierda.

“Supongo que los halagos me desquiciaron un poco, y terminé diciendo cosas que no debía en entrevistas en las que debes promocionarte.
 Claro que pienso que he grabado un buen disco”. Kevin Parker (Sydney, 1986) se ha levantado sin resaca por primera vez desde que arrancó su gira europea para poner en orden algunos recientes ataques de sinceridad
. El hombre, líder del combo de pop psicodélico Tame Impala, sufrió hace un par de meses un cortocircuito y, harto de que le recordaran lo bueno que era su último disco, Lonerism,y en cuántas listas de lo mejor de 2012 aparecía, empezó a pregonar que no era tan bueno.
En un punto indeterminado “entre Bélgica y Polonia”, Kevin responde al teléfono desde una cuneta minutos después de que se haya averiado el autobús que le traerá a Madrid para actuar en La Riviera el 13 de julio. “Supongo que ya no me apetecía seguir buscando la empatía del oyente.
 Es una reacción natural. Me pasé mis primeros años pensando que no podía ser que fuera tan malo, que debía haber más gente a quien le gustara lo que hacía.
 De golpe, me encontré en la situación opuesta: ‘¿Qué hacen todos estos diciendo que soy bueno?”.
En realidad, no se trataba de la primera ocasión en que se celebraba la excelencia de este australiano enamorado del pop más comercial que afirma tener escrito un disco entero para Kylie Minogue, o para cualquier diva que esté dispuesta a comprárselo (“no lo regalo, es demasiado bueno”). Dos años antes, su primer largo, Innerspeaker, había sido incluido en la lista de los 100 discos más influyentes de la historia del pop australiano.
 Pero lo que podía haber sido una rareza, un capricho de parte de la prensa, se convirtió en un clamor casi universal.
Mezclado de nuevo por Dave Fridmann (Flaming Lips), y con Todd Rundgren, Supertramp y los Beatles de Revolver como referentes, el disco amagó con liderar un renacer de la psicodelia, algo que hubiera resultado trágico para Parker. “Suponer que el álbum es retro es falso.
 Por primera vez he trabajado con ordenadores, el sonido es actual. No hay vocación de rememorar nada. Para mí el álbum puede ser psicodélico porque habla de estados alterados de la mente, pero no pertenece a una tradición”, aclara el australiano.
 “Para mí, crear es estar solo hasta que se pierde la cabeza.
 Algunos piensan que soy así porque vivo en Perth, pero te digo que sería capaz de aislarme en el centro de París”, aclara. No por nada su primer disco contenía un tema titulado La soledad es una bendición y este segundo se articula alrededor de las bondades de no tener nadie cerca
. “Trabajo mejor solo y casi siempre vivo mejor solo. Con el tiempo he aprendido a relajarme más con otras personas. No quiero que se piense que soy un bicho raro, pero estoy mejor solo
. En este negocio hay demasiados gilipollas como para declararse fan del ser humano, ¿me entiendes? Lo único bueno del asunto es que, con el tiempo, mi banda y yo hemos aprendido a evitar a todos los imbéciles. Si me hacen una pregunta estúpida en una entrevista, ya sé cómo zafarme”.
¿Cuál es el mejor concierto que has dado nunca?, se inquiere a modo de prueba. Un par de segundos de silencio y…
 “Perdona, tengo otra entrevista y debo colgar. Adiós”.
 Menos mal que no se le preguntó por su color favorito.

Sofía Loren, musa de su hijo a los 78 años

La actriz regresa al cine con un papel protagonista bajo las órdenes de su vástago, el realizador Edoardo Ponti.

Sofía Loren, junto a su hijo Edoardo Ponti, en las calles de Nápoles. / CORDON PRESS

Sofía Loren ha servido de musa para incontables generaciones, pero desde que entramos en el siglo XXI no ha encontrado a nadie que la reivindique en todo su esplendor. Rob Marshall le concedió un número musical en Nine pero, como dicta la lógica de la industria cinematográfica, el plato principal lo servían otras estrellas décadas más jóvenes y gráciles que ella, como Marion Cotillard, Nicole Kidman o Penélope Cruz.
 Quizás por eso, ha sido su propio hijo, Edoardo Ponti, quien la ha rescatado a sus 78 años para un protagonista con el que dar lustre a la recta final de su carrera.
Estos días han comenzado a rodar juntos La voce umana (La voz humana), una adaptación del monólogo teatral firmado por Jean Cocteau en 1930.
 La versión original (que ya ha conocido dos adaptaciones previas, una dirigida por Roberto Rossellini y otra encabezada por Ingrid Bergman) era en francés; ésta ha sido traducida al dialecto napolitano.
 El rodaje, que se espera completar en unas tres semanas, se trasladará de Nápoles a Roma y la ciudad portuaria de Ostia.
 La historia se centra en una mujer mayor que mantiene una desesperada conversación telefónica con su amante de los últimos cinco años, que está a punto de casarse con otra.
No es la primera vez que Sofía Loren trabaja bajo las órdenes de su segundo hijo. Edoardo Ponti, de 40 años, debutó como director en 2002 con la película Cuori estrani (Entre extraños), donde concedía a su madre el papel de una pintora frustrada que se dedica a cuidar de un marido confinado en silla de ruedas y que encuentra el coraje para dar rienda suelta a su arte gracias a un jardinero interpretado por Gérard Depardieu. Edoardo sigue los pasos de su padre, el realizador y productor Carlo Ponti, a quien la intérprete conoció a los 15 años (él tenía 37) y con quien compartió compartió 57 años, hasta que Ponti murió en 2007. Toda una vida.
En los últimos tiempos, Sofía Loren ha realizado escasas apariciones cinematográficas. Una de las más recientes, el telefilme La mia casa e’ piena di specchi (Mi casa está llena de espejos), acudía a su propia autobiografía, con ella encarnando a su madre y la actriz Margareth Made haciendo de joven Sofía Loren. Aunque este nuevo proyecto junto a su hijo podría devolverla a la escena, da la sensación de que cualquier visita al pasado artístico de Sofía Loren siempre será mejor.
Lo cierto es que la deslumbrante presencia de la actriz italiana se ha restringido a vistosa reliquia en programas televisivos o eventos del espectáculo.
 Aquí la vimos, por ejemplo, en junio del año pasado, participando en el programa Hay una cosa que te quiero decir donde, en un arranque de desparpajo, puso a prueba su castellano llamando “maricón” al presentador, Jorge Javier Vázquez, para pedir inmediatamente después disculpas al comprobar la reacción del público.
También se dejó ver en Río de Janeiro el pasado noviembre, en la presentación del calendario Pirelli 2013, donde encabezó la mesa presidencial junto al expresidente brasileño Lula Da Silva y apenas dijo “esta boca es mía” cuando le tocó presentar al fotógrafo del almanaque, eso sí, con la pose perfectamente alicatada desde el escenario
. Unos pocos años antes, en 2007, la vimos a sus esplendorosos 72 compartiendo las páginas de ese mismo calendario con Hilary Swank o Penélope Cruz.
 Loren ha decidido prolongar su mito a la manera contraria de Greta Garbo: mostrando en primer plano su (retocada) belleza tamizada por el paso de los años.
 Sigue ejerciendo de diva de su propio universo.
 Hasta que decida decir basta.