En poco más de cinco minutos de un discurso televisado, el rey
Alberto II de Bélgica
puso ayer fin a sus 20 años de reinado.
Alternando las miradas a cámara
y al fajo de papeles que sostenía en su mano con las palabras exactas,
el monarca confirmó la noticia que había dado la vuelta al mundo unas
horas antes: que el próximo 21 de julio, fiesta nacional belga, pasará
el relevo a su primogénito, el príncipe Felipe, de 53 años.
“Constato que mi edad y mi salud no me permiten ejercer mis funciones
como me gustaría.
Sería faltar a mis deberes y a mi concepción de la
función pública mantenerme en el ejercicio a cualquier precio”, esgrimió
solemnemente como principal motivo para abdicar
. Hacía tiempo que en
Bélgica existía el convencimiento de que el rey dejaría su puesto este
año, pero los plazos se han precipitado. La hipótesis inicial
contemplaba el 21 de julio como fecha para el anuncio y el otoño para la
retirada definitiva.
Las controversias vividas a lo largo de su reinado se habían condensado en los últimos meses
Las controversias vividas a lo largo de su reinado se habían
condensado en los últimos meses, y especialmente en los últimos días,
con su presunta hija extramatrimonial reclamándole la paternidad en los
tribunales y la madre aireando en la prensa el romance que vivió con el
monarca durante 18 años.
Con sus breves palabras, primero pronunciadas en francés y más tarde
en neerlandés, los dos idiomas oficiales de Bélgica, el rey agradeció a
la ciudadanía el apoyo prestado durante estos años —también recordó, sin
acritud, que ha recibido ciertas críticas— y elogió a su hijo para
asegurar que deja al país “en muy buenas manos”, las de Felipe y su
esposa, Matilde. La monarquía constituye una de las pocas esferas en la
política belga en que las alusiones al pueblo y a la unidad del país no
desatan tensiones entre flamencos y valones.
Acercar a los dos pueblos, que conviven casi de espaldas por
diferencias lingüísticas, económicas y culturales, ha sido uno de los
principales cometidos de Alberto II durante su etapa en el trono belga.
El monarca desempeñó un papel fundamental en la crisis de 2010-2011,
cuando el país estuvo un año y medio sin Gobierno por la dispersión de
partidos que resultó de las elecciones de 2010
. De su mediación salió la
designación de
Elio Di Rupo como primer ministro del país, el primer socialista francófono que asumía esa responsabilidad desde 1974.
Con todos esos elementos en la cabeza, Di Rupo compareció, apenas
unos minutos después del anuncio del rey, para manifestar su “respeto y
comprensión” y rendir admiración a “la sinceridad, el coraje y la
lucidez” del monarca
. Con una bandera de Bélgica en la solapa, Di Rupo
empleó un lenguaje almibarado, impensable en cualquier otro contexto de
la política belga.
Dijo asistir “a un momento de gran tristeza” por un
rey que, pese a no estar destinado a serlo —sucedió a su hermano
Balduino porque este no tuvo descendencia—, asumió el cargo con
dignidad. “Él y la reina Paola han conquistado el corazón de los
belgas”, aseguró en una breve comparecencia sin preguntas.
Tanto Di Rupo como la mayoría de políticos francófonos habrían
deseado que Alberto II continuara en sus funciones al menos hasta las
próximas elecciones federales, en mayo de 2014. Muchos temen que los
comicios concluyan con otro hemiciclo difícil de gobernar y preferirían
contar con la experiencia del todavía monarca para gestionarlo. Si las
dificultades se repiten, será una prueba de fuego para el recién llegado
Felipe.
Pese a las diferentes polémicas que han sacudido a la Casa Real, la
ciudadanía belga profesa un gran apoyo a su monarquía. Aun así, una
encuesta divulgada por el diario Le Soir destacaba que la delicada salud
del rey y las diferentes controversias habían colocado a uno de cada
dos belgas como partidarios de la abdicación.
El cardiólogo de Alberto II, Pol Lafontaine, confirmó ayer en un
programa de televisión que el rey se sentía ya cansado, aunque descartó
que la renuncia obedeciese a motivos cardiacos.
El monarca ha tenido
distintos problemas de salud y varias intervenciones quirúrgicas en los
últimos años.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso,
destacó la labor de Alberto II como “un ardiente defensor de los valores
en los que se basa la construcción europea”.