Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 jun 2013

Un cosmos en la cabeza

Esa pulpa fea y arrugada que todos llevamos dentro es el objeto más complejo del que tenemos noticia en el universo.

MARCOS BALFAGÓN

La mayor parte de los científicos coinciden en identificar la gran cuestión no resuelta que tiene planteada la biología contemporánea: el cerebro humano.
 El problema no son sus componentes: al fin y al cabo es un trozo de cuerpo.
 Y como el resto, está hecho enteramente de células y se construye durante el desarrollo según los mismos principios generales que la biología del desarrollo ha descubierto para la generación de los tejidos y órganos del cuerpo.
 El problema con el cerebro son sus números cósmicos
. Con sus 100.000 millones de neuronas —una cifra comparable a las estrellas de una galaxia— y las cerca de 1.000 conexiones, o sinapsis, que cada una de ellas puede formar con las demás, esa pulpa fea y arrugada que todos llevamos dentro de la cabeza puede calificarse como el objeto más complejo del que tenemos noticia en el universo.
El modelo digitalizado del cerebro en tres dimensiones y una resolución casi celular que han dado a conocer hace dos días científicos alemanes y canadienses no supone aún el entendimiento de ese problema monumental, pero es un paso esencial.
 Es el primer mapa completo de los pequeños circuitos que subyacen a nuestra actividad mental.
 Los científicos no saben todavía leer esta información, pero es probable que nunca lleguen a ese logro sin ella
. La historia de la biología muestra que la estructura precede a la comprensión de la función.
El mapa o modelo en 3D, al que los investigadores han llamado BigBrain con cierta pretenciosidad cómica, se puede considerar copia exacta de un cerebro real, el de una mujer fallecida a los 65 años que no tenía historial neurológico o psiquiátrico.
 Los neurocientíficos ya pueden acceder a ese tesoro de forma libre y gratuita.
Nadie espera que la estructura de BigBrain sea exactamente la misma que la de los demás cerebros humanos que pueblan el planeta.
 Para cartografiar esa variación, sin embargo, será imprescindible comparar cada cerebro individual con un cerebro de referencia, y el de la mujer fallecida tiene todas las papeletas para convertirse en la pauta
. Cabe preguntarse por cuánto tiempo seguirá su identidad siendo secreta en estos tiempos donde resulta casi imposible esconder algo.

 

Jóvenes turcos.......................Vicente Molina Foix

Erdogan rechaza el alcohol y detiene a los periodistas que escriben lo que piensan.

Un día de agosto del verano pasado íbamos tres amigos españoles dando un paseo al atardecer por la cornisa marítima de Datça, deliciosa ciudad de la costa suroeste de Turquía situada en una península que separa el Egeo del Mediterráneo.
De repente sonó un cañonazo, y a continuación la voz del almuédano, pero solo ese cántico, después del estruendo, nos devolvió a la realidad religiosa: estábamos en pleno mes de Ramadán, y el doble aviso proclamaba el fin del tiempo de ayuno, aunque en las terrazas y bares de Datça los ciudadanos locales, hombres y mujeres, comían y bebían y fumaban desde la hora en que llegamos nosotros, anterior a la del almuerzo.
Había estado antes varias veces en este bellísimo país, nunca durante el Ramadán.
 Desde que, hace más de 10 años, gobierna el partido AKP, islamista moderado según los politólogos y los periodistas occidentales, la dicotomía entre lo nuevo y lo viejo se dejaba notar en la vestimenta y la geografía. Estambul, y no solo en la llamada parte europea de Gálata, Besiktas y Beyoglu cercana a Taksim, tenía un predominio de mujeres sin velo y muy sueltas de actitud; la mujer es la medida humana de libertad que se ha de sopesar primeramente en las sociedades musulmanas.
 Pero si el viajero se adentraba en Anatolia, en el sur más rústico, y llegaba a la cada vez más turística costa licia, tan atractiva y bien cuidada por las autoridades, el paisaje cambiaba.
 El velo era portado unánimemente y las mezquitas florecían, de un año a otro, a veces plantadas con gran fealdad en descampados y carreteras, como utilitarias estaciones de servicio para reponer el espíritu
. Y eso en un país que tiene algunos de los monumentos religiosos más extraordinarios de su religión, y un arquitecto clásico, Sinán, que destaca mundialmente en un siglo tan lleno de genio constructivo como lo fue el XVI.
Comprobar que la gente
no seguía el ayuno
en Ramadán fue una
sorpresa inesperada
Comprobar, sin embargo, como lo pudimos hacer mis amigos y yo el verano pasado a lo largo de 20 días, que una buena parte de los turcos observados o conocidos, en la tripulación de un barco que nos llevaba por la costa, en los puertos de amarre, en esa poblada ciudad de Datça donde terminó el viaje, no seguía el sacro principio del ayuno en Ramadán, fue una sorpresa inesperada y un indicio de esperanza libertaria; hablo naturalmente como un extranjero laico, laico en todas las religiones existentes, incluida la autóctona.
 Y como lo comprobado en diversos puntos del país durante ese viaje no era secreto ni clandestino, al volver lo conté a amigos musulmanes, en Madrid, en París, en Marruecos, y todos tuvieron que hacer un gran esfuerzo de credibilidad en mi sinceridad para aceptar que lo imposible para los naturales de los países de implantación musulmana mayoritaria, comer y beber en público durante las horas de ayuno anual, en la Turquía gobernada con mano férrea por el santo varón Erdogan era común.
Aquel 11 de agosto, aún en Datça, cenamos los tres españoles al borde de la orilla mediterránea.
 La oferta de restaurantes era grande y el pescado expuesto en los mostradores refrigerados muy apetitoso, pero en vez de mirarles las branquias a los peces hicimos una elección ideológica para la fritura: la tomaríamos en el Atatürk, en el que los camareros servían uniformados con una camiseta negra estampada con la efigie del padre de la república y el maître era una mujer joven con pantalones y largo pelo desparramado que, al interesarme yo por esa conexión entre gastronomía y nomenclatura política (expresándole de paso mi admiración por la figura del histórico estadista), me regaló una camiseta igual a la del uniforme, que conservo y he estado tentado de ponerme estos días como gesto de pronunciamiento.
Esas imágenes esperanzadoras del verano pasado, provenientes de un país que aún aspira a entrar en Europa y sigue gobernado por un partido cuyas ideas sociales y morales, para mí aborrecibles, parecían haberse templado, cobran ahora otra resonancia.
Y se han de poner en el contexto de la terrible desilusión hacia los movimientos de la primavera árabe, que en países de larga tradición civil como Egipto o Túnez corren el riesgo de caer en manos de otros supuestos islamistas moderados que están imponiendo dogmas en lugar de leyes y tolerando crímenes cometidos contra la libertad de expresión y de género
. Claro que el dogmatismo de las religiones de libro no solo late en el islam; pensemos en nuestro propio imán Rouco Varela, que no necesita minarete para lanzar fatuas a las madres gestantes, o en el obispado francés sufragando y organizando, con consignas vaticanas, las manifestaciones de discriminación homosexual.
"Las mezquitas son
nuestros cuarteles", dijo
el presidente poco antes
de acceder al poder
El primer ministro Erdogan, como hemos demostrado, no detiene en los veladores a quienes comen cuando el Corán lo prohíbe.
 Tampoco, que yo sepa, ha quitado de tantísimas plazas públicas de su país las estatuas de Mustafa Kemal, rebautizado Atatürk (Padre de los turcos) desde que lideró las guerras anticoloniales, acabó con el Imperio Otomano y fundó en 1923 la república laica y moderna que presidió hasta su temprana muerte, a los 57 años, en 1938. Atatürk, un hombre apuesto y presumido, da muy bien en las fotos y queda en las estatuas como un galán de cine mudo forzado a posar como héroe sin espada. Pero nadie es perfecto. Dicen que el gran propulsor de los derechos igualitarios de las mujeres turcas, casado cumplidos ya los 40, no se llevaba bien en privado con su esposa; en ceremonias públicas y en viajes de Estado, sin embargo, la instauró como primera dama, algo nunca visto por esas latitudes. Me ha hecho ilusión ver su efigie cosmopolita (le gustaba la pajarita y el cuello duro, aunque sin desdeñar los gorros de cosaco) en las banderas que agitan los jóvenes turcos de hoy. Protestan no solo contra un atropello urbanístico que esconde una manipulación sectaria. También nos recuerdan esos manifestantes que el Gobierno presidido por el moderado Erdogan no quiere que ningún súbdito suyo beba, en ninguna fecha del año, alcohol; que las mujeres recuperen derechos amenazados; que los escritores y periodistas escriban lo que piensan (Reporteros Sin Fronteras y otros organismos de defensa de la profesión sitúan a Turquía, con 75 de ellos actualmente en prisión, en cabeza de los países que reprimen a los informadores).
Quizá sea oportuno para terminar recordar, como lo ha hecho hace unos días en La Vanguardia el periodista español Tomás Alcoverro, gran conocedor de la zona, que el tres veces electo en las urnas Recep Tayyip Erdogan sufrió una condena de 10 meses tan solo cuatro años antes de tomar el poder por difundir este texto:
 “Las mezquitas son nuestros cuarteles, sus cúpulas nuestras lanzas, sus minaretes nuestras bayonetas y la fe nuestros soldados”.
 Lo dicho: un moderado.
Vicente Molina Foix es escritor.

 

Suzy Menkes vacía el armario

Christie's subastará en julio 80 prendas de la mítica periodista de moda en su sede londinense.

 

La periodista de moda Suzy Menkes. / Zoe Hitchen  (SHOWstudio)

Suzy Menkes no ha tirado ninguna prenda desde 1964, el año en el que terminó la universidad.
 La veterana periodista de moda aún guarda los vestidos que llevó durante su luna de miel, la túnica que no se quitaba en sus años de estudiante en Cambridge o ese pañuelo de Hermés que le regaló un novio con dinero.
Tras casi cinco décadas almacenando ropa, la crítica de moda del International Herald Tribune (rebautizado como International New York Times) ha decidido desprenderse de su guardarropa mediante una subasta online organizada por Christie’s. Entre las 80 prendas que se pondrán a la venta entre el 11 y el 22 de julio hay diseños de Yves Saint Laurent, Chanel, Christian Lacroix o Emilio Pucci.
La estrella es una chaqueta de cóctel Yves Saint Laurent perteneciente a la colección “le solei” de 1980 cuyo precio podría alcanzar más de 2000 euros.
No hay ningún artículo fabricado este milenio porque como defensora de la slow fashion, la crítica procura usar a conciencia las prendas. Menkes, doctora honoris causa que ha recibido la orden del imperio británico y la legión de honor francesa por sus servicios a la moda, sigue los pasos de Vivienne Westwood, Daphne Guinness, Erin O'Connor o Anna Piaggi, que vendieron parte de su armario en Christie’s.
Hace tiempo que a Menkes le llueven las ofertas de potenciales compradores, en especial de la modelo Naomi Campbell.
 Sin embargo, la principal razón que empujó a organizar la venta es la falta de espacio en su hogar.
“Hay algo triste en un montón de prendas guardadas en maletas.
Necesitan salir y la subasta ofrece la oportunidad de que mis prendas caminen bajo el sol, bailen toda la noche y ofrezcan a alguien la misma felicidad que me dieron a mi” ha comentado.
La colección devuelve a los años del swinging London, cuando la periodista se peleaba con Bianca Jagger por los mejores vestidos de Ossie Clark.
 Llama la atención su gusto por el color y el estampado, teniendo en cuenta que actualmente viste de manera bastante comedida
. El cambio tuvo lugar mientras desempeñaba su puesto en el International Herald Tribune desde París, una ciudad con poca tolerancia por las excentricidades británicas. Menkes ha asegurado que si una francesa describía tu atuendo como ‘original’ no era precisamente un piropo y tuvo que decantarse por lo minimalista y los diseños más funcionales de Comme des Garçons, Yohji Yamamoto o Issey Miyake.
Entre sus recuerdos no guarda calzado. Según ha declarado a la revista Harper’s Bazaar ningún zapato trabaja tanto como ella.
Quienes la hayan visto pegada a un bloc de notas, corriendo entre desfiles sin que se le mueva su característico tupé, pueden atestiguar que no exagera.

Una violación cada ocho horas


Los expertos creen que la mitad de las violaciones no se denuncia. / GETTY IMAGES

En el garaje, en una calle poco iluminada tras una noche de fiesta, de madrugada al acudir al trabajo, en un rincón oscuro del portal de casa, en un parque, en el dormitorio
. Por parte de familiares, de personas del entorno cercano o de perfectos desconocidos.
 Cada año se denuncian en España 1.161 violaciones (agresiones sexuales con penetración, en la jerga policial) según los últimos datos que facilita el Ministerio del Interior, de 2011
. Son tres cada día; una cada ocho horas.
Detrás de cada una de ellas hay una profunda humillación, violencia física y psíquica, y unas secuelas que tardarán más o menos tiempo en cicatrizar (quizás no lo hagan nunca) con las que la víctima tendrá que aprender a convivir, generalmente con apoyo psicológico.
 “Nosotras no tenemos una goma de borrar, pero podemos conseguir que la herida no duela y que el recuerdo de la experiencia no cree un malestar tal que impida a la víctima vivir con normalidad”, explica Beatriz Mergelina, psicóloga del Centro de Atención a Víctimas de Agresiones Sexuales (Cavas) de Valencia.
EL PAÍS
No todas las violaciones que se denuncian acaban en condena.
 A pesar de ello, es más que probable que las agresiones que tienen lugar en España sean bastantes más que las 1.161 que recogen las estadísticas.
No solo porque en los datos facilitados por el Gobierno no incluyen las denuncias registradas en Cataluña (581 agresiones sexuales en 2011, según los datos ofrecidos por los Mossos d'Esquadra, que no especifican las violaciones).
Sino porque buena parte no se denuncian —especialmente las que se producen en el ámbito del hogar y a menores—. Es difícil saber cuántas llegan a trasladarse finalmente a una comisaría.
Santiago Redondo, profesor de psicología y de criminología de la Universidad de Barcelona y autor de diversos estudios sobre delincuencia sexual apunta que la información que se maneja a este respecto se obtiene de encuestas, como la que se realizó en Cataluña en 2010 en la que el 2,9% de las mujeres aseguraron haber sido violadas en algún momento de su vida
. Estas consultas también apuntan que entre el 50% y el 55% de estas agresiones sexuales no se denuncian. Por ello, los especialistas consideran que la cifra real de este tipo de abuso podría rondar las 2.000 violaciones al año.
“Tratamos de que la herida no duela”, comenta una psicóloga
Clara, de 28 años, es una de las mujeres que forma parte de estas estadísticas.
 Acudió a tomar una copa a un pueblo cercano de su localidad —que prefiere ocultar, al igual que su nombre real—. Era la primera vez que iba a ese bar de copas.
 Allí no conocía a nadie más que a las dos amigas con las que salió aquella noche.
Un chico se le acercó y le invitó a fumar un cigarro a las puertas del local. Accedió.
“Su aspecto era normal, recuerdo que charlamos tranquilamente mientras dábamos una vuelta”. Clara se muerde las uñas mientras rememora aquel terrible episodio.
A pesar de que se nota que está pasando un mal trago, ha accedido a relatar su caso por si puede ser de ayuda a otras mujeres.
Clara estuvo cuatro años acudiendo a terapia para superar la agresión
El paseo les llevó a una zona despoblada, junto a un campo de naranjos
. De repente, el chaval abandonó la amabilidad que había mostrado hasta ese momento. “Se bajó los pantalones y me pidió que le hiciera una felación”, relata Clara.
 Ella se negó y la reacción fue de una violencia desmesurada.
 La joven apenas recuerda más allá de los primeros golpes que recibió
. Después, no hay más que una sucesión de imágenes aisladas. “Estaba sin ropa interior, y con la cara ensangrentada; vi a unos chavales a los que pedí ayuda; me acuerdo de la ambulancia que me llevó al hospital y de un policía que me pidió el teléfono de mi padre”.
Tenía la mandíbula partida en cuatro fragmentos
. La operaron y pasó una semana en el hospital. Tras recibir el alta, volvió a ingresar por una fiebre que resultó ser un herpes que le había transmitido el agresor y que le apareció en la zona de la boca
. Entre los problemas que tenía para alimentarse y el trauma posterior a la agresión, Clara adelgazó 10 kilos en los veinte días siguientes.
Las víctimas suelen presentar estrés postraumático, entre otros síntomas
“Las consecuencias de una violación dependen tanto de las características de la víctima, de su edad, del entorno que tiene o de su personalidad, como del tipo de agresión que ha sufrido”, explica Encarnación Sueiro, profesora de psicología de la Universidad de Vigo.
“En las consultas, yo lo que pretendo es que normalicen su vida”, añade esta psicóloga clínica que atiende a víctimas de abuso en un centro de orientación familiar de la red pública gallega.
“Lo habitual es que vengan impactadas, con estrés postraumático”, señala Beatriz Mergelina, a cuyo centro llegan mujeres remitidas por la Generalitat valenciana.
 “Suelen sufrir alteraciones del sueño, de la ingesta, reviven escenas de la agresión a modo de flashback repetidos, están en un estado de hipersensibilidad a los olores, al tacto de otras personas...” añade la psicóloga clínica valenciana.
Los especialistas advierten del uso de drogas que anulan la voluntad
En Cavas, el seguimiento a las víctimas suele mantenerse a lo largo de cuatro años (con los menores, hasta que superan la adolescencia). En los primeros meses, las terapias son semanales,
 A medida que pasa el tiempo se van espaciando, aunque es frecuente que con ocasión del juicio y la tensión que genera, vuelva a reforzarse la ayuda
. “Las chicas saben que nos pueden llamar en cualquier momento que se sientan mal”, explica la terapeuta.
A Clara le costó tiempo volver a sus rutinas. Tardó medio año en salir con sus amigas por la noche.
 Y otro año poder volver a subir al tren. Antes de su parada está la del pueblo donde fue agredida y no soportaba pasar por la estación de esta localidad de camino a casa.
 “Me entraban unas ganas insoportables de echar a correr”, explica. El objetivo del tratamiento consiste en recuperar la vida que las víctimas llevaban antes de la agresión enfrentándolas a sus miedos. Para ello, por ejemplo, Beatriz acompañó a Clara al bar de copas donde arrancó aquella fatídica noche.
“Ahora, si te acuerdas de aquello ya no es lo mismo, no te afecta igual, aunque es algo que sigue estando ahí”, comenta esta joven valenciana.
 Los recuerdos pueden volver a emerger, aunque de forma controlada.
 Como ha sucedido las últimas semanas, a raíz de la detención del falso monje shaolin de Bilbao asesino de prostitutas. “No puedo con ese tema, cada vez que sale en la tele me voy”, explica.
Sin olvidar nunca que el único culpable de una agresión es el propio violador, los especialistas recomiendan tomar precauciones básicas para prevenir situaciones de riesgo.
 Más allá de las clásicas de tratar de ir acompañada o evitar zonas oscuras o poco concurridas, Beatriz Mergelina advierte de que no hay que perder de vista las copas por la noche.
A lo largo de los últimos años los centros que atienden a mujeres agredidas han detectado un incremento en el uso de drogas que inhiben la voluntad.
 Son unas sustancias que se emplean, diluidas en la bebida en un descuido de la víctima, para cometer robos y abusos sexuales.
 Es difícil evaluar el porcentaje de agresiones en las que se han usado estas sustancias. Manuel López-Rivadulla, catedrático de Toxicología de Universidad de Santiago de Compostela especialista en estas drogas, explica que puede rondar entre el 10% y el 20% de los casos:
 “Es lo que dicen estudios elaborados en países de nuestro entorno, como Francia o Inglaterra”. López-Rivadulla señala que en España no existen datos, pero confía en que haya pronto, gracias al protocolo que elaboró el año pasado el Instituto Nacional de Toxicología en el que se establecen las pautas que deben seguir los especialistas en los hospitales para detectar los asaltos sexuales en los que se han empleado las llamadas drogas de violación.
Los datos del Ministerio de Interior reflejan un descenso de las denuncias por violaciones de un 16% entre los años 2008 y 2011.
“Hay que tener en cuenta que este tipo de delitos son relativamente poco numerosos: el 1% del total. Con estas prevalencias tan bajas pueden producirse oscilaciones relativamente relevantes cuyo significado ignoramos. Probablemente tenga que ver más con el azar que cualquier otra cosa”, detalla Santiago Redondo, que quita importancia a las variaciones.
 “Las cifras suelen mantenerse bastante estables a lo largo de los años”, añade.
El agresor de Clara fue detenido, juzgado y condenado a una pena de siete años y medio de cárcel.
“Me parece muy poco tiempo, en estos casos, la condena siempre me parece que es poca” señala la joven.