Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 jun 2013

Hannah Arendt, filosofía a pie de obra...................del Blog Letra Pequeña

Por: | 19 de junio de 2013

El 31 de mayo de 1962, Adolf Eichmann, antiguo teniente coronel de las SS secuestrado dos años antes en Argentina por el Mosad, fue ahorcado en Israel por su responsabilidad como encargado del transporte de seres humanos a los campos de exterminio durante el régimen nazi.
Un año más tarde, Hannah Arendt (1906-1975) publicó Eichmann en Jerusalén, una obra surgida de las crónicas del juicio que ella misma había escrito para The New Yorker.
Este viernes se estrena en España Hannah Arendt, la película de Margarethe von Trotta que relata aquellos días de 1963 y la polémica que siguió a la aparición del libro de la pensadora alemana de origen judío exiliada en Estados Unidos.
Buena para ser un biopic, no tanto para ser cine, el filme de Von Trotta recoge bien el ambiente que rodeó la aparición de “un informe” al que le llovieron las críticas –muchas de parte de gente que no lo había leído- fundamentalmente por dos de los asuntos que trata: el papel de los consejos judíos en las deportaciones y la tesis sobre la banalidad del mal que la filósofa –ella no se consideraba tal- llevó al subtítulo de su libro.
En la polémica -que fue algo más que encendida- destacan por su rigor, claridad y brillantez tanto la carta que Gershom Scholem remitió a Hannah Arendt desde Jerusalén el 23 de junio de 1963 como la respuesta que ella le envío desde Nueva York el 24 de julio.
 De hecho, algunos de los argumentos cruzados por aquellos dos viejos conocidos –ambos habían compartido la amistad de Walter Benjamin- aparecen en la película bajo la forma de diálogo entre Arendt y Kurt Blumenfeld, secretario de la Organización Sionista de Alemania desde 1908, emigrado a Israel y decepcionado con la actitud de su antes gran amiga.
PaidósLas cartas cruzadas entre Scholem y Arendt se recogieron en 1978 en EEUU en una antología de textos llamada The Jew as a Pariah –título que el primero consideraba “ofensivo” (la segunda llevaba tres años muerta)- y de la que Paidós publicó en 2005 una selección traducida por Miguel Candel con introducción de Fina Birulés: Una revisión de la historia judía y otros ensayos.
Junto a la discrepancia sobre el papel de los consejos, dos acusaciones centran la sosegada crítica de Scholem: 1) la falta de “amor al pueblo judío” por parte de la pensadora; 2) la contradicción entre el concepto de ‘banalidad del mal’ y el de ‘mal radical’ que la propia ensayista había utilizado en 1951 en su célebre Los orígenes del totalitarismo.
La respuesta de Hannah Arendt es todo un ejemplo de aquello que ella misma llamaba pensar sin muletas:
Gershom-scholem“Tienes bastante razón: yo no me siento movida por ningún ‘amor’ de esa clase, y ello por dos razones: yo nunca en mi vida he ‘amado’ a ningún pueblo ni colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni a nada semejante.
 En efecto, solo ‘amo’ a mis amigos y el único género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas. En segundo lugar, ese ‘amor a los judíos’ me resultaría, puesto que yo misma soy judía, algo más bien sospechoso. Yo no puedo amarme a mí misma ni a cosa alguna de la que sé que es miembro y parte de mi persona”.
Esto dice antes de  hablar de la “desastrosa” vinculación entre la religión y el Estado en Israel y de su sentido crítico: “El daño causado por mi propio pueblo me aflige, naturalmente, más que el daño causado por otros pueblos”. Finalmente, remata su argumentación con ideas que siguen siendo un buen antídoto contra toda manipulación nacionalista:
 “El papel del ‘corazón’ en política me parece totalmente discutible. Sabes tan bien como yo cuán a menudo los que se limitan a informar de ciertos hechos desagradables son acusados de falta de sensibilidad, de falta de corazón o de falta de lo que tú llamas Herzenstakt [cordial delicadeza]. Los dos sabemos, en otras palabras, cuán a menudo esas emociones se utilizan para ocultar la verdad de los hechos”.
Hannah-arendtPor otro lado, si Hannah Arendt reconoce que Scholem tiene “bastante razón” respecto a su desapego patriótico, respecto a la cuestión del mal reconoce que la tiene casi toda:
“Tienes mucha razón: he cambiado de opinión y no hablo ya de ‘mal radical’ [...] Ahora, en efecto, opino que el mal no es nunca ‘radical’,  que sólo es extremo, y que carece de toda profundidad, y de cualquier dimensión demoníaca.
Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie.
Es un ‘desafío al pensamiento’, como dije, porque el pensamiento trata de alcanzar una cierta profundidad, ir a las raíces y, en el momento mismo en que se ocupa del mal, se siente decepcionado porque no encuentra nada.
 Eso es la ‘banalidad'. Sólo el bien tiene profundidad y puede ser radical”.
Si la película de Von Trotta es un buen estímulo para leer Eichmann en Jerusalén, este lo es para rastrear las huellas de la polémica que le siguió: Una revisión de la historia judía y otros ensayos recoge algunas. Lo que quiero es comprender (Trotta) y Escritos judíos (Paidós), otras. Pensamiento que trabaja en tiempo real, a pie de obra, sobre la marcha, sin desperdicio. La forma de pensar de alguien que fue mucho más que una mujer de su tiempo.

Todo el horror de la familia

La escritora argentina Ariana Harwicz firma la desgarradora ópera prima ‘Matate, amor’

Es la historia de una mujer “atrapada en la selva” y en sus seres queridos.

Un detalle del cuadro 'Christina’s World', de Andrew Wyeth, expuesto en el MoMA y portada de 'Matate, amor'.

¿Han mirado alguna vez a un ciervo a los ojos? Si no lo han hecho, tal vez deberían. No vaya a ser que se pierdan una experiencia irrepetible. Yo como muchos solo vi la mirada de Bamby cuando matan a su madre. Terrórifico.
 “A cierta hora aparece un ciervo que se me queda mirando de una manera brutal como no me miró nadie nunca”, asegura la protagonista de Matate, amor, una mujer desgarrada y desesperada que vive en medio del campo con su familia.
 Aunque, en realidad, también la autora de la novela, la argentina Ariana Harwicz, cruzó sus ojos con los del cornudo animal: “Abrí la ventana y estaba mirándome.
No me visitó nunca más, pero creo que ahí empezó todo”.
“Todo” es, básicamente, su ópera prima. Publicada por Paradiso en Argentina y por Lengua de Trapo en España, Matate, amor cuenta la historia de “una mujer salvaje atrapada en una selva y en una familia”, como resume por teléfono su autora (Buenos Aires, 1977). “Para ella la familia es el horror: está alienada, atada a ser madre, encerrada en el campo.
 Es un cóctel explosivo, por eso busca escaparse constantemente”, añade Harwicz.
Prueba de ello es que la protagonista llega a acariciar un cuchillo, valorando la posibilidad de matar a su marido y su bebé, o que desee estar “exactamente, muerta”.
 También querría, como sugiere el propio título, que sea directamente su esposo el que se quite de en medio, que le ahorre “el insoportable peso del otro”, según Harwicz.
 Así, casi siempre en primera persona, con una prosa hiriente, capítulos breves como “hachazos” y bofetadas de palabras, la argentina relata la trágica existencia de la bestial señora.
Precisamente la violencia de su protagonista le sirvió a Harwicz para perder la propia:
“Me saqué la rabia que sentía. El libro me salvó, fue como un electroshock”. Personaje y creadora se parecen también en su día a día, en medio del campo (francés, a 180 kilómetros de París, en el caso de Harwicz), con pareja e hijo
. Aunque, para la estabilidad de la vida privada de la autora, hay que aclarar que las semejanzas se acaban ahí: Harwicz no está ni mucho menos horrorizada con su familia, que considera más bien “normal”.
La escritora argentina Ariana Harwicz.
No tan común es el éxito de una ópera prima que ha recibido elogios a los dos lados del charco.
 Para su autora todo es “demasiado nuevo, adrenalínico”. Tanto que, por “amor al libro”, ha accedido a hacer la entrevista y dejar a su pequeño “tirado en la ruta”. “Algún vecino borracho lo habrá recogido”, bromea Harwicz.
Divertida y entusiasta, la autora dispara frases incluso más rápida que su libro.
 Y, de respuesta en respuesta, la charla va cogiendo tintes freudianos.
Harwicz cuenta que tiene “una fascinación por los autores torturados”, y que en sus influencias se entremezclan Scott Fitzgerald, Virginia Woolf, Caravaggio y Glenn Gould.
Aunque, para escribir Matate, amor, escuchaba en bucle, “como una obsesión”, a otro pianista: su banda sonora fue la Sonata para piano n. 13 en Mi bemol mayor, Op. 27 n. 1 de Ludwig van Beethoven, hasta el punto de leer luego en voz alta lo que había escrito al ritmo del maestro alemán.
Siguiendo su amor por la lengua francesa y sus ganas de literatura, en cambio, Harwicz terminó por dejar Argentina.
 “Me pasaba el tiempo buscando el sitio desde dónde pudiera escribir
. Buenos Aires no lo era”, defiende
. De género en género (Harwicz estudió arte del espectáculo, dramaturgia y guion cinematográfico), de ciudad en ciudad, la argentina acabó en el sur de Francia y en la novela
. De hecho, ya prepara la segunda, ambientada en “una aldea en invierno, con todas las casas barridas por la nieve” y que va “otra vez del horror de la familia, pero visto por un hombre”
. De momento, ya tiene banda sonora (el pianista Francesco Gasparini), pero no sinopsis. Claro, falta el ciervo.
Todos los argentinos quieren vivir en Francia y dirán que son argentinos sencillamente porque el acento y la prepotencia los delata.

 

Del Blog Papeles Perdidos.........................Los ritos importantes de la vida


Los ritos importantes de la vida

Por: EL PAÍS19/06/2013
Lainvencion-delamor-ovejero
Detalle de la portada de La invención del amor, de José Ovejero.
El escritor José Ovejero empieza hoy una serie sobre su periplo por América y España por donde irá promocionando sulibro La invención del amor, ganadora del premio Alfaguara de Novela 2013.
Por JOSÉ OVEJERO / México
He acabado la promoción en España de La invención del amor con una sesión de firmas en la Feria del Libro de Madrid.
 Lo he hecho en la caseta de Enclave de libros, una de esas pequeñas librerías que, a pesar de la crisis, del libro electrónico, de la piratería, de todos los peligros que acechan al libro en papel, siguen considerando que merece la pena defender aún unos años esa forma de transmisión de cultura y experiencia.
 Producen cierta ternura, como contemplar animales en vías de extinción.
Durante las firmas se acerca gente de todo tipo.
 Hay quien inspecciona el texto de la solapa con gesto de desconfianza, con el cuerpo ya medio girado para marcharse.
 A pesar de la intensa campaña de promoción, los más de los que pasan delante de mi caseta no saben quién soy; supongo que debería sentir alivio: la publicidad no lo puede todo.
Un señor portugués llega para que le firme todos -¡todos!- mis libros, incluso alguno que he publicado junto a otros autores
. Poco después, una mujer de mediana edad atraviesa los metros que la separan de la caseta con pasos lentos, deliberados, me contempla con cierto desdén, lee el título de mi novela en voz alta.
 Vuelve a mirarme como un gigante contemplaría a un enano que viene a retarle para un duelo. “El amor no se inventa, se vive”, me explica y, ya alejándose, añade: “YO” –le sale así, en mayúsculas, un yo solemne, casi aristocrático-, “YO lo he vivido”. Después se marcha con una sonrisa orgullosa, como si fuese la única mujer sobre la Tierra que ha sido amada.
Marcamos con ritos los momentos importantes de nuestra vida para que no sucedan sin más, para detenernos en ellos y saber que años después recordaremos ese instante o ese día como aquel que produjo un cambio, que dio inicio a algo, triste o alegre o sencillamente trascendente para nosotros.
Yo me he comprado una libreta nueva y un bolígrafo para iniciar el blog, un rito como de otro tiempo –pero casi todos los ritos son de otro tiempo-.  Antes los caballeros llevaban sus armas a bendecir. Los ritos que nos han acompañado durante los últimos siglos tienen en general un origen religioso.
 Salvo esas estúpidas despedidas de soltero, la manera más vulgar y ruidosa que conozco de dejar atrás una etapa y comenzar otra, apenas tenemos ritos laicos.
 Tan solo actos administrativos.
La editorial Demipage publicó El árbol rojo, un atractivo libro de poemas precisamente para ser leídos en esas ocasiones en las que querríamos que las cosas no transcurriesen sin ser notadas, sin esa pausa y esa concentración que su importancia exige.
A pesar de lo paradójico de iniciar un texto digital con herramientas tan analógicas como una libreta y un bolígrafo, no se me ha ocurrido rito mejor. Al fin y al cabo, la mayor parte de mi formación sentimental pertenece a la era del papel.
Los próximos días iré anotando lo que observe, piense, sienta. Este viaje, más bien, los próximos viajes no deben ser un mero pasar de un lugar a otro, de una entrevista a otra, de un encuentro a otro; incluirá ese desdoblamiento que supone detenerse a pensar y escribir.
 Nunca he escrito diarios ni blogs, pero ahora siento que me vendrá bien salir del ritmo alocado de la promoción y detenerme a preguntarme: ¿qué he hecho hoy? ¿qué he visto? ¿qué me ha ocurrido? ¿qué he provocado que ocurra? ¿Qué voy descubriendo de la vida cultural de este país que visito brevemente?
 Una forma de meditación laica que me gustaría mantener también el resto de los días, cuando no viaje, cuando esté en eso que llamaría mi vida normal, que también transcurre a una velocidad en la que me distancio tanto de mí mismo que a menudo solo me veo la espalda.
Solo que entonces puede que no lo publique.
Un momento de descanso, como en el título de la novela de Orejudo, eso debe ser este blog.
Y no siempre tendré a mano el ordenador o no me apetecerá abrirlo, por eso vuelvo a escribir a mano como primer paso para narrar. Hace muchos años que no lo hago.
Me consta que hay escritores que aún  -¿aún?- escriben a mano sus novelas. Enrique de Hériz me dijo que lo hacía y más de una vez he oído de otros que siguen aferrados a la pluma o el bolígrafo. Por primera vez entiendo que puedan sentir placer al hacerlo.
El primer destino es México.
 He estado varias veces allí. He recorrido solo o acompañado desde Chihuahua a Chiapas.
 La última vez fue el año pasado, cuando estuve en el Hay Festival de Xalapa. Entre los muchos recuerdos de esos pocos días, hay uno desagradable, más bien, uno de esos momentos en los que nos gustaría haber actuado de otra manera (suelen ser los momentos que más tiempo nos acompañan, por eso fotografiamos los instantes felices: para compensar que la memoria tiende a conservar los instantes tristes, dolorosos, o aquellos de los que nos avergonzamos).
En Xalapa, en un acto que compartí con otros escritores, se levantó un chico muy joven y me preguntó: ¿Qué se siente cuando alguien te dice que eres el escritor más importante de su vida? Yo le respondí en tono de broma que nunca me habían dicho tal cosa pero que si alguien me dijera algo así en el futuro le buscaría a él para contarle qué se siente.
 El público se rió, el chico no.
Hoy lamento no haberle respondido más en serio.
Porque, aparte del hecho anecdótico de que la pregunta estuviese dirigida a mí, señalaba un asunto nada banal: lo que escribimos afecta a otros, a veces profundamente.
Cuando alguien me da las gracias por haber escrito tal o cual libro o me dice que ha sido muy importante para él experimento una sensación de embarazo y he comprobado que otros escritores sienten algo parecido.
 Creo que porque nos están agradeciendo algo con lo que no pretendíamos hacer ningún favor a nadie. Como tantos escritores, escribimos por cierto interés personal.
 No todos somos Paolo Coelho. No pretendemos enseñar ni adoctrinar ni ayudar. Tan solo escribir.
Sin embargo, hace tiempo publiqué un artículo, Leer a los dieciocho, en el que hablaba precisamente de esa extraña sensación de que mis libros sean importantes, realmente importantes, para desconocidos con los que quizá me una muy poco, lo mismo que fueron fundamentales en mi juventud los libros de Cortázar, Handke, Yourcenar y de otros escritores menos señalados.
Por escéptico que se sea en cuanto al valor de la literatura, a su utilidad o trascendencia, al final siempre se te acerca alguien y, quizá venciendo su timidez, te dice: tu libro ha sido muy importante para mí.
Y uno siente entonces, o yo lo siento, embarazo y agradecimiento porque aunque no era tu objetivo, te das cuenta de que ese lector está dotando de sentido a tu literatura, convirtiéndola en un auténtico acto de comunicación.
De todas estas cosas me habría gustado hablar con el chico de Xalapa en lugar de haberle respondido con una broma tonta.
 ¿Leerá esta disculpa?
Pues me da que NO. El Cartero no llama dos veces.

James McCartney airea los trapos sucios familiares

El único hijo varón del exbeatle cuenta detalles de su relación con su padre y sus dos madrastras.

James McCartney, el 12 de abril de 2013. / CORDON PRESS

Hasta ahora, James McCartney se ha mantenido a la sombra de su célebre familia.
 Al contrario que sus hermanas (la fotógrafa Mary o la diseñadora de moda Stella), el hijo varón de Paul McCartney no ha querido ganarse la vida publicitando su apellido.
Sin embargo, la edición de su primer disco le ha hecho abandonar su habitual reserva para conceder su primera entrevista, que ha sido publicada por el diario británico The Daily Mail.
En sus declaraciones, el músico de 35 años revela que la relación con su padre ha pasado por altibajos y que la muerte por cáncer de su madre Linda en 1998, cuando James contaba con 20 años, precedió uno de los periodos más oscuros de su biografía
. La pérdida fue difícil para toda la familia y Paul estaba tan afectado que James compartió cama con él durante un tiempo para evitar que durmiese solo.
El duelo desencadenó los problemas de McCartney hijo con las drogas, lo que supuso un detrimento en las relaciones familiares.
 Padre e hijo se mantuvieron distanciados hasta la operación cardíaca a la que se sometió Paul en 2007.
 Por entonces, el beatle estaba negociando un complicado divorcio de su segunda esposa Heather Mills, con la que James nunca se llevó bien.
“No me gustaba, pero no quiero decir nada negativo sobre ella porque es una buena madre para Beatrice [la hija que tuvo con Paul en 2003]”, confesó en la entrevista.
 En cambio, solo tiene buenas palabras para Nancy Shevell, la tercera mujer de su padre, a la que adora y considera su “nueva madre”.
Shevell es para James uno de sus mayores apoyos en su carrera profesional.
 El músico ha confesado que crecer con la presión del legado de los Beatles le hizo dudar hasta el último momento de continuar la tradición paterna, a pesar de que toca la guitarra desde niño
. Estudió arte, fotografía y literatura y, para sus primeras actuaciones, prefirió adoptar un pseudónimo. “Es difícil estar a la altura de los Beatles, incluso fue complicado para mi padre”, admitió
. La fama de su hermana Stella avivó el espíritu competitivo de James, para quien fue “algo duro” asimilar su gran éxito como diseñadora.
El músico, que vive en la granja familiar donde creció, está decidido a  ganarse “su propio sustento”
. Ha empezado publicando su primer álbum en solitario titulado Me, en el que se incluye el tema cantado por Paul Thinking about Rock & Roll.
Se ha embarcado en una gira estadounidense en pequeñas salas durante la que viajará desplazándose en furgoneta y alojándose en hostales
. Una gira en apariencia modesta que, sin embargo, contó con la presencia de dos de los músicos más populares de la historia, ya que en una de las citas Paul McCartney subió al escenario junto a su hijo acompañado por Ronnie Wood de los Rolling Stones.
James no descarta formar unos fab four de nueva generación y juntarse con Dhani Harrison o Sean Lennon para formar una banda de retoños de los Beatles.