Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

16 jun 2013

No es el descontento, es la desafección


RAQUEL MARÍN

Si en estos días se votara la palabra más utilizada para describir la política española, es muy probable que la desafección se alzara con el premio. Es un término omnipresente.
 No hay tertuliano que no llegue a tres conclusiones: una, que la desafección es el principal problema político; dos, que su causa está vinculada a la pésima actuación en todos los órdenes de los principales partidos durante la crisis económica; y tres, que ambos partidos están sufriendo por ello pérdidas electorales crecientes y quizá irreversibles
. Pero todos tienen su propia idea de lo que sea desafección. Circulan así conceptos tan dispares como desorientación, decepción, insatisfacción, enfado e incluso cabreo y alienación.
Las relaciones de los españoles con la política han sido siempre difíciles.
 Durante la Segunda República, la polarización ideológica y la atomización del sistema de partidos fomentaron la concepción del español como alguien medio anarquista y medio monje, individualista al máximo y en todo caso ingobernable. Tras los horrores de la Guerra Civil, la dictadura franquista se asentó sobre la farsa de que la política equivale a mentira y corrupción, por lo que era mejor dejarla en manos de una élite que se sacrificaría por todos los españoles.
 Y en las casi cuatro décadas transcurridas desde la Transición, los ciudadanos han podido crear partidos y votarlos, afiliarse a ellos o a cualquier otra organización, participar en actividades sociales o políticas a través de muchos canales, interesarse por la política o por cualquier otra cuestión, estar informados o conformarse con unos pocos clichés.
 En cambio, y como demuestran numerosos estudios, durante todos estos años los españoles se han quejado mucho de la política y de los políticos, al tiempo que desperdiciaban los mecanismos de participación a su alcance, presumían de su desinterés e indiferencia hacia la política y exhibían una información política tirando a muy baja.
La insatisfacción con la democracia alcanza al 70%, el porcentaje más alto desde la Transición
Todos estos elementos constituyen para nosotros un cuadro clásico de desafección, y distinto de lo que entendemos por descontento. Este último supone la insatisfacción por los rendimientos negativos del régimen o de sus dirigentes ante su incapacidad para resolver problemas básicos.
 El descontento no suele afectar a la legitimidad democrática, que sigue siendo alta incluso entre quienes están sufriendo en mayor medida las consecuencias de la crisis económica. En realidad, el descontento es sobre todo coyuntural, y depende de los vaivenes de una opinión pública vinculada a la popularidad de los Gobiernos y de sus políticas; de ahí que pueda corregirse por los cambios electorales o las mejorías económicas. En cambio, la desafección se expresa a través de un cierto desapego o alejamiento de los ciudadanos con respecto al sistema político. Suele medirse por el desinterés hacia la política, las percepciones de ineficacia personal ante la política y los políticos, el cinismo hacia ambos y los sentimientos combinados de impotencia, indiferencia y aburrimiento hacia la política.
En contraste con las oscilaciones del descontento, la desafección tiende a ser estable y suele transmitirse por las vías de la socialización política. Solo así cabe explicarse cómo, pese a los inmensos cambios de todo tipo ocurridos desde la Transición (y en general positivos), todavía predominaran antes de la crisis las imágenes de la política como engaño y aprovechamiento, como una complicación tan absurda como innecesaria; y también las imágenes de los políticos (de todos ellos) como incompetentes, inútiles y por supuesto corruptos.
Los datos existentes corroboran lo anterior. De acuerdo con la larga serie de encuestas del CIS, el descontento político ha alcanzado niveles nunca vistos hasta ahora. Cuando tanto se discute sobre quién podría ser el peor presidente del Gobierno en la historia de la democracia española, Mariano Rajoy lleva las de ganar: disfruta de la valoración más baja que la de cualquiera de sus cinco antecesores, incluyendo José Luis Rodríguez Zapatero. Solo el 17% confiaba en Zapatero al dejar el Gobierno; pero solo el 12% lo hace ahora en Rajoy. Desde la restauración de la democracia, ningún Gobierno ha recibido peor valoración que el actual del PP. La valoración negativa de la situación política es del 70%, y la de la situación económica del 90%. Como consecuencia, la insatisfacción con los resultados de la democracia alcanza al 70% de los españoles, la más elevada desde la Transición. Según datos recientes del eurobarómetro, la desconfianza en los partidos está entre las más altas de los países europeos occidentales: en 2012 era del 90%, solo empeorada por la de los griegos e italianos.
La desafección política muestra también niveles considerablemente altos; a diferencia de los del descontento, ya existían con anterioridad a la crisis. Seleccionemos un solo indicador. Según la encuesta social europea, España ha sido desde hace décadas el país con menos interés por la política de todos los europeos, incluyendo las nuevas democracias del este de Europa; el promedio de desinterés se ha movido en torno al 80% que declaraba que la política le interesa poco o nada.
 Este desinterés ha sido invariable: se ha producido tanto en momentos de crisis económica como en los de bonanza, tanto con Gobiernos socialistas como con los conservadores, tanto cuando existía una elevada satisfacción con la democracia y apenas casos de corrupción como cuando predominaba un cierto descontento.
 Es cierto que la desafección política ha aumentado algo en estos últimos años, pero no tanto por la crisis económica como por la pasividad de los partidos ante la dramática situación del desempleo, los chalaneos ante los escándalos de corrupción y el descaro del principal partido de la oposición cuando aseguraba que la crisis económica acabaría como por ensalmo con la sola desaparición de Zapatero y su eventual llegada al poder.
El político debe prestar atención al ciudadano crítico si quiere evitar el castigo electoral
En buena parte de los países europeos, el incremento de la insatisfacción con la democracia ha dado nacimiento durante las últimas décadas a los denominados ciudadanos críticos.
 Su principal rasgo es que intervienen activamente en la vida política para así modificar el funcionamiento e incluso los rendimientos del sistema político que les disgustaban. Los políticos deben necesariamente prestar atención a la voz de esos actores si quieren evitar su castigo electoral en forma de no reelección.
 En España, sin embargo, las principales características de los desafectos han radicado en la desinformación, la pasividad y el rechazo indiscriminado de partidos y dirigentes políticos
. Exceptuando algunas minorías muy movilizadas, la participación política de los españoles para expresar sus preferencias y necesidades ha sido escasa.
 Ello ha aumentado la brecha entre los ciudadanos y los políticos, y sobre todo ha concedido a estos últimos una enorme capacidad de maniobra para actuar al margen (y casi siempre en contra) de los ciudadanos. Cuando llegaban las elecciones, la rendición de cuentas ha sido muy deficiente y la posibilidad de castigar a estos malos políticos resultaba aleatoria.
La crisis económica puede estar cambiando esta situación.
Hay indicios de que el interés por la política se ha incrementado en algunos puntos, y es notorio que muchos españoles han participado quizá por vez primera en actividades de protesta a través de alguna de las muchas mareas existentes. Si las protestas se mantuvieran ante la incompetencia, el acomodo o la frivolidad de las élites políticas, el descontento podría radicalizarse y llevarse al ámbito electoral con consecuencias imprevisibles
. Y si las protestas fueran sistemáticamente desoídas y no vinieran acompañadas de cambios relevantes, la desafección podría agravarse al extenderse sentimientos de frustración entre los ahora participantes que por fin ejercen su voz.
Ninguno de estos resultados hipotéticos es positivo
. Los cambios, si se producen, deberían venir de otra dirección. Quizá la crisis económica, la gestión del Gobierno conservador y el descrédito de la oposición lleven a los españoles a la convicción de que la democracia tiene costes que solo ellos deben sufragar.
Para ello hacen falta mayores dosis de información, vigilancia y participación que permitan el control de los partidos y el envío a sus dirigentes de mensajes inequívocos de lo que se quiere o de lo que se rechaza. Si los ciudadanos pasan de política, no piden cuentas a los candidatos, no castigan a los corruptos, ni premian a quienes lo merecen, ¿quién controlará a los partidos o a los Gobiernos, cómo podrá obligárseles a que cambien para convertirse en instrumentos democráticos al servicio de los ciudadanos?
José Ramón Montero y Mariano Torcal son catedráticos de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universitat Pompeu Fabra, respectivamente, y han publicado Political disaffection in contemporary democracies (Londres, 2006).

El hombre sin cualidades

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FERNANDO VICENTE

Estuve una semana en París y el fantasma de Hannah Arendt me salió al encuentro por todas partes
. En tres cines del Barrio Latino exhibían la película que Margarethe von Trotta le ha dedicado y me gustó mucho verla. No es una gran película pero sí un buen testimonio sobre la recia personalidad de la autora de Los orígenes del totalitarismo, su lucidez y su insobornable independencia intelectual y política.
El film está casi totalmente centrado en el reportaje que Hannah Arendt escribió, a pedido suyo, para The New Yorker sobre el juicio al criminal nazi Adolf Eichmann que se celebró en Jerusalén en 1961, y el escándalo y la controversia que provocó, sobre todo al aparecer ese texto ampliado en un libro en 1963, donde la pensadora alemana desarrolla su teoría sobre “la banalidad del mal”.
 La actriz Barbara Sukowa hace una sutil interpretación de Arendt; la mayor flaqueza de la película es la fugaz y caricatural descripción que presenta del vínculo que unió a Hannah Arendt con Martin Heidegger, de quien fue primero discípula, luego amante eventual y al que, pese a la cercanía que aquel tuvo con el nazismo, profesó siempre una admiración sin reservas (al cumplir Heidegger 80 años le dedicó un largo y generoso ensayo).
Y, justamente, nada más salir del cine de ver esa película, descubrí que en el pequeño teatro de La Huchette, donde se siguen dando las dos primeras obras de Ionesco (La cantante calva y La lección) que vi en 1958, se representaba también la obra de un autor argentino, Mario Diament, Un informe sobre la banalidad del amor, subtitulada Historia de una pasión, y dedicada a las relaciones de Hannah Arendt y Heidegger.
¿Existió realmente una pasión entre la brillante muchacha judía que padeció persecuciones, pasó por un campo de concentración y debió exilarse en Estados Unidos para escapar a la muerte y el gran filósofo del ser, que aceptó ser rector de la Universidad de Friburgo bajo las leyes nazis y murió sin haber renunciado nunca a su carnet de militante del Partido Nacional Socialista? En la obra de Diament, sí, tuvieron una pasión compartida, duradera y traumática, que ni las atrocidades del Holocausto pudieron abolir del todo. La obra está bien hecha y los dos actores que encarnan a los protagonistas son magníficos —Maïa Guéritte y André Nerman—, pero en la realidad, al parecer, la pasión fue bastante asimétrica, más profunda y constante de parte de la discípula que del filósofo, en quien aparentemente tuvo un sesgo más superfluo y transitorio (la verdad es que sobre este asunto hay todavía más conjeturas y chismografías que verdades comprobadas).
Sorprende que el admirable ensayo de Hannah Arendt recibiera tantos ataques grotescos
En todo caso, estos episodios me llevaron a leer Eichmann en Jerusalén, que había dejado sin terminar la primera vez que lo tuve en las manos.
 Leído ahora, medio siglo después de su publicación, sorprende que ese denso, intenso y admirable ensayo pudiera provocar al aparecer ataques tan grotescos como los que recibió su autora (llegó a ser acusada de “pro nazi” y “anti judía” por algunos exaltados fanáticos que firmaron manifiestos para que fuera expulsada de la universidad norteamericana donde enseñaba).
Pero no debería llamarnos demasiado la atención pues el siglo XX no fue sólo el de las grandes carnicerías humanas sino también el del fanatismo y la estupidez ideológica que las incitaron.
La rigurosa autopsia a que somete Hannah Arendt al teniente coronel SS Adolf Eichmann, hombre de confianza de Himmler y uno de los más destacados especialistas del régimen hitleriano en “el problema judío” —mejor dicho, en la exterminación de unos seis millones de judíos europeos—, a raíz de los documentos y testimonios que se exhibieron en el juicio, arroja unas conclusiones escalofriantes y válidas no sólo para el nazismo sino para todas las sociedades envilecidas por el servilismo y la cobardía que genera en la población un régimen totalitario.
 El espíritu romántico, congénito a Occidente, nunca se ha liberado del prejuicio de ver la fuente de la crueldad humana en personajes diabólicos y de grandeza terrorífica, movidos por el ideal degenerado de hacer sufrir a los demás y sembrar su entorno de devastación y de lágrimas.
 Nada de esto asoma siquiera en la personalidad de ese mediocre pobre diablo, fracasado en todo lo que emprende, inculto y tonto, que encuentra de pronto, dentro de la burocracia del nazismo, la oportunidad de ascender y disfrutar del poder.
 Es disciplinado más por negligencia que convicciones, un instinto de supervivencia abole en él la capacidad de pensar si hay en ello algún riesgo, y sabe obedecer y servir a su jefe con docilidad perruna cuando hace falta, poniéndose una venda moral que le permite ignorar las consecuencias de los actos que perpetra cada día (como despachar trenes cargados de hombres, mujeres, niños y ancianos de todas las ciudades europeas a los campos de trabajos forzados y las cámaras de gas). Con énfasis aseguró Eichmann en el juicio que nunca había matado a un judío con sus manos y seguramente no mintió.
Cualquiera que haya padecido una dictadura, incluso la más blanda, ha comprobado que el sostén más sólido de esos regímenes que anulan la libertad, la crítica, la información sin orejeras y hacen escarnio de los derechos humanos y la soberanía individual, son esos individuos sin cualidades, burócratas de oficio y de alma, que hacen mover las palancas de la corrupción y la violencia, de las torturas y los atropellos, de los robos y las desapariciones, mirando sin mirar, oyendo sin oír, actuando sin pensar, convertidos en autómatas vivientes que, de este modo, como le ocurrió a Adolf Eichmann, llegan a escalar las más altas posiciones. Invisibles, eficaces, desde esos escondites que son sus oficinas, esas mediocridades sin cara y sin nombre que pululan en todos los rodajes de una dictadura, son los responsables siempre de los peores sufrimientos y horrores que aquella produce, los agentes de ese mal que, a menudo, en vez de adornarse de la satánica munificencia de un Belcebú se oculta bajo la nimiedad de un oscuro funcionario.
Esos individuos sin cara y sin nombre son los responsables de los peores sufrimientos
Kafka ya lo identificó en esos invisibles personajes que juzgan y ejecutan a inocentes como K. por crímenes fantásticos e inexistentes, pero el gran mérito de Hannah Arendt es haber sacado de la literatura a ese hipócrita y darle el protagonismo que merece como secuaz indispensable de los verdugos y haberlo tipificado como el agente predilecto del mal en el universo totalitario.
Eichmann “no era ni un Yago ni un Macbeth”, dice Hannah Arendt, ni tampoco un estúpido. “Fue la pura ausencia de pensar —lo que no es poca cosa— lo que le permitió convertirse en uno de los más grandes criminales de su época. Esto es ‘banal’ y hasta cómico, pues, ni con la mejor voluntad del mundo se consiguió descubrir en Eichmann la menor hondura diabólica o demoníaca”.
Lo terrible de Eichmann es que no era un hombre excepcional, sino uno común y corriente. Lo que significa que todo hombre común y corriente, en ciertas circunstancias (una dictadura hitleriana, por ejemplo), puede convertirse en un Eichmann.
Algo de esto había dicho años antes Georges Bataille, comentando el prontuario criminal del valeroso compañero de batalla de Juana de Arco al que se le descubrió más tarde que asesinaba niños en serie porque era un pervertido sexual: que, nos guste o no, en el fondo de todos nosotros, no sólo los “malos”, también los “buenos”, se esconde un pequeño Gilles de Rais.
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© Mario Vargas Llosa, 2013.

La herencia del Doctor Muerte.....................Debe de ser aterrador enterarte de quién fue realmente tu padre


Aribert Heim, en 1961, con su hijo Rüdiger poco antes de huir.

El cuerpo de Aribert Heim, el Doctor Muerte, continúa sin aparecer, pero, al menos, acaba de aflorar su herencia: un millón ochenta y ocho mil euros. Ese es el legado económico que el criminal nazi más buscado ha dejado a sus herederos.
Un juzgado municipal de Berlín acordó el pasado 3 de abril aceptar el óbito del Carnicero de Mauthausen —desaparecido durante décadas y declarado muerto hace solo nueve meses—, examinar los documentos sobre sus últimos deseos y preguntar a sus dos hijos si aceptan el dinero:
 Rüdiger, de 57 años, soltero, ha respondido que sí.
Su hermano Aideberg, de 63, casado, ha contestado con una negativa. No quiere recibir nada del hombre acusado de asesinar a 300 presos con inyecciones de benceno en el corazón en el siniestro Revier, enfermería, del campo de Mauthausen.
 Los hermanos Heim han mantenido una posición muy diferente desde que su padre se fugó de Alemania cuando ellos tenían seis y doce años
. El menor contactó con él en su secreto refugio en El Cairo (Egipto), le ayudó, visitó varias veces y acompañó durante sus últimos días de vida.
Creyó en su inocencia y mintió sobre su paradero
. El mayor no quiso saber nada de su progenitor ni volvió a verlo jamás.
 Dos actitudes distintas frente al mismo padre. “Me ha dicho que no quiere nada de él y así lo hemos comunicado al juzgado”, afirma Rüdiger de su hermano.
Después de una búsqueda infructuosa que duró 50 años, el juez Neerforth cerró el pasado mes de septiembre la búsqueda de uno de los hombres más odiados y perseguidos de Alemania. Documentos aportados al juzgado por Freitz Steinaker, de 91 años, abogado y amigo del nazi, y por Rüdiger Heim, su hijo menor, demostraron que el Doctor Muerte falleció en agosto de 1992 en El Cairo (Egipto) a los 78 años víctima de un cáncer de colon.
 El apuesto médico de las SS murió en los brazos de Rüdiger, el que ha aceptado la herencia, en su habitación del hotel Kars el Medina, donde vivió escondido bajo el nombre de Tarek Hussein Farid, identidad que adoptó cuando en 1980 se convirtió al islam.
Los dueños del hotel, la familia Doma, asegura haber visto su cadáver.
Mi hermano me ha dicho que no quiere nada de él y así lo hemos comunicado al juzgado"
Rüdiger Heim
El 5 de mayo de 1962, poco antes de su fuga, Aribert Heim redactó una breve nota fechada en Fráncfort bajo el título de “mis últimas voluntades” y un texto que dice así: “Mis herederos tienen que ser mis hijos, al 50% cada uno”
. En su herencia excluyó a Frield, entonces su esposa.
 El testamento estaba en una vieja maleta de cuero, con documentos, en la que el nazi guardaba sus recuerdos en el refugio de El Cairo.
El origen de Aribert Heim era humilde
. Su padre era policía y su madre ama de casa, austriacos. Al terminar la guerra, el médico de las SS fue detenido y sometido a un proceso de desnazificación en una mina de sal de los Aliados
. En 1947 quedó libre, conoció a Frield, una médica perteneciente a una rica familia alemana, y se casaron. Los Heim se instalaron en un precioso palacete de los padres de ella en Baden Baden y ejercieron de ginecólogos
. Luego llegaron Aideberg y Rüdiger, que solo tenían doce años y seis años cuando un policía apareció en su casa y comenzó a hacer preguntas sobre la estancia del doctor en 1942 en la enfermería de Mauthausen. Heim huyó y se esfumó para siempre.
“Mi madre no tenía problemas económicos.
 Poseía medios y no dependía de mi padre. No me parece extraño que no apareciera en ese testamento”, responde Rüdiger. Los Heim se separaron en 1967, cinco años después de su fuga. Frield inició una nueva relación en Baden Baden que ha durado hasta ahora.
Además del viejo testamento de 1962 encontrado en la maleta de El Cairo, el juzgado de Berlín acaba de recibir el original de otro legado nuevo. Está fechado en 1980, y Heim ordena en él dejar las tres cuartas partes de su herencia a Frield, su exesposa, y el resto a sus dos hijos a partes iguales
. Pero, Frield, una mujer amable que hasta hace muy poco atendía al teléfono, falleció el pasado mes de diciembre, a los 90 años, en su casa y acompañada de su hijo Rüdiger, que ha convivido y cuidado de ella hasta su muerte.
 El nuevo testamento contempla la entrega de otros bienes a unos familiares. Heim tuvo una hija de otra relación que vive en Chile.
El dinero proviene de la venta de un edificio de 34 apartamentos embargado  después de su fuga
El millón ochenta y ocho mil euros que ofrece al juzgado municipal a los hermanos Heim procede de un edificio de Berlín con 34 apartamentos de alquiler que el Doctor Muerte había comprado en 1958.
 Cuando en 1979 se formalizó la acusación del tribunal de Baden Baden contra el criminal nazi, la justicia embargó el inmueble. Un tribunal de Berlín creado por los Aliados al terminar la Segunda Guerra Mundial y facultado para expropiar a los nazis le multó con 510.000 marcos alemanes, el valor del edificio en aquella época, pero el tribunal de Baden Baden no consintió la venta.
 El abogado Karlheinz Sendke, tutor en ausencia del Tribunal de Tutelas de Berlín, administró la propiedad. “Siempre creímos que el patrimonio de mi padre se había perdido”, dice Rüdiger.
La presión de los vecinos por el estado del edificio logró que el tribunal de Baden Baden levantara el embargo en 1988 y lo vendiera
. El dinero se invirtió en fondos y acciones que alcanzaron 1,4 millones de marcos y que han permanecido embargados.
 Una llamada, en marzo de 1997, de Alexander Dettling, el policía de Stuttgart que seguía la pista del Doctor Muerte por todo el mundo, descubrió a la familia la existencia del dinero:
“Quiero comunicarle que hay una cuenta a nombre de su padre en Berlín por valor de 1.400.000 marcos. No quiero comprarle, pero si su padre está muerto sus herederos cobrarán el dinero”, le dijo a Rüdiger.
Desde entonces Rüdiger ha tardado 13 años en decir la verdad.
 La confesó en 2010 al juez Neerforth, meses después de haber negado a EL PAÍS conocer el paradero de su padre
. “Creo que mi padre cambió el testamento porque los apartamentos de Berlín los compró con un crédito avalado por mi madre.
 Era justo que ella fuera la mayor heredera”, afirma.
Heim se refugió en Egipto, donde murió a los 78 años en 1992.
 Su cádaver continúa sin aparecer
Las 21 cartas que Heim envió desde Egipto a sus familiares —todas con nombres en clave— revelan la preocupación que tenía sobre cómo aceptarían sus hijos los horrores que le achacaban testigos de la enfermería de Mauthausen. “No entiendo a la madre de los niños. Debería tener más madurez para activar la autoestima de nuestros hijos y para promover la independencia de alma y espíritu en su entorno.
 Sería difícil en una situación de pobreza, pero no es el caso”, reprochaba en una misiva del 24 de diciembre de 1982.
Aideberg, el hijo mayor, no volvió a ver a su padre.
 Le escribió una carta de despedida cuando supo por su hermano que le quedaban semanas de vida. Estudiaba medicina cuando se hicieron públicas las acusaciones.
 “Le afectó mucho. Nunca ha querido saber nada”, explica Rüdiger, el hijo menor, que todavía defiende a su padre. “La verdad judicial y la verdad de mi padre son diferentes”, esgrime.
La acusación fue redactada cuando el médico de las SS llevaba 17 años huido en Egipto y su introducción decía así: “Seleccionó a presos sanos, jóvenes y judíos para un tratamiento especial tanto en el campo como en la enfermería
. Con la colaboración de otros funcionarios presos y ayudantes de la enfermería, los anestesió con éter y cloroformo para simular un examen médico.
 En este estado de desamparo les aplicó con sus propias manos una inyección de cloruro de magnesio en el ventrículo del corazón que tuvo el efecto esperado de la muerte inmediata de la víctima”.
¿Qué va hacer con el dinero? “No lo sé, necesito analizarlo”, responde Rüdiger.

15 jun 2013

El marido del embajador.............................Boris Izaguirre

Las canciones de Alaska hablan de esa convulsa lucha entre la emoción, la exageración y la ironía que podrían definir el gusto de una generación que ha madurado montando un altar de divinidades y de libertades.

 

Mario Vaquerizo con Alaska en el Florida Park el día del 50 cumpleaños de la cantante.

Alaska ha cumplido 50 años y lo celebró con una fiesta para los que han formado parte de su vida “desde mi cumpleaños 16”, como afirmó delante de la inmensa tarta color frambuesa, con su pelo negro cardado hasta el infinito y un traje de sutiles lentejuelas azul cobalto.
 Fue el miércoles en Florida Park, olvidada y legendaria sala de fiestas en el corazón del parque madrileño El Retiro.
 Con sus palmeras de neón azul y ámbar, sus canapés de jamón rosado y espárragos amarillos, el Florida Park revivió “como parte de nuestro rollo, de nuestra generación”, según Mario Vaquerizo, marido y director de la velada.
 Gran protagonista fue la escalera de espejos por la que han descendido desde Tina Turner hasta Juan Pablo, el célebre maquillador, que, enfundado en un esmoquin Liberace, sorprendió con una desbocada interpretación de Simply the best.
Celebrar 50 años tiene que ser así, a lo grande
. Y con un surtido de actuaciones musicales que rivalizaban con las de la boda de Tamara Eccleston en Cap Ferrat
. Si allí hubo Elton John, en el Florida Park, Bimba Bosé interpretó Linda, de su tío Miguel.
 Y ese nuevo genio del vodevil, Jorge Calvo, rescató lo mejor de sus maravillosas noches, para terminar montando un tablao flamenco al ritmo del último éxito de Fangoria.
Bajo la gigantesca lámpara de gotas de cristal, instalada allí por Serrat hace décadas, la guinda emocional la puso Alaska al referirse a las ausencias, “que siguen aquí mientras nosotros sigamos aquí”
. En estos 50 años muchas cosas hemos compartido con ella, incluyendo, desde luego, sus canciones, que a su manera única y genuinamente pop han estado aquí, como los muertos, en este lado de la vida.
 La florida ceremonia de los invitados saludándose entre mesas y canapés fue un quién es quién de la movida, la postmovida, el frikismo y todos los istmos por los que ha atravesado Alaska.
 En una pantalla video wall, reliquia de los noventa, desfilaban Bosé (en su primera actuación ante sus padres y Dewi Sukarno en el programa Directísimo), Massiel en un rapto de shorts y esmoquin cruzado y Locomía, un éxtasis de melenas, hombreras y rímel para caballeros
. En la sala se escuchaba Siouxie, la gran sacerdotisa de la música dark, mientras en la pantalla Raffaella Carrá bailaba explota, explota me explo. Un encuentro de culturas en forma de canapé.
Antes del cumpleaños, aterrizó en nuestro país Naruhito, el heredero imperial japonés, que fue recibido por nuestro príncipe Felipe y Letizia recuperando su hábito de enseñar sus brazos desnudos, así la princesa reinventa el corte de mangas, su tardía respuesta a los abucheos en el Liceu.
El príncipe Felipe sobresale como gigante frente a la solitaria y breve estatura de Naruhito; esa diferencia de tamaño es inversamente proporcional a la realidad económica de nuestros países.
Japón sigue siendo el tercer gigante de la economía mundial mientras nosotros… ay, nosotros… no olvidamos a la princesa imperial Masako que, quizás convencida de que en España todo es desasosiego, prefiere permanecer entre sombras y vapores de té de jazmín en Tokio.
Provocando un agitado frufrú de sotanas, al papa Francisco se le escapó:
“Sí, existe un lobby gay” delante de unos sacerdotes latinoamericanos en el Vaticano. Los sacerdotes corrieron a sus móviles a difundir la buena nueva.
No hay diablo pero sí diablas.
Como cualquier otro, es un lobby con muchos filtros e intereses.
 El papa asoció el lobby gay con la corrupción en la Santa Sede. ¿Cuáles serán los intereses que persiguen estas eminencias lobistas?
 Se especula con que la renuncia de Benedicto se debe a unos posibles documentos secretos que indicarían tratos de favor a determinados miembros de la curia.
Es discutible y desvía, papa Francisco, asociar corrupción con homosexualidad.
 En España casi todo es presunto en torno a nuestras máximas figuras de la corrupción excepto su heterosexualidad: de Luis Bárcenas, de indiscutible heterosexualidad ibérica, pasando por El Bigotes, hasta el duque Em Palma Do. Aquí lo hetero predomina.
 La corrupción, como la religión, no distingue sexualidades.
Al papa le sorprenderá saber que en las embajadas de Francia y EE UU en Madrid se han instalado sendas parejas diplomáticas gays. ¡No se habla de otra cosa!
Al parecer, el nuevo embajador francés y su pareja no están casados.
 El de EEUU, sí. Y son mucho mas simpáticos los gringos, seguramente porque el matrimonio te da un plus de seguridad. Se sabe también que el marido del embajador de EEUU es famoso, pues ha sido el decorador escogido por Michelle Obama para dejar su impronta en la Casa Blanca. ¿Estaba al tanto de esto Edward Snowden, el filtrador de los secretos de estado? Michael Smith, el decorador casado con el nuevo embajador, es miembro del consejo consultivo para la decoración de la Casa Blanca, un título serio a la par que glamuroso que le ha permitido poner una colección de cerámica primitiva americana y alfombras con la efigie de Martin Luther King.
 Algunos decoradores madrileños están cantando de alegría porque uno de los suyos esté tan bien colocado.
Y muchas canciones de Alaska hablan de esa convulsa lucha entre la emoción, la exageración y la ironía que podrían definir el gusto de una generación que ha madurado montando un altar de divinidades y de libertades sin ser un lobby.