Si alguien se ha ganado a pulso el calificativo de EL PRODUCTOR, el
título de gran creador del cine español, y desde luego uno de los más
prestigiosos hoy del cine europeo es Elías Querejeta, que hoy ha
fallecido a las 06.00 horas en su casa en Madrid a los 78 años de edad.
Hombre de precaria salud -él, que curiosamente fue estrella de la Real Sociedad en los años cincuenta, que en cuanto podía contaba su famoso gol al Real Madrid en el campo de Atocha el 9 de octubre de 1955: "Di Stéfano me felicitó en el centro del campo con un 'Vaya gol, pibe"-, el legado de Querejeta es fundamental para entender lo que fue el gran cine de autor durante casi medio siglo en Europa, y para que las jóvenes generaciones entiendan lo importante que es un productor, cómo un cineasta como Querejeta empujó y engrandeció la carrera de directores como Carlos Saura, Jaime Chávarri, Emilio Martínez Lázaro, Fernando León, Víctor Erice y de su hija Gracia Querejeta, además de apostar en el documental con los filmes de Eterio Ortega.
"En mi trabajo siempre me divierto, como productor o como director. Desde mis inicios estoy presente hasta en el montaje y no entiendo esto sin pasión, sin compromiso".
En esos arranques de su carrera Irving G. Thalberg, el mítico productor de MGM, fue su referencia. "Siempre me interesó su forma de entender apasionadamente la producción", contaba en una entrevista a este diario.
Sin embargo, Querejeta (Hernani, 1934) no parecía nacido para el
cine
. Sus primeros recuerdos son de una infancia feliz y de un grito de guerra soltado desde el balcón de su casa: “Aita, aita, viva Cristo Rey, el comunismo y la libertad”
. A Querejeta lo que le apasionaba era el fútbol. Y con tan solo 18 años debutó en la Primera División.
Su meteórica carrera como delantero acabó en 1958 y se fue a Madrid a montar su productora de cine
. En 1960 y 1962 su nombre encabeza como director los cortos A través de San Sebastián y A través del fútbol, codirigidos con su íntimo amigo Antonio Eceiza.
Y desde entonces hasta 2009, no volvió a dirigir, y en ese año lo hizo con otro documental, Cerca de tus ojos: "No, no, es igual.
No entremos a estas consideraciones.
He escrito el asunto y lo he dirigido, y ya está", contaba en 2009. "Es cierto que todos mis trabajos en este género tienen una línea de preocupación por determinadas materias, y una forma de entender lo que yo llamo película documental".
Esos inicios documentales, fomentados por sus pasiones, derivaron rápidamente hacia la ficción con su colaboración con Carlos Saura, en mitad de la gran ola del cine de auteur europeo: “En el cine lo industrial está ligado con el arte.
No tengo parámetros para saber qué es eso del cine de autor”.
Lo mismo sirve para hablar de su conexión con el espectador. “No sé lo que es eso, como tampoco sé muy bien lo que le gusta al público. Sí sé lo que me gusta a mí”.
La relación entre Querejeta y Saura da como resultado un listado impresionante de títulos: en quince años hacen La caza (premio a la mejor dirección en el festival de Berlín en 1965, un filme que se inició con un millón de pesetas de Querejeta y otro millón del padre de Saura), Peppermint frappé (1967), premiada con el Oso de Plata en ese certamen, Stress es tres, tres (1968), La madriguera (1969), El jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1972), La prima Angélica (1973) Cría cuervos (1975) -ambas galardonadas con el Premio del Jurado en Cannes- Elisa, vida mía (1977), Los ojos vendados (1978), Mamá cumple cien años (1979), Deprisa, deprisa (1980), Oso de Oro en el Festival de Berlín, y Dulces horas (1981). En el documental 24 horas en la vida de Querejeta, de Gerardo Sánchez y Alberto Bermejo, estrenado en diciembre del año pasado, Saura aseguraba que lo suyo fue un desgaste como el de una pareja sentimental: el tiempo y el roce pudo con ellos
. "Aunque nunca metió mano en los guiones
. Somos como un viejo matrimonio con muchos hijos exitosos”.
Querejeta fue más que el productor de Saura: él está detrás de El desencanto (1976), de Jaime Chávarri, la crónica de la devastación de la familia Panero, y con Chávarri repitió en A un dios desconocido (1977); con Manuel Gutiérrez Aragón colaboró en Habla mudita (1973) la poderosa Feroz (1984) -Manolo confesaba que Querejeta "se mete en todo"-; con Emilio Martínez Lázaro trabajó en Las palabras de Max (1978) -"Es riguroso, aunque más cabezota”, decía Martínez Lázaro-... Llegó a estar en Cannes el mismo año con dos peliculones como Cría cuervos y La familia de Pascual Duarte. También estuvo detrás de las películas de Montxo Armendáriz: Tasio (1984), 27 horas (1986), Las cartas de Alou (1990) e Historias del Kronen (1995).
Con Víctor Erice hizo dos obras maestras: El espíritu de la colmena (1973) y El sur (1983)
. En ese rodaje, que Erice considera inconcluso, rompieron su relación artística. Querejeta explicaba que la película en cambio estaba finalizada.
Como productor acompañaba sus filmes hasta en la sala de montaje, un sitio que consideraba su reino. “
Me gusta el trabajo allí y rodar en orden cronológico, para así ver cómo avanza el filme”. Aunque confesaba en el documental 24 horas en la vida de Querejeta: “¿Sabes lo que me dijo un día Pablo del Amo [mítico montador]? 'Tú no eres un montador, tú eres un carnicero”.
El productor aseguraba que las semillas de una buena película están en el guion y en el montaje.
Y también siguió con las nuevas generaciones, con Eterio Ortega en los documentales Asesinato en febrero, Perseguidos, Noticias de una guerra y Al final de un túnel); con el también documentalista Javier Corcuera (La espalda del mundo, Condenados al corredor e Invierno en Bagdad); con Fernando León (Familia, Barrio y Los lunes al sol, en la que sería la última Concha de Oro en San Sebastián de Querejeta) y su hija Gracia. Ella contaba que a pesar de que le dijo que quería dirigir cine, su padre le obligó a hacer una carrera universitaria.
En 1986 Querejeta recibió el premio Nacional de Cine. En 1998, la Medalla de Oro de la Academia de Cine. En aquel acto, el presidente José Luis Borau esbozó estas palabras:
“El cine español ha chupado mucha rueda de ti. Ha ido detrás de ti amparado en tu prestigio, tu descaro y tu valor”
. En las últimas semanas, por Internet había corrido como la pólvora -y con gran éxito- una iniciativa para que el productor recibiera el premio Príncipe de Asturias de las Artes.
A Querejeta el futuro digital le parecía atractivo: "La realidad es cada vez más amplia y global.
Esas nuevas formas de comunicación son hoy en día importantísimas, y están modificando la manera de acercarse a la política y a la realidad. Y al cine.
Es imparable. En cuanto a los niños y mi visión esperanzadora, creo que las cosas están mejorando. Cada vez hay menos mortandad infantil y mayor índice de escolarización".
Y una charla con este periodista acabó hablando de su niñez -las conversaciones con Elías eran de larga sobremesa, muchas repreguntas y requiebros constantes para buscarle las cosquillas al interlocutor, para acabar con confesiones del entrevistador-, de sus películas favoritas El mago de Oz y Capitanes intrépidos (se sabía la canción de la película y la tatareaba con gusto): "Aún las veo habitualmente".
Ahora, nos quedará el cine de Querejeta.
Hombre de precaria salud -él, que curiosamente fue estrella de la Real Sociedad en los años cincuenta, que en cuanto podía contaba su famoso gol al Real Madrid en el campo de Atocha el 9 de octubre de 1955: "Di Stéfano me felicitó en el centro del campo con un 'Vaya gol, pibe"-, el legado de Querejeta es fundamental para entender lo que fue el gran cine de autor durante casi medio siglo en Europa, y para que las jóvenes generaciones entiendan lo importante que es un productor, cómo un cineasta como Querejeta empujó y engrandeció la carrera de directores como Carlos Saura, Jaime Chávarri, Emilio Martínez Lázaro, Fernando León, Víctor Erice y de su hija Gracia Querejeta, además de apostar en el documental con los filmes de Eterio Ortega.
"En mi trabajo siempre me divierto, como productor o como director. Desde mis inicios estoy presente hasta en el montaje y no entiendo esto sin pasión, sin compromiso".
En esos arranques de su carrera Irving G. Thalberg, el mítico productor de MGM, fue su referencia. "Siempre me interesó su forma de entender apasionadamente la producción", contaba en una entrevista a este diario.
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. Sus primeros recuerdos son de una infancia feliz y de un grito de guerra soltado desde el balcón de su casa: “Aita, aita, viva Cristo Rey, el comunismo y la libertad”
. A Querejeta lo que le apasionaba era el fútbol. Y con tan solo 18 años debutó en la Primera División.
Su meteórica carrera como delantero acabó en 1958 y se fue a Madrid a montar su productora de cine
. En 1960 y 1962 su nombre encabeza como director los cortos A través de San Sebastián y A través del fútbol, codirigidos con su íntimo amigo Antonio Eceiza.
Y desde entonces hasta 2009, no volvió a dirigir, y en ese año lo hizo con otro documental, Cerca de tus ojos: "No, no, es igual.
No entremos a estas consideraciones.
He escrito el asunto y lo he dirigido, y ya está", contaba en 2009. "Es cierto que todos mis trabajos en este género tienen una línea de preocupación por determinadas materias, y una forma de entender lo que yo llamo película documental".
Esos inicios documentales, fomentados por sus pasiones, derivaron rápidamente hacia la ficción con su colaboración con Carlos Saura, en mitad de la gran ola del cine de auteur europeo: “En el cine lo industrial está ligado con el arte.
No tengo parámetros para saber qué es eso del cine de autor”.
Lo mismo sirve para hablar de su conexión con el espectador. “No sé lo que es eso, como tampoco sé muy bien lo que le gusta al público. Sí sé lo que me gusta a mí”.
La relación entre Querejeta y Saura da como resultado un listado impresionante de títulos: en quince años hacen La caza (premio a la mejor dirección en el festival de Berlín en 1965, un filme que se inició con un millón de pesetas de Querejeta y otro millón del padre de Saura), Peppermint frappé (1967), premiada con el Oso de Plata en ese certamen, Stress es tres, tres (1968), La madriguera (1969), El jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1972), La prima Angélica (1973) Cría cuervos (1975) -ambas galardonadas con el Premio del Jurado en Cannes- Elisa, vida mía (1977), Los ojos vendados (1978), Mamá cumple cien años (1979), Deprisa, deprisa (1980), Oso de Oro en el Festival de Berlín, y Dulces horas (1981). En el documental 24 horas en la vida de Querejeta, de Gerardo Sánchez y Alberto Bermejo, estrenado en diciembre del año pasado, Saura aseguraba que lo suyo fue un desgaste como el de una pareja sentimental: el tiempo y el roce pudo con ellos
. "Aunque nunca metió mano en los guiones
. Somos como un viejo matrimonio con muchos hijos exitosos”.
Querejeta fue más que el productor de Saura: él está detrás de El desencanto (1976), de Jaime Chávarri, la crónica de la devastación de la familia Panero, y con Chávarri repitió en A un dios desconocido (1977); con Manuel Gutiérrez Aragón colaboró en Habla mudita (1973) la poderosa Feroz (1984) -Manolo confesaba que Querejeta "se mete en todo"-; con Emilio Martínez Lázaro trabajó en Las palabras de Max (1978) -"Es riguroso, aunque más cabezota”, decía Martínez Lázaro-... Llegó a estar en Cannes el mismo año con dos peliculones como Cría cuervos y La familia de Pascual Duarte. También estuvo detrás de las películas de Montxo Armendáriz: Tasio (1984), 27 horas (1986), Las cartas de Alou (1990) e Historias del Kronen (1995).
Con Víctor Erice hizo dos obras maestras: El espíritu de la colmena (1973) y El sur (1983)
. En ese rodaje, que Erice considera inconcluso, rompieron su relación artística. Querejeta explicaba que la película en cambio estaba finalizada.
Como productor acompañaba sus filmes hasta en la sala de montaje, un sitio que consideraba su reino. “
Me gusta el trabajo allí y rodar en orden cronológico, para así ver cómo avanza el filme”. Aunque confesaba en el documental 24 horas en la vida de Querejeta: “¿Sabes lo que me dijo un día Pablo del Amo [mítico montador]? 'Tú no eres un montador, tú eres un carnicero”.
El productor aseguraba que las semillas de una buena película están en el guion y en el montaje.
Y también siguió con las nuevas generaciones, con Eterio Ortega en los documentales Asesinato en febrero, Perseguidos, Noticias de una guerra y Al final de un túnel); con el también documentalista Javier Corcuera (La espalda del mundo, Condenados al corredor e Invierno en Bagdad); con Fernando León (Familia, Barrio y Los lunes al sol, en la que sería la última Concha de Oro en San Sebastián de Querejeta) y su hija Gracia. Ella contaba que a pesar de que le dijo que quería dirigir cine, su padre le obligó a hacer una carrera universitaria.
En 1986 Querejeta recibió el premio Nacional de Cine. En 1998, la Medalla de Oro de la Academia de Cine. En aquel acto, el presidente José Luis Borau esbozó estas palabras:
“El cine español ha chupado mucha rueda de ti. Ha ido detrás de ti amparado en tu prestigio, tu descaro y tu valor”
. En las últimas semanas, por Internet había corrido como la pólvora -y con gran éxito- una iniciativa para que el productor recibiera el premio Príncipe de Asturias de las Artes.
A Querejeta el futuro digital le parecía atractivo: "La realidad es cada vez más amplia y global.
Esas nuevas formas de comunicación son hoy en día importantísimas, y están modificando la manera de acercarse a la política y a la realidad. Y al cine.
Es imparable. En cuanto a los niños y mi visión esperanzadora, creo que las cosas están mejorando. Cada vez hay menos mortandad infantil y mayor índice de escolarización".
Y una charla con este periodista acabó hablando de su niñez -las conversaciones con Elías eran de larga sobremesa, muchas repreguntas y requiebros constantes para buscarle las cosquillas al interlocutor, para acabar con confesiones del entrevistador-, de sus películas favoritas El mago de Oz y Capitanes intrépidos (se sabía la canción de la película y la tatareaba con gusto): "Aún las veo habitualmente".
Ahora, nos quedará el cine de Querejeta.