Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 may 2013

Poesias del Alma

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El atrevimiento de Sandra...................Juan Cruz

De la realidad de los platós de televisión a la ficción de una primera novela. un libro, profuso en tintes autobiográficos, que Barneda vivió como una huida.

Sandra Barneda, presentadora y ahora escritora. / CLAUDIO ÁLVAREZ

Si eres famosa como Sandra Barneda (37 años, presentadora de dos programas en Telecinco, De buena ley y El gran debate), publicar una primera novela constituye un atrevimiento porque los lectores tratarán de hallar rasgos personales de la autora
. La novela se titula Reír al viento (Suma de Letras); trata de una mujer ligeramente mayor que la autora que ha roto con su pareja y se va a Bali a vivir la aventura.
 Liga con un tipo espectacular, que luego desaparece misteriosamente; ella se cura de la incertidumbre gracias a varias compañías femeninas que le dan sosiego y belleza.
Ella no tiene miedo a que esos rasgos de la novela se interpreten como autobiográficos y florezcan en deducciones precipitadas; de hecho, ella ha ido a Bali, pero no en un proceso de huida.
 Además, vive sola y cultiva esa soledad como un talismán. Entonces, ¿hasta dónde llega y no llega en su libro? Su cara pasa, mientras responde, por varias fases: de concentración, de susto, de desconcierto.
“No llego en muchas cosas que suceden. Llego”, dice, “en el desconcierto de poder reconocer por dónde tiro. Donde no llego es en la aventura de amistad que se vive”.
 Esos personajes “están en las venas” en cierto modo, “con lo cual llega un momento en que también tú los has vivido”.
Pero ella solo lo ha escrito. “Vas escribiendo y la tinta corre por tus venas hasta que llegas a confundir las vidas de esos personajes con la tuya propia. Es muy difícil marcarte el límite”. ¿Le resulta raro que la identifiquen?
 “Me resulta común.
 Creo que en la primera novela quieren identificar al autor, qué parte de él subyace, y esperaba que eso ocurriera siendo yo una persona pública.
 Además, el libro está escrito en primera persona y es de una mujer; por tanto, puede tener cierta lógica si buscan semejanzas conmigo. No me molesta, pero creo que se pierden los matices, la belleza de lo que escribes”.
“Vas escribiendo y la tinta corre por tus venas hasta que llegas a confundir las vidas de esos personajes con la tuya propia"
Es inevitable, le dice el periodista. “Sí, es inevitable… Cuando leo a Stephen King escribiendo de asesinos en serie digo: ¡qué mente debe de haber detrás! Todos tenemos esa parte que aparece luego en nuestra escritura, pero esa necesariamente no soy yo”.
Lo primero que ocurre en la novela es que la chica que huye “se folla”, así se dice, a un holandés que parece esculpido por Miguel Ángel (eso también se dice), pero luego el hombre desaparece. Después la relación es idílica con mujeres, y sobre todo con una mujer. ¿Le preocupó que se trasladara esa trama a la de su propia vida, que se interpretara la novela como autobiográfica?
 Ella dice: “No, no”, y precisa: “Ella viene de una relación de toda la vida con la que no se aclara, con un hombre, y tienen un hijo en común. Lo que ella descubre en esa relación que luego viene es que eso es parte de su libertad, de su despertar, de dejarse llevar sin más. Mi vida es completamente distinta, no tiene nada que ver, pero sí me apetecía mostrarlo. En mi primera novela tiene que aparecer una historia homosexual, me apetecía, y creía que debía aparecer porque forma parte de mi mundo y del mundo”.
Pausa y advierte: “No me hubiera gustado que se centrara en eso, me parecía muy básico para quien lo leyera; no es lo más importante de la novela, pero sí, está ahí”.
La escribió, ahí está. ¿Cómo se quedó? “Bastante vacía, transformada, porque también yo he vivido un viaje con ella, e incluso me he sentido triste por tener que despedirme de mis personajes”. ¿Y cómo está ahora, en qué momento? “En uno de atreverme, de estar conmigo. Era un miedo muy grande escribir, tenía ganas de escribir una historia sobre cómo quieres plantearte la vida”.
Soledad, incomprensión, desconcierto, soledad, culpa. Una mujer famosa, “una tía buena” como la que se describe en la novela, qué raro que se rodee de esos vocablos.
“Las personas no somos la primera capa, tenemos muchas más. Ese personaje de la televisión va más allá de ese éxito. Y por las vivencias que he tenido, mi demonio es la culpa”. ¿De qué? “De fallar, de hacer daño. En mi vida personal y en mi vida profesional”.
La fama acaricia y hiere. “Es una ficción, y si te la crees, enfermas
. Ahora integro la fama, pero no sirve para vivir de ella. Mi vida es otra cosa, tengo otras pasiones”. El libro es un atrevimiento. ¿El próximo? “El próximo atrevimiento será producir televisión”. ¿Y a nivel personal? “Buscarme por dentro. Ese es mi atrevimiento”.
El libro, dice, “me sirvió para canalizar emociones que tenía enconadas. Sana si eres honesta, claro, y yo lo he sido. Ojalá me embarque en otra”
. Cae una tormenta sobre Madrid y ella se va a su casa. El templo, dice, de su silencio. La tormenta está en la ciudad. Con el libro dice que halló sosiego.

 

Una pasión de 42.000 fotos

Un coleccionista de Málaga atesora un conjunto de imágenes que muestran la España del XIX

Juan Antonio Fernández Rivero difunde la obra de los pioneros de este arte a través de su blog.

Escena en una calle de Córdoba (aproximadamente 1870) en papel de albúmina. Imagen cedida por el archivo de la Colección Fernández Rivero. / J. LAURENT

Una mujer mira a la cámara con timidez mientras oculta su rostro tras un abanico.
 A un paso, un galán se toca el sombrero mientras parece dedicarle un requiebro.
 Sabemos que la escena ocurrió en una calle de Córdoba en los años setenta del siglo XIX y que el francés Jean Laurent (1816-1886), el fotógrafo más emblemático de la España decimonónica, tomó aquella escena
. Esta imagen es una de las 42.000 fotos antiguas que atesora el malagueño Juan Antonio Fernández Rivero. Apasionado del coleccionismo desde niño, pasó de los sellos a las postales antiguas, después fue fotógrafo aficionado hasta que la lectura de La historia de la fotografía en España, desde sus orígenes hasta 1900, del hispanista estadounidense Lee Fontanella, le impelió a recopilar más y más instantáneas.
Fernández Rivero (Málaga, 1956), economista de formación, lleva un cuarto de siglo adquiriendo fotografías. Primero empezó con las que habían tenido como objetivo su ciudad, Málaga —hoy constituyen la cuarta parte de la colección—, después amplió el foco a Andalucía y resto de España
. Su "especialidad", dice, es el siglo XIX (en los años cuarenta de esa centuria llegó la revolucionaria manera de fijar la realidad)
. "Las fotos de entonces son comerciales y documentales, a diferencia de lo que ocurrió a finales del XIX, cuando los fotógrafos empezaron a crear arte", explica sentado frente a un espeto de sabrosas sardinas en un chiringuito en la playa en Málaga.
Este autor de una decena de libros sobre fotografía añade que las que se tomaron en el XIX en España fueron sobre todo de ciudades andaluzas (Granada, Sevilla, Córdoba...) "por el mito romántico de lo árabe que buscaban los viajeros".
"El Patio de los Leones de la Alhambra fue uno de los motivos más retratados en todo el mundo en esa época, junto a las cataratas del Niágara y París", la ciudad donde se había presentado el invento de la fotografía el 15 de junio de 1839 en el mismo Parlamento. Madrid y sus alrededores, Toledo y Barcelona fueron los otros espacios españoles más buscados por los primeros fotógrafos.
Una de sus joyas es el 'Retrato de James Linton, pescador en New Haven', calotipo de 1845
Fernández es también "un investigador" que desde su web —con unas 10.000 obras ya digitalizadas— y su blog difunde la obra de los pioneros mientras no ceja en su labor de coleccionista: "
Continuamente estoy adquiriendo piezas, siempre originales, no hace falta ser millonario, esto no es como la pintura". Fernández ha reunido a las afueras de Málaga su catálogo con la ayuda de su esposa, Teresa: pujas en subastas de Londres, París y Nueva York, compras a marchantes, anticuarios y particulares, "muchas en Estados Unidos", y visitas a ferias como la que se celebra anualmente a finales de mayo en Bièvres, alrededores de París.
De la colección, 18.000 son fotos del XIX y 10.000 son tarjetas postales de las primeras décadas del XX. "También tengo unas 9.000 fotografías estereoscópicas" (compuestas por dos imágenes unidas, tomadas desde distintos ángulos, que al contemplarse con un visor se convierten en una sola, tridimensional y con sensación de profundidad.
 "Fue un invento con poco éxito porque en seguida llegó la propia fotografía".
 Además, unas 2.500 cartes de visite, pequeños retratos que los burgueses entregaban a familiares y amigos para los álbumes y que se pusieron de moda sobre 1860.

Daguerrotipos y calotipos

El catálogo lo completan un centenar de daguerrotipos (el primer procedimiento fotográfico) y ambrotipos (negativos de cristal sobre fondo negro); fotos iluminadas (pintadas), álbumes victorianos de viajeros del XIX, con las fotos que compraban para mostrar a sus amistades y libros ilustrados
. Una colección que el fotohistoriador Publio López Mondéjar valora por sus piezas del siglo XIX, lo que la sitúa "entre las ocho o diez mejores de fotografía privada en España".
Este coleccionista tiene digitalizadas en su web unas 10.000 piezas
A Fernández le cuesta escoger las joyas de su tesoro.
 Se inclina por el álbum del capitán Pilkington: "Lo compré en Christie’s en 1998 y tenía 30 fotografías de Charles Clifford", el otro extranjero —junto a Laurent— que fotografió España en el reinado de Isabel II. "Es un álbum de 55 x 75 centímetros, de la década de 1850, con encuadernación repujada en oro
. Contiene las imágenes que este militar inglés, culto, aficionado a la fotografía y destinado en Gibraltar compraba de los sitios que veía; también pegó acuarelas, dibujos, litografías... 241 piezas en total". También destaca la colección taurina del francés Luis Leon Masson, que forman parte de un álbum que perteneció al duque de Montpensier, cuñado de Isabel II. Si tiene que quedarse con piezas sueltas, elige una antigua, el Retrato de James Linton, pescador en New Haven, un calotipo (negativo directo sobre papel) de 1845, obra de los escoceses Hill y Adamson; y otro calotipo, del irlandés E.K. Tenison, un romántico que recorrió los polvorientos caminos de la Península y que hizo 40 fotos entre 1852 y 1854.
"Yo no he tratado de acumular porque sí. El coleccionismo debe tener un sentido, un valor documental y criterio histórico.
 Recopilo pensando en que esto tenga algún día una función museística", un deseo que no ha encontrado eco en su ciudad, aunque en ocasiones ha prestado fotos a instituciones para exposiciones. "Me gustaría que la colección no se eche a perder", lamenta mientras mira al horizonte, al monte de Gibralfaro:
 "Es la obra de mi vida".
El coleccionista Juan Antonio Fernández Rivero, en su casa en Málaga.

 

Miedo ante una oleada Terrorista Miguel Mora París

Un hombre acuchilla a un militar en París y se da a la fuga.

Los agentes montan un cordón policial donde fue apuñalado un soldado, en París. / remy de la mauviniere (AP)

Un militar francés que realizaba una patrulla antiterrorista de rutina ha sido agredido esta tarde por un hombre que portaba un arma blanca en la entrada de una frecuentada estación de cercanías del barrio financiero y comercial de La Défense, muy cerca del centro de París.
Según fuentes oficiales, el agresor, descrito como un hombre de 30 años, ha intentado acuchillar en el cuello al militar, y tras producirle una herida cerca de la carótida se ha dado a la fuga.
El militar, de 25 años, y que según aseguró un jefe policial “sangró de forma abundante”, ha sido atendido por los servicios de emergencia y trasladado al hospital militar de Percy.
Su vida no corre peligro.
La agresión se produjo a las 17.54 en la entrada de la estación de transporte regional (RER) de La Défense, a escasos metros del popular centro comercial de Quatre-Temps.
El soldado, perteneciente al 4º Regimiento de zapadores de Gap, iba uniformado y patrullaba con dos compañeros en una misión del programa antiterrorista Vigipirate, que Francia mantiene activo desde que en enero pasado empezó la intervención armada en Malí.
Un portavoz policial ha explicado que el agresor "se acercó corriendo y por la espalda al militar, hiriéndole a nivel de la nuca con un cuchillo o un cúter".
 Tras la agresión, el asaltante ha salido corriendo en dirección al centro comercial.
Horas después, el hombre seguía libre, aunque las autoridades confiaban en poder identificarle con rapidez gracias a las grabaciones de las cámaras instaladas en el lugar de los hechos.
El diario Le Parisien, que ha sido el primero en dar la noticia en su página web, afirma que la policía ha descrito al agresor como “un hombre de aspecto norteafricano, de unos 30 años, barbudo, vestido con un blusón negro y una chilaba de color claro”.
 Pero, a partir de ese momento, las autoridades han sido más cautas y no han confirmado ningún detalle sobre el aspecto o la identidad del asaltante.
 Según Le Monde, el sospechoso vestía un jersey beige y llevaba la cabeza cubierta con un gorro blanco.
La agresión, en pleno día y en un lugar abarrotado de gente, ha hecho pensar en una réplica fallida del atentado ocurrido el miércoles pasado en el sur de Londres, cuando dos islamistas asesinaron en la calle a un militar británico
. El presidente de la república, François Hollande, no quiso confirmar que se tratara de un atentado
. Desde Addis Abeba, donde se encontraba en visita oficial, Hollande ha señalado:
 “Todavía no conocemos las condiciones ni las circunstancias ni siquiera la identidad del agresor.
 Tenemos que manejar todas las hipótesis, y no creo que en este momento se pueda establecer un vínculo [con el atentado de Londres]”.
 Pero el presidente añadió: “Pedimos a todos nuestros soldados, incluidos los de Vigipirate, que eleven todavía más su atención y su vigilancia”.
Por su parte, el ministro del Interior, Manuel Valls, ha afirmado que “la agresión fue muy violenta, lo que puede hacer pensar en un atentado parecido al de Londres”, pero ha pedido más tiempo para poder confirmar la tesis del atentado. “Estaremos vigilantes, porque desde hace meses el terrorismo está tomando formas nuevas que debemos ser capaces de afrontar”.
Hace un año, Francia asistió conmocionada a los siete asesinatos de Mohamed Merah, un joven islamista nacido en Toulouse y radicalizado en viajes a Afganistán y Pakistán que acabó con la vida de tres militares franceses y cuatro miembros de la comunidad judía, tres de ellos niños.
 En los últimos meses, la intervención militar en Malí ha elevado el nivel de alerta de las fuerzas de seguridad francesas.
Esta semana, varios grupos terroristas que operan en el Sahel redoblaron las amenazas contra los intereses de Francia y sus aliados.
 El sábado, en entrevista con El PAÍS, Manuel Valls reconoció que hay al menos 120 ciudadanos franceses combatiendo en la guerra de Siria, y que París ve con inquietud el momento de su regreso a casa.