Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 may 2013

La ministra lesbiana y la novia del presidente sacuden la moral china

Sigurdardottir y Hollande complican el protocolo de Pekín.

La ex primera ministra islandesa, Johanna Sigurdardottir, en China. / JASON LEE (REUTERS)

Dos visitas de líderes de países europeos han colocado en las últimas semanas en una posición incómoda a los encargados de protocolo del Gobierno chino y los directivos de los medios de comunicación estatales. Y, una vez más, el auge de las redes sociales y los foros en Internet les ha forzado a actuar de forma diferente a la que, probablemente, lo habrían hecho hace pocos años.
A mediados del mes pasado, la entonces primera ministra de Islandia, Johanna Sigurdardottir, viajó a Pekín, donde rubricó un acuerdo de libre comercio con China, con el que el país nórdico espera ayudar a su economía tras el batacazo financiero de 2008 y el país asiático confía ganar acceso a la estratégica región ártica.
Hasta aquí nada extraordinario para los responsables de protocolo y comunicación en Pekín
. El problema se presentó por el hecho de que Sigurdardottir está casada con otra mujer, y, por tanto, su esposa formaba parte de los actos oficiales del viaje a China, un país en el que la homosexualidad –que no fue descriminalizada hasta 1997 y solo dejó de ser considerada una enfermedad mental en 2001– continúa siendo un tabú en la práctica.
Las imágenes de la primera ministra islandesa agradeciendo al primer ministro chino, Li Keqiang, la “amable recepción” otorgada a su esposa -la escritora y dramaturga Jonina Leosdottir- en las noticias de la noche de la cadena de televisión CCTV, conocidas por su formalismo y tedio, y las fotos con la pareja no tienen precedente en el país asiático.
Aunque las grandes ciudades chinas poseen locales y una comunidad gays cada más visibles, pocos son todavía quienes se declaran de forma abierta homosexuales, y la policía sigue acosando de vez en cuando a los activistas y prohíbe acontecimientos y festivales de temática homosexual
. Las presiones familiares y sociales son tan fuertes que muchos gays y lesbianas se casan, solo para aparentar, con personas que desconocen su verdadera orientación sexual o con otras del sexo contrario que están en su misma situación.
Por ello, muchos chinos se mostraron sorprendidos cuando escucharon las informaciones sobre la primera ministra islandesa y su esposa en la televisión.
 “Cuando la oí agradecer a Li Keqiang el trato recibido por su esposa, pensé que había oído mal”, dijo un comentarista llamado K-ong-Y-ang en su cuenta en Weibo, un servicio de mensajes cortos similar a Twitter.
La ex primera ministra islandesa con su mujer, Jonina Leosdottir, durante su visita oficial a China. / CORDON PRESS
La emisión pública de la referencia de Sigurdardottir a su mujer ha sido percibida por algunos internautas como una muestra de la tolerancia oficial.
 “El presidente (chino), Xi Jinping, y su esposa (Peng Liyuan) han dado la bienvenida a la esposa y la novia de los líderes de Islandia y Francia. Parece que la homosexualidad y la cohabitación pueden ser aceptadas en China”, escribió un bloguero llamado Zhang Shimin.
Quizás era inevitable
. Las agendas de los líderes chinos son parte obligada de los noticiarios, y, según algunos activistas, los numerosos comentarios que bullían en Internet sobre la visita de la dirigente islandesa pueden haber obligado al Gobierno a aceptar la realidad.
Sigurdardottir se convirtió en primera ministra de Islandia en 2009, y, consecuentemente, en la primera persona abiertamente gay jefe de Gobierno del mundo.
 Se casó con Leosdottir, su pareja desde hacía años, en junio de 2010, el mismo día que entró en vigor la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo en Islandia.
En 2010, cuando el ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, visitó China con su compañero, los medios de comunicación estatales ignoraron casi totalmente el hecho.
Pero el desarrollo de las redes sociales estaba entonces en mantillas en el país asiático. Sina Weibo, el microblog más popular del país, nació en agosto de 2009.
“Parece que la cohabitación y la homosexualidad pueden ser aceptadas en China”, escribe un bloguero
Algunos comentaristas han arremetido contra el supuesto aperturismo oficial sobre la primera ministra islandesa. “¿Por qué los funcionarios dan la bienvenida con una sonrisa a los gays de otros países, pero son severos con los gays chinos tanto con sus palabras como con sus acciones?”, se pregunta el escritor y bloguero Cao Junshu en Weibo.
El viaje de Sigurdardottir se produjo pocos días antes de que el pasado 27 de abril, los partidos de centroderecha, en la oposición, ganaran las elecciones en Islandia
. La primera ministra había anunciado que se retiraría de la política fuera cual fuera el resultado.
Si la visita de Johanna Sigurdardottir tocó el tema sensible de la homosexualidad, el viaje del primer ministro francés, François Hollande, a China 10 días después rozó otro aspecto también incómodo para Pekín: las parejas de hecho y la convivencia fuera del matrimonio -algo no reconocido legalmente en China-, con el consiguiente problema de protocolo
. Hollande viajó acompañado de su compañera sentimental, la periodista política Valérie Trierweiler.
 La primera dama de Francia planteó problemas de tratamiento, ya que los medios de comunicación chinos no podían referirse a ella como “la esposa del presidente francés”. La CCTV se limitó a mencionarla por su nombre sin darle un título.
El presidente francés François Hollande y su compañera Valérie Trierweiler, durante su visita oficial a China. / POOL (REUTERS)
Los internautas se han preguntado por qué muchos medios chinos sólo mencionaron en sus informaciones a Hollande. “¿Es embarazoso dirigirse a Trierweiler como ‘la primera novia’ (en lugar de la primera dama)?”, se preguntó un bloguero
. Otro llamado Cui Chengjie suponía que Hollande y Trierweiler no tienen certificado de matrimonio, por lo que, si permanecieron en la misma habitación de hotel, podrían haber violado la ley y “deberían ser castigados”.
China se enfrenta cada vez a mayor influencia y usos y costumbres extranjeros, que entran en contradicción con el conservadurismo de los dirigentes.
 Activistas e intelectuales confían en que circunstancias como las de Sigurdardottir y Hollande contribuyan a allanar el camino hacia la aceptación, en un futuro, del matrimonio homosexual y las parejas de hecho. “Espero el día en que los gays puedan casarse aquí y fundar familias, eso sería respeto de verdad”, ha escrito otro internauta.

 

A Londres o a la abortera de barrio

Hasta 1985, las españolas se veían obligadas a viajar al extranjero para interrumpir su embarazo.

Si no tenían medios lo hacían en la clandestinidad y con métodos inseguros.

 

Cinta abortó en Ámsterdam con 21 años, ahora tiene 56. / Consuelo Bautista

En aquel vuelo eran muchas, casi todas las que iban a lo mismo.
 Algunas parloteaban para espantar la incertidumbre.
Otras se arrebujaban en el asiento, inquietas.
 Era la primera vez que salían de su casa.
 Y en esa ocasión, además, lo hacían en avión y para dejar el país.
 Cinta estaba más calmada. Hablaba inglés, era una chica más viajada, y tenía contacto con los grupos de mujeres que ayudaban a organizar las excursiones, y que le habían explicado con pelos y señales los pasos de ese trayecto tan poco turístico
. El viaje que ninguna de ellas deseó hacer.
 Era 1980 y aquel avión las llevaba a Ámsterdam.
 A abortar.
 En España, la interrupción del embarazo era un delito penado con seis años de cárcel, y aquellas que necesitaban la intervención solo tenían dos opciones: arriesgarse a un aborto clandestino e inseguro o, si podían permitírselo, salir a clínicas de Holanda o Londres.
Como este grupo, hasta que en 1985 se despenalizó en ciertos supuestos, unas 30.000 españolas viajaban al extranjero cada año para interrumpir su embarazo.
 Más de 20.000 de ellas a clínicas londinenses, según datos del Gobierno británico. Cinta, que ahora tiene 56 años y es profesora, explica que eligió Holanda porque en sus centros no era necesario quedarse a dormir tras la intervención.
 “Te ausentabas menos tiempo de casa. Y eso era importante, porque la mayoría de las familias no sabían nada”, explica.
 Tampoco la suya. Nunca vio como opción contarlo
. Ni seguir adelante con el embarazo. “Tenía poco más de 20 años. No estaba preparada para tener un hijo. Por la relación que tenía, porque estaba estudiando...”, dice. Ahora teme que con la reforma de la ley del aborto que prepara el Gobierno el retroceso sea tal que una nueva generación de españolas se halle en su situación. O en una peor.
Cinta estaba en la universidad, y hacía trabajillos de vez en cuando para ganar algún dinero
. Aún así, no le llegaba para juntar las más de 30.000 pesetas que costaba la intervención. Más el viaje. Recuerda que terminó por pedir prestado lo que le faltaba a sus amigas
. Mal que bien acabó reuniendo el dinero y, sobre todo, la información.
 Cuando a ella le ocurrió aquello hacía un par de años que se habían legalizado los anticonceptivos, y eso lo hizo todo algo más fácil.
Hasta 1978 estaba prohibido incluso informar sobre ellos, lo que incentivó que las organizaciones feministas tejiesen una discreta red en la que se instruía sobre planificación familiar a las mujeres que llegaban pidiendo ayuda.
 Allí, evoca Justa Montero, histórica del movimiento feminista y cofundadora de la Comisión Pro Derecho al Aborto, les daban también la dirección de centros fiables de Londres y Ámsterdam, y la de alguna agencia de viajes colaboradora.
En Amsterdam, una intervención costaba 30.000 pesetas. Cinta las reunió
Ese circuito se fue profesionalizando con la apertura de los primeros centros de planificación familiar donde, de tapadillo y con altísimo riesgo, se empezaron a organizar los viajes.
 Solían durar cuatro días, de jueves a domingo.
E iban tantas españolas que las clínicas receptoras terminaron por contratar a personal que hablaban su idioma.
La red funcionaba como un reloj: las mujeres acudían al centro, les informaban y las enviaban a la agencia de viajes cómplice.
 Allí daban un nombre en clave, una contraseña, para obtener los billetes
. Después, reunión con las que viajarían, y a Londres... “Había mujeres de todo tipo, solteras, casadas que habían dejado a los maridos en España, preocupados, porque no podían pagar el viaje para los dos”, cuenta Luisa Torres, con más de 40 años a sus espaldas como trabajadora social, primero en los centros de planificación y después en la clínica Dator, la pionera (legal)
. Recuerda con nitidez a la mujer gitana que no sabía leer ni escribir y para quien designaron una persona de apoyo
. O a la ciega que tenía que viajar con su perro guía.
 “Todas estaban asustadas, sabían que estaban saliendo del país para hacer algo que en España estaba prohibido”, dice. Acongoje mayor cuando, en 1980, un juez procesó a una mujer que abortó en Londres pretendiendo que había extraterritorialidad en el delito.
 Una polémica que zanjó el Constitucional en 1984, un año antes de despenalizar la práctica.
Pero hasta ese colchón de apoyo no llegaban todas las mujeres.
 Ni mucho menos
. En aquel entonces se practicaban en España alrededor de 300.000 abortos al año, según estimaciones de la Fiscalía del Tribunal Supremo (cálculo de su memoria de 1974).
Cifra que los sectores más conservadores siempre consideraron desorbitada.
Pero ni los preservativos ni la píldora (y menos cuando estaban prohibidos) eran algo corriente.
“En España siempre ha habido aborto, de una u otra forma.
 Cuántos de las artistonas, o de las señoras e de hijas de familias pudientes, se disfrazaban como apendicitis”, apunta Torres.
El problema eran las mujeres de los pueblos y las más humildes, que se veían obligadas a recurrir a abortos inseguros, carniceros.
 La mayoría a manos de aborteras que empleaban desde hierbas tradicionales como hinojo o perejil hasta procedimientos más agresivos.
 Y peligrosos.
En 1973, en la cama de su madre, una abortera ‘operó’ a María, de 15 años
María recuerda que estuvo enferma un mes.
Tenía 15 años cuando su abuela se plantó en el baño cuando se estaba duchando y le dijo: “Tú estás preñá”. Lo reconoció.
 “Estaba de tres meses, y antes de que se descubriera me decía a mí misma que si no pensaba en ello, desaparecería
. Era una cría”, relata. Corría 1973 y María vivía en una casa del Raval, en Barcelona.
Su abuela llamó a una mujer del barrio, “la enfermera, le decían”.
Fue a casa, la tumbó en la cama de su madre y lo hizo todo.
“Nunca en mi vida he pasado por algo tan doloroso.
Un sufrimiento que se acentúa con el pensar que estás haciendo algo tabú...”, recuerda.
 La enfermera le introdujo una cánula fina, flexible, con ayuda, cuenta, de una aguja de hacer media, y por ahí metió la lavativa.
 “Tenía, entre otras cosas, sosa”, explica María
. La mujer se fue, y empezó el dolor. Quemaba
. La chica no se pudo levantar de la cama en muchos días. Salvo para expulsar los restos del aborto en un barreño.
Le tiembla la voz cuando lo recuerda. “No se lo deseo a nadie. Ninguna mujer debería hacerlo en esas condiciones”, apunta
. Ella era joven y tenía miedo. Pero más por la oscuridad del proceso que por las consecuencias legales que podría acarrearle: el Código Penal penaba con seis años de cárcel a la mujer que abortase —seis meses si era para ocultar su deshonra—.
 La condena que pidieron, por ejemplo, para las once de Bilbao, un puñado de mujeres humildes que fueron a juicio en 1979 por interrumpir su gestación
. Al final, fueron indultadas.
María ha llevado una buena vida, trabaja de secretaria, es feliz.
 Pero no ha podido tener hijos. Probablemente, dice el médico, por la infección que tuvo tras la intervención clandestina.
 Ella se curó.
 Otras muchas, unas 3.000 al año, morían por las complicaciones derivadas de esos abortos peligrosos.

Genoveva, el nuevo tesoro...........................Boris Izaguirre

No está casada con el hijo de la duquesa, pero es directora de comunicación de la Casa de Alba. Genoveva Casanova ha ganado a la vez la libertad y la permanencia.

Genoveva Casanova, fotografiada en Madrid el pasado lunes. / GTRESONLINE

No hay nada para animar una semana de descomprensión poselectoral como descubrir que un hackeador ha conseguido tu número de móvil y lo ha subido a una red social! El célebre link con los móviles de los famosos ha originado un nuevo quién es quién de la celebridad nacional. 
Algunos desearían estar entre el grupo de los 80 afectados.
 No hay nada más in en este momento: si no apareces en el link de los móviles hackeados, desapareces, no eres nadie.
 Para otros ha sido más cruel: María Teresa Campos sufrió un ataque de ansiedad tras recibir más de 800 llamadas en su móvil. 
Se ha comentado que el teléfono de donde se habría extraído el listado pertenecía a un ex de Terelu, la hija de la Campos. 
“No pienso llamar al móvil que viene en la lista, porque sospecho que ya habrá cambiado de número”, explica otra persona que también deja caer su malestar por no estar en ella. “Te hace sentir casi inferior”, confirma. “Lo que nunca entenderé es el criterio: ¿por qué están unos y otros no?”.
Con el link, la cultura de la celebridad encuentra una nueva senda
. Que todo es público, no existe intimidad, ya ni siquiera tu teléfono te pertenece. Pero la crisis impone relativizarlo todo, como hace el expresidente de Bankia, señor Blesa, que nos ha dicho esta semana que “todos cometimos excesos”, reconociendo que a él le compraron en su banco un coche blindado de 500.000 euros, casi la misma cantidad recaudada el jueves en Barcelona en la Gala contra el Sida. Es para quedarse perplejo, que al final es casi lo único que podemos hacer, porque al señor Blesa el valor de sus palabras y de sus excesos debe de darle relativamente igual. Mientras observamos cómo se arrojan miles de millones de euros al pozo sin fondo de la locura inmobiliaria, los implicados en la gestión del banco se empeñan en afirmar que la no responsabilidad era y es su moneda de cambio. 
Cada día de esta semana hemos asistido al paseo de esa ausencia de responsabilidad saliendo a bordo de sus berlinas blindadas.
 Un día son los presidentes de los bancos intervenidos, otro son los implicados en la mafia hispano-china.
El Madrid Arena se cobra una quinta vida y encontrar un responsable se vuelve imposible, es lo que pasa en las sociedades sin responsabilidad. La muerte de la quinta joven hizo cancelar la ­inauguración de la exposición de tesoros artísticos de la familia Alba en el palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid. La nueva portavoz de la casa de Alba, Genoveva Casanova, esa vocacional y entusiasta historiadora de arte, nos explicó que la exposición servirá para descubrir la colección y la historia de nuestro país.
 Podríamos agregar que hay un ejercicio de responsabilidad en hacer y mantener una colección así, y que confiamos que en el palacio de Cibeles no haya los fallos que se han visto en otras dependencias municipales.
Es también reconfortante la floreciente relación de Genoveva con las artes.
 Lo hizo primero casi eclipsando en la entrega del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa, y continúa ahora promoviendo la exposición de la familia Alba, a la que ella ha agregado unos nietos que se suman felizmente a tan fabuloso patrimonio.
 Genoveva tiene el espíritu del coleccionista, sabe hacer las cosas a largo plazo.
 Aunque linda, no llama en exceso la atención, y como mexicana, es capaz de sortear con dulzura todo tipo de accidentes. Recordemos que a la entrega del Nobel acudió con la pierna escayolada y una colección de abrigos de piel cedidos por una amiga peletera.
 Aunque ya no está casada con el hijo de la duquesa, quienes han viajado con ella han recibido su tarjeta de presentación como directora de comunicación de la casa de Alba. Genoveva ha conseguido al mismo tiempo la libertad y la permanencia.
Como la permanencia de Urdangarin al lado de su esposa y su suegra para visitar al Monarca. Aunque la imagen ha quedado eclipsada por la perplejidad poselectoral de los de Mas, puede decirse que ha sido un nuevo éxito del concepto de relaciones públicas que maneja Letizia Ortiz desde este último verano en Marivent: juntos, perplejos, pero no revueltos.
 Cronometradísimo para que en la foto se noten más los ausentes que los presentes.
 Los que importan no están. 
 Así, en plan comando, Cristina ha conseguido reintroducir a su marido y a sí misma a la foto familiar, calculando que la anestesia de la operación mantendría al padre más o menos adormilado. 
Cristina se dio un buen regalo de Reyes y además consiguió instaurar una nueva máxima: No sin mi esposo.
Mucho se ha especulado sobre si coincidieron o si era necesario coincidir en las habitaciones del hospital. En cualquier caso, fueron los niños, que también son primos, los que inyectaron oxígeno en el ambiente. Cristina e Iñaki importan, a su manera, la tradición del Día de Acción de Gracias que conocieron cuando vivían en Washington. Urdangarin aprovechó también para devolvernos su feroz mirada, y de paso saludar a Spottorno, el hombre que hace un año lo apartó de la familia.
 Su reaparición y su maniobra de aproximación pueden alargar la convalecencia del Monarca y alejarlo a él de cualquier responsabilidad.

 

4 may 2013

Historia de un libro único

Ve la luz 'A sangre y fuego', mítico libro de Chaves Nogales sobre la Guerra Civil

Esta edición incluye dos relatos nunca publicados en España que adelantamos en exclusiva.

Archivo Pilar Chaves Jones

La importancia de A sangre y fuego de Chaves Nogales y su fortuna literaria actual no podrían entenderse acaso sin contar la historia de ese libro que se había publicado por vez primera en 1937 en Chile y del que no se tenían noticias hasta que Abelardo Linares lo encontró en uno de sus viajes a América.
 Cuando los lectores de Las armas y las letras, de 1994, se tropezaron poco después con las primeras y memorables líneas del prólogo de Chaves (“yo era eso que los sociólogos llaman un pequeño burgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria”), advirtieron que aquello no sólo sonaba a otra cosa, sino que era otra cosa. ¿Qué? No se parecía a nada ni le conocíamos a nadie un coraje semejante hablando de la guerra. Fue una conmoción.
Era el eslabón perdido de algo que habíamos estado buscando a ciegas durante años.
 Conocíamos ya, claro, el único libro que se le parecía un poco, el no menos inexistente Ayer y hoy, de Baroja, publicado en 1939 y también en Chile, pero el del barojiano Chaves Nogales era de otra naturaleza y, si podemos decirlo así, menos confuso en la defensa de los principios democráticos y de la Ilustración.
 No debemos olvidar que en el mismo 1938 y en la Salamanca franquista y ante un sínodo de notorios fascistas, el ilustrado Baroja juraría defender por el Ángel Custodio no sé qué demonios.
Veinte años después de aquel 1993 las cosas han cambiado mucho en España.
 En 1993 Chaves era un desconocido, autor de un libro sobre Belmonte; hoy es un clásico estimado y sus obras se reeditan de continuo. ¿Qué las hace tan especiales, por qué ha sido tan bien recibido su autor en la élite intelectual, de la que se le había excluido durante medio siglo? ¿Y por qué fue excluido de ella?
La historia de A sangre y fuego es a un tiempo, sí, la historia de su infortunio, pero también del nuestro
Sin duda por advertir y denunciar antes que nadie la semejanza del terror, que estaba siendo igual en uno y otro bando, adelantándose a quienes poco después, como Hannah Arendt, iban a descubrir la raíz común del mal, esa poetización de la Historia que estaba justificando en toda Europa masacres sin cuento.
 Y por supuesto que Chaves no estaba hablando de equidistancia, y sí de trabajar para la verdad, la de contar cómo los sublevados soñaban “un paraíso de desfiles marciales, jornales bajos, rentas altas, procesiones y fiestas de la raza”, y cómo los que se apoderaron de la República durante la guerra hicieron de ella un país revolucionario en el que el trabajo que “daban antes como una limosna los patrones, ahora lo darían como un premio los sindicatos”.
 Quienes como el propio Chaves no eran ni reaccionarios ni revolucionarios, sólo tenían dos opciones
. Al igual que el personaje de otro de sus relatos, sólo les quedaba o morir, “batiéndose por una causa que no era la suya”, o marcharse, y esto hizo él, buscando un lugar donde seguir libre.
Ni unos ni otros le perdonarían sus escritos, confirmando con ello que si algo detestaba más que ninguna otra cosa cada uno de los dos bandos no era el bando contrario, sino cualquiera que se resistiese a pertenecer a uno de ellos.
 Así que el día que Chaves escribió en La defensa de Madrid (México, 1939), acabada aquella “estúpida guerra”, que “la verdad es esta: los heroicos y gloriosos ejércitos que luchaban en Ciudad Universitaria estaban formados con la escoria del mundo.
 Basta fijar los ojos en la lista de las fuerzas que los componían.
Frente a la Brigada Internacional de los rojos, la Novena Bandera del Tercio Extranjero de los blancos, una y otra, receptáculo de todos los criminales aventureros y desesperados de Europa”, el día que escribió esta frase y otras parecidas, decía, firmó su sentencia de muerte literaria y civil, y empezando por su amigo el comunista Jesús Izcaray y siguiendo por el delator antisemita César González Ruano, lo calumniaron sin piedad a partir de entonces.
El olvido vino por esta correa de transmisión.
No le importó
. Su “pecado” fue haber sido demócrata antes, durante y después de la guerra, y si el 19 de julio de 1936 el país dejó atrás la política, aprestándose a aniquilarse con saña feroz, eso hizo Chaves como narrador, con voz apagada pero muy firme: hechos escuetos, contados con brío en una prosa vibrante que tiene lo mejor del Baroja de las Memorias de un hombre de acción y lo mejor del Valle-Inclán del Ruedo Ibérico, con los ecos al fondo de La caballería roja de Babel.
 Al lector sólo le queda asistir atónito y consternado al triunfo de la barbarie.
La historia de este libro es a un tiempo, sí, la historia de su infortunio, pero también del nuestro.
 Hace veinticinco años España llegaba cincuenta tarde a unos hechos que deberían haberse olvidado hacía mucho.
 Ahora, tres cuartos de siglo después de que se publicase por primera vez, nos recuerda que entre los hunos y los hotros estaba la inmensa mayoría, la primera que cayó en la guerra, junto a la verdad.
 A sangre y fuego empezó a hacer visibles una y otra.