Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 may 2013

Ana María Moix, una poetisa enfadada

A los 65 años, La Nena, como la siguen llamando sus amigos de la ‘gauche divine’, lucha contra un cáncer y lamenta que no haya una política de izquierda

“Costó mucho recuperar la democracia y ahora se la están rifando. Cuando Hitler ganó en Alemania, tenían menos paro que nosotros ahora. Es un peligroso caldo de cultivo”

Ana María Moix en Barcelona / SOFÍA MORO

Ana María Moix es de una naturalidad infrecuente.
Ana María Moix (Barcelona, 1947) es poetisa, novelista y traductora. A la derecha, en su casa de Barcelona. Arriba, fotos familiares, entre ellas con su hermano Terenci Moix.
Cuando acabamos de comer, esta mujer, a la que los supervivientes de la gauche divine siguen llamando La Nena, quiso remarcar lo que le agradece a los hijos de su compañera Rosa la conversación que le han dado a lo largo de estas tres últimas décadas.
 Las que lleva viviendo con Rosa.
Está luchando contra un cáncer. No fuma, ella que tanto fumó. Mantiene aquella ingenuidad que la convirtió en la mirada más fresca de la troupe de Carlos Barral, y está cabreada; lo dijo en un libro, Manifiesto personal. 
“Y ahora, más preocupada. No hay izquierda, y eso me da miedo”.
En los años sesenta se vio con todos (Gabo, Vargas Llosa, Donoso, Dalí, Marsé, Ana María Matute…), a todos los retrató (en conversaciones que publicó en TeleXpres) como si estuvieran desnudos, y hoy no deja caer ni un nombre propio para darse pisto. Si acaso, el de Terenci, pero Terenci es su hermano.
Pocas veces la escuché hablar directamente de sus padres. Ahora hablará de ellos, en unas memorias que se le resisten. “Quizá sea la hora de utilizar el yo”.
 Los padres, Jesús y Ángeles, “eran un poco surrealistas”. La madre era guapísima, de un carácter fuerte, y el padre era taciturno, “solo hablaba con chistes”.
Fueron tres hijos, pero Miguel murió a los 18 años, cuando Ana María tenía 15. Un chico muy alegre, que nació con espina bífida. “Eso nos marcó mucho, distorsionó la vida”.
 Un calvario, hasta que Miguel murió.
El padre se hacía cargo de los talleres de pintura que crearon los abuelos. “El negocio lo llevaban entre tres hermanos; es un decir, porque en realidad lo dirigía la abuela.
 Ella mandando hasta los 82 años sobre aquellos tíos de 60. Hasta que se murió”.
Fotos de familia de Ana María Moix. / SOFÍA MORO
La madre era caótica, “creo que frustrada porque era muy inteligente… Mis padres levantaron dieciocho actas de divorcio, él era un celoso típico, pero tenía novias por todos los lados”.
 Una de esas dieciocho actas era porque a su padre no le gustaban las acelgas para cenar y él fue al abogado: “que te dieran de comer algo que ella sabía que no le gustaba era tortura”.
Ellos vivieron mal ese dime y direte. “Terenci no tanto, o por lo menos él decía que no.
 Tenía otro carácter, él inventaba grandes películas de Hollywood a partir de esas historias
. Con mi padre se llevaba muy mal desde que a los catorce años le dijo que quería ser escritor y que no quería estudiar
. Hasta que mi hermano empezó a ser conocido y ya se llevaron mejor”.
El padre quería que ella estudiara Farmacia. “No hagas Letras”, le decía, “porque si no te casas te morirás de hambre. Matricúlate en Farmacia porque aunque no te cases tendrás un negocio tuyo.
 Luego hice Letras y tampoco se enteró de que escribía hasta que publiqué un cuento en Destino.
 Se titulaba El hermano, en recuerdo del hermano muerto”.
Antes de los cuatro años iba sola al colegio del barrio, “lo había aprendido observando a mis hermanos”
. A los siete años la pasaron a la clase de los que le doblaban la edad, “porque ya lo sabía todo, eso era extraño y me trataban como la rara… Empecé el bachillerato tarde, hice cuatro cursos en uno”.
Entonces aquella niña rara no hablaba.
 “En la academia pedían que dijéramos en alto la edad y el domicilio. Me puse tan nerviosa que en vez de mi fecha de nacimiento dije la del descubrimiento de América. El profesor dijo: ‘¡Ah, pues se conserva usted muy bien!”.
Empezó a escribir a los 12 años.
 “Recreaba a Bécquer, a Ana María Matute, a Azorín. Los tres me siguen gustando, fueron tres buenos guías”.
Terenci le prestaba libros, la llevaba al cine, con sus amigos. 
“Me llevaba bien con Terenci… Él iba ya entonces por la editorial Mateu. 
Allí había una chica que leía mucho y escribía muy bien, Amparo Mejía, una amiga de Maruja Torres. 
Me dejaron un libro, Un hombre acabado, de Papini. El director de la escuela me dijo: ‘Uy, soy partidario de que leas de todo, pero no Un hombre acabado, ¡cuesta mucho llegar a ser un hombre acabado!”.
Terenci se fue a París, tras la huella de Néstor Almendros
. “Fue un drama familiar porque se fue el día del aniversario de la muerte de Miguel. 
Fueron dos disgustos para mi madre, que se fuera a París y que lo hiciera en esa fecha”.
Para el novelista, si no sales de ti mismo, no puedes crear un personaje que no eres tú”
“Fuimos Maruja y yo a despedirlo.
 Lloramos. Él me dejó bajo la tutela de Maruja, para que me llevara al cine.
 Y ella me llevó a ver El año pasado en Marienbad. 
Luego fue una persona importante en mi vida, en muchos aspectos”.
Cuando ya la riña con los padres fue insoportable, Terenci y Ana se fueron a vivir con unas tías… 
Cuando ya Ana era La Nena que escribía en los periódicos y conocía a toda la Barcelona de Bocaccio, volvía del bar más famoso de la época, recogía en la casa de sus padres a la tía Felisa, la llevaba a su casa y volvía a tomar copas… 
“Me acogieron bien, hice amigos y realmente disfruté y, en comparación, aprendí en aquel ambiente vivo y estimulante más que lo que me enseñaron en la Universidad”.
El tiempo de Josep Maria Castellet, Jaime Gil de Biedma, Juan Marsé… La Nena entre ellos, presididos por Barral. El tiempo de la amistad. “Ya es distinto, me dicen”, cuenta Ana María. 
“De repente todo cambió, te encontrabas con personajes de traje y corbata azul marino y una calculadora en la mano, dice Barral en sus memorias. Eran los nuevos gestores de la cultura
. Ese era ya el retrato de lo que vino enseguida”. Y de lo que subsiste.
“Casi cada semana comíamos con Castellet y su mujer.
 Y como él era muy coqueto, luego nos íbamos a que él se comprara camisas y calcetines, para esas piernas larguísimas que tiene, y él los quería hasta la rodilla… 
Con él y con el propio Jaime Gil entablé una relación que fue más allá de la literatura, hablábamos de los problemas humanos, familiares o económicos. Ya no solo se trataba de hablar de libros”.
La madre empezó a leer Julia, una novela de Ana que transpira autobiografía. Debió de verse en ella, no quiso seguir, “la tiró”. Después la madre leyó su poesía tan solo.
 “Estaba orgullosa, le gustaba…”. Corrigió aquella novela, volverá a hacerlo, y escribirá de los padres “cuando pueda decir ya la palabra yo, se me resiste tanto la primera persona…”.
¿Y del hermano, sigue siendo complicado escribir de Terenci? “En una entrevista, él dijo que siempre había sido un adolescente triste y solitario. Cuando estábamos con él era tan divertido, le gustaba tanto estar con otros, derramar esa simpatía sin freno que la gente recuerda. Debió de ser muy amargo, muy melancólico y triste, pero, como mi madre, se creaba la fantasía de la felicidad.
 La idea que tiene la gente de él es que era un tipo divertido y alegre. Pero lo pasó muy mal… No solo por cosas amorosas, también por cuestiones profesionales. Un día le dije: ‘Mira, Terenci, decide qué clase de escritor quieres ser…’. Porque él quería vender cien mil ejemplares y a la vez ser un autor de la categoría de Juan Benet, por ejemplo… Querer ser las dos cosas te llevaba a la insatisfacción”.
Fotografías de Colita de sus amigos Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma. / SOFÍA MORO
–Y ahora, Ana, ¿cómo ve lo que pasa ahora en este país?
–Uf –dice–. El desencanto otra vez.
 Ahora ya el cabreo no es con el PP, ya sabíamos lo que era.
 El cabreo es con la izquierda. ¿Dónde está, cómo es posible que se haya roto en mil pedazos…? Estamos en un periodo de catástrofe. Hay que revisar partidos, democracia y todo.
–Se ha mantenido usted como aquella chiquilla, suave y firme a la vez. La Nena a los 65.
–Quizá una edad suficiente para que tenga que aceptar que me tengo que ir.
–Pero ha superado lo peor de la enfermedad.
–Está estancada. Es mucho. No me quejo. Hace unos años ya no estaríamos aquí.
–¿Cómo lleva esas memorias?
–Con vértigo.
–Es una buena sensación.
–Quizá sí… En este tiempo me han dado confianza Rosa, Martín, Borja… Sin ellos me habría quedado anclada. Gracias a Rosa y a estos chicos he seguido el pulso de la vida, de la ciudad, del país y de esta generación que ya no es la mía, y hay cosas que me sorprenden, otras que comparto y otras que veo difusas.
 Considero que lo tienen muy difícil por la situación actual, pero que en cambio tienen una mentalidad muy bonita, muy abierta, mucho más que nosotros.
El diálogo entre ella y los chicos sigue. “Sobre esta incertidumbre de no saber si tenemos una democracia que se va al carajo. Es que salimos del franquismo, costó mucho recuperar la democracia y ahora se la están rifando. Es indignante”.
Un momento peligroso. “Cuando Hitler ganó las elecciones en Alemania tenían un poco menos paro que nosotros. Es un caldo de cultivo y me da miedo porque no hay izquierda”.
Da esperanza el amor, claro. “La amistad siempre es amor. El amor sexual, el amor pasión, pasa; pero el amor fuerte y largo es positivo. Cuando te pones en el lugar del otro, lo comprendes… Para el novelista es igual; si no sales de ti mismo, no puedes crear un personaje que no eres tú”.
–Pues ahora, Ana, usted está tratando de ser usted misma, pero recordándose…
–Un personaje que nunca fui, que soy yo misma.
Tantos años viéndola fumar, ahora extraña que La Nena hable con los dedos quietos.

 

Acatar o no acatar.......................Boris Izaguirre

En serio: Letizia podría ensayar un poquito más estas aristocráticas apariciones, disimular con más convicción el desinterés que siente por ellas. Sabemos que es una profesional atrapada en un palacio.

Realmente Letizia siente Desinterés? o como una "parvenu" que es quiere parecer más guapa, más alta, y resignarse a que no sabe nada de las realezas, que mucho le importan, no se hubiera casado con el Príncipe. Anque sabe que no va a Reinar, le falta todo lo que tiene Máxima de Holanda.

Sheikha Moza bint Nasser, jequesa de Catar, a su llegada a la ceremonia de coronación de los reyes de Holanda. / FRANK VAN BEEK (AFP)

Desde que en su discurso de despedida, Beatriz de Holanda dijera eso de “puede que la historia diga que la elección de mi esposo fue mi mejor decisión”, he sentido que tenemos mucho en común.
No como reinas, sino como personas.
 Y que duda cabe que su hijo, el nuevo rey Guillermo Alejandro, secunda esta felicidad conyugal. Porque, ¿qué seria hoy Holanda sin Máxima, toda emoción, toda gestualidad y glamour latino? Y, qué seria de Argentina sin Máxima, que ha convertido en realidad el sueño de toda mamá conservadora, que su hija (no su hijo) llegue a ser reina.
Es curioso que en los dos casos de renuncia a una jefatura de estado, como hemos asistido en el Vaticano y en el reino de Holanda, los sucesores compartan nacionalidad, tango y parrilla.
 Un doble golpe difícil de encajar para la presidenta argentina, Cristina Fernández, que tiene que luchar por la reelección, el escándalo de lavado de dólares por parte del entorno de su difunto marido y ver como dos compatriotas se plantan en el centro mismo del poder europeo y la dejan en la periferia.
Por ese triunfo personal, Máxima no solo estuvo regia en su investidura sino que demostraba estar pasándoselo genial con el subidón al trono.
 El despliegue de tiaras, collares y tulipanes le ha sentado muy bien a los invitados. Confirmando que nada mejor para cualquier corona que la renovación y el oxígeno del carnaval que le acompaña. ¡Otro efecto realmente balsámico de lo sucedido en Amsterdam es comprobar la ausencia de trauma en la abdicación! Sencillamente, te peinas y te arreglas bien, convocas en un maravilloso salón con una solida mesa de caoba y enmarcas en un buen libro el acta de renuncia, te sientas junto a tus sucesores, firmas y… ¡traspaso de poderes listo!
 Se inicia una nueva etapa, se recupera la credibilidad y, lo dicho en El gatopardo: que todo cambie para que todo siga igual.
 Ni peros constitucionales, ni melones abiertos. Cuando las encuestas indican que bajas, la mejor manera de recuperar es renunciar.
Luego viene todo lo serio.
 Esa Mozah, jequesa de Catar, con su glamour XXL, acatando al máximo los códigos que exige la costumbre islámica y definiendo la mujer árabe rica de hoy, pero con un aire de naftalina retro años cincuenta. ¿Cómo se puede definir ese collarón que llevaba? ¿Aristocrazy?
 Un poco de aristo y un mucho de crazy.
 Fue uno de los artefactos más grandes de todos los vistos, una especie de Desafío de Andrómeda de medialunas engarzadas en oro, destacando sobre la oscuridad de su vestido-túnica azul petróleo (qué otro color iba a usar viniendo de un emirato).
 Se sentó con el aplomo y la tranquilidad que te da llevar Catar al cuello.
 No lejos, Letizia, también vestida de oscuro , llevaba a Catar en la cabeza, ya que su tiara era la misma que se empleó en la boda de Urdangarin, quién ahora está pendiente de su contrato de trabajo allá en el emirato
. Letizia no quería dejar pasar la oportunidad de recordárselo de alguna manera a la jequesa antes de que esta se quitase su turbador turbante.
 En serio:
 Letizia podría ensayar un poquito mas estas aristocráticas apariciones, intentar disimular con mas convicción el desinterés que siente por ellas.
 Princesa, sabemos que es una profesional atrapada en un palacio, no tanto como la princesa Masako que llevaba siete años sin salir, pero tómese estas situaciones precisamente como un trabajo.
 No debería seguir apareciendo guapa pero con el rostro tenso marcado por el “vámonos cuanto antes, que rollo!”.
 Lo bueno ha sido confirmar que Felipe Varela, su diseñador de cabecera, se ha visto las mejores películas de Sara Montiel, en especial La Violetera y eso le ha ayudado a interpretar a la princesa entre encajes.
 Un buen guiño a nuestra cultura popular al que las princesas también están engarzadas.
Lo del talante de Letizia no fue nada comparado con la maquilladísima cara de Masako, la princesa que como ya hemos dicho lleva siete años sin salir de casa y once sin salir de Japón.
 En la investidura estaba como una seda aunque, ligeramente desorbitada quizás por ver tanto brillo tan de sopetón.
 Puede ser que sentir tan de cerca a Mozah y a Letizia juntas no haya sido del todo beneficioso para su estado. En el fondo, probablemente, anhela lo que anhelamos todos, que algo gordo y duro, como un pedrusco de la jequesa, nos caiga en la cabeza para despertarnos de este mal sueño.
Sin sueño y muy despierta estuvo Genoveva Casanova, directora de proyectos y diamante en bruto, de la Casa de Alba, al confundir, en un baile de hombres y de letras, a Quevedo con Cervantes.
 Habló de la importancia de El Quijote de Quevedo y de Los Fusilamientos del 3 de mayo, de Goya. Dando así un punto humano y divertido a la rigidez cultural de los clásicos en la entrega de premios Naranja y Limón.
 En la aristocracia del deporte americano también se ha encendido otra estrella: Jason Collins, que desde el núcleo duro de la NBA ha reconocido públicamente su homosexualidad.
 Una difícil decisión que el presidente Obama apoyó inmediatamente haciéndonos ver, al igual que Genoveva y Beatriz, que lo realmente traumático es no querer cambiar.
 Ni abdicar.

 

3 may 2013

El mejor regalo para el Día de la Madre

Esta entrada ha sido escrita por Amaia Celorrio, responsable de Relaciones Públicas y Contenido del Comité español de ACNUR.
Madres congo
Una trabajadora de ACNUR registra a una madre desplazada junto a sus 5 hijos en el campo de Mugunga 1, RDC. Foto: ACNUR / P. Taggart
¿No has podido esperar al Día de la Madre para abrir esta entrada? Bien hecho. Hay muchas madres de República Democrática del Congo (RDC) que  salvaron sus vidas porque alguien no esperó para enviarles ayuda.
Las mujeres de RDC son las principales víctimas del conflicto armado que todavía persiste en la zona. En algunas regiones del este del país, el 70% de las mujeres han sido violadas o mutiladas sexualmente.
 De esa cifra, la mayoría de las víctimas son menores de edad. La representante especial de las Naciones Unidas para la Violencia Sexual en Conflicto, Margot Wallström, ha descrito Goma en la República Democrática de Congo como "la capital mundial de las violaciones".
 Sólo en el este del país (Kivu del Norte, del Sur y la provincia oriental) en el año 2011, se registraron 11.679 casos y en 2012, 15.788 casos, aunque estas cifras solo corresponden a una parte del país y a las mujeres que han recibido asistencia multisectorial (médica, psicológica o legal).
 La mayoría de los casos no se registran porque las personas tiene miedo de denunciar por temor a las represalias (las fuerzas armadas y la policía son responsables aproximadamente de un 20% de las violaciones) y sobre todo por la enorme estigmatización social que resulta de la violación.
En la mayoría de los casos, las víctimas son rechazadas por sus maridos tras la violación y los hijos nacidos son expulsados de la comunidad
. Muchos de estos niños acaban malviviendo en prostíbulos o en situaciones de explotación.
 En el caso de las niñas violadas (casi el 50% del total) no pueden casarse, y una mujer sin marido no tiene lugar en la sociedad congoleña.
Es clave que la protección beneficie a todas las congoleñas y tenga entre sus prioridades a las poblaciones refugiadas y desplazadas
. La estrategia que las organizaciones internacionales llevan a cabo junto al Ministerio de Género incluye en la mayoría de los casos asistencia médica, jurídica y psicosocial; el apoyo que necesitan para seguir desarrollando sus capacidades como personas, como mujeres, como parte activa de sus comunidades: educación, formación y orientación para crear sus propias redes de construcción de futuro; y en el caso de situaciones de desplazamiento, su identificación ya sea como refugiadas, retornadas o desplazadas.
 Además, se trabaja muy activamente en el área de la prevención de la violencia de género formando a las mujeres sobre sus derechos y trabajando con las comunidades para fomentar un cambio sociocultural que elimine las causas profundas de la violencia.
Por eso hemos puesto en marcha una campaña el Día de la Madre con el objetivo de proporcionar a las mujeres que han sufrido violencia sexual PEP kits (para evitar enfermedades de transmisión sexual, VIH, embarazos, etc.), apoyo legal y psicosocial a las víctimas, refuerzo de las redes comunitarias de protección y equipamiento de espacios para jóvenes, y formación para que aprendan una profesión y sean independientes, entre otros.

La desgracia de nacer mujer.................Del Blog Mujeres


Alfonsina storni(1)A Alfonsina Storni, en una entrevista, la presentaron como el hombre que había tenido la desgracia de nacer mujer
. Sí, porque la poeta había crecido en una sociedad que no podía asimilar la libertad con la que vivía absolutamente todo: desde su literatura hasta su sexualidad, como artista y como mujer. Alfonsina Storni estuvo enamorada de un hombre casado y se quedó embarazada.
Lo más común en la época era abortar, porque por supuesto el padre de la criatura no pensaba darle su apellido, puesto que tendría que oficializar lo que en un principio no debería pasar de aventura.
 Así que renunció al amor y a la familia estereotipada y se marchó con su hijo, al que como pudo sacó adelante sin dejar de estar presente en la vida cultural del momento.
Pero no es la única a la que preocupaba esa dualidad entre hombre y mujer, siendo la barrera entre ambos no la diferencia de sexo, sino la diferencia entre libertad y libertad. Sylvia Plath, siendo jovencísima, también empezó a darse cuenta de que nacer mujer iba en contra de todas las vidas a las que quería asomarse siquiera a curiosear.
 En sus diarios, anotaba: "Estoy de malas. Me disgusta ser chica porque como tal he de comprender que no puedo ser hombre.
En otras palabras, tengo que canalizar mis energías en la dirección y la fuerza de mi compañero.
 Mi único acto libre es elegir o rechazar a ese compañero". Incluso llegó a decir que su gran tragedia era haber nacido mujer, frase que recuerda muchísimo a la que utilizaron para referirse a una poeta mucho anterior a ella. Pero no son las únicas que se parecen entre sí y que preferirían haber nacido en el sexo opuesto, y con opuesto estamos siendo literales en la mayoría de casos: el que se opone.
Sylvia-PlathLamentablemente, los primeros signos de feminismo siempre están cargados de una pequeña guerra porque hay un ataque: la mujer contra la sociedad, la mujer contra el hombre, la mujer contra la mujer.
Y la peor de todas las batallas que le toca librar es esta última. Alfonsina Storni tenía grandes problemas para ser comprendida, en su vida y en su poesía, especialmente por las mujeres, que la consideraban inmoral.
 Y Sylvia Plath luchaba contra los tópicos femeninos de la época, como la sexualidad o la imposibilidad de cursar una carrera sin el dinero de un marido que no tenía y, además, no lograba encontrar (por fortuna, consiguió una beca para sus estudios).
La mujer se ve abocada al hombre, y aquellas que buscaron ser independientes eran definidas como varoniles.
 Entre ellas, Emilia Pardo Bazán: "Lo dicho, esta especie de transposición del estado de mujer a hombre es cada día más acentuada en mí, y por eso no tengo tanta zozobra moral como en otro caso tendría
. De los dos órdenes de virtudes que se exigen al género humano, elijo las del varón... y en paz".
Igual que Alfonsina Storni, Pardo Bazán vivía su sexualidad y su apasionado amor como si fuera un hombre... pero había tenido la desgracia de nacer mujer.
 La coruñesa luchaba contra un enemigo invisible que no era siquiera el sexo que se opone, sino una sociedad entera, unida por los prejuicios y la falta de justicia, una presunción de oportunidad: hasta que no se demuestre lo contrario, la mujer merece lo mismo que el hombre.
 "Lo único que creo que se debe en justicia a la mujer es la desaparición de la incapacidad congénita con que la sociedad la hiere. Iguálense las condiciones, y la libre evolución hará lo demás".
 Esta frase bien podría servir para contestar los elogios de Clarín a la escritora, que aseguraba que era brillante ma la gloria non vedo, porque la gloria era un lugar reservado para los hombres; la mujer no podría igualarse al hombre nunca porque la inteligencia era también una condición del varón. "En este desgraciado país, incapaces los hombres de equipararse a las mujeres, se dedican a difamarlas", le confiesa Pardo Bazán a Pérez Galdós.
Doña emilia-wgaliciaPero a veces el género opuesto, es decir el que se opone, está en nuestras listas: cuando Doña Emilia fundó la Biblioteca de la Mujer, con títulos de John Stuart Mill o August Bebel, rápidamente la línea empezó a ampliarse y a encaminarse hacia lo que la mujer demandaba, y lo que la mujer demandaba no eran ni mucho menos la osadía de Sylvia Plath, la inmoralidad de Alfonsina Storni o la lucidez de Pardo Bazán, sino que la conciencia femenina empezaba y terminaba con volúmenes sobre cocina.
 "Cuando yo fundé la Biblioteca de la Mujer, era mi objeto difundir en España las obras del alto feminismo extranjero (...).
 He visto, sin género de duda, que aquí a nadie le preocupan gran cosa estas cuestiones, y a la mujer, aún menos.
 Cuando por caso insólito, la mujer se mezcla en política, pide varias cosas asaz distintas, pero ninguna que directamente, como tal mujer, le interese y convenga.
 Aquí no hay sufragistas, ni mansas ni bravas.
En vista de lo cual, y no gustando de luchas sin ambiente, he resulto prestar amplitud a la sección de economía doméstica de dicha Biblioteca, y ya que no es útil hablar de derechos y adelantos femeninos, tratar gratamente de cómo se prepara escabeche de perdices y la bizcochada de almedra".
 Efectivamente, la lucha sin ambiente no es lucha ni útil, y Pardo Bazán amplió su biblioteca porque además de ser una Biblioteca de la Mujer, pretendía ser una Biblioteca para la mujer: y a la mujer no le preocupaba el feminismo, le preocupaba incluso menos que al hombre, porque los libros no se hacían solos, pero el escabeche de perdices tampoco.