Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 abr 2013

Dati defiende la intimidad de su hija


Rachida Dati, el 17 de abril de 2013. / MARTIN BUREAU (AFP)

Unos cuatro años después del nacimiento de la pequeña Zohra, la hija de la exministra de Justicia francesa y ahora diputada europea Rachida Dati, la paternidad de la niña sigue dando que hablar.
 Ahora lo hace bajo la forma de un tebeo político, un género con el viento en popa en Francia, titulado Rachida, en nombre de sus padres.
 La publicación está prevista para el jueves salvo que la justicia acceda a la petición de Dati, a quien no le ha hecho mucha gracia el cómic, y que ha pedido su retirada o, en su defecto, la incorporación de un mensaje en la portada que advierta que la obra atenta en contra de su intimidad y la de su hija.
Pide también a la editorial 100.000 euros en concepto de daños y prejuicios.
El guion del tebeo, editado por 12 Bis, está escrito por el periodista Yves Derai, autor ya de una biografía sobre la alcaldesa del séptimo distrito de París
. El cómic relata, usando la investigación sobre la paternidad de la hija de Dati como excusa, la carrera política de la que fue una de las grandes estrellas del primer gobierno del expresidente Nicolas Sarkozy y que cayó rápidamente en desgracia.
 Aspiraba hasta el martes, cuando anunció oficialmente que se retiraba de la carrera, a presentarse a las elecciones para la alcaldía de París del año que viene.
El tebeo relata la vida de Dati “en todas sus dimensiones”, según explica Derai a la versión digital del Nouvel Obs. “Pero como se trata de un tebeo, el todo se organiza en torno a un hilo conductor: la búsqueda del padre de su hija, que ella misma convirtió en un tema de conversación nacional”, añade y recuerda la demanda de paternidad realizada por la política a Dominique Desseigne, presidente del Grupo Lucien Barrière. Asegura que en ningún momento se dan detalles sobre la niña, la que retrata simplemente como una versión miniatura de su madre.
 “En realidad, nuestro tebeo es una coproducción con Rachida: va a poder hacerse la víctima, la partitura que mejor interpreta, y volver a ocupar el terreno mediático en un momento en que lo necesita”.
Fue el mismo autor el que anunció a Dati la publicación del tebeo, dado que le había enviado una copia antes de su salida con un mensaje en el que indicaba, con humor, que era una suerte de homenaje a su notoriedad. “Y lo pienso de verdad.
 Es el único verdadero personaje popular de la política, la única a la que se le pide autógrafos y fotos cuando está en actos públicos (…). El hecho de que se le dedique un tebeo de hecho lo prueba: es muy poco frecuente que los tebeos políticos se dediquen a personajes secundarios…”, añade.
La publicación, sin embargo, no ha gustado a Dati. Su abogado, Alain Cléry, denuncia “48 páginas de martilleo” en el que se toca “a lo más íntimo de la vida privada” de la protagonista. Mientras la letrada del autor de cómic, Nathalie Assal, destaca que en ningún momento se trata de hacer revelaciones sino que es una “sátira política” que demuestra cómo la política ha utilizado su vida privada con fines de hacer comunicación política.

Catando la melancolía



Con Flame y Citrón (2008), el danés Ole Christian Madsen, de larga trayectoria televisiva y con un puntual flirteo con el movimiento Dogma, puso toda la artillería pesada del cine espectáculo europeo al servicio de una compleja exploración de las ambigüedades del heroísmo: la peripecia vital de dos héroes de la Resistencia danesa era contada sin esquivar aristas, neutralizando ese impulso hagiográfico que Hollywood hubiese amplificado sin demasiado sonrojo. En Noche de vino y copas, su siguiente largo, el cineasta se entrega, incondicionalmente, a un subgénero que, hace tan solo unos años, nadie hubiese podido prever que iba a afirmarse como socorrida delicia danesa para la exportación: la comedia sobre perplejidades sentimentales donde la melancolía sexual propia del país de Carl Theodor Dreyer contrasta con la despreocupada carnalidad de lo latino. Tras Italiano para principiantes (2000), de Lone Scherfig, y Amor es todo lo que necesitas (2012), de Susanne Bier, Noche de vino y copas reincide en esas claves, proponiendo un ejercicio exento de sorpresas, pero con todas las previsibles gratificaciones de la especialidad en su justo lugar.
NOCHE DE VINO Y COPAS
Dirección: Ole Christian Madsen.
Intérpretes: Paprika Steen, Mikael Bertelsen, Adriana Mascialino, Jamie Morton.
Género: comedia. Dinamarca, 2011.
Duración: 99 minutos.
El fútbol argentino, los tránsitos de la cata a la intoxicación etílica, un matrimonio en tenso trámite de divorcio y un hijo adolescente en pleno despertar romántico son las cartas marcadas que emplea Madsen, con el aplomo de quien sabe que nadie aplaudirá su originalidad. Paprika Steen, cada vez mejor actriz de comedia, y una Adriana Mascialino, situada entre Isabel Sarli y una secundaria de Billy Wilder, elevan la película por encima de lo rutinario.

‘Vértigo’ renace entre los muertos

Se reedita en España 'Sudores fríos', la novela francesa en la que Alfred Hitchcock basó su 'thriller'

El certamen de Cannes proyectará restaurada la película, en una sesión amadrinada por Kim Novak.


"El licor fresco no le tranquilizó. Seguía dándole vueltas al problema que le obsesionaba. Renée era Madeleine y, sin embargo, Madeleine no tenía nada que ver con Renée.
 Y ningún doctor Ballard sería capaz de resolver este enigma.
 A no ser que él, Flavières, estuviera equivocado desde el principio y la memoria le hubiera jugado una mala pasada.
 Había conocido tan poco a la verdadera Madeleine, la de años atrás...
Habían pasado tantas cosas...". Cualquier cinéfilo reconoce al vuelo que si un texto habla de dos mujeres iguales (y una se llama Madeleine), cuya imagen se confunde en la memoria de un hombre que duda sobre son la misma o no, se está hablando de Vértigo, de Alfred Hitchcock, el clásico de 1958 que según las últimas listas de críticos (como la de Sight & sound) es la mejor película de la historia.
 Ahora se edita con nueva traducción en España Sudores fríos (RBA libros), de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, la novela original en la que se basó el cineasta británico para un thriller que en menos de un mes podrá verse en Cannes en una proyección en la que lucirá con sus viejos-nuevos colores gracias a su restauración.
Los franceses Pierre Boileau (1906-1989) y Thomas Narcejac (1908-1998) repitieron en Sudores fríos (de entre los muertos) -que así era su título original y de ahí salió el nombre del filme que mantuvo durante mucho tiempo en España- el mismo esquema en 1954 que aplicaron a algunas de sus más de 40 novelas escritas a cuatro manos
. En el libro El cine según Hitchcock, de François Truffaut, el cineasta francés le cuenta a Hitchcock que el libro estaba escrito para él, "para que a partir de ella realizara un filme"
. El británico le contesta: "Pero ya era un libro antes de que se compraran los derechos para mí"
. A lo que Truffaut le contesta que sí, aunque Boileau y Narcejac sabían que el cineasta había querido comprar Las diabólicas (otra de sus novelas), y que rápidamente redactaron algo similar para que Paramount picara el anzuelo. "Lo que me interesaba", resume Hitchcock, "eran los esfuerzos que hacía James Stewart para recrear una mujer, a partir de la imagen de una muerta".
Cualquiera que lea el libro descubrirá el gran giro que le diferencia de la película, que el mismo Hitchcock explica: "Solo al final el lector descubre, al mismo tiempo que el héroe, que se trataba de una misma mujer. Es una sorpresa final. En el filme, yo he procedido de otra manera
. Cuando comienza la segunda parte, cuando Stewart ha encontrado a la muchacha de cabello castaño, decidí desvelar en seguida la verdad, pero solo para el espectador: Judy no es una muchacha que se parezca a Madeleine, es Madeleine misma"
. El británico le cuenta a Truffaut que a su alrededor todo el mundo estaba en contra, pero que creaba así un suspense fundamentado en esta interrogación:
 "¿Cómo reaccionará James Stewart cuando descubra que ella le ha mentido y que es efectivamente Madeleine?".
 Y aporta otro matiz: "Hay otro aspecto que llamaría sexopsicológico y es, aquí, la voluntad que anima a este hombre para recrear  una imagen sexual imposible; para decirlo de manera sencilla, este hombre quiere acostarse con una muerta; esto es necrofilia". Truffaut le cuenta que cree que le gusta mucho Vértigo; sin embargo, su interlocutor le contesta:
 "Me molesta mucho el fallo que hay en el relato".
 Se refiere a que el marido sepa que Stewart no llegará a lo alto del campanario por el vértigo.
Sudores fríos se desarrolla durante la II Guerra Mundial en París (la primera parte) y Marsella (la segunda). Por eso, junto a la trama, hay un cierto reflejo de los miedos de vivir en mitad de una ocupación y de las penurias económicas que sufren los franceses.
Da mayor verosimilitud a toda la atmósfera de apariciones y desapariciones
. Hitchcock traslada toda la acción a San Francisco y cuenta con cuatro bazas excepcionales: la música de Bernard Herrmann, los títulos de crédito de Saul Bass, James Stewart y Kim Novak. Hitchcock había contratado a Vera Miles (Falso culpable), pero esta se quedó embarazada y recurrieron corriendo a Novak.
 A él nunca le gustó el trabajo de ella ("La señorita Novak llegó al estudio con cabeza llena de ideas que, desgraciadamente, no podía compartir"; "se jactaba de no usar sujetador"), y siempre criticó injustamente a Novak.
El rodaje se aplazó en varias ocasiones y se chupó a varios guionistas; el resultado en su momento no volvió loco a nadie. Con el tiempo, la película se convirtió en un clásico, y ahora, tras leer el libro, uno siente la misma pasión por un thriller bien hilvanado.
 Cuando llegue la proyección de gala en Cannes, a Novak le preguntarán por sus problemas con los trajes de chaqueta de color gris (se negaba a usarlos para cabreo de su director) que tanto marcan a la protagonista en la primera parte del metraje, si sigue pensando que la música de The artist violaba a la de Vértigo, y sobre sus recuerdos -¿diabólicos? ¿terribles? ¿dulcificados por el tiempo?- del rodaje. hasta ese momento, mejor leer por primera vez en español Sudores fríos.

 

Los años que vivimos dalinianamente

Considerábamos a Dalí como un fabuloso “enterteiner”, porque le debemos muchas horas de diversión, leyendo Mi vida secreta, Sí a Rumanía o El mito trágico del Ángelus de Millet, hojeando sus catálogos, recordando alguna de sus performances o sus ocurrencias, axiomas y aforismos.
 Por ejemplo, sobre la exigencia de ser absolutamente modernos: “¿Qué hay de nuevo? ¡Velázquez!”. O sobre Picasso: “Picasso es español, yo también; Picasso es un genio, yo también; Picasso es comunista, yo tampoco”. O sobre el simbolismo de sus relojes blandos: “Lo importante no es que sean duros o blandos sino que den la hora exacta”.
Pero pasan los años y ya es obvio que él es algo más que pura diversión y excelencia artesanal, excelencia de oficio
. Pues si solo hubiera sido un sujeto muy divertido y un punto kitsch, Duchamp, que según general acuerdo fue la inteligencia más percutante del siglo XX (por lo menos en lo relativo al arte), no lo hubiera celebrado y reconocido como artista del futuro, al tiempo en que postergaba al otro gran pintor español de su tiempo a la categoría de Artista del pasado.
Digo que el Dalí divertido, desenvuelto, caradura, ligero, iconoclasta, caprichoso y reaccionario (entrabas en su casa de Port Lligat y lo primero que veías, sobre el oso disecado, era el rostro apolíneo y vagamente triste de José Antonio), que tan buenos ratos nos ha hecho pasar, solía parecernos lo único considerable en él, y así, por ejemplo, aunque venerases a Mondrian como los melómanos veneran a Bach —ese rigor, esa alegría, esa gravedad— no se te caerán los anillos en el Reina Sofía viendo el primer videoclip de un pintor, donde Dalí destruye a bastonazos y, con la agudeza verbal y el histrionismo espectacular del que tenía el “copyright”, ridiculiza un óleo de su aborrecido Pietr Mondrian, mientras grita “¡Piet, Piet, Piet, Piet, Piet Piet, NIET1...!”, para, acto seguido telefonear a uno de sus coleccionistas y venderle por teléfono un óleo…
Pues todo es broma. Muy divertido, sí, y adelantado a su tiempo, sí…
 Pero observando con detenimiento tan selecta colección, caerás en que por más que le hayas visto, a Dalí le has visto muy poco; caerás en que no hace falta absolver de nada a “ese cabrón facista” con la excusa de sus realizaciones, pues precisamente sus realizaciones son él. Él, lo que te fascina y te repele.
 Él era su personaje, y precisamente por eso podía pintar tan bien y como le daba la gana.
O sea que el arte contradictorio de Dalí es mucho más que la diversión característica de aquellos años sesenta y primeros setenta en los que —como siempre pasa en España—, por encima o por debajo de la severidad represiva oficial, cada uno, en su ámbito privado y al amparo del cinismo de la autoridad y la magnífica indolencia del vecindario, hace más o menos lo que le da la gana, y en la playa o en la fiesta cualquiera es Dalí.
No sólo verás la maravillosa factura, no sólo su temprana y célere deglución de las Vanguardias para articular un lenguaje de signos con el que puede aludir a todo lo que le atormenta.
 No sólo la destrucción, por la blasfemia, del filisteísmo. Sino también el terror subyacente a tan precisa diversión: el terror en sus innumerables variaciones sobre el complejo de Edipo; el terror de la guerra, de la bomba atómica y la fisión nuclear; de las intuiciones cuánticas y solipsistas; del mundo y del Yo que se duplican como imagen especular…
Y todo ese terror maravilloso del siglo XX, conjurado y cosificado por una técnica ultraexigente: diversión y terror características de los años que —¿te acuerdas? ¡Siempre es así!— vivimos dalinianamente.