Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

26 abr 2013

Catando la melancolía



Con Flame y Citrón (2008), el danés Ole Christian Madsen, de larga trayectoria televisiva y con un puntual flirteo con el movimiento Dogma, puso toda la artillería pesada del cine espectáculo europeo al servicio de una compleja exploración de las ambigüedades del heroísmo: la peripecia vital de dos héroes de la Resistencia danesa era contada sin esquivar aristas, neutralizando ese impulso hagiográfico que Hollywood hubiese amplificado sin demasiado sonrojo. En Noche de vino y copas, su siguiente largo, el cineasta se entrega, incondicionalmente, a un subgénero que, hace tan solo unos años, nadie hubiese podido prever que iba a afirmarse como socorrida delicia danesa para la exportación: la comedia sobre perplejidades sentimentales donde la melancolía sexual propia del país de Carl Theodor Dreyer contrasta con la despreocupada carnalidad de lo latino. Tras Italiano para principiantes (2000), de Lone Scherfig, y Amor es todo lo que necesitas (2012), de Susanne Bier, Noche de vino y copas reincide en esas claves, proponiendo un ejercicio exento de sorpresas, pero con todas las previsibles gratificaciones de la especialidad en su justo lugar.
NOCHE DE VINO Y COPAS
Dirección: Ole Christian Madsen.
Intérpretes: Paprika Steen, Mikael Bertelsen, Adriana Mascialino, Jamie Morton.
Género: comedia. Dinamarca, 2011.
Duración: 99 minutos.
El fútbol argentino, los tránsitos de la cata a la intoxicación etílica, un matrimonio en tenso trámite de divorcio y un hijo adolescente en pleno despertar romántico son las cartas marcadas que emplea Madsen, con el aplomo de quien sabe que nadie aplaudirá su originalidad. Paprika Steen, cada vez mejor actriz de comedia, y una Adriana Mascialino, situada entre Isabel Sarli y una secundaria de Billy Wilder, elevan la película por encima de lo rutinario.

‘Vértigo’ renace entre los muertos

Se reedita en España 'Sudores fríos', la novela francesa en la que Alfred Hitchcock basó su 'thriller'

El certamen de Cannes proyectará restaurada la película, en una sesión amadrinada por Kim Novak.


"El licor fresco no le tranquilizó. Seguía dándole vueltas al problema que le obsesionaba. Renée era Madeleine y, sin embargo, Madeleine no tenía nada que ver con Renée.
 Y ningún doctor Ballard sería capaz de resolver este enigma.
 A no ser que él, Flavières, estuviera equivocado desde el principio y la memoria le hubiera jugado una mala pasada.
 Había conocido tan poco a la verdadera Madeleine, la de años atrás...
Habían pasado tantas cosas...". Cualquier cinéfilo reconoce al vuelo que si un texto habla de dos mujeres iguales (y una se llama Madeleine), cuya imagen se confunde en la memoria de un hombre que duda sobre son la misma o no, se está hablando de Vértigo, de Alfred Hitchcock, el clásico de 1958 que según las últimas listas de críticos (como la de Sight & sound) es la mejor película de la historia.
 Ahora se edita con nueva traducción en España Sudores fríos (RBA libros), de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, la novela original en la que se basó el cineasta británico para un thriller que en menos de un mes podrá verse en Cannes en una proyección en la que lucirá con sus viejos-nuevos colores gracias a su restauración.
Los franceses Pierre Boileau (1906-1989) y Thomas Narcejac (1908-1998) repitieron en Sudores fríos (de entre los muertos) -que así era su título original y de ahí salió el nombre del filme que mantuvo durante mucho tiempo en España- el mismo esquema en 1954 que aplicaron a algunas de sus más de 40 novelas escritas a cuatro manos
. En el libro El cine según Hitchcock, de François Truffaut, el cineasta francés le cuenta a Hitchcock que el libro estaba escrito para él, "para que a partir de ella realizara un filme"
. El británico le contesta: "Pero ya era un libro antes de que se compraran los derechos para mí"
. A lo que Truffaut le contesta que sí, aunque Boileau y Narcejac sabían que el cineasta había querido comprar Las diabólicas (otra de sus novelas), y que rápidamente redactaron algo similar para que Paramount picara el anzuelo. "Lo que me interesaba", resume Hitchcock, "eran los esfuerzos que hacía James Stewart para recrear una mujer, a partir de la imagen de una muerta".
Cualquiera que lea el libro descubrirá el gran giro que le diferencia de la película, que el mismo Hitchcock explica: "Solo al final el lector descubre, al mismo tiempo que el héroe, que se trataba de una misma mujer. Es una sorpresa final. En el filme, yo he procedido de otra manera
. Cuando comienza la segunda parte, cuando Stewart ha encontrado a la muchacha de cabello castaño, decidí desvelar en seguida la verdad, pero solo para el espectador: Judy no es una muchacha que se parezca a Madeleine, es Madeleine misma"
. El británico le cuenta a Truffaut que a su alrededor todo el mundo estaba en contra, pero que creaba así un suspense fundamentado en esta interrogación:
 "¿Cómo reaccionará James Stewart cuando descubra que ella le ha mentido y que es efectivamente Madeleine?".
 Y aporta otro matiz: "Hay otro aspecto que llamaría sexopsicológico y es, aquí, la voluntad que anima a este hombre para recrear  una imagen sexual imposible; para decirlo de manera sencilla, este hombre quiere acostarse con una muerta; esto es necrofilia". Truffaut le cuenta que cree que le gusta mucho Vértigo; sin embargo, su interlocutor le contesta:
 "Me molesta mucho el fallo que hay en el relato".
 Se refiere a que el marido sepa que Stewart no llegará a lo alto del campanario por el vértigo.
Sudores fríos se desarrolla durante la II Guerra Mundial en París (la primera parte) y Marsella (la segunda). Por eso, junto a la trama, hay un cierto reflejo de los miedos de vivir en mitad de una ocupación y de las penurias económicas que sufren los franceses.
Da mayor verosimilitud a toda la atmósfera de apariciones y desapariciones
. Hitchcock traslada toda la acción a San Francisco y cuenta con cuatro bazas excepcionales: la música de Bernard Herrmann, los títulos de crédito de Saul Bass, James Stewart y Kim Novak. Hitchcock había contratado a Vera Miles (Falso culpable), pero esta se quedó embarazada y recurrieron corriendo a Novak.
 A él nunca le gustó el trabajo de ella ("La señorita Novak llegó al estudio con cabeza llena de ideas que, desgraciadamente, no podía compartir"; "se jactaba de no usar sujetador"), y siempre criticó injustamente a Novak.
El rodaje se aplazó en varias ocasiones y se chupó a varios guionistas; el resultado en su momento no volvió loco a nadie. Con el tiempo, la película se convirtió en un clásico, y ahora, tras leer el libro, uno siente la misma pasión por un thriller bien hilvanado.
 Cuando llegue la proyección de gala en Cannes, a Novak le preguntarán por sus problemas con los trajes de chaqueta de color gris (se negaba a usarlos para cabreo de su director) que tanto marcan a la protagonista en la primera parte del metraje, si sigue pensando que la música de The artist violaba a la de Vértigo, y sobre sus recuerdos -¿diabólicos? ¿terribles? ¿dulcificados por el tiempo?- del rodaje. hasta ese momento, mejor leer por primera vez en español Sudores fríos.

 

Los años que vivimos dalinianamente

Considerábamos a Dalí como un fabuloso “enterteiner”, porque le debemos muchas horas de diversión, leyendo Mi vida secreta, Sí a Rumanía o El mito trágico del Ángelus de Millet, hojeando sus catálogos, recordando alguna de sus performances o sus ocurrencias, axiomas y aforismos.
 Por ejemplo, sobre la exigencia de ser absolutamente modernos: “¿Qué hay de nuevo? ¡Velázquez!”. O sobre Picasso: “Picasso es español, yo también; Picasso es un genio, yo también; Picasso es comunista, yo tampoco”. O sobre el simbolismo de sus relojes blandos: “Lo importante no es que sean duros o blandos sino que den la hora exacta”.
Pero pasan los años y ya es obvio que él es algo más que pura diversión y excelencia artesanal, excelencia de oficio
. Pues si solo hubiera sido un sujeto muy divertido y un punto kitsch, Duchamp, que según general acuerdo fue la inteligencia más percutante del siglo XX (por lo menos en lo relativo al arte), no lo hubiera celebrado y reconocido como artista del futuro, al tiempo en que postergaba al otro gran pintor español de su tiempo a la categoría de Artista del pasado.
Digo que el Dalí divertido, desenvuelto, caradura, ligero, iconoclasta, caprichoso y reaccionario (entrabas en su casa de Port Lligat y lo primero que veías, sobre el oso disecado, era el rostro apolíneo y vagamente triste de José Antonio), que tan buenos ratos nos ha hecho pasar, solía parecernos lo único considerable en él, y así, por ejemplo, aunque venerases a Mondrian como los melómanos veneran a Bach —ese rigor, esa alegría, esa gravedad— no se te caerán los anillos en el Reina Sofía viendo el primer videoclip de un pintor, donde Dalí destruye a bastonazos y, con la agudeza verbal y el histrionismo espectacular del que tenía el “copyright”, ridiculiza un óleo de su aborrecido Pietr Mondrian, mientras grita “¡Piet, Piet, Piet, Piet, Piet Piet, NIET1...!”, para, acto seguido telefonear a uno de sus coleccionistas y venderle por teléfono un óleo…
Pues todo es broma. Muy divertido, sí, y adelantado a su tiempo, sí…
 Pero observando con detenimiento tan selecta colección, caerás en que por más que le hayas visto, a Dalí le has visto muy poco; caerás en que no hace falta absolver de nada a “ese cabrón facista” con la excusa de sus realizaciones, pues precisamente sus realizaciones son él. Él, lo que te fascina y te repele.
 Él era su personaje, y precisamente por eso podía pintar tan bien y como le daba la gana.
O sea que el arte contradictorio de Dalí es mucho más que la diversión característica de aquellos años sesenta y primeros setenta en los que —como siempre pasa en España—, por encima o por debajo de la severidad represiva oficial, cada uno, en su ámbito privado y al amparo del cinismo de la autoridad y la magnífica indolencia del vecindario, hace más o menos lo que le da la gana, y en la playa o en la fiesta cualquiera es Dalí.
No sólo verás la maravillosa factura, no sólo su temprana y célere deglución de las Vanguardias para articular un lenguaje de signos con el que puede aludir a todo lo que le atormenta.
 No sólo la destrucción, por la blasfemia, del filisteísmo. Sino también el terror subyacente a tan precisa diversión: el terror en sus innumerables variaciones sobre el complejo de Edipo; el terror de la guerra, de la bomba atómica y la fisión nuclear; de las intuiciones cuánticas y solipsistas; del mundo y del Yo que se duplican como imagen especular…
Y todo ese terror maravilloso del siglo XX, conjurado y cosificado por una técnica ultraexigente: diversión y terror características de los años que —¿te acuerdas? ¡Siempre es así!— vivimos dalinianamente.

 

25 abr 2013

España ya no es El Dorado

La salida de extranjeros reduce el padrón a 47.059.788 habitantes

La población cae por primera vez desde que hay registros

Familia de inmigrantes sudamericanos que parte de retorno, en la T4 del aeropuerto de Barajas. / Bernardo Pérez

Por vez primera desde que hay datos oficiales fiables, la población que reside en España retrocede. El primer censo serio al que los especialistas conceden rigor es de 1857, el año en el que nació Alfonso XII. España tenía 15.464.310 habitantes. Desde entonces, todos los datos estadísticos oficiales ya sean censos o padrones municipales (estos comenzaron en 1996) han marcado un incremento sostenido de la población (menos en los años de la guerra, pero no hubo censo entonces). Y así ha sido hasta ayer, el día en el que el Instituto Nacional de Estadística (INE) hizo públicos los datos —aún provisionales— del padrón a 1 de enero de 2013 que reflejan una circunstancia inédita: una caída de la población. Detrás de este fenómeno está la desastrosa situación económica en la que está sumida España, pero la responsabilidad no hay que atribuirla de forma exclusiva a la crisis.
El avance estadístico del INE indica que en España hay 47.059.533 habitantes. El 11,7% son extranjeros (5.520.133), de los que la mayoría son no comunitarios (3.167.155).
 El padrón refleja un descenso de 205.788 personas respecto al año anterior, que se distribuye de forma muy desigual entre quienes tienen nacionalidad española y quienes no la tienen
. Mientras el número neto de españoles empadronados experimenta un ligerísimo incremento del 0,02% respecto a enero de 2012 (10.337 personas), el de extranjeros cae notablemente un 3,8% (216.125 ciudadanos).
Evolución de la población en España.
¿A qué responde esta caída de la población? “Al cambio de coyuntura económica”, responde sin dudar el investigador Albert Esteve, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. “España es menos atractiva y hay una salida del país de nacionales, de extranjeros y de personas de origen extranjero naturalizadas”, relata, “aunque con los datos existentes es difícil saber qué porcentaje corresponde a cada grupo”.
Algunas de las bajas que recoge el  padrón son de hace dos años
Esteve prefiere dar más peso al significado de las cifras que a los propios datos
. “Yo no me centraría tanto en los números, sino en algo más relevante, el cambio de dinámica demográfica que está experimentando la población española, que se está estabilizando después de un crecimiento continuo de la población, y que obedece a que ha parado la inmigración”.
 “Era de esperar”, añade Teresa Castro, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) respecto a los datos estadísticos del INE. Castro explica que esta caída en la población se veía venir y que hubiera llegado mucho antes de no haber sido por el paréntesis que supuso a partir del año 2000 la llegada de inmigrantes
. La caída del crecimiento natural (el número de nacimientos menos el de fallecidos) en la población española se hubiera plasmado hace ya algunos años en forma de caída demográfica de no ser por el espejismo que en cierta forma supuso el incremento de población extranjera
. Ahora, con la salida de inmigrantes (y también de nacionales) en busca de un futuro mejor, y una vez cerrado el paréntesis al que alude Castro, emerge la realidad demográfica que muestra la caída de la población.
Tanto el investigador de la UAB como la demógrafa del CSIC advierten de que los datos no muestran necesariamente la cifra exacta de la población a principios de año
. El padrón se elabora a partir de la información que remiten continuamente los Ayuntamientos al INE de los ciudadanos que se registran en el municipio.
 Uno de los datos más relevantes del padrón es el que hace referencia al comportamiento de la población extranjera, en especial la no comunitaria (la de mayor movilidad y la mayoritaria).
Estos ciudadanos han de renovar cada dos años su alta en el padrón para dejar constancia de que siguen habitando en la localidad donde se registraron.
Esta circunstancia unida a que nadie que abandona el país se da de baja en el registro municipal implica que el reflejo de los movimientos de los extranjeros que dejan el país no es inmediato.
Es decir, un número no determinado de las bajas del padrón de este año corresponden a gente que salió de España hace dos años, de lo que ahora se tiene constancia, al no haber renovado el empadronamiento.
 De igual forma, hay personas que se fueron el año pasado y de cuya salida solo se tendrá conocimiento el año que viene.
Las españolas están sustituyendo a las extranjeras en las tareas de limpieza
Pero estos condicionantes no restan valor a las conclusiones que se extraen de los datos del padrón. “Más allá de la fotografía real, la cifra nos indica una tendencia de que se reduce el número de habitantes”, insiste Teresa Castro. “En mi opinión, probablemente aún haya menos población de la que muestra el padrón”.
Los datos del INE revelan un ligero aumento de la población española de algo más de 10.000 personas, detrás del cual se encuentra el peso de los inmigrantes naturalizados. “Los datos rondan las 100.000 nacionalizaciones nuevas al año”, indica Teresa Castro, lo que compensaría la caída del crecimiento natural —“que si no es negativa, está cerca de serlo”— y la emigración nacional.
Los registros relativos a la población extranjera vuelven a caer, como ya sucedió el año pasado, pero a mucho mayor ritmo. Si en el padrón de 2012 los números reflejaban un retroceso respecto a 2011 de 15.229 personas (-0,26%), ahora es de 216.125 (-3,8%). El descenso muestra una cadencia similar en términos relativos entre la población comunitaria y la no comunitaria; pero es muy desigual en números absolutos.
Sorprende la disminución hasta de 15.558 alemanes (-7,9%) o los 14.799 británicos menos (-3,7%) empadronados. “Se puede explicar por el cambio de coyuntura y que España no sea un país tan atractivo para hacer negocios”, expone Andreu Domingo. También hay 28.568 rumanos menos (-3,2%) y 7.780 búlgaros menos (-4,4%).
Entre los no comunitarios, destaca la caída en el número de colombianos (24.984, -10%), argentinos (11.801, -10,8%) y bolivianos (13.606, -7,3%). Pero, por encima de cualquier otra nacionalidad, el INE muestra un gran descenso de ecuatorianos: 45.951 personas, el 15%.
Me alegra volver a ver a mi padre, pero tendré que empezar de nuevo
Beatriz Amores, inmigrante ecuatoriana que regresará a su país el 5 de mayo
Beatriz Amores, de 45 años, tiene billete de vuelta a Lima para el 5 de mayo. “Regreso a casa, a Cuenca, en la provincia de Azuay, en la sierra”.
 Amores, que reside en Valencia, llegó a España en 1999, en las primeras oleadas de inmigrantes, y estuvo trabajando hasta hace cuatro años.
 “Era limpiadora, en oficinas, patios de casas, en hoteles...”, explica. Desde el año 2009, cada vez le ha sido más difícil encontrar trabajo
. “Muchas empresas temporales de empleo ahora se deciden por españolas que antes no trabajaban en la limpieza; y hasta cierto punto, lo entiendo”, explica. Desde entonces no ha tenido más que empleos informales.
 Y ha optado por el regreso.
“En Ecuador, con la familia, encontraré más ayuda, aquí no tengo trabajo para poder sobrevivir”, comenta. “Me voy con una sensación agridulce, me alegra volver a ver a mi padre, que no está bien, pero la situación del país no es fácil, es volver a empezar de nuevo”.
El padrón muestra que durante 2012 el número de extranjeros ha caído en todas las comunidades autónomas, menos en Melilla. Como en años anteriores, las autonomías con mayor tasa de población foránea son Baleares (20,1%), la Comunidad Valenciana (16,8%) y Murcia (15,7%).
 En la cola se halla Extremadura (3,7%).
También Melilla, con un aumento del 3,5%, es la única excepción a la tónica generalizada de caída de población en todas las regiones.
 Quienes más habitantes pierden son Castilla y León y Castilla-La Mancha, ambas con un retroceso del 1,2%. “La explicación a esta situación habría que buscarla en el crecimiento natural negativo en estas regiones”, señala Teresa Castro
. “Donde hay menos dinámicas ligadas a la emigración, la caída de la natalidad y su incapacidad de compensar la mortalidad se muestra con más evidencia”, apunta. “Asturias ya hace tiempo que tiene un crecimiento vegetativo negativo”. De hecho, el Principado es la tercera autonomía que más cae en población (-0,9%) por detrás de las dos castillas.
Las dos Castillas, envejecidas, son las regiones que más habitantes pierden
Es más que probable que desde 1857 haya habido años en los que la población española descendiera. Por ejemplo, durante o tras la Guerra Civil. O con las emigraciones masivas que se produjo en las décadas de 1950 y 1960, como apuntan desde el INE. Pero los registros oficiales de entonces, el censo, se elaboraba cada diez años. Y no se pudo dejar constancia oficial de estos movimientos demográficos. Por ejemplo, el censo de 1930 refleja una población de 23.677.794 mientras que en 1940 la cifra se elevó hasta los 26.015.907 habitantes. A partir de los años 1970, cambió la periodicidad de los registros. Además de los censos, cada año se publicaron actualizaciones censales que siempre reflejaron aumentos de la población. Y así ha sucedido también con los padrones, hasta ayer.