Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

25 abr 2013

Herencias ineludibles

'Las lágrimas de San Lorenzo' de Julio Llamazares es una novela hermosa y conmovedora

La obra nos devuelve a los lugares sagrados de la memoria y a la melancolía del paso del tiempo.

La Lluvia de estrellas las Perseidas ocurre en el dia de San Lorenzo....

El escritor Julio Llamazares. / Samuel Sánchez

Tal vez no sería desacertado considerar el nuevo libro de Julio Llamazares, Las lágrimas de San Lorenzo, con la misma cláusula que utilizó Antonio Machado para referirse esencialmente a Las coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique: palabra en el tiempo.
Tiene este sentido ejercicio de fugit irreparable tempus, ese aire elegiaco (menos doloroso) que ya mostrara el autor leonés en La lluvia amarilla (1988). El tiempo pasa y nos arrastra en su eterna descomposición hacia la nada. Pero la palabra resiste.
Que el tiempo pase y se lleve todo consigo, nos dice este profesor universitario que asume el relato en primera persona: no hay porque simular que todo existirá para siempre.
 Por ello está ahí siempre la palabra, para sellar la existencia, el paso fugaz de los que nunca y lo que nunca volveremos a ver. Si cito La lluvia amarilla no es porque vea en la nueva novela de Llamazares ninguna reedición retórica, ni siquiera expresiva
. Como tampoco la irremediable tristeza por la desaparición definitiva de un mundo, de unas vidas.
Pero sí llamo la atención para no olvidar esa parecida atmósfera que une a ambas novelas: los lugares sagrados de nuestra memoria y esa afilada melancolía (insisto, que no tristeza) que nos recuerda a cada momento el paso del tiempo y la distancia que día a día se va acortando entre nosotros y la nada.
La novela nos cuenta el regreso a Ibiza de un profesor, de 52 años, con su hijo de 12
. El padre ve a su hijo de vez en cuando porque está separado de su madre y por la naturaleza itinerante que ha imprimido a su existencia. Pero ese encuentro con el hijo no puede ser uno más perdido en la rutina de las obligaciones paternas. Es el día especial de la memoria personal.
Y el día en que la imaginación se alía con la melancolía para curar viejas heridas, desencuentros, desamores, la recuperación de los años en el territorio de la infancia, los paseos con el padre, los secretos familiares, los viajes adultos y los misterios indescifrables de la historia encarnados en ese tío Pedro del que nunca se supo más en los años trágicos de la Guerra Civil.
 La novela transcurre en un día, un día de agosto en que se produce la puntual lluvia de estrellas de San Lorenzo
. Cada vez que alguien muere, le enseñó su madre al narrador, se enciende una estrella.
 Su padre, por su parte, le enseñó a mirar el cielo, a identificar cada estrella con su nombre.
Así, el cielo, además de cosmografía, es un territorio de la memoria, de los encuentros y de las pérdidas, que pasa de padres a hijos y a su vez de éstos a sus hijos.
No hay en La lluvia de San Lorenzo, como ocurría en La lluvia amarilla la intemperie de la soledad, el filo del silencio.
 Tampoco la acentuada configuración de la naturaleza, el edén necesario para sobrevivir a la barbarie, ni tampoco su tono de plegaria última
. En La lluvia de San Lorenzo prima el relato, la narración de los recuerdos más que el recuerdo en sí. Estos se anudan en la memoria del narrador como nexos en la estructura del libro
. El profesor habla a su hijo, escucha los primeros interrogantes capitales del niño (por qué se separaron sus padres). No estamos ahora en la clave lírica, en el relato agónicamente intimista, en el monólogo exuberante. Ahora Llamazares privilegia la resignación, la lucidez de la finitud.
No hay memoria colectiva como en otros libros anteriores suyos, solo la personal para paliar las heridas y encarar el incipiente futuro de su hijo tan lleno de interrogantes como el suyo a su misma edad
. Hablé al principio de las coplas de Jorge Manrique.
 El profesor recoge las enseñanzas de su padre y las traslada a su hijo como una herencia ineludible que hay que proteger.
“Nos pasamos la mitad de la vida perdiendo el tiempo y la otra mitad queriendo recuperarlo”. Estas son las casi últimas palabras del padre del profesor universitario poco antes de morir. Por el hecho del ejercicio de la memoria personal en este libro no podemos tan a la ligera mencionar a Marcel Proust, no por ello, pero sí por la observación que hizo en su día Gilles Deleuze de A la búsqueda del tiempo perdido.
 Decía el pensador francés que el tiempo perdido de Proust no es el tiempo del paraíso perdido y su recuperación, sino el del tiempo literalmente perdido por su narrador y el resto de personajes de la novela. Sólo por ello esta historia merece llamarse proustiana. En el fondo, esta hermosa y conmovedora novela es una elegía a las lágrimas de la humanidad.
Las lágrimas de San Lorenzo. Julio Llamazares. Alfaguara. Madrid, 2013. 200 páginas. 17,10 euros (electrónico: 9,99)

 

Papeles Perdidos

Entradas de avance literario

Tenemos Suerte.......

Tenemos suerte de ser testigos de aquella explosión de Música y conciertos de los más grandes en directo. Era algo Apotósico que te hacia llorar y reir y tener una sonrisa en los labios de sentir ese momento especial y hoy poderlo contar y recordar....
No es Nostalgia que tb es que si miramos hacia atrás fuimos unos privilegiados.
Y los que vivimos al compas de esa música tuvimos y tenemos la mente más abierta y prolija.


http://youtu.be/W3qx4RQotho

Los 30 mejores discos en directo

1. The concert for Bangladesh (George Harrison) (1971)
2. Neil Young and Crazy Horse, “Weld” (1991)
3. Bruce Springsteen, “Live 1975-85” (1986)
4. The Who, “Live at Leeds” (1970)
5. The Rolling Stones, “Get yer ya-ya’s out!” (1970)
6. James Brown, “Live at the Apollo” (1963)
7. Johnny Cash, “At Folsom prison” (1968)
8. Tim Buckley, “Dream letter. Live in London 1968” (1990)
9. Led Zeppelin, “How the west was won” (2003, grabado en 1972)
10. Jimi Hendrix, “Band of gypsys” (1970)
11. Neil Diamond, “Hot August night” (1972)
12. Van Morrison, “It’s too late to stop now” (1974)
13. Bob Dylan/The Band, “Before the flood” (1974)
14. The Band, “The last waltz” (1978)
15. Allman Brothers Band, “Live at Fillmore Band” (1971)
16. David Bowie, “Santa Mónica ‘72” (1994)
17. Thin Lizzy, “Live and dangerous” (1978)
18. Deep Purple, “Made in Japan” (1972)
19. Bob Marley and The Wailers, “Live!” (1975)
20. The Ramones, “It’s alive!” (1979)
21. Queen, “Live killers” (1979)
22. Leonard Cohen, “Field commander Cohen” (2001, grabado en 1979)
23. U2, “Under a blood red sky” (1983)
24. Wilco, “Kicking televisión: Live in Chicago” (2005)
25. Spiritualized, “Royal Albert Hall” (1997)
26. The White Stripes, “Under great white northern lights” (2010, grabado en 2007)
27. Nirvana, “Unplugged” (1994)
28. Kiss, “Alive!” (1975)
29. Muse, “HAARP” (2008)
30. My Morning Jacket, “Okonokos” (2006)





‘The concert for Bangladesh’, mejor directo de la historia para Rolling Stone

La revista Rolling Stone elige al concierto de George Harrison como la mejor actuación en directo.

George Harrison (izquierda) y Bob Dylan durante el concierto.

The concert for Bangladesh, grabado el 1 de agosto de 1971 y editado en diciembre de ese mismo año, ha sido considerado por la revista Rolling Stone como el mejor disco grabado en directo de la historia, dentro de una lista de 30 álbumes publicada en el número de mayo de la prestigiosa revista musical.
The concert for Bangladesh fue el resultado de una iniciativa del ex Beatle George Harrison y Ravi Shankar en defensa de los refugiados bengalíes, represaliados por el conflicto armado que mantenían Pakistán e India por la independencia de lo que hoy es Bangladesh.
 Fue el primer concierto benéfico, y un modelo para lo que años más tarde fueron eventos multitudinarios como el Live Aid.
El co-productor Phil Spector quiso trasladar al escenario su famoso muro de sonido –mucho más apreciable en la edición remasterizada del disco–, por eso durante todo el recital (salvo la primera parte, a cargo exclusivo de Shankar y su sitar) formaron la banda dos baterías y un percusionista, dos teclistas, seis guitarristas, un bajista y un coro de siete personas
. Entre estos, Eric Clapton, Ringo Starr, Leon Russell o Billy Preston.
 Con mención aparte, Bob Dylan, que salvo por un homenaje a Woody Guthrie no había actuado en cinco años y que aquí interpretó cinco de sus canciones más conocidas
. Pero el verdadero valor de este disco está en la actuación de Harrison.
 En el momento más brillante de su carrera, llevó al directo lo mejor de su triple álbum de debut, All things must pass (1970), con la convicción, la espiritualidad y el fervor que requerían las canciones.
De una lista de 30 discos entre los que se encuentran grabaciones de The Who, Bob Dylan, David Bowie, Jimi Hendrix, Rolling Stones, U2 o Nirvana, y que abarca todas las décadas desde los 60 hasta hoy, cabe destacar que 18 fueron grabados en la década de 1970, lo que podríamos llamar la edad dorada de la música en directo, mientras que solo cuatro (de Wilco, White Stripes, Muse y My Morning Jacket) han sido grabados y publicados en lo que llevamos de siglo XXI.

 http://youtu.be/W3qx4RQotho