La escritora cubana Zoé Valdés novela el periplo veneciano de la artista amante de Picasso
'La mujer que llora' es un libro sobre "alguien que se apartó de su obra para dedicarse al genio".
Atraída por "las mujeres fuertes, de carácter, firmes", la autora cubana Zoé Valdés (La Habana, 1959) se propuso hace años escribir una trilogía sobre figuras del surrealismo: comenzó con La cazadora de astros
(2007), sobre la pintora Remedios Varo (1908-1963), y acabará cuando
publique una novela sobre Lydia Cabrera (1899-1991), "la más grande de
las escritoras cubanas".
Entre ambas, se ha ocupado de la fotógrafa y pintora Dora Maar, musa de surrealistas en el París de entreguerras, amante de Picasso diez años y autora de la serie de imágenes sobre la creación del Guernica.
La apasionante vida de esta mujer que nació en París como Henriette Théodora Markovitch llevó a Zoé Valdés a seguirle la pista, en especial por el viaje de una semana que hizo a Venecia en 1958, con 51 años, acompañada de dos amigos homosexuales más jóvenes, el escritor James Lord y Bernard Minoret.
Aquellos días "guardan un misterio" porque al regreso, Dora Maar se negó a otra existencia que no fuera ir a misa a Notre Dame y encerrarse en su casa para admirar los cuadros que tenía de Picasso.
¿Qué pasó en aquel viaje? Eso es lo que trató de averiguar durante seis años Valdés. Su investigación se convirtió en la novela La mujer que llora (Planeta), galardonada el pasado 7 de marzo con el Premio Azorín (dotado con 68.000 euros), y presentada el lunes en Madrid.
Valdés, en un ajustado vestido corto de color blanco con mangas negras, cuenta en la entrevista anterior a la rueda de prensa que La mujer que llora (título de una serie de retratos que Picasso hizo de Dora Maar) era un personaje "triste, melancólico; a veces tosca".
Valdés ha rememorado aquella estancia en museos y palacios venecianos de una mujer que tras ser abandonada por Picasso enloqueció y fue internada en un psiquiátrico (electrochoques incluidos) por el genio malagueño y el poeta Paul Éluard.
La autora cubana, cuya obra se ha traducido ya a 30 idiomas, ha querido "penetrar en la obra de Dora Maar como una especie de vigilante de su intimidad". Se sirvió de varias libros sobre el creador del Guernica y habló con los dos hombres que acompañaron a la fotógrafa surrealista a Venecia: James Lord y Bernard Minoret. "Yo creo que ella esperaba que Lord le pidiese matrimonio o algún tipo de acuerdo para estar juntos, pero él no lo hizo. Minoret me dijo que en aquella semana no pasó nada: 'Hablábamos de arte, hacíamos bromas, pero Dora estaba siempre muy cerrada". Tras aquella decepción, Dora regresó a París y se aisló para siempre.
La mujer que llora es una novela "de amor y arte sobre
alguien que tuvo una grandeza enorme porque se apartó de su obra para
dedicarle diez de sus mejores años a Picasso", un genio que tenía 30
años más que ella. "Me gustaría que se volviera a hablar de Dora, ¡pero
de su obra!, porque hasta ahora solo se ha hablado de su locura y de los
retratos que le hizo Picasso".
James Lord, el hombre que podía haber cambiado la vida de Dora, murió poco antes de que Valdés acabara su novela pero antes la escritora pudo preguntarle si realmente había querido a aquella mujer: "El se quedó silencioso un rato, se le humedecieron los ojos y me dijo: 'Dora fue lo que más amé en la vida". Zoé también logró ver a Dora Mar. Averiguó donde vivía y la esperaba cerca de su casa para cruzarse con ella todos los días cuando iba a misa, pero no se atrevió a hablarle. Solo quería ver a aquella ancianita encorvada e imaginar cómo había sido su magia.
¿Es Picasso ese tipo monstruoso que emerge varias veces en la novela? "Estuve muy disgustada con él mucho tiempo", bromea Valdés
. Sin embargo, cuando hace siete años visitó en París la exposición Picasso-Dora Maar se reconcilió con el malagueño. "Comprendí cómo había sido aquella relación, cuando uno se enamora de alguien de esa forma tan sumisa, hay parte de responsabilidad en el propio enamorado
. Fue la única mujer con la que, dicho por el propio PIcasso, podía hablar a un alto nivel intelectual".
Entrelazado al hilo de esta historia, Zoé Valdés ha incluido en su libro "el diario" de cómo tejió la novela, y acompañan ese tono autobiográfico algunas de sus vivencias en el castrismo y el exilio. ¿Por qué? "El ser humano siempre comete el error de la bestialidad, de no reflexionar sobre lo vivido, por lo que repite la historia. No he querido comparar horrores porque siempre es indelicado e inexacto, pero he intentado transmitir que la estupidez de las personas es la misma, da igual la época y el lugar, ya sea el París ocupado por los nazis o Cuba".
La escritora, con doble nacionalidad, francesa y española, intenta estar al tanto de lo que ocurre en suelo cubano
. "No tengo esperanza con los Castro en el poder. No quiero dármelas de pitonisa pero creo que Raúl Castro está organizando una transición para los Castro más jóvenes, que se están posicionando dentro y fuera del país. Esto asegura la continuidad del régimen y es peligroso".
Esa condición de exiliada en Francia, ha permeado a Zoé hasta el punto de que acaba de terminar un libro de poesía en francés, Traducir la noche, su primero en ese idioma. "La poeta Dulce María Loynaz, premio Cervantes, decía que la poesía era cosa de juventud pero yo sigo teniendo esa necesidad, será que con 54 años soy aún muy inmadura".
Entre ambas, se ha ocupado de la fotógrafa y pintora Dora Maar, musa de surrealistas en el París de entreguerras, amante de Picasso diez años y autora de la serie de imágenes sobre la creación del Guernica.
La apasionante vida de esta mujer que nació en París como Henriette Théodora Markovitch llevó a Zoé Valdés a seguirle la pista, en especial por el viaje de una semana que hizo a Venecia en 1958, con 51 años, acompañada de dos amigos homosexuales más jóvenes, el escritor James Lord y Bernard Minoret.
Aquellos días "guardan un misterio" porque al regreso, Dora Maar se negó a otra existencia que no fuera ir a misa a Notre Dame y encerrarse en su casa para admirar los cuadros que tenía de Picasso.
¿Qué pasó en aquel viaje? Eso es lo que trató de averiguar durante seis años Valdés. Su investigación se convirtió en la novela La mujer que llora (Planeta), galardonada el pasado 7 de marzo con el Premio Azorín (dotado con 68.000 euros), y presentada el lunes en Madrid.
Valdés, en un ajustado vestido corto de color blanco con mangas negras, cuenta en la entrevista anterior a la rueda de prensa que La mujer que llora (título de una serie de retratos que Picasso hizo de Dora Maar) era un personaje "triste, melancólico; a veces tosca".
Valdés ha rememorado aquella estancia en museos y palacios venecianos de una mujer que tras ser abandonada por Picasso enloqueció y fue internada en un psiquiátrico (electrochoques incluidos) por el genio malagueño y el poeta Paul Éluard.
La autora cubana, cuya obra se ha traducido ya a 30 idiomas, ha querido "penetrar en la obra de Dora Maar como una especie de vigilante de su intimidad". Se sirvió de varias libros sobre el creador del Guernica y habló con los dos hombres que acompañaron a la fotógrafa surrealista a Venecia: James Lord y Bernard Minoret. "Yo creo que ella esperaba que Lord le pidiese matrimonio o algún tipo de acuerdo para estar juntos, pero él no lo hizo. Minoret me dijo que en aquella semana no pasó nada: 'Hablábamos de arte, hacíamos bromas, pero Dora estaba siempre muy cerrada". Tras aquella decepción, Dora regresó a París y se aisló para siempre.
Cuando volvió de Italia, la artista se negó a otra existencia que no fuera ir a misa y contemplar sus 'picassos' en casa
James Lord, el hombre que podía haber cambiado la vida de Dora, murió poco antes de que Valdés acabara su novela pero antes la escritora pudo preguntarle si realmente había querido a aquella mujer: "El se quedó silencioso un rato, se le humedecieron los ojos y me dijo: 'Dora fue lo que más amé en la vida". Zoé también logró ver a Dora Mar. Averiguó donde vivía y la esperaba cerca de su casa para cruzarse con ella todos los días cuando iba a misa, pero no se atrevió a hablarle. Solo quería ver a aquella ancianita encorvada e imaginar cómo había sido su magia.
¿Es Picasso ese tipo monstruoso que emerge varias veces en la novela? "Estuve muy disgustada con él mucho tiempo", bromea Valdés
. Sin embargo, cuando hace siete años visitó en París la exposición Picasso-Dora Maar se reconcilió con el malagueño. "Comprendí cómo había sido aquella relación, cuando uno se enamora de alguien de esa forma tan sumisa, hay parte de responsabilidad en el propio enamorado
. Fue la única mujer con la que, dicho por el propio PIcasso, podía hablar a un alto nivel intelectual".
Mezquino
"Picasso pudo ser mezquino en algunos comportamientos. Minoret me dijo que era un ser terrible pero también es cierto que ayudó a mucha gente. Él tenía mucho miedo de la fragilidad, por eso, cuando Dora empezó a enloquecer, la abandonó. Sabía que a él aquella situación no le iba a hacer ningún bien. Fue egoísta".Entrelazado al hilo de esta historia, Zoé Valdés ha incluido en su libro "el diario" de cómo tejió la novela, y acompañan ese tono autobiográfico algunas de sus vivencias en el castrismo y el exilio. ¿Por qué? "El ser humano siempre comete el error de la bestialidad, de no reflexionar sobre lo vivido, por lo que repite la historia. No he querido comparar horrores porque siempre es indelicado e inexacto, pero he intentado transmitir que la estupidez de las personas es la misma, da igual la época y el lugar, ya sea el París ocupado por los nazis o Cuba".
La escritora, con doble nacionalidad, francesa y española, intenta estar al tanto de lo que ocurre en suelo cubano
. "No tengo esperanza con los Castro en el poder. No quiero dármelas de pitonisa pero creo que Raúl Castro está organizando una transición para los Castro más jóvenes, que se están posicionando dentro y fuera del país. Esto asegura la continuidad del régimen y es peligroso".
Esa condición de exiliada en Francia, ha permeado a Zoé hasta el punto de que acaba de terminar un libro de poesía en francés, Traducir la noche, su primero en ese idioma. "La poeta Dulce María Loynaz, premio Cervantes, decía que la poesía era cosa de juventud pero yo sigo teniendo esa necesidad, será que con 54 años soy aún muy inmadura".