Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

15 abr 2013

Mi nombre es Secretan… James Secretan

Un borrador de Ian Fleming revela que el escritor bautizó inicialmente a su personaje Bond con el apellido de Secretan en honor del filósofo suizo Charles Secrétan.

 

Sean Connery, como James Bond (1968).

“Mi nombre es Secretan… James Secretan”.
 Por mucho que hoy nos chirríe esta carta de presentación, el espía más famoso de todos los tiempos no respondía en su génesis literaria al apellido Bond sino a otro bien distinto que su creador, Ian Fleming, tomó prestado de un filósofo del siglo XIX
. El escritor británico cambió finalmente de opinión antes de entregar el manuscrito definitivo de Casino Royale (1953), libro inaugural de la saga, tal como revelan sus correcciones de puño y letra sobre un borrador que acaba de salir a la luz.
En puridad, el agente 007 se llamó Bond desde un primer momento, pero Fleming le buscó un sobrenombre para ocultar su verdadera identidad ante los oscuros personajes con los que suele lidiar en sus aventuras. Así, la versión preliminar de Casino Royale contiene una escena en la que el espía se presenta a un colega de la CIA bajo la cobertura y seudónimo de James Secretan.
La sobrina del autor y responsable de la difusión del borrador, Kate Grimond, conjetura que su tío llegó a la conclusión de que esa duplicidad (Bond para sus jefes de los servicios de inteligencia MI6, y Secretan como alias en el trabajo de campo) podía generar confusión entre los lectores.
 Acabó descartando esa opción con una tachadura bien visible en el original y que quizá también cambió el curso de una de las franquicias más exitosas de las últimas décadas: resulta muy difícil imaginar al protagonista de los catorce libros de Fleming y de hasta la fecha veintitrés películas con otro apelativo que no sea el de James Bond.
Ian Fleming (1908-1964) utilizaba con frecuencia los nombres de la gente conocida, o bien una amalgama de los mismos, para bautizar a sus personajes de ficción.
 En el caso de su principal criatura literaria recurrió al apellido del filósofo suizo Charles Secrétan -cuya obra había estudiado en Eaton y en universidades de Alemania y Suiza-, aunque despojándolo del acento en su adaptación a la lengua inglesa.
 Esa elección inicial no prosperó, como tampoco lo hizo la de Miss Pettavel o Petty (nombre inspirado en la asistente personal del entonces máximo responsable del MI6, Kathleen Pettigrew) para denominar a la entrañable secretaria del jefe de Bond.
 La sobrina del escritor, que hizo estas revelaciones en una entrevista concedida al Sunday Times, no ha podido procurar pistas sobre la decisión final de Fleming de llamarla Moneypenny.
Sólo 70 años después de la salida al mercado de Casino Royale, los millones de seguidores de la serie de 007 acaban de enterarse de que su héroe pudo no llegar a pronunciar nunca la famosísima tarjeta de visita “Mi nombre es Bond…James Bond”
 a lo largo de una singladura que parece no tener fin.
 Junto a la serie fílmica que en los últimos tiempos ha buscado inspiración más allá de los libros de Ian Fleming, la vertiente literaria sigue alimentada por autores de prestigio que han venido accediendo a prolongar la vida de James Bond.
 Después de Sebastian Faulks ha tomado el testigo William Boyd, quien acaba de desvelar el título de la última entrega de 007, Solo, en ese esfuerzo de los herederos por exprimir al máximo el legado de Fleming.

El gran hermano del arte

Google Art Project permite a 15 millones de usuarios 'visitar' los grandes museos del mundo.

Hasta los dioses tienen granos.
 Aunque, claro, el maquillaje sobrenatural que deben de manejar en los cielos los esconde a la vista de los mortales.
 Lo que las divinidades no pudieron calcular sin embargo es que algún día los hombres inventarían imágenes de 7.000 millones de píxeles de resolución, suficientes como para acercarse a la barbilla de la Venus cuyo nacimiento Botticelli pintó en 1486 y que se expone en la florentina galería de los Uffizi, y descubrir el dichoso punto rojo.
 Para verlo, no hace falta más que conectarse a Internet y acceder a Google Art Project.
 Con este nombre el buscador bautizó en 2011 un proyecto para visitar online algunas de las principales obras maestras del planeta y los museos donde se exponen, además de permitir al usuario crear galerías con sus cuadros favoritos.
 Tras el lanzamiento con 17 centros pioneros, entre ellos el Rijksmuseum (Ámsterdam), el MoMA (Nueva York) y los madrileños Reina Sofía y Thyssen Bornemisza, la colección de Google ha ido ampliándose hasta unas 40.000 obras de arte, más de 200 instituciones y 15 millones de usuarios, en 2012, en todo el planeta.
La colección de Google ha ido ampliándose hasta 40.000 obras de arte, 200 instituciones y 15 millones de usuarios
De hecho, la difusión mundial es el sueño del director de Google Art Project, Amit Sood. Originario de India, concibió la idea precisamente gracias a su país: “En Bombay no te despiertas un domingo y vas a la National Gallery. Los europeos y los estadounidenses dais por hechos vuestros museos, habéis nacido con ellos.
 Si conseguimos ofrecer el mejor acceso en la Red al arte, habremos cumplido con nuestro objetivo”.
De momento incorporan nuevas obras “cada semana” y ven cómo crece el número de visitas y de galerías creadas por los usuarios —360.000 hasta la fecha—.
 Aunque tener a un van gogh o un rembrandt en el ordenador no parece evitar que la gente acuda a las exposiciones.
 Porque, por ejemplo, justo en 2011 el Reina Sofía y el Thyssen batieron sus récords de visitas. Para Sood, ambos fenómenos van de la mano: “Son complementarios. La visualización online crea el deseo. Puede servir para recordar la experiencia o para prepararla”.
 Jamás, sin embargo, para suplantarla. “La sensación de estar delante de una obra de arte no podrá ser reproducida nunca, por mucho que avance la tecnología. Cuando lancé el proyecto creía que sí, pero a medida que visitaba los museos me di cuenta de que es otra historia”, relata Sood.
Más allá de las diferencias físicas, la visita conectada y la real guardan otra distinción que, para el director, es lo más sorprendente del proyecto: “Según varios estudios, el tiempo medio que un visitante pasa ante un cuadro es de 11 segundos. En el Art Project, en cambio, es un minuto”.
 La explicación, para Sood, se halla en la falta de otros turistas igual de deseosos de plantarse ante la obra, la posibilidad de hacer zoom, los detalles históricos y, en algunos casos, los vídeos sobre la obra que ofrece la página.
Esas son las flechas con las que Art Project busca seducir a más museos. “Somos una gota en el océano de Google, pero usamos todo su poder tecnológico”, asegura. Bastante menos, en cambio, emplean su poder económico: en los acuerdos, lo establecido es:
“Cero dinero. No pagamos nada. No hay beneficios económicos para ninguna de las dos partes, que es precisamente uno de los motivos por los que los museos aceptan.
 Una de las condiciones es que Google no puede monetizar ese contenido”, defiende Sood.
Unos términos que han seducido a algunos de los principales hogares del arte alrededor del mundo y que hacen que entre un 20% y un 30% de las nuevas incorporaciones procedan de museos y coleccionistas que se ofrecen espontáneamente: “Al principio llamábamos nosotros.
 Los centros se mostraban escépticos, no sabían qué íbamos a hacer.
 Pero ya hemos hablado con muchos museos: depende del sector querer sumarse”.
Entre tantos síes, Sood ha encajado también varios noes ilustres.
 De ahí que el Art Project no cuente con los museos Vaticanos, el Louvre (la pinacoteca más visitada del planeta, diez millones de personas al año) o el Prado.
 “Estamos trabajando en nuestros propios proyectos, la estrategia del museo va por otro lado y tenemos casi 5.000 obras en alta resolución en nuestra web”,
sostienen desde el Prado, que colaboró con Google en un programa de digitalización de 14 obras maestras en 2009, algo que se podría entender como el germen de Art Project.
“Hablamos la última vez hará unos ocho meses.
Nos encantaría que se sumaran, pero las condiciones no han cambiado.
 Hay un contrato, una manera de entrar, todos son iguales y nadie es especial”, remata Sood.
Sea como fuere, el director de Art Project mira hacia la ampliación del catálogo y de la presencia del arte moderno, ahora mismo solo un 20% “por razones de copyright”. “Queremos contar historias con el arte”, deja caer en otra de sus ideas.
 De momento, no es más que un esbozo de futuro
. A saber lo que les espera a los dioses.

 

La Amistad es...............

AMISTAD



La amistad es un don
que se recibe,
de manera ilimitada,
acaso incluso inmerecida,
que nos sobrepasa
y abre una grieta
para llevarnos
a entrever la misteriosa
y vencedora fuerza
de un sentimiento
sobre todas
las cosas y fuerzas
del universo mismo.
Ser amistad
es serlo casi todo
y lo asombroso
es que no hay parte
de esa grandiosidad
que nos pertenezca
de antemano,
porque es un tesoro
que nos viene dado,
un regalo de los otros.
Esos que nos son
y que les somos,
pares con los que sentirse
necesario, logrado
y hasta buena persona.
 
Del Blog Escrito con sentido
 
Paco gor

Siempre Bruni Sempre

Duelo de damas francesas: ¿Bruni o Paradis?

Analizamos el estilo, el talento musical y la vida amorosa de los de las francesas más ilustres del mundo la moda.

Carla Bruni y Vanessa Paradis

Foto: Getty

En sus caminos se cruzan la música y la moda, la alfombra roja y la pasarela.
 Portadas de lujo  y amores VIP. Han sobrepasado la  barrera de los cuarenta años, aunque la ex-primera dama le lleva una discreta ventaja cronológica (45 años frente 40), eso sí, mitigada con intervenciones estéticas y correcciones digitales. Ahora, Vanessa Paradis y Carla Bruni, coinciden en la primera página musical con dos nuevos álbumes, Love songs y Little french songs (respectivamente).
Dos titulos con canciones protagonistas pero con diferente música de fondo. Un duelo frente a frente.

Cuestión de estilos


Carla Bruni destacó en aquella primera división de las top models de los años noventa.
Su nombre junto con el de Linda Evangelista, Christy Turlington, Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Cindy Crawford y muchas otras usurparon el protagonismo glamouroso de las estrellas de cine robándoles las mejores portadas de las revistas
. Desfilando para Versace o Yves Saint-Laurent, Carla Bruni se subió al pódium de la modelo rock star. Cuando los flashes de la pasarela empezaron a bajar de intensidad, hizo su traspaso con éxito al planeta música, para refundarse estilísticamente –y algunas cosas más– en el fantasma de Françoise Hardy.
 Bruni abandonó los perfiles más voluptuosos de la couture inspirándose en el estilo fijado por la intérprete de “Tous les garçons et les filles” en los años sesenta, en esa encantadora mezcla de sensibilidad y neoromanticismo, de cantante folk-pop y suaves acentos sexy que acabarían dándole tan buenos resultados.

Canciones de elegancia acústica para una intérprete que basaba su poder de seducción en hacer de la máxima “menos es más” su libro de estilo e interpretación.
No estamos seguros, que de haber concursado en algunos de esos programas musicales, hubiera pasado las fases eliminatorias.
 La que sí hubiera pasado y hasta con nota, que para algo comenzó como niña prodigio, fue sin duda Vanessa Paradis.
 De ídolo infantil a embajadora de Chanel, el trayecto estilístico de Vanessa Paradis se inicia con unos vaqueros “descuartizados” y una melena esculpida por el fijador, un look que copiaron una buena parte de  las jovencitas francesas en la década de los ochenta.
 Paradis hace honor a su estatus de Lolita en la pantalla –físico versión mini de Brigitte Bardot–  o en galas musicales, enfundada en un vestido de Azedine Alaïa o como eterno garçon parisiense, con camiseta, tirantes y corbata de lunares.

Cine, música y publicidad.
 Su consagración como nuevo icono tiene lugar con la nueva campaña del perfume Coco sustituyendo a la hasta entonces imagen de Chanel, la modelo Ines de la Fressange.
 Con  dirección artística de Jean-Paul Goude, Vanessa Paradis se transforma en una adorable y sexy ave del paraíso encerrada en su jaula dorada. Los nombres de Vanessa Paradis y Chanel sellan un pacto de amor y negocios
. Bajo el nuevo imperio de la marca y su káiser, Karl Lagerfeld, la cantante y actriz se transforma en uno de sus más sólidos soportes publicitarios, convirtiéndose en la nueva representación del eterno chic francés.

Fuera de las pasarelas y en su nuevo escenario profesional como cantante-creadora, Carla Bruni seguirá cultivando esa imagen suave y sexy apareciendo en camisón baby doll para la portada de su segunda incursión musical, No promises, o como heroína de paisaje romántico en Comme si de rien n’était, su tercera entrega discográfica.
 Su unión sentimental con el político Nicolas Zarkozy señalará una nueva etapa, ahora como primera dama de Francia
. La antigua modelo se erige como una nueva Jackie Kennedy en medio de los círculos políticos y encuentros internacionales  donde su encanto y elegancia es el pan de cada día entre los comentaristas y las esposas de los políticos.
 Bruni cultiva un clasicismo puesto al día como embajadora de la elegancia made in France.
 En su viaje oficial a España aparece junto a la princesa Letizia, un duelo de tacones a las puertas del Palacio de la Zarzuela que acaba en empate.
A la cena oficial, sin embargo,  se exhibe como la vencedora de la velada vistiendo un traje de terciopelo de Dior y el espíritu de Audrey Hepburn-Desayuno con diamantes, como guía estilística.
 La antigua modelo rock-star se ha transformado en My Fair Lady.

Más audaz y en muchas ocasiones a las antípodas del estilo Bruni, es el look de Vanessa Paradis.
 Desde sus combinados y superpuestos que a más de un estilista y seguidor de las “bellas formas” pondría los pelos de punta, a esa imagen de abanderada del Bohemian Chic Style, sus apariciones en el photocall  siempre atraen el foco y los objetivos como una fuerza magnética.
 De la mano de Chanel, la cantante  y actriz ha dado nuevos bríos a la marca, ya como alegre chica flapper de la era del jazz o mezclando a su antojo algunos de los iconos de la casa de moda.
Un personaje que sabe jugar siempre l’esprit du temps, con libertad y seducción.
Una fascinación e identificación popular que no ha  pasado por alto para la marca H&M eligiéndola para su última campaña.
 A la égerie Chanel también le sienta bien el glamur low cost.
cover

La banda sonora

Con solo doce años, Vanessa Paradis registra su primer trabajo musical. Una canción, Joe le taxi, la convierte en ídolo adolescente y dos millones de discos vendidos. Su siguiente paso, en ese delicado trayecto de aprendizaje como cantante juvenil, cuenta ni más ni menos que con Serge Gainsbourg, que  le escribe un álbum entero, Variations sur le même t’aime (1990) y le hace entrar en su álbum de oro junto a Jane Birkin, Brigitte Bardot, Juliette Greco y otras diosas y musas.  Gainsbourg le deja como testamento  una pequeña perla, “Dis-lui toi que je t’aime” y le hace ganar varias  recompensas musicales. Carla Bruni  tampoco podrá sustraerse al “embrujo Gainsbourg”  aunque tendrá que contentarse  con la repesca de una antigua canción, “La noyée”,  incluida en su primer álbum musical, Quelqu’n m’a dit, un debut discográfico  que contra todo pronóstico, se convierte en un gran éxito de ventas con canciones  susurradas a modo de  confesiones melódicas.
Como Vanessa Paradis, Bruni consigue conciliar el favor de un público hipster con un auditorio más popular o generalista. Entre los ascendentes musicales que se pueden rastrear en su songbook o ADN, intérpretes  como Barbara, Marianne Faitfhull, Norah Jones o Joni Mitchell. Por su parte, Paradis, explora las caras del pop y busca la complicidad de un músico como Lenny Kravitz que le abre a un sonido más  soul, con guiños a la Tamla Motown y canciones com Be My Baby  o Your Love Has Got a Handle On My Mind.  O declinando  sonidos más enérgicos y rockeros como ese cover de la Velvet Underground, I’m  wating for the man.

Little french songs es el álbum que ha señalado el retorno a la escena musical de Carla Bruni, donde continua su vertiente como cantante-creadora de textos melancólicos e intimistas, aquí con sus apuntes más satíricos, que algunos han querido ver y leer en clave política.
 Un álbum sellado entre la Chanson y  la balada folk que recorre la línea ya apuntada por su primer trabajo musical
. En su contra, en estos últimos años ha habido una explosión de cantantes  femeninas y voces íntimas, que han dejado el  panorama melódico un poco saturado.
Por su parte Vanessa Paradis, despues de haber colaborado con algunos de los más aguerridos músicos de la nueva ola francesa, se ha puesto en las manos de un   creador como Benjamin Biolay, responsable de la dirección y producción de su nuevo álbum, Love songs
. Un doble álbum marcado por sonidos electro-pop y otros acentos para la pequeña gran diva. El próximo octubre se anuncian tournées de las dos primeras damas de la Chanson y el pop francés
. El duelo está servido.
Carla Bruni y Vanessa Paradis

Agitadas vidas amorosas

A diferencia de la trayectoria musical y cinematográfica, el balance amoroso de Carla Bruni gana de momento por goleada al de Vanessa Paradis
. Confirmados –y  otros envueltos solo en rumores– aparecen músicos como Mick Jagger, Eric Clapton , Jean-Jacques Goldman, Louis Bertignac, que después colaborará en sus primeros discos, o Florence Pagny, un nombre que también se encuentra entre los primeros compañeros sentimentales de Vanessa Paradis
. La lista se puede enriquecer con nombres como el del político socialista francés Laurent Fabius o el actor Vincent Pérez.
 O con padre e hijo, el editor Jean-Paul Enthoven y su hijo, Raphaël, padre de su hijo Aurélien y protagonista de la conocida canción “Raphaël” que lideraba su primer álbum.
Añadamos también en el álbum, personajes como el millonario Donald Trump o el actor Kevin Kostner, entre la ciencia rumorológica y el sin confirmar.
 De momento nos quedamos con el político Nicolas Sarkozy, que además de convertirla durante unos años en la primera dama de las pasarelas institucionales, padre de su hija, Giulia, ha hecho bueno el pronóstico que dice:
 Las damas también los prefieren feos y bajitos........Bueno, eso es a discreción........

Menos densa es la vida amorosa de Vanessa Paradis.
 Su primer amor adolescente cuando tenía 16 años fue el cantante Florence Pagny.
 Una relación de tres años a la que sucede otra unión, también con el mundo de la música como telón de fondo, con el rockero Lenny Kravitz.
 La cantante vive una intensa relación con el músico americano con dedicatorias musicales incluidas. Pero ya se sabe que hasta los amores más apasionados tienen fecha de caducidad y su relación al cabo de dos años, acabará agotándose.
 Lenny Kravitz será el culpable de su próxima historia de amor, presentándole al siguiente hombre de su vida: Johnny Depp, con el que ha vivido su hasta ahora su más larga y romántica historia de amor, con el nacimiento de sus hijos, Lily  Rose (13 años) y Jack ( 10 años).
 La relación terminó en 2012.  Las revistas de moda y del corazón perdían una de sus parejas más celebradas e icónicas y que algunos  hasta señalaban como eternas.

vanessa
Vanessa Paradis, como musa de Chanel.
carla bruni