14 abr 2013
Un B&B especial en el casco histórico de Las Palmas
En la Casa de Vegueta se puede seguir la pista a los hermanos Néstor y Miguel Martín-Fernández, cuya influencia en Gran Canaria es similar a la de César Manrique en Lanzarote.
Despiertas en la Casa de Vegueta (Pedro Díaz, 5; 0034 928 339 318), el primer Bed & Breakfast del casco histórico de Las Palmas de Gran Canaria.
Una casa canaria clásica, de techos altos, patio interior luminoso, construida en 1913, a dos pasos de la plaza de Santo Domingo, el único lugar de la ciudad donde el silencio se impone.
Sobre la mesilla de noche de una de las tres habitaciones dobles del establecimiento -todas con baño individual- descansa El soldado de porcelana, de Horacio Vázquez-Rial, el libro que uno se encuentra al llegar como una señal.
El soldado de porcelana es Gustavo Durán, el apasionante músico, militar, espía, diplomático, coetáneo de la Generación del 27, muy vinculado a la ciudad por haber sido novio, como cuenta el libro, de su pintor más emblemático, Néstor, el simbolista visionario.
Durán es el joven barcelonés de dorada melena rizada que aparece en varios de los cuadros del Poema del Atlántico, la obra más celebrada del canario
. Incluso la hermana de Durán, Araceli, se casó con el hermano de Néstor, Miguel Martín-Fernández, el brillante arquitecto que construyó las edificaciones ideadas entre ambos.
En La Casa de Vegueta, abierta en diciembre de 2012, los precios oscilan entre 60 y 90 euros con desayuno
. Y solo pueden alojarse niños de más de 12 años. Especialmente bonitas son las delicadas baldosas hidráulicas con pigmentos verdes y rojos que ornamentan sus 200 metros cuadrados de suelo.
“Siento que todo el que pasa me deja una huella”, cuenta la propietaria, Ana Lola Betancor.
Desayunas con ella cuando te lanza la revelación: “La silla donde te sientas fue diseñada por Miguel Martín-Fernández y construida en su taller de ebanistería.
Era parte del mobiliario de Cho Gloria, su casa de campo.
También la cubertería le pertenecía. Y la alacena rústica que tienes delante. ¿No te has fijado en las reproducciones de los ocho cuadros del Poema del Atlántico de Néstor en el salón?
También pertenecieron al arquitecto. Lo mismo que cuatro camas de la casa. Dos diseñadas por él. Justamente dormiste en una de ellas”.
También la mesilla de noche donde reposa Gustavo Durán.
En el periódico, una noticia te llama la atención. El Ayuntamiento de la ciudad reinaugurará antes del verano la Casa de Turismo de Néstor y Miguel en el parque Santa Catalina.
Llevaba décadas cerrada. El libro, la revelación, la noticia. Cambias de planes.
Decides profundizar en la historia de los hermanos antes de visitar su legado arquitectónico y pictórico: La Casa de Turismo, el edificio del Cabildo Insular, el teatro Pérez Galdós, el barrio residencial de Ciudad Jardín, el hotel Santa Catalina, el Pueblo Canario, las pinturas del Museo Néstor, la Casa del Marino, el parador de turismo Cruz de Tejeda
. Los hermanos tuvieron una influencia para la isla equivalente a la de Cesar Manrique para Lanzarote.
Te quedarás en el acogedor patio de La Casa de Vegueta zampándote a Vázquez-Rial.
En los ratos libres, para patear el centro histórico, puedes pedir a Ana Lola la exhaustiva guía Vegueta, un paseo en el tiempo, editada por ella misma y Miguelo Arencibia, el nieto del hermano arquitecto.
Este barrio fue el comienzo de la ciudad en 1478. La verdad original de Las Palmas en un trapecio con la superficie equivalente de 36 campos de fútbol que da gusto callejear.
Una casa canaria clásica, de techos altos, patio interior luminoso, construida en 1913, a dos pasos de la plaza de Santo Domingo, el único lugar de la ciudad donde el silencio se impone.
Sobre la mesilla de noche de una de las tres habitaciones dobles del establecimiento -todas con baño individual- descansa El soldado de porcelana, de Horacio Vázquez-Rial, el libro que uno se encuentra al llegar como una señal.
El soldado de porcelana es Gustavo Durán, el apasionante músico, militar, espía, diplomático, coetáneo de la Generación del 27, muy vinculado a la ciudad por haber sido novio, como cuenta el libro, de su pintor más emblemático, Néstor, el simbolista visionario.
Durán es el joven barcelonés de dorada melena rizada que aparece en varios de los cuadros del Poema del Atlántico, la obra más celebrada del canario
. Incluso la hermana de Durán, Araceli, se casó con el hermano de Néstor, Miguel Martín-Fernández, el brillante arquitecto que construyó las edificaciones ideadas entre ambos.
En La Casa de Vegueta, abierta en diciembre de 2012, los precios oscilan entre 60 y 90 euros con desayuno
. Y solo pueden alojarse niños de más de 12 años. Especialmente bonitas son las delicadas baldosas hidráulicas con pigmentos verdes y rojos que ornamentan sus 200 metros cuadrados de suelo.
“Siento que todo el que pasa me deja una huella”, cuenta la propietaria, Ana Lola Betancor.
Desayunas con ella cuando te lanza la revelación: “La silla donde te sientas fue diseñada por Miguel Martín-Fernández y construida en su taller de ebanistería.
Era parte del mobiliario de Cho Gloria, su casa de campo.
También la cubertería le pertenecía. Y la alacena rústica que tienes delante. ¿No te has fijado en las reproducciones de los ocho cuadros del Poema del Atlántico de Néstor en el salón?
También pertenecieron al arquitecto. Lo mismo que cuatro camas de la casa. Dos diseñadas por él. Justamente dormiste en una de ellas”.
También la mesilla de noche donde reposa Gustavo Durán.
En el periódico, una noticia te llama la atención. El Ayuntamiento de la ciudad reinaugurará antes del verano la Casa de Turismo de Néstor y Miguel en el parque Santa Catalina.
Llevaba décadas cerrada. El libro, la revelación, la noticia. Cambias de planes.
Decides profundizar en la historia de los hermanos antes de visitar su legado arquitectónico y pictórico: La Casa de Turismo, el edificio del Cabildo Insular, el teatro Pérez Galdós, el barrio residencial de Ciudad Jardín, el hotel Santa Catalina, el Pueblo Canario, las pinturas del Museo Néstor, la Casa del Marino, el parador de turismo Cruz de Tejeda
. Los hermanos tuvieron una influencia para la isla equivalente a la de Cesar Manrique para Lanzarote.
Te quedarás en el acogedor patio de La Casa de Vegueta zampándote a Vázquez-Rial.
En los ratos libres, para patear el centro histórico, puedes pedir a Ana Lola la exhaustiva guía Vegueta, un paseo en el tiempo, editada por ella misma y Miguelo Arencibia, el nieto del hermano arquitecto.
Este barrio fue el comienzo de la ciudad en 1478. La verdad original de Las Palmas en un trapecio con la superficie equivalente de 36 campos de fútbol que da gusto callejear.
Un forense para Boabdil
Un grupo de investigadores cree haber hallado en Fez la tumba del último rey de Granada
El perito vasco Francisco Etxeberria y el cineasta Javier Balaguer lideran las inspecciones.
Después de llorar por su ciudad aquel 2 de enero de 1492, cosa que muy seguramente no hizo, a Boabdil, el último rey de Granada,
le quedaba aún mucha vida por delante. E intensa. De hecho, tras dejar
su reino, en lugar de desvanecerse en la historia en una nube de
lágrimas y melancolía, como correspondería a la leyenda romántica del
desventurado y sollozante rey Chico (o Chiquito, para más guasa), Abu
Abdalla Mohamed XII (XI, según nuevas investigaciones), llamado Boabdil
en una corrupción cristiana de su nombre, pasó a ocupar un feudo en las
Alpujarras y, tras morir su mujer, la famosa Morayma, marchó de allí en
octubre de 1493 con un numeroso séquito y su madre, la irreductible y maniobrera Aixa, a Fez. En la ciudad marroquí, lejos de Al-Andalus, vivió como príncipe huésped del sultán hasta su muerte en 1533, 40 años después.
Según algunos testimonios, en contraste con el cliché de cobardica de la vieja historiografía acartonada, Boabdil habría ayudado corajudamente a su anfitrión en sus guerras, con las armas en la mano, e incluso habría muerto en batalla, de un lanzazo y una flecha. Destino llamativo para un supuesto pusilánime que ha enriquecido nuestro imaginario con su llanto y nuestra toponimia con sus suspiros.
Fuentes de la época sitúan su lugar de entierro en una musalla (zona abierta dedicada a la oración) junto a la Bab Sharia, la Puerta de la Justicia, de la medina de Fez, hoy conocida como la Puerta del Quemado.
Fiados en estas fuentes, apoyados en una profunda labor documental y con el objetivo de resolver uno de los grandes misterios de nuestra historia —el paradero de los restos del último rey de la Granada musulmana— y, al mismo tiempo, reivindicar a Boabdil, un singular equipo multidisciplinar formado por españoles y árabes ha comenzado ya a trabajar sobre el terreno en Fez. Y están seguros de que tienen a Boabdil al alcance de la mano.
A la cabeza del grupo figuran en curiosa alianza el cineasta Javier Balaguer, ganador de un Goya, y el famoso forense Francisco Etxeberria, exhumador de fosas de la Guerra Civil y perito en casos como el de los niños de Córdoba, Ruth y José. Balaguer y Etxeberria han estado en marzo en el supuesto lugar de enterramiento, donde el equipo ha realizado una prospección arqueológica con georradar. “Estamos seguros de que es el sitio”, afirma Balaguer. El cineasta explica que dentro de una antigua qubba, un pequeño templete cuadrado con cúpula que se preserva en la musalla, hoy un parque destartalado, han localizado dos cuerpos. “Creemos que uno es él, Boabdil, y el otro, un santón cuya memoria se ha preservado, Sidi Bel Kassem”. Balaguer señala que era usual enterrar a un hombre santo junto a los reyes para evitar la profanación.
El cineasta, que está realizando un documental sobre Boabdil y prepara también un largometraje de ficción, apenas puede contener su deseo de que comience la excavación “y que Paco pueda ver los restos”. Esta fase de la investigación se encuentra paralizada de momento, a la espera de nuevos permisos de las autoridades marroquíes. Balaguer avanza que la tarea de Etxeberria no será, en cualquier caso, fácil. “Los enterramientos musulmanes no dan muchas referencias, no hay ajuar, y los cuerpos están envueltos en un simple sayo”. Vamos, que Boabdil no aparecerá, si lo hace, con la espada del islam al cinto.
“En realidad”, apunta Francisco Etxeberria, “una de sus espadas jinetas (otra está en el Museo del Ejército de Toledo) se conserva en el Museo de San Telmo en San Sebastián. Siempre me ha llamado la atención. Es una curiosa conexión donostiarra de Boabdil”. Tras la toma de Granada, los Reyes Católicos entregaron esa espada a Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla y primer alcaide de la Alhambra. Su última propietaria fue Blanca Porcel y Guirior, marquesa de San Millán (descendiente del almirante donostiarra Antonio de Oquendo), que la donó al museo en 1940.
“Va a ser complicado”, advierte el forense sobre la identificación de Boabdil. “Dependerá mucho de la preservación de los restos. En las películas siempre se resuelve el caso, pero en la realidad no es así. Trataremos de tomar muestras de ADN para cotejarlas con el de los descendientes de Boabdil, que existen, pero puede que el ADN de los restos del rey se haya degradado por las condiciones ambientales. Vamos a ver”. Esos descendientes lo son por parte de la hermana del rey, que permaneció en España y a la que se le atribuye un hijo nada menos que de Fernando el Católico.
No es la primera vez que Etxeberria se enfrenta a restos de personajes históricos, pues ha estudiado, entre otros, los de Bermudo III de León, del siglo XI.
Pero el forense encuentra especialmente emocionante la pesquisa sobre Boabdil, esa investigación tipo CSI, en versión rey moro, que “nos lleva a un mundo desconocido”.
El origen de la sensacional aventura que es la búsqueda del perdido rey de Granada tiene su inicio, explica Javier Balaguer, en la obsesión por el personaje de Mustafá Abdulrahman, asesor cultural de la familia real de los Emiratos Árabes Unidos y apasionado de la historia, que financia el proyecto.
El cineasta subraya que, se encuentre o no a Boabdil, la investigación es una oportunidad excepcional para mostrar al verdadero personaje más allá del arquetipo.
“Es una figura maltratada por la historia, escrita por los vencedores”, denuncia Balaguer. “Rindió Granada, sí, pero gracias a su decisión la ciudad se preservó. Boabdil habría sido así el responsable de que Granada no ardiera. Como Von Choltitz, incumpliendo las órdenes de Hitler, lo fue de que no ardiera París.
El cineasta subraya que, de haberse obstinado el rey en la defensa de la ciudad, los Reyes Católicos la hubieran arrasado como hicieron en 1487 con Málaga, defendida a ultranza por las cimitarras de Hamet El Zegrí y sus gomeres negros.
“Fue político, negociador, entendió que era absurdo prolongar la situación sin posibilidad de recibir ayuda”.
El equipo que busca a Boabdil trata también de contar su historia a través del punto de vista árabe, mucho más favorable al rey que el español, que lo ha desacreditado sistemáticamente.
“Es triste que la mayoría conozca a Boabdil por una frase inventada dos siglos después, aquello de que su madre le dijo, “llora como mujer...”, etcétera. En todo caso, el verdadero Boabdil está hecho de luces y sombras.
Y no se puede negar que habrá salvado la Alhambra, pero fue un verdadero intrigante cuyas maniobras para hacerse con el poder, en riña con su padre y su tío y apoyado por su madre y la facción de los Abencerrajes, llevaron agua al molino de los cristianos.
“Soy cineasta y pretendo seguir siéndolo”, puntualiza Balaguer al preguntarle si se va a pasar al oficio de arqueólogo o historiador
. De la investigación sobre Boabdil, aparezca o no, saldrá un documental, pero también está prevista una película de ficción que no tiene nada que ver, dice Balaguer, con la que proyecta Antonio Banderas —el autor de su guion, por cierto, el escritor Antonio Soler, acaba de publicar una interesante y documentada novela histórica sobre el personaje, Boabdil, un hombre contra el destino (Espasa)—.
El misterio de los restos del rey es la guinda del enigma del paradero final de toda la dinastía nazarí (y de la reina Morayma), que reinó entre 1237 y 1492 con 22 monarcas.
Cuando Boabdil abandonó Granada se llevó con él los despojos de la mayoría de sus antecesores, los que estaban enterrados en la rawda, el cementerio real, de la Alhambra (en 1925 se encontraron las tumbas vacías) y, según todos los indicios, los reenterró en el cementerio musulmán (macáber) de Mondújar.
Pero los restos no han aparecido.
Excavaciones arqueológicas realizadas en el lugar apuntan a que las sepulturas de la dinastía nazarita fueron removidas durante la construcción de la carretera de circunvalación de la localidad en 1988, y los huesos de los reyes se encuentran hoy bajo el asfalto de la autovía de Motril. Más suerte parece haber tenido el desdichado Boabdil.
Según algunos testimonios, en contraste con el cliché de cobardica de la vieja historiografía acartonada, Boabdil habría ayudado corajudamente a su anfitrión en sus guerras, con las armas en la mano, e incluso habría muerto en batalla, de un lanzazo y una flecha. Destino llamativo para un supuesto pusilánime que ha enriquecido nuestro imaginario con su llanto y nuestra toponimia con sus suspiros.
Fuentes de la época sitúan su lugar de entierro en una musalla (zona abierta dedicada a la oración) junto a la Bab Sharia, la Puerta de la Justicia, de la medina de Fez, hoy conocida como la Puerta del Quemado.
Fiados en estas fuentes, apoyados en una profunda labor documental y con el objetivo de resolver uno de los grandes misterios de nuestra historia —el paradero de los restos del último rey de la Granada musulmana— y, al mismo tiempo, reivindicar a Boabdil, un singular equipo multidisciplinar formado por españoles y árabes ha comenzado ya a trabajar sobre el terreno en Fez. Y están seguros de que tienen a Boabdil al alcance de la mano.
A la cabeza del grupo figuran en curiosa alianza el cineasta Javier Balaguer, ganador de un Goya, y el famoso forense Francisco Etxeberria, exhumador de fosas de la Guerra Civil y perito en casos como el de los niños de Córdoba, Ruth y José. Balaguer y Etxeberria han estado en marzo en el supuesto lugar de enterramiento, donde el equipo ha realizado una prospección arqueológica con georradar. “Estamos seguros de que es el sitio”, afirma Balaguer. El cineasta explica que dentro de una antigua qubba, un pequeño templete cuadrado con cúpula que se preserva en la musalla, hoy un parque destartalado, han localizado dos cuerpos. “Creemos que uno es él, Boabdil, y el otro, un santón cuya memoria se ha preservado, Sidi Bel Kassem”. Balaguer señala que era usual enterrar a un hombre santo junto a los reyes para evitar la profanación.
El cineasta, que está realizando un documental sobre Boabdil y prepara también un largometraje de ficción, apenas puede contener su deseo de que comience la excavación “y que Paco pueda ver los restos”. Esta fase de la investigación se encuentra paralizada de momento, a la espera de nuevos permisos de las autoridades marroquíes. Balaguer avanza que la tarea de Etxeberria no será, en cualquier caso, fácil. “Los enterramientos musulmanes no dan muchas referencias, no hay ajuar, y los cuerpos están envueltos en un simple sayo”. Vamos, que Boabdil no aparecerá, si lo hace, con la espada del islam al cinto.
“En realidad”, apunta Francisco Etxeberria, “una de sus espadas jinetas (otra está en el Museo del Ejército de Toledo) se conserva en el Museo de San Telmo en San Sebastián. Siempre me ha llamado la atención. Es una curiosa conexión donostiarra de Boabdil”. Tras la toma de Granada, los Reyes Católicos entregaron esa espada a Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla y primer alcaide de la Alhambra. Su última propietaria fue Blanca Porcel y Guirior, marquesa de San Millán (descendiente del almirante donostiarra Antonio de Oquendo), que la donó al museo en 1940.
“Va a ser complicado”, advierte el forense sobre la identificación de Boabdil. “Dependerá mucho de la preservación de los restos. En las películas siempre se resuelve el caso, pero en la realidad no es así. Trataremos de tomar muestras de ADN para cotejarlas con el de los descendientes de Boabdil, que existen, pero puede que el ADN de los restos del rey se haya degradado por las condiciones ambientales. Vamos a ver”. Esos descendientes lo son por parte de la hermana del rey, que permaneció en España y a la que se le atribuye un hijo nada menos que de Fernando el Católico.
No es la primera vez que Etxeberria se enfrenta a restos de personajes históricos, pues ha estudiado, entre otros, los de Bermudo III de León, del siglo XI.
Pero el forense encuentra especialmente emocionante la pesquisa sobre Boabdil, esa investigación tipo CSI, en versión rey moro, que “nos lleva a un mundo desconocido”.
El origen de la sensacional aventura que es la búsqueda del perdido rey de Granada tiene su inicio, explica Javier Balaguer, en la obsesión por el personaje de Mustafá Abdulrahman, asesor cultural de la familia real de los Emiratos Árabes Unidos y apasionado de la historia, que financia el proyecto.
El cineasta subraya que, se encuentre o no a Boabdil, la investigación es una oportunidad excepcional para mostrar al verdadero personaje más allá del arquetipo.
“Es una figura maltratada por la historia, escrita por los vencedores”, denuncia Balaguer. “Rindió Granada, sí, pero gracias a su decisión la ciudad se preservó. Boabdil habría sido así el responsable de que Granada no ardiera. Como Von Choltitz, incumpliendo las órdenes de Hitler, lo fue de que no ardiera París.
El cineasta subraya que, de haberse obstinado el rey en la defensa de la ciudad, los Reyes Católicos la hubieran arrasado como hicieron en 1487 con Málaga, defendida a ultranza por las cimitarras de Hamet El Zegrí y sus gomeres negros.
“Fue político, negociador, entendió que era absurdo prolongar la situación sin posibilidad de recibir ayuda”.
El equipo que busca a Boabdil trata también de contar su historia a través del punto de vista árabe, mucho más favorable al rey que el español, que lo ha desacreditado sistemáticamente.
“Es triste que la mayoría conozca a Boabdil por una frase inventada dos siglos después, aquello de que su madre le dijo, “llora como mujer...”, etcétera. En todo caso, el verdadero Boabdil está hecho de luces y sombras.
Y no se puede negar que habrá salvado la Alhambra, pero fue un verdadero intrigante cuyas maniobras para hacerse con el poder, en riña con su padre y su tío y apoyado por su madre y la facción de los Abencerrajes, llevaron agua al molino de los cristianos.
“Soy cineasta y pretendo seguir siéndolo”, puntualiza Balaguer al preguntarle si se va a pasar al oficio de arqueólogo o historiador
. De la investigación sobre Boabdil, aparezca o no, saldrá un documental, pero también está prevista una película de ficción que no tiene nada que ver, dice Balaguer, con la que proyecta Antonio Banderas —el autor de su guion, por cierto, el escritor Antonio Soler, acaba de publicar una interesante y documentada novela histórica sobre el personaje, Boabdil, un hombre contra el destino (Espasa)—.
El misterio de los restos del rey es la guinda del enigma del paradero final de toda la dinastía nazarí (y de la reina Morayma), que reinó entre 1237 y 1492 con 22 monarcas.
Cuando Boabdil abandonó Granada se llevó con él los despojos de la mayoría de sus antecesores, los que estaban enterrados en la rawda, el cementerio real, de la Alhambra (en 1925 se encontraron las tumbas vacías) y, según todos los indicios, los reenterró en el cementerio musulmán (macáber) de Mondújar.
Pero los restos no han aparecido.
Excavaciones arqueológicas realizadas en el lugar apuntan a que las sepulturas de la dinastía nazarita fueron removidas durante la construcción de la carretera de circunvalación de la localidad en 1988, y los huesos de los reyes se encuentran hoy bajo el asfalto de la autovía de Motril. Más suerte parece haber tenido el desdichado Boabdil.
Lo que España dejó llevarse al Met
Gran parte de la donación que el estadounidense Leonard Lauder ha hecho al Metropolitan de Nueva York esta semana fue ofrecida al Gobierno en los ochenta.
Al tiempo que el pasado martes el Metropolitan Museum de Nueva York
anunciaba a bombo y platillo un hito en su solemne historia, una mujer,
en España, se tiraba de los pelos.
La noticia era que Leonard Lauder, de 80 años, heredero del imperio de cosméticos que creara su familia con el nombre de su madre, Estée Lauder, cedía su codiciada colección de pintura cubista —78 cuadros de Picasso, Juan Gris, Georges Braque y Fernand Léger— al centro.
La rabia era cosa de Carmen Giménez: la mujer que en el año 1983, como encargada del Centro Nacional de Exposiciones —hoy académica de Bellas Artes—, visitó Basilea (Suiza) invitada por el heredero de Douglas Cooper, gran coleccionista anterior a Lauder del movimiento cubista, para ver si le interesaba parte de los cuadros que hoy componen la donación al Met, valorada en más de 1.100 millones de dólares (839 millones de euros).
Al final, fue Leonard Lauder quien se los llevó a casa…
En unos días, este multimillonario estadounidense no verá al entrar a su apartamento de Manhattan Cabeza de mujer, esculpida en 1909 por Picasso.
Tampoco, sobre la cabecera de su escritorio en el despacho colgará Mujer sentada en un sillón, dos de las obras que más admira Carmen Giménez y que, años después, para preparar una de las exposiciones cruciales sobre el malagueño vistas en España, Picasso black and white, pudo degustar en casa del propio Lauder.
Ambos serán mostrados en las galerías que el Met prepara con mimo para albergar dichas obras a partir del otoño de 2014.
Una aportación que, según el francés Philippe de Montebello, quien comenzó las conversaciones con Lauder cuando era director del museo, convertirá al centro en “una referencia mundial del movimiento”.
Montebello, que dejó su cargo en 2008, empezó a conquistar al coleccionista hace cerca de 10 años: “El legado de Lauder viene a ser sin duda el más valioso del mundo en este campo.
Es obligación del responsable de un museo de la talla del Metropolitan hacer saber a personas así que nos interesa su colección”, afirma Montebello a EL PAÍS.
Giménez, por su parte, no guarda el más mínimo rencor.
Al contrario
. Después de compartir con Lauder un fin de semana en Basilea, donde hace tres décadas fueron a ver la herencia de Cooper, se hicieron grandes amigos.
Les unía su pasión cubista.
Un movimiento que en aquellos años no estaba tan valorado dentro de un mercado obsesionado entonces con el impresionismo y el posimpresionismo.
Así que el precio era otro. “De haber podido comprar para España aquellos cuadros, nos hubiesen costado menos del 10% de lo que valen hoy”, comenta Giménez.
Y no fue por falta de interés. Bill McCarthy, heredero de Cooper, hizo saber al Gobierno español que su mentor hubiese sido feliz sabiendo que la colección quedaba en España. Cooper, amigo de Picasso, visitaba asiduamente el Prado
. Allí se convirtió en el primer extranjero que entraba a formar parte del patronato
. Uno de sus sueños fue enfrentar al artista malagueño con toda la tradición que le precedía y que él engrandeció para el futuro. Pero eran los tiempos en los que no existían estructuras dentro del Estado capaces de abordar una operación así.
Y el legado voló a la otra orilla sin que pudieran ni plantear una oferta.
El triángulo de esta historia lo forman tres personajes enamorados de un vendaval que transformó para siempre la historia del arte. Una sacudida que todavía hoy, según Giménez, “no se entiende en toda su dimensión”. No se entiende, pero sí se valora ya de sobra. Tanto como para que la operación haya levantado ampollas en Nueva York. Muchos pensaban que el legado podía haber quedado en el MoMA, donde cuelgan Las señoritas de Aviñón, la obra de Picasso que da en gran parte origen al movimiento.
Pero el Met ha sabido jugar sus cartas.
Resultaba crucial para su prestigio rellenar un hueco vacío en sus fondos, algo que le había costado sus críticas
. Ya no. Gracias a Lauder.
Un hombre que comenzó a coleccionar hace 40 años exclusivamente centrado en el cubismo, según Giménez, “muy bien asesorado por su curator en este ámbito, Emily Braun”.
Y tampoco el cubismo hubiese sido valorado para la historia de la misma manera si Douglas Cooper, desde los años treinta, no hubiese ido reuniendo la colección basada en el movimiento que deslumbró e irritó a crítica y público cuando Alfred H. Barr montó la exposición Cubism and abstract art, en el MoMA por 1936.
Cooper empezó a comprar en 1932, después de recibir una sustanciosa herencia de su abuela que le empujó a dedicarse exclusivamente al estudio y al negocio del arte tras haber sido conductor de ambulancias y pertenecer al servicio de inteligencia de las fuerzas aéreas británicas.
De Cooper a Lauder, en el ámbito privado, el cubismo ha sido protegido por dos manos muy sensibles a la grandeza del mismo. En el caso de Lauder, se trata de un virus que ha afectado también a su hermano, Ronald.
Este se convirtió en noticia por comprar un cuadro de Gustav Klimt, líder de la Secesión vienesa, batiendo récords en 2006 con la cifra de 135 millones de dólares. A ambos les había influido de manera crucial la exposición que el propio Cooper montó en 1983 en la Tate Gallery de Londres bajo el título Essential cubism, tras la que quedaron impactados, según Giménez.
Allí, Leonard Lauder empieza a reunir sus piezas y a continuar la pasión coleccionista que ya con seis años le hacía reunir postales art déco. Junto al legado de Cooper, compra otras provinientes de las posesiones de Gertrude Stein o del banquero suizo Raoul La Roche, entre otros. Hoy todo pertenece al Metropolitan Museum, cuya junta aprobaba el martes pasado su operación, que se une a otras donaciones históricas. Los 33 picassos, 17 braques, 14 grises y 14 légers, entre óleos, esculturas y dibujos, han convertido de golpe al museo en la gran meca cubista universal.
La noticia era que Leonard Lauder, de 80 años, heredero del imperio de cosméticos que creara su familia con el nombre de su madre, Estée Lauder, cedía su codiciada colección de pintura cubista —78 cuadros de Picasso, Juan Gris, Georges Braque y Fernand Léger— al centro.
La rabia era cosa de Carmen Giménez: la mujer que en el año 1983, como encargada del Centro Nacional de Exposiciones —hoy académica de Bellas Artes—, visitó Basilea (Suiza) invitada por el heredero de Douglas Cooper, gran coleccionista anterior a Lauder del movimiento cubista, para ver si le interesaba parte de los cuadros que hoy componen la donación al Met, valorada en más de 1.100 millones de dólares (839 millones de euros).
Al final, fue Leonard Lauder quien se los llevó a casa…
En unos días, este multimillonario estadounidense no verá al entrar a su apartamento de Manhattan Cabeza de mujer, esculpida en 1909 por Picasso.
Tampoco, sobre la cabecera de su escritorio en el despacho colgará Mujer sentada en un sillón, dos de las obras que más admira Carmen Giménez y que, años después, para preparar una de las exposiciones cruciales sobre el malagueño vistas en España, Picasso black and white, pudo degustar en casa del propio Lauder.
Ambos serán mostrados en las galerías que el Met prepara con mimo para albergar dichas obras a partir del otoño de 2014.
Una aportación que, según el francés Philippe de Montebello, quien comenzó las conversaciones con Lauder cuando era director del museo, convertirá al centro en “una referencia mundial del movimiento”.
Montebello, que dejó su cargo en 2008, empezó a conquistar al coleccionista hace cerca de 10 años: “El legado de Lauder viene a ser sin duda el más valioso del mundo en este campo.
Es obligación del responsable de un museo de la talla del Metropolitan hacer saber a personas así que nos interesa su colección”, afirma Montebello a EL PAÍS.
Giménez, por su parte, no guarda el más mínimo rencor.
Al contrario
. Después de compartir con Lauder un fin de semana en Basilea, donde hace tres décadas fueron a ver la herencia de Cooper, se hicieron grandes amigos.
Les unía su pasión cubista.
Un movimiento que en aquellos años no estaba tan valorado dentro de un mercado obsesionado entonces con el impresionismo y el posimpresionismo.
Así que el precio era otro. “De haber podido comprar para España aquellos cuadros, nos hubiesen costado menos del 10% de lo que valen hoy”, comenta Giménez.
Y no fue por falta de interés. Bill McCarthy, heredero de Cooper, hizo saber al Gobierno español que su mentor hubiese sido feliz sabiendo que la colección quedaba en España. Cooper, amigo de Picasso, visitaba asiduamente el Prado
. Allí se convirtió en el primer extranjero que entraba a formar parte del patronato
. Uno de sus sueños fue enfrentar al artista malagueño con toda la tradición que le precedía y que él engrandeció para el futuro. Pero eran los tiempos en los que no existían estructuras dentro del Estado capaces de abordar una operación así.
Y el legado voló a la otra orilla sin que pudieran ni plantear una oferta.
El triángulo de esta historia lo forman tres personajes enamorados de un vendaval que transformó para siempre la historia del arte. Una sacudida que todavía hoy, según Giménez, “no se entiende en toda su dimensión”. No se entiende, pero sí se valora ya de sobra. Tanto como para que la operación haya levantado ampollas en Nueva York. Muchos pensaban que el legado podía haber quedado en el MoMA, donde cuelgan Las señoritas de Aviñón, la obra de Picasso que da en gran parte origen al movimiento.
Pero el Met ha sabido jugar sus cartas.
Resultaba crucial para su prestigio rellenar un hueco vacío en sus fondos, algo que le había costado sus críticas
. Ya no. Gracias a Lauder.
Un hombre que comenzó a coleccionar hace 40 años exclusivamente centrado en el cubismo, según Giménez, “muy bien asesorado por su curator en este ámbito, Emily Braun”.
Y tampoco el cubismo hubiese sido valorado para la historia de la misma manera si Douglas Cooper, desde los años treinta, no hubiese ido reuniendo la colección basada en el movimiento que deslumbró e irritó a crítica y público cuando Alfred H. Barr montó la exposición Cubism and abstract art, en el MoMA por 1936.
Cooper empezó a comprar en 1932, después de recibir una sustanciosa herencia de su abuela que le empujó a dedicarse exclusivamente al estudio y al negocio del arte tras haber sido conductor de ambulancias y pertenecer al servicio de inteligencia de las fuerzas aéreas británicas.
De Cooper a Lauder, en el ámbito privado, el cubismo ha sido protegido por dos manos muy sensibles a la grandeza del mismo. En el caso de Lauder, se trata de un virus que ha afectado también a su hermano, Ronald.
Este se convirtió en noticia por comprar un cuadro de Gustav Klimt, líder de la Secesión vienesa, batiendo récords en 2006 con la cifra de 135 millones de dólares. A ambos les había influido de manera crucial la exposición que el propio Cooper montó en 1983 en la Tate Gallery de Londres bajo el título Essential cubism, tras la que quedaron impactados, según Giménez.
Allí, Leonard Lauder empieza a reunir sus piezas y a continuar la pasión coleccionista que ya con seis años le hacía reunir postales art déco. Junto al legado de Cooper, compra otras provinientes de las posesiones de Gertrude Stein o del banquero suizo Raoul La Roche, entre otros. Hoy todo pertenece al Metropolitan Museum, cuya junta aprobaba el martes pasado su operación, que se une a otras donaciones históricas. Los 33 picassos, 17 braques, 14 grises y 14 légers, entre óleos, esculturas y dibujos, han convertido de golpe al museo en la gran meca cubista universal.
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