Por LORENZO ESCOT MANGAS y JOSÉ ANDRÉS FERNÁNDEZ CORNEJO
Que en las puertas de los colegios españoles se vean varones
ocupándose de sus hijos pequeños ha dejado de ser algo pintoresco. Una
de las manifestaciones del avance en la igualdad de género en España es
que los varones, o al menos una parte no insignificante de ellos, están
accediendo gradualmente a desempeñar tareas de cuidados, que en el
pasado eran desempeñadas casi en exclusiva por las mujeres.
Así que ver
hombres en la puerta del colegio o en la consulta del pediatra ya ha
dejado de ser algo excepcional. Ya no llama la atención.
Algunos sociólogos hacen referencia a una “nueva masculinidad”, más
flexible y más rica, que incorpora ámbitos de la personalidad, como el
afectivo y el de los cuidados, que en el pasado se asociaban en mayor
medida con las mujeres
. El avance de la igualdad de género, en su misma
base, lleva aparejado un proceso en el que los roles de género
tradicionales se atenúan o desaparecen
. Los roles de género tienen que
ver con las creencias culturales hegemónicas acerca de lo que son
condiciones y conductas femeninas y masculinas, asumidas (en gran medida
de manera no consciente) por mujeres y hombres y que, de una manera
acumulativa y sutil, pueden llegar a limitar de una manera sorprendente
las pautas y las conductas de los seres humanos.
Y esas limitaciones o
rigideces se están atenuando para muchos hombres hoy día, con
la correspondiente ganancia de matices y calidad de vida que conlleva
dejar de ser todo el día John Wayne.
Este fenómeno por el que los varones se implican más activamente en
el cuidado de sus hijos (y también de otros dependientes y, en general
en las responsabilidades familiares), ¿a quién beneficia?
A las mujeres,
ya que a estas alturas, sabemos bastante bien que la igualdad de género
en el mercado laboral y en la sociedad (de puertas afuera) tiene como
correlato la igualdad de género en el hogar y la familia (de puertas
adentro).
El hecho de que las mujeres sean quienes en mayor medida se ocupan de
las responsabilidades familiares, por una parte, hace que muchas
de ellas limiten sus carreras profesionales en la etapa en que tienen
hijos; y, por otra, hace que muchas empresas, anticipando que este tipo
de situación se podría dar, discriminen en la contratación o en la
promoción a muchas mujeres.
Por ello, la plena corresponsabilidad de
hombres y mujeres en el ámbito familiar eliminaría la brecha salarial y
el techo de cristal.
Incluso la segregación ocupacional de género (existencia de
ocupaciones feminizadas y masculinizadas), que es un fenómeno muy ligado
a los estereotipos de género, tendría mucho menos sentido en un mundo
en donde los roles de género tradicionales tuvieran menos fuerza
. En
segundo lugar, la creciente implicación de los varones en los cuidados
beneficia a la infancia. En los hogares en los que los dos progenitores
trabajan (la mayoría) y en donde existe una actitud favorable a la
implicación de los dos, las niñas y los niños acaban recibiendo más
tiempo de sus padres, y esa presencia en las edades tempranas es
fundamental para su desarrollo.
Y, en tercer lugar, esa creciente implicación de los varones es buena
para ellos mismos, al enriquecer sus vidas.
De todas formas, aquí se
está hablando de tendencias de cambio o, incluso, de un fenómeno
incipiente, en el sentido de que todavía dista mucho de estar
totalmente generalizado.
Según
la Encuesta de Empleo del Tiempo que elabora el INE, en 2010 la
duración media diaria del tiempo dedicado al hogar y a la familia era
de 4 horas y 29 minutos en el caso de las mujeres y de 2 horas y 32
minutos en el caso de los hombres (además, en el reparto de tareas,
ellas tendían a realizar relativamente más las actividades del hogar
rutinarias y ellos las más lúdicas); esta diferencia de 1 hora y 57
minutos es inferior a la que se obtenía en la encuesta anterior, de
2003, pero es aún muy elevada. Por otra parte, en España, los niveles de
corresponsabilidad en el hogar de mujeres y hombres están todavía
bastante por debajo de los alcanzados en las sociedades de referencia en
esta materia, que son las nórdicas.
Este desfase se debe, en
parte, a que este fenómeno empezó más tarde en países como España.
Pero
también, en este punto, hay que hacer referencia a los desincentivos o
barreras que pueden encontrar muchos varones que querrían implicarse más
en las tareas de cuidados o, lo que es lo mismo, que querrían
conciliar en mayor medida sus vidas laborales y familiares.
Un
primer desincentivo viene de la propia ley. Las leyes, en muchos
casos, ejemplarizan y transmiten pautas a la sociedad.
En el caso
español, la ley sostiene que, tras el nacimiento o adopción, para cuidar
de la niña o del niño, las madres disponen de 16 semanas y los padres
disponen de dos
. Justo en el comienzo, la ley empequeñece el papel del
padre como cuidador.
Sin embargo, el cambio en las actitudes de género y
la sensibilidad hacia estas nuevas necesidades, hacen que la tendencia
apunte –si la crisis lo permite- a una progresiva igualación de los
permisos disponibles para madres y para padres. En Suecia, Noruega,
Islandia, Alemania o… en Portugal, existe una situación de estricta
igualdad de género en los permisos parentales y, además, se incorporan
incentivos para que ambos, madre y padre, los utilicen.
En España, la situación de grave crisis económica viene
retrasando la ampliación (ya decidida) del permiso de paternidad a cuatro semanas. Por otra parte, existen propuestas (como la de la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción,
PPIINA),
para, en un horizonte más o menos largo, intentar que el permiso
correspondiente al padre se vaya igualando con el de la madre.
Un
segundo aspecto es el de la sensibilidad (o insensibilidad) de las
empresas y las organizaciones hacia los hombres que desean conciliar
(que desean utilizar las diferentes medidas de conciliación existentes
en las empresas). Desde la dirección de recursos humanos de las
empresas, o entre los propios compañeros de trabajo, ¿se tiene claro que
las prácticas de conciliación no son políticas destinadas a la
plantilla femenina sino a toda la plantilla?
Puede que, con frecuencia, todavía se dé este tipo de situación: los
varones no solicitan el uso de las prácticas de conciliación (por
ejemplo, una reducción de jornada tras tener un hijo) porque tienen la
percepción de que estas medidas no están disponibles para ellos; los
empleadores no ofrecen abiertamente estas medidas a los varones porque
parece que éstos no demandan el uso de las mismas; y, en su defecto, las
mujeres solicitan estas prácticas de conciliación en un contexto de
presión social para que lo hagan.
A este fenómeno se le denomina, a
veces, “sesgo femenino en la conciliación”, y es algo que debería ir
desapareciendo en la medida en que se avance en la corresponsabilidad y
los varones concilien tanto como las mujeres (por cierto, esto también
haría desaparecer el “sesgo masculino” en la promoción a puestos
directivos).
Sin embargo, hasta que esto suceda, es importante que los
responsables de recursos humanos de las empresas sean conscientes de
que, aunque todavía son minoría, hay también varones que demandan estas
medidas, y que la inclusión efectiva de los varones en las políticas de
conciliación puede ser también rentable para ellas (en términos de
mejora del clima laboral de la empresa), en la medida en que satisfacen
una necesidad que cada vez más hombres van a demandar.
Y todavía
se puede añadir un tercer elemento: el de las facilidades que, en
general, existen para conciliar. Si en España se avanzara en aspectos
como la racionalización de los horarios, la cultura de la conciliación
de las empresas y la plena universalización de la enseñanza infantil de
calidad, sería mucho más fácil conciliar (se sea hombre o mujer), y
ello, qué duda cabe, constituiría un incentivo adicional que implicaría a
más hombres en las tareas de cuidados.
Aunque parezca increíble,
la economía española tiene que salir en algún momento de la crisis, y
para acelerar esa salida y el proceso de recuperación posterior, hay que
aprovechar todas las fortalezas –que las hay- que se habían
desarrollado previamente.
Una de ellas fue el avance en las políticas de
igualdad, las cuales no son un lujo de tiempos de bonanza, sino un
elemento básico de un estado del bienestar justo y, sobre todo,
competitivo.
Lorenzo Escot Mangas y José Andrés Fernández
Cornejo son profesores de la Universidad
Complutense de Madrid y coordinadores del grupo de investigación 'Análisis
económico de la diversidad y políticas de igualdad'
FOTO: John Wayne, en un fotograma de la película 'Centauros del desierto'.