La telerrealidad mata. En Francia ya lo sabían desde 2010, cuando Jean-Pierre, un participante de un programa titulado
Engáñame si puedes,
acabó son su vida dos meses después de la grabación del programa. Al año siguiente un concursante de
Gran Hermano,
François-Xavier Leuridan,
de 22 años, se arrojaba bajo las ruedas de un coche y ahora, en el
entorno paradisiaco de una playa perdida en el golfo de Tailandia,
Supervivientes
ha ratificado su fama de programa letal con dos nuevos fallecimientos
que se suman a las bajas que ya habían registrado las versiones búlgara y
paquistaní del programa. Entre polémica y engranaje mediático, el juego
de aventura acaba así en pesadilla.
Era la primera jornada de rodaje, el viernes 22 de marzo. Los candidatos llevaban apenas unas horas en la isla de Koh Rong, en
Camboya.
Estaban frescos. No habían tenido que pasar por las innumerables
pruebas de resistencia ni acumulado días de privación de necesidades
básicas, como la comida y el sueño, que conforman la base de este
programa de éxito, creado en 1997 en
Suecia y con adaptaciones en unos 40 países por medio mundo.
Durante la primera prueba, un simple tira y afloja entre el equipo
rojo y el amarillo, Gerald Babin, de 25 años, se queja de repente de
calambres y es atendido por el médico del programa, Thierry Costa. Este
decide evacuarle en barco hasta la enfermería, según explica la
productora, al considerar que su estado no es crítico. A bordo de la
embarcación, Babin sufre un primer paro cardiaco. Reanimado por el
médico, es trasladado, esta vez en helicóptero, hasta el hospital más
cercano. De camino al centro médico sufre un segundo paro. Una vez allí
se confirma su muerte. La productora anuncia de inmediato el cese del
programa y la repatriación del cuerpo y de todo el equipo a
Francia. La tragedia no había hecho más que empezar.
Desde 2010, los ‘reality’ de la televisión francesa han registrado hasta cuatro muertes, tres de ellas por suicidio
El caso se enreda en Francia cuando, a los pocos días, aparece
un misterioso y demoledor testimonio anónimo
de una persona presentada como integrante de la productora. Asegura que
el médico tuvo que esperar a que finalizara la prueba antes de poder
tratar al enfermo, un intervalo de unos diez minutos durante los cuales
Babin permanece tirado boca abajo en la arena y a pleno sol. “La
intervención del médico es filmada, y como la primera toma no es buena,
le hacen interpretar de nuevo su entrada”, asegura esta fuente, según
los medios digitales que publican su declaración. Un segundo y tercer
testimonio, también anónimos, confirman esta versión.
El segundo drama está listo. Thierry Costa, de 38 años, el médico que atendió a la víctima,
se suicida apenas una semana después de la muerte del concursante, en su habitación de hotel en Camboya,
donde esperaba todavía a ser repatriado. Acusa directamente a los
medios de comunicación. “Reconstruir esa reputación destruida” por las
informaciones difundidas por la prensa “me sería insoportable, es así la
única opción posible”, indica en la carta que deja manuscrita, escrita
en el papel con el encabezado del hotel.
El caso está ahora en manos de la justicia, que ha abierto una
investigación por homicidio involuntario por la muerte de Babin. Para
François Jost, sociólogo y profesor de Ciencias de la Información y de
Comunicación de la Universidad de París III, la tragedia pone al
descubierto la contradicción de base del concepto del programa, uno de
los dos pioneros, junto a
Gran Hermano, de la llamada
telerrealidad. “Nos hacen creer que los participantes son náufragos
voluntarios, totalmente abandonados en una isla, en condiciones extremas
de calor, de hambre, etcétera. Si es cierto, efectivamente, es
extremadamente peligroso”, relata. “Pero por otra parte la productora
dice que no es más que un juego y está todo controlado, pero eso
quitaría interés al programa”.
Para aumentar “el elemento de realidad”, el programa hace hincapié
desde hace años en las considerables pérdidas de peso de los candidatos.
“Lo que funciona es el concepto de realidad, aunque al mismo tiempo
sabemos que no es del todo real, por lo que de vez en cuando tienen que
mostrar elementos como que carecen de comida”, dice Jost. En la anterior
edición de
Koh-Lanta, la imagen de candidatos
con aspecto famélico ya había provocado la controversia.
“El caso de
Koh-Lanta es de alguna forma un caso aislado,
pero a la vez es uno que se repite”, analiza por su parte Patrick Eveno,
catedrático de la Universidad París 1 Pathéon-Sorbonne, especialista en
medios de comunicación. “Es el principio mismo de la telerrealidad, se
trata de empujar los límites de los participantes, sean psicológicos o
físicos”, añade. “Esto desemboca inevitablemente en casos de personas
que muestran debilidades que no se habían previsto, accidentes como el
de Babin, o suicidios como han ocurrido con el tiempo”.
Según una investigación televisiva emitida por Canal Plus el pasado
mes de septiembre, en total, 18 personas se han suicidado desde 1997 en
todo el mundo después de pasar por programas de telerrealidad.
“No se
prepara psicológicamente lo suficiente a los candidatos”, relata Jost.
Estos no acaban de asumir el hecho de que son productos con una fecha de
caducidad muy corta, una fama muy repentina y efímera difícil de
gestionar emocionalmente. “Hasta ahora sabíamos que el acompañamiento
psicológico era insuficiente, la pregunta se plantea hoy también
respecto al acompañamiento físico”, concluye.
Noncho Vodenicharov, de 53 años, fue la primera víctima de
Supervivientes.
Concursante de la versión búlgara del formato, murió de un paro
cardiaco durante el rodaje en Filipinas en 2009.
El mismo año, la
versión paquistaní, rodada en Tailandia, sumó la segunda víctima mortal,
Saad Khan, de 32 años. Se ahogó delante de las cámaras en una prueba en
la que debía atravesar el lago de Bangkok cargando con un peso de siete
kilos.
A diferencia de Francia, en ninguno de los dos casos se detuvo
la emisión.
La falta de preparación es el principal argumento que esgrime el
abogado de la familia de Babin, Jérémie Assous. El drama, asegura en una
entrevista al diario Le Parisien, se podría haber evitado “con un
verdadero equipo médico y medios materiales de evacuación mucho más
eficientes”. La productora asegura que hay permanentemente un médico,
una enfermera y un helicóptero listo para realizar cualquier traslado.
Unos medios que Assous considera insuficientes.
“Es totalmente anormal
que un solo médico se encargue de 150 personas, entre los participantes y
los equipos técnicos del rodaje. ¿Cómo hacía para descansar? ¿Disponía
de todos los medios necesarios?”, pregunta.