Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 abr 2013

Salvar al juez Castro Por: José María Izquierdo................Del Blog Del Ojo Izquierdo

Hay quien quiere hacer de un presunto caso de corrupción, Iñaki Urdangarin, Nóos, y de una acción tan conocida –y desgraciadamente tan practicada- como la de quedarse con la pasta, una sublime cuestión de altísimos vuelos que puede poner en peligro los cimientos del Estado. Debe ser, como algún periódico de fuerte raigambre monárquica nos decía ayer, porque “la Corona es España”. Pues no, en absoluto. Una sociedad democrática no puede sentirse chantajeada por ridículos privilegios de siglos pasados. Limitémonos a los hechos, mucho más pedestres. Júzguese, en el tribunal público correspondiente, por favor, si un ex jugador de balonmano, su socio y su esposa choricearon unos cuantos millones. ¿Fue uno solo de ellos el artífice? ¿Dos? ¿Los tres? Porque de eso es de lo que hablamos. De cómo se consiguieron los muchos millones de euros necesarios para aguantar un ritmo de vida de potentado en base a la utilización de sonoros títulos nobiliarios. De lo otro, que hablen los creyentes.
Y que se ate los machos José Castro, el juez del caso. Ya le están llamando de todo. Debe ser el respeto a la justicia de la que tanto presume la derecha...
Portadas

Francisco Marhuenda, resuelto como está a buscar nuevas aventuras para desfacer entuertos, se enfrenta, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, a defender a la Casa Real de cualquier ignominia, máxime si la afrenta viniera de los malhadados socialistas. Lean el editorial de La Razón: "Insinuar que la máxima institución del Estado se inmiscuye en la independencia judicial sólo es aceptable en un país bananero, pero no en España ni por parte de un partido, hoy en la oposición, que ha gobernado durante 22 de los 35 años de democracia. Si algo pone de manifiesto la imputación de Doña Cristina, al margen de que sea muy discutible y de que se haya realizado en contra de la opinión de la Fiscalía, es la fortaleza del Estado de Derecho y su supremacía por encima de personas o dignidades”. Y es que “El apoyo inequívoco de la Corona a la labor de los jueces, como pilar básico del Estado de Derecho, es una constante que siempre ha estado presente en la labor institucional del Rey y del Príncipe de Asturias”. ¿Acaso lo duda algún malandrín? Eso no me lo repite usted en la calle, parece decir el editorialista de La Razón.
José María Marco, reconvertido en gran jurista, comparte el criterio: “Ni el procedimiento seguido hasta ahora por el juez Castro, permitiendo el goteo de documentación durante meses -algo que en la vida civil se denomina chantaje- ni los argumentos del auto, sintetizados en los 14 indicios, constituyen una base sólida para imputar a nadie”. Y advertencia a quien vaya a traspasar una raya no dibujada pero al parecer imposible de traspasar: “[Se] plantea además otro asunto al que todos deberíamos ser más sensibles. Es el de la necesidad de salvaguardar las instituciones. Lo más valioso que tiene un país, en especial en tiempo de crisis, son sus instituciones”. Así que cuidadito, no vayamos a jugar con fuego. Pedro Narváez, a su manera tabernaria, cada uno es dueño de su estilo, viene a refrendarlo: “Lo que se ha venido a demostrar tras la imputación de la Infanta es que lo que realmente flota como los excrementos en el lodazal es la injusticia”.
Fuera de foco: le gusta mucho a La Razón que el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon,  haya estado en España en la Reunión de Alto Nivel sobre el Hambre. Pero este catavenenos, que sufre la maldición de la memoria, aún recuerda cuando toda la derecha, parlamentarios del PP y nuestras habituales joyas periodísticas, egregios columnistas de La Razón en lugar privilegiado, se reían a grandes carcajadas –qué gusto el suyo por la zafiedad- de estas reuniones de negros –así las llamaban- que organizó el Gobierno socialista de Zapatero o las reuniones a las que asistía, con cierta frecuencia, la vicepresidenta Fernández de la Vega. Rajoy y Margallo pretenden tener más presencia en Naciones Unidas y mantener la Alianza de Civilizaciones. ¡Qué acierto!, dicen ahora. Bien, bien, bien.
El primer editorial de Abc se dedica a la Infanta: “Coartada contra la Corona”, se titula. Deben pensar que lo mejor es elevar el tiro para meter el miedo en el cuerpo a los encargados de enfrentar este caso: “Hay quienes quieren convertir el caso Nóos en una causa general contra la Corona para desestabilizar no sólo la institución monárquica, sino toda la arquitectura constitucional”. Sirve al revés. Ya lo hemos comentado. El segundo editorial es para Griñán y los ERE. ¿Su comparecencia ha servido para algo? Sí a juicio de Abc: “Ha contribuido a incrementar el malestar social”. Qué mala suerte. Una desgracia. Por eso lo mejor es no comparecer. Si lo sabrá Rajoy, que en su bondad no quiere incrementar el malestar social. Ni mú.
Carlos Herrera se apunta al bonito juego del vapuleo al juez Castro. Pasen y vean, escopeta de perdigones, aciértenle en todo el ojo: “La gloria de Castro”. Sumario: “Castro se transforma para algunos en el juez insobornable, valiente, del pueblo, que no teme a los poderosos”. Así que hagamos este primer párrafo: “Los amigos de la vieja combinación de Pan y Circo pueden estar satisfechos tras la decisión del juez Castro -el del Cuarto Turno- de imputar a la Infanta Cristina al objeto de involucrarla en la trama del Instituto Nóos. A pesar de que el mismo Castro asegura que no dispone de ningún indicio de peso y de que el pasado 5 de marzo, hace sólo un mes, se negara a dar este paso, fue anteayer cuando se lio él solo la manta a la cabeza y se dispuso a ser sensible a la presión popular que exige justicia ejemplar, que no es exactamente la Justicia misma, pero que suena a ello y calma las ansias”. ¿Ningún indicio de peso? Y ya puestos, Herrera no se corta y se lanza, directamente, a la insidia: “No se extrañen si el próximo paso es ver a Castro como miembro del Tribunal Constitucional a propuesta de algún partido muy concreto. Cosas más llamativas se han visto”. Desvergüenza: “Falta de vergüenza, insolencia, descarada ostentación de faltas y vicios”, dice el DRAE.
El editorial de El Mundo y la columna de Federico Jiménez Losantos van en paralelo, para decir que “El Príncipe Felipe enmienda el error de la Casa del Rey”. Se refieren ambos, claro, a sus palabras de apoyo a “la labor de protección de los derechos ciudadanos” de los jueces pronunciadas ayer en Barcelona. En el fondo, se viene a decir, está bien la imputación, pero virgencita, virgencita, que se acepte el recurso de la Fiscalía. Es una opción.
Y ahora, un minuto para ese mundo de tinieblas que habita allá entre las tropas no regulares, formadas por los comandos de acción. Emilio Campmany, en Libertad Digital: “Don Juan Carlos lleva muchos años dorándole la píldora a la izquierda convencido de que la derecha nunca dejará de ser monárquica. Con eso, lo único que ha conseguido es que, sin que la izquierda haya dejado de serlo, parte de la derecha se haya hecho también republicana. Es cierto que las repúblicas con las que sueñan esa derecha y esa izquierda son completamente distintas. Los conservadores convertidos al republicanismo ansían un régimen presidencialista centralizado que liquide este Estado de las Autonomías que nos conduce al desastre y del que el Rey parece en parte responsable. La izquierda en cambio pretende una confederación sobre bases ideológicas radicales a medio camino entre la Cuba de Castro y el Chile de Allende que, sobre todo, sea heredera de la idealizada Segunda República”.
O Julio Echevarría, en La Gaceta: “La izquierda, que en la mayoría de los casos no es más que la racionalización del resentimiento, celebra enloquecida el evento como las tricoteuses parisinas que buscaban ser salpicadas por la sangre de los aristócratas o -premio gordo- por la del propio ciudadano Luis Capeto, conocido en el siglo como Luis XVI (…)  
Hemos jugado a un juancarlismo campechano que tenga tranquilos a republicanos y monárquicos, haciendo de Su Majestad la corbata de Hermès de España, un embajador de lujo; hasta hemos caído en el disparate -auspiciado por el periodista monárquico por antonomasia- de elogiar a los miembros de la Familia Real como ‘grandes profesionales’, como si fueran ejecutivos de ventas. Cada vez que el Abc, hablando de don Felipe, usaba la expresión ‘como cualquier joven de su edad’ estaba remachando un clavo más en el ataúd del monarquismo español”. Los males, pues, proceden de no aceptar el hecho incontrovertible del origen divino de la familia real –y por tanto intocable- de sus integrantes.
Les voy a recordar –creo que fue el catavenenos, o quizá haya sido su amigo José K. quien ya lo hizo- lo que le pasó a Robert François Damiens, que con una navaja de 81 milímetros hizo un pequeño corte a Luis XV cuando corría el año 1757.
Apresado, primero, y condenado, después, se procedió a efectuar las siguientes operaciones, resumidas así en la más popular enciclopedia digital: “Primero fue torturado con tenazas al rojo vivo; su mano, sujetando el cuchillo usado en el intento de asesinato, fue quemada con azufre; sobre sus heridas se vertió cera derretida, plomo, y aceite hirviendo. Después de varias horas de agonía, fue puesto en manos del Verdugo Real, Charles Henri Sanson. Se ataron caballos a sus brazos y piernas, pero las extremidades de Damiens no se separaron con facilidad: tras algunas horas más, los verdugos se vieron forzados a cortar los ligamentos de Damiens con un hacha.
 Tras un nuevo tirón de los caballos, Damiens fue desmembrado para alegría del público, y su torso, todavía vivo según los testigos, fue arrojado al fuego”.
Tiene suerte el juez Castro de vivir en el siglo XXI.

4 abr 2013

NADIE PODRÁ

NADIE PODRÁ



Nadie podría leer
en los pozos de mi café
sin enterarse de quién eres,
nadie podrá estudiar
las rayas de mi mano
sin descubrir tú nombre.
De todo podrán dudar
salvo de los ojos que me aman,
todo lo podría disimular
salvo que te llevo muy adentro,
todo se podría discutir
salvo el amor que me encumbra.
Nada de eso puedo ocultar
porque ya todos conocen
la conjunción de nuestras caras
la unión de nuestros nombres
la memoria de nuestros pasos.
Hemos quedado al descubierto
como un lugar tranquilo y suave
donde encontrar la paz
que desprende la convivencia.
Nadie que  haya leído mis poemas
desconoce que eres la fuente
de la que bebe mi lenguaje,
nadie puede viajar a través
de lo que ahora escribo
sin que llegue sano y salvo
al puerto de tus ojos,
nadie echa un vistazo a mi alma
sin que te encuentre allí
aleteando como una mariposa,
nadie podrá desentrañar
los huellas que me explican
sin saber de tu historia
desde que estás conmigo
para convertirla en lo nuestro.
 
 
De Escrito con Sentido, Pacogor

"Esta vieja es peor que el tuerto"

El presidente de Uruguay criticó a los Kirchner sin darse cuenta de que los micrófonos lo captaban.

El presidente uruguayo, José Mujica, y su homóloga argentina, Cristina Fernández. / EFE

“Esta vieja es peor que el tuerto”, así se refirió el presidente de Uruguay, José Mujica, a su par de Argentina, Cristina Fernández, y a su antecesor y marido, el fallecido Néstor Kirchner (2003-2007), según publicó este miércoles el periódico El Observador, de Montevideo
. La frase fue dicha por el jefe de Estado al alcalde de la localidad uruguaya de Florida, Carlos Enciso, cuando pensaban que los micrófonos para una posterior conferencia de prensa no estaban abiertos.
 La declaración de Mujica, conocido por sus definiciones espontáneas y a veces polémicas, fue transmitida en vivo por la página web de la Presidencia de Uruguay.
El presidente uruguayo y Enciso estaban dialogando sobre las relaciones con Argentina y Brasil. Mujica le había comentado que “para conseguir algo” con Argentina, antes se debía dialogar con Brasil. Después soltó la referencia a los Kirchner.
El antecesor de Mujica, Tabaré Vázquez (2005-2010), ambos del centroizquierdista Frente Amplio, había mantenido una larga disputa con Kirchner por la instalación de una planta de pasta de celulosa en la frontera de su país con Argentina. 
La radicación de esa fábrica llevó a que vecinos de la ciudad argentina de Gualeguaychú cortaran durante tres años y medio uno de los tres puentes que unen a ambos países sobre el río Uruguay.
 En su momento, Vázquez se quejaba del bloqueo permitido por Kirchner. El conflicto solo se solucionó cuando Mujica llegó al poder y selló un acuerdo con Fernández en 2010.
La relación entre Argentina y Uruguay mejoró desde entonces, pero continuaron apareciendo problemas. En concreto, los empresarios uruguayos se quejan de las barreras argentinas contra las importaciones. Mujica siempre ha procurado tranquilizarlos.
 Ha privilegiado el mantenimiento de buenos vínculos en pos de la integración regional dentro de Mercosur y teniendo en cuenta que Argentina resulta clave para el desarrollo del turismo y del sector financiero de Uruguay, un país cuya economía se mueve al compás de la de sus dos grandes vecinos.
El antecesor de Vázquez, el conservador Jorge Battle, del Partido Colorado, había soltado otra frase más polémica aún sobre Argentina en la crisis económica que en 2002 afectó a ambos países. “Los argentinos son una manga de ladrones del primero al último”, dijo Batlle en una entrevista televisiva que él pensó que había terminado.
 Al día siguiente debió viajar a Buenos Aires para pedirle perdón al entonces presidente argentino, Eduardo Duhalde.

 

El Facebook de Julio Cortázar

Rayuela1
Foto:  irëne
Esta semana he andado mucho en el Facebook.
 He leído a una amiga que pide que le recomienden libros distópicos en portugués y a otra que pregunta cuál es el método más eficiente para quitar una mancha de grasa del pantalón. He cruzado por la selva de fotografías con frases cristianas para compartir, bromas ingeniosas, chistes absurdos y las anécdotas divertidas, tristes y dulces al mismo tiempo, de un amigo que se está despidiendo así de su hermana enferma. He desplazado lecturas y películas planeadas, y no me arrepiento.
El Facebook es un universo que se extiende y se renueva; somos muy afortunados de haber participado desde sus inicios de este momento.
Se me ocurre pensar qué hubiera pasado si este fenómeno hubiera sucedido a fines de los 50. Ahora, los sobrevivientes del Boom Literario miran con recelo e incluso menosprecio a las redes sociales, pero de haber sucedido cuando empezaban sus carreras literarias sin duda hubieran participado. Gabriel García Márquez tendría una página casi sin actividad, etiquetado en muchas fotos y textos de sus amigos, contestando con ironía alguna que otra frase. Jamás pondría "Me Gusta".
 A nada. Eso no va con él. Carlos Fuentes, por el contrario, sería un heavy user.
 Constantemente actualizaría su página con enlaces a lecturas, en francés, inglés y castellano, a noticias internacionales sobre política, cultura, economía. Colgaría largos, interminables estatus -cuando no "notas"- con posturas políticas (la literatura también ocuparía un lugar, pero menor) y crearía ábumes con fotografías donde se le vería, inevitablemente elegante y sonriente, en países remotos o sitios célebres. ¿Sería quizá un adicto al Foursquare?
 Probablemente, pero de ninguna manera al Twitter.
 Mario Vargas Llosa, por su parte, tendría un perfil parecido al de Carlos Fuentes, quizá más combativo pero menos frecuente. A diferencia de García Márquez y de Fuentes, sería muy selectivo al aceptar amistades, colgaría muy pocas fotos y antes que escribir estatus -que, sin duda, escribiría- se dedicaría a comentar en las páginas de los demás.
 Sería un argumentador feroz, culto e ingenioso, siempre con la última palabra y dispuesto a discutir incluso con los troll.
De vez en cuando, algún familiar lo saludaría y Vargas Llosa no podría evitar poner debajo una frase amable y doméstica, siempre en plural: "Ha empezado el frío y es difícil acostumbrarse, pero estamos bien. Patricia y yo los recordamos siempre". Tampoco tendría Twitter.
¿Y Julio Cortázar? Ninguno como él para aprovechar al máximo las redes sociales.
 No solo tendría una cuenta de Facebook o Twitter, sino de cualquier plataforma que apareciese, aunque solo fuera por curiosidad. Incluso, se me ocurre, tendría varias cuentas de Facebook, y aprovecharía la cuentas falsas para crear conversaciones y situaciones absurdas, cómicas o complejas en su cuenta real. ¿Quién escribe esto y contesta lo otro? Intervendría en todas las conversaciones (incluso en el consejo sobre el mejor método para sacar manchas de grasa), pondría centenares de "Me Gusta", colgaría videos de YouTube de jazz, situaciones extrañas, bromas y gatos. Compartiría memes divertidos.
 Hablaría de todo, incluso de deporte. Sus estatus políticos serían serios pero también escribiría textos divertidos, con el humor del libro de cronopios, o mostrando el lado ridículo de la seriedad como en Último round. Obviamente, lo suyo sería el juego de palabras.
 Sería adicto al Instagram
. Subiría fotos de objetos, carteles, personas, paisajes, animales, todos fotografiados con su iPhone mientras pasea y acompañados por textos breves o titulados con ingenio.
Su cuenta de Pinterest sería, simplemente, espléndida, de visita obligatoria, como un museo maravilloso donde cada foto es un hallazgo.
Sus enlaces seguirían la misma lógica del asombro ante el absurdo del mundo. "Juegos de la imaginación, dice el señor cuerdo que nunca falta entre los locos" dijo alguna vez Cortázar, arrastrando las erres. Juegos de la imaginación también los míos, sin duda. El Facebook de Cortázar.
 ¿A quién se le ocurre?
Se me ocurre a mí y no sin razón. Se cumplen este año el cincuentenario de la primera edición de Rayuela y aunque el ambiente entre los lectores es festivo, los escritores -me incluyo- somos más escépticos.
 He leído varias declaraciones contra Rayuela, algunas incluso de inusitada violencia, y reconozco que estoy dispuesto a aceptar como válida la mayoría de críticas. En especial aquellas que sostienen que Cortázar es mejor cuentista y que Rayuela es una novela desigual.
 Lo es, aunque ¿qué novela de más de 300 páginas no es desigual?
 Nada puede impedir que el mundo de Rayuela haya envejecido tan rápido, mientras envejecían o se trivializaban sus preocupaciones. La filosofía zen, el pensamientos budista o las Mandalas se han convertido ahora en tema de libros de auto ayuda.
 Los hipervínculos, del que fue casi un precursor, son ahora cosa de todos los días y por eso Rayuela, en medio de la tecnología actual, parece un mamotreto inmanejable y tan anacrónico como solo puede serlo lo que fue alguna vez modernísimo.
 Además, la afición de Cortázar por las frases ingeniosas o entrañables, aforismos o grafitis que pintados en paredes cambiarían el mundo, ahora se frivolizan en memes o tuits para etiquetar y compartir.
Sin embargo, no tengo duda de que Rayuela sobrevivirá nuestro escepticismo no solo porque es una novela que dice cosas, sino porque las dice de una manera lúdica (por encima de la pomposidad de algunas escenas o ideas) que no se ha desactualizado sino, al contrario, se ha convertido en una marca registrada en las redes sociales
. No es gratuito que el libro se titule como un juego de niños ni que, incluso en sus momentos más solemnes, aflore el lado divertido, la sonrisa que se ríe de sí mismo y celebra la travesura, el malentendido o el absurdo. Como ninguno, Cortázar consiguió captar una instantánea de su tiempo, aunque esa fortuna siempre pasa la factura.
 Aún así, lo lúdico se alza sobre cualquier hoguera prematura para decirnos que puede haber envejecido el mundo que originó Rayuela, pero jamás Rayuela.