La vegetación de extensos territorios boreales y del Ártico se ha
extendido en los últimos 30 años hacia el Norte, entre 400 y 700
kilómetros (entre cuatro y seis grados) más al Sur. Es el efecto del
cambio climático: las temperaturas de la superficie terrestre suben, la
estación de crecimiento de las plantas es más larga y la vegetación se
extiende hacia terrenos en los que antes no podía proliferar. Un equipo
internacional ha hecho el seguimiento de este proceso desde 1982 hasta
2011, con la ayuda de datos tomados desde satélite, y muestra cómo las
plantas han conquistado con un crecimiento vigoroso extensos terrenos,
más de nueve millones de kilómetros cuadrados (aproximadamente la
extensión de Estados Unidos).
“Las latitudes altas del Norte están siendo más templadas, el hielo
del océano Ártico y la duración de la cubierta de nieve está
disminuyendo, la estación de crecimiento de las plantas está
alargándose”, resume Ranga Myneni, científico de la Universidad de
Boston y uno de los autores de la investigación, que se publica en la
revista
Nature Climate Change.
“En el Ártico y en las áreas boreales, están cambiando las
características de las estaciones, lo que conduce a grandes
perturbaciones para las plantas y para los ecosistemas relacionados con
ellas”. En la investigación, financiada por la
NASA, participan 21 especialistas de 17 instituciones de siete países.
Los científicos, liderados por Liang Xu (
Universidad de Boston),
han estudiado la relación entre los cambios en la temperatura y el
crecimiento de la vegetación desde 45 grados de latitud Norte hasta el
Ártico. El territorio cada vez más verde se aprecia en el suelo por el
aumento de los arbustos de cierta altura y de los árboles en vastas
regiones de todo el Ártico circunpolar, siendo un proceso más acusado en
Eurasia que en Norteamérica. Del territorio septentrional con
vegetación (26 millones de kilómetros cuadrados), entre el 34% y el 41%
muestra aumento del crecimiento de las plantas, mientras que disminuye
entre el 3% y 5%, y no se aprecian cambios en los últimos 30 años entre
el 51% y el 62% del territorio.
Los científicos achacan el proceso al llamado efecto invernadero
amplificado: “El efecto invernadero empieza por el aumento de las
concentraciones en la atmósfera de los gases que atrapan el calor, como
el vapor de agua, el dióxido de carbono y el metano, provocando el
calentamiento de la superficie de la Tierra y del aire a baja altura”,
explica Myneni. “El calentamiento provoca una reducción de la extensión
del mar congelado y de la cubierta de nieve en los territorios que
rodean el océano Ártico, de manera que aumenta la energía solar
absorbida por esa superficie que ya no es reflectante. Esto dispara un
ciclo de reforzamiento positivo entre el calentamiento y la pérdida de
hielo marino y nieve, amplificando así el efecto invernadero de base”. Y
puede amplificarse más aún en el futuro a medida que el suelo se
descongele en el Norte y emita cantidades potencialmente significativas
de dióxido de carbono y metano.
Los investigadores han analizado el efecto con modelos de cambio
climático y concluyen que el aumento de las temperaturas puede
significar, en el Ártico y las regiones boreales, un desplazamiento de
20 grados de latitud hacia el Norte a finales de este siglo, en
comparación con el período 1951-80. Pero hay que tener en cuenta otros
fenómenos que tal vez frenen la actual trayectoria de incremento de las
plantas: sequías, incendios forestales y enfermedades pueden ralentizar
su desarrollo. Además, puntualizan, en su crecimiento no solo influye la
temperatura sino también la luz y el agua. Sangram Ganguly, del Centro
Ames de la NASA, explica que se ha detectado más crecimiento en los
territorios boreales entre 1982 y 1992, que entre 1992 y 2011, debido a
las limitaciones de agua en el segundo periodo del estudio. “Los datos
de satélite permiten identificar áreas en la zona boreal que son más
templadas y más secas, mientras que otras son más templadas, pero más
húmedas, y solo en la segundas se aprecia mayor crecimiento de la
vegetación”, añade su colega Ramakrishna Nemani, del mismo centro.
Todos estos cambios en el territorio y los ecosistemas afectarán a
las poblaciones que viven allí por su impacto, por ejemplo, es
suministros como la madera o los alimentos tradicionales, advierte otro
de los investigadores del equipo, Bruce Forbes, de la
Universidad de Laponia (Finlandia).
“La vida de muchos organismos en la Tierra está íntimamente ligada a
los cambios estacionales de temperatura y disponibilidad de alimento, y
todo el alimento en tierra procede, en primer lugar, de las plantas”,
señala Scott Goetz, del
Centro de Investigación Woods Hole
(EE UU). “Piense en las migraciones de las aves al Ártico en verano y
la hibernación de los osos en invierno: cualquier alteración estacional
significativa de la temperatura y la vegetación probablemente tendrá un
impacto en la vida no solo en el Norte sino en otros lugares y de forma
que aún desconocemos”.