Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 mar 2013

‘El Gran Gatsby’ de DiCaprio abrirá el Festival de Cannes


Fotograma de la película 'El gran Gatsby'.

El gran Gatsby, del director australiano Baz Luhrmann, protagonizada por el estadounidense Leonardo DiCaprio, abrirá la 66ª edición del Festival de Cannes el próximo 15 de mayo, informaron hoy los organizadores.
 La obra será proyectada en la selección oficial fuera de competición en el Teatro Lumière de la ciudad mediterránea francesa y, por segunda vez en la historia, abrirá la muestra una película en tres dimensiones, después de que en 2009 lo hiciera el film de animación Up, precisaron los organizadores en un comunicado.
"Para todos los que han trabajado en la película es un gran honor abrir el Festival de Cannes.
 Estoy muy orgulloso de volver a un país y a un festival que siempre se ha mostrado generoso conmigo", indicó Luhrmann, citado en el comunicado del certamen.
El cineasta recordó que Cannes se sitúa cerca de la localidad de Saint-Raphaël, donde Scott Fitzgerald "escribió algunos de los pasajes más importantes y emotivos de su extraordinaria novela".
Adaptación de la célebre novela de Francis Scott Fitzgerald, la película está ambientada en los años 20 en la costa este de Estados Unidos y cuenta la vida de Jay Gatsby, interpretado por DiCaprio, a partir del testimonio de su amigo Nick Carraway, encarnado por Tobey Maguire
. En la película también interpretan un papel Carey Mulligan y Joel Edgerton, además de la "leyenda del cine indio" Amitabh Bachchan y del rapero estadounidense Jay-Z.
El gran Gatsby se estrenará el mismo día del inicio del Festival en las salas francesas.
 Será la tercera vez que Luhrmann aparezca en el Festival de Cannes, que ya le acogió en 1992 en la sección Una cierta mirada por su obra El amor está en el aire y nueve años después cuando abrió la muestra con Moulin Rouge
. Para DiCaprio será su segunda vez en La Croisette, que ya pisó en 2007 para la presentación del documental de temática ecologista que produjo La hora 11 (La hora once).

Arranca el cónclave de la renovación (como sea negro, ya es el fin del Mundo)

El italiano Scola y el brasileño Scherer parten como favoritos en los pronósticos

Los cardenales dedican el último consistorio general a la banca vaticana

Un reportero fotografía al cardenal Marc Ouellet en la plaza de San Pedro. / GABRIEL BOUYS (AFP)

La primera fumata suele ser negra
. Sería muy extraño, un auténtico récord, casi un milagro, que los 115 cardenales electores se pusieran de acuerdo en un par de horas sobre cuál de ellos tiene que ser el nuevo papa.
 La última vez, aun estando muy claro, hicieron falta cuatro votaciones y dos días para elegir al cardenal Joseph Ratzinger. La situación de la Iglesia, y sobre todo del Vaticano, parece mucho más confusa que hace ocho años.
 Los expertos barajan dos nombres como principales favoritos —el italiano Angelo Scola y el brasileño Odilo Pedro Scherer—, pero también reconocen que, si ellos no resultaran elegidos en el plazo de dos días, el cónclave surgido de la renuncia de Benedicto XVI puede arrojar una gran sorpresa.

Durante 10 largas reuniones, 161 cardenales han pedido la palabra para hablar de la situación de la Iglesia. Muchos de ellos, sobre todo los más desafectos a la curia, han cuestionado la gestión del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano.
 Sobre todo en los dos escándalos que más han atormentado a la Iglesia en los últimos meses: el caso Vatileaks —la filtración de la correspondencia privada de Joseph Ratzinger— y la gestión del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano.
 Los dos asuntos han puesto de manifiesto una vez más que el gobierno de la Iglesia necesita una reforma urgente y que la opacidad del IOR dice muy poco en favor de la institución que representa.
No deja de llamar la atención que una de las últimas decisiones de Benedicto XVI al frente del pontificado fuese el nombramiento de un nuevo presidente del IOR —el anterior, Ettore Gotti Tedeschi, había sido despedido por el cardenal Bertone— y que la última de las diez congregaciones generales celebradas por los cardenales para preparar el cónclave también estuviese dedicada, el lunes, al estudio de la situación del banco
. El secretario de Estado, en su calidad de presidente de la comisión cardenalicia encargada de la vigilancia del IOR, informó a los cardenales de la integración de la entidad en el sistema internacional bancario. No hay que olvidar que, después de numerosas sospechas, Benedicto XVI tuvo que aprobar en diciembre de 2010 una ley para luchar contra el blanqueo de dinero en las instituciones financieras del Vaticano.
Una fea cuestión todavía no resuelta.
A pesar de lo poco que ha contado el padre Federico Lombardi sobre el contenido de las congregaciones generales, se da por seguro que los 115 cardenales electores que se encierren esta tarde en la Capilla Sixtina ya tienen un retrato robot del nuevo papa.
 Se habla, sobre todo, del cardenal Angelo Scola, que es un italiano no demasiado afecto a la Curia, y del cardenal Odilo Scherer, que sí lo es, aunque al tratarse de un brasileño con apellido alemán pueda parecer que es alguien ajeno a la burocracia vaticana.
La cuestión es que ni uno ni otro parecen responder al perfil de un papa capaz de ilusionar a la Iglesia, de superar los escándalos tan recientes —“las aguas bajaban agitadas y Dios parecía dormido", dijo en su última audiencia pública Benedicto XVI— y enviar un mensaje de esperanza a los católicos en un momento de crisis mundial. ¿Hay alguien con ese perfil entre los 115 cardenales que esta tarde se encerrarán en la Capilla Sixtina?
 Si lo hay, ha pasado desapercibido al radar de los expertos.
El momento de ese candidato distinto a los favoritos Scola o Scherer llegaría, según los expertos, de prolongarse el cónclave más de dos días.
En ese momento, bajo El juicio final de Miguel Ángel, los cardenales podrían buscar otras alternativas distintas a las precocinadas antes de entrar en el cónclave, en los días previos en Roma, de congregación general en congregación general y de restaurante en restaurante.
 A nadie se le escapa que en muchas ocasiones los juegos de poder han jugado un papel fundamental en la elección de los papas, pero también que en una situación tan extraña como la actual —con un papa emérito, la sombra tan reciente de los escándalos, la fuerza de los cardenales americanos— la incertidumbre es más grande que nunca y puede saltar la sorpresa.
Dijo este lunes el padre Lombardi que la primera fumata será a las ocho de la tarde del martes, “y probablemente negra”.
Lo dijo con una sonrisa, como queriendo avisar que una ni dos ni tres fumatas negras suponen un fracaso. Si, en cambio, se llega al fin de semana sin un nuevo papa, se desatarán los nervios y las especulaciones. Y, aunque los 90 ayudantes del cónclave —desde sacerdotes a chóferes— han jurado guardar el secreto, no sería de extrañar que empezaran a filtrarse rumores sobre pugnas y desacuerdos
. Hay en la historia ejemplos de cónclaves eternos, como aquel de 1740 en que salió elegido Benedicto XIV. Duró 181 días, y de los 51 cardenales electores, cuatro murieron en el trayecto.
No obstante, según una información de Radio Vaticano, los “cónclaves cortos” empezaron en 1846 con la elección de Pío IX. Duró tres días. Sería un buen promedio, aunque ahora, en la era de lo inmediato, la espera se haría mucho más eterna que en el siglo XIX.
Algunos de los cardenales electos empezaron anoche a despedirse de sus fieles a través de sus cuentas de Twitter. No decían gran cosa, las habituales llamadas a la oración y al Espíritu Santo para que ilumine la elección.
 El más curioso, uno del cardenal italiano Gianfranco Ravasi, tuitero empedernido, quien hace unos días se quitó temporalmente del vicio con un mensaje corto que parecía una advertencia a algunos de sus colegas: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mateo 23,12).3+......

 

11 mar 2013

La viuda de Bernard Loiseau culpa a la prensa del suicidio del cocinero


El chef Bernard Loiseau, fotografiado en la cocina de su restaurante en 1991. / JACQUES BRINON (AP)

Cuando se acaban de cumplir diez años del suicidio del cocinero francés Bernard Loiseau, las especulaciones sobre los motivos que llevaron al aclamado chef a quitarse la vida siguen alimentado a la prensa
. Hasta tal punto que su viuda, Dominique Loiseau, se ha visto obligada a desmentir una de las hipótesis más comentadas y en la que indagaba un artículo publicado en enero por el semanario l’Express: la que sostiene que el cocinero no soportó la amenaza de verse retirada una de sus tres estrellas Michelin.
En una entrevista a Le Point, su esposa, en tono muy combativo, apunta a la presión de los medios de comunicación y en particular a un artículo publicado tres semanas antes de su muerte por el crítico gastronómico del diario Le Figaro, François Simon.
El artículo en cuestión, publicado a principios de febrero de 2003, se hacía eco de que Michelin contemplaba retirarle a Loiseau una de sus tres estrellas. A la semana siguiente, la prestigiosa guía publicó su comunicado de prensa en el que mantenía al cocinero en el exclusivo club, pero “el daño estaba hecho, Bernard estaba desestabilizado”, asegura Dominique Loiseau. “Fue a partir de entonces que su comportamiento empezó a cambiar (…). Estaba convencido de que los medios de comunicación a partir de entonces iban a por él”, añade.
En concreto, lo que le dolió al cocinero fue una frase empleada por el crítico gastronómico: en el texto sostenía que Loiseau estaba “legítimamente amenazado” con la pérdida de la estrella.
“Esa palabra, ‘legítimamente’, Bernard nunca la entendió, y sobre todo, nunca la aceptó”, relata Loiseau.
 “Estoy íntimamente convencida de que si François Simon hubiera tenido un mínimo de coraje y de rectitud para explicarse simplemente con Bernard, quizás no estaríamos donde estamos”.
El efecto de la crítica de Simon es uno de los muchos elementos que ya se habían evocado como una de las explicaciones al terrible acto de Loiseau, que el 24 de febrero de 2003 se pegó un tiro con una escopeta en su domicilio, dejando a su mujer y a sus tres hijos pequeños
. La propia Dominique Loiseau admite una confluencia de factores como el hecho de que “Bernard estaba muy cansado” dado que el restaurante “abría entonces los 365 días del año”.
 También explica que el chef “no entendía que la cocina molecular pudiera ser presentada como la verdadera tendencia del futuro”. La viuda del cocinero, cuya marca entró en Bolsa en 1998, niega de paso motivaciones financieras.
 “El volumen de negocio de 2002 era mucho más elevado que el actual”, recalca.
Su entrevista a Le Point responde en realidad a un reportaje publicado a finales de enero por otro magazine, L’Express, bajo el impactante titular La verdad sobre el suicidio del chef Bernard Loiseau
. En él, el periodista François-Régis Gaudry publica una nota de los archivos de Michelin de una reunión celebrada tres meses antes de la muerte del chef en la que se le habría amenazado con perder una estrella y de la que el cocinero no se habría repuesto. Dominique Loiseau confirma la existencia de dicha reunión el 6 de noviembre de 2002 entre la pareja y el director de la guía, Derek Brown.
En ella admite que les llamó la atención sobre varios detalles pero que en ningún momento amenazó con la retirada de una estrella. Sobre todo, asegura que no tuvo más impacto en su marido que el de rectificar el tiro. “Bernard no hizo ninguna tentativa de suicidio en los tres meses que siguieron nuestra cita anual con Michelin”, avanza. “L’Express ha manipulado la verdad.
 No cederé”.

El Prado resuelve el enigma de ‘El Labrador’


Detalle de la obra 'Florero' (c.1635-1636), de Juan Fernández 'El Labrador'.

Poco, por no decir casi nada, sabemos de Juan Fernández El Labrador y sus discretas circunstancias biográficas. Para la posteridad quedó, eso sí, la extraordinaria atención por el detalle y el amor por la naturaleza y sus cíclicas razones de este pintor de bodegones activo en Madrid en las décadas veinte y treinta del siglo XVII.
 Con tan inciertos mimbres, El Prado ha inaugurado hoy la estupenda exposición El Labrador, Naturalezas muertas, que aguarda hasta el 16 de junio al visitante en la sala de la planta superior de la ampliación reservada a las muestras más exquisitas.
 O traducido: a las apuestas más eruditas y de menor tirón popular.
El recorrido reúne 11 de los 13 bodegones conocidos del pintor. En él, y en el catálogo de la muestra, producto de los estudios del comisario Ángel Aterido, está contenido todo lo que hoy conocemos de la misteriosa trayectoria del artista.
 Que no es mucho…
 A saber: pudo nacer en Cáceres o Badajoz y vivía fuera de Madrid (¿quizá en Ávila?).
 Bajaba a la corte una sola vez al año, más o menos por estas fechas, para mercadear con su arte.
 Casi con toda seguridad giró en la órbita del romano Giovanni Battista Crescenzi, maestro en las intrigas artísticas en tiempos de Felipe III y Felipe IV y que en un documento se refirió a él como su “criado”
. Era ágrafo y probablemente analfabeto. Trabajaba el campo, de ahí el sobrenombre.
Y su pintura, tan paradójicamente delicada en su escaso refinamiento, cosechó adeptos en Inglaterra, gracias al gusto de los embajadores de Londres en Madrid, sir Francis Cottington y sir Arthur Hopton, que impulsaron y moldearon su trayectoria.
 Y regalaron al rey Carlos I algunos de sus óleos, como el otoñal Bodegón con uvas, membrillos y frutos secos, prestado al Prado por la colección de la actual reina de Inglaterra.
También tenemos constancia de que le obsesionaban las uvas. O mejor, la idea de una uva. Blancas, tintas y en todas sus variantes. Presentadas en racimos solitarios que cuelgan con la inesperada presencia de una mosca, o en grupos de dos, tres y cuatro
. A ellas consagró sus primeros esfuerzos, como indica el viaje propuesto por el Prado
. Las pintaba con fidelidad a los preceptos del naturalismo de principios de su siglo, el de Sánchez Cotán y otros, a cuyo arte remiten sus lienzos.
 Y las disponía con un premonitorio gusto por la abstracción y el hechizo seductor de lo inexplicable.
Las composiciones del Labrador se resisten a la catalogación.
 Los frutos cuelgan de no se sabe bien dónde en escenas en penumbra, en las que una potente luz fría delimita las formas
. El resultado produce un efecto que le vale, según el comisario Aterido, el apelativo de “Zeuxis moderno”, en referencia al pintor clásico que elevó la uva a la categoría de arte.
Tras las vides vendrían las flores, gracias a los consejos disuasorios de los diplomáticos ingleses.
 Un increíble Florero marca en la muestra la ruptura con lo anterior, pese a que en la esquina inferior izquierda asoman unas uvas difíciles de distinguir.
 El cuadro es uno de los cinco que del autor posee El Prado; los otros cuatro, también incluidos en la muestra, entraron en la pinacoteca con la compra en 2006 de la colección de bodegones de Rosendo Naseiro, como parte de un lote que incluía los circunstancialmente famosos lienzos que el empresario y coleccionista adquirió de otro tesorero del PP, Luis Bárcenas.
Prueba del olvido sufrido hasta fechas recientes por la figura del Labrador es que ese Florero fue comprado en 1946 por el marqués de Lozoya, creyendo que era de Zurbarán.
 Fue antes de que se hallase la firma temblorosa de Juan Fernández en la parte posterior de un cuadro, perteneciente hoy a una colección particular holandesa que denegó su préstamo para la exposición (falta además otra pieza montada en un cabinet británico).
 A partir de ese descubrimiento y como parte de una labor detectivesca sostenida desde los años setenta, se ha ido inventariando a partir de un puñado de documentos el misterio de este pintor, que ya luce en el Prado con los honores denegados durante cuatro siglos.
 Y como un indisimulado reclamo: los responsables de la pinacoteca confían en que la muestra sirva para que afloren nuevas piezas de su enigmática producción.