Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 mar 2013

Entramos en la casa de las palabras

Desde hace 300 años, “limpia, fija y da esplendor” a nuestro idioma, como afirma su lema.

Los ilustres miembros de la Real Academia Española (RAE) abren sus puertas a ‘El País Semanal’.

Este es un recorrido por las tareas de quienes deciden qué términos merecen entrar en el Diccionario.

El salón de plenos de la RAE. / ANA NANCE

Cuarenta y seis estoicos sillones –coronados con las letras del alfabeto– custodian un gran óvalo cubierto por un mantel verde. Gruesos diccionarios y manuales –bien encuadernados– comparten sin problema el desnivel de la mesa. Del techo desciende una lámpara –también ovalada– para esparcir su luz grumosa –amarillenta– sobre unas carpetas blancas.
No hay ventanas. De las altas paredes cuelgan retratos –oscuros– de señores con peluca blanca y barroca vestimenta. Es jueves por la tarde y falta poco para que una sucesión de pasos firmes hagan rechinar el suelo de este amplio e histórico salón.
Será a las siete y media –en punto– cuan­­do la censora del pleno –se llama censora– toque una campanilla dorada –tilín, tilín– y marque así el inicio de la sesión
. Entonces, más de una veintena de académicos que han venido hoy –muy bien trajeados, como siempre– ocuparán cualquier sitio en torno a la mesa y escucharán –en pie, con respeto, como desde hace 300 años– una oración en latín leída por el director –amén–. Luego, cuando todos estén sentados, el secretario leerá el acta con los acuerdos de la sesión anterior.
 Darán el visto bueno y quedará aprobada. Enseguida, el secretario dará cuenta de las noticias que atañen a la institución –un premio para alguno de sus miembros, los despachos que envían las academias americanas–, y la siguiente parte comenzará con una palabra mágica: libros. Los creadores e investigadores que hayan publicado en los últimos días alguna obra se levantarán de sus asientos para entregársela –dedicada a la docta casa– al director.
La parte medular de la sesión se abrirá con otra palabra: papeletas. Los académicos levantarán la mano para sugerir el estudio de una nueva palabra o acepción con el objetivo de incluirla en el Diccionario
. Dirán sus opiniones y observaciones de fondo y forma, cada uno desde la disciplina a la que pertenece. Citarán ejemplos de obras literarias, del uso que el vocablo ha tenido en otras épocas o en otros países, de su raíz lingüística. Exclamarán, acotarán, precisarán y, entre todos, parecerán darse un festín como si atendieran las instrucciones del poema de Octavio Paz:
 “Dales la vuelta, / cógelas del rabo (chillen, putas), / azótalas, / dales azúcar en la boca a las rejegas, / ínflalas, globos, pínchalas, / sórbeles sangre y tuétanos, / sécalas, / cápalas, / písalas, / gallo galante, / tuérceles el gaznate, cocinero, / desplúmalas, / destrípalas, toro, / buey, arrástralas, / hazlas, poeta, / haz que se traguen todas sus palabras”
.Poca energía les quedará al final para el momento de ruegos y preguntas. Tampoco tendrán mucho tiempo, porque, a las ocho y media –en punto–, la censora volverá a tocar la campanilla dorada –tilín, tilín– y marcará así el fin de la sesión.
Y todos, de nuevo, escucharán –en pie, con respeto, como desde hace 300 años– una oración en latín leída por el director –amén–.

Con frecuencia se solicita que sean borrados términos hirientes del diccionario”
Todo en la casa de las palabras transpira formalidad, solemnidad y elegancia.
 A unos pasos del Museo del Prado, en el madrileño barrio de Los Jerónimos, el edificio fue inaugurado en 1894, cuando la Real Academia Española (RAE) tenía ya 181 años de existencia.
 Pero la primera sede la institución fue la propia casa de su fundador, Juan Manuel Fernández Pacheco, que, entre otros títulos nobiliarios, era marqués de Villena y fue quien en la segunda mitad del siglo XVII le dio vueltas a una idea: si Francia e Italia contaban con un grupo de sabios que velaban por la integridad de sus lenguas, ¿a qué esperaba España para tener una corporación similar?
La RAE celebró su primera cesión el 3 de agosto 1713, con el propósito de “fijar las voces y los vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”. Y poco más de un año después, el 3 de octubre de 1714, el rey Felipe V la colocó bajo su “amparo y real protección”. Su misión principal –la misma de ahora– fue elaborar un diccionario.
 El primero de sus seis tomos se publicó en 1726 y se llamó Diccionario de autoridades, porque las definiciones de las palabras citaban ejemplos extraídos de las obras de grandes escritores.
 Pronto, las nacientes repúblicas latinoamericanas establecieron academias correspondientes a la española y, con ello, la lengua se consolidó como la “patria común” del mundo hispano.
José Manuel Blecua es, desde hace más de dos años, el director número 29 de la RAE. Su amplio y silencioso despacho –en uno de los costados de la casa– lo preside el retrato de su maestro y colega Rafael Lapesa (1908-2001), filólogo e historiador valenciano. Sentado en un sofá de piel, Blecua no tiene ningún reparo en reconocer que, a lo largo de su historia, la Academia “ha tenido épocas en las que ha descuidado sus obras
. Por ejemplo, pasaron cincuenta años sin actualizar la Gramática.
 La más reciente también tardó mucho, desde 1973 que salió el esbozo, hasta 2009 que se publicó.
 Falta que todas las obras estén armonizadas, que el Diccionario, la Ortografía y la Gramática vayan de la mano”.
No es ningún secreto –tampoco– que el Diccionario ha sido siempre una fuente de controversia: ¿el español peninsular está por encima del empleado en el resto de los países hispanohablantes? ¿Por qué incluye esta palabra y no aquella? ¿Por qué se le define de una manera y no de otra? ¿No debería ser más “políticamente correcto”?
 “Con frecuencia se solicita, y a veces de manera apremiante, que sean borrados del Diccio­­nario términos o acepciones que resultan hirientes para la sensibilidad social de nuestro tiempo.
La Academia ha procurado eliminar, en efecto, referencias inoportunas a raza y sexo, pero sin ocultar arbitrariamente los usos reales de la lengua”, aclara la institución en el preámbulo de la obra.
Villanueva: “No soy profeta, pero no creo que la nueva edición del diccionario sea la última en papel”
Blecua –filólogo zaragozano de 1939, experto en fonética y fonología– sostiene que la relación con el otro lado del Atlántico es cada vez más estrecha.
“Tenemos proyectos conjuntos que funcionan bien, como la actualización del Diccionario de americanismos”. Pero esa colaboración, dice, se consolidó con la realización del Congreso Internacional de la Lengua Española.
 “El número cero fue en Sevilla, en el marco de la Expo 92. Ahí decidimos montar el primero en México. Fue en 1997, en la ciudad de Zacatecas.
 Este año haremos el sexto, en Panamá. El objetivo principal de estos eventos es dar seguridad a los hablantes
. Que se den cuenta de que su lengua es muy importante, que hay más de mil medios de comunicación que la están utilizando todos los días, que los escritores y los políticos se reúnen para reflexionar y discutir en una dimensión americana. Porque el español sin América no es nada”.
Fue en aquel congreso de Zacatecas cuando el escritor Gabriel García Márquez se atrevió a proponer –en un encendido discurso– que la ortografía debería “jubilarse.”
Tres años después de este exhorto, la Academia llevó a cabo una reforma ortográfica. Y una más en 2010: la i griega, desde entonces, es también la ye; solo y guion ya no llevan tilde… “Siempre ha habido cambios, pero es verdad que esta última ha tenido mucha resonancia.
 Esperemos que poco a poco se reacomode todo y que, sobre todo, no afecte a la educación. Porque la ortografía tiene una función muy importante en la tarea docente”, señala José Manuel Blecua. Pero, ¿el director ya se acostumbró a estos cambios? “
El director nunca le confesará cómo escribe”, responde con media sonrisa.
Un grupo de académicos deptarte en la Sala de Pastas de la RAE. / Ana Nance

Suelen ser hombres. Suelen ser mayores. Pulcros. De buenas maneras. Ocupan su plaza hasta el día de su muerte. Proceden de las artes y las ciencias.
 Hablan con la voz suave de los sabios. Con puntos y comas. Con subordinadas. Con pedagogía minuciosa. A veces deletrean
. Caminan serenos. Rodeados por el halo de la virtud llegan, cuando llega la tarde, dispuestos a insertarse en el íntimo engranaje de La Casa de las Palabras.
En 15 años, el departamento 'Español al día' ha recibido más de 600.000 consultas
Además de participar en la sesión plenaria de los jueves, los 46 académicos trabajan distribuidos en 14 comisiones en donde elaboran propuestas que luego estudian y aprueban entre todos
. Para ser elegidos, primero es necesario que muera alguno.
 Entonces, grupos de tres académicos proponen a alguien, se valoran los méritos de los candidatos y –en una votación interna y secreta– se elige al ganador, cuyo nombre se hace público de inmediato.
 El “académico electo” pasará a ser “académico de número” y a ocupar el sillón con la letra del alfabeto que le corresponda –mayúscula o minúscula– el día que –vestido de etiqueta– lea su discurso de ingreso en el salón de actos de la Casa –ante los dioses de la poesía y la elocuencia– y el director le imponga una medalla con el escudo de la Academia.
 Después le asignarán un perchero –con su nombre– en la entrada del salón de plenos, cuya posición irá cambiando conforme mueran sus compañeros.
En 300 años de historia han desfilado por los sillones del pleno filólogos, escritores, lingüistas, historiadores, filósofos, psicólogos, arquitectos, abogados, médicos, químicos y economistas.
 Fue en 1978 cuando se eligió por primera vez a una mujer como académica: la escritora Carmen Conde (1907-1996). Hoy hay seis, pero a una de ellas –Carme Riera– le falta pronunciar su discurso de ingreso.
Estas damas y caballeros del buen decir acuden –con sus ojos mínimos, con sus gafas de aumento– a la biblioteca de la Casa para consultar algunos de sus 250.000 volúmenes.
 Rosa Arbolí es la bibliotecaria –desde hace una década– y cuenta que “los académicos suelen revisar los fondos de filología y de crítica literaria.
 Piden obras literarias antiguas o que han extraviado en sus bibliotecas, que a veces tienen, pero no saben dónde”. En la denominada biblioteca de Académicos –35.000 libros– conservan los seis tomos del primer Diccionario –dedicado al Rey Felipe V, “que Dios guarde”– publicado por la RAE.
 Encuadernados en tono marrón, sus cientos de páginas de papel italiano “se conservan estupendamente”.
Unos metros más allá, los cuatro tomos de El Quijote compuestos por el impresor Joaquín Ibarra en 1780 conviven con los 21 volúmenes de la Enciclopedia francesa de 1752
. Hay, además, más de 2.000 manuscritos de autores como Félix López de Vega o Pablo Neruda. En la biblioteca Antonio Rodríguez Moñino está la colección de estampas y dibujos privada más importante que existe en España, entre ellos el Libro de suerte, en el que se echaba el dado para predecir el futuro, prohibido por la Inquisición.
 “En la biblioteca Dámaso Alonso está toda la correspondencia de este escritor con los poetas de la Generación del 27 y los exiliados republicanos”, comenta con orgullo Rosa Arbolí.

Palabras llegan y llegan nuevas acepciones. Se transforman.
 Como si su vida fuera mágica.
 Dice Darío Villanueva –secretario de la RAE– que los académicos revisan constantemente el Diccionario y desde 2001 lo han actualizado cinco veces en la Red. “Porque, a veces, el significado de una palabra ya no corresponde al contexto actual.
 Si percibimos que una palabra no está, esperamos un periodo de al menos cinco años para evitar que entre alguna que haya obedecido a una moda”, señala.
 Además de la exposición La lengua y la palabra, que se abrirá al público el próximo otoño en la Biblioteca Nacional, y de la digitalización de todas las actas de sus sesiones, la Academia celebrará sus 300 años de existencia con la publicación –en 2014– de la nueva edición en papel del Diccionario.
En sus páginas podremos encontrar términos como tableta, tuit, sms, prima de riesgo, deuda soberana, empatizar, gayumbos, portamisiles, sushi, chat, friki y red social.
 “Estamos preparando un simposio sobre los diccionarios en la era digital porque ahora es muy lógico pensar cuál es el futuro del Diccionario como libro
. Hoy podemos hacer un diccionario hipertextual con varias conexiones
. No soy profeta, pero no creo que esta nueva edición sea la última en papel.Aunque es verdad que partir de esta edición se va a potenciar el uso de la versión digital”, detalla Villanueva.
Ante la irrupción de las nuevas tecnologías y su particular forma de usar la lengua, ¿se alterará su escritura? El director José Manuel Blecua opina que hoy sucede lo mismo que cuando apareció el telégrafo.
 “Se pensaba que el telégrafo iba a modificar la sintaxis.
Pero la sintaxis del telegrama no modificó la sintaxis de la lengua
. Fue un temor totalmente infundado. Y hoy está pasando lo mismo con la escritura en las redes sociales”.
El presupuesto de La Casa de las Palabras –que “limpia, fija y da esplendor”–, explica su director, “tiene tres orígenes: el estatal, del Ministerio de Educación, que en estos momentos es de 1,9 millones de euros. Otra parte procede de los derechos de las obras de la Academia. Y una más procede de los patrocinios de empresas. Tenemos la Fundación Pro-RAE, con personas de la sociedad civil que nos dan 100 euros al año. Hay empresarios que dan más… Son tiempos difíciles. Tenemos unos gastos de 7,6 millones de euros al año”.
Mientras Blecua enseña la sala de Pastas, donde los académicos departen relajados durante alguno de sus descansos, mira los retratos de los directores que la Academia ha tenido a lo largo del siglo XX y enumera los retos que se vislumbran en la institución.
 “Son de naturaleza muy distinta. De funcionamiento general, de que la Academia colabore con empresas en tareas precisas. También queremos publicar, para 2015, un microdiccionario al estilo del Oxford, con unos 22.000 lemas. Que sea el diccionario básico, por ejemplo, para un estudiante de español como lengua extranjera. Está el reto de la plataforma de Internet para el conjunto de nuestras obras. Y lo más importante: la reestructuración de la formación para enfrentarnos a lo nuevo: tecnicismos, léxico científico, extranjerismos… un mundo donde la renovación léxica es constante”.

 

“¡Han matado a Yolanda!”Que terrible fue la Transición!!!!

El novio y las amigas de la estudiante asesinada en 1980 por el ultra Emilio Hellín, hoy asesor de la Policía y la Guardia Civil, reconstruyen uno de los crímenes más brutales de la Transición.

Yolanda González, abajo, en una fiesta de militantes del PST.

El modesto apartamento de 60 metros cuadrados —cocina, un pequeño salón y tres dormitorios— en el número 101 de la calle Tembleque, en el madrileño barrio de Aluche, estaba ordenado y las luces encendidas. Alejandro Arizcun, de 28 años, economista de la UGT, regresó pasadas las doce de la noche del viernes 1 de febrero de 1980. Ni Yolanda González Martín, su novia de 19 años, ni Mar Noguerol, la otra compañera de piso, estaban en casa.
 No le extrañó. Yolanda pertenecía a la coordinadora de enseñanza media y participaba en una huelga general. Creyó que estaría en alguna reunión o que dormía en casa de amigas.
El sábado día 2 Alejandro despertó solo y salió de su habitación
. Su primer pensamiento fue para Yolanda, la estudiante a la que había conocido en agosto de 1978 durante una reunión política en un pueblo de Girona, la chica de enormes ojos marrones que a sus 17 años había dejado a sus padres y dos hermanos en Deusto (Vizcaya) para irse a vivir junto a él la aventura más intensa de su vida.
 “De pronto me alarmé porque sobre la mesa del salón vi su bolso, su cartera y su DNI.
 Pensé que estaba detenida porque era una activista estudiantil.
 Llamé a varias comisarías de policía y fui a los juzgados de Plaza de Castilla. Pregunté, pero nadie sabía nada.
Por la tarde llamé a la sede del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y me dijeron que me pasara por allí”, recuerda ahora Arizcun, de 61 años, profesor de Economía en la Universidad Pública de Navarra.
Aquella mañana gris de febrero Mar Noguerol, de 19 años, estudiante de Económicas, la compañera de piso de Yolanda, también pensó que su amiga estaba detenida, también se fijó en el bolso sobre la mesita del salón, también se inquietó
. Y recordó que la noche anterior las luces estaban encendidas.
 Salió de casa con dos chicos gallegos a los que habían invitado a pasar la noche y cuando regresaron a recoger sus cosas por temor a que les detuvieran también a ellos, se encontraron a varios policías de paisano registrando la vivienda. “Me llevaron a la Dirección General de Seguridad (DGS) con los dos chicos.
 Nos interrogaron durante varias horas preguntándonos si eramos de ETA. Que quiénes eramos, que en dónde militábamos...
 Un montón de policías distintos haciendo siempre las mismas preguntas.
No entendíamos nada. Todo era una locura”.
Alejandro, su novio: "Me dijeron que la radio había informado de su muerte. Se me hundió el mundo"
En la sede del PST, el partido en el que militaba Yolanda, en el número 22 de la Gran Vía, en pleno centro de Madrid, decenas de militantes se preguntaban por el paradero de Yolanda.
 Entre ellas Rosa Torres, de 19 años, su mejor amiga. “A las seis y media de la tarde, el local estaba a rebosar.
 Participábamos en una lucha muy gorda, en pleno conflicto estudiantil, por lo que todos creímos que la habían detenido porque ella era miembro de la Coordinadora. Discutíamos sobre cómo continuar el conflicto.
 De pronto Mónica, la más veterana, una uruguaya que tendría unos 30 años, interrumpió la reunión y dijo: ‘Yolanda ha aparecido muerta’.
 Se cortó todo, la gente empezó a llorar. Mónica gritó: ‘Calma a todo el mundo”.
Alejandro Arizcun llegó caminando a la sede del PST. Le extrañó que hubiera tanta gente.
 Las miradas de algunos militantes y amigos se dirigieron hacia él, pero no supo interpretarlas.
 “Cuando entré me dijeron que la radio había informado que habían asesinado a Yolanda, que habían encontrado su cuerpo en una carretera. Se me hundió el mundo”.
 Muy cerca de allí, en la sede de la DGS, en la Puerta del Sol, uno de los policías que interrogaba a Mar Noguerol le espetó: “Han matado a tu amiga. Tienes que acompañarnos al Instituto Anatómico Forense a reconocer su cadáver”.
 “Me quedé sin habla, en estado shock”, recuerda ahora Mar, su compañera de piso, de 52 años y madre de dos hijas.
Yolanda González Martín, en 1980, en Navarra.
Yolanda, la joven estudiante de electrónica en el centro de Formación Profesional de Vallecas, la chica de ojos color miel que encandilaba a todos por su fuerza y serenidad estaba allí, en la morgue del frío Instituto Anatómico Forense, en Atocha.
 De su cuello colgaba una cruz Lauburu regalada por el comité de empresa de una factoría vasca en reconocimiento a su lucha por los derechos de los trabajadores, de hombres y mujeres como su padre, un burgalés soldador metalúrgico en Nife que se trasladó con su familia a Deusto en busca de trabajo.
La noche anterior los militantes de Fuerza Nueva Emilio Hellín Moro, de 33 años, e Ignacio Abad Velázquez, estudiante de Químicas, habían secuestrado a Yolanda en su piso de la calle Tembleque y la habían trasladado en coche hasta un descampado de San Martín de Valdeiglesias, a las afueras de Madrid. Allí, Hellín la obligó a bajar del vehículo y le disparó dos tiros en la cabeza a menos de un metro de distancia.
 Abad la remató y su disparo atravesó un brazo. El Batallón Vasco Español, antecesor de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), reivindicó el crimen.
 Desde su aparición en 1978 sus comandos habían asesinado dentro y fuera de España a 12 personas.
Mar Noguerol regresó a la DGS en la Puerta del Sol y siguió declarando durante horas.
 “Les conté toda nuestra trayectoria política y dejé bien claro que ninguno de nosotros, ni el PST tenía nada que ver con ETA. Estábamos radicalmente en contra de la violencia. Firmé mi declaración y regresé a la sede del partido en la Gran Vía.
 Era de noche. Recuerdo aquel día en color gris. Fue un día de horror. Fue algo inesperado para lo que no estábamos preparados”. Todos los amigos y compañeros de Yolanda estaban en el local de Gran Vía 22 preocupados, también, por Mar porque ignoraban que la policía la había llevado a declarar a la DGS.
 Todos sabían ya que Yolanda había sido asesinada, que había muerto sola.
Los militantes del PST, partido escindido del PSOE, creyeron que Yolanda no sería la única víctima.
Días antes de su asesinato miembros de la ultraderecha habían matado a otro joven en Madrid y atacado con bates de béisbol a estudiantes que se manifestaban durante la huelga general de enseñanza. Arizcun, el novio de Yolanda, no regresó al piso de la calle Tembleque. Él no militaba en ningún partido, pero también se sintió objetivo.
“Pensé que se había desatado una caza de brujas, que venían a por nosotros. Hablé con mis padres, que habían hablado con Juan José Rosón (entonces gobernador civil de Madrid) y dormí en casa de un amigo. Creía que vendrían también a por mí”.
Mar, la compañera de piso: la policía me dijo:  tienes que venir a reconocer su cadáver. me quedé sin habla, en estado de shock"
Alfonso Arague, miembro también de la coordinadora de enseñanza, lo recuerda así: “Empezamos a tomar medidas. Sobre todo la gente que estaba en el ojo del huracán: no volver a casa, esconder papeles de la huelga”. En casa de Marta Cardaba, otra amiga de Yolanda y militante del PST, durmieron esa noche 20 personas: “Necesitábamos estar juntos y sentirnos apoyados. Estábamos muy asustados y tristes”. Rosa Torres apostilla: “Éramos muy jóvenes y necesitábamos arroparnos”.
Amigos de Yolanda reunidos el miércoles en Madrid / Carlos Rosillo
En Deusto, en el domicilio de la familia de Yolanda, sus padres, Eugenio y Lidia, y sus hermanos Amaya, de 20 años, y Asier de 6, habían recibido la noticia horas antes de una forma insólita. “Un tío mío, hermano de mi padre, había oído la noticia por la radio y se presentó en casa para contárnoslo”, recuerda Asier, que sigue viviendo en el País Vasco al igual que sus padres, de 79 y 72 años respectivamente.
Amaya reside ahora en Francia. Nadie de la Dirección General de la Policía contactó con ellos para comunicarles la tragedia.
 Sí lo hizo horas después el gobernador Rosón.
El velatorio se celebró el domingo por la tarde en la escuela de Vallecas donde estudiaba Yolanda. Duró toda la noche y acogió a miles de personas. Alejandro Arizcun conoció allí a los padres de su novia. “Los vi por primera vez”, recuerda. “Yolanda es vuestra, organizarlo todo como queráis nos dijo su madre. No nos cuestionaron nada, no nos recriminaron nada. Se adhirieron a lo que Yolanda había sido”, relata Mar, su compañera de piso. Marta Cardaba se ocupó de acompañar a la familia en aquellas horas
. “¿Qué les podía decir yo si solo tenía 22 años? Tengo un recuerdo de una familia serena. Confiaban en nosotros. La unión fue total”, dice.
Rosa, su mejor amiga: "De pronto Mónica interrumpió la reunión y nos dijo: Yolanda ha aparecido muerta. Se cortó todo"
El lunes se celebró un funeral en la iglesia de Vallecas Dulce Nombre de María y luego una manifestación multitudinaria desde allí hasta el Centro de Formación Profesional, donde se colocó una placa en su recuerdo. Subidos en un templete, Alfredo Arague y Enrique del Olmo, secretario del PST, pronunciaron sus discursos. “Fue emotivo, emocionante y muy triste”, recuerda Enrique, de 60 años.
 Al día siguiente, martes, el cadáver de la joven de ojos color de miel regresó a Bilbao en un coche fúnebre, la tierra de la que salió dos años antes tras la estela de su novio y empujada por un sueño profundo y obsesivo que la movía desde los 16 años: luchar por un mundo mejor.
La respuesta estudiantil y sindical al asesinato de Yolanda González fue inmediata.
 El martes se convocó una asamblea en Industriales en la que se debatieron las movilizaciones. En las primeras filas y observándolo todo estaba Ignacio Abad Velázquez, el estudiante de Químicas y militante de Fuerza Nueva que había acompañado a Emilio Hellín, el tipo que remató a la joven cuando yacía en el descampado de San Martín de Valdeiglesias. El Batallón Vasco Español aseguró que su muerte era la respuesta al asesinato de seis guardias civiles en un atentado, pero la realidad es que Yolanda nunca tuvo nada que ver con la organización terrorista
. “Era muy pacifista, siempre estuvo enfrentada a la lucha armada.
 Hasta su partido había hecho una condena expresa a la violencia de ETA”, recuerda su novio. Alejandro declaró en la DGS 48 horas después de la muerte de Yolanda y se fue dos semanas a casa de un familiar a Mallorca para no aparecer por el piso de Tembleque.
Marta, amiga: "Me ocupé de acompañar a los padres. ¿Qué les podía decir yo si tenía 22 años".
El 7 de febrero, seis días después del crimen, Enrique del Olmo, el secretario del PST, recibió una llamada del Gobierno Civil de Madrid. Rosón, el ministro del Interior, y el comisario Francisco de Asís querían verle. “Nos dijeron que el caso estaba resuelto. ‘Hemos detenido a los presuntos culpables’, dijo el comisario. Más tarde lo hicieron público, pero nos avisaron antes”. Rosa Torres, la amiga íntima de Yolanda, había recibido una llamada de la Policía en la tienda de muebles donde trabajaba en la madrileña calle del Capitán de Haya. “El agente me dijo: ‘ya no hace falta que venga a declarar porque tenemos detenidos’. Ese mismo día Hellín y Abad confesaron el asesinato. En el registro de la escuela de electrónica de Emilio, en el número 1 de la calle San Roque, se descubrió un arsenal de armas y explosivos. Era el material del Grupo 41 de Fuerza Nueva que dirigía Hellín y con el que preparaban otros atentados. Nunca se descubrió quién señaló a Yolanda como objetivo, aunque Alejandro, su novio, siempre sospechó que las actividades de Hellín como técnico en electrónica e informática tuvieron algo que ver con la escuela profesional de Vallecas donde la joven estudiaba electrónica. Hellín aseguró en el juicio que fue David Martínez Loza, ex guardia civil y jefe de seguridad de Fuerza Nueva, quién le ordenó secuestrar a Yolanda.
¿Por qué mataron a Yolanda? Su amiga Rosa Torres asegura tener una respuesta: “No la mataron porque sospecharan que era de ETA, la mataron para terminar con el movimiento estudiantil. Y lo cierto es que lo consiguieron porque hubo mucho miedo. Hellín fue solo una pieza, fue el que realizó el encargo. Estoy convencida.
 Ella tenía un proyecto en la cabeza, era trabajadora y muy responsable, era capaz de conseguir lo que quisiera. Pensaron que era peligrosa”. Mar, su compañera de piso, añade: Éramos producto de una época. Su asesinato fue uno de los coletazos del régimen. Veo un paralelismo con la situación que vivimos ahora”.
La investigación de EL PAÍS sobre la vida oculta de Emilio Hellín Moro, su cambio de nombre por Luis Enrique y sus trabajos de formación, informática forense y telecomunicaciones para el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Ertzaina y los Mossos d’Esquadra han enfrentado de nuevo a los recuerdos a los amigos y familiares de Yolanda.
Su novio lo explica así: “Durante años no he tenido respuestas a muchas preguntas. Durante un tiempo puse una barrera protectora, luego fueron fluyendo las emociones y los recuerdos. Esta revelación nos ha vuelto a enfrentar con la realidad de lo que ocurrió”. Amaya, la hermana mayor de Yolanda, asegura que conocer que el asesino— condenado a 43 años, de los que cumplió 14 incluyendo los 3 que pasó fugado en Paraguay— trabaja para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es “otro balazo en su cuerpo” y “una puñalada en el corazón de su familia”.
Durante años algunos de los amigos que vivieron aquel gris fin de semana de febrero en el que asesinaron a Yolanda no hablaron del tema. Cada uno intentó seguir adelante a su manera. Mar puso a una de sus hijas el nombre de Lidia, el mismo de la madre de su compañera. Rosa, su mejor amiga, se refugió en una burbuja. “No podía dejar de pensar una y otra vez qué habría pasado si esa noche Yolanda no hubiera ido a casa”, confiesa ahora. Han pasado 33 años y todavía se hace esa pregunta.

 

Blue Valentine: Una historia sencilla.....tierna y terriblemente humana

Blue Valentine Blue Valentine: Una historia sencilla cine
Ya desde el subtítulo de esta película, “Una historia de amor”, se nos anuncia que su naturaleza se reduce a ello; lo cual no tiene por qué ser desmerecedor como algunos piensan
. Es que Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010) se propone contar una historia de amor entre dos mortales comunes y corrientes, sólo eso.
 A veces necesitamos que un film nos muestre una historia extraordinaria, que nos saque de nuestra vida ordinaria y nos haga creer los clásicos “amores de película”. Blue Valentine es totalmente lo contrario: justamente nos interpela, nos pone incómodos, toca los puntos más sensibles de cualquier historia de amor.
Blue Valentine retrata la historia de Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams), una pareja que se encuentra en crisis y que lucha por sacar a flote su relación.
 Para relatar este momento deberemos conocer el pasado de ambos solteros y como pareja. Así ingresamos en el film, repleto de flashbacks donde a cada momento es posible identificarse o “ponerse del lado” de alguno de los personajes.
Realmente es deleitante encontrarse con películas que nos ofrecen una historia simple, que se encuentra a la vuelta de tu casa (o dentro de tu casa) y que sin una multiplicidad de hechos pueden mantener una narración interesante durante su extensión.
 Y digo esto por la cantidad de films que se esmeran en crear historias “complejas”, con recovecos, grandes giros, finales inesperados, etc. que de vez en cuando resulta hasta innovador descubrir argumentos sencillos. Y justamente lo destacable de esto es que detrás de eso que parece una historia simple y sosa se esconde una gran complejidad. Blue Valentine consigue no sólo todo lo anterior sino que en su entereza logra mantener la línea de lo cotidiano.
 Los personajes, las actuaciones, las locaciones, los sucesos y diálogos se presentan a la medida de cualquier mortal, lo cual abre la posibilidad de una fuerte identificación por parte del espectador.
Blue Valentine poster Blue Valentine: Una historia sencilla cine
Si bien pueden verse algunas similitudes con película como Diario de una pasión, Blue Valentine no cae en cursilerías, y sus hechos son tan crueles como reales.
Y es el condimento de la realidad lo que hizo que esta historia me atrajera: y es que los pretendidos y clásicos “amores de película” parecen haber caducado; dejando de lado los estereotipos de amor feliz y para siempre, este film penetra tanto en las zonas más rosadas de una historia de amor como en las más cruentas.
 Y al mismo tiempo plantea una crítica a la institución del matrimonio, o tal vez una mirada pesimista en detrimento de esta idea de lo perpetuo de la unión conyugal.
 El amor puede morir y las situaciones pueden volverse insostenibles.
 Y a pesar de todo esto, como decíamos al principio, sigue siendo una historia de amor, sólo que anclada en la realidad, haciendo hincapié en todos los aspectos de una relación amorosa; sin pintarnos ese cuadro tan añorado que el séptimo arte desde siempre se asignó el papel de mostrar: parejas felices, parejas ideales.
 Pero creo que es interesante que el espectador pueda sentirse incomodado por la historia, y en vez de terminar abrazado con su pareja mientras miran el film, sintiéndose una reproducción de los actores, pueda verse reflejado.
Resulta indispensable destacar las grandes interpretaciones de los actores principales (sobre todo Gosling) que parecen haber hecho carne la historia, y que generan esa sensación de realmente haber vivido las experiencias narradas dentro de esta línea de lo verosímil y cotidiano.
Blue Valentine, es de esas películas que lo desencantan a uno, que en vez de permitirle imaginar y zambullirse en la pantalla cual amantes de Casablanca, nos invita a presenciar un quiebre, una fisura dentro de algo que alguna vez estuvo completo.
 Y creo que si bien una de las características más hermosas del cine es poder crear mundos paralelos que nos permitan escapar por un ratito, es también interesante que de vez en cuando esos mundos nos incomoden, nos hagan dudar, al fin y al cabo, pensar.

“España tendrá 10 años más de crisis y una devaluación interna del 30%”


Hans-Werner Sinn posa en la sede del IFO en Múnich. / MICHAELA REHLE (REUTERS)

No debe ser fácil ser Angela Merkel. La canciller alemana lleva años dictando la política económica europea y se enfrenta, por el flanco izquierdo, a un nutrido grupo de brillantes economistas —los Stiglitz, Krugman, Blanchard y tantos otros— que consideran que las ideas neoliberales están incrustadas en las infraestructuras básicas de Berlín y de Europa, y que advierten que la austeridad no va a generar ni el crecimiento ni la confianza que nos prometían Berlín y Bruselas
. Justo al otro lado, hay un segundo grupo que acusa a Merkel de blandengue. Sostienen que Berlín debería oponerse frontalmente a las políticas europeas, desde los rescates a las medidas extraordinarias del BCE, porque son una especie de placebo: la terapia equivocada que no va a conseguir más que retrasar el imprescindible y dolorosísimo ajuste que está por venir. Hans-Werner Sinn, presidente del influyente think tank alemán IFO, es quizá el máximo exponente de esa facción que reclama a Merkel que se oponga a casi todo, que sostiene que la oleada de austeridad no ha hecho más que empezar.
Controvertido, dogmático, con fama de riguroso y con ese aire peculiar que le dan la barba de Capitán Ahab y un poso ideológico que le convierte en una especie de Moby Dick de la economía, Sinn es lo más parecido a una estrella del pop entre los economistas alemanes
. Sus libros —con títulos esperanzadores: ¿Puede salvarse Alemania?— se venden como rosquillas.
 Sus charlas llenan auditorios.
 Sus opiniones tienen una formidable tracción, hasta en la cancillería, a quien se enfrenta cuando considera que cede demasiado ante Europa.
 Agitador y propagandista de sí mismo, en el arranque de la crisis detonó todas las alarmas con un vaticinio apocalíptico: “Dentro de unos años, nuestros hijos se verán obligados a ir al Sur de Europa a recuperar nuestro dinero”.
 Ahora, proclama que el Sur tiene que acometer una sensacional devaluación interna, y que ya no hay excusas: eso o el final del euro.
 Llegado desde Múnich, Sinn recibe a este diario en la sede del Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS) en Bruselas.
Pega duro
. Pero curiosamente algunas de sus recetas coinciden con las de sus antagonistas más zurdos y neokeynesianos.
 Cosas de esa lasaña de complejidades en la que se ha convertido la economía europea.
Pregunta. Considera que el Sur apenas ha iniciado la senda de ajustes. ¿De qué han servido entonces tres años de austeridad?
“Menos austeridad ahora supondrá más dolor en el futuro”
Respuesta. El efecto tango que provocó el euro durante años requiere ahora de un fuerte reequilibrio.
 No hay soluciones fáciles: va a ser doloroso
. Hay tres alternativas
. Una: devaluación interna en el Sur. Dos: devaluación interna en el Sur a través de una expansión en el Norte. Y tres: salida del euro de algunos países.
 Lo más probable es una combinación de esas opciones. España, Portugal y Grecia necesitan una devaluación interna del 30%; Francia, del 20%; Italia, un recorte de precios del 10%.
 A la vez Alemania debe encarecerse un 20%.
 Es cierto que desde el arranque de la crisis hubo ajustes en la periferia, pero escasos en general.
“Grecia está desesperada, no podrá prosperar con el euro”
P. ¿Qué le espera a España?
“Rajoy debe volver a bajar los salarios aunque no gane las elecciones”
R. La ventaja de España es su potencial para recuperar competitividad. Ha mostrado flexibilidad, y eso hace posible mejorar vía exportaciones.
 La desventaja es su deuda externa, de más de un billón de euros.
 Pero lo más importante es la competitividad, y ahí soy medianamente optimista. A la vez, no tengo dudas de que les espera una década, incluso más, de austeridad hasta llegar a esa devaluación interna del 30%.
“La única posibilidad es trasladar el modelo alemán a toda la UE”
P. ¿Final del túnel para... 2023?
R. Sí, algo así, porque las primeras medidas acaban de aprobarse
. Cuando Alemania entró en crisis, allá por 1995, no empezó a levantar cabeza hasta 2002, siete años después
. España necesita un lapso de tiempo equivalente hasta que la sociedad y los políticos entiendan la gravedad de la crisis, hasta generar el entorno que permita hacer reformas.
Eso está llegando. A partir de ahí hay que esperar otra década más para que los esfuerzos den resultado.
P. ¿Alemania no debería cambiar de política para hacer más suave esa travesía del desierto?
R. Alemania puede expandirse; otros países con superávit pueden hacer lo mismo
. Lo preferible es que el ahorro alemán no se vaya a otros países, sino que cree una burbuja en casa.
 Las fuerzas del mercado van a favorecer ese movimiento, aunque con Alemania no es sencillo.
Ya hay un incipiente boom de la construcción, y los precios y salarios van hacia arriba junto a la economía. La competitividad de la exportación va a bajar gradualmente.
P. ¿Así de fácil?
R. Quizá no. Alemania no va a expandirse tan rápido como lo hizo el Sur cuando nosotros lo necesitábamos: los alemanes tenemos una relación paranoica con la inflación.
Pero hay cosas que pueden ayudar: una devaluación fiscal en la periferia (reducir las cotizaciones sociales y subir el IVA) facilitaría las cosas. Además, debe haber quitas significativas en el Sur: algunos países no pueden satisfacer sus deudas, y eso es mejor que los rescates.
P. ¿Y mutualizar deuda?
R. Es la receta adecuada para resucitar conflictos
. Lo demuestra la historia de EE UU.
P. El FMI, que no es precisamente heterodoxo, defiende la mutualización.
 Y mantiene que el exceso de austeridad europeo es contraproducente.
R. En la zona euro la austeridad es inevitable. Es un proceso extremadamente difícil, pero no hay alternativa. Algunos querrían menos ajustes
. Lo entiendo.
 Pero menos austeridad supondría menos sufrimiento ahora a cambio de más dolor en el futuro y de aumentar el riesgo de ruptura del euro. No hay que hacerse ilusiones con el dolor que viene.
 Será duro. Las devaluaciones internas pueden ser crueles. Pero si algún país cree que va a ser demasiado, se puede salir del euro.
P. Es el caso de Grecia, según su tesis. ¿Y España?
R. No creo que España tenga que salir
. Grecia sí: está en una situación tan desesperada, no podrá prosperar en el euro. Las actuales exigencias europeas sacrifican a una generación a un desempleo masivo. Portugal está en una situación similar.
P. ¿Qué papel juega el BCE?
R. El BCE ha empleado una lógica convincente a fin de no permitir el colapso.
Pero imprimir dinero infravalorando los riesgos no es una solución a largo plazo.
 Se ha aliviado el dolor, pero con ello solo se posponen los ajustes necesarios.
 El BCE, la Comisión y el FMI diagnosticaron mal la crisis, como si fuera un problema puramente fiscal y financiero, sin caer en la pérdida de competitividad del Sur.
 Por eso hemos acudido a apaños en lugar de buscar soluciones reales.
 Existen serios riesgos de desestabilización de seguir con esa política de rescates.
P. En España existe la sensación de que el Gobierno alemán agrava la crisis con declaraciones y decisiones malintencionadas...
R. Depende... La crisis se generó por el excesivo flujo de capitales de Alemania hacia el Sur; eso sobrecalentó las economías de la periferia y las hizo dependientes del crédito externo.
 Los mercados han entendido ese error; lo están corrigiendo. Pero no te puedes lavar la cara sin mojarte.
P. ¿Un consejo para Rajoy?
R. Rajoy debe aprobar otra reforma laboral que flexibilice los salarios a la baja. Eso hizo Schröder en 2003. Eliminó el salario mínimo y laminó el Estado del Bienestar privando a millones de personas de sus ayudas sociales: eso causó disturbios y protestas.
 Le costó el cargo. Sin embargo, se trataba de la política adecuada
. Puede que con eso Rajoy no consiga gobernar mucho tiempo, pero eso es lo que España necesita.
P. Aconseja germanizar España: trasladar el modelo alemán a toda Europa.
R. Esa es la única posibilidad.