15 feb 2013
Las musas de Man Ray viajan a Londres
Man Ray, uno de los artistas más imaginativos y versátiles del siglo
XX como exponente de los movimientos dadaísta y surrealista, se
consideraba un pintor por encima de todo.
Solo aprendió el dominio de la fotografía —y de forma autodidacta— para documentar y reproducir sus piezas de arte, pero acabó revolucionando el género con técnicas innovadoras y un estilo muy personal que inmortalizó a una vasta nómina de celebridades de su tiempo.
La National Portrait Gallery ha conseguido reunir en Londres (hasta el 27 de mayo) una destacada muestra de esa colección de retratos, con un centenar y medio de imágenes que abarcan desde su amistad de juventud con Duchamp y Picasso hasta su desembarco en un Hollywood repleto de estrellas.
La primera exposición que brinda Reino Unido al Man Ray retratista incluye fotografías conocidas, puesto que muchas pasaron a la posteridad por la destacada personalidad de sus protagonistas y aparecieron en las portadas de publicaciones de su tiempo, aunque también suma imágenes inéditas para el público británico.
Nacido en el seno de una familia de inmigrantes ucranianos de Filadelfia, el encuentro de Emmanuel Radnitzky (1890-1976) con el artista francés Marcel Duchamp embarcó al antiguo estudiante de arquitectura y pintor vocacional en el experimento dadaísta y escoró su incipiente carrera hacia el arte de vanguardia. Duchamp, su mentor y gran amigo de los tiempos de Nueva York, aparece retratado en 1916 de espaldas a la cámara, la parte posterior del cráneo rasurada en forma de estrella.
Solo la enorme pipa que sobresale tras la cabeza permite identificarlo.
Aquella alianza artística y personal animó a Man Ray, desde entonces su nombre de guerra, a trasladarse a París en 1921, una época de la que datan sus primeras fotografías de Pablo Picasso, a quien definió como “un hombre que reacciona violentamente a todos los impactos, pero tiene un único medio para expresar sus sentimientos: la pintura”.
El Picasso de aquellos tiempos posa con la cabellera repeinada, corbata y chaleco, un atuendo formal que solo aparece desbaratado por un jersey de lana clara que sustituye a la chaqueta.
En años sucesivos volvería a ser el centro del objetivo de Ray, con una actitud especialmente distendida en compañía de Jacqueline.
El poeta, dramaturgo y director de cine Jean Cocteau o el arquitecto Le Corbusier destacan entre los modelos del fotógrafo, así como la escritora Virginia Woolf (portada de la revista Time) durante una escapada del autor a Londres, si bien la gran protagonista de su etapa parisina es la amante, modelo y posterior colaboradora Lee Miller, personaje esencial en la singladura de Ray.
La enorme reproducción del perfil de Miller abre la exposición de la galería. La imagen de esa belleza rubia y de corta cabellera invierte parcialmente las zonas de luz y las oscuras, con un reborde que subraya el contraste. Los numerosos retratos que el artista ejecutó de su musa proyectan una modernidad por encima de los años treinta en los que fueron ejecutados, o ilustran la fascinación de los surrealistas por las formas femeninas.
El estallido de la II Guerra Mundial forzó el regreso de Ray a su tierra natal y la inmersión en los estudios del cine hollywoodense, donde él mismo se autorretrató.
Allí conoció a la que se convertiría en su compañera durante los siguientes 37 años, Juliet Browner, y fotografió a la “absolutamente cautivadora” Ava Gardner, vestida con el atrezzo de la película Pandora y el holandés herrante (1951)
. Se trata de imágenes que distan mucho de los proyectos experimentales que definieron su primera etapa, en unos tiempos donde ya se había consolidado como reclamado fotógrafo.
El juego artístico e irónico a base de “objetos encontrados” que cultivara con Duchamp reaparece en la imagen que cierra la exposición, tomada tras el regreso de Ray a París, donde falleció a los 86 años: Catherine Deneuve, recién filmada la cinta Belle de Jour con Buñuel, posa en 1968 para la cámara de Man Ray rodeada de objetos personales del autor, de símbolos de su vida y de una obra singular.
Solo aprendió el dominio de la fotografía —y de forma autodidacta— para documentar y reproducir sus piezas de arte, pero acabó revolucionando el género con técnicas innovadoras y un estilo muy personal que inmortalizó a una vasta nómina de celebridades de su tiempo.
La National Portrait Gallery ha conseguido reunir en Londres (hasta el 27 de mayo) una destacada muestra de esa colección de retratos, con un centenar y medio de imágenes que abarcan desde su amistad de juventud con Duchamp y Picasso hasta su desembarco en un Hollywood repleto de estrellas.
La primera exposición que brinda Reino Unido al Man Ray retratista incluye fotografías conocidas, puesto que muchas pasaron a la posteridad por la destacada personalidad de sus protagonistas y aparecieron en las portadas de publicaciones de su tiempo, aunque también suma imágenes inéditas para el público británico.
Nacido en el seno de una familia de inmigrantes ucranianos de Filadelfia, el encuentro de Emmanuel Radnitzky (1890-1976) con el artista francés Marcel Duchamp embarcó al antiguo estudiante de arquitectura y pintor vocacional en el experimento dadaísta y escoró su incipiente carrera hacia el arte de vanguardia. Duchamp, su mentor y gran amigo de los tiempos de Nueva York, aparece retratado en 1916 de espaldas a la cámara, la parte posterior del cráneo rasurada en forma de estrella.
Solo la enorme pipa que sobresale tras la cabeza permite identificarlo.
Aquella alianza artística y personal animó a Man Ray, desde entonces su nombre de guerra, a trasladarse a París en 1921, una época de la que datan sus primeras fotografías de Pablo Picasso, a quien definió como “un hombre que reacciona violentamente a todos los impactos, pero tiene un único medio para expresar sus sentimientos: la pintura”.
El Picasso de aquellos tiempos posa con la cabellera repeinada, corbata y chaleco, un atuendo formal que solo aparece desbaratado por un jersey de lana clara que sustituye a la chaqueta.
En años sucesivos volvería a ser el centro del objetivo de Ray, con una actitud especialmente distendida en compañía de Jacqueline.
El poeta, dramaturgo y director de cine Jean Cocteau o el arquitecto Le Corbusier destacan entre los modelos del fotógrafo, así como la escritora Virginia Woolf (portada de la revista Time) durante una escapada del autor a Londres, si bien la gran protagonista de su etapa parisina es la amante, modelo y posterior colaboradora Lee Miller, personaje esencial en la singladura de Ray.
La enorme reproducción del perfil de Miller abre la exposición de la galería. La imagen de esa belleza rubia y de corta cabellera invierte parcialmente las zonas de luz y las oscuras, con un reborde que subraya el contraste. Los numerosos retratos que el artista ejecutó de su musa proyectan una modernidad por encima de los años treinta en los que fueron ejecutados, o ilustran la fascinación de los surrealistas por las formas femeninas.
El estallido de la II Guerra Mundial forzó el regreso de Ray a su tierra natal y la inmersión en los estudios del cine hollywoodense, donde él mismo se autorretrató.
Allí conoció a la que se convertiría en su compañera durante los siguientes 37 años, Juliet Browner, y fotografió a la “absolutamente cautivadora” Ava Gardner, vestida con el atrezzo de la película Pandora y el holandés herrante (1951)
. Se trata de imágenes que distan mucho de los proyectos experimentales que definieron su primera etapa, en unos tiempos donde ya se había consolidado como reclamado fotógrafo.
El juego artístico e irónico a base de “objetos encontrados” que cultivara con Duchamp reaparece en la imagen que cierra la exposición, tomada tras el regreso de Ray a París, donde falleció a los 86 años: Catherine Deneuve, recién filmada la cinta Belle de Jour con Buñuel, posa en 1968 para la cámara de Man Ray rodeada de objetos personales del autor, de símbolos de su vida y de una obra singular.
El juez acusa formalmente a Pistorius del asesinato de su novia
El atleta está acusado de matar ayer a tiros a su novia, la modelo Reeva Steenkamp, en su casa de Pretoria.
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Oscar Pistorius ha sido inculpado formalmente por el juez como
responsable de la muerte de su novia tras prestar declaración esta
mañana.
El atleta paralímpico, que ha salido del tribunal de Pretoria deshecho en lágrimas, fue detenido ayer por la muerte de la modelo Reeva Steenkamp como consecuencia de cuatro disparos.
La mujer fue hallada muerta en la casa del atleta en Pretoria con varios impactos de bala e inmediatamente fue detenido Pistorius, un atleta que saltó a la fama hace algunos años por su denodado empeño en participar en unos Juegos Olímpicos pese a que a los 11 meses le amputaron las piernas.
Sin embargo, consiguió alcanzar la máxima competición gracias a unas prótesis de carbono y titanio, similares a unas cuchillas, que le granjearon el sobrenombre de Blade Runner. Pistorius consiguió su sueño en Londres 2012, donde corrió los 400 metros lisos y el relevo 4x400 con Sudáfrica.
Aunque inicialmente estaba previsto que el atleta compareciese ayer mismo ante el juez, la declaración se pospuso hasta hoy a petición de la Fiscalía.
Las primeras versiones sostenían que el corredor había disparado su arma contra su novia al confundirla con un intruso, pero a las pocas horas la policía informó de que abría una investigación por asesinato y confirmaba que el detenido por el asunto era el atleta.
Entonces, también se informó de “incidentes domésticos previos” en la casa del atleta.
El arresto del atleta causó ayer una enorme conmoción en el país, donde es un icono de superación ante la adversidad, en su caso, una malformación congénita por la cual nació sin peronés y por la que le fueron amputadas ambas piernas al poco de nacer
. Pese a ello, se convirtió en un magnífico sprinter que arrasaba en los Juegos Paralímpicos y que puso todo su empeño en batirse con los mejores atletas sin discapacidad.
Lo hacía corriendo sobre unas cuchillas de carbono y titanio que tuvieron que superar las reticencias de compañeros y federaciones por el peligro que podían entrañar de dañar a los que corrieran a su lado y por la posibilidad de que le sirvieran como palancas que le impulsaran de forma ilegal.
El atleta paralímpico, que ha salido del tribunal de Pretoria deshecho en lágrimas, fue detenido ayer por la muerte de la modelo Reeva Steenkamp como consecuencia de cuatro disparos.
La mujer fue hallada muerta en la casa del atleta en Pretoria con varios impactos de bala e inmediatamente fue detenido Pistorius, un atleta que saltó a la fama hace algunos años por su denodado empeño en participar en unos Juegos Olímpicos pese a que a los 11 meses le amputaron las piernas.
Sin embargo, consiguió alcanzar la máxima competición gracias a unas prótesis de carbono y titanio, similares a unas cuchillas, que le granjearon el sobrenombre de Blade Runner. Pistorius consiguió su sueño en Londres 2012, donde corrió los 400 metros lisos y el relevo 4x400 con Sudáfrica.
Aunque inicialmente estaba previsto que el atleta compareciese ayer mismo ante el juez, la declaración se pospuso hasta hoy a petición de la Fiscalía.
Las primeras versiones sostenían que el corredor había disparado su arma contra su novia al confundirla con un intruso, pero a las pocas horas la policía informó de que abría una investigación por asesinato y confirmaba que el detenido por el asunto era el atleta.
Entonces, también se informó de “incidentes domésticos previos” en la casa del atleta.
El arresto del atleta causó ayer una enorme conmoción en el país, donde es un icono de superación ante la adversidad, en su caso, una malformación congénita por la cual nació sin peronés y por la que le fueron amputadas ambas piernas al poco de nacer
. Pese a ello, se convirtió en un magnífico sprinter que arrasaba en los Juegos Paralímpicos y que puso todo su empeño en batirse con los mejores atletas sin discapacidad.
Lo hacía corriendo sobre unas cuchillas de carbono y titanio que tuvieron que superar las reticencias de compañeros y federaciones por el peligro que podían entrañar de dañar a los que corrieran a su lado y por la posibilidad de que le sirvieran como palancas que le impulsaran de forma ilegal.
Libros que son un flechazo
Libros que son un flechazo
Por: Virginia Collera
| 15 de
febrero de
2013
Ayer en La Casa del Lector de Madrid se celebró el amor por los libros.
En concreto, por los álbumes ilustrados. Esos libros-flechazo
-por eso de aprovechar la efeméride- de los que uno se enamora y ya
nunca se puede desprender. Ya sea porque se identifica con el personaje,
por la ternura que le inspiran sus páginas o porque lo encontró en un
sitio tan insospechado como un videoclub.
Todas las razones valían, por
caprichosas que fueran, pero había que tenerlas y escribirlas en post-its
que fueron amontonándose en una pizarra llena de razones y corazones
(como puede verse en la imagen).
Quien se haya perdido esta primera
edición de las Citas Ilustradas, está a tiempo de apuntarse a la segunda.
* Le roi des Dardanelles de Janusz Stanny
Puño: "Le roi des Dardanelles
es obra de un señor polaco y tiene una clara herencia del cartel polaco
de los años sesenta. Esa es la primera razón por la que me gusta.
Otra
de ellas es que está hecho en blanco y negro con el texto en rojo, lo
cual me parece toda una osadía. Yo soy ilustrador y me siento incapaz de
presentar algo así.
La tercera razón es que el libro está hecho con
fotocopias, que tiene mucho que ver con el Do It Yourself de movimiento punk (no todo va a ser acuarela y tinta).
Y, cómo no, me gusta por su argumento, que también es muy punk:
el rey quiere cazar un dragón gordo y grande y viaja por todo el mundo
buscándolo, pero no lo encuentra.
Regresa a su castillo, pero es un rey
fracasado, así que el recibimiento es muy frío. Entonces él decide que
no puede seguir así: se afeita la barba, cambia la corona por un bombín y
la carroza por la bicicleta y de la noche a la mañana se convierte en
un dandi que va en bicicleta a todas partes".
* Taller de corazones de Arturo Abad y Gabriel Pacheco
Alejandra: "Lo vi en una librería de
Santiago de Compostela y lo primero que me llamó la anteción fue la
portada.
Luego, el título. Me sonó ñono, pero también futurista. Lo
imaginé muy mecánico.
Y así fue, porque el libro empieza así: Matías
tiene un taller de corazones. En una estufa de leña calienta corazones
y, con aguja de plata, cose corazones rotos. Con unas pinzas de olvido
ajusta la hora de los corazones que atrasan, para que no se entristezcan
con los recuerdos del pasado. Y el flechazo llegó cuando lo abrí y vi la primera ilustración digital de Gabriel Pacheco
quien, además, utiliza otra simbología para contar una historia
paralela en la que no sólo habla de amor, sino también de rechazo, de
muerte...".
* Madrechillona de Jutta Bauer
Icíar: "Me lo recomendaron en la Feria
del Libro y para mí es un libro de autoayuda.
Cuenta la historia de una
mamá pingüino que un buen día le pega tal grito a su hijo que lo
destroza.
Al verlo me di cuenta de que hay días en que yo también lo
hago y mis hijos se destrozan.
Es un libro muy expresivo, muy
poético y, además, tiene un final muy tierno porque la madre cose los
trocitos de su hijo y le pide perdón.
A mí Madrechillona me
sirve para retomar la relación con mis hijos después de los gritos.
Todavía hoy, después de un día tenso, me acerco a mis hijos y les digo:
¿Puedo leeros Madrechillona?".
Otros libros-flechazo:
- El libro de la caca de Pernilla Stalfelt
- El pastor Raúl de Eva Muggenthaler
- C'est pas ma faute! de Christian Voltz
- El corazón y la botella de Oliver Jeffers
- Children make terrible pets de Peter Brown
- Miopi de Riki Blanco
- La ola de Suzy Lee
- Arturo y Clementina de Adela Turín
- Ladrón de gallinas de Béatrice Rodriguez
- How to catch a star de Oliver Jeffers
- Emigrantes de Shaun Tan
- ¡Me comería un niño! de Sylviane Donnio
- Una caperucita roja de Marjolaine Leray
Las Citas Ilustradas están organizadas por i con i y se realizarán una vez al mes en La Casa del Lector de Madrid.
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