Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 feb 2013

Ganster squad (Brígada de ëlite)

Los Ángeles, 1949
. El mafioso Mickey Cohen (Sean Penn) lleva la batuta en su ciudad, cosechando los sucios beneficios de las drogas, las armas, la prostitución y de todas las apuestas que se hagan al oeste de Chicago. Y todo esto lo hace bajo la protección no sólo de sus matones a sueldo, sino también de la policía y de los políticos bajo su control. Es suficiente como para intimidar incluso al policía más valiente y avezado, pero no al pequeño grupo secreto de los adjuntos al Departamento de Policía de Los Ángeles, encabezado por el sargento John O’Mara (Josh Brolin) y Jerry Wooters (Ryan Gosling), que aunaron sus fuerzas para intentar descuartizar el mundo de Cohen. “Gangster squad (Brigada de élite)” es el relato sobre los acontecimientos en torno a los esfuerzos del Departamento de Policía de Los Ángeles para recuperar su ciudad natal de las manos de uno de los mafiosos más peligrosos de todos los tiempos


Polis buenos muy pocos y con mucho valor, y como no iba a ser menos, polis malos y todos corruptos, políticos corruptos, Droga, pisolas, torturas sangre mucha sangre y muerte, en medio hay unos polis que por encima de todo nunca se van a dejar comprar, aunque terminen patrullando la ciudad a la que devuelven la paz, limpia de Gansters. .

Cuando ruge la marabunta

Estamos gobernados por una mezcla de analfabetismo cultural y populismo televisivo que solo piensa en el beneficio.

 

Me refugio en el hospital.
No había otro remedio: mi cuerpo no aguantaba más sin respirar, un agobio imposible denominado insuficiencia respiratoria
. Una lógica secuela de cuarenta años de humo, cafeína, prisas y esfuerzos hechos con sumo gusto en el periodismo. No considero que mis problemas de salud interesen en general, pero una vez instalada, protegida por unas gafas con oxígeno, mis maltratados pulmones volvieron a oxigenar de nuevo y el hospital se transformó en algo que hoy está fuera de lo normal
. Mi doctora dice que saldré de esta y las enfermeras son amables, sonrientes y solícitas. Aunque desde 2004 ya tenía experiencia de este tipo de situaciones, he agradecido más que nunca los cuidados y ánimos. Sobre todo porque fuera de este bendito hospital “ruge la marabunta”.
Hay que explicar a los más jóvenes que esa fue una fascinante película (Byron Haskin, 1954) de título y contenido tan sugerentes y caóticos, melodramáticos, de suspense, fantasía y realidad absurda, como los que hoy suceden en nuestro entorno. Me explico y recuerdo: imaginen a un Charlton Heston, machote como nadie, al frente de una enorme plantación en Sudamérica. No lo creerán, pero ¡el tipo en cuestión es virgen! Sí, a sus treinta años esplendorosos no lo ha probado nunca y, claro, quiere hacerlo. No se le ocurre otra cosa que pedir a su país natal, EE.UU. claro, que le envíen una novia acorde con su rango. Y llega una maravillosa Eleanor Parker que a su encanto irresistible une la cualidad de la experiencia: es viuda, una honesta e impoluta viuda que, además, es buena pianista. ¡Ah! Qué desilusión: el caballero la quería por estrenar. ¡Y decide mandarla de vuelta en el siguiente pasaje de barco! Pero tienen que pasar una semana juntos y ahí está el meollo, ¿serán capaces?
“España (Cataluña incluida) es un país que ha pasado del analfabetismo a la televisión”
Al problema del desencanto, el tiempo, siempre melodramático, añade un inicio de inconfesada y mutua atracción. Pero el drama se masca cuando se anuncia la peligrosísima invasión de la marabunta, miles de millones de enormes hormigas, que devoran todo lo que encuentran a su paso, sean casas o personas.
 Según la RAE es cierto: la de las hormigas es la primera acepción de la palabra; la segunda es la de masas de “gente alborotada y tumultuosa”. El devastador ataque de las hormigas corruptoras, voraces, incansables, lo destruye todo. Pero, y así tenía que ser en una película como esta, al fin surge la lucecita del amor entre los protagonistas, que de esta manera se salvan.
Desde el hospital, con la radio, el ordenador (cuando funciona) y algún (escaso) programa de tele, lo que hoy sucede fuera en este país (España y Cataluña con ella) sin olvidarnos de Europa, Mali, México, Estados Unidos, China y todo lo que importa, es perfectamente equivalente al rugido de la marabunta: gente alborotada y tumultuosa que no para de enredar e impedir que la gente viva su vida
. Todo ello sin otro fin que el de acumular un dinero que Dios sabe para qué van a querer: lo típico de los seres incultos, desgraciados y lamentables que confunden sus personas y sus tribus con Dios mismo y sus coros celestiales, poder y adláteres.
El rugido de esta marabunta de incapaces, alborotadores y tumultuosos solo se explica con aquella sentencia tan acertada de Vázquez Montalbán: “España (Cataluña incluida) es un país que ha pasado del analfabetismo a la televisión”. Vázquez no lo decía así pero aunque pensaba que la televisión era un instrumento estupendo inventado para abrir nuestros ojos al mundo, estaba —y está, salvo excepcionales excepciones—en las peores manos: es otra marabunta.
 A ella se ha añadido ahora la pretensión de que con esa trayectoria cultural: analfabetos + populismo televisivo, pueda salir una clase dirigente preparada. La prueba de que no es así es la manía de que todo el que se precie ha de ser un 'emprendedor' (¡ay!) y disponer de un MBA (Master on Business Administration), como la vía más directa para convertirse en Bill Gates o en Rupert Murdoch, el gran tramposo antieuropeo. Puro delirio.
El diagnóstico está hecho —véase el estupendo artículo de Rafael Argullol del pasado domingo en EL PAÍS— la cultura que era el alma de Europa (en cuya búsqueda debía ir también España) ha sido engullida por el beneficio económico, el mercantilismo y la depravación de la marabunta.
 Ahora queda el cómo.
 El cómo salir de esta, cómo liberarnos de estos niños mimados melodramáticos que son tantos presuntos dirigentes. Tenemos ya algunos héroes: jueces, periodistas, currantes y gente que sonríe a los enfermos en los hospitales. No estamos solos ante la marabunta.
Margarita Rivière es periodista.

Eugenio Trías, el filósofo de las antenas poéticas

El filósofo español Eugenio Trías. / JOAN SÁNCHEZ (EL PAÍS)

A principios de los años setenta se podía fumar en casi todas partes. Por supuesto, en las aulas universitarias. Y Eugenio Trías (Barcelona, 1942) fumaba. Y mucho. Era, además, muy tímido, de modo que llegaba a la Universidad de Barcelona, donde iniciaba su carrera docente, con un par de horas de antelación para darse carrerilla. Se metía en el bar, donde también fumaba, y se sentaba con algunos alumnos a los que explicaba la clase que luego iba a dar (Filosofía Contemporánea, era la asignatura). Quizá ese fumar ayudó en demasía a un cáncer que le estalló hace algo más de cinco años y contra el que uno de los filósofos españoles más significados de los últimos años fue luchando sin tregua. Hasta hoy, que le venció de manera definitiva en su ciudad natal, a los 70 años.
La universidad fue siempre su casa. Durante alguno de los cierres con los que la dictadura obsequiaba a los estudiantes, Trías se negaba a cortar el discurso y se reunía con ellos en su propio domicilio o en bares más o menos cercanos al edificio universitario. Allí estaba en su salsa: sin tribuna ni distancia. Quizá era una respuesta a sus orígenes familiares, una alta burguesía catalana a la que perteneció su padre, Carlos Trías Beltrán, político falangista. La política nunca le llamó del todo, como sí le ocurrió a su hermano Jorge Trías. Un tercero, Carlos Trías, con el que llegó a compartir de joven algún libro a cuatro manos en 1970 (Santa Ava de Adis Abebas, firmando bajo el seudónimo común de Cargenio Trías), tiró por la literatura y se hizo escritor.
Él se había licenciado en Filosofía en 1964 en su fundacional Universidad de Barcelona y su brillantez le llevó a que inmediatamente, apenas un año después, fuera profesor ayudante, que pasaría a ser en breve adjunto en el mismo centro y en la Universidad Autónoma de Barcelona. Nada del pensamiento le era ajeno: la ética, la reflexión cívico-política, la filosofía de la religión, la estética… Quizá por ello había publicado ya varios libros antes de haber cumplido los 30 años. Luego, de repente, se fue. A Brasil. Una época explicada con no poco sentido del humor en su autobiografía El árbol de la vida (2003). Pero volvió pronto, y con solo 32 años ya recibía el primero de cerca de una quincena de reconocimientos. Sería en 1974 por Drama e identidad, donde ya dejaba ver su pasión por la música al buscar estructuras comunes entre la sonata y la tragedia. El estudio obtendría el premio Nueva Crítica, que abría un palmarés que le llevaría, solo un año después, al Anagrama de ensayo por El artista y la ciudad. Otro hito de esa trayectoria sería, en 1983, el Nacional de Ensayo por Lo bello y lo siniestro.
Convencido de que la filosofía debía tener “antenas poéticas”, intentó impregnar de ello sus títulos más celebrados en el métier, quizá La filosofía y su sombra y Teoría de las ideologías. Catedrático de Estética desde 1986 en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona adonde había llegado invitado por Xavier Rubert de Ventós una década antes, se decía que era el introductor del estructuralismo y de Foucault. Era mucho más, claro, y sabía mucho más, como demostró a lo largo de los casi 30 títulos que publicó hasta casi ayer mismo. En su obra escrita (hay otra obra difusa en las clases impartidas en varias universidades, la última la Pompeu Fabra de Barcelona, en donde desde 1992 ejercía como catedrático de Historia de las Ideas), hay conceptos que resultan clave. En especial, el de límite. La filosofía es pensamiento en el límite y es la noción de límite lo que ilumina el conjunto del ser. Resulta difícil no ver en esta visión del sujeto en el mundo una imagen de una de sus pasiones: el cine. En el cine clásico, la pantalla es el límite que confiere sentido al haz de proyecciones de luz que, sin ese límite, se perderían en la nada, dejaría de ser percibidas por el espectador-sujeto. El desarrollo de esta cosmovisión la expuso en Lógica del límite (1991).

Cinco muertos durante un simulacro de evacuación en un crucero en La Palma

Otras tres personas han resultado heridas cuando un bote salvavidas ha caído al mar, según la versión de Salvamento Marítimo. Al lugar se ha desplazado un equipo de emergencias.

Labores de rescate del accidente del crucero 'Thomson Majesty' en el puerto de La Palma. / MANUEL GONZÁLEZ

Un total de cinco personas han fallecido y otras tres han resultado heridas tras la caída al mar de un bote salvavidas de un crucero que se encuentra atracado en el Muelle de Santa Cruz de La Palma, capital de la isla de La Palma. Las víctimas son todas integrantes de la tripulación del crucero Thomson Majesty, de bandera maltesa y construido en 1992. Los muertos son tres marineros de nacionalidad indonesia, un filipino y un ganés.
Dos heridos están graves, ambos de nacionalidad griega, y un tercero, filipino, está menos grave. Los hechos, acaecidos al mediodía, se produjeron cuando se procedía a una operación de simulacro. En ese momento, el cabestrante falló, por causas que se desconocen, precipitando el bote desde una altura de más de 20 metros.
Aproximadamente 2.000 pasajeros viajaban en el barco en el que se ha producido el accidente, pero ninguno de ellos se ha visto afectado por los hechos.
Hasta el lugar se han trasladado un helicóptero del Grupo de Emergencias y Salvamento (GES), Servicio de Urgencias Canario (SUC), personal médico del Centro de Salud de la zona, submarinistas de bomberos, Policía Local y Guardia Civil.
El Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma ha decidido suspender todos los actos del carnaval previstos para el día de hoy.
 Se mantendrán los de mañana lunes, que son los tradicionales Indianos pero se tiene previsto celebrar una pequeña ceremonia fúnebre lanzando flores a la bahía del puerto.