Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 feb 2013

Parisinas: podéis llevar pantalones

Una ley con más de 200 años prohibía a las mujeres llevar esta prenda masculina.

 

Una modelo posa con unos pantalones en París. / Associated Press

Las mujeres de París pueden desde hoy enfundarse los pantalones sin miedo a una persecución penal.
 La ministra de los derechos de la Mujer, Najat Belkacem-Vallaud, ha depuesto la medida –que obviamente, llevaba décadas sin ser efectiva- porque es incompatible con la moral y las leyes francesas actuales.
Mucho han cambiado las cosas desde el 17 de noviembre de 1800, cuando se impuso esta ley.
 En ella se estipulaba que aquella mujer que quisiera llevar pantalones, es decir, "vestir como un hombre", debía tener permiso expreso de la policía local.
Y no es que esta ley haya permanecido invariable desde su promulgación.
 En 1892 y 1909 fue modificada para permitir que las mujeres usaran pantalones si se daba la circunstancia de que fueran "sobre un manillar de bicicleta o las riendas de un caballo".
Para la ministra francesa, esta limitación tenía como objetivo limitar el acceso de la mujer a ciertos oficios y ocupaciones.
El atuendo femenino está presente en la política francesa desde la Revolución de 1789, cuando las mujeres exigieron poder llevar los pantalones de los revolucionarios, los sansculottes, para diferenciarse de las clases altas.
Y esto es algo que no ha cambiado. El pasado mes de mayo, la ministra de Vivienda, del partido de los Verdes, Cecile Duflot, fue muy criticada por acudir a su primer encuentro oficial con el presidente François Hollande con unos vaqueros, saltándose el protocolo de la Asamblea.
 Otras parlamentarias copiaron la iniciativa en los últimos días, cuando se tramitaba en el parlamento la nueva ley de matrimonio homosexual.

¿Ser fiel a Wagner?... ¿Por qué? Por: EL PAÍS | 05 de febrero de 2013 Por JESÚS RUIZ MANTILLA

PeticionImagenCAD56P8Y
Ensayo general de 'Parsifal'./ JAVIER DEL REAL
La buena fe y el rigor son atributos muy recomendables donde quiera que se apliquen.
 En la vida, en el póquer –bueno, ahí no tanto-, en el fútbol, en la música.
 La fidelidad ya es más discutible, aunque, en muchos casos, loable.
Pero no conviene cerrarse demasiado ni fanatizarse en ese concepto cuando hablamos de arte.
 El debate cuadra a la perfección después de haber escuchado con toda atención y expectante ante la emoción –que rara vez se produjo- de experimentar en carne y oído propio lo que el director Thomas Hengelbrock predica que son las tablas de la ley en la interpretación wagneriana.
El músico es un referente en la pelea por la pureza del sonido que Richard Wagner aportó en su constante revolución del arte operístico. Hengelbrock nos lo ha demostrado la semana pasada en el Teatro Real y en versión concierto con la última gran ópera que éste escribió: Parsifal
. Ha sido en un proyecto que ha contado con el empeño de Gerard Mortier, director artístico del Real. Interesante en su propuesta, fascinante en su planteamiento, pero pobre, decepcionante, en el resultado.

Y es que puede que nuestros oídos, nuestra ansia wagneriana haya rebasado ya demasiados límites constantemente superados desde la línea de salida en cada uno de sus títulos. 
Pero para entender la coherencia de Hengelbrock hay que acudir al barroco. O mejor, a la nueva idea del barroco –concretamente de Bach- que el maestro Nikolaus Harnoncourt quiso redescubrirnos en la Viena de los años cincuenta cuando se empeñó en resucitar con instrumentos de la época del compositor la idea primigenia, su más pura autenticidad histórica, dando inicio a lo que luego se conoció como la Corriente Auténtica. Aquello supuso una maravillosa sacudida que transformó la interpretación hasta hoy y que Hengelbrock también reivindica. Harnoncourt creó escuela y contribuyó haciendo renacer sonidos enterrados a la recuperación del inmenso repertorio antiguo en toda Europa. Una vez fraguó todo un ejército de fieles y también fanáticos, se apartó del asunto. Pero el empeño en esa fidelidad historicista ha traspasado las épocas –también se contagió después al clasicismo, al romanticismo o al belcanto- y ha llegado hasta Wagner con Hengelbrock y su Balthasar-Neumann Ensemble.
Aunque su grupo fue creado para ahondar en la fidelidad al espíritu mozartiano, la labor de investigación del director le ha conducido al terreno de los mitos wagnerianos, una tarea mucho más ambiciosa. Las teorías y las aportaciones del sonido en Wagner, su persecución de una identidad propia, le llevaron a construir su propio teatro en la colina de Bayreuth, a organizar su personal disposición de los músicos e incluso a atemperar la fuerza de su masa sonora tapando el foso.
Hoy, teniendo en cuenta que las teorías de Hengelbrock son fieles al autor, nuestra propia sensibilidad las convierte en extrañas hasta el punto de dejar al desnudo su verdadero sentido. Cabría preguntarse, con toda legitimidad, en qué manos prefería escuchar hoy Wagner su propia música. Si ha existido algo que ha caracterizado su desarrollo es la constante ansia de superación. Bien es cierto que inhumana, en muchos casos, pero en otros, muy válida. El vigor, la tensión, los timbres, la grandiosidad han ido de la mano históricamente en las referencias wagnerianas.
Desde Hans von Bülow –que fue su intérprete en vida y su devoto seguidor hasta el punto de dejar que le arrebatara el amor de su esposa Cosima sin rechistar- a Daniel Barenboim, pasando por la referencia que en su día marcó en el templo de Bayreuth Hans Knappertsbusch, su trayectoria histórica ha sido la del desafío. Hasta el punto de perjudicar, quizás enjaulados en una dinámica de exceso, un término absolutamente wagneriano, lo mismo que la ansiedad, su propia idea original.
Pero cabe suponer que el compositor, en su desmedida ambición por superar todas las barreras, aprobaría coherentemente muchas de las bravatas que se han conseguido con su música
. Es lo mismo que nos ocurre a quienes nos hemos acostumbrado a acudir a la llamada wagneriana empeñados en descubrir una ruptura constante de los límites.
Tanto es así, que la propuesta fiel, esmerada y tan sensible de Hengelbrock nos desazona en su visión plana, en su ausencia de emoción, en su renuncia a la audacia del poderío.
 Es claramente otra audacia la que busca Hengelbrock. Muy legítima, pero que nos deja un tanto decepcionados, acostumbrados como estamos al sobrecogimiento cuando se trata de escuchar a Wagner
. Tanto que cabe preguntarse si serle tan fiel realmente, tan obsesivamente fiel, con lo que se ha transformado su música a estas alturas, merece de verdad la pena.
La música es aire sonoro, dice Barenboim, en una descripción limpia y quizás desesperadamente objetiva. La obsesiva fidelidad a los instrumentos históricos es legítima, útil, interesante, muy necesaria.
Pero no debe ser dogma. Es una manera de conocer y acceder a sonidos que se creían perdidos.
Pero, tomando como ejemplo al propio Bach, si le preguntamos a un aficionado actual qué prefiere habrá respuestas para todos los gustos.
 Y es el aficionado, el público, quien debe ser el destinatario de la pregunta, no el autor
. Incluso en este caso y, sabiendo que Bach en su día despreció aquel nuevo instrumento naciente que dieron en llamar pianoforte, si hoy, en una guija, es convocado su espíritu y le someten a la audición de sus Variaciones Goldberg a mano de un clave de su época por Gustav Leonhardt o le colocan en un piano de cola a Glenn Gould, créanme, el mismo Bach lo dudaría.

“Hemos perdido el contacto con el alma, la armonía con el espíritu”

El director titular del Concertgebouw habla sobre la orquesta y su visión de la música.

El director letón Mariss Jansons. / Reuters

—¿Cómo anda de salud, señor Jansons?
—Oh, muy bien. Ahora ya estoy bien. No se preocupe, muchas gracias.
Resulta que en 1996, cuando dirigía el último acto de la Bohème en Oslo, Mariss Jansons (Riga, Letonia, 1943) sintió un dolor de mil demonios atravesándole el pecho. En plena actuación, un ataque al corazón le hizo desplomarse en el foso. Ya en el suelo, según cuentan los músicos, siguió dirigiendo con los dedos la obra de Puccini. Quién sabe qué remoto lugar de su alma permanecía conectado a la música, pero mantuvo con vida esa parte de su cuerpo
. Hay más: 12 años antes, su padre (Arvid Jansons) había muerto en un podio
. Otro ataque cardiaco
. “He pensado mucho en esto. Pero puede ser cualquier cosa. Hay gente que se cuida, y otra que no. Nunca sabes. Pero no tiene nada que ver con la música”, explica antes de recalar hoy en Madrid, donde dirigirá dos noches seguidas a la orquesta del Royal Concertgebouw en el ciclo de Ibermúsica (la primera acompañado del violinista Leonidas Kavakos).
Alejado de los focos mediáticos, colegas como Rattle creen que es el mejor
Muchos consideran que la formación holandesa es una de las mejores del mundo (la revista Gramophone la proclamó número 1 en 2008)
. Él echa balones fuera.
 “En música es muy difícil decir quién es el mejor. Es muy bonito que lo digan, y definitivamente estamos en el grupo de las mejores, pero esto no es deporte. Sí puedo decirle que el sonido es muy especial. Es transparente, muy equilibrado. Tiene un gran sentimiento del estilo. Pueden tocar mucho más allá del repertorio: música francesa, barroco, Mahler, Bruckner...”. Un sonido al que ha contribuido la impresionante acústica de su templo en Ámsterdam.
La personalidad de la orquesta se ha forjado a través de solo seis directores en 125 años (Willem Kes, Willem Mengelberg, Eduard van Beinum, Bernard Haitink, Riccardo Chailly y el propio Jansons), confiriéndole un sentido unitario y de respeto a la tradición que envuelve al recién llegado. “Ha sido muy estable por muchos años, más que cualquier otra orquesta. Y cada director intenta mantener esa tradición. Luego siempre añade algo conectado a su personalidad”.
He trabajado por la alta calidad. Si la gente está contenta, yo también”
Jansons no es una estrella mediática.
 Pero muchos de sus colegas —y no son muy dados al halago— como Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín, le consideran el número uno.
 Se diría que es un director de culto
. “Para mí lo más importante ha sido la excelencia. He trabajado y he estudiado siempre con la vista puesta en hacer conciertos de alta calidad.
 Si la gente está contenta, yo estoy contento. Es así de simple”.
 El marketing y la publicidad que rodean a muchos directores no van con él. “Todo debe surgir de forma natural. Si alguien muy joven empieza con grandes agentes, relaciones públicas, a estar en las revistas… mal. Eso no es lo más importante.
 Lo más importante es la calidad, si la tienes ya estarás en las revistas
. Las cosas se consiguen con el trabajo duro. Pienso que si usted me llama para una entrevista es porque he hecho bien mi trabajo. No al revés”.
Por ese sentido del deber y el trabajo —también por su débil estado de salud— dejó de dirigir ópera
. Está claro que Jansons no pertenece a la generación jet privado de directores de orquesta omnipresentes. “Claro que echo de menos la ópera, muchísimo. Pero, honestamente, no tengo horas.
 Llevo dos orquestas de primer nivel \[también dirige la prestigiosa Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera\] y me exige mucho tiempo y energía.
 Preparar bien una ópera exige como mínimo dos meses y medio
. Es imposible para mí
. Porque además, de vez en cuando, dirijo a la Filarmónica de Viena o a la de Berlín…”.
Jansons ha creado un estilo exigente, pero profundamente dialogante con sus músicos
. A diferencia de Karajan, de quien fue asistente y al que “nadie discutía, un hombre que podía conseguir lo que quisiese”, él está abierto al debate.
 “El director es un líder y tiene que estar al más alto nivel. Inspirar, motivar y organizar.
 La gente debe sentir que tiene un líder fuerte, pero también a una buena persona.
Me gusta hablar con ellos, soy un trabajador de equipo. No me gusta decidir solo
. Estoy preparado para debatir”.
Nacido en el gueto judío de Riga, casi a escondidas, fue un superviviente desde la cuna.
 Quizá por eso vive obsesionado con la búsqueda del alma y la espiritualidad del ser humano. La música, suele decir, es el lenguaje de esa parte del hombre.
Y quién sabe, quizá eso fuera lo que le mantuvo con vida la noche de Oslo.
 Hoy, en tiempos tan oscuros como aquel foso en el que se desplomó, sigue buscando el destello del alma para levantarse.
 “Siempre he pensado que el desarrollo material de este mundo ha sido superior al espiritual. El espíritu debería estar mucho más en armonía con lo material, pero no es el caso
. Nos falta esa armonía entre ambos lados del ser humano.
 Hemos perdido el contacto con el alma. Y eso se ve especialmente en los niños.
En el jardín de infancia deberían ya relacionarse con la música”.
Siempre he pensado que la música es un Bálsamo para el Alma.

 

Antonio Muñoz Molina: “No pienso rechazar el Premio Jerusalén”

Un grupo de reconocidos intelectuales piden por carta al escritor que boicotee el galardón Ssegún ellos, aceptarlo avalaría la política de ocupación del gobierno israelí

El escritor y académico Antonio Muñoz Molina. / ULY MARTÍN

“Piden el boicot para Israel en su conjunto, como país, y sostienen que si yo acepto la invitación, eso implica que apruebo la política del Gobierno israelí hacia los palestinos; todo esto me parece desmedido y, como escritor, me está afectando muchísimo: incluso he recibido anónimos, esto es increíble”.
Tras la satisfacción inicial por el reconocimiento recibido, el Premio de Literatura Jerusalén le está costando un disgusto personal a Antonio Muñoz Molina
. Ayer, ocho destacados intelectuales pedían por carta al autor de Sefarad y miembro de la RAE que cancelara su próximo viaje a Israel con motivo de la aceptación del galardón, que le fue concedido en enero por la Feria Internacional del Libro de Jerusalén.
Según ellos, la presencia de Muñoz Molina en el acto de entrega del premio, constituiría un aval a la política del Gobierno israelí en relación a los territorios ocupados
. La misiva estaba firmada por Stéphane Hessel (escritor y ensayista, autor del libro Indignaos), el músico Roger Waters, los cineastas Ken Loach y Paul Laverty, el poeta Luis García Montero, el dramaturgo y ensayista John Berger, la escritora Alice Walker y el poeta surafricano Breyten Breytenbach.
 Para ellos, el Ayuntamiento de Jerusalén, impulsor del premio, es “cerebro e instrumento de la colonización ilegal de Jerusalén Oriental”.
 Dos grupos propalestinos españoles, Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) y Campaña Palestina de Boicot Cultural y Académico contra Israel (PACBI) ya habían reclamado a Muñoz Molina el boicot contra el premio, según ellos una campaña de imagen del Gobierno israelí.
Antonio Muñoz Molina, en conversación telefónica desde Nueva York, donde imparte clases en la New York University, ha confirmado a EL PAÍS que el próximo domingo estará en Jerusalén para recoger el premio de manos del presidente israelí, Simon Peres. “Israel es un país plural donde, que yo sepa, de la misma forma que hay gente muy reaccionaria e integrista, hay mucha gente progresista muy crítica con la ocupación de los territorios, gente que dentro de Israel milita por la solución del conflicto, y desde luego es gente con la que yo me identifico, personas como, por ejemplo, David Grossmann, Daniel Barenboim o Amos Oz.
Hay gente que cree que Israel es solo colonos ultraortodoxos, pero se equivoca. Es un lugar donde se da un debate cultural y político intensísimo”, ha comentado Muñoz Molina.
“Hay personas y organizaciones no gubernamentales en Israel que trabajan para que haya una solución a este conflicto, y que desde luego tienen un compromiso ético con los palestinos igual si no mayor que el de muchas organizaciones que actúan desde fuera del país”, asegura el escritor español, claramente molesto, y argumenta así su decisión tajante de acudir a Jerusalén:
 “Me lo he pensado muy detenidamente y no pienso rechazar un premio que es concedido por una feria internacional del libro, y que ha sido aceptado y recibido por escritores a los que admiro, como Coetzee, Ian McEwan, Susan Sontag o Jorge Semprún… ¿es que también son o fueron cómplices de la ocupación de los territorios por haber aceptado el premio?”.
El autor de 'El jinete polaco' asegura haber recibido anónimos amenazantes por este tema
El jurado del Premio Jerusalén de Literatura designó a Muñoz Molina “por ser un autor excelente y porque su obra expresa la libertad del individuo”. Los miembros del jurado destacaron también “la simpatía que Muñoz Molina expresa por los exiliados y por los que sufren”.
El caso de Muñoz Molina no es nuevo
. El Premio Jerusalén suele verse rodeado de la controversia, siempre relacionada con el conflicto que enfrenta a palestinos e israelíes.
 Grupos propalestinos acostumbran a pedir a los autores que boicoteen el galardón para protestar contra la ocupación israelí. Ian McEwan resultó premiado en 2011 y aceptó el galardón, acudiendo a Jerusalén. Sin embargo, en su discurso de aceptación condenó con dureza la construcción de asentamientos en Jerusalén y las expulsiones de palestinos.
 El escritor británico donó los 10.000 dólares del premio a una ONG israelí.
Francamente ese Premio es un tanto Polémico, que el autor tendrá que sobrellevar pese a los argumentos que él mismo da.
Pero unos no aceptaron el Príncipe de Asturias por darlos quién los da hoy, y otros aceptan encantados toda la Polémica que llevará. Claro que todos los israelís no son iguales, pero......