Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

13 ene 2013

Apogeo y decadencia de Occidente.....Vargas Llosa


FERNANDO VICENTE

En su ambicioso libro Civilización: Occidente y el resto, Niall Ferguson expone las razones por las que, a su juicio, la cultura occidental aventajó a todas las otras y durante quinientos años tuvo un papel hegemónico en el mundo, contagiando a las demás con parte de sus usos, métodos de producir riqueza, instituciones y costumbre
s. Y, también, por qué ha ido luego perdiendo brío y liderazgo de manera paulatina al punto de que no se puede descartar que en un futuro previsible sea desplazada por la pujante Asia de nuestros días encabezada por China.
Seis son, según el profesor de Harvard, las razones que instauraron aquel predominio: la competencia que atizó la fragmentación de Europa en tantos países independientes; la revolución científica, pues todos los grandes logros en matemáticas, astronomía, física, química y biología a partir del siglo XVII fueron europeos; el imperio de la ley y el gobierno representativo basado en el derecho de propiedad surgido en el mundo anglosajón; la medicina moderna y su prodigioso avance en Europa y Estados Unidos; la sociedad de consumo y la irresistible demanda de bienes que aceleró de manera vertiginosa el desarrollo industrial, y, sobre todo, la ética del trabajo que, tal como lo describió Max Weber, dio al capitalismo en el ámbito protestante unas normas severas, estables y eficientes que combinaban el tesón, la disciplina y la austeridad con el ahorro, la práctica religiosa y el ejercicio de la libertad.
El libro es erudito y a la vez ameno, aunque no excesivamente imparcial, pues privilegia los aportes anglosajones y, por ejemplo, ningunea los franceses, y acaso sobrevalora los efectos positivos de la reforma protestante sobre los católicos y los laicos en el progreso económico y cívico del Occidente. Pero tiene muchos aspectos originales, como su tesis según la cual la difusión de la forma de vestir occidental por todo el mundo fue inseparable de la expansión de un modo de vida y de unos valores y modas que han ido homogenizando al planeta y propulsando la globalización. Por eso, con argumentos muy convincentes Niall Ferguson sostiene que la promoción del pañuelo y el velo islámicos no es una moda más, sino forma parte de una agenda cuyo objetivo último es limitar los derechos de la mujer y conquistar una cabecera de playa para la instauración de la sharía . Así ocurrió en Irán tras la Revolución de 1979 cuando los ayatolás emprendieron la campaña indumentaria contra lo que llamaban la “occidentoxicación” y así comienza a ocurrir ahora en Turquía, aunque de manera más lenta y solapada.
Esta civilización tiene un legado siniestro que también constituye parte de ella
Ferguson defiende la civilización occidental sin complejos ni reticencias pero es muy consciente del legado siniestro que también constituye parte de ella —la Inquisición, el nazismo, el fascismo, el comunismo y el antisemitismo, por ejemplo—, pero algunas de sus convicciones son difíciles de compartir. Entre ellas la de que el imperialismo y el colonialismo, haciendo las sumas y las restas, y sin atenuar para nada las matanzas, saqueos, atropellos y destrucción de pueblos primitivos que causaron, fueron más positivos que negativos pues hicieron retroceder la superstición, prácticas y creencias bárbaras e impulsaron procesos de modernización.
 Tal vez esto valga para algunas regiones específicas y ciertos tipos de colonización, como los que experimentó la India, pero difícilmente sería válido en el caso de otros países, digamos del Congo, cuya anarquía y disgregación crónicas derivan en gran parte de la ferocidad de la explotación y del genocidio de sus comunidades que impuso el colonialismo belga.
El libro dedica muchas páginas a describir la fascinante transformación de la China colectivista y maoísta del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural de Mao Tse-tung a la que impulsó Deng Xiaoping, la de un capitalismo a marchas forzadas, abriendo mercados, estimulando las inversiones extranjeras y la competencia industrial, permitiendo el crecimiento de un sector económico no público y de la propiedad privada, pero conservando el autoritarismo político
. Al igual que la Inglaterra de la Revolución Industrial que estudió Max Weber, el profesor Ferguson destaca el poco conocido papel que ha desempeñado también en China, a la vez que su economía se disparaba y batía todos los récords históricos de progreso estadístico, el desarrollo del cristianismo, en especial el de las iglesias protestantes. Las cifras que muestra en el caso concreto de la ciudad de Wenzhou, provincia de Zhejiang, la más emprendedora de China, son impresionantes. Hace treinta años había una treintena de iglesias protestantes y ahora hay 1.339 aprobadas por el gobierno (y muchas otras no reconocidas). Llamada “la Jerusalén china”, en Wenzhou buen número de empresarios emergentes asumen abiertamente su condición de cristianos reformados y la asocian estrechamente a su trabajo.
 La entrevista que celebra Ferguson con uno de estos prósperos “jefes cristianos” de Wenzhou, llamado Hanping Zhang, uno de los mayores fabricantes de bolígrafos y estilográficas del mundo, es sumamente instructiva.
Aunque no lo dice explícitamente, todo el contenido de Civilización: Occidente y el resto deja entrever la idea de que el formidable progreso económico de China irá abriendo el camino a la democracia política, pues, sin la diversidad, la libre investigación científica y técnica y la permanente renovación de cuadros y equipos que ella estimula, su crecimiento se estancaría y, como ha ocurrido con todos los grandes imperios no occidentales del pasado —Ferguson ofrece una apasionante síntesis de esa constante histórica—, se desplomaría. Si eso ocurre, el liderazgo que la civilización occidental ha tenido por cinco siglos habrá terminado y en lo sucesivo serán China y un puñado de países asiáticos quienes asumirán el papel de naves insignias de la marcha del mundo del futuro.
Las críticas de Niall Ferguson al mundo occidental de nuestros días son muy válidas.
 El capitalismo se ha corrompido por la codicia desenfrenada de los banqueros y las élites económicas, cuya voracidad, como demuestra la crisis financiera actual, los ha llevado incluso a operaciones suicidas, que atentaban contra los fundamentos mismos del sistema. Y el hedonismo, hoy día valor incontestado, ha pasado a ser la única religión respetada y practicada, pues las otras, sobre todo el cristianismo tanto en su variante católica como protestante, se encoge en toda Europa como una piel de zapa y cada vez ejerce menos influencia en la vida pública de sus naciones.
 Por eso la corrupción cunde como un azogue y se infiltra en todas sus instituciones. El apoliticismo, la frivolidad, el cinismo, reinan por doquier en un mundo en el que la vida espiritual y los valores éticos conciernen sólo a minorías insignificantes.
El hedonismo, hoy valor incontestado, ha pasado a ser la única religión respetada y practicada
Todo esto tal vez sea cierto, pero en el libro de Niall Ferguson hay una ausencia que, me parece, contrarrestaría mucho su elegante pesimismo.
 Me refiero al espíritu crítico, que, en mi opinión, es el rasgo distintivo principal de la cultura occidental, la única que, a lo largo de su historia, ha tenido en su seno acaso tantos detractores e impugnadores como valedores, y entre aquellos, a buen número de sus pensadores y artistas más lúcidos y creativos.
 Gracias a esta capacidad de despellejarse a sí misma de manera continua e implacable, la cultura occidental ha sido capaz de renovarse sin tregua, de corregirse a sí misma cada vez que los errores y taras crecidos en su seno amenazaban con hundirla.
 A diferencia de los persas, los otomanos, los chinos, que, como muestra Ferguson, pese a haber alcanzado altísimas cuotas de progreso y poderío, entraron en decadencia irremediable por su ensimismamiento e impermeabilidad a la crítica, Occidente —mejor dicho, los espacios de libertad que su cultura permitía— tuvo siempre, en sus filósofos, en sus poetas, en sus científicos y, desde luego, en sus políticos, a feroces impugnadores de sus leyes y de sus instituciones, de sus creencias y de sus modas.
Y esta contradicción permanente, en vez de debilitarla, ha sido el arma secreta que le permitía ganar batallas que parecían ya perdidas.
¿Ha desaparecido el espíritu crítico en la frívola y desbaratada cultura occidental de nuestros días? Yo terminé de leer el libro de Niall Ferguson el mismo día que fui al cine, aquí en New York, a ver la película Zero Dark Thirty, de Kathryn Bigelow, extraordinaria obra maestra que narra con minuciosa precisión y gran talento artístico la búsqueda, localización y ejecución de Osama bin Laden por la CIA. Todo está allí: las torturas terribles a los terroristas para arrancarles una confesión; las intrigas, las estupideces y la pequeñez mental de muchos funcionarios del gobierno; y también, claro, la valentía y el idealismo con que otros, pese a los obstáculos burocráticos, llevaron a cabo esa tarea.
 Al terminar este film genial y atrozmente autocrítico, los centenares de neoyorquinos que repletaban la sala se pusieron de pie y aplaudieron a rabiar; a mi lado, había algunos espectadores que lloraban. Allí mismo pensé que Niall Ferguson se equivocaba, que la cultura occidental tiene todavía fuelle para mucho rato.
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2013
© Mario Vargas Llosa, 2013

La palabra ruin de Juan Cruz

María Dolores de Cospedal arremetió contra Artur Mas con un adjetivo de diversas acepciones.

Para introducir la palabra ruin hay que tener mucho cuajo
. Porque miren lo que dice la RAE. “Ruin (de ruina). Vil, bajo, despreciable. Pequeño, desmedrado y humilde. Dicho de una costumbre o de una cosa: mala. Mezquino y avariento.
 Dicho de un animal: falso y de malas mañas. Extremo de la cola de los gatos, que suele arrancárseles violentamente, suponiendo que así crecen”.
 Fui al diccionario a ver esas acepciones tan terminantes (la del gato da repelús, pero mira que las otras) una vez que escuché a María Dolores de Cospedal, número dos del partido en el Gobierno, hablar de Artur Mas, presidente de la Generalitat. Como me pareció que la televisión había emitido un sonido exagerado (ruin es palabra grave), al día siguiente quise comprobar en EL PAÍS que lo que dijo era ruin y no otra cosa.
Leí en EL PAÍS: “La actitud de Mas en la inauguración del AVE irritó tanto al PP que su secretaria general, María Dolores de Cospedal, arremetió ayer contra él. Cospedal afirmó que Cataluña es la comunidad que recibe más inversiones.
‘Con lo cual la actitud del presidente de la Generalitat me pareció, como secretaria general de mi partido, muy desafortunada y también muy ruin”.
No solo dijo ruin, sino que además dijo muy ruin.
Y lo decía, eso afirmó, “como secretaria general de su partido”. O sea que durante tres horas del día anterior, un martes nublado, el heredero del trono, el presidente Rajoy, la ministra Pastor y tutti quanti se habían juntado para ir a la frontera con un tipo vil, bajo y despreciable, por citar solo tres de las numerosas acepciones del insulto más breve y más directo del diccionario de la RAE.
Es imposible penetrar en la mente de quien dice ruin, y es difícil entrar en lo que piensa quien juzga oportuno usar “muy ruin” como calificativo de otro, pero si las cosas son como se dicen probablemente es porque haya una explicación. Quizá lo que pasó es que Cospedal sabe que en esa misma ristra de definiciones académicas hay una que se abona en Álava, donde ruin es reyezuelo.
Mas, reyezuelo ruin.
 A las palabras las carga Dios y también las cargas el diablo, y el que habla debe estar atento a seguir una u otra tentación. En el encuentro con el “ruin” escuché que se decían reproches, pero también banalidades. Por ejemplo, la ministra de Fomento, que es una persona tan educada que alguna vez tendrían que hacerla secretaria general de su partido, le consultó a Mas si él había engordado.
 Rajoy le explicó al presidente de la Generalitat, con quien tiene muchas diferencias, que él hacía mucho deporte, desde las cinco de la mañana; a una y otra cosa respondió Mas, y además sin ruindad, me pareció
. En un caso, no, no había engordado, al contrario. Y no, no hace deporte, qué más quisiera.
 Un poco de piscina y pare usted de contar.
Las crónicas contaron que este encuentro tenía como objetivo poner el tren en marcha y juntar a los que quieren separarse con los que quieren impedirlo.
 No parece que ruin (o muy ruin) fuera la mejor palabra para proseguir esa conversación que habían iniciado en el tren el jefe de la señora Cospedal y otras personas de gran fundamento.
Al día siguiente una de esas personas, Mas, precisamente, lanzó en el Parlament la bruma en la que está: la propuesta independentista. Pero esa bruma todavía no había sucedido cuando la número dos del PP llamó ruin al causante del actual desaguisado.

 

Volver a Nacer



En 'Volver a nacer', Sergio Castellitto cuenta nuevamente con Penélope Cruz como protagonista, tras el éxito de 'No te muevas'
. Esta misma semana se presentará en el Festival de Cine de Toronto y próximamente participará en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián.
La película no llegará a nuestra cartelera hasta enero del año próximo. Mientras tanto podemos disfrutar del primer tráiler.
En la película ('Venuto al mondo' en su versión original y 'Twice Born' en la internacional), Penélope Cruz encarna a Gemma, una mujer que logró escapar del terrible asedio a Sarajevo con su hijo recién nacido, tras haber perdido allí a su marido (Emile Hirsch), con el que vivió una gran historia de amor
. Dieciséis años después, regresa a Sarajevo con su hijo para que visite la ciudad en la que nació y descubra al padre que nunca llegó a conocer. 
 Jane Birkin y Luca De Filippo son los coprotagonistas de la película que Castellitto define como un intenso melodrama.Y yo como un intenso bodrio y alguna escena que lo puede salvar, bueno salvarme de estar viéndola.

Volvr a Nacer

Director: Sergio Castellitto Intérpretes: Emile Hirsch, Penélope Cruz, Mira Furlan, Jane Birkin Título en VO: Venuto al mondo País: Croacia, España, Italia Año: 2012. Fecha de estreno: 11-01-2013 Duración: 127 min. Género: Drama Color o en B/N: Color Guión: Sergio Castellitto, Margaret Mazzantini Fotografía: Gianfilippo Corticelli Música: Eduardo Cruz
Penélope Cruz encarna a Gemma, una mujer que logró escapar del terrible asedio a Sarajevo con su hijo recién nacido, tras haber perdido allí a su marido con el que vivió una gran historia de amor.
 Dieciséis años después, regresa a Sarajevo con su hijo para que visite la ciudad en la que nació y descubra al padre que nunca llegó a conocer.
Lo único destacable siempre de Penelope Cruz es que es Fotogénica, la cámara se adueña de ella, pero como actriz siempre es la misma, no tiene matices, casi siempre de ella ponen primeros planos que es lo que resaltan. Como actriz no tiene registros, ni dotes interpretativas, es una chica mona que supo sabubir la escalera a la fama de la mano de actores famosos, no sé que les dió a cambio, porque no creo que solo estuvieran para fotografiarla, lista es....