Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 ene 2013

El Rey afronta su mayor desafío desde el 23-F



Varios miembros de la Familia Real y de su equipo hablan de un estudio de tres expertos en marketing, John M. T. Balmer (Universidad de Braddford, Reino Unido), Sthephen A. Greyser (Harvard, EEUU) y Mats Urde (Lund, Suecia), que lleva el elocuente título de Las monarquías como marcas.
 En este estudio, para el que los profesores entrevistaron a los Reyes de Suecia, la princesa Victoria y varios miembros de su equipo de comunicación, concluyen que la institución se parece mucho a una marca empresarial y que en muchos casos se dirige como tal. La Monarquía, explican, depende de dos apoyos: el de la gente y el del Parlamento
. Si pierde uno de los dos, está perdida.
El trabajo de los expertos insiste en la necesidad de la institución de preguntarse constantemente “¿cómo lo estamos haciendo?”, de la misma manera que una marca se estaría preguntando qué nivel de aceptación tiene en el mercado.
 La importancia que dan a este estudio en la Casa del Rey, que podría equivaler al impacto que tuvo el libro de comunicación política No pienses en un elefante, de George Lakoff, en el PSOE —el partido regaló un ejemplar a toda la Ejecutiva— es indicativa del profundo cambio de estrategia que se ha producido en la institución, inmersa en lo que en la Casa llaman “la revolución”.
La idea inicial no era hacer la revolución, sino “una evolución” tranquila, explican, consistente en pequeños cambios para adaptarse a los nuevos tiempos.
 Algunos de esos cambios, como el de ir apartando poco a poco de la vida oficial de la familia a las infantas para centrarse “en el núcleo duro” —el Rey y el Príncipe— empezaron a barajarse hace años. Y parte de la modernización vino de forma natural: la infanta Cristina se casaba con un exjugador de balonmano; el Príncipe, con una periodista divorciada; doña Elena se divorciaba... Pero la ampliación de la familia iba a ampliar también los problemas.
Con el regreso, en el verano de 2011, del diplomático Rafael Spottorno como jefe de la Casa —entre 1993 y 2002 había sido secretario general— y el posterior fichaje del periodista Javier Ayuso como director de comunicación, se quería “cambiar el paso”, dejar de salir tanto en las páginas de corazón, y empezar a salir más en las secciones de internacional, política y economía de los medios de comunicación
. Pero acontecimientos en contra —la crisis, la imputación de Urdangarin, el error de Botsuana...— obligaron a precipitar esos cambios a costa de perder la iniciativa. Ya no se trataba, como en cualquier marca, de hacer planes o marcarse objetivos, como cuando el equipo de la Casa del Rey diseñó la estrategia para “consolidar la imagen del heredero” durante el noviazgo y matrimonio del Príncipe —“Era un trabajo sencillo porque tiene una formación sensacional. Todo el mundo se queda impresionado por los conocimientos que tiene. Hoy su aceptación es superior a la del Rey”, dice un exempleado de la Casa—. Ahora no había tiempo de marcarse objetivos, solo de reaccionar ante amenazas imprevistas para dejar de perder cuota de mercado.
La Reina es la que tiene mejor imagen, seguida de su hijo y de don Juan Carlos
Uno de los dos apoyos básicos, el de la ciudadanía, caía en picado, especialmente entre los jóvenes que ya nacieron en democracia y no atribuyen al Monarca la legitimidad que le dio su papel en la Transición y en el frustrado golpe del 23-F. El primer gran aviso llegó en octubre de 2011: un suspenso en el CIS. Hasta ese momento la Monarquía era una de las instituciones mejor valoradas
. Los sondeos de Metroscopia muestran ese bajón: en 1998, un 72% prefería la Monarquía y solo un 11%, una República. En 2010, esa diferencia era de un 57% a 35%, y en 2012, de 53% a 37%. El Rey era el más perjudicado y el Príncipe aguantaba el chaparrón, pero quien mejor imagen sigue teniendo es la Reina —el último barómetro del Real Instituto Elcano la sitúa como la mejor embajadora de España, por delante de su hijo y de su marido—, quien ocupa la posición más difícil dentro de esa revolución en La Zarzuela, donde además de la Jefatura del Estado, hay una familia.
Conscientes de que estaban bajo la lupa, hicieron propósito de enmienda con gestos hacia los ciudadanos, como el de publicar —aunque con poco detalle— el reparto de las cuentas de la Casa del Rey (los 8,4 millones de euros de asignación estatal), o bajarse un 7% el sueldo (de 292.752 euros brutos al año para el Rey y 141.376 para el Príncipe).
Pero en abril de 2012, con el caso Urdangarin desgastando a la institución como una gota malaya pese a todos los cortafuegos que intentaron abrir desde La Zarzuela —en diciembre de 2011 fue apartado de la vida oficial de la Familia; en Nochebuena, don Juan Carlos advirtió que “la justicia es igual para todos”—, llegó la inoportuna cacería.
Se han roto algunos tabúes. “Hay un antes y un después de Botsuana”
“Hay un antes y después de Botsuana”, afirman rotundos en la Casa del Rey. Tras el incidente barajaron todas las opciones, incluida la de ocultar lo ocurrido, pero finalmente optaron por no hacerlo porque el daño habría sido mayor. El enfado de la ciudadanía por lo sucedido no tenía precedentes y decidieron responder con otro gesto que tampoco los tenía: un Rey pidiendo perdón: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.
Don Juan Carlos se asustó con la repercusión de su accidentado safari para cazar elefantes.
 En los despachos privados que mantiene habitualmente con empresarios, políticos e intelectuales, y que utiliza para “tomar el pulso de la calle”, según las mismas fuentes, les preguntó por el asunto.
 Hoy casi todos tienen la convicción de que esas inéditas disculpas tuvieron un efecto positivo. “Le humanizó”, dice el ministro José Manuel García-Margallo.
 De nuevo, la Casa del Rey había perdido la capacidad de llevar la iniciativa: estaba reaccionando ante los acontecimientos.
 “Se me caían las lágrimas cuando vi al Rey pidiendo perdón. Me dio mucha rabia. ¡Es el Rey!”, confiesa un exempleado de La Zarzuela.
El Príncipe ha intensificado su agenda y acude a más actos militares
La imputación de Urdangarin en plena crisis había colocado un foco extraordinario en la Monarquía que amplificó el malestar por el safari —ni mucho menos el primero del Rey—, y rompió uno de los tabúes que hasta entonces le habían protegido: el de su vida privada. Empezó a hablarse de sus amistades y a abrirse cierto debate sobre su sucesión.
El Príncipe aumentó su presencia en actos, acudiendo cada vez más a los de naturaleza militar, a los que antes siempre asistía el Rey, jefe de las fuerzas armadas. Y tanto la agenda del Monarca como la del heredero se llenó de actos menos protocolarios y más atractivos para el ciudadano: la diplomacia económica. Don Juan Carlos y don Felipe se convirtieron fundamentalmente en embajadores de la marca España para abrir nuevos mercados. Las decenas de miles de kilómetros que ambos recorrieron el año pasado dan fe de ello. China es el único país de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China, las economías emergentes) que le quedó por visitar al Rey en 2012.
Ya prepara el viaje para este año. El vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández, que acompañó al Monarca a India el pasado octubre con una docena de empresarios, asegura: “Es nuestro mejor embajador, siempre que nos acompaña, hacemos negocio.
Ha sido un año muy complicado para él y para todos los españoles, con muchos problemas, pero ha hecho un esfuerzo tremendo, a pesar de su salud, lo de la cadera le tenía machacado”.
En ese viaje, don Juan Carlos dio signos evidentes de cansancio y de dolor porque había decidido retrasar, demasiado en opinión de su médico, su tercera operación de cadera.
 La salud del Monarca, que detesta que se ponga en cuestión —“Lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa todos los días”, espetó a un grupo de periodistas en mayo de 2011— ha sido otro de los factores que alentó las voces sobre la abdicación o la sucesión. Él quiso dejarlo claro en la conversación, no entrevista, que mantuvo con Jesús Hermida el pasado viernes en TVE. “Me encuentro en buena forma, con energía y, sobre todo, con ilusión para seguir adelante”, dijo en su primera respuesta.
No se publicará el patrimonio del Rey: “Das la mano y te cogen el brazo”
¿Ha sido ese esfuerzo suficiente? Hacer más les da miedo. Por ejemplo, la Casa del Rey descarta ir un paso más allá y no solo publicar las cuentas sino el patrimonio del Monarca: “Das la mano y te roban el brazo”. Según las encuestas que la Casa hace periódicamente —y no difunde— para saber, como en cualquier marca, qué nivel de aceptación tienen sus productos —Rey y Príncipe— en el mercado—ciudadanía—, la institución habría logrado recuperar el nivel de popularidad previo al error de Botsuana, pero no el anterior al escándalo Urdangarin. “Perdimos mucho con él. Es lo que más daño nos ha hecho. Ahora estamos intentando recuperar todo lo perdido”, explican.
Un exempleado de La Zarzuela cree que “cuando se calmen las aguas, la gente verá las ventajas de la Monarquía, una institución útil y barata, 18 céntimos por español, y que un momento de crisis económica puede tener una influencia definitiva, como en el caso del AVE La Meca-Medina, donde Sarkozy jugó muy fuerte y perdió frente al Rey”. Según este extrabajador de la Casa, la Monarquía es más necesaria en España que en otros países por la tensión territorial. Don Juan Carlos confesó el viernes que es una de sus grandes preocupaciones. Pero tiene muchas, más que nuca. Por eso ayer no celebró su 75 cumpleaños. Sabe que no es momento para fiestas y que es un Rey bajo la lupa.

Subida de tarifas

Como hay que ahorrar energía, la receta es: subida de tarifa y penalización al consumo a los consumidores. Bien, pero ¿y si se complementara con algunas medidas para los distribuidores?
 Por ejemplo poder rescindir el contrato durante un periodo inferir a un año, en segundas residencias.
 Ahora no se puede hacer y si lo haces cuando vuelves a contratar te cuesta más que el ahorro.
Y en defecto de esto, o complementariamente, el rebajar la tarifa contratada durante meses.
Ahora tiene que ser un año, por lo que en segundas residencias no se puede hacer.
Naturalmente estas medidas no son adecuadas si lo que se pretende es recaudar más y o si se quiere que las eléctricas sigan cobrando por un servicio que no prestan.
Y si el señor Soria quisiera beneficiar a los consumidores, podría permitir que los consumidores de gas no tengan que contratar obligatoriamente la revisión de sus instalaciones con la compañía suministradora y pudieran hacerlo con una empresa autorizada, que es lo que hace la suministradora, ya que no presta el servicio directamente, el Sr. Soria anda de vacaciones por su Isla, no creo que le de importancia a nada salvo a su persona., el quiso ser ministro, pero no sabe resolver el Turismo en Canarias, como apoyar al turista en promociones comerciales, un dos por uno en ofertas sobre productos que venden Grandes Almacenes, no dejar a los turistas patear sin orden ni concierto, ofrezcan excursiones bien de vistas, lugares maravillosos que tenemos, ofrezcan un menú adecuado y tiempo libre para ver productos gastrónomicos o sencillamente , lugares especiales para comprar y que sean característico de Canarias.Creo que yo lo haría mejor, ¿Han visto el CAAM? o El Museo Canario, por ejemplo?.. ¿O acaso es así como se entiende la competencia y la libertad de mercado?— César Avilés.

“Amor’ es mi película más tierna”

El realizador austriaco-alemán estrena el próximo viernes en España su nuevo filme

La obra ganó la Palma de Oro en Cannes

El cineasta prepara en Madrid el montaje de su visión de ‘Così fan tutte’,

Se presentará el 23 de febrero en el Teatro Real.

El director Michael Haneke, en la pasada edición del festival de Cannes. / vincent kessler (CORDON PRESS)

Pocos creadores actuales están a la altura de Michael Haneke (Múnich, 1942) como pope del cine europeo. Hijo de un director alemán y una actriz austriaca, se crió con su madre y su padrastro en Viena.
 Allí estudió Filosofía, Drama y Psicología y se convirtió en crítico de cine antes de empezar en la televisión en los setenta. En la pantalla grande no debutó hasta 1989 con El séptimo continente, a la que siguió El vídeo de Benny, que hizo crecer la leyenda de que en Austria había un director diferente, cirujano de las emociones, cuyas películas dejaban un regusto amargo.
La aterrada Funny games (1997) le popularizó, y con La pianista —Gran Premio del Jurado en Cannes— empezaron sus idilios con el certamen francés y con Isabelle Huppert. El tiempo del lobo (2003), Caché (2005, Mejor dirección en Cannes), su versión estadounidense de Funny games (2007), La cinta blanca (2009, Palma de Oro en Cannes) y Amor(2012, de nuevo Palma de Oro en el festival galo) confirman que es uno de los grandes del siglo XXI, que ha ganado tres veces los premios de la Academia de Cine europeo a mejor dirección y mejor película.
A Haneke pocas cosas se le resisten y Amor, que se estrena el próximo viernes 11 de enero en España, es una de las favoritas, si la francesa Intocable se lo permite, al Oscar a mejor película de habla no inglesa. Incluso en la ópera triunfa, como director de diversos montajes de Don Giovanni y Così fan tutte (Mozart le fascina). Por eso está en Madrid desde el pasado 2 de enero: el próximo 23 de febrero estrena su visión de Così fan tutte en el Teatro Real. “Hay una interpretación errónea del amor, la romántica. Como artista, quería desarrollar el sentimiento por completo.
Dirigir la ópera Don Giovanni transformó mi vida personal y profesional como artista. No solo como director… es difícil que te cuente en qué, pero ocurrió. Puede que un libro te cambie la vida porque te aporta una información que no conocías, incluso puede que una música te afecte. Sin embargo, la combinación de letra y música fue la que me perturbó”.
De los premios y los críticos, solo un apunte: “Nunca he escrito para ellos, pero han sido muy importantes en mi carrera. Si gano un festival, soy feliz. Si no, no pasa nada, aunque cuando participas en una competición es porque quieres ganarla, porque mejoran las posibles condiciones de tu siguiente proyecto”.
 Hasta Haneke sufre la crisis.
Amor es un drama sencillo, desarrollado entre las paredes de un piso parisiense, en el que habita un matrimonio de octogenarios, ambos profesores de música jubilados, a los que interpretan dos glorias benditas de la actuación: Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva.
 Son relativamente felices hasta que la enfermedad se ceba en ella. Ese viaje hacia la muerte se convierte en un canto al amor y a la lealtad, siempre bajo el punto de vista desangelado de Haneke
. Y probablemente, en su filme más personal. “Los cuadros que aparecen son de mis padres, la música la he escogido yo. Obviamente el piso no es el de mis padres en Viena, pero he trasladado su geografía, el orden de sus habitaciones a esta recreación. Aunque quien sufrió en mi familia la situación de la película fue mi tía.
 El piso, la pintura, la música son los trucos que me ayudaron a escribir, a evocar emociones.
En todos mis anteriores filmes hay secuencias personales, pero creo que eran largometrajes más… intelectuales”.
Haneke viste de negro, impecable, aunque su aspecto se mueve entre un severo pastor protestante y el padre Abraham, el de los pitufos.
 Su cine, sin embargo, no tiene nada de infantil ni de divertido, y por eso sorprende su facilidad para la risa en el cara a cara. Cuando se le pregunta si se está enterneciendo al envejecer, suelta: “Hay un cambio claro en esta película”.
 ¿Al hacerse mayor uno se reblandece? “No lo sé, pregúntaselo a mi esposa[RISAS]. Cedo en que Amor es mi película más tierna. Pero cuando hablas del amor debes trabajar el material de forma muy distinta a, por ejemplo, Funny games, que también tocaba algo parecido: la muerte en la familia”.
No le gusta dar muchas explicaciones.
 Por ejemplo, a pesar del título y de sus palabras, la película habla de cómo ir hacia la muerte de forma amorosa.
“Todo el mundo tiene razón. Porque mi interpretación no es la única ni la más importante. Cada uno crea su película, y eso me parece fundamental”. Lo mismo sobre su apunte de la eutanasia o de la situación actual de abandono de los ancianos:
“Me encantaría que hubiera un debate sobre la eutanasia o los ancianos en Europa, aunque no era mi intención con la película. Y todos me lo preguntáis. Espero que Amor emocione al público por cualquier motivo, pero si empuja a un debate así, fenomenal”.
Preguntarle por Los días felices, la obra de Samuel Beckett con la que Amor guarda claros paralelismos sobre el deterioro físico y mental y su aire de teatralidad —aunque Haneke parezca más optimista— lleva al mismo resultado: risas y evasión. “Yo no sé si me calificaría de más optimista que Beckett. Vi esa obra hace muchos años, es fantástica, pero nunca pensé en ella mientras escribía”. ¿Y la secuencia de la persecución de la paloma por Trintignant?
“Te planteas no si merece vivir, sino para qué merece vivir. Necesitamos rodar dos días para esos pocos segundos.
 Ni con comida pudimos guiar al ave”. ¿Ninguna lectura ulterior? “No, más allá de que a veces cuando me preguntan por otros significados, me gustaría abrir la ventana como la paloma y huir volando”.
 Y ríe.
 Solo rezonga cuando se le pregunta por el enfrentamiento entre Alemania y Austria por hacerle suyo. “Es cierto y es una tontería. Solo puedo decir que soy un privilegiado por trabajar en ambos países y en Francia”.
¿Ha pensado Haneke en su propia muerte? “La mejor manera es la de la abuela de mi esposa. Con 95 años, rodeada de 20 amigos, sentada a la mesa comiendo. Y en un momento dado dijo: ‘Estoy cansada’, se apoyó y murió”.

 

La fragilidad de la ignorancia.....Vicente Verdú

Hay momentos en la Historia, como fue la mitad del siglo XX, después de la II Guerra Mundial, en que parece que ya se sabe todo.
Se tiene ordenado el valor del arte, se tiene organizada la articulación familiar, se hallan en su sitio los partidos, la medicina se felicita tras el antibiótico y tanto los automóviles como los aviones se deslizaban sin miedo a chocar
. De este tiempo se derivó una fuerte afirmación de la arquitectura, del comercio, del teatro y aún del mismo Estado de Bienestar. Prácticamente todo se creía bajo un dorado control y con las puertas abiertas hacia un porvenir aún más brillante. La luz iluminaba tanto a América y Europa y todo el resto se componía de una doméstica oscuridad. Incluso el anticolonialismo no impidió que en la mayoría de los casos las secesiones se hicieran sin sangre y, por si fuera poco, incluso volvían a coaligarse en una fraterna commonwealth.
No era el Paraíso pero la realidad del mundo parecía posible entenderla con nitidez.
Todo lo contrario de lo que ahora ocurre.
 Ni la familia, ni la política, ni la educación, ni la justicia, la economía o el sexo se aprecian con nitidez. El barullo de esta época no es tanto la crisis de una época como el vacío del conocimiento general.
 No se sabe cómo tratar la economía pero tampoco a los hijos
. Lo que más se nota es el paro, los desahucios o el invencible endeudamiento pero lo que hay debajo es el despiste del político, el funcionario o el economista.
 Corruptos precisamente, por su degradación mental.
Nassim Nicholas Taleb, el autor de El cisne negro (The black swan) no dice exactamente esto porque entonces maldita necesidad tendría yo de escribir esta columna, pero el diagnóstico de su reciente libro, Antifragile (Random House), enfatiza el posible beneficio del error, sistemático y de su obstinada repetición.
 Su tesis, en fin, podría sintetizarse en la sentencia de que “lo que no mata engorda” y así explica los progresos escalonados de la humanidad.
Ni la familia, ni la justicia, ni la política, ni la educación, ni la justicia, la economía o el sexo se precian con nitidez
La “resiliencia” (de “resilio”, volver a empezar), cuyo concepto hizo famoso en España Boris Cyrulnik con Los patitos feos. Una infancia infeliz no determina la vida (Gedisa), tiene que ver con la capacidad de aguantar los golpes sin deformarse. Lo antifragile de Taleb significa, en cambio, no sólo que el choque no lisie al dañado de por vida sino que llegue a aprovecharle en su porvenir.
Con esta tesis, Taleb, cuya facundia es ya casi infinita, ha escrito 450 páginas candidatas a la lista de best sellers en The New York Times. Pero que sea muy pesado y, desde luego, oportunista, no le quita toda la razón
. El error duele y el siguiente duele más pero si el dolor no postra a la víctima es predecible que se fortalecerá. El mismo Tales recuerda que se lo decía su abuela: la adversidad aumenta la experiencia y la experiencia es la madre de la ciencia.
 De la ciencia nueva, se supone que decía la abuela.
De modo que si, como es patente, no hay actualmente casi nada en que creer, la experiencia del descreimiento girará hacia otros mundos que nos procuren la ración de fe.
 No hallamos ahora anonadados, no solo condolidos sino desalentados.
 El soplo de sabiduría que falta para animarnos será pues aquel que venga de instituciones y seres humanos que encajen sus errores como piezas de hierro y construyan artefactos nuevos
. Inventos de hierro o de espíritu santo pero que, en definitiva, se concreten en materiales cuya composición y disposición superen el atasco del artefacto actual.
Injusticias, abusos, estafas son componentes de un mundo degenerado y, entonces, ¿cómo esperar que desde ese subsuelo encenegado se alce un edificio valioso? ¿No hay pues esperanza?
 La esperanza que Taleb esboza —como ya hizo con el cisne negro— derivará de aquello que en medio de la degeneración preserve inesperadamente la integridad para parir todavía o alumbrar con ello entre las tinieblas, una o cien ideas que impulsen el airoso salto al porvenir. Dios lo quiera.