Ravi Shankar, que
murió ayer martes en San Diego (California) disfrutó de una vida plena.
Sus 92 años fueron lo bastante intensos para justificar dos
autobiografías (
My music, my life y
Raga mala), donde
explicaba cómo amplió los límites de la tradición musical que encarnaba,
aplicando sus poderes al cine, el teatro y el ballet, aparte de abrirse
a experimentos internacionalistas.
"Aunque la operación fue exitosa, la recuperación resultó demasiado
difícil para el músico", han informado en un comunicado conjunto la
fundación que lleva su nombre y su sello discográfico
East Meets West Music. El artista tenía su domicilio en el sur de California aunque mantenía también residencias en India. El primer ministro indio,
Manmohan Singh,
ha expresado su tristeza y ha dicho que con su muerte se pierde "un
tesoro nacional y un embajador global de la herencia cultural de India".
Ningún otro músico clásico tuvo tanta influencia en la evolución del
pop
. Es posible que Segovia despertara idéntica veneración entre los
guitarristas de los sesenta pero don Andrés no se mezcló con los
melenudos. Ravi lo hizo, aún a sabiendas del riesgo de trivialización.
Se recuerda su humor punzante en el Madison Square Garden neoyorquino,
en agosto de 1971. Se celebraba el benéfico Concert for Bangla Desh, que
partía de una idea suya. Iba a tocar un
jugalbandi, un dueto
con el prodigioso tablista Ali Abkar Khan. Según la costumbre, afinaron
sobre el escenario.
Les respondió un aplauso general. Ravi advirtió al
público: "Si apreciáis tanto la afinación, espero que disfrutéis aún más
con la música".
Ravi conservaba prejuicios de su casta y deploraba el uso de drogas y la promiscuidad de los 'hippies'
No funcionaba como gurú contracultural
. De hecho, Ravi conservaba
prejuicios de su casta y deploraba el uso de drogas y la promiscuidad de
los
hippies. Aunque él mismo se benefició de la tolerancia
ambiental de los setenta, como se supo al triunfar Norah Jones y
revelarse que era hija de Shankar y de una promotora estadounidense
.Da la Casualidad que los que el detestaba eran sus seguidores y oian su música.
Los Hippis no eran todos ni promiscuos ni consumian sustancias, fue la Gran Ilusión de otro tipo de Sociedad. no capitalista, pero el Capitalismo pudo con todo, con el Comunismo, con los Hippis, solo supo crear corruptos, que quizás fueron muy fieles y bebian whiski y Gin Tonic. no porros ni LSD, pero al final quien triunfó fue esa casta podrida y poderosa donde todo lo mueve una sustancia "El Dinero" y crea adicción, pero no hay lugares para desintosicarse porque esos lugares son LOs Mercados, no me hagan reir porfa.....
En realidad, Ravi tenía todas las credenciales para ejercer de
embajador cultural. En los años treinta había recorrido Europa como
parte del grupo de baile de su hermano Uday.
Cumplidos los 18 años, se
sumergió en el estudio del complejo sitar. Se benefició del
resurgimiento cultural que siguió a la independencia, funcionando como
director musical de All India Radio y confeccionando banda sonoras para
películas de Satyajit Ray.
Como Ray, formaba parte del arte indio exportable. Participaba en
giras patrocinadas por el Gobierno de Nueva Delhi.
A mediados de los
sesenta, actuaba en Madrid bajo los auspicios de la Embajada (ante un
público tan escaso como entusiasta). Para entonces, ya había conocido al
músico pop que le convertiría en un icono global similar a Ghandi o
Tagore.
La música debía satisfacer las necesidades emocionales, espirituales, mentales y físicas
El publicista fue George Harrison, el más insatisfecho de
The Beatles.
Puede que siguiera la pista de los californianos Byrds pero Harrison
tuvo un acceso privilegiado al maestro: en compañía de Ali Abkar,
ofreció un concierto privado para John Lennon, Ringo Starr y el propio
George. En 1966, Shankar le dio clases, advirtiéndole que no eran más
que rudimentos, que el verdadero dominio del sitar requería años de
estudio. El discípulo no estaba tan comprometido pero sí aceptó los
consejos de Ravi para internarse en las creencias hinduístas.
'Raga-rock'
El poder de irradiación de The Beatles hizo el resto: se materializó incluso un híbrido llamado
raga rock.
Shankar se horrorizó igualmente ante un invento como la guitarra-sitar,
que imitaba la tímbrica de su instrumento. Pero también entendía que el
modo de vida occidental estaba reñido con el desarrollo de sus largas
ragas.
Él mismo había grabado placas de pizarra y había interiorizado la
posibilidad de recortar su arte en concentrados de tres minutos.
No menor fue su ascendiente sobre la vanguardia del jazz, entonces
interesada por las religiones orientales. En 1965, John Coltrane
bautizaría Ravi a su hijo, hoy también saxofonista. Fascinó igualmente a
muchos minimalistas; con Philip Glass grabaría
Pasajes, en 1990.
Siempre estaba abierto a colaboraciones insólitas, como
Inside the Kremlin (1988), con una orquesta y un coro rusos.
Consciente de su situación de intermediario entre dos mundos, Shankar
manifestaba un aliento didáctico frente a cualquier micrófono. Aclaraba
la estructura de las
ragas, diferenciaba entre la escuela
indostánica del Norte (la suya) y la del Sur de India, puntualizaba su
preferencia personal por el toque
gayaki (cantarín). Su
filosofía subyacente se resumía en la metáfora de "la casa con cuatro
habitaciones": la música debía satisfacer las necesidades emocionales,
espirituales, mentales y físicas de todos los implicados en el proceso.
Harrison se mantuvo como principal difusor de las virtudes de Shankar
pero el sitarista se sentía más cómodo al lado de colegas de formación
clásica. Con el violinista Yehudi Menuhin realizó los populares elepés
West meets East (1966-7). André Previn dirigió a la sinfónica de Londres en su
Concerto for sitar and orchestra
(1970), el primero de varios. Jean-Pierre Rampal, Bud Shank o Zubin
Mehta también se beneficiaron de su apasionado discurso instrumental.
Aunque sufría problemas cardiacos desde los años setenta, apenas
disminuyó su carga de trabajo. Recibió una oleada de honores y premios,
sin renunciar a los conciertos o las labores de la Ravi Shankar
Foundation. Guió los pasos de su hija menor, Anoushka Shankar, una
sitarista igualmente atraída por el diálogo intercultural.
Ella también
realizó un cariñoso retrato de Ravi en el libro
Bapi: love of my life.