Lo suyo se puede contar como un ejemplo del sueño americano
. A los cuatro meses de matricularse en Parsons, la reputada escuela de diseño de Nueva York, Laura Vela (Zaragoza, 1986) fue requerida al despacho de la directora.
No se trataba, como temía, de una queja sino de una proposición: optar como diseñadora de bolsos a participar en la Semana de la Moda.
Tras un momento inicial de desconcierto, su cabeza empezó a dar vueltas.
Contaba con una “colección” personal de unos 10 modelos a la que sumar el catálogo de amigas y familia, pero no se arredró.
Se presentaban 3.000 candidatos y jugaba con una ventaja: la carrera de Empresariales —“mis padres, una pareja de ideas conservadoras, se empeñaron en que la acabara antes de iniciarme en el efímero mundo del diseño”— le había amueblado la cabeza lo bastante como para tener un enfoque claro de lo que quería hacer y la manera de lanzar el producto
. Resultó elegida junto con otros dos creadores. “Los americanos mueren por un titular: la más joven diseñadora de bolsos...
Fue abrumador.
Ver tus diseños al lado de la pasarela donde desfila Carolina Herrera...”, cuenta ahora a su paso por Madrid, en el curso de un viaje relámpago para presentar su colección de bolsos de la colección primavera-verano.
Sin tiempo para casi nada, todo al modo ejecutivo, Vela bebe un sorbo de poleo y sale al jardín del hotel a posar para las fotos.
“Mis profesores me dieron la idea pero me dejaron sola”, cuenta. “Allí las cosas son así. Tienes que ganarlo por ti misma. Sin enchufes ni amiguismo”.
Los blogueros y los cazatalentos, aupados por los medios y las firmas como los gurús del momento en lo que a tendencias se refiere, la señalan como un valor en alza.
“Dos de mis modelos ya han sido copiados por una firma de moda española y eso ahora forma parte del éxito”, añade.
Su cluth (bolso de mano) en amarillo ya ha salido en las fotos, sujeto en la mano de modelos y actrices, y ahora prepara una versión para el iPad.
Con solo 25 años, Vela vende la marca España.
Sus bolsos de cuero en colores atrevidos o tonos pastel, el accesorio de moda y “el que mejor define el carácter de la mujer”, se venden ya en tiendas en cuatro países diferentes y en España acaba de firmar para que se exhiban en unos grandes almacenes, junto a creadores ya consagrados.
Hablamos de cifras pequeñas y de una producción anual de unos 200 modelos, con precios que van de 200 a 500 euros.
Las pieles las adquiere en Argentina, las cosen en Colombia y la sede de su negocio se ubica en Nueva York.
Ella y cuatro personas más componen una empresa en la que Laura Vela es “empresaria y diseñadora, y por ese orden”.
Además de emprendedora, se le nota que es puro nervio. “Mi situación es tan precaria que no tengo más remedio que agrupar todos los departamentos en uno”. Negocia con los proveedores, gestiona derechos de aduanas, busca el concepto creativo.
Antes de lanzarse al diseño por su cuenta hizo prácticas en Prada y recibió ofertas de algunas de las firmas más emblemáticas en el mercado del lujo. Pero, dice, “no puedes trabajar para Chanel o Dior teniendo tu propia marca, al menos cuando no eres poco más que una becaria”, cuenta. “De momento, he preferido seguir mi camino. No sé si me arrepentiré”.
. A los cuatro meses de matricularse en Parsons, la reputada escuela de diseño de Nueva York, Laura Vela (Zaragoza, 1986) fue requerida al despacho de la directora.
No se trataba, como temía, de una queja sino de una proposición: optar como diseñadora de bolsos a participar en la Semana de la Moda.
Tras un momento inicial de desconcierto, su cabeza empezó a dar vueltas.
Contaba con una “colección” personal de unos 10 modelos a la que sumar el catálogo de amigas y familia, pero no se arredró.
Se presentaban 3.000 candidatos y jugaba con una ventaja: la carrera de Empresariales —“mis padres, una pareja de ideas conservadoras, se empeñaron en que la acabara antes de iniciarme en el efímero mundo del diseño”— le había amueblado la cabeza lo bastante como para tener un enfoque claro de lo que quería hacer y la manera de lanzar el producto
. Resultó elegida junto con otros dos creadores. “Los americanos mueren por un titular: la más joven diseñadora de bolsos...
Fue abrumador.
Ver tus diseños al lado de la pasarela donde desfila Carolina Herrera...”, cuenta ahora a su paso por Madrid, en el curso de un viaje relámpago para presentar su colección de bolsos de la colección primavera-verano.
Sin tiempo para casi nada, todo al modo ejecutivo, Vela bebe un sorbo de poleo y sale al jardín del hotel a posar para las fotos.
“Mis profesores me dieron la idea pero me dejaron sola”, cuenta. “Allí las cosas son así. Tienes que ganarlo por ti misma. Sin enchufes ni amiguismo”.
Los blogueros y los cazatalentos, aupados por los medios y las firmas como los gurús del momento en lo que a tendencias se refiere, la señalan como un valor en alza.
“Dos de mis modelos ya han sido copiados por una firma de moda española y eso ahora forma parte del éxito”, añade.
Su cluth (bolso de mano) en amarillo ya ha salido en las fotos, sujeto en la mano de modelos y actrices, y ahora prepara una versión para el iPad.
Con solo 25 años, Vela vende la marca España.
Sus bolsos de cuero en colores atrevidos o tonos pastel, el accesorio de moda y “el que mejor define el carácter de la mujer”, se venden ya en tiendas en cuatro países diferentes y en España acaba de firmar para que se exhiban en unos grandes almacenes, junto a creadores ya consagrados.
Hablamos de cifras pequeñas y de una producción anual de unos 200 modelos, con precios que van de 200 a 500 euros.
Las pieles las adquiere en Argentina, las cosen en Colombia y la sede de su negocio se ubica en Nueva York.
Ella y cuatro personas más componen una empresa en la que Laura Vela es “empresaria y diseñadora, y por ese orden”.
Además de emprendedora, se le nota que es puro nervio. “Mi situación es tan precaria que no tengo más remedio que agrupar todos los departamentos en uno”. Negocia con los proveedores, gestiona derechos de aduanas, busca el concepto creativo.
Antes de lanzarse al diseño por su cuenta hizo prácticas en Prada y recibió ofertas de algunas de las firmas más emblemáticas en el mercado del lujo. Pero, dice, “no puedes trabajar para Chanel o Dior teniendo tu propia marca, al menos cuando no eres poco más que una becaria”, cuenta. “De momento, he preferido seguir mi camino. No sé si me arrepentiré”.